Sus labios hicieron contacto con el del mayor, y sentía como un fuego recorría todo su cuerpo. No, no había olvidado a la persona que tenía delante de él; es más, ese beso fue la respuesta a cualquier duda que había tenido hasta ahora. Las cosas con Krauser habían ido bien mientras estaban juntos, pero extrañaba sentir esos besos que lo llevaban a otro mundo, algo que sólo Renji había podido lograr. Volvió a la realidad cuando ese beso terminó, pero la realidad iba a ser completamente diferente a lo que esperaba.
- Akaya, te amo, te deseo, cada día sin ti ha sido el infierno, un infierno peor que el propio entrenamiento en la montaña. Me odiaría el resto de mi vida si no te dijera cuánto te he necesitado y cuánto te necesito ahora.
- Ren… Ren… ¿Por qué terminaste conmigo? –preguntó con el rostro muy cerca al de su sempai pues aún podía sentir su aliento.
- Porque fui un cobarde y un estúpido –dijo apenado– es mi culpa que no puedas controlar tu tenis ahora, yo lo sabía desde un comienzo y pensé que sólo te dañaría más si seguía contigo –confesó.
- Yo te necesitaba, a ti más que a nadie. Debiste decírmelo desde un comienzo.
- Lo sé, lo sé Akaya. Sé que estás con ese chico extranjero, pero te juro que haré todo lo que esté a mi alcance para recuperarte.
- Ren –sabía que con lo que iba a decir, lo que había entre él y Krauser se iba a terminar en ese instante– dame otro beso.
- ¿Me darás una segunda oportunidad?
- Sí –sonrió, listo para recibir el beso. ¡Cómo no podría!
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Al regresar al campo, Akaya se adelantó y llamó a Krauser, sabía lo difícil que sería decirle al rubio todo lo que había pasado, pero era mejor decirle las cosas como eran.
- Kurauza, perdóname, pero mi corazón le pertenece todavía a Renji.
- Yo –se aguantó las lágrimas mirando al piso–, yo esperaba no oírte decir eso nunca.
- Lo siento, Uzauza…
- Cállate. Vete de mi vista.
- Uzauza…
- ¡GO AWAY!
Era mejor alejarse, total, la verdad ya estaba dicha. Dejó a Krauser mirando todavía el suelo, pero pudo ver que estaba llorando. Se sintió mal al comienzo por haberle hecho daño, pero era cierto que su corazón era de Renji; siempre lo había sido.
- ¿Qué pasó? –le preguntó Ren cuando se acercó.
- Se lo dije.
- ¿Qué le dijiste?
- Que mi corazón le pertenece a alguien más.
- ¿Y ese alguien soy yo?
- Por supuesto.
- Ven –lo abrazó con fuerza, cobijándolo entre sus brazos. Había extrañado el aroma de su cuerpo y de su cabello, había extrañado tenerlo así, como la primera vez que el menor le declaró su amor y le recordó tanto a un niño indefenso, al que quería y debía proteger siempre.
- Ren, prométeme que nunca volverás a irte, porque si lo haces, te juro que te mato.
- Prometido –dijo con una sonrisa– todavía eres un diablillo, ¿sabes?
- No, ya no. Ahora puedo ser un ángel también –respondió sonriendo.
- Me perdí con eso último.
- Ahora tengo un Angel Mode, gracias a Shiraishi pude desarrollarlo, así que no volveré a tener problemas con el control de mi tenis.
- ¡Eso es maravilloso! Pero perdóname por haber sido imprudente –añadió con una profunda tristeza.
- Ya, olvídalo. Nada me hace más feliz que verte de nuevo.
- Terminó la práctica por hoy, pueden irse a sus dormitorios o utilizar las canchas del lado extremo del campus –anunció el entrenador a cargo por el megáfono.
- ¿Quieres ir a jugar un poco? –le dijo Ren a Akaya.
- Tal vez mañana –respondió Akaya refiriéndose a un partido de tenis.
- Querido, yo no hablaba de tenis…
- ¿Ah no?
- Extrañaba tu inocencia –rió– ¿me muestras tu habitación? Creo que todavía no me han asignado la mía.
- E-Está bien –dijo ruborizándose.
Yanagi lo siguió por las canchas, llegando a los dormitorios. Él sabía perfectamente dónde estaba la habitación de Akaya, pero prefirió que el pequeño mismo lo llevara hacia allá; se sentía más que feliz, no podía evitar sonreír a cada paso que daba. Apenas llegaron, Renji entró y jaló a Akaya dentro de la habitación, sin olvidarse de cerrar la puerta, claro.
- Akaya, he esperado tanto por este momento –dijo con una voz que descargaba lujuria.
- R-Ren-ji…
- Eres sólo mío –le dijo empezando a desvestirlo y, cuando terminó de hacerlo, lo aventó a la cama, llenándolo de besos en todo su cuerpo.
Akaya se arqueaba con el sólo hecho de sentir los dedos y los labios del mayor, era un calor que no había sentido nunca, ni siquiera cuando lo hizo con Krauser. Sentía que podía perderse en las caricias de Yanagi, porque sabía que pasara lo que pasara, no volvería a dejarlo solo.
- Te quiero, Ren –dijo mirándolo a los ojos y abrazándolo por el cuello.
- Y yo a ti. Te amo, Akaya.
- ¿Mucho?
- Mucho –y lo besó en los labios.
Se quitó él también la ropa para poder sentirlo en su totalidad. Era como un sueño, escuchar a Akaya gemir su nombre y cuánto lo amaba, cuánto deseaba quedarse así por el resto de su vida. Acariciaba su cabello y besaba el cuello del menor, haciéndolo sentir cómodo para poder disfrutar al máximo de ese momento; éste se perdía en la piel de Renji y no quería despegarse ni un momento de él.
- Ren…
- Dime, Akaya.
- Yo… –no quisiera arruinar el momento– Nada.
- No tengas miedo, puedes decirme cualquier cosa.
- E-está bien… Espérame un momento, por favor.
Yanagi estaba un poco confundido, pues estaban a punto de hacerlo justo cuando Akaya decide ir por algo o quién sabe qué. Sin embargo, no demoró mucho, aunque Renji estaba perplejo por la imagen que tenía ante sus ojos.
- ¿Qué significa esto? –preguntó muy sorprendido.