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POISON (KaiSoo fanfics) por TeamKaiDi

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Como si de una coreografía se tratase, sus piernas y brazos se mueven en el momento y lugar exacto. Respira entrecortadamente y todos sus sentidos están en alerta. Al escuchar un crujido silencioso tras de él, gira y golpea al hombre, haciéndolo caer y una ligera capa de polvo se levanta del piso. Cuando dos hombres más se acercan a toda velocidad hacia él, corre y eleva su espada en el aire; sus músculos se estiran cuando su cuerpo se inclina hacia atrás, para después vencerlos con el objeto punzocortante.

 

Ahora los hombres están rendidos en el piso, si poder continuar. Con una sonrisa de complacencia, se limpia el sudor que baja por sus sienes; están a finales de invierno, de modo que el clima es frío, pero la actividad física previa provocaba a su cuerpo transpirar. Aunque los músculos de sus piernas y brazos se sienten agarrotados, es agradable el sabor de la victoria.

 

El muchacho llamado Tao se aproxima a él y amistosamente golpea su hombro, antes de pasarle una toalla y un termo con agua.

 

-Casi hieres a uno de mis hombres-.

 

-Lo siento, la próxima tendré más cuidado-. Mientras los otros tres miran aburridos la escena, Tao les hace una seña con las manos, indicándoles que podían retirarse. Después de una inclinación de 90 grados, lo hacen.

 

-Has mejorado bastante, JongIn. Diría que casi eres mejor que yo-. Suelta con una mezcla de sorpresa y felicidad en cada sílaba. El susodicho ladea la cabeza con una mueca divertida.

 

-¿Qué te digo? Hay ocasiones en las que el alumno supera al maestro-. Con manos temblorosas por el ejercicio resiente, abre el termo y comienza a beber.

 

Juntos caminan hasta unos bancos, en donde se sientan. En silencio, JongIn limpia cualquier rastro de tierra que hay es su espada, le gusta que esté reluciente. Hay momentos en los que Tao lo mira y cubre su boca, como aguantando la risa; JongIn no le toma más importancia de la necesaria. Cuando parece que por fin está dispuesto a hablar, una tercera voz se hace presente en el lugar.

 

-¿Han terminado?-. El muchacho se sienta en un banco que está justo entre JongIn y Tao. JongIn deja su espada a un lado, asegurándose de protegerla dentro de su funda, antes de pasarle un brazo por los hombros. -Qué asco, estás sudado-. Protesta, pero no se aleja ni un centímetro.

 

-¿Sucede algo, SeHun?-. Pregunta Tao. No molesto, pero sí sorprendido, pues no es algo habitual verlo por ahí a esas horas. El joven, que hasta entonces reía junto a JongIn, vuelve a su actitud seria.

 

-JongIn, esta noche tus padres tienen una cena con los reyes de Yuan; la princesa Song Qian también estará presente-. JongIn comprende el punto, y ahora parece preocupado. Antes de levantarse, le pasa su espada a Tao.

 

-¿Podrías cuidármela? No quiero que mis padres descubran dónde estuve todo este tiempo-. Tao la acepta y sonríe.

 

-Me iré antes, hay algunos asuntos que debo resolver-. Toda la felicidad que JongIn sentía se ha disuelto; ahora sólo puede pensar en lo preocupado que está, y en el nerviosismo que burbujea en su estómago. No es capaz de disimilar, su rostro lo delata.

 

-Está bien, SeHun, gracias por avisarme-. El muchacho asiente de vuelta y se gira.

 

-Nos vemos luego-. Se despide Tao. El menor sacude su mano a manera de despedida y se marcha. Tao y JongIn se quedan solos.

 

-Supongo que es hora de que me vaya-. Cada sílaba que sale de su boca desborda inseguridad, y tal vez un poco de miedo. Tao lo mira con lástima impresa en sus cejas decaídas.

 

-JongIn, no te preocupes, sabrás qué hacer-. Sin sentirse del todo bien, JongIn asiente, sólo para no preocupar más a su amigo.

 

-Entonces, ¿mañana a la misma hora?-. Ahora Tao es el que luce preocupado.

 

-Lo siento, mañana estaré ocupado. Pero puedes practicar solo, ¿no?-. Se disculpa apenado; JongIn se siente pésimo, y no quiere que su amigo pase por lo mismo. Sonríe sinceramente y golpea su espalda.

 

-Hey, no hay problema. De hecho, creo que hasta me servirá; ya sabes, para ver de lo que soy capaz sin ser instruido-. Le guiña un ojo y Tao ríe.

 

-¿Qué esperas? Te están esperando-. JongIn cierra los ojos y suspira cansinamente, para después abrirlos y actuar completamente normal. Esto no es algo que no pueda superar.

 

-¡Sí, nos vemos luego!-.

 

 

 

 

 

 

 

Mientras camina del regreso al palacio, nota una silueta grácil cerca del lago. Está agachada, y tiene el cuerpo ligeramente inclinado hacia a adelante. Él reconocería esa figura donde fuese. Los escasos rayos de sol que se cuelan por las nubes, caen directo en su cabellera larga y castaña, peinada en una coleta. Sigilosamente se acerca a ella; cuando la distancia es mínima, nota que está recogiendo agua en un cántaro. Con diversión, salta tras ella y toca su espalda. La chica da un salto en su lugar y un poco de agua se derrama. JongIn ríe a carcajadas.

 

-Me has asustado-. Suena más como un chiste que como un reproche. Cuando la chica se pone de pie, JongIn se acerca y estira su brazo hacia a ella, después coloca un mechón suelto de cabello detrás de su oreja. Luego, se acerca más y besa su frente.

 

-¿Me extrañaste?-.

 

-Claro que no. Eres un bobo-. Señala a modo de broma, pero su mirada y sonrisa dulce la delatan, y JongIn sabe que está mintiendo.

 

-SooJung, debo irme. Cenaremos con los reyes de Yuan-. El semblante de ella se vuelve triste, provocando que el corazón de JongIn sienta un retorcijón para nada agradable. -No te pongas así, ¿quieres? Sabes que te amo-.

 

-¡Te casarás con otra!-.

 

Gritos impregnados de dolor y decepción. Jaloneos y forcejeos, JongIn sabía que en cualquier momento sucedería, lo anticipaba, y quizá fue egoísta el haberse permitido enamorarse de una chica que no era su prometida. Pero el daño estaba hecho, y la herida abierta. Su deber era arreglar las cosas; debía encontrar un modo de hacerlo.

 

-Le diré a mis padres sobre ti-. Y como después de que una bomba explote, el silencio inunda el ambiente. El príncipe sostiene el cuerpo de la chica entre sus brazos, y cuando ella levanta la cabeza, acerca sus labios a los de ella.

 

 

 

 

 

 

 

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La escena parece tan viva, es como si él estuviera ahí mismo, aun si no pertenece a ella. Pero es tan lejana, y agradece eso. La imagen se torna borrosa y luego oscura, y quiere ocultar la verdad tras sus párpados fuertemente cerrados.

 

KyungSoo se aleja de su bola de cristal, sintiéndose preso de la furia, una furia que hace su sangre hervir, y siente que podría echar humo por las orejas. Pasa una mano por su cabello, intentando entrar en una celda de tranquilidad.

 

-DongHae, prepárame un baño tibio-. Pide a su sirviente que espera pacientemente fuera de su habitación. Con timidez, asoma la cabeza, y cuando no oye gritos y protestas, se anima a entrar.

 

-¿Está bien?-. KyungSoo lo mira mal, y él baja la cabeza, apenado, para después desaparecer tras la puerta.

 

Cuando KyungSoo llega a la habitación de baño, todo está ya listo. Sin importarle que DongHae continuara parado ahí, comienza a desnudarse. El sirviente se siente abochornado al ver una porción de piel pálida. Finalmente voltea su rostro y cubre sus ojos.

 

-Señor, ¿qué hace?-. Dice avergonzado, quiere escapar, pero sus piernas lo traicionan y se queda petrificado en su lugar. O tal vez sólo es el hecho de que la espalda del hechicero represente una vista nada desagradable de mirar.

 

-Si no te gusta, vete y ya-. Bufa.

 

-Me retiro-. DongHae sale del lugar, dejando al hechicero solo. Sumerge la punta de su pie en el agua, verificando que la temperatura sea la que desea. Cuando comprueba que así es, apoya la palma del pie en el fondo de la tina, sostiene los bordes fríos para meterse y sumerge el resto de su cuerpo, dejando sólo su cabeza al exterior. El contacto del agua cálida con su cuerpo, crea un hormigueo agradable en su piel. Estira su brazo para alcanzar su esponja y, con movimientos cuidadosos, comienza con un masaje en su cuello, luego desciende a los hombros, y continúa el camino hacia sus brazos.

 

Cuando recuerda el motivo de su estrés, estruja la esponja entre sus manos e imagina que es aquella chica. Desea envolver sus dedos al rededor de su huesudo cuello, y ejercer presión, hasta que la chica no pueda respirar y su piel se torne de un tono violeta, y luego azul. Y eventualmente, arrojar el lívido cuerpo sin vida a las parsimoniosas aguas del lago.

 

Cuando el príncipe está con ella, unas escandalosas ganas de aparecer y reclamarlo como suyo se apoderaban de él. Pero no podía, porque JongIn no pertenecía a él, no era de su propiedad, no al menos por ahora.

 

Do KyungSoo tenía una obsesión por el príncipe, tan grande que llegaba a resultar enfermizo.

 

 

 

 

 

 

 

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JongIn llega apurado al palacio, tiene suerte de no ser descubierto al momento de subirse a un árbol y escalar hasta su habitación que se sitúa en el segundo piso del castillo. Entra por la ventana y va directo al cuarto de baño, en donde se da una ducha bastante rápida para deshacerse del sudor y de malos olores. Cuando sale, se viste con uno de los hanboks más elegantes que tiene, uno en color blanco con bordados dorados.

 

Su cabello no está seco, sino, un poco húmedo, pero decide que así está bien. Cuando sale de su habitación, Song Qian se encuentra ahí.

 

-JongIn-. La chica le sonríe amablemente con su peculiar acento. -Me asustaste-.

 

-Lo lamento, no fue mi intención-. Ambos se saludan con una inclinación de cabeza.

 

-No, yo lo siento. Tus padres me enviaron a buscarte-. El príncipe de Goryeo se acerca a ella y despeina su cabello cariñosamente. Los reyes de Goryeo y Yuan habían mantenido desde años una buena convivencia, al punto de la amistad, razón por la que ambos príncipes tuvieron relación desde niños. Había ocasiones en las que su familia viajaba a Yuan; él y Song Qian pasaban horas y horas corriendo por los pasadizos del palacio, jugando al escondite y otros juegos de niños. También le gustaba probar las deliciosas comidas que preparaban en aquella nación. Había pasado ya bastante tiempo de aquello.

 

 Cuando los años pasaron, todo aquello derivó en un compromiso. Al principio, no parecía ser una mala idea. Incluso creía que sería algo bueno. Ya conocía a la chica, y además le resultaba bastante agradable. Pero luego apareció SooJung, y sus ideas cambiaron por completo. Se enamoró de ella, pero ya estaba comprometido.

 

-Vamos, no los hagamos esperar más-.

 

-Espera-. Una mano sujeta a su brazo impide que continúe su camino. JongIn se gira y pone su atención en la princesa. Le da una mirada inquisitiva, y ella prosigue. -Debo decirte algo-. Cuando pasan los segundos y ella no continúa, JongIn la anima a seguir.

 

-¿Qué es eso que quieres decirme?-.

 

-Hay alguien esperándome en Yuan-. Dice apenada. El príncipe tarda unos segundos en entender lo que quiere decir. Las comisuras de sus labios se elevan en una sonrisa.

 

-¿Y es bueno contigo?-.

 

-Sí-. Dice avergonzada. JongIn suelta una risa y no se resiste a la tentación de abrazarla.

 

-Sabes que el cariño que tengo por ti no es de ese tipo, pero te quiero, y deseo que seas feliz, si es bueno para ti, me siento bien con eso-. Quiere ser sincero con ella y contarle de su romance con SooJung, pero decide que lo hará luego, ya que por ahora tienen a los reyes esperándolos.

 

 

 

Llegan al enorme comedor. Las paredes azules resaltan por sus cuadros de pintura; en cada esquina, reposa una mesita, y en complemento, un jarrón de cerámica en cada una de ellas.

 

El rey de Goryeo está sentado a la cabeza de la mesa; la reina, a su derecha; el rey de Yuan a su izquierda, y su esposa a su lado. Después de hacer una venia y disculparse por su retraso, los príncipes se acomodan junto a sus respectivas madres.

 

La cena transcurre más o menos en silencio, el único sonido que llega a sus oídos es el de los palillos haciendo contacto con los platos, que JongIn hace a propósito para romper un poco la tensión acumulada en el lugar. Está tentado a hablar, pero espera hasta que la hora del postre llega.

 

-¿Ya han decidido qué es lo que quieren para la boda?-. Cuestiona la reina de Yuan. JongIn y Song Qian intercambian miradas preocupadas.

 

-¿Ya pensaron el lugar en donde será?-. Es la madre de JongIn quien pregunta ahora. Respira todo el aire que sus pulmones se lo permiten, antes de hablar. Pero cuando está a punto de responder, la voz de la princesa se hace oír por toda la estancia.

 

-Majestad, madre, nosotros no lo hemos hecho-.

 

-¿Por qué?-. Dice afligida Yoona, la reina de Goryeo. JongIn se arrepiente de haber comido tanto, pues ahora podría vomitar.

 

-Nosotros no deseamos casarnos-. La confesión del príncipe causa algunas miradas de asombro, y otras curiosas de parte de los sirvientes que esperan cualquier orden junto a ellos.

 

-Hijo... ¿Qué estás diciendo?-. Yoona ríe avergonzada, deseando que sea una broma. La reina mira los rostros confundidos de los reyes de Yuan con preocupación.

 

-¿Es eso cierto?-. JongHyun, el padre de JongIn, dirige su pregunta a la princesa, quien con la mirada en alto, lo admite.

 

La incómoda situación, extrañamente relaja a JongIn. Siente que se liberó de un gran peso que presionaba su corazón, ahora por lo menos sus padres sabrán la verdad, y aunque no acepten su decisión, él está dispuesto a luchar, así como trabaja arduamente por ser el mejor en el área de batalla, a pesar de que los reyes se lo hayan prohibido.

 

-No entiendo todo esto-. Expresa ZouMi, el rey de Yuan. Yonna sonríe hacia los sirvientes y les ordena que los dejen a solas.

 

-¿Puedo saber la razón?-. Traga saliva, ha llegado el momento de contarlo todo, y es más difícil de lo que creyó. Sus piernas tiemblan ligeramente bajo la mesa, pero él está decidido.

 

-Estoy enamorado de otra persona-. Silencio, y después sonidos y exclamaciones de asombro. JongIn espera que en cualquier momento sus padres se escandalicen y lo envíen a su habitación, argumentando que por ningún motivo se anulará el compromiso con la princesa. Él sinceramente espera eso de sus padres, y para nada espera que lo comprendan y lo apoyen.

 

-Querida, ¿es por eso que no quieres casarte?-. De nuevo Yoona ataca con preguntas a la princesa, que incómodamente niega con la cabeza. La reina parece preocupada de que sea así, y los ojos de Song Qian tienen aspecto de que comenzaría a llorar en cualquier momento.

 

-Mi corazón le pertenece a otro hombre también-. Por su voz vibrante, , es evidente que para ella fue más difícil pronunciar aquello. Tras un suspiro de resignación, el rey de Yuan habla.

 

-Creo que lo mejor en esta situación, es cancelar todo-. Song Qian sonríe y sin pensarlo dos veces, se lanza hacia su padre, quien la recibe con un abrazo y un beso comprensivo en la cabeza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los reyes de Yuan habían vuelto a su nación; a pesar de las insistencias de Yoona para que se quedaran a pasar la noche, se marcharon, alegando que no deseaban invadir su privacidad. Ahora se encuentra acostado sobre su cama, mirando hacia al techo. Sonríe inevitablemente, sintiéndose libre por primera vez en su vida. Es como un ave a la que han dejado libre, la puerta de su jaula ha sido abierta, y ahora puede volar a donde sea. Está ocupado pensando en qué le dirá a SooJung, cuando escucha pasos y murmullos fuera de su habitación. Momentos después, alguien golpea la puerta despacio y JongIn pronuncia un, "adelante, pueden pasar".

 

Sus padres abren la puerta y luego entran. En ese instante JongIn siente miedo; miedo de volver a ser encerrado en aquella jaula, miedo de ser un ave en cautiverio como lo ha sido hasta ahora. Sus padres estuvieron de acuerno en que el matrimonio se anulara, pero no está seguro de que ellos acepten a SooJung, y menos cuando sepan quién es.

 

-Hijo, quiero decirte que estoy muy orgulloso de ti-. Aun cuando escucha aquello, no puede estar del todo convencido. Ahora viene la parte en la que les dice a sus padres de SooJung, y ellos lo retan, y además lo castigan y no lo dejan salir más del castillo.

 

-Esa mujer es afortunada de tener el amor de un hombre como tú-. Dice dulcemente su madre, ladeando la cabeza con mirada soñadora.

 

-Ella es una campesina-. Decide ir al punto, sin rodeos o miramientos. Por un momento JongHyun luce confundido, pero su semblante vuelve a mostrar parsimonia.

 

-JongIn, esa no es razón para que no aceptemos su romance. Reitero, estamos orgullosos de ti, no cualquier hombre tendría el valor de enfrentarse al mundo por amor-. Sus ojos pican, y antes de que se ponga a llorar de felicidad, los reyes se marchan, pero antes, su padre dice unas palabras que se graban en su mente.

 

-Con el mismo valor que necesitaste para defender tu amor, espero que demuestres que puedes ser el mejor rey-.

 

Definitivamente lo haría, cumpliría todos sus sueños sea como sea.

 

 

 

Más tarde, se sienta frente a su escritorio y saca una hoja naranja y un sobre amarillo, sus colores preferidos, pues son los colores del sol. Pone tinta en su pluma y su mano empieza a trazar líneas y curvas en el papel, que se deforman en sus sentimientos. Tras pensarlo demasiado, decidió que lo mejor era decirle a SooJung por una carta, que podrían estar juntos. Ella era del tipo romántico, además, al otro día tenía entrenamiento y no podría verse con ella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al día siguiente por la tarde, manda a llamar a SeHun y se encuentran en donde entrena todos los días. Se sentía con más ánimos y más alegre que otros días, dispuesto a llevar un entrenamiento agradable, y disfrutarlo al máximo. SeHun llega sólo cinco minutos más tarde de lo acordado, así que JongIn no le toma importancia.

 

-¿Qué sucede?-.

 

-Toma, necesito que hagas algo por mí-. JongIn pone el sobre amarillo en las manos se su amigo, cuando éste lo observa, se queda absorto mirando los sellos que hay en el papel. Tiene el sello personal del príncipe, pero también hay otro en forma de llama.

 

-¿Qué es esto?-.

 

-Es un sobre, con una carta, quiero que se la entregues a SooJung-.

 

-Eso lo sé-. Dice con obviedad, su vista señala aquella figura que capturó su atención. -Me refiero a esto-.

 

-Ah, es un sello, lo encontré en la biblioteca y me gustó. Hey, ¿me ayudarás o no?-.

 

-¿Por qué no se la entregas tú mismo?-.

 

-Ahora iré a entrenar, volveré por la noche, por eso te lo pido a ti-.

 

-Está bien, lo haré-. Acepta resignado.

 

-Eres el mejor amigo del mundo-. JongIn le agradece, se ajusta la armadura y sale camino al bosque.

 

 

 

No sabe cuánto tiempo ha caminado, pero el sol se ha ocultado y la luz comienza a escasear. No encuentra un buen lugar para entrenar, todo lo que hay a su alrededor son árboles, arbustos y rocas.

 

Continúa su caminata, hasta cree haber llegado más allá del corazón del bosque, y se da cuenta de que está perdido. Su armadura pesa y el viento helado sopla con fuerza contra la piel tibia de su rostro; su ropa poco abrigadora no ayuda a su problema. Desea detenerse y regresar, pero sabe que no es buena idea, así que opta por seguir caminando y así, tal vez llegar a un lugar habitado, en donde haya alguien dispuesto a guiarlo de regreso, o al menos indicarle el camino.

 

Se abraza a sí mismo en un intento de entrar en calor, pero la armadura de metal frío de por medio, es un impedimento. La poca iluminación que existe es producto de los rayos de luna y pigmentos de luciérnaga en el aire; lamentablemente, es tan tenue que apenas y puede ver el camino.

 

Los troncos de los árboles parecen deformarse en rostros aterradores que lo observan, e ilustraba mentalmente figuras tenebrosas por doquier. El ulular de los búhos lo asusta, ahora no se siente tan valiente como antes. Todo parece ser sacado de los libros que leía, en donde hombres lobos u otras bestias devoran al protagonista.

 

Cuando siente que sus piernas no pueden más, apoya su espalda en cualquier árbol, y con los ojos cerrados, inclina su cabeza hacia atrás. Tiene miedo y no puede seguir. Cuando mira al frente otra vez, lo ve: Un enorme castillo, casi tan grande como el palacio real.

 

 

 

“El quinto mago, Do KyungSoo, de quien todos se cuidan. Su aspecto es capaz de engañar a cualquiera”.

 

“Su fuente de energía es la oscuridad y la penumbra. El único hechicero de la nación que practica magia negra”.

 

“Vive en lo más profundo del bosque. Mientras estés aquí, estarás a salvo, pero si pisas sus tierras, considérate muerto”.

 

“Ten cuidado con sus hechizantes ojos, una mirada a su podrida y macabra alma, y estarás perdido”

 

 

 

 

 

Olvidando todos esos pensamientos, se aproxima al lugar. Era eso, o morirse se frío, o aún peor, ser asesinado por algún animal salvaje.

 

 

 

 

 

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La mirada de KyungSoo viaja desde su bola de cristal hasta su ventana. Sabe que sus ojos no lo engañarían, es él, el príncipe caminando hacia su castillo.

 

-DongHae, abre la puerta-. El hombre no cuestiona su orden y sale de la habitación. KyungSoo no cabe en su asombro.

 

Segundos después se oye el sonido de la puerta siendo golpeada, y después un rechinido de esta misma siendo abierta.

 

KyungSoo sale de su habitación y dirige sus pasos hacia afuera; recorre el pasillo y camina escaleras abajo, satisfecho. Y por segunda vez, tiene el placer de ver el rostro del príncipe en persona. Se da unos momentos para contemplarlo desde las escaleras. Tiene un rostro que enamoraría a cualquiera, y ahora parece más maduro, sin desaparecer la imagen tierna de años atrás.

 

-Hola, buenas noches, lamento molestar-. JongIn mira entre tímido y asombrado a DongHae, creyendo que era el brujo que vivía en boca de todos.

 

-¿Quién es usted?-. DongHae finge no conocerlo. KyungSoo baja un escalón, y su corazón palpita fuerte dentro de su pecho; luego, otro escalón, y aumenta la velocidad de sus pasos, ansioso por el momento en el que haga contacto visual con aquél joven. La sonrisa no se le borra, y a cada paso que da, exhala seguridad y emoción.

 

-DongHae, ¿por qué eres tan descortés con el príncipe?-. El sirviente se hace a un lado después de hacer una reverencia respetuosamente, y murmurar un "lamento mi imprudencia". JongIn mira a KyungSoo, luego a DongHae y vuelve a mirar a KyungSoo; la mueca de su rostro delata su desconcierto.

 

-Pido perdón por molestar a estas horas de la noche-. Se disculpa apenado. KyungSoo sacude una mano en forma de negación.

 

-Pase, su majestad, afuera hace frío-. Sin dudarlo, JongIn entra al lugar. Es oscuro, pero al menos es mejor que el bosque. El decorado le recuerda a las descripciones de los castillos que hay en los libros que lee. Las paredes conservaban un frío color azul marino, con pinturas colgando por todos lados. Los sillones con bordados florales lucen antiguos, pero en buen estado, que además, dan a la decoración un toque elegante. El piso de madera emite un rechinido apenas audible a cada paso que da.

 

El hechicero se da la tarea de conducirlo hasta una habitación en el segundo piso, muy cerca de la suya. Al entrar, el ambiente tibio ahí adentro alcanza la piel de JongIn, quien se siente aliviado de no tener que pasar la noche en el bosque. Se siente como en su propio hogar, la habitación es sencilla pero lujosa y muy cómoda.  En el centro hay una cama con colchas bordadas con hilos de oro y plata; luego hay una mesita, en donde reposa una veladora; la ventana está cubierta por cortinas largas y pomposas en color café. Aunque la decoración es escasa para su gusto, es suficiente para él.

 

KyungSoo se disculpa y sale del lugar, para después regresar con algunas prendas de ropa.

 

-Tome esto-. KyungSoo le entrega la ropa a JongIn, y él se lo agradece. Por suerte la talla de JongIn parecía similar a la de DongHae. -Le diré a mi sirviente que le prepare el baño, si así lo desea-.

 

-Espero que no sea una molestia para usted. Y por favor, llámeme por mi nombre, JongIn-. Pide con amabilidad, mostrando una sonrisa dulce. KyungSoo por alguna razón le inspira confianza, así que decide ignorar las advertencias que escuchó de la gente del pueblo, y no juzgar al hombre, pues parece agradable.

 

-Creo que estaré bien con esto, si usted me llama por mi nombre también-.

 

-¿Y cuál es tu nombre?-.

 

-Do KyungSoo-.

 

Tu perdición...

 

 

 

 

 

 

 

Después de ordenarle a DongHae que preparara un baño caliente para su invitado, KyungSoo se dirige a su habitación, seguido de su sirviente.

 

-DongHae, vierte esto en un té y dáselo al príncipe-. Un frasco pequeño con líquido negro gira entre sus dedos. KyungSoo estira su mano para entregárselo al hombre. Sus ojos se pasean por la habitación hasta detenerse en la ventana. El rostro de DongHae detona preocupación.

 

-¿Qué es?-.

 

-Veneno-.

 

-Pero señor, usted, al príncipe...-. Cierra a boca cuando los ojos de KyungSoo se clavan en él. Termina simplemente asintiendo. -¿Por qué lo quiere envenenar?-. Pregunta con temor de hacer enfadar a KyungSoo.

 

-No es veneno. Es una poción de amor, cuando la beba, quedará completamente rendido a mí-. Su mirada oscura recorre el camino a la ventana de nuevo, el reflejo de la luna arde en sus pupilas. La curva de sus labios cae, y con movimientos elegantes cual felino, camina hasta su cama. -Pero al final, es lo mismo-.

 

El mayor observa por última vez el frasco que tiene en sus manos, y, acatando la orden dada por KyungSoo, sale de la habitación.

 

 

 

 

 

Esa noche, una tormenta se desató.

 

 

 


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