Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Do you really want to hurt me? por Kitana

[Reviews - 70]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Shun se despertó muy temprano esa mañana, tenía intenciones de hablar con Milo antes de que éste tuviera oportunidad de escaparse de la habitación como venía haciéndolo desde que llegaran a Okinawa. Se sentó en la cama a observar la atlética figura del griego apenas cubierta por una sábana que se aferraba a sus caderas mientras los brazos y una de las piernas de Milo abrazaba el edredón y la almohada.  Contempló la ancha espalda del peliazul, plagada de cicatrices que no hacían sino llamar su atención, ¿cómo y cuando había conseguido cada una de ellas? No lo sabía pero le encantaría averiguarlo.

Contempló el insinuante muslo de Milo, el mismo en el que exhibía tres tatuajes plantados con maestría en la tostada epidermis griega. Estudió detenidamente los diseños, eran claros los dibujos plantados en forma ascendente, en primer lugar aparecía un carnero, símbolo de Aries, obviamente por Mu. Un poco más arríba, un león, tendría que ser por Aioria, y ya muy cerca de donde la pierna deja de llamarse así, dos estrellas rojas, ese sí que era inexplicable, no le vino a la mente porqué o por quién Milo se había hecho ese tatuaje tan extraño. Dos estrellas rojas, ¿qué podían simbolizar? Hizo mil y una suposiciones, quizá al igual que los otros dos tatuajes, se trataba de una especial muestra de amor, pero ¿dirigida a quién? Definitivamente se trataba de eso, pero supuso que esas estrellas eran anteriores a los demás tatuajes.

Milo al fin despertó, lanzó un sonoro bostezo y se estiro en la cama con movimientos casi felinos.  Cubrió su somnoliento rostro con la almohada por unos segundos, Shun lo miraba serenamente, esperando que Milo terminara de despertar.

- Buenos días Milo. - dijo Shun con una resplandeciente sonrisa en sus labios. Contrario a lo que pudo esperarse, Milo le miró con serena indiferencia y después de murmurar un buenos días se dirigió al cuarto de baño. -¿Piensas salir?- le dijo Shun desde la habitación mientras Milo se duchaba.

- No lo sé, tengo muchas cosas que pensar... supongo que iré a correr un poco y después me quedaré aquí. - dijo el griego sin pensar en sus palabras.

- Milo, yo quiero hablar contigo, necesito aclarar ciertas cosas contigo. - dijo Shun cuando Milo salía del cuarto de baño.

- ¿Hablar? Pero ¿qué cosas tendríamos que aclarar tú y yo? - dijo Milo mientras se sentaba aún húmedo y medio desnudo en la cama. Shun apartó la vista de ese desquiciante físico y se concentró en la contemplación de sus pulidas uñas.

- Bueno yo... quiero saber algo...

- Ya veo... ¿quieres saber si es cierto que me acuesto con Aldebarán? - Shun se sonrojó, Milo tomó aquello por un sí, le sonrió y comenzó a hablar. - Él es mi amigo... alguien que se interesa en mí, eso es todo...aunque mentiría si dijera que no despierta cosas en mí... al igual que tú. - dijo Milo. Shun sintió que su mandíbula caía estruendosamente el piso al escuchar lo dicho por el escorpión, el griego continuó con su monologo ya que no había obtenido respuesta del menor. - Verás... eres un crío condenadamente hermoso, se tendría que estar ciego para no notarlo. No sé que es lo que Aldebarán y tú ven en mí, es la verdad. Pero no estoy listo para esto, ni contigo, ni con él. No puedo darte las cosas que mereces, no puedo ser lo que tú necesitas, lo que tú mereces... yo solo soy un pobre diablo que ha fracasado estrepitosamente en cuanta aventura romántica se ha embarcado, esa es la verdad.  No puedo darte lo que buscas en mí. No te ilusiones conmigo, yo no soy un príncipe azul, solo soy un tipo bastante amargado. La vida no me ha tratado bien y tú no tienes la culpa de ello, es por eso que no quiero dañarte. Si te quedas a mi lado las cosas serán malas para ambos... yo no te amo. - Milo se sentó más cerca de Shun, era difícil hacer algo semejante.

-¿Entonces... tú amas a Aldebarán?- Milo negó con la cabeza, en realidad no sabía que sentía por Aldebarán pero por el momento era mejor negar cualquier posibilidad. El chico le miraba con esa misma mirada que recordaba haber tenido él mismo cuando Mu le dijera lo mismo que él estaba diciéndole ahora al jovencito frente a él.

- Sé que no es fácil escuchar algo como esto... lo sé porque yo mismo lo he escuchado, pero quiero que entiendas que en realidad, yo no soy la persona correcta para ti, yo... no le sirvo de nada a nadie en este momento, ni siquiera a mí  mismo...

- Quisiera entenderte... de verdad, quiero entender porque me haces esto.

-Porque es mejor decirte las cosas claramente a esperar a que te ilusiones con que sucederá algo que no estoy en posibilidad de ofrecerte. 

-¿Es por Aldebarán o por alguien más?

- Por nadie más que por ti.

-¿Por mí?

- Sí, por ti, si me quedo a tu lado entonces te destruiré... así de fácil. Tú no estás hecho para soportar a alguien como yo. Hay demasiada porquería en mi vida que debo limpiar antes de intentar siquiera acercarme a alguien como tú. - dijo Milo apartando un mechón de la verde melena de Shun, pasó su índice por la frente del chico, con suavidad limpió un par de lágrimas que ya se asomaban a los preciosos ojos verdes del chico. - Quizá has buscado en el sitio equivocado, ya verás... algún día encontrarás a alguien... no pierdas la esperanza... a pesar de todo, yo no la he perdido. - dijo Milo y se levantó. Comenzó a vestirse bajo la mirada vigilante de Shun. El jovencito no pudo evitar el llanto, era demasiado para él escucharlo hablar con esa calma de algo tan delicado como la situación en la que estaban envueltos. Lo vio salir enfundado en un conjunto deportivo rojo que le sentaba a la perfección. Milo, mucho más tranquilo, le regaló una sonrisa y se despidió sintiéndose mucho mejor que cuando había despertado.

Milo sentía que se había quitado un enorme peso de encima y sobre todo, estaba feliz por no haber tenido que recurrir a otra clase de métodos, el chico había entendido.

Salió a correr por los terrenos del hotel, necesitaba despejarse, en realidad dudaba de que el amor del chico no fuera sino un deslumbramiento que pasaría como una nube de verano por la vida del chico, y en cuanto a la diosa, ya se encargaría él de darle argumentos para evitar que siguiera en su empeño de unirle al chico peli verde. Tenía las armas para hacerlo, si la mujer quería jugar a manipular... él también podía hacerlo.

Comenzó a trotar, no le apetecía encerrarse en el gimnasio, además de que lo que necesitaba era despejar la mente. Trotaba con una sonrisa en los labios y un pensamiento fijo en la mente, ¿había tomado una decisión? Si, pero no en relación con Afrodita ni con Aldebarán, había llegado el momento de la acción.

Puso todos sus sentidos en alerta cuando sintió el cosmos de Rhadamanthys aproximándose a él. Una cruel sonrisa se dibujó en sus labios. Continuó trotando fingiendo no enterarse de nada. Pronto el juez le dio alcance, Milo no aceleró ni aflojó el paso, su intención era dejarse alcanzar.

Finalmente el Kyoto se encontró trotando a su lado, Milo continuó con su política de ignorarle por completo, lo que deseaba era que Rhadamanthys se decidiera a intentar un acercamiento y por lo visto, las cosas no podían ir mejor.

-¿Por qué me sigues? - dijo Milo con un tono de voz que a Rhadamanthys le sonó carente de toda emoción.

- No te sigo, solo pasaba por aquí.

- Ah ya veo. - dijo Milo para luego quedarse callado. El griego continuaba trotando. El espectro estaba más que sorprendido por la nueva conducta de Milo, no lograba entender de que se trataba aquello, ¿es que de verdad no pensaba en lo que había sucedido entre ellos? ¿o es que le había dado tan poca importancia como le daba a su persona? No le importó que Milo pareciera sumido en sus pensamientos, siguió trotando a su lado.

- ¿No piensas echar a correr? - dijo Rhadamanthys clavando las doradas pupilas en el rostro del otro en busca de alguna reacción.

- ¿Tengo que hacerlo por alguna razón? - dijo Milo deteniendo repentinamente su carrera. Rhadamanthys le observó, lucía condenadamente bien enfundado en esas ropas color rojo sangre, el griego trotaba sin moverse del sitio en el que se había detenido.  El espectro estaba más que confundido con aquella tan poco corriente actitud, Milo no había echado mano de su habitual sarcasmo o agresión, Milo simplemente estaba ahí como si nada pasara, poniendo sus ojos en él.

- ¿Siempre te levantas tan temprano? - en realidad no se le ocurrió algo mejor que decir.

-¿Siempre te acuestas tan tarde? - le dijo Milo. Si, el griego lo había atrapado, llevaba la misma ropa que el día anterior.

- ¿Siempre eres tan observador?

- Observar es lo que distingue a un asesino muerto de un asesino vivo. - dijo Milo y reemprendió la carrera. Entonces era verdad... él solía hacerla de asesino, pero en realidad, ¿quién de los dorados se atrevía a decir que no había asesinado por orden del patriarca? Pensó Rhadamanthys. Todos, en mayor o menor medida lo eran, pero no todos sentían culpa. Algunos se escondían detrás del argumento de que lo habían hecho solo por el mandato del patriarca, o porque lo habían hecho en nombre de Atenea. El caso de Milo era distinto, el había matado por venganza, por honor... por obligación. Y sentía culpa, más de la que estaba dispuesto a admitir, pero había aprendido a aceptar aquello como uno más de los hechos de su vida que no podía cambiar a pesar de lo mucho que lo deseaba.

Milo siguió su camino, al parecer todo resultaba bien, mejor de lo que él esperaba, se dijo cuando Rhadamanthys se acercó a él una vez más.

- ¿Quieres desayunar? - dijo Rhadamanthys, Milo lo miro y le lanzó una sonrisa extraña.

- ¿Por qué no? Vamos. - dijo el griego aproximándose con paso lento y sensual al espectro. Rhadamanthys lo miró... ese era el Milo que él quería ver. El Milo que le había cautivado con su arrogancia, con ese dominio de sí mismo y ese aire de peligro que siempre lo rodeaba.

Caminaron en silencio en dirección al restaurante del hotel. Milo se limitaba a estudiar a su acompañante en espera del momento preciso para tirar el anzuelo. Le pareció que había valido la pena comportarse de aquella forma, el espectro estaba confundido, deseoso de saber que era lo que planeaba ese arrogante griego que actuaba a veces como si el mundo tuviera que detenerse a su paso. Por su cabeza rondaron cientos de posibilidades pero la errática conducta de Milo no daba indicios de que podía estar planeando. En definitiva, Milo había logrado su propósito inicial: confundirlo lo suficiente, estaba seguro de que el espectro no sería tan ingenuo de caer ante la simple aceptación que le había dado a desayunar con él, pero también estaba seguro de ser lo suficientemente persuasivo para que el espectro se olvidara de sus sospechas el tiempo suficiente como para poder ejecutar el plan que había tenido entre manos durante meses.

Al fin entraron en el restaurante, Milo contempló unos segundos la carta y pidió un desayuno bastante ligero.

-¿Solo eso vas a comer?

- Sí, ¿por qué?

- He sabido que sigues entrenándote, creo que es muy poco alimento para alguien que le exige tanto a su cuerpo.

- ¡Ja! Mientras era aprendiz esto hubiera sido un banquete. - dijo Milo con una sonrisa torcida danzando en sus carnosos y sensuales labios.

- Yo... no tuve que pasar por algo semejante.

- Lo sé, las cosas son diferentes para ustedes los espectros, ¿cierto? - dijo Milo mientras bebía un poco de jugo.

- ¿Es eso un reproche? - Milo negó con la cabeza mientras engullía un poco de fruta.

- ¿A causa de que tendría yo que reprocharte algo? Tu vida es tu vida y si un día nos hicimos enemigos no fue por tu voluntad ni por la mía, son simplemente cosas que suceden en medio de una guerra, podríamos llamarlo destino pero en realidad... creo que todo se reduce a un simple capricho de nuestros dioses, bien pudo suceder que yo estuviera de tu lado o tu del mío y no que fuéramos enemigos. - dijo el griego como si sus palabras no tuvieran importancia.

- ¿Eso es lo que piensas?

- Ya no tengo motivos para pensar otra cosa. - dijo Milo sonriendo burlón.

- De verdad que no te entiendo... tú eres demasiado...

-¿Demasiado qué?

- Demasiado complejo, no consigo comprender como es que te empeñas en ignorarme y de repente pareces percatarte de que existo.

- Ni yo, simplemente soy así, no tengo una respuesta para eso. No soy la persona que muchos creen que soy, tal vez si estoy loco, en realidad no lo sé. - una tímida sonrisa se dibujó en los labios de Milo, evitó mirar a Rhadamanthys, no era fácil comportarse como si nada de nada hubiera pasado.

- Eres extrañamente fascinante, ¿lo sabías?

- Solo soy extraño, no fascinante... y tú... tú me intrigas.- dijo Milo, aquello tomó por sorpresa a Rhadamanthys, no esperaba que Milo actuase de esa forma.

- ¿Yo? ¿Por qué?

- Quiero saber... ¿por qué? ¿Por qué yo y no otro? - Milo acercó su rostro al de Rhadamanthys en un gesto de franca provocación, Rhadamanthys sintió que su corazón se aceleraba con solo percibir el masculino aroma de la piel del griego, y ese aliento tibio acariciándole el rostro. Milo notó la inquietud del inglés, hubiera sonreído pero prefirió imitar uno de los gestos que en Afrodita robaban el aliento, esa mirada entre curiosa e ingenua que tantas veces le había dedicado el sueco y que había notado hacia estremecer a más de un corazón. El truco surtió efectos, Rhadamanthys estaba mirándole con ese gesto embobado que Afrodita conseguía con esa mirada. El espectro se sobrecogió ante esa mirada, no pudo evitar pensar que quizá en otras circunstancias, en otro momento, sin tantos errores, Milo hubiera podido ser un ser lleno de dulzura, lleno de amor, que la amargura con que revestía su persona no era sino una muralla bien puesta para evitar que alguien le dañara aún más.

- Yo... lo hice porque te amo... - dijo Rhadamanthys. Milo lo miró con gesto neutro, por un momento a Rhadamanthys le pareció que la frialdad volvía a anidar en esos ojos azules que se habían vuelto su faro de esperanza.

- ¿Tú me amas a mí? - dijo Milo intentando dominarse y no saltar sobre el espectro en ese preciso instante. -¿Por qué? No me conoces, las únicas veces que hemos tenido contacto ha sido porque hemos tenido que pelear... y aquella vez... pero eso no basta para amar a alguien y tu lo sabes. - dijo Milo impregnando el ambiente con las emanaciones de su cosmos, Rhadamanthys sintió el descontrol en el griego.

Fue cosa de un momento, tenía que hacerlo, no había lugar para pensamientos, ni para pedir permiso. Rhadamanthys tomó la mano de Milo y le jaló hacía sí, el peli azul se dejó llevar rogando a todo el panteón en el que creyera alguna vez, tener la fuerza necesaria para resistir. Milo sintió que cada fibra de su ser se revolvía asqueada cuando Rhadamanthys le sujetó el rostro con ambas manos para después depositar un tímido beso sobre los tibios labios griegos. Mantuvo los labios cerrados, al igual que los ojos, no quería verlo, no quería sentirlo, inconscientemente su mente voló hacia dos rostros, hacia unos labios cálidos y amorosos, Afrodita y Aldebarán. Se dejó hacer lleno de reticencia y ¿por qué no? De asco y disgusto.  Definitivamente su vida era un tremendo caos, un verdadero balde de porquería que se negaba a seguir llevando a cuestas.  Y el primer paso era justamente saldar todas las cuentas que tenía pendientes.

Para Milo fue una tortura digna del más profundo infierno tener que sonreír después de aquel beso cuando lo único que deseaba era vomitar. Pero se obligó a sí mismo  a sonreír.

- Creo que tengo que volver al hotel. - dijo después de un rato, supo que no era capaz de seguir ahí. No dijo más. Se levantó y con paso lento, avanzó a la salida. No podía más. Agradeció a lo que fuese que le había puesto en el mundo que el elevador estuviera vacío, no podía más y se echó a llorar.

En cuanto alcanzó su habitación se encerró en el baño, tenía que bañarse, borrar todo rastro de la presencia de Rhadamanthys. Por otro lado, no tenía nada de que quejarse, las cosas le estaban saliendo bien. Y si las cosas iban bien, ¿por qué sentía esa opresión en el pecho? ¿Por qué sentía que estaba traicionando a los que amaba?

Rhadamanthys por su parte, si bien no alcanzaba a entender del todo la actitud que el escorpión había adoptado. Definitivamente ese no era el mismo Milo que había amenazado días antes con agujerear el cuerpo de sus compañeros si se volvían a acercar a ese insípido sueco que merecía tantas atenciones de parte de su obsesión de cabellos azules. Tal vez era cierto todo aquello de que Milo se metía en la cama de quien le diera oportunidad. Tal vez  él no era sino el amante de ocasión, del que terminaría aburriéndose y le abandonaría como se decía que había hecho con tantos otros. Pero ¿acaso no valía la pena arriesgarse? Milo en definitiva era un premio por el cual no se podía evitar competir.  Con una sonrisa en los labios se dirigió a su habitación, pensó en buscarlo más tarde pero se dijo que había sido suficiente por un día considerando su historia previa.

Por su parte Milo decidió que no toleraría más la cercanía de ese hombre, así que se confinó en su habitación hasta la hora de comer. No le pareció extraño que Shun no estuviera rondando por ahí, no después de la conversación que habían tenido por la mañana.

Con gesto cansado y algo triste, Milo se apareció por el restaurante del hotel cuando ya la mayoría se encontraba ahí. La sorpresa del día era que la diosa estaba presente junto con Hades. Milo sintió que se moriría de aburrimiento. Para su fortuna se sentó cerca de Aldebarán, al menos tendría una compañía decente, se dijo.

- Te pasaste la mañana encerrado... - comentó Aldebarán con cierto dolor en su voz.

- No quería ver a nadie... hoy no es un buen día. - murmuró Milo.

- Tampoco para mí... ¿sabes que tu casi prometido me amenazó para que te deje de buscar? - dijo Aldebarán con una mueca de burla en su moreno rostro.

- Ese niño... ¿acaso no entendió lo que le dije? - soltó Milo mientras arrojaba con violencia la servilleta sobre la mesa.

- ¿Hablaste con él?

- Esta mañana precisamente... pedazo de niño idiota... atreverse a meterse de esa forma en mis asuntos... que ganas de patear su rosado trasero. - dijo Milo bastante furioso.

- Solo te lo dije para que lo supieras, no para que te pusieras como energúmeno

- ¿Y que esperabas? ¿Qué me pusiera a cantar de felicidad porque ese niño idiota se esta metiendo en mis asuntos y con mis amigos? - dijo Milo. Así que no había entendido... bien, el chico podía hacer lo que quisiera, pero no iba a estar a su lado, eso sí que no.

Comieron en silencio, Aldebarán no quiso comentar nada más porque supuso que el mal humor del griego estallaría nuevamente. Y tenía razón, Milo solo necesitaba un pretexto para poder hacer estallar su furia.  Los gemelos fueron los últimos en sentarse a la mesa, ambos con enormes sonrisas, y tomados de la mano.  De inmediato se sentaron junto a Milo.

- Hola insecto. - le dijo Saga sin borrarse la sonrisa de su rostro.

- Hola, hola Kanon. - dijo Milo.

- ¿De nuevo de malas insecto? - dijo Kanon, seguía sonriendo, tomó un pan de la cesta y lo mordió con ganas.

- Deja de fastidiarme Kanon, no estoy de humor para pelear por algo más bien estúpido.

- Umm como quieras, yo estoy de un humor excelente. - dijo Kanon y se estiró para besar a Saga. Los gemelos se enzarzaron en una maraña de besos y caricias, Milo los miró y, por primera vez en mucho tiempo, sonrío. Se dijo a sí mismo que una vez que consiguiera limpiar todo el lodo que ensuciaba su vida, podría aspirar a algo semejante a lo que esos dos tenían, quizá pecaba de optimista pero eso era lo que pensaba en ese instante.

- Aldebarán... si fuera posible... quisiera hablar contigo, pero creo que será mejor que lo hagamos más tarde, ¿tomarías un café conmigo? - dijo Milo.

- Eh... yo, claro Milo. - dijo Aldebarán sin poder dar crédito a lo que escuchaba. Milo no comentó nada más se limitó a comer en silencio. Por momentos le pareció que estaba equivocándose, pero quería hablar con él antes de seguir adelante, necesitaba saber que lo que estaba a punto de hacer no le lastimaría.

Terminaron de comer y con un pretexto de lo más insulso, los gemelos se disculparon para no asistir al paseo que se había organizado. Milo no tenía muchos deseos de ir, pero Aldebarán le insistió tanto que terminó por tragarse su molestia y acompañarlo.  No estaba para paseos, estaba demasiado nervioso, y ni siquiera sabía porque, ni siquiera se explicaba porque era tan importante para él saber que Aldebarán no se vería perjudicado después de lo que él pretendía hacer.

El paseo se le antojaba interminable... Aldebarán estaba preocupado por él y Afrodita no dejaba de mirarle. Afrodita... ese era otro aspecto a considerar... ¿qué pasaría con él? ¿cómo tratar el espinoso asunto que empezaba a formarse entre ellos? ¿y qué hacer con Ángelo? Todo eso y más rondaba por su mente.

Notas finales: Bueno espero que les guste y por cierto según yo ya arreglé el problema con el capitulo once, a ver que sale, bueno cuidense mucho y dejen reviews, bye bye¡¡

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).