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Do you really want to hurt me? por Kitana

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Notas del capitulo: espero que esta vez si resulte bien, este es el once, gracias por esperar y disculpen que no lo haya podido arreglar antes, bye¡¡
 

Era medio día, Milo y los gemelos se encontraban haciendo guardia fuera de la estación de trenes en espera de que el tren que abordarían para viajar a Okinawa en compañía los santos de bronce y el resto de los dorados con excepción de Death Mask, Afrodita y Shion.

-¿Alguien podría explicarme como demonios es que terminamos arrastrándonos a este nivel? - murmuró un ya muy furioso Saga.

- Tengo dos argumentos para ti hermanito: bruja y un mes sin salario. ¿Eso responde a tus malditas preguntas?- el menor estaba de mal humor.

- Mejor cállense, con quejarnos no vamos a solucionar nada.- dijo Milo mientras recorría con la mirada el panorama que la estación de trenes le ofrecía.

- A todo esto, ¿cómo demonios fue que la trucha y el señor de las calaveras se libraron de este martirio?- dijo Kanon.

- Fácil... les tocó en suerte quedarse a cuidar a los malditos espectros de Hades con Shion, vaya suerte la de esos tres. Casi los ahorco cuando la bruja nos ordenó amablemente convivir en este condenado viaje. - dijo Saga. Los tres rieron, en realidad no tenían ninguna esperanza de que aquello tuviera los buenos resultados que se imaginaba la diosa. A lo lejos vieron llegar al resto del grupo que iría al viaje. Saga se puso más que furioso cuando notó que Shaka se aproximaba a ellos, más específicamente, a Kanon.- ¿Es que no hay otro maldito santo al que pueda acercarse? - murmuró llenó de furia. Le fastidiaba en exceso la actitud despreocupada de Shaka al tomarse tantas libertades con Kanon. Y lo que le enardecía era que Kanon ni siquiera se daba cuenta y atribuía todo aquello a la poderosa y fervientemente celosa imaginación de Saga.

- Déjate de idioteces Saga, ve allá y quítale de encima ese rubio a tu novio.- dijo Milo con una sonrisa burlona.

- Tú cállate... si no puedes sacarte de encima ni a la florecita, no me des consejos.

- Como quieras, pero si yo fuera tu...

- Si fueras yo, ¿qué?

- Nada... solo me divierte verte furioso.

- Eres un idiota insecto. - Saga se quedó callado al ver que Camus se acercaba, le sorprendió verlo ahí, después de lo sucedido entre él y Milo, el griego hacía de todo por evitarlo.

- Si de verdad soy tu amigo sácame de aquí. - le dijo Milo.

- Vamos, ¿desde cuando el amo del veneno necesita ayuda para sacudirse a un pelmazo? Que haya suerte insecto. - dijo Saga con una malévola sonrisa, después de todo había decidido aceptar el consejo de Milo y proceder a arrancar a Kanon de las garras de Shaka.

Milo no tenía intenciones de volver a dirigirle la palabra a ese condenado francés, así que hizo lo primero que le vino en mente. Se dio media vuelta y caminó en dirección a Aldebarán con lo más parecido a una sonrisa que se podía ver en ese rostro, aunque hermoso, frecuentemente malhumorado.

- Hola Milo. - dijo Aldebarán al verlo acercarse.

- Hola. - dijo Milo.

- ¿Me acompañas a comprar un café? Aquí hace demasiado frío. - dijo el brasileño al ver que Milo se quedaba callado.

- Vamos, necesito cigarros. - dijo Milo y sin esperar más se dirigió a la pequeña tienda que estaba a sus espaldas. Camus notó que aquello no era sino una forma de escapar del griego, aunque no le pasó desapercibido el que después de encontrarse con Aldebarán, Milo parecía mucho más tranquilo.

Milo pidió los cigarrillos como en automático, tenía meses sin fumar. Se tomó un momento para abrir la cajetilla y llevarse uno a los labios. Aldebarán lo miraba con una semi sonrisa.

- Creí que lo habías dejado.

- ¿Esto? - dijo  Milo levantando la cajetilla. - Supongo que sí, no me he fumado uno en meses.

- Entonces, ¿para que los compras?

- ¿Y yo qué sé? - dijo Milo encogiéndose de hombros. - Últimamente hago cosas que no sé ni porque las hago.

-¿Cómo acercarte a mí?

- No seas idiota, me acerco a ti porque quiero hacerlo, fin de la historia.

- ¿Siempre te refieres así a las personas que te interesan?

- Dos cosas, uno, yo no he dicho que me intereses, solo que quiero acercarme a ti. Y dos, ¿por qué demonios tienes la pésima costumbre de hacer tantas preguntas?

- Porque tú a mi si me interesas Milo. - Milo solo lo miró con incredulidad, ¿de verdad pensaba que con eso iba a caer?

- Pues gracias por tu interés... supongo. - dijo el griego. Aldebarán lo miró mientras avanzaba en dirección al bote de basura para desechar el cigarrillo con el que sus labios se habían entretenido momentos atrás. - Y... ¿ya tienes planes para el viaje? - el brasileño negó con la cabeza.

- ¿Piensas proponerme algo?

- Umm, tal vez, de aburrirme solo a aburrirme en compañía...

- Hecho. Aunque no sé lo que vaya a opinar tu casi prometido.

- ¿La florecita? Sus opiniones me importan un carajo y por cierto, ese y yo no somos nada. - dijo Milo, él mismo se sorprendió con sus palabras, ¿desde cuando él daba explicaciones? Aldebarán no pudo ocultar su alivio, era un secreto a voces que la diosa pretendía que hubiera más que amistad entre Milo y su chico favorito Shun.

- Por cierto, ¿no piensas incluir a los gemelos en tus planes?

- ¿Para qué? Conociéndoles sé que no perderán oportunidad de mostrarse gráfica y físicamente su amor.

- Entiendo...

- No, créeme, tu no entiendes lo que es verlos día con día, enamorados como idiotas el uno del otro y yo aquí partiéndome por dentro... - dijo el griego con una sonrisa burlona campeando por su rostro.

- ¿Y por qué no se los dices así como a mí?

- Toro, no seas tonto, claro que no les voy a decir "hey chicos, déjense de arrumacos porque me tienen hasta la madre con su puta felicidad"... eso no se le hace a nadie... aunque estén locos se merecen lo que tienen juntos.

- Vaya, Milo de Escorpión preocupándose por alguien además de sí mismo, creí que moriría sin ver eso. - dijo Aiolia apareciendo a un lado de Aldebarán.

- Tú mejor cállate, no sabes de lo que hablas. Tú de preocuparse por otros no sabes nada.

- Al menos sé más que tú.

- Hoi poloi. - musitó Milo a sabiendas que Aiolia le entendería a la perfección.

- ¡Mira quien viene a llamarme idiota! ¡El imbécil que se enamora solo de tipos que piensan en otros cuando están con él en la cama! - dijo Aiolia esperando una agria respuesta de Milo. Pero no la hubo. Un furioso escorpión simplemente se dejó ir sobre él a puñetazos, que Aiolia, falto de entrenamiento, no pudo detener ni prevenir. El escorpión lo estaba moliendo a golpes.

- ¡Por favor, alguien haga algo! - gritó con cierta desesperación el hermano de Aiolia al ver a su hermano tumbado en el piso con Milo encima suyo golpeándole con furia asesina.

-¿Qué dices? ¿Hacemos algo o dejamos que lo machaque un poco más? - dijo Kanon abrazando la cintura de Saga mientras apoyaba la barbilla en el hombro de su hermano.

- Yo digo que lo dejemos... total, Atenea lo resucita y se acabo el problema. - dijo Saga con sorna. El resto se les quedó viendo con gesto reprobatorio pero sin hacer nada, el único que intentaba separar a Milo de Aiolia era Aioros, con gesto desesperado intentaba separar al furibundo escorpión de su hermano. Pero Milo no parecía dispuesto a detenerse. Haciendo acopio de fuerzas, Aiolos logró separarlos finalmente, arrojó lejos de su hermano a Milo que contemplaba al inconsciente león con los ojos enrojecidos a causa del llanto que había derramado mientras golpeaba al hombre por quien alguna vez hubiera perdido la cabeza y lo que hiciera falta con tal de verle sonreír. Pero todo eso había quedado sepultado bajo la enorme cantidad de mentiras que Aiolia se había encargado de diseminar entre los habitantes del santuario cuando Milo decidiera dejar de verlo.

-¡Eres un animal! - le gritó Aioros mientras intentaba reanimar a Aiolia. Milo solo lo miró con gesto inexpresivo.

- Kanon, sácalo de aquí. - murmuró Saga. El menor de los gemelos se apresuró a cumplir el mandato de su hermano y tomando a Milo por los hombros lo alejó de ahí.

- ¡Ustedes están locos! ¡Maldito infeliz! ¿Por qué tú y Kanon no lo detuvieron? -dijo un muy alterado Aiolos mientras intentaba que Aiolia se pusiera en pie.

- Escucha... a mí no me gusta meterme en los problemas de otros como no me gusta que se metan en los míos, y por si no te diste cuenta, Kanon y yo no fuimos los únicos que nos quedamos parados viendo como el insecto tundía a tu hermano. - dijo un muy molesto Saga. - Eso sin mencionar que lo tenía bien merecido después de toda la sarta de estupideces que decía sobre Milo... el maldito insecto no es de piedra, algún día iba a estallar.

- Aún así... no debieron dejarlo hacerle esto. Pudiste detenerlo Saga.

- Hablas como sí yo tuviera algún poder sobre él... y déjame decirte que no lo tengo, solo soy su amigo, como se suponía que tú eras el mío. - dijo Saga sin poder guardar más dentro de sí todo el resentimiento que había acumulado en todo ese tiempo. -Pero te burlaste de mí, de lo que yo sentía... - dijo y le dio la espalda al arquero. Aiolos lo vio alejarse en dirección a donde se encontraban Kanon y Milo, éste último sumergido en una especie de shock del que Kanon no podía sacarle.

- Maldita sea insecto, ¡habla! ¡maldice! ¡haz algo! - decía Kanon al tiempo que zarandeaba el cuerpo de Milo quien permanecía con la mirada perdida. Saga y Kanon no sabían que hacer. Shun se acercó, el chiquillo tuvo la idea de llamar a Shaka, quizá él podría ayudar. El santo de Andrómeda se acercó hasta donde se encontraban Mu y Shaka.

- Hum¡ solo era cuestión de tiempo para que enloqueciera por completo al igual que sus amiguitos.  - exclamó Mu en tono burlón. Shun alcanzó a escucharlo.

- Mu, ¿no crees que te estás pasando de la raya? - le dijo Shun. - ¿No crees que debemos ayudarlo y no criticarlo de esa forma? - el chico estaba furioso, se dio media vuelta y se alejó en dirección a donde Milo se encontraba con los gemelos y Aldebarán.

- ¡Ja! Ahora resulta que el que está mal soy yo. - dijo Mu.

- El chico tiene razón, te estás pasando de la raya. - dijo Shaka y lo dejó solo. De mala gana, Mu siguió a Shaka, no porque estuviera interesado en Milo sino porque estaba celoso. No podía olvidar lo que Milo le dijera durante el cumpleaños de la diosa, ¿y si fuera cierto que Shaka estaba interesado en Saga?

Finalmente Milo pareció reaccionar cuando Shaka le tomó ambas manos.

- Quítame las manos de encima. - fue todo lo que dijo antes de apartarse un tanto mareado y con los ojos llenos de furia. Kanon lo siguió, estaba preocupado.

- ¿Crees que esté bien? - preguntó Saga a Shaka. El rubio negó con la cabeza.

- Esta al borde de un colapso nervioso. No tengo idea de lo que le esté pasando pero no es normal que se haya puesto así.

Por su parte, Milo permanecía con la espalda apoyada en la pared.

- Estúpido, nos metiste un susto de antología, ¿qué te pasó? - le dijo Kanon un poco repuesto de la impresión. Milo solo se encogió de hombros. ¿Qué podía decir? No mucho, simplemente se había dejado llevar por la furia y el dolor, él siempre había pensado que Aiolia, a pesar de sus defectos, a pesar de lo hiriente que resultó ser, lo había amado al menos un poco.

Definitivamente aquello no estaba siendo tan perfecto como se lo había imaginado Sahorí.

- Eh... señores, es hora de subir al tren. - dijo Dohko aún nervioso por lo ocurrido entre Milo y Aiolia. - Sabía que este viaje  sería una porquería. - murmuró.

- Tranquilícese maestro, al final de cuentas ellos terminaran por arreglar sus diferencias. - le dijo Shiryu con optimismo.

- No lo creo... esos dos tienen demasiada historia juntos; más de la que ambos quieren admitir.

El grupo de santos subió al tren, Milo escoltado no solo por los gemelos, también por Aldebarán, Shun y Shaka. Se sentía extraño, no le gustaba llamar la atención, no le gustaba que lo miraran de esa forma. No estaba loco, ¿o sí?

En cuanto llegaron al compartimiento asignado en el tren, Milo fingió dormir. Solo se quedaron con él los gemelos y Aldebarán. Con el tamaño del brasileño no entraba nadie más en el pequeño espacio. No quería hablar, no quería confesar que en el fondo de su corazón, la única razón por la que nunca antes había hecho nada semejante contra Aiolia era justamente porque creía ciegamente en que le había amado, a su modo pero al fin de cuentas aquello había sido amor. En ese momento se sentía completamente decepcionado.

- ¿Sigue dormido? - preguntó Kanon en un murmullo a su hermano, permanecían uno al lado del otro, abrazados, Kanon escondía el rostro en el espacio entre el hombro y el rostro de Saga.

- Si... estoy preocupado por él.

- Yo también... ¿qué haremos?

- Cuidarlo más supongo... aunque será difícil. - dijo Saga estrechando más el abrazo con el que ceñía a Kanon. - Shaka dijo que lo que le pasa no es normal.

- Nada de lo que le pasa al insecto es normal... está muy dañado. - dijo Kanon.

- De cualquier forma... es nuestro amigo, debemos ayudarlo aunque no quiera.

- Estoy de acuerdo. - Saga besó la frente de Kanon y le subió el cuello del abrigo. Aldebarán solo los miraba con gesto entre conmovido y extrañado, para el brasileño no era normal verlos comportarse así, viéndolos de esa forma pensó que para alguien tan deprimido como Milo era normal verles con envidia. En realidad él también los envidiaba; él jamás había tenido algo como lo que ese par tenía. Contempló el rostro de Milo aún crispado de ira. Era hermoso, no solo por dentro, había muchas cosas al interior de esa coraza de amargura y mal carácter que le habían conquistado. Como esa manía muy típica de Milo de detenerse cada mañana a contemplar la caída del agua de la fuente en el parque que estaba a unos pasos de las oficinas de la fundación. O ese empeño que el griego ponía en todo lo que iniciaba. Ciertamente Milo tenía un encanto especial. Era leal, era sincero, quizá un poco agrio de carácter, pero nada que no compensara el amor que había logrado hacer nacer en él. Milo era la suma de todas las pequeñas cosas que a Aldebarán le gustaban. En el tiempo que llevaban compartiendo algunas salidas, por algunos trozos de conversación, Aldebarán se había percatado que detrás de esa máscara de mal carácter y cierto despotismo, Milo escondía una cálida personalidad que no dejaba salir prácticamente ante nadie.

El escorpión era una persona extraña, enigmática, encerrado en sí mismo, muy distinto a cualquier otra persona que hubiera conocido. No le extrañaba que alguien como Mu no hubiera alcanzado a entender la complejidad de un ser tan absorbente como podía llegar a ser Milo. Él mismo ya había experimentado lo posesivo que llegaba a ser Milo aún con sus amigos. Y es que Milo exigía no solo el cien por ciento, exigía algo más de quien estuviera a su lado, ya fuera como amigo o como algo más. Y Mu nunca había llegado a comprometerse a tal grado con él porque la obsesión del ariano con Saga había sido superior al encanto del escorpión.

Milo no dejó de fingirse dormido. No quería verles a los ojos ni a los gemelos ni a ningún otro ser que supiera de su reacción a las palabras de Aiolia. En ese momento le pareció más cierta que nunca esa maldita frase que reza "la verdad no peca pero incomoda".

Al fin bajaron del tren. Tendrían que tomar un pequeño trasbordador para llegar a la isla. Aldebarán contempló con una mezcla de resignación y temor el artefacto y se dijo que no había otra opción.

- Calma toro, solo es un poco de agua. - le dijo Kanon riéndose, a últimas fechas se llevaban mejor. Aunque Aldebarán seguía sin entender cabalmente las bromas sarcásticas y el humor negro que la tríada de griegos compartía.

- Con un demonio, ¿van a subir o no? - dijo Milo perdiendo su escasa paciencia. El resto lo vio con una mueca extraña mientras de un salto subía al trasbordador, definitivamente el tipo sabía llamar la atención aún sin proponérselo.

- ¿Por qué lo estás mirando? - dijo Hyoga al notar que Camus no perdía de vista a Milo desde que saltara al barco.

- Porque sí, es mi amigo y estoy preocupado por él.

- Hasta donde sé, ya ni siquiera te dirige la palabra.

- Mejor cállate, hoy no tengo deseos de pelear ni contigo ni con nadie. - dijo Camus y se dirigió a la escalinata para subir al barco. Estaba preocupado por Milo, no había presenciado el incidente entre él y Aiolia, pero conocía la historia de esos dos, Aiolia debía haberle dicho algo realmente hiriente como para que el escorpión reaccionara de esa forma tan explosiva.

Aún así no se atrevía a acercarse a él, no después de lo que sucediera entre ellos. Estaba sumamente apenado por la forma en que había jugado con Milo, y aún no lograba procesar el hecho de que Milo le hubiera dicho que lo amaba.

Al fin llegaron al hotel. Milo se dirigió de inmediato a la habitación que le habían asignado junto con Shun, no le agradaba la idea de tener a ese niño dulzón tan cerca, le inquietaba y no quería admitir que era porque lo encontraba bastante interesante... aun cuando no podía dejar de compararlo con Aldebarán.

Milo no se tomó siquiera la molestia de desempacar, se metió a la cama sin decir nada. Shun lo miró mientras fingía dormir. Le había costado tanto convencer a Ikky de que lo dejara solo con Milo, y Milo no parecía estar interesado en nada que no fuera dormir.

- Milo... yo me preguntaba si tú querrías salir mañana con Seiya y conmigo a dar un paseo por la isla... - dijo al notar que Milo no estaba dormido.

- Ummm supongo que no es mala idea, ¿puede ir Aldebarán? - dijo Milo sin pensar en sus palabras.

- Si, claro, si quieres puedes invitar también a Kanon y a Saga, entre más seamos mejor. - dijo Shun sin poder disimular la alegría que le producía la afirmativa del griego.

- ¿A que hora salimos?

- A las nueve.

- Hecho, ahora déjame dormir. - dijo el griego y se cubrió el rostro con el edredón. ¿Es que era tan idiota como para dejarse seducir por una cara bonita y un poco de dulzura? Se maldijo a sí mismo al reconocer que eso era precisamente lo que estaba sucediendo. Y algo más, ¿era solo por el acuerdo con Aldebarán que había pedido que la invitación se extendiera a él o porque el toro comenzaba a agradarle demasiado? En realidad, además de los gemelos, Afrodita y Death, él y Shun eran los únicos seres a los que toleraba cerca.

El amanecer le sorprendió despierto, se levantó sin hacer ruido, no quería despertar a Shun. Se reprendió a sí mismo mentalmente por quedarse contemplando como bobo la tierna carita del santo de Andrómeda mientras dormía.

- Eres un estúpido Milo de Escorpión. - se dijo a sí mismo frente al espejo mientras se secaba el cabello después de bañarse. Se vistió y salió de la habitación, quería buscar al brasileño antes de que hiciera otros planes. Bajó a la recepción a preguntar que habitación le habían asignado, no tenía idea de donde encontrar a nadie, ni siquiera a los gemelos. Se sorprendió mucho cuando vio a un desmañanado Shion en la recepción mientras Afrodita se acurrucaba en los brazos de Death Mask. Detrás de ellos estaban los tres nefastos espectros de Hades. Maldiciendo por lo bajo no tuvo más remedio que acercarse porque Shion lo estaba llamando.

- Vaya, veo que ni estando de vacaciones pierdes la costumbre de levantarte antes que el resto. - dijo Shion intentando ser amable.

- Buenos días, santidad. - masculló Milo.

- Hola Milo. - dijo Afrodita con su encantador rostro somnoliento.

- Hola Afro, hola Death. - dijo Milo con algo parecido a su sonrisa dibujándose en sus labios carnosos. - Dame acá eso. - dijo quitándole a Death la enorme maleta que llevaba. - ¿Qué hacen ustedes aquí? - dijo Milo sin poder reprimir su curiosidad.

- Órdenes de Atenea, ella creyó que sería bueno para limar las asperezas que todos compartiéramos este viaje. - dijo Afrodita para luego dar un encantador bostezo.

- Ah ya veo... otra de sus brillantes ideas... - murmuró el griego.

- ¿Sabes en que habitación está Dohko? - le preguntó Shion.

- No tengo la menor idea, en cuanto me dijeron en donde quedaba mi habitación me fui a dormir. - dijo Milo, Death Mask sonrió al ver la mueca de molestia de Shion.

- En cuanto  se despierte iré a buscarlo... - dijo Shion sin ocultar lo molesto que estaba. - Ahora a seguir con esta farsa. - dijo sin preocuparse de que pudieran escucharlo, esos tres estaban lo bastante inconformes con todo que no importaba, además, nadie estaba precisamente de acuerdo con la idea de la diosa de intentar un acercamiento más profundo con los espectros de Hades, ni con la política de la diosa de hacer lo que se le viniera en gana pasando por encima de la dignidad y deseos de sus santos.  Milo llevaba las maletas de Death Mask y Afrodita, el sueco lo miraba con esos ojos celestes en los que Milo solía encontrar la paz en los peores momentos. Y en ese momento lo que necesitaba era sentirse en paz. Fue por eso que no dudo en incluir a su antiguo equipo en los planes de Shun, después de todo el chico le había dicho que entre más fueran sería mejor.

Rhadamanthys estaba furioso, Milo lo estaba ignorando por completo, y por si fuera poco, estaba de lo más amable con esos dos tipos. ¿Qué era lo que tenía que hacer para que Milo se dignara siquiera a mirarlo?

De mala gana Shion acompañó a los espectros a sus habitaciones, los tres estarían en la misma habitación, a ellos tampoco les hacía nada de gracia aquella idea del viaje.

Rhadamanthys se recostó en la cama pensando en los ojos azules de Milo, no pudo evitar recordar aquella tarde en la fundación, el odio que emanaba de la azul mirada del griego no era de pasarse por alto. Lo odiaba... pero aún así se esforzaba por ignorarlo. ¿Qué tenía ese hombre que lo hacía tan atractivo para él? Y es que el griego nunca había hecho nada por agradarle, al contrario, aún antes de la violación, Milo se mantenía siempre alejado, siempre seco y distante, no solía intentar siquiera conversar. Cuando Rhadamanthys quiso acercarse a él, Milo lo había hecho a un lado de forma tajante y bastante insolente. Y eso no podía perdonarlo su orgullo. Lo amaba, a su modo, lo amaba, no podía evitarlo, ese arrogante y orgulloso sujeto de cabellera azul y trasero perfecto era, sin duda, el único ser que se le hubiera resistido, y no solo eso, lo había ignorado por completo. ¿Había algo que pudiera hacer al respecto? Claro que lo había, le obligaría a amarlo, le obligaría a olvidar en sus brazos que el resto del mundo existía... pero ¿sería tan fácil decirlo como hacerlo? Estaba seguro de que no. Se sentía culpable. Milo era demasiado orgulloso, y en esos momentos con seguridad que lo único que querría del espectro era su completa aniquilación, Rhadamanthys se dijo que no podía culparlo, después de todo, él le había violado... Tenía que haber alguna forma de superar aquello y quedarse con el escorpión para él solo.


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