Su celular sonó mientras se vestía. Fye tomó el aparato y pudo ver un no reconocido número en él. Pensó un momento antes de contestar pero no podía dejarlo así, podían ser aquellos que conocían demasiado.
¿Quién es?—preguntó juicioso el rubio.
¿Alguna vez piensas en mí?—le preguntó una voz familiar del otro lado del teléfono.
¿Qué estás…?—Trató de preguntar el ojos azules pero fue interrumpido.
¡Escúchame bien! Esto es importante—Fye guardó silencio pues la voz de Kurogane revelaba urgencia.
En otra habitación de la mansión DeFluorite, el tío de Fye recibía a uno de los guardaespaldas. Este le dijo que había una llamada para él. Atendió sin preveer lo que escucharía.
Señor DeFluorite… ¿Le interesaría ser el lord de su clan?—preguntó la voz del otro lado del teléfono.
Si algo le interesaba a Claus DeFluorite era ese puesto por tanto tiempo deseado pero debía ser precavido, si lo atrapaban intentando traicionar a su sobrino, el muy hijo de perra podía hacerlo desaparecer sin remordimientos--¿Qué busca? No crea que es tan fácil desunir a este clan—dijo.
Es fácil. Su sobrino está haciéndolo por si mismo. Y lo que buscamos es nada más que un bonito lugar donde nos traten bien y matar dos pájaros de un tiro. O sea a Fye DeFluorite y Kurogane Fuko. ¿Se prende?—dijo la voz.
¿De que habla?—preguntó de pronto tenso el hombre de lentes.
Su sobrino tiene mucho que ocultar aunque creo que para usted eso es evidente. Se habla en las calles de que él y Fuko hicieron un trato. Yo puedo decirle que otras cosas hacen esos dos. Que es lo que esconden. Siempre y cuando usted me ayude—dijo la voz con evidente interés en su respuesta.
Claus calculó el peligro pero era demasiado tentativa esa oportunidad porque sin dudas el olía algo extraño en el ambiente desde que su sobrino regresara de su cautividad.
¿Y si esa era su ansiada oportunidad?
Muy bien, te diré lo que haremos—dijo el cuarentón.
Claus caminaba desprovisto de todo rasgo que lo identificara. Tanto su cabello como sus ojos estaban tapados por un sombrero y lentes. Usaba un abrigo largo de corte inglés que disimulaba su panza incipiente. Un paraguas era el artículo elegido pues parecía que pronto se largaría a llover. Estaba en los muelles cercanos a Osaka, eran los muelles medio derruidos de un astillero viejo que funcionara en los tiempos del industrialismo y que se usaran en la segunda guerra mundial. Solo uno de ellos conservaba el techo y a este se dirigió el hombre de sombrero después de despedir su taxi.
La puerta chirrió por sus goznes al ser forzada para abrirse lo que sin duda alertaría a aquellos que le estaban esperando. Sus pasos se oían solitarios en el enorme lugar por el que caminó varios minutos entre hierros retorcidos y maderas apolilladas. De seguro el lugar había sido pasto de las llamas por bombardeo enemigo en el 45, pensaba el ojos azules mientras caminaba sin rumbo por el lugar.
Pronto divisó dos figuras. Estaban sentadas a una mesa. Respiró hondo y se dirigió hacia ellas.