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Suffering and grief por Kitana

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Notas del capitulo: Hola!! pues como de costumbre, este capi y todo el fic, pertenece a mi super amiga Crawling, linda te he tenido abandonada esta historia, pero aquí vamos de nuevo, espero que te agrade je je, besos, bye bye

Esa mañana, Hyoga se levantó feliz y emocionado. Aquella mañana tendría lugar último ensayo con la compañía antes del estreno de su primera puesta como profesional. Estaba seguro de que todo sería perfecto en lo sucesivo, que nada ni nadie impediría que fuera feliz.

Lo que sentía por Camus cada día se parecía más y más al amor, más y más a ese sentimiento que creyó volvería a sentir después de lo sucedido con Isaac.

Isaac... no había vuelto a verlo, no había tenido más noticias suyas después del accidente y aquel día en el hospital, no habían vuelto a dirigirse la palabra. Isaac había desaparecido definitivamente de su vida.

Su vida había cambiado, más de lo que estaba consciente. Había decidido abandonar la universidad decidiéndose por el baile. Aioria al principio había estado renuente, sin embargo, Milo se había encargado de convencerlo de que esa era en realidad la pasión de Hyoga y que no tenía sentido alguno evitarlo. Finalmente, Aioria aceptó, aunque no sin reticencia, consideraba que Hyoga debía contar con algo mucho más duradero que el baile para procurarse la vida en el futuro.

Con Camus las cosas parecían flotar entre nubes, el francés simplemente era maravilloso, dulce, afectuoso, todo lo que pudiera esperar de una pareja. No le presionaba de manera alguna, al menos no en lo personal.

Por que como director... las cosas eran completamente diferentes.

Los bailarines de la compañía aseguraban que había resultado ser tan duro como lo fuera su padre, el fundador de la compañía, solía exigirles al máximo, los ensayos se prolongaban lo necesario para que el montaje resultara perfecto. Ese día sería especialmente duro, se realizaría el ensayo general y Camus seguramente estaría más exigente que nunca.

Pero eso no le preocupaba, estaba seguro de que todo sería perfecto gracias a la dirección del francés. Camus era meticuloso, cuidaba cada detalle por pequeño que fuera.

Había tenido algunos conflictos con la prima ballerina debido a la petulancia de la chica al inicio de los ensayos, luego de asegurarle que la echaría de la compañía si no comenzaba a comportarse, la chica aceptó de mala gana las instrucciones de Camus, luego de eso, nadie se había atrevido a rehusarse a cumplir alguna de las órdenes de su director.

En casa las cosas iban mucho mejor, su tío había dado a luz un mes atrás a un pequeño niño con los ojos tan verdes como los de su padre, Aioria era tremendamente feliz y no dejaba de atosigar a Milo pidiéndole un hermanito para el pequeño Aioros. Había recibido el nombre de su tío, cuando Hyoga lo supo casi lloró, su tío jamás permitiría que la memoria de su padre se desvaneciera.

Esa mañana se levantó temprano, se escabulló hasta el cuarto de su pequeño primo para darle los buenos días como hacía desde que lo llevaran a casa. Lo amaba profundamente, era como ver a una pequeña réplica de Aioria, pero no era solo por eso que le amaba, de alguna manera, veía en él al pequeño que nunca pudo tener en sus brazos y había volcado en él todas las emociones que hubiera podido sentir por su hijo.

- Buenos días bebé. - dijo con voz suave, el pequeño estaba despierto, los preciosos ojitos del pequeño se clavaron en él y sintió que se le encogía el corazón. -Eres hermoso... tanto como tus papis. - dijo acariciando las mejillas del bebé, el pequeño se agitó en su cuna, Hyoga sonrió y lo alzó en brazos, se sentía tan bien y a la vez dolía tanto...

Las lágrimas brotaron de sus ojos sin que él pudiera evitarlo, ansiaba tanto tener un bebé en quien pudiera volcar todo ese amor que se habia quedado sin destinatario cuando perdió a su pequeño.

Milo solía decirle que un día, tendría en sus brazos al fruto de un amor verdadero y que entonces olvidaría todo el dolor de la pérdida.

Le hacía tanta ilusión algo así... un bebé, suyo y de Camus... el solo pensamiento le arranco una espléndida sonrisa que contrastaba con sus mejillas aún húmedas.

- Te levantaste muy temprano. - dijo Aioria entrando en la habitación, era su turno de alimentar al bebé.

- Tengo que llegar temprano al ensayo.

- Le estás poniendo mucha dedicación, te felicito. - dijo Aioria en voz baja, no quería despertar al bebé. Hyoga se lo puso en los brazos y el mayor comenzó a mecerlo, era tan feliz ahora...

- Tengo que esforzarme si quiero dejar el cuerpo de baile algún día. - dijo el rubio con una enorme sonrisa.

- Milo dice que eres muy bueno. Nunca me imaginé que mi esposo supiera algo de ballet, se suponía que lo odiaba. - dijo Aioria mientras alimentaba al bebé.

- Él tiene demasiados secretos.

- No para mí, en realidad no me importa su pasado, lo que me importa es que en el presente y en el futuro, estaremos juntos, con nuestro hijo a nuestro lado. - la sonrisa de Aioria le pareció a Hyoga mucho más grande que de costumbre, realmente estaba disfrutando ser padre, no podía haber mayor dicha para él.

Todavía recordaba el rostro afligido de su tío cuando Milo había estado en peligro de perder al bebé. Había sufrido tanto...

- Baja a desayunar, Milo se pondrá furioso si te vas una vez más sin desayunar. - dijo Aioria mientras se dirigía al corredor.

Hyoga no le respondió, tenía la mente en otro lado, cerca de Camus, de un futuro prometedor.

Camus se presentó en la casa de los Cavafis, estaba nervioso, nunca iba a terminar de acostumbrarse a estar tan cerca de ellos, Aioria no lo veía muy bien desde que se acercara a Hyoga, no habían tenido oportunidad de hablar al respecto y eso le ponía tenso.

Llamó a la puerta, Aioria fue quien le abrió.

- Buenos días Camus. - dijo, no pudo evitar notar que la sonrisa de Aioria se había vuelto un tanto estrecha desde que se percatara de la naturaleza de su relación con Hyoga.

- Buenos días Aioria.

-Pasa, Milo está obligándolo a desayunar.

Entraron en la casa, Aioria se apresuró a tomar en sus brazos al pequeño de dorada e incipiente cabellera, era tan hermoso como Milo, se preguntó si acaso heredaría la sensibilidad artística de Milo o la habilidad atlética de Aioria.

- Es precioso... - dijo al mirarlo.

- Sí que lo es. - murmuró Hyoga llegando junto a él. - Muero por tener uno.

- También yo. - dijo sin pensar. Al escuchar aquello, Hyoga sonrió feliz.

- ¿De verdad?

- De verdad. - dijo mirándolo fijamente. La ilusión brilló en los ojos de ambos, sin embargo, Camus supo que debían esperar, Hyoga era aún muy joven y, pese a desearlo con todo su corazón, no quiso presionarlo, ya habría tiempo para tener a ese pequeño trocito de felicidad.

Se dirigieron al ensayo luego de que ambos tomaran un desayuno ligero. No hablaban pero ambos sonreían espléndidamente, a la espera de lo que vendría, y no se referían al estreno, ni siquiera al éxito que todos auguraban a la nueva puesta de la compañía Leduc, lo que ellos esperaban, era algo más terreno, algo mucho más dulce que el mayor de los éxitos: la felicidad.

Luego del arduo ensayo, se dirigieron a comer algo en el restaurante favorito de Hyoga, charlaban amenamente mientras esperaban a que la mesera volviese con lo que habían ordenado.

Sonreían, de muy buen ánimo, sin imaginarse lo que sucedería.

A los pocos minutos de que comenzaran a comer, un par de hombres ingresaban a ese restaurante, hablando de negocios.

- Verás, si se lo pones de esa manera estoy seguro de que no va a negarse, es una gran oferta Saga, ¿qué te parece si se lo proponemos esta misma semana?, sería una gran adquisición para el consorcio. - decía uno de ellos. Eran los hermanos Saga y Kanon Scouros. - ¿Saga? - dijo Kanon al notar que su gemelo no le atendía, siguió aquellos ojos hasta toparse con el objeto de tan detallada observación.

- De verdad que no tiene vergüenza... - susurró Saga.

- Deja eso, tenemos cosas más importantes que resolver ahora. - dijo Kanon avanzando un par de pasos, Saga lo detuvo bruscamente, obligándolo a frenar su andar.

- ¿Ya te diste cuenta de quien lo acompaña? - dijo Saga con seriedad.

- Sí... es un desgraciado... - susurró el menor de los gemelos con gesto enfadado.

- Deberíamos hacer algo. - dijo el mayor.

- Estoy contigo. - dijo el menor mirando fijamente hacia donde se encontraba la pareja. Los hermanos se movieron como un solo hombre, con gesto sereno pero furioso se aceraron hasta la mesa en la que Camus y Hyoga se encontraban comiendo. Apenas verlos, a ambos se les borró la sonrisa.

- Buenas tardes Hyoga. - dijo Saga, el joven rubio solo lo miró, no entendía bien el afán de los primos de su tío político por insistir en la culpabilidad de Camus acerca de todos esos sucesos que todos sabían habían sido fruto de un accidente. - Kanon, acompáñalo un momento mientras habló con Camus. - dijo Saga, Kanon simplemente se sentó a la mesa mientras Saga arrastraba a Camus a otra un tanto apartada.

- Descuida, Saga sería incapaz de hacer algo reprobable. - dijo Kanon mirándole fijamente. El menor de los gemelos siempre había representado un misterio para Hyoga, a diferencia del resto de la familia de Milo, con ese hombre nunca se podía estar seguro de lo que se proponía. - Me gustaría saber, ¿qué haces tú con él? - dijo el mayor clavando ese par de hermosos ojos verdes en los de Hyoga. El joven se sintió intimidado. - No voy a entrometerme, solo te diré que él no es precisamente el mejor partido para nadie, él sencillamente no te conviene. - fue todo lo que dijo. Hyoga se quedó callado, sin saber exactamente que decirle a ese hombre que a todas luces se había cerrado a toda opinión favorable acerca de Camus.

- Tú no lo conoces como yo... - murmuró Hyoga.

- Es cierto, lo conozco mejor que tú... - dijo el gemelo con algo parecido a una sonrisa. - Él nunca será bueno para ti niño. - dijo con dureza. - No tienes ni una idea de lo que ha sufrido Milo por él...

- Fue un accidente...

- Así que te lo dijo, me alegro, así no tendré que verme en la necesidad de ser yo quien te lo diga. - el menor de los gemelos le miró con dureza. - Ten cuidado con él, solo eso puedo decirte ya que te noto así de interesado en él. - el gemelo no dijo más, se limitó a vigilarle en tanto Saga y Camus hablaban.

- Comprenderás que esta no es una conversación amigable Camus. - dijo Saga mirando fijamente a su interlocutor.

- ¿Qué te propones Saga?

- Sacarte del camino, y no voy a reparar en los medios para hacerlo. - dijo endureciendo el gesto. - No voy a descansar hasta que salgas por completo de nuestras vidas, no debiste volver, debiste quedarte lejos, debiste aceptar que no eres más parte de nosotros.

- Saga... he sido tolerante porque sé que es el dolor lo que te hace hablar de esa manera, sin embargo, si me orillas a ello, sabré defender lo que quiero.

- No me hagas reír Camus. - dijo poniéndose de pie. - Estás advertido, lo que suceda en adelante, será responsabilidad tuya. - dijo, a una señal suya, Kanon abandonó la mesa que ocupaba junto a Hyoga, ambos salieron a prisa, sin detenerse por nada.

Camus volvió cabizbajo al lado de Hyoga, parecía que nunca dejarían que fueran felices.

- Tranquilízate, tarde o temprano van a entender que no tienen derecho a meterse así en nuestras vidas. - dijo Hyoga sosteniendo sus manos.

- Espero que no te aburras de esto... es decir, no cualquiera va a soportar a esos dos diciendo las cosas que dicen, vaya que son hirientes cuando se lo proponen.

- No tanto como para hacerme desistir de seguir a tu lado, soy muy terco, ¿sabes? Aioria dice que es uno de mis peores defectos, pero también una de mis cualidades. - Camus sonrió al escucharlo hablar de esa manera, se abrazaron, nadie dijo que iba a ser fácil.

Horas más tarde, Saga se encontraba de regreso a casa después del trabajo, estaba lloviendo, las potentes gotas de lluvia golpeaban sobre los cristales del enorme ventanal de la habitación que Saga Scouros compartía con su esposo. El rubio permanecía tendido en la cama observando a su esposo permanecer de pie al lado de la ventana apoyando la frente en la helada superficie del cristal.

- Saga, ¿qué sucede? - el mayor de los gemelos negó con la cabeza, Shaka no se conformó con esa respuesta - No intentes engañarme.

- No lo hago. - dijo Saga volviéndose - No quiero hablar.

- ¿Por qué?

- No me hagas caso y vamos a dormir.

- No, no quiero irme a la cama con esto, llevas días actuando de esa manera.

- ¿De qué manera?

- De esa manera en la que actúas cuando no quieres reconocer que tienes un problema.

- Ideas tuyas. Yo no tengo ningún problema. - Shaka se levantó de la cama y fue hasta su esposo.

- Sí continúas con esa actitud, no voy a poder darte las buenas noticias que me dieron esta mañana.

- ¿Qué buenas noticias?- preguntó Saga.

- Solo te lo diré si tú me dices que te sucede.

- A eso se le llama chantaje, ¿sabias?

- A eso se le llama negociar. - dijo Shaka con una sonrisa. - Dímelo.

- Bien... te lo diré, pero tienes que prometer que no vas a decirle a nadie.

- Saga...

- Esta bien, solo lo diré tu sabrás lo que haces... es mi padre.

- ¿Qué pasa con él?

- Esta enfermo. Parece ser el corazón, los médicos no se ponen de acuerdo. Él me ha pedido que no diga nada hasta que exista un diagnóstico definitivo. Pero me siento confundido, me siento demasiado agobiado llevando esto solo.

- Nadie espera que lo sobrelleves solo, somos dos en esto Saga. - dijo el rubio tomando una de las manos de su esposo entre las suyas.

- A veces no sé que sería de mi vida si tú no estuvieras en ella...

- De algo estoy seguro, te aburrirías bastante. - dijo Shaka abrazando a su marido. Los labios del mayor de los gemelos se posaron en los de su esposo, lo amaba tanto, aquel beso bastó para serenarle. -¿Sabes? He estado pensando en que deberías reconciliarte con Camus.

- Shaka, eso no esta a discusión, tú ya lo sabes.

- Por favor, Saga, han pasado ya cinco años y sigues culpándolo de algo que a todas luces fue un accidente.

- Shaka por los dioses, no quiero tocar ese tema ahora.

- Debes hacerlo, si Milo ha decidido olvidarse de eso, ¿por qué tú no puedes hacer lo mismo?

- Porque no... tú no viste en lo que le convirtió ese accidente, tú no lo escuchaste llorar cada noche porque lo había perdido todo...

- Camus no le provocó ese accidente.

- Pero tampoco le ayudó a recuperarse de él.

- No era su obligación.

- ¿Cómo puedes decirme esto?

- Saga, debes ser realista, él no es responsable de lo que le pasó a Milo, solo fue un accidente que se volvió más grande de lo que podían manejar, a veces no entiendo a tu familia...

- Lo sé... a veces pienso como tú, pero otras me pongo a pensar que si él no se hubiera ido dejando lo así las cosas hubieran sido distintas...

- ¿Qué quieres decir?

- Me di cuenta de que no lo veía como a un hermano... hablé con mi padre... estaba dispuesto a apoyar su matrimonio si Camus conseguía que Milo se olvidase de Afrodita, pero ocurrió el accidente y entonces... todo se desmoronó. -Shaka lo miró sorprendido, Saga nunca se había mostrado partidario de Camus, pero había llegado a convencer a su padre de aceptar un matrimonio entre él y Milo.

- Entonces Camus...

- Yo sabía que estaba enamorado de él, supe lo del matrimonio en secreto de Milo con ese sueco cretino... me callé porque sabía que ni mi padre ni el de Milo jamás lo aprobarían, preferí que Camus hiciera lo posible por separarlos... pero nunca me imaginé algo como lo que vendría...

- Dioses Saga, esto que me dices es serio...

- Lo sé... pero ahora ya no hay mucho que hacer.

- Solo hacernos a un lado y dejar que las heridas cierren. - dijo Shaka tomando su mano entre las suyas.

- No, no puedo dejar que él haga más daño, me falló Shaka, él me defraudó, creí que él era perfecto para Milo, pero lo dejó en el momento en el que más lo necesitaba.

- No es tu culpa... como tampoco es tu deber mantener a Milo a salvo de todo lo que le resulte amenazante.

- Lo sé, pero... no dejo de sentirme mal al respecto... si yo hubiera hecho algo...

- El hubiera no existe Saga.

- Me gustaría haber hecho más.

- Hiciste cuanto podías, no se te puede exigir más. Estuviste con Milo cuando estaba en rehabilitación, cuidaste de él en el hospital, no dejaste que se hundiera en el dolor, fuiste un gran apoyo para él.

- Pero no es lo mismo, si él hubiera estado a su lado, seguramente Milo se habría recuperado mucho más rápido.

- No puedes saberlo.

-Pero...

- Saga, tú no eres responsable de todo lo que sucede en tu familia, debes aprender a dejarlos vivir por su cuenta. - el mayor de los gemelos alzó el rostro para mirar a su marido, lejos de reprocharle, Shaka lo miraba con amor y comprensión. - Sé que no va a ser fácil para ti dejarlos, pero tienes que hacerlo. - el rubio le besó suavemente. - Además, vas a estar muy ocupado como para hacerles caso. - dijo el rubio con una suave sonrisa.

Saga alzó el rostro sin comprender, admiró esa dulce sonrisa y se preguntó que tenía entre manos su esposo.

- ¿Por qué lo dices?

- Porque estarás muy ocupado consintiéndome. - dijo Shaka. - Vas a ser padre amor. - aquella frase dejó estático a Saga, no podía creerlo. Por momentos pensó que había sido su imaginación. - El médico me lo confirmó esta mañana, llegará después de Navidad.

Saga no le respondió, simplemente le abrazó con fuerza, enterrando el rostro en la dorada cascada de cabellos de su esposo, estaba llorando de emoción. Besó repetidamente el rostro de su amado esposo y le abrazó con fuerza. No podía hablar, estaba demasiado emocionado como para decir algo, las palabras no eran suficientes para describir lo que sentía en esos momentos.

- Di algo cariño. - dijo Shaka sonriendo.

- Soy feliz... - susurró Saga. Esas dos palabras resumían el estado en el que se encontraba a raíz de esa noticia.



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