Kurogane y él estaban acostados en una un futón matrimonial medio desvencijado que sacó del pútrido desván. Fye lo dejó hacer a su gusto con la mirada perdida. Por alguna razón había café en la despensa y algo de leña detrás con lo que pudo encender el fuego de la granja. Calentó agua en una olla medio herrumbrada y lo obligó a tomar la estúpida bebida como un cosaco en unos despostillados tarros que tenía.
Sinceramente creí que tenías mejor gusto—le dijo al pelinegro que lo miró con una sonrisa sádica.
¿Ah, si?—preguntó el otro con lo cual el ojos azules no le dijo más.
La noche era muy inhóspita y el frío hacía que se enrollace un poco en si mismo. Se preguntó si el otro pretendería que esa noche sucedieran otras cosas pero el ojirojo no hizo mención a nada y tampoco hizo ademan de, por lo que intentó dormirse pero descubrió que no tenía ganas por lo que cada poco se daba de vueltas hasta que…
¿Puedes dejar de moverte? ¿Acaso eres un trompo? Déjame dormir—dijo el pelinegro sin abrir los ojos.
Pero claro. El tipejo ese no era el que estaba capturado en un lugar tan venido abajo. Era obvio que podía dormir si era un animal, se dijo DeFluorite.
En esos momentos empezó a recordar sus gritos, su actitud insultante y… la manera como golpeó a sus hombres. ¿Por qué habría hecho eso? Cualquier otro jefe los habría retado por dañar su “mercancía” pero… ¿Llevarlos al borde de la muerte? ¿Con que objeto? Era la extraña pregunta que se hacía él y es que no entendía… aunque puede que en su mundo brutal fuera respetado por eso. En los barrios bajos de los cuales había salido era de ordinario que tipos así surgieran.
Aunque…
En todo el tiempo que lo había conocido no había llegado a esos extremos ni con él que era su jurado enemigo. Recordaba la vez en que se detuvo cuando pudo haberlo dañado de a de veras. Recordaba que había admitido que era más duro de lo que había creído. El más duro.
¿Entonces?
¿Y la forma en que lo sacó de allí?
¿Por qué?
Él era el jefe de su banda. No rendía cuentas a nadie. ¿Por qué alejarse de los suyos arrastrándolo consigo?
¿Sigues pensando en algo cierto?—dijo el que estaba acostado de frente a él abriendo un solo ojo—Oigo los engranajes de tu cerebro hace rato—explicó de manera insultante.
¿En serio? ¿Resuenan? Eso explica porque eres tan silencioso—le retrucó el ojos azules.
¡Ja!—rió el ojirojo secamente—Esa boca tuya es un problema—dijo después pasando la yema de su pulgar sobre ella. Sin saber porqué el rubio se quedó sin aire mientras sentía esa sutil caricia—Ahora vamos a dormir que estoy cansado. ¿Vale?—y cerró su ojo dejando en DeFluorite más preguntas que respuestas.
¿Por qué de pronto su corazón se agitaba más de la cuenta en su pecho? ¿Solo porque él lo estaba tocando? ¡Tonterías!
Trató de dormirse pero inexplicablemente se encontró mirando sus labios. ¿Qué hacía mirándolos? Y entonces recordó parte de sus pensamientos de la noche anterior. Odiaba las manos que se aferraban a él con fuerza y los abusos sufridos a manos de esos… medio animales. Y en ese momento pensó…
…pensó que su toque no era como el de él.
¡No!
Que el toque de él no le disgustaba como lo hacía el de ellos.
¿Por qué, si lo estaban violando?
Como lo hiciera él.
¿Por qué su toque iba a ser distinto?
Tenía que ser sincero. Había disfrutado estar en la cama con él.
Pero entonces…
¿Por qué no fue igual con ellos?
Fuko también dijo que lo despreciaba. Que lo hacía para romperlo.
¿Entonces?
Sabes que eres como una mosca en la sopa. ¿No?—preguntó de pronto el pelinegro casi con mal humor y de pronto agarró la cara alba del otro y besó sus labios, luego le dijo—Ahora procura dormir porque sino no te las apañas—dicho esto se recostó como estaba antes, dejando a Fye estupefacto.
¿En realidad estaba oyendo sus pensamientos? Se preguntó algo sorprendido de sí mismo por pensar eso y porque el otro era muy convincente.
En verdad Kuro solo sentía su inquietud y lograba vislumbrarlo de discreta manera a través de una rejilla del párpado. Dado que la ventana quedaba tras suyo era difícil para el otro con la luz lunar de frente percibirlo a menos que abriera todo el ojo. Lo vio revolverse y no dormirse. Señal de estar pensativo y luego, cuando se lo quedó mirando de manera tan intensa… ¿Qué estaba buscando? Estaba jugando con fuego si se comportaba así con él. Es por eso que lo besó. Porque tenía ganas. Pero iba a reprimirse.
¡Quién sabe porque!
Lo que lo tenía hastiado era su propio comportamiento. ¿Por qué había hecho lo que hizo? ¿Casi matar a sus subordinados y huir con él? Ni siquiera el entendía que le estaba pasando con exactitud pero suponía que esos días en “casa” le aclararían la mente.
El único error que cometió Fuko Kurogane fue no haber atado con más fuerza a Fye DeFluorite cuando fue al pueblo por alimentos ya que no había nada en la casa.
El rubio tenía más aptitudes para el escape de las que él pensaba y fue un error creer que no lo intentaría por estar mal o por creer que los suyos no lo querían de vuelta. No importa cuantas cosas cambien. La lealtad de los DeFluorite solo está con ellos mismos.
Así es como un débil Fye salió a la carretera y comenzó a caminar en dirección contraria a la que había seguido el pelinegro.