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A Imagen y Semejanza por chibigon

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Notas del capitulo:

Advertencia: Lemon. Confieso que quedó más hard de lo esperado, pero salió así.

-8-

A Imagen y Semejanza

Por Ladygon

 

Capítulo 8: Droga Angelical.

El ángel solo observaba. Durante todo este tiempo era lo único que hacía, porque su deber era vigilar a los Winchester para que no perdieran la vida. Los Winchester eran su misión, una muy importante,  casi sagrada, y una misión para un ángel lo era todo: era la razón de su existencia. Pero vigilar a Dean era más que una misión y no podía explicarlo. El humano, simplemente, lo sacaba de su centro. Alteraba las profundidades de su ser con algo sin nombre y su deber, su sentido de ayudar, se disparaba hasta el infinito.

Fue cuando supo que no podría negarle nada. Quería satisfacerlo en todo lo que le pidiera y en todo lo que necesitara, y si él necesitaba esto, se lo daría. Por eso estaba ahí en ese momento, en esa noche, en esa habitación de motel iluminada entera, mirando la completa desnudez sobre la cama. Observando como el humano se masturbaba ante sus ojos.

El pecho de Dean subía y bajaba, al ritmo de su mano, a medida que la excitación cubría toda su piel. Ese cuerpo era fascinante y los ojos verdes increíbles, dilatados, expresaban todo el placer que sentía.

—Dean —pronunció con su voz más ronca que la de costumbre.

Entonces, Cassy ahora no solo miró, sino que se sentó en la cama y alcanzó la entrepierna manoseada. Dean tembló al sentir las manos del ángel tocándolo, abrió la boca para tomar una bocanada de aire, mientras esas manos emulaban el ritmo del movimiento de su propia mano.

El humano tomó la mano del ángel y la guió por toda su extensión, dando un quejido exquisito; agarró la otra mano desocupada y la depositó en su pecho. Dean guiaba y  enseñaba como tocar  su  propio cuerpo, pero también aprovechaba de tocar el dorso de las manos del ángel con sus mismas palmas, llegando incluso hasta los brazos varoniles; después se atrevió a acariciar las alas del ángel y la suavidad disparó sus sentidos. A esta altura, el ángel trabajaba sin guía, porque Dean estaba también fascinado, explorando lo más que pudiera al ser sobrenatural.

La temperatura subió. Dean trataba de no retorcerse tanto en la cama, pero el placer no lo dejaba. Nunca se imaginó que el ángel tomara la iniciativa. Él solo quería que lo viera masturbarse porque eso lo ponía, pero nada más. No pensaba llegar tan lejos, además, se suponía que no podía ni sacarse la ropa, ¿cómo entonces iba a tener sexo con el ángel? Pero por sobre todo, él no era gay, no lo era, solo era una forma de experimentar para ver si el lazo desaparecía, usando al ángel, aunque técnicamente, no se estaba metiendo con un hombre.

—¿En se…rio no te… puedes sacar… la… ropa? —preguntó entre jadeos.

—No, pero puedo deslizarla y hacerla invisible. —Sonrisa maliciosa.                                                            

Y Dean se inflamó: una nebulosa de deseo lo poseyó. Tomó al ángel del cuello y lo besó con todo ese fuego, ardor dulce. Cassy extendió sus enormes alas y se puso, con suavidad, encima de él para seguir besando esa exquisita boca.

El truco era increíblemente engañoso, como todo en ese ángel. Parecía que estaba desnudo a simple vista, pero no lo estaba, pues al tocarlo, podía sentir su armadura, que no era una cosa dura como de cuero, sino algo más suave. Aun así, se sentía extraño, aunque las manos del ángel hacían tantas maravillas, que pasaba por alto lo demás.

El ángel lo seguía masturbando y ya estaba duro. Vio el miembro de Cassy y quiso tocarlo, masturbarlo también. Se separó un poco del ángel. Tomó  la botellita que dejó en la mesa, la abrió vaciando un poco de ese contenido en sus manos y se dirigió hasta el miembro de Cassy para comenzar a masturbarlo. Cassy lo miró con intriga y curiosidad.

—Es lubricante, deja que se deslice mejor la mano. Estará un poco frío al principio —explicó Dean.

Tomó su pene. ¡Dios era grande! Se le secó la boca y relamió los labios. Comenzó el movimiento de forma lenta al igual que Cassy, quien retomó su tarea. Los dos dándose placer al mismo tiempo, mirándose a los ojos, viendo la excitación en sus iris. Los quejidos de ambos hicieron eco. Sin embargo, más besos eran los deseados, más lenguas en sus labios, en sus bocas, en sus cuellos, en sus orejas.

Cassy se escapó del agarre de Dean y  bajó por su pecho. Besó la punta de su pene, pasó la lengua, deslizándola por sus testículos hasta su entrada. La sensación fue tan fuerte, que dio un respingo de esos colosales cuando el ángel aparece de improviso. Le levantó las piernas y el ángel comenzó a besarlo ahí; primero alrededor, después entró con su lengua, saboreando, penetrando. Marcó un ritmo copular y Dean con la vista nublada hacia el techo comenzó a gemir.

Bajo la nebulosa de placer, Dean escuchó al ángel, aunque al principio no sabía qué decía. Levantó la cabeza un poco y lo vio; entre sus piernas levantadas, puestas en aquellos hombros musculosos;  con la mano derecha en su pene, la izquierda, sujetándolo de la rodilla derecha; y con el telón de fondo del ángel desnudo con las alas extendidas en toda su gloria. La imagen, esta imagen increíble, más las palabras a continuación, provocaron que casi se corriera, pues con su acostumbrada inocencia dijo:

—Quiero entrar aquí Dean, ¿qué debo hacer?

Y lo tocó ahí, con la punta de su dedo. Dean dio un “¡Ah!”, sobresaltado. Luego miró para todos lados buscando algo. Cuando su vista se fijó en el frasquito de lubricante encima del velador, la mirada del ángel había seguido a la suya. Dean tomó el frasco con manos temblorosas y se lo pasó.

—Ti… —Respiró—. Tienes que… con el dedo… dedos primero… —No podía creer que lo hubiera dicho.

—Ah, entiendo —dijo el ángel con simpleza.

¿Acaso no se alteraba con lo que iba hacer? 

Soltó sus piernas  y las depositó en la cama. Dean se agarró la cabeza con ambas manos.

—Mejor te das vuelta —dijo el ángel, embarrándose los dedos con el lubricante—. Será más fácil.

Dean ya no podía creer lo que estaba pasando. Su parte racional le gritaba, que estaba a punto de follarlo un tipo con la cosa grande y no podría sentarse en una semana. La otra parte, esa desconocida para él, le decía que era de lo más caliente, erótico y la cosa grande, aumentaba su hambre en la parte baja de su estómago; el tenerlo dentro, debía ser excitantemente doloroso.

Lamió sus labios, y lo sentía por su parte racional, pero su cuerpo caliente respondió a la sugerencia del ángel y se dio la vuelta con las piernas abiertas. Quedó con la cola levantada, las rodillas apoyadas en la cama y el rostro pegado a la almohada.

El ángel introdujo su dedo humedecido por el lubricante. Se maravilló con la facilidad que entró. De alguna manera, la lengua de Cassy ya lo tenía algo dilatado por eso entró tan fácil. Comenzó a mover el dedo, dentro-fuera, acarició esos glúteos perfectos, metió otro dedo, ahora con un poco más de dificultad; más lubricante en el tercer dedo, más suave al entrar, más difícil, más gemidos, más movimiento de las caderas, del trasero, más agarre y caricias a los glúteos.

Puso la punta de su pene lubricado en la antesala, luego lo pasó friccionando por toda la línea de separación de los glúteos hasta la cola. Después bajó volviendo a la entrada y dio una ligera presión en ella.

—¡Yaaa, entra de una buena vez que me estás matando! —chilló Dean.

—No sé Dean, no creo que entre, es muy grande —explicó el ángel.

Dean tragó saliva.

—Solo hazlo con cuidado.

—Entiendo.

“¡Dios esto es un martirio!” —pensó Dean— “Uno muy delicio…”

Dean abrió los ojos de par en par y aguantó el dolor, que se pasó de improviso porque el ángel se detuvo. Las caricias se hicieron presentes, placer, relajo. Otra arremetida, dolor expandido que se vuelve a pasar, más caricias… plumas… más placer. Un grito… dolor… aleteo… placer… el sentimiento de ser penetrado, tomado. Más dolor y el dolor le estaba gustando, porque significaba más placer, más sentimiento. El lento camino hasta el fondo, definitivamente, era una tortura exquisita. Dean ya no se contuvo más y gritaba cuando el dolor lo azotaba, para gemir cuando el placer lo embargaba, porque el ángel iba lento, pero estaba seguro que no se detendría y eso le encantaba. Abrió más las piernas complacido, relajó más su culo, sentía su ano palpitar y sabía que eso le estaba causando placer al otro. Cuando sintió el tope, los testículos en su trasero y el duro falo invadiendo todo su cuerpo, porque sentía atravesándolo, supo que el ángel no tendría que buscar su punto sensible. Este punto ya estaba a la merced de la magnificencia angelical. Se movió un poco para comprobarlo y pegó un grito de placer que amortiguó con la almohada bajo él.

El ángel lo tomó de las caderas, se retiró con lentitud y mientras se retiraba la respiración se agitó, pues sabía que la estocada lo mandaría a volar. Así fue, la entrada fue suave pero arrebatadora con un golpe final pequeñito, pero certero. Dean, gimió de placer, derramando líquido preseminal  y así continuó con las lentas entradas y salidas del ángel, como también en las más rápidas y delirantes estocadas. Junto con el sonido, golpeteo de los testículos en su culo era una delicia jamás experimentada antes. Así como el orgasmo que no pudo resistir.

Lo mejor, fue el grito del otro y la sensación de ser llenado con su líquido. Le sacudían el trasero al ritmo de la eyaculación, como sacudiendo su pene en el interior de él. Una presión final como si quisieran entrar más, cosa imposible, o como si le quisieran invadir todo el cuerpo. Un nuevo grito de placer emergió de su garganta que trato de amortiguar con la almohada, pero esta vez no le resultó y se escuchó en toda la habitación. Las rodillas le flaquearon y cayó sobre la cama con el otro encima de él en su espalda, en toda su extensión, boca abajo. Permanecieron así un momento, pegados, agitados.

El ángel se retiró a su lado de la cama y le sonrió, comenzó a acariciarlo con las puntas de sus alas. Él le sonrió de vuelta adormilado. Cassy apagó la luz con un movimiento de su mano y permaneció ahí toda la noche sin moverse de su sitio.

Dean despertó desnudo en los brazos del ángel no desnudo, algo totalmente injusto —pensó—. El ángel lo miraba con intensidad y él lo miraba de vuelta de la misma forma. Permanecieron así un largo rato, hasta que Dean se dio cuenta que podía moverse sin dolores aparentes.

—¿Me curaste las heridas? —El susto reflejado en sus ojos.

—Sí, ¿por qué?, ¿hice mal? —dijo al ver como reaccionaba.

—¡Cassyyy! —regañó Dean—. La próxima vez será igual de doloroso ¿Cómo quieres que me acostumbre si me vuelves virgen? —Ahora estaba molesto.

El ángel lo miró desconcertado.

—¿Te dolió mucho?

—Esteee, sí, un poco —La verdad es que el dolor le gustó también, pero no lo confesaría—. No me refería a eso. Mira Cas en las relaciones sexuales tienes que adiestrar tu cuerpo para sentir placer. Es importante, ¿sí?

El “Cas” no le pasó desapercibido al ángel. Dean lo dijo sin darse cuenta. Decidió pasarlo por alto.

—Quieres adiestrar tu cuerpo conmigo. A eso te refieres cuando dices que quieres acostumbrarte ¿Seguiremos copulando entonces? —preguntó el ángel.

Dean se puso rojo como tomate.

—No dije eso. Mejor voy a ducharme. —Se levantó de un salto de la cama.

—Dean.

El golpe de la puerta del baño terminó la charla. Cassy decidió limpiar la habitación del desastre pegajoso con un movimiento de su mano. Quedó parado con la vista en la cama estirada y un recuerdo de la pasada noche se le vino a la mente.

“Cas…”

No había sentido algo tan increíble en toda su vida, aunque “toda su vida” se remontaba a unos meses atrás, cuando su Señor lo  creó. Sin embargo, había algo más que no podía explicarse y eso en conjunto con las confusiones de Dean, al llamarlo “Cas” como su Señor, no hacían más que hacerlo dudar de los sentimientos del humano y de los propios también. No solo lo llamó hace un momento “Cas”, sino en la cama lo hizo varias veces cuando se retorcía de placer y Dean no se dio cuenta de eso, porque lo mezclaba con su nombre “Cassy”. Sonaba sensual, pero no terminaba de comprender del todo los sentimientos del bello humano.

Cuando Dean salió con una toalla en su cintura y gotitas juguetonas corrían por su cabello, por su pecho, piernas, Cassy se relamió los labios. Se quedó parado, mientras el otro le daba el increíble espectáculo acostumbrado por las mañanas en ausencia de Sam. Quiso aventarlo a la cama y follarlo otra vez.

Se controló a duras penas.

—Vamos —le dijo al estar listo.

Abrió la puerta de la habitación del motel, miró a los ojos del ángel, luego paseó la vista por la cama matrimonial y al volverse, solo sintió la presencia.

—Vamos —repitió con una sonrisa al invisible y cerró la puerta tras él.

Ese día no fue un día solo bueno, fue un día muy bueno. Dean estaba con un magnífico humor y Sam pensó que la conquista de la pasada noche debía ser una diosa en la cama. Por primera vez en mucho tiempo, pensó en acostarse con la misma chica que Dean levantó. Quizás todavía estaba en el bar.  Quizás si terminaban pronto con el caso… no fue así.

Terminado el caso, regresaron donde Bobby y tuvieron una semana sin avistamientos. Una semana de descanso. Una semana de sexo para Dean donde “adiestró” su cuerpo hasta el cansancio con la ayuda de Cassy.

Sam comenzó a sospechar que algo raro pasaba con su hermano. Mucho tiempo queriendo estar solo cuando las veces que tenían descanso, salían juntos por ahí, iban a los bares también a “robarles” a los incautos, u otras actividades más “inocentes”.

Dean parecía cansado, pero extrañamente feliz, así que supuso que había conseguido una novia. Era la explicación más lógica, aunque era descabellada, a sabiendas que se trataba de Dean, para quien la palabra “romance” no existía en su vocabulario. No, se equivocaba. Sí, existía esa palabra en el vocabulario de Dean, pero estaba destinada a su auto, su “babe”.

—Ya, dime quién es —preguntó Sam.

—Una striper —respondió el descarado.

—¿En serio?, ¡Wow! —Quedó impresionado.

—Tiene el cuerpo más fantástico que haya visto. —Besa sus dedos juntos de una vez y los expande en su mano como gesto exquisito.

Cassy, quien estaba invisible, se avergonzó terriblemente y su aura se puso roja. Ya no sabía si estaba bien lo que hacía con Dean. Era increíble, no había duda con eso, pero no lo ayudaba en nada. Solo para decir mentiras…

—¿Y dónde la conociste? —El interés de Sam se despertó.

… Allá más mentiras sobre mentiras. No sabía qué hacer. La conducta errática del cazador lo confundía. Si bien tenían sexo seguido, Dean era incansable, exigente y muy caliente. No es que se estuviera quejando al respecto, le gustaba y mucho, pero… había un pero, un profundo pero. Un pero para él y un pero para Dean. Eran dos peros o uno demasiado grande que abarcaba todo: Dean continuaba llamándolo “Cas” de vez en cuando, ya sea en pleno acto o a veces cuando no se daba cuenta. Por otro lado, Dean estaba frustrado, porque no podía tocar su verdadero cuerpo desnudo producto de la armadura, la cual no podía quitarse. Aunque él alegaba que igual lo tocaba por abajo cuando la deslizaba hacia un lado, así podía meterle mano, pero… y aquí estaba el pero de Dean… no era lo mismo. No solo quería ver, sino sentir su cuerpo desnudo junto al suyo, frotarlo contra el suyo y venirse junto al suyo.

Cassy, estaba frustrado también, porque no era suficiente para Dean. No podía darle todo lo que quisiera, porque todo lo que quería no lo tenía él, sino otra persona.

—Cas ven te necesito —se quejaba Dean desnudo sobre la cama.

El ángel entraba en él, ya no con tanto cuidado y su amante igual lo disfrutaba. Doblaba su espalda hacia atrás mientras era embestido una y otra vez. Gemía, gruñía, se quejaba, gritaba, pero en los profundo de su ser, trataba de llenar un vacío que solo “la droga llamada Cassy” lograba evadirlo y volarlo por un rato. Sí, era una necesidad, una droga. Cassy, El Ángel de la Guarda, su ángel, su droga, su necesidad, porque, lo que necesitaba realmente, ni siquiera él sabía qué era. El ángel trataba de complacerlo, y lo lograba en parte. Por un rato por lo menos, así los síntomas de abstinencia no se presentaban tan seguido.

Cassy se dio cuenta de esto cuando lo veía desesperado. Cuando lo veía delirante de placer, aunque no satisfecho, algo totalmente paradójico. Una continua ansiedad peligrosa, la cual dejaba un vacío donde los dos caían sin control aparente.

Fin capítulo 8


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