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Do you really want to hurt me? por Kitana

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Notas del capitulo: Hola de nuevo¡¡¡¡
 

Era medio día. Milo estaba revolviéndose violentamente entre las sábanas atacado por una de sus ahora recurrentes pesadillas. Shiryu se acercó lentamente a la cama esperando que Milo no le lanzara una de las habituales maldiciones con las que se despertaba cada mañana. Shiryu comenzaba a preocuparse, eran seis días seguidos de pesadillas e insomnio alternados.

- Milo, ¿te encuentras bien? - le dijo, los ojos del escorpión se abrieron enormemente y una de sus manos se cerró en torno a uno de los brazos de Shiryu como una trampa de acero. - Milo, me haces daño. - dijo el dragón algo alarmado por la reacción de Milo.

- Lo siento... no era mi intención... - dijo Milo soltando al oriental que ya comenzaba a asustarse.

- ¿Te encuentras bien?

- Sí, sí, no tienes que preocuparte por mí... ni tú ni nadie. - añadió Milo con su bien conocido mal humor. Shiryu lo vio entrar en el cuarto de baño para después salir medio húmedo y medio desnudo como era su costumbre. Shiryu lo miró y no pudo sino reconocer que Shun tenía buen gusto. El escorpión era definitivamente un hombre demasiado apuesto.

- Milo, ¿puedo hablar contigo?

- ¿Cómo de que lagartija? - dijo Milo mientras cepillaba su larga melena azulada.

- Tú no estás bien. - Milo lo miró con un deje de burla en esos hermosos ojos azules.

- ¿Y tú solo arribaste a tan brillante deducción?

- Milo, no creo que este sea el momento adecuado para salirte por la tangente usando el sarcasmo, tú estás consciente de lo mal que estás. Tienes que hacer algo al respecto. ¿Por qué Milo? ¿Por qué has dejado de vernos como compañeros y amigos?

- ¿Amigos? Fuera de Kanon, Saga, Afrodita, Death y Aldebarán no creo tener ningún otro. Y antes de que mi paciencia se agote, déjame advertirte dos cosas, una, no vuelvas a meterte en mis asuntos sin ser llamado, cuando quiera tu opinión te lo haré saber. Y la segunda, es sobre Mu, puede que parezca dulce, amable y lleno de paz, ¡pero solo es un maldito infeliz que te usará hasta que se harte de ti! Solo te lo digo por respeto a Dohko, el viejo es el mejor de nosotros... en muchos aspectos, Shion no lo merece.

- Sé a lo que te refieres... y sé que tú no mereces pasar por esto solo. El maestro se preocupa por ti.

- No me hagas reír chico... no estoy para esas cosas... guárdate tu interés para algo que valga la pena, yo no intereso. Además de que yo solo puedo resolver mis líos.

-Sí eso fuera cierto no estarías en el estado en el que te encuentras Milo, y tus amigos no han podido ayudarte.

- Mis amigos llegan hasta donde yo se los he permitido, no quiero a nadie metido en esto, ¿entiendes? - dijo Milo y desapareció de nuevo tras la puerta del baño. Shiryu lo miró, definitivamente estaba más hosco y rudo que de costumbre. Le había parecido que al hablar de Mu, la voz de Milo no solo transmitía odio, también un profundo dolor. ¿Qué tanto daño le había causado el aparentemente inofensivo carnero al escorpión? No podía saberlo, pero sí sabía que había sido irreparable.

Milo estaba francamente furioso, ¿desde cuando era tan transparente que esa lagartija sobrealimentada se había dado cuenta de lo mal que estaba? Se dijo que en ese momento tenía que mantener la cabeza fría. No podía dejar que las emociones reprimidas hicieran presa de él, no en ese momento. Las cosas estaban resultando perfectas, el maldito espectro se había tragado el cuento y aunque no había podido hablar con Aldebarán, esperaba que todo sucediera en completa calma y sin demasiado sobresalto.

Había conseguido deshacerse de todos sus miedos, de toda su reticencia. Solo tenía que actuar. Y lo haría esa misma tarde. Hubiera preferido hablar antes con Aldebarán y Afrodita... había llegado a la conclusión de que si lo hacía, la única forma de que le permitieran seguir con su desquiciado plan era contándoles la verdad. Pero no sabía que hacer... Afrodita era lo más cercano a un hermano que tenía, a pesar del extraño sentimiento que sentía hacia él, era como la promesa de lo que nunca fue. Aldebarán le daba cierta seguridad... y por último Shun, ese niño que se esforzaba por sacar lo bueno en él aunque para Milo tal vez ya no existía nada semejante.

Salió de la habitación hecho una furia y recitando todas las maldiciones que se sabía. Shiryu lo miró sin entender, se suponía que ellos, todos los santos de Atenea serían felices a partir del momento en el que volvieron a la vida, pero tal parecía que todos ellos aún cargaban son el dolor y la frustración sobre sus espaldas.

Y nadie le parecía más dolido y frustrado que Milo de Escorpión.

Milo se dirigió al lugar donde se suponía tenía que ver a Rhadamanthys, estaba nervioso, pero supo ocultarlo muy bien. Cuando llegó al lugar de la cita, Rhadamanthys ya lo esperaba.

-Hola. - le dijo el espectro, la sonrisa que se dibujó en los finos labios del inglés se le antojo nauseabunda, pero Milo se obligó a sí mismo a sonreírle también. Se decía a sí mismo que aquello equivalía a aniquilar la poca dignidad que le quedaba, pero tenía que hacerlo, después tendría oportunidad de recobrar su dignidad... suponiendo que aún quedara algo de ella.

- ¿Nos vamos ya? - preguntó Milo con una sonrisa seductora que sirvió para desvanecer las dudas que en la mente de Rhadamanthys se comenzaban a formar.

- Si, claro. - le dijo Rhadamanthys con una sonrisa. Todo iba de acuerdo al plan. Dejó que el espectro lo condujera hasta un pequeño hotel bastante discreto, era perfecto, al parecer el espectro no quería perder más el tiempo. Le había dicho que estaba decidido a continuar aquello hasta sus últimas consecuencias y todo apuntaba a que esa era precisamente su intención.

Rhadamanthys no podía esperar más para disfrutar de ese bello cuerpo que estaba a su lado en el auto. Sentía que era la mejor forma de hacerle olvidar aquel penoso incidente que protagonizaran mese atrás. Estaba muy lejos de imaginar lo que Milo se proponía hacer...

Entraron en la habitación que Rhadamanthys había alquilado para poder disfrutar de Milo a sus anchas y sin preocuparse de las miradas indiscretas de los compañeros de ambos.

- Te amo Milo... - dijo Rhadamanthys mientras luchaba por despojar a Milo de sus prendas, anhelaba tocar de nuevo esa piel y probar de nuevo las mieles de ese cuerpo. Milo no le respondió más que con una misteriosa risita que el espectro no pudo descifrar. Milo se tendió semidesnudo en la cama, Rhadamanthys observó la insinuante sonrisa en los labios de Milo y se convenció a sí mismo de que el griego había dejado en el pasado la violación.

Nada más lejos de la verdad... Milo mantenía bien fresco en la memoria el recuerdo de ese nefasto día.

Con un movimiento rápido y decidido, Milo giró su cuerpo para ser él quien estuviera arriba del espectro. Rhadamanthys contempló anonadado el rostro misterioso de su casi amante, el griego lo contemplaba como un animal salvaje a su presa.

- ¿Qué es lo que estás pensando? - dijo Rhadamanthys al contemplar esa fría mirada en los azules orbes del griego.

- ¿Sabías que es imposible domar a un escorpión? Son seres extraordinariamente resistentes y en extremo violentos que incluso llegan a devorar a sus parejas, a sus iguales... son depredadores despiadados y sumamente resistentes... - añadió el griego, Rhadamanthys notó que el suave matiz rojo que habían adquirido los ojos del griego se acentuaba a cada segundo, estaba confundido... asustado. - ... El día en que me hiciste aquello decías que me amabas... lo recuerdo bien, de hecho recuerdo cada asqueroso detalle de la forma en la que me arrebataste lo que yo consideraba el mayor regalo que pude hacerle a alguien que de verdad me importara... solo que ya no podré hacerlo... ¡tú lo tomaste sin consideración! era algo que solo me pertenecía a mí y lo robaste...

- Milo yo...

- ¡Cállate! - gritó un histérico Milo, definitivamente estaba fuera de control. - Te pedí que no lo hicieras... te advertí que te lo haría pagar... y vas a pagarme con sangre estúpido espectro... - la sonrisa en los labios del griego se tornó cruel, Rhadamanthys intentó moverse pero le fue imposible. - Como ya habrás notado, es imposible escapar, no necesito ataduras para inmovilizarte...

- Tu restricción...

- En efecto... como podrás notar no solo mi cuerpo se ha fortalecido desde la última vez que nos enfrentamos.  Siempre supe que volveríamos a enfrentarnos, solo que no supuse que la venganza sería el motivo. - dijo Milo, Rhadamanthys notó que en esos ojos se reflejaba una salvaje locura, un deseo irrefrenable de tomar venganza cuanto antes.

- ¿Qué vas a hacer conmigo?

- Nada que no hayas hecho tú conmigo. - dijo Milo con una cruel sonrisa. - Te juré que te haría pagar y estoy dispuesto a llevar esto hasta sus últimas consecuencias.

- Me engañaste...

-¿Y qué esperabas? ¿Qué corriera a tus brazos después de lo que me hiciste? No te imaginé tan ingenuo. - dijo Milo. - Aunque sin duda... la culpa fue lo que te hizo vulnerable...

- ¿De que estás hablando?

- De que si no fuera cierto que sientes algo por mí n habríamos llegado a esto... eres fácil de atrapar Rhadamanthys de Wyvern.

- ¿Y que piensas hacer conmigo ahora? ¿Vas a violarme para vengar la afrenta?

- No me creas tan absurdamente primitivo... si algo he aprendido es que el sufrimiento físico tiene remedio... pero el dolor en el alma no. - dijo Milo.

- No comprendo...

- No hace falta que comprendas... tienes miedo Rhadamanthys, no tienes idea de lo que haré ahora, de lo que pienso intentar, de lo que haré. Y esa angustia es peor que  torturar tu cuerpo. Disfruto la tortura psíquica más que la física.

- Así que después de todo no eres tan inocente como aparentas ser.

- Nadie ha dicho que lo sea... soy de todo menos inocente... y ya tendrás la oportunidad de probarlo. - dijo Milo con una cruel sonrisa que lejos de afear su rostro, solo lo hacían más atractivo a los ojos de Rhadamanthys. - Solo eres un pobre idiota.

- Y tu un ser demasiado engreído, ¿cómo pretendes asustarme si yo he vivido en el infierno?

- Pues yo te mostraré que el infierno puede ser un lugar feliz comparado con la tierra que yo piso. - le dijo Milo mientras que la uña de su índice derecho comenzaba a tomar la forma adecuada para lanzar el ataque más mortífero del escorpión. - Verás... no me interesa tocar tu cuerpo porque simplemente me das asco... demasiado asco debo añadir. - dijo Milo en un murmullo cerca del oído del inglés. Las palabras del griego estaban cargadas de veneno, Rhadamanthys sintió que el griego lograba su objetivo las palabras de Milo eran peor que un millón de golpes. - Eres asqueroso y repugnante Rhadamanthys... no entiendo como es que pretendías que m e fijara en ti. - dijo Milo en tono burlón. - Eres insignificante... eres un enorme trozo de basura y nada más... jamás podría fijarme en alguien como tú, ¿de verdad creíste todo lo que te dije? ¡infeliz! Solo eran palabras... jamás sentiría por ti nada que no fuera asco y repulsión... te odio Rhadamanthys... siento por ti un odio tan profundo como el averno del que saliste para destrozar mi vida... no eres digno de mi.

- ¿Y si lo fueron esos con los que te has acostado? - dijo Rhadamanthys sin poder evitar que su voz se escuchase dolida.

- No... ellos tampoco han sido dignos...

- ¿Ni siquiera los gemelos? ¿O que me dices de Afrodita? - dijo el espectro, al notar la reacción de Milo al escuchar el nombre del sueco supo que el veneno había sido inoculado.

-¡Ja! No sabes de lo que hablas... eres exactamente como todos los demás...

-¿Acaso te molesta que rememoré tu interminable lista de amantes?

- Eres tan estúpido como todos ellos... ¿y así es como dices amarme? Me tratas como a una prostituta y pretendes que te entregue mi vida a cambio, ¡eres un imbécil! Eres tal y como lo es Aioria, como lo fue Mu en su momento... no vales nada igual que ellos.

- ¿Y que me dices de los demás?

-¡Ja! ¿los demás dices? ¡no ha habido otros pedazo de idiota! - dijo Milo lleno de furia. Rhadamanthys notó que la aguja escarlata rozó peligrosamente su mejilla.

- No te creo... ¿por qué si  no te preocupas tanto por esa ramera de Afrodita?

- Eso es cosa que a ti no te importa, y si quieres pensar que me he acostado con la mitad de Grecia como es la creencia general, a mi me da igual. - dijo el griego. - Me encanta saber que te retuerces de celos al saber que otros me han tenido antes y después que tú, que no ha habido noche en la que mi cama haya estado vacía... - dijo Milo complacido por la creciente furia del espectro. Rhadamanthys - Veamos... ¿a quien he disfrutado más? A Mu sin lugar a dudas, puede parecer muy tierno pero es un amante exigente... y Aioria... el gato es el mejor que he tenido...

- ¡Cállate! ¡Todo lo que dicen de ti es cierto! ¿Es que no tienes corazón?- Milo rió con una demencial carcajada mientras notaba que el espectro intentaba encender su cosmos. Con movimientos rápidos y precisos, el griego golpeo en tres lugares diferentes el pecho desnudo de Rhadamanthys.

- Ya está... estás tan indefenso como un bebé... tal como tú me dijiste esa noche Rhadamanthys, no tiene caso luchar, no tiene sentido, toda tu fuerza se ha ido... sería tan fácil matarte... pero tranquilízate, no lo haré.

- Entonces, ¿qué es lo que tratas de hacer? ¿qué me hiciste?

- Nada complicado, no te imaginas lo útil que es la acupuntura en ciertos casos. - la sonrisa de Milo se le antojo sádica, intentó moverse pero era imposible. - No pierdas tu tiempo... este escorpión ha aprendido trucos nuevos en los últimos meses, te sorprenderías con todo lo que sé ahora.

- Aún no me has dicho que me harás...

- ¿Acaso importa? Confórmate con saber que no pienso matarte... aunque ¿quién sabe? Se me pueden ocurrir tantas cosas... - añadió el griego acentuando aún más la sensación de temor que había generado en Rhadamanthys su conducta. El espectro estaba convencido de que frente a él se hallaba un demente capaz de llevar a la práctica cualquier atrocidad que le viniera a la mente. Y es que esas pupilas rojizas parecían ser un portal al más profundo de los infiernos. - ¿Sabes? Tal vez no sería tan mala idea violarte, eso suponiendo que alguien como tú lograra excitarme... porque ni siquiera ese efecto tienes en mí, solo puedo decir que me das asco y que te desprecio. Eso es todo. Creí que este día me haría feliz... pero no es así, me siento vacío, demasiado vacío. - dijo Milo apartándose un poco. - Pero de cualquier forma si ya estamos aquí... - dijo mostrándole a Rhadamanthys la aguzada uña de su índice izquierdo en forma amenazadora. - Al menos te dejaré un recuerdo... - dijo y deslizó con violenta precisión su uña sobre el vientre del espectro dibujando en la tersa piel del inglés sus iniciales. - Así tendrás motivos para alardear con tus amigos. - la sonrisa maligna en los labios de Milo bastó para acallar cualquier intento de protesta por parte del rubio.- No importa lo que digas... o lo que puedas inventar acerca de lo sucedido esta tarde, me bastará con saber que he conseguido hacerte sentir no solo miedo... también desesperación, ira, dolor... y que nunca, en lo que te reste de vida vas a olvidar este momento. He logrado mi propósito y no sabes lo feliz que me siento en este momento.

- Estás tan loco como tus amigos...

- Dime algo que no sepa.- la sonrisa perversa en el rostro de Milo le indicó que no era prudente seguir, sin embargo, su orgullo herido le exigía al menos una pequeña satisfacción.

- Si, tal vez debería intentar algo nuevo... decirte algo que tal vez no sepas o que tal vez intuyes pero tu soberbia te impide ver... - como de costumbre, Milo estaba ignorándolo, cosa que hizo enfurecer todavía más a Rhadamanthys. El griego continuó vistiéndose con toda la tranquilidad del mundo, había conseguido su objetivo, en cuanto estuviera lo suficientemente lejos para evitarse problemas, retiraría la restricción. No habría más problemas, todo terminaba ahí. - ¿Quieres escuchar algo nuevo? Es sobre Afrodita, tu adorable amiguito... es hermoso, demasiado hermoso para ser varón... aunque su sexo era lo último que le importaba a Minos y Ayacos cuando lo poseían, ¿o es que creías que era casualidad que lo hubieran buscado en la fundación? - solo entonces Milo pareció reaccionar. - Tu amiguito era la puta personal de los jueces del infierno.

- Como vuelvas a repetir esa estupidez tendré que hacer que te tragues tu maldita lengua a trozos, ¿me has entendido? - dijo Milo, Rhadamanthys sonrió satisfecho, había dado con el punto débil de esa fortaleza inexpugnable que parecía ser Milo de Escorpión.

-¿Tanto te importa ese santo de cuarta? No entiendo como es que él era uno de los asesinos del santuario si ni siquiera puede cuidarse a sí mismo.

- ¡Cállate! - gritó Milo al tiempo que su aguja escarlata impactaba el pecho de Rhadamanthys. Atacó con furia en tres ocasiones más, pero absteniéndose de usar de nuevo la aguja escarlata. Supo que en cuanto alguien viera las heridas del espectro reconocería de inmediato las huellas de su ataque, no le importaba si alguien lo sabía... - Será mejor que te calles o no te quedará boca para seguir diciendo estupideces.  Te juro por lo más sagrado que tengo que no voy a dejarte ir en paz  ni a ti ni a tus malditos compañeros si se atreven a tocarle siquiera un cabello a Afrodita. - dijo el griego, su arrebato pareció esfumarse para dar paso a una fría calma. - Como quiera que sea... te he marcado para siempre, tus palabras no son sino la muestra de que conseguí mi objetivo. Nunca vas a olvidarme así como yo nunca voy a olvidarte a ti. Estamos a mano juez.- dijo Milo para luego salir de ese cuarto de hotel sintiendo que había recobrado parte de su enorme orgullo. 

Salió del lugar arrastrando los pies, no había sido fácil, si en algún  momento pasó por su mente matar a ese hombre había sido cuando lo escuchó hablar de Afrodita, ¿cómo se habían atrevido a usarlo de esa manera?

Se llevó un cigarrillo a los labios con dedos temblorosos, por primera vez en meses lo encendió. Aspiró la nicotina en sus pulmones y luego lo exhalo en dirección al cielo. Estaba hecho, se había vengado, pero ¿por qué no estaba tan satisfecho como creyó que estaría? Aunque al menos había conseguido algo de calma.  Cuando se sintió lo suficientemente lejos liberó a Rhadamanthys y se dispuso a volver al hotel. Se sentía deshecho...

Cuando llegó al hotel se topó con Aldebarán, el brasileño se le acercó con una sonrisa aliviada.

- ¿Te encuentras bien? Me preocupaste. - dijo, Milo no respondió, simplemente se aferró con una mano al enorme cuerpo del toro y comenzó a llorar.

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