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Para ti, una sonrisa por Yoshita

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Notas del capitulo:

Volviendo con estos dos, espero les guste. 

 

-Basta Marco, esto no puede seguir- Garp golpeó su escritorio, asustando al chico- acabo de hablar con Mihawk, ¿estás seguro que te enamoraste o es sólo un capricho?- el viejo intentaba ocultar su histeria.

-Si viejo...- comentó con desgana. 

Garp salió bufando algo. Se acercó a Mihawk y lo tomó del cuello, acercándolo. 

-Peinen la ciudad, hallamos al chico si o si. 

Mihawk asintió.   

 

-¡Ya llegué abuelo!- el chiquillo entró y cerró la puerta. 

-Hey Luffy, ¿cómo te fue?

-Bastante bien- miró como el hombre dejaba su chaqueta en el perchero- abuelo...

-¿Hmmm?

-¿Puedo contarte algo? Pero no te enojes.

-¿Debería?- Garp se sentó en el comedor. 

-Tal vez. ¡Hoy hice un amigo nuevo!

-¡Bien, muchacho! ¿Debería enojarme por eso? No veo razón.  

-¡Lo se! ¡Torao es genial! ¡Cuenta bonitas historias y toca la guitarra! -¡Jojo! Vaya muchacho.  

-Lo conocí en el parque, fuera de la universidad. Estaba tocando en una banca.  

-¿Y qué estudia?

-Nada. 

-¿Nada?

-No. Torao es un vagabundo. 

-¿¡Qué?!- por segunda vez en el día, Garp se atragantó con su café- ¿¡un vago?!

-Si... ¡Pero es genial! ¡Toca guitarra!

-Ya me lo dijiste...- suspiró- Luffy, ¿has sabido algo de Ace?

El semblante del chico se apagó, su sonrisa desapareció y su cabeza bajó. 

-No- dijo quedo- nada. Sabo tampoco ha tenido noticias de él, ¡pero no perdemos la esperanza! Ace está bien...

-Si- lo cortó- Ace está bien.   

 

Marco despertó y vio el techo, como todas las mañanas. Miró su celular. Domingo. 8 am. Y como siempre, no quería ponerse de pie. El estómago le sonó y a regañadientes se levantó. Salió de las cobijas y caminó sin ganas a la cocina, puso su café y prendió la radio. No había nada interesante, así que la apagó. Tomó la taza de café, sin azúcar. Comió una tostada. Se sentó frente al televisor. Pasó canales. Miraba al vacío. Se sentía hueco, faltante de un trozo de su interior al lado izquierdo de su pecho. Lo llenaba una notita blanca que no dejaba en ningún momento. 

Terminó su café y limpió las migajas que habían caído en su camisa. Miró el reloj de la encimera. Las 10. El tiempo pasaba lento cuando estaba solo. 

-Marco- llamaron a la puerta- Marco, vamos afuera. 

-No quiero, Shanks.  

-Vamos al parque o al centro comercial, vamos.  

-Marco- lo llamó Mihawk- vamos Marco, no puedes quedarte ahí todo el tiempo. 

-Si puedo. 

-Vamos- le pidieron ambos- hablamos con Garp- añadió Sanhks y se le hizo un nudo en la garganta- dijo que buscaría a... Ace por toda la ciudad. 

Marco cerró los ojos y suspiró. Tenían razón, no podía seguir así, lo tendría en la mente, pero ya no se echaría mas a la pena. 

-Iré- oyó expresiones de júbilo al otro lado de la puerta- pero me voy a demorar, no estoy listo. 

-Entonces apura. 

Fue a su habitación y se puso lo primero que halló: un pantalón negro y una camisa celeste de botones y capucha. Calzó sus botas, se puso las gafas negras y abrió la puerta, hallando a Mihawk y a Shanks en un dulce y simple beso.  

-Los odio- les dijo- vamos. Restrieguen en mi cara que ustedes si están juntos...- refunfuñó mientras subían al ascensor.   

Bajaron, salieron y caminaron al centro comercial en silencio por parte de Marco. Shanks parloteaba de manera desesperante hasta que compraron helado, momento en el que el pelirrojo cesó su fluir de palabras. Marco lo agradeció internamente. 

La hora del almuerzo fue pasajera entre ellos, comida oriental. 

Luego cine, compras y de nuevo comida al insaciable estómago de Shanks. 

Cayó la noche. 

-Hey Marco- le gritó Shanks al verle alejarse- ¿vamos a una discoteca?

-No.  

-Necesitas diversión.  

-No.  

-Marco- le susurró Shanks al oído- por hoy, mira que estamos preocupados, puede que a mi halcón no se le note, pero si. 

Lo sopesó un momento: bares. Trago. Fiesta. Inseguridad. Ladrones. Ace. Bingo.  

-Iré- dijo- pero no quiero que intentes tus juegos raros de ligue con chicas. 

-Te lo prometo- levantó la diestra- no intentaré nada a menos que sea estrictamente necesario. 

-¿Se decidieron?

-Si Mihi- el aludido lo taladró con la mirada- vamos a Parade.

 -¿Por qué siempre Parade?- musitó el halcón mientras salían a la calle nocturna.   

 

Cuando pasó al guardia, se tensó. Un sitio como Parade no era para nada un sitio agradable para dos policías activos y un maestro de primaria. Tantos personajes buscados y no tenían la posibilidad de llevarse a uno siquiera. Se sentía frustrado, pero estaba fuera de servicio en ese momento. 

-Relájate Marco- le gritó Shanks por encima del ruido estridente mientras arrastraba a Mihawk a la pista de baile- hay chicas bonitas, ¡diviértete!

Él se quedó viéndolos: Mihawk estaba de pie con los brazos cruzados mientras Shanks revoloteaba a su alrededor. 

Suspiró y sonrió. Por mas de que su amigo estuviera irrevocablemente enamorado del irritante pelirrojo, seguía siendo el mismo halcón amargado y aburrido.  

-Hola- le susurró una vocecilla- ¿estás solo?- volteó a ver a la chica que lo saludaba. 

-No, estoy con ese par- señaló al, ya ebrio, maestro de primaria y su estático acompañante. 

-No es muy divertido verlos- se rió- ¿quieres bailar?

-¿Tengo cara de querer?

-La verdad no- se sentó a su lado- tienes cara de muchas cosas, sin embargo estar aquí no es una de ellas, ¿me equivoco?

-Para nada- dijo sincero.  

-Te arrastraron- añadió graciosa- por la fuerza. 

-Mas bien me dejé llevar- respondió- pensé que podía hallar a alguien aquí, pero no veo ni una sola pista. 

-¿Puedo ayudarte? Digo, estoy aquí todas las noches, después de todo- le sirvió un trago- soy la dueña del bar, me llamo Makino, es un gusto. 

-Marco, y si, puedes ayudarme.   

 

Se ocultaba entre las sombras y las callejuelas, el Parade era un excelente blanco para robar, ya que era el destino de muchos empresarios.   

Suspiró, no quería continuar, ya no; nunca había deseado eso. Tampoco había vuelto a... ¿Casa? ¿Siquiera tenía? Podía volver con los chicos pero... No tenía un rostro para dar, es mas, prefería que lo dieran muerto.  Se limpió las traicioneras lágrimas, era un jodido hipócrita: robaba y luego se arrepentía. Debería morir. 

Arrepentido y confundido, vio a alguien salir del bar, solo. Llevaba una capota celeste sobre la cabeza y unas ridículas gafas de sol. "¿Qué idiota lleva lentes a esta hora?"

Le restó importancia y alzando los hombros, tomó camino al distraído hombre. Entre tinieblas procuraba que el sujeto no lo viera. Ocultó el rostro con su pelo y le salió al encuentro con el cuchillo en la mano, apuntando al estómago.  

-Dame todo lo que tienes- le dijo al hombre.  

-Para ti- se quitó las gafas- lo único que tengo- se bajó la capota- es una sonrisa- le dijo Marco con una en los labios. 

Ace abrió los ojos. Se había dado por vencido en hallarle, se había planteado la idea del suicidio por su maldad. Estaba tan confundido que lo que lo que menos esperó fue robarlo. De nuevo. Él había sido bueno. Lo había ayudado. Marco había estado para él. ¿Y cómo pagaba? Intentando atracarle. No podía siquiera verle a los ojos, no lo merecía. 

Salió corriendo. 

-¡Espera!- le gritó, pudo incluso imaginar la mano extendida intentando pararle e imaginó, en ese instante, que Marco de verdad quería detener su huída. Pero... "¿Por qué?" 

Dio vuelta en la esquina y siguió hasta cruzar la calle. Pasó bajo un puente y se acurrucó en una de las bases, llorando.  

-¿Por qué?- alzó la cara y lo vio frente a él, a su altura- ¿por qué corriste? ¿Por qué lloras? ¿Qué te hice?

-No...- sollozaba. Ya no quería mas eso, nada de eso. No quería huir. Pero no podía dejarlo. 

-¿Quieres venir conmigo?- era una invitación abierta. Podría o no rechazarla. Si decía que no, Marco se volvería a ir de su lado y él continuaría con su vida, mala vida pero vida al fin y al cabo. Si decía que si, iría de nuevo a su apartamento, tomaría chocolate caliente y dormiría en un sitio completamente techado. Tendría una segunda oportunidad de salir adelante.  

-¿Si?- le dijo como pregunta.  

-¿Dudas o afirmas?

-No se...

-Vamos- le tendió la mano para que se pusiera de pie. La tomó y lo acompañó. Salieron de bajo del puente. 

Caminaron por la vacía acera, uno al lado del otro.  

-¿No tienes frío... Ace?- dudó al llamarle por su nombre. 

-No- le dijo- no tengo frío... Marco. 

-Lo recuerdas- musitó alegre. 

-No soy el único- suspiró y lo miró- ¿entonces si dejé la nota? De tanta indecisión pensé que aun estaba en mi bolsillo- resopló- creo que no.  

-Con gusto. 

-¿Qué?

-Dijiste gracias. En la nota. Te contesto. 

-Oh...- no dijo mas, no sabía qué decirle, de qué hablarle, ¿qué podía compartirle? No es que fuera mucho. 

Pensando en armar conversación, se fijó que Marco no lo había intentado, él se limitaba a caminar a su lado, sonriente, es mas, podía sentir que emanara felicidad y satisfacción de su persona.  Se sintió enrojecer al pensar que fuera él la razón. Sin embargo, podía seguir especulando. 

Descartó esa opción, prefería hacerse ilusiones. 

Llegaron al edificio de Marco y entraron. Subieron al elevador. "Piso 4", recordó. Bajaron del ascensor y de nuevo Marco le abrió la puerta. Siguió.  

-¿Quieres...?- no terminó.  

-Si, chocolate, por favor- Marco sonrió.  

-¿Quieres ver algo?

-¿A qué te refieres?

-Una película o algo, ¿quieres?- no podía forzar al chico a hablar, necesitaba que confiara mas en él.  

-Si... Está bien- asintió, recibiendo la taza caliente de chocolate. 

Marco encendió la televisión y buscó entre las películas que pasaban, una indicada al momento. Se sentaron en el amplio sillón y Marco dejó la película de piratas mientras iba por una cobija, no es que la necesitara, pero se sentía mas cómodo con una frazada cerca y caliente. 

La película avanzaba y Marco se había sumergido en las aventuras de un hombre borracho y cuando mas consumido estaba en la historia, los ligeros ronquidos de su acompañante lo sobresaltaron. Ace dormitaba a su lado, tranquilo y en paz. Sin poder contener una sonrisa lo arropó, aunque el chico apenas lo necesitaba, no iba a negar que parecía un carburador. 

Luego, acomodó al chico de manera que quedara mas confortable en el sofá y le apartó el cabello del rostro. Acarició la suave mejilla con dulzura y terminó de colocar la frazada en los hombros del ladrón.  

-Mañana te irás, ¿verdad?- suspiró contra el pelo del chico- no demoraré en hallarte, te lo juro Ace- y cerró los ojos para sucumbir al sueño.   

 

La mañana llegó y con ella Marco se despertó desubicado. Se había dormido en la sala. Giró y su mirada buscó a Ace. Tenía razón: Ace se había marchado. 

 

Notas finales:

Gracias por leer. 


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