-¡Shiryu ¿Tienes algo?!- grito Ikki mientras corrían directo a la casa de Hyoga, pues allí fue donde los dejaron al marcharse en busca de los videntes Antares y Acuario. –Aun nada- Shiryu trataba de recibir una visión sobre el paradero de sus amigos, a pesar de ser uno de los mejores dragones videntes del bosque Equiem no era capaz de controlar sus visiones, podían pasar años sin recibir ninguna así como podía tener un millón de visiones en una semana.
Habían pasado la montaña donde Ikki vivía, faltaba un tramo más para poder llegar al hogar de Hyoga, tuvieron suerte de que el espíritu del bosque Dohko utilizara el mismo método con la caracola que utilizo para llevarlos con los videntes en unos minutos para traerlos de regreso al bosque de Equiem. Shiryu se detuvo de golpe pues la aclamada visión que tanto deseaban había llegado.
El dragón blanco cayó al suelo, arrastrando una leve distancia, Ikki giro de inmediato al escuchar el raspar de la tierra con el pecho de su compañero, sin embargo no dijo nada, Shiryu levanto su rostro mareado –Se dónde están…- dijo intentando levantarse –Pues no te hagas del rogar, dilo- Shiryu sacudió rápidamente sus ropas –En el mismo lugar donde fuimos prisioneros- ambos comenzaron a correr en esa dirección, no había tiempo, si es que la visión de los videntes era certera Esmeralda les asesinaría.
Mientras tanto Seiya y Shun estaban colgados en las paredes de las grutas, amordazados y prácticamente esperaban la orden de Saori para ser ejecutados como presas de casería. –No quiero matarlos…- dijo Esmeralda a su hermana Saori, ambas hermanas se encontraban en su dulce hogar en el pueblo, su hermana tomaba elegantemente una taza de té de hierbas, dejo la taza frágilmente en un plato pequeño para después mirar y sonreír a su hermana. -¿Disculpa?-
Esmeralda sabía que Saori la entendía perfectamente y que esa actitud pasiva y educada no era más que una fachada que utilizaba únicamente en el pueblo de los humanos –Lo que has oído… no pienso matarlos, no nos han hecho nada, esto solo es un capricho tuyo… nos fuimos de Italia porque tú estabas enloqueciendo con el asunto del neófito, matabas no por necesidad si no por placer, ¡Por tú culpa nos fuimos de casa y terminamos aquí!- Saori seguía bebiendo su té como si estuviese escuchando quejas absurdas de un bebé sin fundamentos o argumentos válidos, pues para ella todos podían equivocarse excepto ella.
Saori suspiro –Escucha… agradece que estoy bastante complacida con que hayan traído a esas abominaciones sin problema alguno como lo pedí- la peli lila nuevamente dejo la taza reposando sobre el fino plato de porcelana con bordes plateados y de repente salto sobre su hermana acorralándola contra la pared vieja de madera mal pintada. La miro con ojos de rabia y con desquicio –Porque si no estarías siendo mutilada parte por parte por tus comentarios innecesarios- esmeralda se asustó, era claro que ella era superior en muchos aspectos –Eres un monstro… no tienes compasión por la vida, ni siquiera por tu hermana menor que deberías proteger y cuidar- su voz temblaba pero sabía que llevaba la razón.
Saori bufo, se alejó de su hermana y la miro con burla –Oh quería… ve a decirle eso a quien le importe tu podrida opinión- y después se retiraba de la habitación diciendo –Que lastima, has arruinado mi té, espero que estés contenta- para después de tanto montaje saliera de la habitación. Esmeralda se dejó caer, hace mucho las piernas no le respondían como quería, además de que sentía que la fuerza se alejaba poco a poco de su cuerpo, ¿así se sentía su poder cuando lo usaba en sus víctimas? Se decía mentalmente, unas cuantas lagrimas salieron de sus bellos ojos, realmente no quería matarlo, realmente no quería seguir más ordenes absurdas y sin sentido de su desquiciada hermana.
Nadie la entendía, o eso creía –Fuiste muy valiente, estoy orgullosa de ti- dijo Marin la mayor de las hermanas Kido quien entraba a la cocina y caminaba en dirección a Esmeralda aun en el suelo, la menor le miro con los ojos vacíos, la pelirroja se agacho hasta quedar a la altura de Esmeralda y después acaricio su mejilla con delicadeza –Tienes razón… ella está equivocada, ha perdido la compasión por la vida, esta podrida por dentro desde que Hyoga golpeo a su ego, sin embargo no es muy coherente jugar con sus ideas de grandeza, debes tener cuidado con Saori, es un perro que ladra y muerde.
-Marin… no quiero herir a nadie solo por capricho… de verdad no quiero, Saori está loca, de verdad a perdido el juicio, su ego a nublado su mente y su corazón, ella solo quiere venganza y ver correr sangre que es innecesaria…- dijo Esmeralda acurrucándose en su pecho –Llevas razón, aun así sabes que no estará contenta hasta haber asesinado a Hyoga o haberlo hecho pasar la mayor de las torturas- dijo Marin mientras la consolaba con un abrazo maternal
-Hermana… ¿tú me amas?- pregunto la pequeña –Con toda mi vida- respondió sin dudarlo, pero sin reflejar sentimiento alguno -¿Me perdonarías si yo… fuera en contra de Saori?- pregunto temerosa mientras tomaba sus manos –Esmeralda… si tú haces algo en contra de nuestra hermana, ten presente que no podrás volver a esta casa o te asesinara- dijo seriamente -¡Responde!- exigió la menor, Marin le miro preocupada –No tendrías mi perdón porque no hay nada que perdonar, confió en eso- y después la mayor ayudo a su hermana a levantarse y se fue no sin antes darle un pequeño beso en su mejilla.
La rubia de inmediato salió corriendo de la casa, lo sabía, sabía que ella no estaba mal, su hermana estaba viendo las cosas desde el punto del odio y la venganza, ella no debía verlo desde los mismos ojos, su corazón era noble y puro, jamás haría daño a los amigos de Hyoga y mucho menos al amor de su vida, ella no sería como su hermana, ella sería mejor que esto.
Corrió por las calles del pequeño pueblo hasta llegar a la entrada del bosque de Equiem, claro que algunos hombres interesados en cortejarla la detuvieron del brazo en su apresurada carrera –Señorita Kido… es peligroso que entre a ese lugar- dijo uno de los jóvenes –No se preocupe, estaré bien, no iré lejos- explico la rubia con una sonrisa cautivadora, el joven quedo prendado de tan radiante sonrisa –E-estaré cerca… por si me necesita, solo grite- dijo apenado mientras soltaba el brazo de la señorita
-¡Muchas gracias!- y la menor se fue corriendo, rápidamente llego a las grutas donde estaban las criaturas prisioneras, tomo un cuchillo para liberarlos del amarre y de prisa se dirigió con ellos.
-No… por favor no…- dijo Shun asustado al ver entrar a la chica con un arma en mano, Esmeralda rápidamente tomo su mejilla –No vine a hacerles daño…- dijo la menor, Shun y Seiya se miraron asustados –Mi hermana está mal… el odio y el rencor la han segado… no deseo ser parte de esto, de verdad no lo deseo-
-¿Entonces que deseas?- pregunto Shun –Quiero liberarlos pero con una condición…- dijo la rubia -¿Y cuál es esa condición?- dijo desconfiado Seiya –llévenme con ustedes- pidió -¡Ni hablar! ¿¡Como sé que no utilizas la misma artimaña que utilizaste con Shiryu e Ikki?!- grito el castaño -¡¿Cómo sé que una vez estés con nosotros no avisaras a tu desquiciada hermana de nuestro escondite?!- dijo una vez más Seiya
-No podrá si no puede hablar- dijo una voz tras de ellos, era Ikki con molestia en sus ojos, tomo a Esmeralda por la cintura y la giro bruscamente haciendo que el cuchillo que llevaba en manos callera al suelo, resonando en las paredes rocosas de las grutas -¡No por favor!-