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Los Lobos de Baskerville por R13

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Notas del capitulo:

Es el día de la luna llena.

Sherlock no esta en condiciones para transformarse pero no tiene otra opción.

Esto por supuesto, tiene a John preocupado.

¡Sus lobos se encuentran por primer vez!

Era el día de la luna llena. John estaba inquieto. Sentía como si literalmente podría estallar. Sus pensamientos estaban revueltos y se encontraba más y más agitado hasta el final del día. Su lobo estaba impaciente. Quería ser libre en este mismo instante.

 

Sherlock había estado en silencio todo el día. El doctor le había llevado libros nuevos esta mañana, pero no los había tocado. Se había sentado en una de sus esquinas oscuras y se quedó mirando hacia las ventanas, vistiendo nada más los pantalones de su pijama y una bata azul.

 

Se sentó con las piernas debajo de su barbilla y sus brazos abrazándolas apretadamente. Si el doctor no hubiese estado tan ocupado manteniendo a su lobo bajo control se habría dado cuenta de que el omega estaba temblando. Era un ligero temblor, nada violento, pero claramente estaba ahí.

 

Le tomó al doctor hasta la tarde darse cuenta de que algo estaba mal.

 

Frunció el ceño.

 

El omega no se había movido de esa posición todas estas horas. Su taza de té y almuerzo estaban intactos.

 

Ahora se daba cuenta del temblor y la tensión en el cuerpo delgado.

 

John se levantó y lentamente se movió hacia el omega. Todavía había situaciones en los que podía sobresaltar o asustar al más joven y no quería hacer eso ahora.

 

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se puso de rodillas.

 

“¿Estás bien?” cuestionó con voz preocupada.

 

El omega no respondió. Sus ojos claros estaban fijos en las ventanas con una mirada vacía.

 

Ahora que el doctor estaba cerca podía ver que el omega había apretado sus dientes. Había una mueca en su largo rostro. John dio cuenta con sorpresa de que era una mueca de dolor.

 

Esta realización fue casi suficiente para hacer a su lobo alfa perder el control. –Aulló.

 

Con una gran cantidad de autocontrol, empujó al lobo adentro. Un escalofrío de protesta le recorrió por toda su columna. Tembló y tomó un par de respiraciones profundas.

 

“Sherlock.” Dijo. “Necesito que me digas qué es lo que está mal.”

 

Cuidadosamente colocó una de sus manos en los brazos del omega. El toque fue suficiente para llamar la atención de Sherlock. Parpadeó hacia John. El dolor ahora era claro en sus ojos.

 

Un gemido muy suave escapó de su garganta. Se estremeció.

 

“¿Estás enfermo? ¿Te hiciste daño tú mismo?” preguntó el doctor mientras sus ojos buscaban en el cuerpo del omega señales de heridas o moretones. No había nada.

 

Sherlock sacudió su cabeza lentamente.

 

Había una capa de sudor en su frente, el doctor pudo verla.

 

Con un gesto de preocupación puso su otra mano en la frente de Sherlock. No había fiebre. Tal vez una ligera elevación en su temperatura, pero no era suficiente para causar el temblor.

 

De repente cayó en cuenta de algo. Maldijo.

 

“¿Es la luna? ¿Verdad?” dijo con voz ronca.

 

El omega asintió con una afligida mirada en su rostro.

 

John tomó un gran respiro. Esto no era bueno. El omega no estaba en condición de transformarse. Con su cuerpo en esas condiciones, transformarse sería una experiencia muy dolorosa.

 

Todo tipo de pensamientos de pánico recorrieron la mente de John. Había llevado su botiquín con él, pero no llevaba suficientes supresores para detener una transformación de verdad. Se necesita una pequeña bomba química para poder lograrlo.

 

“¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te transformaste?” John cuestionó al omega.

 

Sherlock sacudió su cabeza. “No sé.” Dijo con voz áspera. “Mucho tiempo.”

 

Otro gemido de dolor escapó de sus labios después de eso.

 

John se levantó y puso una manta sobre los hombros del omega en sufrimiento.

 

“No te muevas, vuelvo enseguida.”  Dijo. Su voz sonaba menos tranquila de lo que quería.

 

El doctor corrió hasta su habitación y tomó su equipo médico. Después de eso corrió escaleras abajo para buscar a la señora Hudson. Estaba en la cocina, ocupada haciendo la cena.

 

Cuando vio la expresión del rostro de John, se le cayó el cuchillo.

 

“Sherlock se va a transformar. Esta noche. Necesito que caliente agua tanta como sea posible. Necesito compresas calientes para aliviar el dolor.”

 

La mujer asintió e inmediatamente hizo lo que le habían pedido.

 

“Llevaré las cosas arriba, querido.” Dijo ella. “Tú vuelve con él.”

 

El doctor asintió con la cabeza y rápidamente siguió su camino de regreso por las escaleras.

 

Sherlock estaba sentado en el mismo lugar, no se había movido ni un milímetro. El temblor se había vuelto más violento durante la ausencia del doctor.

 

“Voy a administrarte algunos analgésicos.” Dijo John mientras rebuscaba en su kit. “No será suficiente para detener todo el dolor, pero podrá pararlo un poco.”

 

Tiró suavemente de uno de los brazos del omega y buscó una vena. Parecía haber una protesta en los ojos azules  pero una vez los analgésicos golpearon el torrente sanguíneo, solo hubo alivio.

 

John sonrió cuando algo del dolor desapareció de la cara del joven. Su cuerpo delgado se relajó, el temblor casi se detuvo.

 

“Ahora, escúchame. Voy a necesitar que te levantes.” Dijo John. Miró al omega directo a los ojos.

 

Esa misma extraña sensación se apoderó de él como la última vez. Era como si algo despertara dentro de su estómago y mente. Hizo que se fuera. No había tiempo para tal cosa ahora.

 

Con un resoplido y una mano de ayuda por parte del doctor, el omega se paró.

 

La mayor parte de su peso ahora descansaba sobre los hombros del doctor. Podía sentir el elevado ritmo cardiaco del omega a través de su ropa. Y el calor de su piel contra la suya. Poco a poco caminaron hasta la cama.

 

Una vez en ella, el omega inmediatamente se hizo bolita. John esperó a un lado de la cama a que la señora Hudson entrara con el agua caliente

 

Había una mirada compasiva en su rostro. Las compresas que había traído olían a lavanda.

 

“Mi hermano solía tener malas transformaciones cuando era adolescente, las hierbas  siempre parecían ayudar en ese entonces.” Dijo con una sonrisa de esperanza.

 

John le dio las gracias. Ella dejó la habitación con una mirada de preocupación hacia Sherlock.

 

Sherlock lloró cuando un escalofrío en particular contorsionó todo su cuerpo. John mordió su labio. Se arremangó la camisa y comenzó poner los paños en el cuerpo.

 

El aroma de lavanda y otras hierbas  llenaron la habitación.  Parecía que relajaban un poco a Sherlock.

 

La noche cayó mientras John cuidaba del enfermo omega. Podía sentir la luz de la luna antes de verla. Se le erizó la piel mientras caía a través de las cortinas. Algo que solo podía describir como una onda, vibrando a través de su cuerpo.

 

Sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que comenzara su propia transformación. Su lobo estaba tranquilo ahora, sin embargo, estaba preocupado por el omega, era bastante claro que no quería salir hasta que supiera que el omega estaba bien.

 

Fue después de la media noche cuando Sherlock finalmente comenzó a transformarse físicamente.

 

John estaba sentado junto a la cama y se había quedado dormido. Se despertó cuando un gritó recorrió toda la habitación. Sus ojos inmediatamente buscaron a Sherlock.

 

El omega se había arrastrado fuera de la cama. Se sentó frente a la ventana. Todo su cuerpo estaba temblando. Fuertes temblores recorrieron la espalda del hombre más joven cuando su espina dorsal cambiaba de forma y lugar.

 

Estaba rascándose el pecho con sus uñas que ya no eran más humanas. Un aullido de angustia escapó de su garganta.

 

Instintivamente John supo que Sherlock necesitaba que otro lobo estuviera allí en este instante. El lobo del omega estaba asustado y confundido, podía olerlo en el aire.

 

La idea del omega estando solo y asustado, era todo lo que necesitaba para despertar a su propio lobo de nuevo. Gruñó cuando salió. Podía sentir sus huesos romperse y reordenarse. Pelaje comenzando a crecer en sus brazos. Grandes músculos formándose bajo su piel. Todo su cuerpo dolía y gritaba.

 

Cuando todo terminó, se paró en cuatro patas. Sacudió  su peludo cuerpo para deshacerse de los últimos escalofríos.

 

Dando tres grandes saltos, estuvo a un lado del omega.

 

Puso su hocico contra el cuello del otro hombre, en un esfuerzo para calmarlo.

 

El hombre gritó de dolor cuando todos los huesos de su cuerpo se rompieron. Eventualmente los gritos cesaron y se convirtieron en aullidos, justo cuando la nariz fue reemplazada por un hocico y las manos y pies por patas.

 

Con un estremecimiento final el omega se dejó caer en el suelo. Su respiración era irregular, pequeños gemidos aun venían de su garganta.

 

John se acercó. El lobo omega era hermoso, incluso en esta condición. Tenía un pelaje negro azabache que brillaba a la luz de la luna. Delgadas patas agiles yacían en el suelo.

 

John le dio un empujón al otro lobo en el hocico. Una mueca adolorida fue la respuesta. Le tomó a Sherlock casi media hora levantarse. Estaba inestable al principio, sus patas desequilibradas y sus movimientos torpes.

 

El lobo negro olfateó en el aire. El olor del lobo alfa estaba en todas partes. Con pasos lentos se acercó hasta John. Inclinó su cabeza haciendo su clara sumisión.

 

John movió su cola. Puso su hocico profundamente en el pelaje del omega y lo olfateó. El olor a almizcle quedó guardado en su memoria. Esta era el aroma de Sherlock. ¡Este era el aroma de su omega!

 

Sherlock con cautela olfateó al alfa. Había desconfianza en sus ojos.

 

John bajó la cabeza y le ofreció su propio cuello en un esfuerzo para dejarle claro al omega que no era peligroso. No quería hacerle daño al omega. De ninguna manera.

 

Cuando eso no sirvió, se dejó caer bruscamente sobre su espalda.

 

El omega parecía un poco desconcertado ante ese gesto. Sin embargo se acercó con cautela y empujó la panza  y los costados del alfa. John podía ver su cola moverse ligeramente a medida que lo hacía.

 

A medida que el tiempo avanzó. Sherlock se relajó más. Estaba claro que su lobo no había salido en bastante tiempo y estaba un poco desacostumbrado. La dolorosa transformación no había ayudado tampoco.

 

Normalmente, John quería correr y perseguir cosas cuando se convertía, pero sabía que esa no era una opción con Sherlock. Todavía no por lo menos. El omega no tenía la fuerza para ello.

 

Juntos caminaron de un lado a otro por la habitación, destruyeron algunas sabanas y almohadas y rayaron puertas y armarios. Se comieron todo lo que era comestible incluso hasta lo que no era.

 

Al principio el omega fue cuidadoso y tímido. Seguía a John como una sombra, pero nunca se permitía acercarse demasiado al alfa. A medida que la noche avanzaba, comenzó a confiar más en el alfa. El alfa hizo todo lo posible para ganar la confianza del delgado, lobo negro. Incluso renunció a algunas de sus porciones de comida por el omega.

 

Después de un par de horas. Sherlock estaba agotado. Empezó a temblar de nuevo, gemidos salían de su garganta cuando se dejó caer a un lado.

 

John caminó hacia él con una manta entre los dientes. Envolvió al omega como le fue posible sin tener que usar sus pulgares opuestos. Entonces, se acostó al lado del omega. Tuvo cuidado de no acercarse demasiado, ya que el omega había estado disgustado por ello casi toda la noche. Cuando el omega no gruñó o se quejó, se removió cerca y más cerca hasta que sus cuerpos se tocaron.

 

Eventualmente Sherlock se relajó lo suficiente como para conciliar el sueño. Cuando lo hizo su cabeza estaba en las patas de John. Había puesto su cuerpo más cerca del alfa como le fue posible. El alfa estuvo agradecido por esto. Era lo que había querido durante semanas. El omega estaba acurrucado contra él, completamente envuelto en su olor alfa. Completamente seguro.

 

A la mañana siguiente, John fue el primero en despertar.

 

Una estúpida sonrisa apareció en su rostro cuando se dio cuenta que estaba literalmente abrazando al omega.

 

Cuando se dio cuenta de que los dos estaban tanto bien como desnudos la sonrisa desapareció rápidamente y se sonrojó. Miró alrededor de la habitación en busca de algo que ponerse. Con un poco de esfuerzo, agarró una de los pedazos de la sábana de la cama. Se la colocó, todo mientras se aseguraba de que Sherlock no despertara. El omega necesitaba dormir.

 

Con cuidado se envolvió el pedazo de sábana alrededor de sí mismo para cubrir todo lo que necesitaba cubrir. Después arregló la manta que le había puesto al omega la noche anterior.

 

Estudió el rostro debajo de esos rizos. Todavía algunos rastros del dolor restante.

 

Como si el omega supiera que John estaba mirándolo, se despertó en ese instante. Dos ojos azules aturdidos miraron los marrones de John.

 

La sensación floreciente volvió al estómago de John. Se movía dentro de él como una onda de calor. Si era posible, quisiera mirar esos ojos para siempre. Se quedaron así durante un rato. Ambos mirándose el uno al otro.

 

John podía ver el cerebro del omega trabajar y procesar qué había pasado la noche anterior. Sherlock fue el que rompió el contacto visual. También fue el que rompió el contacto de sus cuerpos.

 

Con un par de rápidos movimientos, se había alejado del doctor, envolviendo la manta alrededor de su cuerpo y se sentó. Hizo una mueca cuando sus articulaciones adoloridas hicieron la serie de movimientos. Su nariz se arrugó al notar el olor del alfa por todo su cuerpo.

 

“Buenos días.” Dijo John con una pequeña sonrisa.

 

Sherlock no le contestó. Sus pensamientos estaban claramente en otro lugar. John sacudió su cabeza y se levantó para buscar los restos de su ropa. Maldijo por lo bajo cuando se encontró con su suéter favorito hecho pedazos.

 

“Voy a tomar una ducha y a hacer el desayuno.” Dijo y dio la vuelta.

 

Sherlock estaba de pie junto a la ventana ahora. La manta se envolvía alrededor de su cuerpo como una toga. Observó a Watson con una expresión confundida.

 

“¿Vas a estar bien mientras me voy un rato?”

 

El omega asintió y agitó su mano. “Sí, sí. Estaré bien.” Murmuró.

 

Cuando John volvió con el desayuno. Sherlock había tomado una ducha. Estaba vestido con un traje bien ajustado. El doctor parpadeó. Esta era la primera vez que veía al omega con ropa real. El joven se la había pasado la mayor parte de las semanas anteriores, ya sea en pijama o en bata.

 

El traje le daba un aire de superioridad aristocrática.

 

John se dio cuenta de que, así debía de ser cómo el omega se veía antes de haberse metido en algún evento traumático. El hombre mayor se aclaró la garganta y se dirigió a la mesa.

 

Sherlock se dio la vuelta. Había un profundo ceño fruncido en su cara. Sus ojos estaban más oscuros.

 

Ninguno de los dos dijo una palabra durante el desayuno. En realidad, ninguno de los dos dijo nada en todo el día. No entre ellos por lo menos.

 

Sherlock se dejó caer en uno de los sofás de cuero y empezó a leer la nueva pila de libros. Había conseguido terminar tres libros cuando la tarde cayó. Cada vez que terminaba uno, descuidadamente lo tiraba al suelo.

 

La primera acción de John fue poner en orden la habitación. Sus lobos habían hecho un gran desastre. Sábanas y almohadas hechos pedazos de un lado a otro. Plumas y pelusa flotaban cada vez que el doctor asentaba uno de sus pies. Cuando terminó el cuarto se veía decente otra vez.

 

Trató de relajarse y leer el periódico. No obstante, se encontró con que era completamente incapaz de concentrarse. De momento a momento podía sentir al omega mirarlo.

 

Era casi medianoche cuando John decidió que era hora de dormir un poco. Se levantó y fue a mitad del camino a la puerta cuando escuchó la voz de Sherlock. Las palabras habían sido pronunciadas en voz muy baja para entenderlas, por lo que se dio vuelta para pedir que le aclarara.

 

Sherlock tenía una mirada aturdida en su rostro. Su mano con el libro en ella estaba a un lado, olvidado por ahora. Sus cejas fruncieron el ceño ligeramente mientras hizo que su voz sonara más fuerte.

 

“Quédate, por favor.”

Notas finales:

Nota del traductor:

Todas las notas que pongo en "Notas del capítulo" no son mías, son del autor original.


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