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Suffering and grief por Kitana

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Estaba oscureciendo, sentados en un cómodo sillón al fondo de un café, dos hombres conversaban en voz baja.

 

- ¿Sabes? En momentos como este de verdad pienso que el mundo esta contra mi. - dijo

Camus mientras endulzaba su café.

- Lo sé, pero vale la pena pelear esta vez, ¿no es cierto? - respondió Shura al verle tan abatido.

- Estoy cierto de que vale la pena, sin embargo... es duro... nunca me había sentido tan inseguro en toda mi vida, ¿me entiendes? - dijo Camus sin cambiar su gesto angustiado.

- Debes estarlo como para hacerme venir desde París.

- Necesitaba hablar con alguien, y aquí, no tengo a nadie más que a él, y sabes que no puedo decirle nada semejante.

- ¿Por qué? No es un niño, entenderá que la vida no es un cuento de hadas.

- Sí, pero no quiero mostrarle que me siento asustado.

- Es condenadamente normal asustarse cuando todo esta contra ti, y por lo que me dices, esos primos tuyos no son precisamente caballerosos a la hora de imponer sus ideas.

- Son terribles cuando se lo proponen, y por lo que he podido ver... esta vez están en pie de guerra...

- ¿Y si hablaras con ellos de forma madura y civilizada? - Camus esbozó una sonrisa.

- Es imposible, ¿qué crees que he intentado hacer todo este tiempo? ambos son tan cabeza dura... especialmente Kanon...

- Dioses, pues la tienes difícil.

- No tienes ni que decírmelo. Si quiero convencer a Saga de dejar de meterse en mi vida, primero tengo que convencer a Kanon, Kanon es la puerta para llegar a Saga y creo que va a ser verdaderamente imposible hacer que ese infeliz acepte que esta equivocado conmigo. Es demasiado necio. - Shura se echó a reír al ver a su amigo tan molesto, Camus pocas veces mostraba sus emociones.

- Al menos deberías intentar, ¿qué puedes perder? - Camus lo miró pensativo, tal vez no era tan mala idea.

- Es cierto... no tengo nada que perder, y lo peor que podría pasarme es que insista en querer golpearme. - dijo casi sin pensar.

- ¿Golpearte? ¡Dioses! ¿Qué clase de familia es la tuya?

- Una que a veces parece de criminales... - susurró Camus antes de beber un poco de café. La idea parecía verdaderamente buena, ¿qué podía perder hablando con Kanon? Tal vez solo tiempo. Aún así, debía ser cuidadoso, muy cuidadoso, Kanon era verdaderamente rastrero cuando se proponía algo.

 

De vuelta en su departamento, se detuvo a analizar la idea, no era descabellada, tal vez y solo tal vez, los años habían hecho madurar a Kanon lo suficiente como para que le entendiera y optase por mantenerse al margen.

 

Pensó en llamarle, sin embargo, la idea de que ponerle sobre aviso no era lo más recomendable le impulsó a hacer algo más. salió de su departamento y se dirigió a las oficinas de los gemelos, estaba seguro de que no habían cambiado de ubicación, esos dos eran seres de arraigados hábitos.

 

Estaba nervioso, cuando las puertas del elevador se abrieron y tuvo que salir, se encontró con que sus manos sudaban. Nunca se había sentido así, nunca antes, ni siquiera aquella tarde en que Saga le llamara para hablar acerca de Milo...

 

La oficina había cambiado, no podía esperar menos. Ya no era el estilo frío e impersonal que tuviera años atrás, ahora se respiraba un aire de sofisticación que le dio una grata impresión. Preguntó  acerca de la oficina de Kanon y le indicaron hacia donde ir. Se  encaminó hacia allá, repasando mentalmente el discurso que tenía para ofrecerle ahora que quería hacer las paces en definitiva con toda la familia.

 

La secretaria le informó que Kanon estaba fuera, pero que volvería en no más de diez minutos. Decidió esperarle.

 

Los minutos se le hicieron eternos, demasiado lentos como para ser solo cinco minutos los que su primo había tardado.

 

Lo vio venir, vestido de traje, como siempre, caminaba a prisa, su rostro mostraba un gesto desencajado, un gesto que sencillamente no era el habitual en él, Kanon era todo seguridad, todo porte y dignidad.

 

- Kanon... - dijo al ver que el gemelo ni siquiera lo miraba.

- Ahora no Camus, ahora no. - dijo en un tono de voz que traslucía derrota. Camus no se amilanó, se puso en pie y le siguió. Kanon ni siquiera lo notó hasta que ambos se encontraron en el interior de la oficina. Camus cerró la puerta tras de si. - Largo de aquí Camus, de  momento no puedo atenderte como te mereces. - dijo el mayor con voz ronca. Camus pudo notar el dolor en él.

- ¿Te encuentras bien? - Kanon lo miró como si hubiera dicho algo verdaderamente inconcebible.

- ¿Te importa?

- Lo suficiente como para preguntar. - Kanon esbozó una sonrisa burlona.

- No quiero hablar con  nadie, mucho menos contigo, ¿entiendes?

- Tenemos que aclarar las cosas Kanon, y si me voy ahora, no tendré otra oportunidad. Pero ante de decirte  a que vine, deberías calmarte.

- No puedo. Será mejor que te vayas y me dejes solo, esa es tu especialidad... - le soltó el mayor con toda la amargura de que era capaz.

- ¿Qué te sucede? - preguntó Camus verdaderamente extrañado. Kanon era un hombre terriblemente cerebral y analítico, alguien incapaz de mostrarse como lo hacía en ese momento. No lo pensó, simplemente se acercó a él, cuando Kanon alzó el rostro se dio cuenta de que estaba llorando.

- Sólo vete...

- ¿Qué pasó?

- Mi padre esta muerto... - bajó nuevamente el rostro permitiendo que los largos cabellos le cubrieran el rostro. - Le dio un infarto... y no pudimos hacer nada por él... Saga quiere que me encargue de los arreglos... y sencillamente no puedo hacerlo... no puedo pensar... estoy tan mal que estoy contándote esto a ti y no a mi esposo, como era la idea...  ¡dioses! ¡ni siquiera recuerdo el número telefónico de mi casa! - dijo entre sollozos. Camus no sabía que hacer o que decir, no pudo evitar recordar el día en que su padre murió, ni cuando su madre muriera. Posó sus manos en los hombros de Kanon y le habló.

- Sé cuanto querías a tu padre, sé todo lo que hiciste para ser el hijo que él  quería que fueras, piensa que, a su modo, él te amó, tanto como a Saga. - le dijo, una de las manos de Kanon fue a posarse en una de las suyas, por un momento pensó que el gemelo le apartaría, pero, contrario a sus expectativas, Kanon simplemente apretó su mano mientras los sollozos desgarraban su ser.

- No puedo creer que este muerto... no él, ¿sabes lo que le dije? ¡Le dije que se estaba haciendo viejo y que debía dejarnos a mi ya Saga hacernos cargo del corporativo! ¡Fue lo último que le dije! ¿Por qué tenía que decirle esa idiotez? Ni siquiera sabía que estaba enfermo....

- No es tu culpa... a veces uno dice cosas de las que después se arrepiente...

- Lo amaba... a pesar de todo... ¡de verdad lo amaba! - Kanon alzó el rostro buscando en Camus las respuestas a aquello que desconocía, a aquello que ni siquiera podía decirle con palabras...

- Lo sé... y estoy seguro de que él lo sabía.

- Pero nunca se lo dije... nunca...

- Tal vez aún te escuche...

- Yo no creo en eso, Camus, tú lo sabes, quizá seas la persona que más me conoce, ni siquiera Saga me conoce tan bien como tú, ni siquiera Radamanthys me conoce como tú... sé que él me ama, pero... no dejo de pensar si de verdad ama lo que soy o si solo ama lo que aparento ser...

- Seguro el vio más allá de lo que pareces, de otro modo, no me explico como es que sigue casado contigo. - Kanon sonrió ligeramente.

- No tengo idea de porque haces esto, pero... gracias.

- Vete a casa, descansa, yo me hago cargo.

- Pero.... Saga...

- Saga entenderá que estas muy afectado. Y si no, yo se lo explicaré.

- Gracias... no sé si merezco esto, pero gracias.

- Tranquilo, te debo muchas, ¿sabes?

- Más de las que te imaginas. - dijo Kanon sonriendo con tristeza. - Creo que tomaré un taxi.

- Sería lo más prudente.- le aconsejó Camus con una suave sonrisa.

 

Cuando se quedó solo, tomó la agenda personal de Kanon y llamó inmediatamente al abogado de la familia para informarle de lo sucedido, luego se encargó de llamar a la funeraria, al resto de la familia, quería que todo fuera como Saga esperaba que fuera, Kanon necesitaba descansar, y el encargarse de todos esos preparativos era sencillamente impensable para alguien en tal estado.

 

Finalmente llamó a la casa de los Cavafis, tuvo suerte, Hyoga fue quien respondió la llamada.

- ¿Camus? Hola, creí que nos veríamos hasta mañana, dijiste que tenías que atender a tu amigo. - dijo Hyoga un tanto sorprendido.

- Sucedió algo, el padre de los gemelos falleció. Necesito hablar con Aioria o con Milo, ¿alguno de ellos esta ahí?

-- No, salieron a comer, me quedé a cargo de Aioros. Dioses, ¡tenemos que avisarles!

- Lo sé, y aún no puedo localizar a Ángelo.

- Llamaré a mi tío, ¿quieres que vaya contigo?

-No, lo mejor es que te quedes ahí, seguramente van a necesitar  de un sitio en el que se queden los niños durante el funeral, ¿crees que podrías coordinar eso? Espero que a Aioria no le moleste que usemos su casa.

-No creo que eso le disguste, y por supuesto que no me molesta hacerme cargo.¿podrías llamarme después? Estoy preocupado.

- Yo también, te amo.

- También te amo.- dijo el más joven antes de colgar. Se sintió confortado al escucharle. Se sintió con nuevas fuerzas para continuar, por el momento, sus asuntos tendrían que esperar.

 

Horas más tarde, todo estaba listo, y él agotado. Había tomado más tiempo y esfuerzo del que había podido imaginar. se preguntó como era posible que los gemelos se hicieran cargo de ese tipo de cosas con tanta facilidad.  Había tenido que llamar a más de una veintena de personas, se había movilizado a toda la familia en menos de dos horas, era increíble lo que podía pasar con una simple llamada telefónica.

 

Después de muchos intentos fallidos había podido localizar a Mu, el tibetano le aseguró que él se encargaría de darle la noticia a Ángelo.

 

Era el momento de salir de ahí, no quería encontrarse con Saga, aún no era el momento.

 

Volvió a su departamento sintiéndose melancólico. No había podido evitar recordar los viejos tiempos, aquellas tardes de literatura que solía compartir secretamente con Kanon. El menor de los gemelos había sido parte importante de su vida, de su adolescencia, de su primera juventud. ¿Cómo se había permitido perder todo aquello?

 

Se arrepentía, ¡vaya que lo hacía! Kanon había sido el confidente en quien vertiera todas y cada una de sus ilusiones, de sus preocupaciones, le era más cercano aún que Ángelo... y lo había terminado perdiendo al igual que al resto de la familia, sin embargo, aún estaba a tiempo de recuperarlo. O al menos, eso era lo que quería creer, Kanon era verdaderamente duro.

 

En la casa de los Cavafis, Hyoga esperaba con impaciencia a que sus tíos volvieran a casa, estaba nervioso, había notado a Camus verdaderamente afectado, necesitaba verlo. A pesar de lo que Aioria pudiera opinar, él lo amaba, no concebía que alguien intentara separarles, no iba a permitirlo de ser el caso, así tuviera que enfrentar a Aioria, permanecería al lado del francés y pelearía hasta donde fuera necesario.

 

Había tenido una ríspida conversación con Aioria respecto a su relación con Camus, Aioria por el momento no parecía completamente hostil... pero la mirada en los verdes ojos de su tío le indicó que no iba a ser nada fácil seguir adelante. Milo no se había mostrado opuesto a su relación en ningún momento, pero tampoco la había apoyado, empezaba a sentir que de verdad estaban solos contra el mundo, y eso no le gustaba, no estaba acostumbrado a que las personas a las que sentía más cerca de su corazón le obstaculizaran de esa manera.

 

De sus labios brotó un suspiro al recordar el rostro de Camus, siempre le había parecido verdaderamente apuesto, y a veces, no se creía que él de verdad le amaba, que estaban juntos, que cada día le amaba más...

 

--- ¿Hyoga? --- dijo alguien abriendo la puerta. Era Aioria.

--- Hola, tío.  --- dijo el más joven con una suave sonrisa en los labios.

--- ¿Podrías bajar un momento? Milo necesita compañía.

--- De acuerdo. --- dijo el joven rubio y se puso de pie.

--- Espera... quisiera hablar contigo acerca de Camus.

--- Espero que no te disguste, pero si vas a insistir con ese asunto de que debo dejarlo, preferiría no hablar. --- comentó el joven sin detenerse.

--- Él no es para ti... lo sabes. Seguramente ve en ti lo que no tuvo con Milo.

--- ¡Por los dioses! ¿Cómo me dices eso? ¿Acaso no soy lo suficientemente valioso como para que alguien se interese sinceramente por mí? --- preguntó el chico bastante dolido.

--- No, no es eso, ¡por supuesto que eres valioso! Y es precisamente por eso que me niego a que estés cerca de ese hombre. Piénsalo bien Hyoga, ¡es mucho mayor que tú! Dioses, ¡incluso es mayor que yo!

--- ¿Es eso lo que te molesta? --- Aioria guardó silencio.

--- ¿Qué va a pasar cuando él este más y más viejo? Hyoga, ahora no te parece malo, pero llegará el momento en el que te des cuenta de que la edad pesa, ustedes dos están en etapas completamente distintas de la vida, tú comienzas algo que él ya ha terminado, ¿crees que no es gran diferencia? ¡Pues lo es! ¿De que hablarán? ¿Sólo de ballet? No creo que puedas fundar un matrimonio en algo semejante. Un interés en común no hace una vida.

--- Te equivocas... --- dijo Hyoga con los ojos llorosos, no podía creer que ese hombre que siempre había intentado hacerle feliz fuera ahora el mayor obstáculo para esa felicidad.

--- El tiempo lo dirá... --- Hyoga no quiso escuchar más. Salió de la habitación para reunirse con Milo.

 

Bajo la escalera y se encontró a su tío político sentado junto a la ventana, ensimismado, parecía verdaderamente preocupado.

 

--- ¿Te encuentras bien? --- le preguntó luchando por no demostrar lo mal que se sentía.

--- Sí... eso creo. --- dijo Milo sin mirarlo. --- Las cosas van a cambiar mucho en mi familia, ¿sabes?

--- Lo imaginó, el padre de los gemelos era la cabeza de la familia.

--- Y ahora la familia va a dividirse... es lo más seguro. No todos apoyan a Saga, la mayoría cree que Ángelo es la mejor opción, pero eso no va a suceder y habrá problemas, muchos problemas.

--- No entiendo, ¿por qué es tan importante que haya una cabeza de la familia?

--- Los Scouros somos demasiados. - dijo Milo divertido --- Necesitamos a alguien que dicte las reglas para el resto, solo así podemos convivir medianamente bien, aunque tal vez yo no debería preocuparme tanto, ahora sólo soy un Scouros a medias, no soy cabeza de ninguna familia, así que, bueno, no importa.

--- ¿Por qué te preocupa tanto eso?

--- Por ti... si yo tuviera algún peso  en la familia podría hacer que el nuevo cabeza de familia aceptara de nuevo a Camus, así los gemelos dejarían de entrometerse y tú y mi primo podrían ser libres de estar juntos, me temo que la mayoría de las objeciones de Aioria a tu relación con él son mi culpa, mía y de mi familia. --- dijo el mayor bajando el rostro.

--- No es tu culpa, las cosas que pasaron, simplemente pasaron sin que nadie fuera responsable, en todo caso, tú has hecho lo que podías...

--- Tal vez debería hacer más... tal vez debería hablar con Saga... pero no ahora, me sentiría horrible al orillarle a hablar de algo como esto ahora que su padre ha muerto.

---- Creo que a pesar de todo, tú también lo apreciabas.

--- Más que eso... lo amaba. Anaximandro era el héroe de la familia, ¿sabes? Algún día te lo contaré todo, después de todo, vas a ser parte de la familia y tendrás que saberlo todo. --- dijo poniéndose de pie.

--- ¿Necesitas ayuda?

--- No, descuida, estoy bien, no del todo, pero aún puedo  funcionar. --- dijo alejándose.

 

Hyoga se sentía terriblemente solo en medio de todo aquello. Sabía bien que de desearlo, Saga iba a impedir por todos los medios que se uniera a Camus, el haber hablado con Aioria era simplemente el principio de lo que se antojaba interminable y doloroso. Saga era el más testarudo de los hombres, el más duro al imponer lo que quería... y simplemente tenía miedo de no poder oponerse a aquella fuerza de la naturaleza que podía llegar a ser el elegante primo de su pareja. Saga estaba decidido a hacer que la vida de Camus fuera miserable, y al parecer, nada ni nadie se lo impediría.

 

Hyoga no asistió al funeral de Anaximandro, no se sentía bien esa mañana y sus tíos estuvieron de acuerdo en que era mejor que permaneciera en casa.

 

Las horas le resultaron verdaderamente interminables. Había llamado a Shun para que le hiciera compañía, pero su amigo se encontraba muy ocupado por esos días. Hyoga no se explicaba como exactamente había sucedido, sin embargo, su amigo había terminado siendo novio de un viejo compañero de escuela y para esas fechas estaban a punto de casarse, todo había sido muy repentino, sin embargo, Shun era feliz y eso era todo lo que él necesitaba saber.

 

No podía dejar de pensar en lo que Kanon dijera sobre su relación con Camus, ¿y si de verdad él no era más que el reflejo de lo que Camus había sentido por Milo? ¿Qué pasaría si su novio en realidad seguía enamorado de su tío político? No iba a soportarlo, sabía que en el fondo de su corazón, esta vez no lograría reunir la fuerza necesaria para poder librarse del dolor y seguir adelante. Esta vez no habría ilusión que pudiera liberarlo del dolor de perder a lo que más amaba en todo el mundo.

 

Se llevó las manos a los labios ahogando la sensación de nauseas que le acometía desde hacía unas semanas pero que había ignorado deliberadamente. No quería pensar, no quería que las cosas volvieran a repetirse, ¿qué pasaría sí...? No, no era posible, ¿o sí? Había sido cuidadoso, cuidadoso al extremo... las posibilidades eran, cuando menos, escasas. Habría querido hablar con Camus al respecto, o cuando menos con Shun, pero su amigo estaba demasiado ocupado y su novio tenía la cabeza en otra parte. No podía hablarlo con Milo sin el riesgo fundado de que él se lo dijera a Aioria, y si Aioria se enteraba, sencillamente podía darlo todo por perdido.

 

¿Qué podía hacer? ¿Qué podía pensar en un momento semejante...?

 

Lo único cuerdo que le quedaba era confirmarlo o desvanecer la posibilidad, una vez que estuviera seguro, podría decidir que hacer, sin embargo, no podía dejar de sentirse desválido, ¿qué pasaría si de verdad Camus veía en él la sombra de Milo?

 

No quería ni imaginarlo, porque el solo pensarlo lo mataba de dolor.


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