Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Luna de Otoño por AniBecker

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 

Capítulo VIII: Al borde del abismo

—¡Papi mira! Ya he hecho los deberes.

—¿Los has hecho tú o te los ha hecho Taisei?

—Los ha hecho él solito tío Shintarou, te lo prometo —aclaró el pelirrojo poniendo su mano sobre la cabeza de Takumi—. Este crío es un genio. 

—¡Así me gusta, hay que ser diligente y responsable! —dijo Midorima ajustándose sus gafas—. Ahora, recoge todo, a cenar y a dormir.

—Vale. ¡Nos vemos Tai-chan, gracias!

—De nada coleguilla, chócala —sonrió, mientras le chocaba los cinco al niño que, después, recogió sus cosas y salió de la cocina —. ¿Dónde está Daiki-san?

—Esta noche se quedará a dormir aquí. Queremos seguir hablando de los viejos tiempos— mintió—, Kazunari le ha llevado a instalarse, así que yo te acercaré a casa.   

—Está bien.

..

Aomine se había sentado en el suelo con la cara escondida sobre sus rodillas. 

—Iba a tener un hijo mío... ¡un hijo! ¡Kise iba a darme un hijo! ¿Por qué no me lo contó? ¿por qué? Lo llamé miles de veces, traté de saber de él sin éxito... aunque no quisiera volver a saber nada de mí, al menos merecía saber lo del niño ¡Maldita seas! ¡Te odio!

De nuevo, volvió a recordar aquel día, sus lágrimas. Las palabras del rubio tenían ahora un nuevo significado para él. Por fin entendía que le quiso decir con aquello de que había destruido su mundo y, de nuevo, la imagen de él volvió a torturarle, estaba clavada en su corazón y seguía atormentándole, aunque ahora no lo veía del mismo modo.

Durante años, se había sentido culpable por lo que había hecho y, a la vez, lo odiaba por no haber querido escucharle, por no haberle permitido recuperarlo. Después, entendió que su odio se debía a que se sentía frustrado porque, a pesar de amarlo con todas sus fuerzas, era consciente de que no volvería a ser suyo jamás y ahora... Ahora sentía un profundo rencor. Él le había hecho daño, pero Kise se lo había devuelto con creces. 

—¡Maldición! ¿Por qué? ¿Por qué? —gritó lleno de rabia mientras daba un puñetazo en el suelo.

 ..

Midorima llegó a casa de los Kagami alrededor de las once de la noche. Aparcó su coche y acompañó a Taisei hasta la puerta.

—No olvides ponerte hielo y tomar la medicación. 

—¡Prometido! —dijo el chico mientras llamaba al timbre.

Al oír que llamaban a la puerta, Ryouta fue corriendo a abrir. 

—¡Mi niño, qué alegría que estés bien! —se abalanzó sobre su hijo mientras le abrazaba y besaba.

—Ya, mamá, tampoco me fui tan lejos, y además, estoy bien —el rubio lo soltó, y se fijó que estaba el peli verde junto a él. 

—Hola, Midorimacchi. Pero ¿y Aomine? 

—Se ha quedado en casa —intervino Taisei—, quieren recordar su época de Teiko y preparatoria, así que iba para largo... ¿Y papá?

—Está arriba.

—Vale, pues voy a subir a verle. Nos vemos en la boda tío Shintarou, gracias por todo. 

—De nada. Saluda a tu padre de mi parte nuevamente. Y dile a mis hijos de paso que se vengan conmigo ya.

—¡Lo haré! —se oyó decir al pelirrojo mientras subía las escaleras. Poco después, sus gemelos bajaron, despidiéndose del rubio y subiendo al auto.

Una vez se quedaron a solas, Kise decidió pedirle explicaciones al doctor.  

—¿Cómo es que Aomine no ha vuelto? Claro, el señor se echa sus cuentas sin pensar en los demás.... Daisuke y Daichi-kun le estuvieron estado esperando para volver a casa, aunque claro... ¿Qué te vas a esperar de alguien que no tiene ninguna consideración?

—¡Ya basta! —lo cortó—. Aomine no estaba en condiciones de conducir. Ha recibido una noticia bastante desagradable.

—¿No le habrás...? —se temió lo peor Ryouta.   

—Lo siento, pero creía que tenía que saberlo. Además, él nos pidió a Kazunari y a mí que le contásemos todo lo que pudiera ayudarle a entender lo que ocurrió para estar preparado cuando llegue el momento de enfrentarse a ti.

—¡No tenías derecho! ¡Esto no es cosa tuya! —le gritó enojado.

—¿No? Pues cualquiera lo diría. Toda esta historia es entre Aomine y tú, es cierto, pero ha acabado salpicando a demasiadas personas. Déjame preguntarte algo, ¿se lo habrías dicho?

—Yo...

—Te guardabas ese as en la manga para hacerle daño si era necesario ¿verdad?  

Midorima estaba en lo cierto. El rubio ya no le guardaba rencor al moreno por haberlo engañado con una mujer, le odiaba porque le culpaba de haber perdido a su bebé. Quería hablar con él, dejar zanjado el tema de una vez, pero quería haber puesto el punto final humillándole tanto o más de lo que él le había humillado.

—Sí, es así. Quería que se sintiera miserable, que sufriera, yo...

—¿Te estás oyendo? Kise, esto está llegando demasiado lejos. Los dos tenéis demasiadas heridas abiertas, y ya va siendo hora de ponerle fin a esto, por vuestro bien y por el bien de todos los que hemos acabado involucrados en esta historia.

—Lo sé. A mí tampoco me gusta sentirme así... no me gusta la clase de persona en la que me convierto cuando pienso en Aomine yo... ¡yo sólo quiero que esto termine Midorimacchi!

—Pues no esperes más. Habla con él, ¿lo harás?  

—Siempre tuve intención de hacerlo, y el momento no puede retrasarse más. Hablaré con él después de la boda.

—Me parece bien. Nos vemos el sábado — dijo el de lentes, y se marchó. 

El rubio entró en la casa y fue a avisar a Daisuke y Daichi de que su padre se quedaría a pasar la noche en casa de Midorima y Takao, así que tío y sobrino se prepararon para marcharse a casa.   

La pareja de enamorados, estaban protagonizando una escena de despedida de lo más tierna. 

—Ryoko...

—Daisuke...

-Sí, sí, sí... —dijo Daichi—… Ya tendréis tiempo de eso tortolitos, tenéis toda la vida por delante ¡Nos vamos Romeo! —y, tirando del peli azul, salió de la casa. 

De vuelta a su casa, Midorima fue a interesarse por el estado de Aomine.

—Kazunari, ¿cómo está?

—Le he dejado a solas, creo que es lo mejor —respondió, mientras saludaba a sus hijos recién llegados.

—¿Quién? —preguntó con curiosidad Michuru. 

—Aomine, se encontraba mal para volver a su casa, así que se quedará aquí, no lo molestéis, ¿de acuerdo?

—¿Qué le pasa? —cuestionó ahora Satoshi.

—Nada, está algo indispuesto venga a dormir.

—Está bien, hasta mañana —una vez los gemelos subieron a su habitación, el peli verde volvió a hablar.

—No podemos obligarle a hablar ni pedirle que se desahogue con nosotros, es algo que tiene que salir de él. Seguro que mañana verá las cosas de otra manera. ¿Nos vamos a dormir?

—Sí, ha sido un día muy largo.   

..

En casa de los Kagami, Taisei y Ryoko ya se habían acostado y Ryouta y Taiga también estaban preparándose para ir a dormir.

—Alain ha traído a Taisei ¿verdad? ¿Ha pasado algo?

—Que le ha contado todo a Aomine —suspiró.

—Era de esperar... sabes que siempre creyó que Aomine tenía derecho a saberlo. Escucha Ryouta, creo que ya va siendo hora de ponerle punto y final a esta historia.

—Lo sé, y así será. Hablaré con él después de la boda.

—Así me gusta, que todo esto termine por fin. Vayamos a dormir, fue un día muy largo —el rubio sonrió y ambos apagaron la luz de su mesita de noche y se durmieron. 

..

Hacía ya mucho rato que Daiki no escuchaba ningún ruido.

—Seguro que se han acostado ya —pensó—. Ojalá yo también pudiera dormir.

Se levantó y miró a su alrededor. Debía de ser ya muy tarde porque todo estaba muy oscuro.

—Lo siento por Midorima y Takao, se han portado muy bien conmigo.

Muy despacio, salió de la habitación y, procurando no hacer ningún ruido, fue acercándose a la entrada de la casa. El peli verde había dejado su llave sobre el mueble del aparador, así que no tuvo problemas para abrir la puerta. Con mucho cuidado, dejó la llave de nuevo donde estaba y salió sin hacerse notar y se dirigió hacia su coche.

Arrancó y empezó a conducir sin rumbo. En su cabeza sólo estaba Kise. No alcanzaba a comprender cómo había podido hacerle algo así. Sentía una profunda ira, una profunda rabia y un profundo dolor.

—Él, siempre él... Siempre me hace sentir así... Como un estúpido, como un idiota... Pero no, tengo que tranquilizarme, no puedo permitir que esto siempre me supere. 

Durante unos momentos, pareció recuperar la cordura. Empezó a conducir en dirección a su casa, pero mientras iba recorriendo con el coche, muchos recuerdos de los años felices que pasó junto al rubio y a sus amigos empezaron a surgir en su memoria.

—¡Ojala no hubiera vuelto a este maldito país nunca!

Paró el coche. Había llegado frente a la puerta de su casa, pero en lugar de entrar, decidió marcharse. Sabía perfectamente hacia donde iba. En el centro encontraría algún bar abierto. El alcohol era lo único que podía ayudarle a olvidar ahora.

..

Entró en un pub y pidió una copa, luego otra, y otra... Así hasta que le dieron las cuatro de la mañana. Cuando salió del local, ya estaba bastante subido de copas, pero, aun así, no había alcanzado su límite.

—¡Brindo por ti, Kise Ryouta! El ser más despreciable que existe sobre la faz de la Tierra... —decía mientras caminaba dando tumbos y levantaba la botella —. Un momento... este sitio me resulta familiar... Por aquí cerca vive mi querido gran amigo Tetsu... también brindo por ti, que te hacías llamar mi amigo y no eres más que una rata de cloaca traicionera...

Cada vez estaba más y más borracho. Dejando atrás su auto, empezó a caminar en busca de la casa de Kuroko. Casi ni veía, pero se esforzaba por leer los letreros de las casas, hasta que por fin dio con ella.

—¡Tetsu! ¿Qué creías? ¿Que te ibas a poder esconder de mí? ¡Pues no! —decía mientras trataba de saltar la pequeña puerta metálica que daba acceso a la entrada principal de la casa. 

Como era normal, la escasez de reflejos de Aomine hizo que hiciera mucho ruido y Momoi se despertó. 

—¡Tetsu-kun, Tetsu-kun! ¡Despierta! —por parte de su esposo, sólo recibió una pequeña y somnolienta queja—. ¡Tetsu-kun!

—¿Qué pasa? Son más de las seis...

—Creo que hay alguien fuera. Anda, ve a mirar.

—Seguro que no es nada, venga duérmete —entonces, se oyó caer algo pesado en el suelo del jardín de la entrada. 

—¿Qué me dices ahora? Por favor, ve —insistió la peli rosa.  

—Está bien, voy a ver qué es lo que pasa. 

Aomine había conseguido entrar, se puso de pie y dio un último trago a su botella.  

—¡Tetsu! ¿Qué pasa, que no sales a saludar a los viejos amigos? ¡Sal de una vez, Tetsu! —gritó, mientras lanzaba la botella hacia la puerta de la casa.  

—Pero... ¡si es Aomine-lun! Satsuki-san, no salgas. Yo me encargo —el peli celeste abrió la puerta. Nunca habría creído que pudiera ver así a su viejo amigo.

—Aomine-kun, ¿qué haces aquí? ¿Te parece normal venir a mi casa a estas horas y en este estado?

—Sólo quería ver a mi viejo amigo... ¿Sabes? Quería darte las gracias. Gracias por ser un auténtico mal amigo. Sabías que estuve buscando a Kise, que estuve tratando de recuperarlo y no sólo no me ayudaste, sino que además sabías que él iba a tener un hijo mío y te callaste...  

—¿Quién te dijo qué...?  

—No me puedo creer que, siendo mi amigo, cuándo te pedí ayuda no me dijiste absolutamente nada sobre Kise, y también me ocultaste todo eso. ¿Qué clase de amigo eres? 

—Será mejor que te vayas Aomine-kun, no es momento para discutir todo eso. 

—¡No me digas que me vaya! Vine a hablar contigo, sólo a hablar...

—¿Qué pasa Tetsu-kun? —cuestionó Momoi, que no pudo esperar más y salió a ver qué diablos estaba ocurriendo.

—¡La que faltaba! Otra de mis amigas... ¡La que creía como mi hermana! Otra que me ocultó todo. ¡Claro! Cómo eres la mujer de Tetsu… ¿Para qué contarme a mí cosas que me incumben? —el moreno estaba poniéndose demasiado alterado—. ¡Los dos sois unos auténticos traidores! Y tú el que más, debería darte una buena.

Señaló a Kuroko, dispuesto a abalanzarse contra él, pero la ex sombra, lo terminó por golpear. No era característico de él, pero Aomine se estaba poniendo demasiado violento, que cayó al suelo. Entre el alcohol que llevaba en su cuerpo y el golpe, acabó inconsciente.

—¡Ay, no!

—No te preocupes mujer, no creo que sea nada grave. Ayúdame, vamos a meterle en casa. Le acostaremos en el sofá.  

—Pero...

—Le conozco, sé que este no es Aomine-kun y sé que sería incapaz de hacer daño a nadie. Mañana cuando esté recuperado hablaré con él. A pesar de todo, no podría dejarle tirado en la calle como a un perro.

—Tienes razón —dijo Satsuki con tristeza y, ayudándolo, y llevaron a Daiki dentro y le acostaron en el sofá de la sala. Mañana sería otro día. La peli rosa, antes de seguir los pasos de su esposo hacia su habitación y volver a dormir, acarició con melancolía y tristeza los cabellos azulados—. Por favor, te echo de menos, Dai-chan, vuelve a ser cómo eras antes…

 

 

 

 

 

Capítulo VIII: Al borde del abismo

—¡Papi mira! Ya he hecho los deberes.

—¿Los has hecho tú o te los ha hecho Taisei?

—Los ha hecho él solito tío Shintarou, te lo prometo —aclaró el pelirrojo poniendo su mano sobre la cabeza de Takumi—. Este crío es un genio. 

—¡Así me gusta, hay que ser diligente y responsable! —dijo Midorima ajustándose sus gafas—. Ahora, recoge todo, a cenar y a dormir.

—Vale. ¡Nos vemos Tai-chan, gracias!

—De nada coleguilla, chócala —sonrió, mientras le chocaba los cinco al niño que, después, recogió sus cosas y salió de la cocina —. ¿Dónde está Daiki-san?

—Esta noche se quedará a dormir aquí. Queremos seguir hablando de los viejos tiempos— mintió—, Kazunari le ha llevado a instalarse, así que yo te acercaré a casa.   

—Está bien.

..

Aomine se había sentado en el suelo con la cara escondida sobre sus rodillas. 

—Iba a tener un hijo mío... ¡un hijo! ¡Kise iba a darme un hijo! ¿Por qué no me lo contó? ¿por qué? Lo llamé miles de veces, traté de saber de él sin éxito... aunque no quisiera volver a saber nada de mí, al menos merecía saber lo del niño ¡Maldito seas! ¡Te odio!

De nuevo, volvió a recordar aquel día, sus lágrimas. Las palabras del rubio tenían ahora un nuevo significado para él. Por fin entendía qué le quiso decir con aquello de que había destruido su mundo y, de nuevo, la imagen de él volvió a torturarle, estaba clavada en su corazón y seguía atormentándole, aunque ahora no lo veía del mismo modo.

Durante años, se había sentido culpable por lo que había hecho y, a la vez, lo odiaba por no haber querido escucharle, por no haberle permitido recuperarlo. Después, entendió que su odio se debía a que se sentía frustrado porque, a pesar de amarlo con todas sus fuerzas, era consciente de que no volvería a ser suyo jamás y ahora... Ahora sentía un profundo rencor. Él le había hecho daño, pero Kise se lo había devuelto con creces. 

—¡Maldición! ¿Por qué? ¿Por qué? —gritó lleno de rabia mientras daba un puñetazo en el suelo.

 ..

Midorima llegó a casa de los Kagami alrededor de las once de la noche. Aparcó su coche y acompañó a Taisei hasta la puerta.

—No olvides ponerte hielo y tomar la medicación. 

—¡Prometido! —dijo el chico mientras llamaba al timbre.

Al oír que llamaban a la puerta, Ryouta fue corriendo a abrir. 

—¡Mi niño, qué alegría que estés bien! —se abalanzó sobre su hijo mientras le abrazaba y besaba.

—Ya, mamá, tampoco me fui tan lejos, y además, estoy bien —el rubio lo soltó, y se fijó que estaba el peli verde junto a él. 

—Hola, Midorimacchi. Pero ¿y Aomine? 

—Se ha quedado en casa —intervino Taisei—, quieren recordar su época de Teiko y preparatoria, así que iba para largo... ¿Y papá?

—Está arriba.

—Vale, pues voy a subir a verle. Nos vemos en la boda tío Shintarou, gracias por todo. 

—De nada. Saluda a tu padre de mi parte nuevamente. Y dile a mis hijos de paso que se vengan conmigo ya.

—¡Lo haré! —se oyó decir al pelirrojo mientras subía las escaleras. Poco después, sus gemelos bajaron, despidiéndose del rubio y subiendo al auto.

Una vez se quedaron a solas, Kise decidió pedirle explicaciones al doctor.  

—¿Cómo es que Aomine no ha vuelto? Claro, el señor se echa sus cuentas sin pensar en los demás.... Daisuke y Daichi-kun le estuvieron estado esperando para volver a casa, aunque claro... ¿Qué te vas a esperar de alguien que no tiene ninguna consideración?

—¡Ya basta! —lo cortó—. Aomine no estaba en condiciones de conducir. Ha recibido una noticia bastante desagradable.

—¿No le habrás...? —se temió lo peor Ryouta.   

—Lo siento, pero creía que tenía que saberlo. Además, él nos pidió a Kazunari y a mí que le contásemos todo lo que pudiera ayudarle a entender lo que ocurrió para estar preparado cuando llegue el momento de enfrentarse a ti.

—¡No tenías derecho! ¡Esto no es cosa tuya! —le gritó enojado.

—¿No? Pues cualquiera lo diría. Toda esta historia es entre Aomine y tú, es cierto, pero ha acabado salpicando a demasiadas personas. Déjame preguntarte algo, ¿se lo habrías dicho?

—Yo...

—Te guardabas ese as en la manga para hacerle daño si era necesario ¿verdad?  

Midorima estaba en lo cierto. El rubio ya no le guardaba rencor al moreno por haberlo engañado con una mujer, le odiaba porque le culpaba de haber perdido a su bebé. Quería hablar con él, dejar zanjado el tema de una vez, pero quería haber puesto el punto final humillándole tanto o más de lo que él le había humillado.

—Sí, es así. Quería que se sintiera miserable, que sufriera, yo...

—¿Te estás oyendo? Kise, esto está llegando demasiado lejos. Los dos tenéis demasiadas heridas abiertas, y ya va siendo hora de ponerle fin a esto, por vuestro bien y por el bien de todos los que hemos acabado involucrados en esta historia.

—Lo sé. A mí tampoco me gusta sentirme así... no me gusta la clase de persona en la que me convierto cuando pienso en Aomine yo... ¡yo sólo quiero que esto termine Midorimacchi!

—Pues no esperes más. Habla con él, ¿lo harás?  

—Siempre tuve intención de hacerlo, y el momento no puede retrasarse más. Hablaré con él después de la boda.

—Me parece bien. Nos vemos el sábado — dijo el de lentes, y se marchó. 

El rubio entró en la casa y fue a avisar a Daisuke y Daichi de que su padre se quedaría a pasar la noche en casa de Midorima y Takao, así que tío y sobrino se prepararon para marcharse a casa.   

La pareja de enamorados, estaban protagonizando una escena de despedida de lo más tierna. 

—Ryoko...

—Daisuke...

-Sí, sí, sí... —dijo Daichi—… Ya tendréis tiempo de eso tortolitos, tenéis toda la vida por delante ¡Nos vamos Romeo! —y, tirando del peli azul, salió de la casa. 

De vuelta a su casa, Midorima fue a interesarse por el estado de Aomine.

—Kazunari, ¿cómo está?

—Le he dejado a solas, creo que es lo mejor —respondió, mientras saludaba a sus hijos recién llegados.

—¿Quién? —preguntó con curiosidad Michuru. 

—Aomine, se encontraba mal para volver a su casa, así que se quedará aquí, no lo molestéis, ¿de acuerdo?

—¿Qué le pasa? —cuestionó ahora Satoshi.

—Nada, está algo indispuesto venga a dormir.

—Está bien, hasta mañana —una vez los gemelos subieron a su habitación, el peli verde volvió a hablar.

—No podemos obligarle a hablar ni pedirle que se desahogue con nosotros, es algo que tiene que salir de él. Seguro que mañana verá las cosas de otra manera. ¿Nos vamos a dormir?

—Sí, ha sido un día muy largo.   

..

En casa de los Kagami, Taisei y Ryoko ya se habían acostado y Ryouta y Taiga también estaban preparándose para ir a dormir.

—Midorima ha traído a Taisei ¿verdad? ¿Ha pasado algo?

—Que le ha contado todo a Aomine —suspiró.

—Era de esperar... sabes que siempre creyó que Aomine tenía derecho a saberlo. Escucha Ryouta, creo que ya va siendo hora de ponerle punto y final a esta historia.

—Lo sé, y así será. Hablaré con él después de la boda.

—Así me gusta, que todo esto termine por fin. Vayamos a dormir, fue un día muy largo —el rubio sonrió y ambos apagaron la luz de su mesita de noche y se durmieron. 

..

Hacía ya mucho rato que Daiki no escuchaba ningún ruido.

—Seguro que se han acostado ya —pensó—. Ojalá yo también pudiera dormir.

Se levantó y miró a su alrededor. Debía de ser ya muy tarde porque todo estaba muy oscuro.

—Lo siento por Midorima y Takao, se han portado muy bien conmigo.

Muy despacio, salió de la habitación y, procurando no hacer ningún ruido, fue acercándose a la entrada de la casa. El peli verde había dejado su llave sobre el mueble del aparador, así que no tuvo problemas para abrir la puerta. Con mucho cuidado, dejó la llave de nuevo donde estaba y salió sin hacerse notar y se dirigió hacia su coche.

Arrancó y empezó a conducir sin rumbo. En su cabeza sólo estaba Kise. No alcanzaba a comprender cómo había podido hacerle algo así. Sentía una profunda ira, una profunda rabia y un profundo dolor.

—Él, siempre él... Siempre me hace sentir así... Como un estúpido, como un idiota... Pero no, tengo que tranquilizarme, no puedo permitir que esto siempre me supere. 

Durante unos momentos, pareció recuperar la cordura. Empezó a conducir en dirección a su casa, pero mientras iba recorriendo con el coche, muchos recuerdos de los años felices que pasó junto al rubio y a sus amigos empezaron a surgir en su memoria.

—¡Ojala no hubiera vuelto a este maldito país nunca!

Paró el coche. Había llegado frente a la puerta de su casa, pero en lugar de entrar, decidió marcharse. Sabía perfectamente hacia donde iba. En el centro encontraría algún bar abierto. El alcohol era lo único que podía ayudarle a olvidar ahora.

..

Entró en un pub y pidió una copa, luego otra, y otra... Así hasta que le dieron las cuatro de la mañana. Cuando salió del local, ya estaba bastante subido de copas, pero, aun así, no había alcanzado su límite.

—¡Brindo por ti, Kise Ryouta! El ser más despreciable que existe sobre la faz de la Tierra... —decía mientras caminaba dando tumbos y levantaba la botella —. Un momento... este sitio me resulta familiar... Por aquí cerca vive mi querido gran amigo Tetsu... también brindo por ti, que te hacías llamar mi amigo y no eres más que una rata de cloaca traicionera...

Cada vez estaba más y más borracho. Dejando atrás su auto, empezó a caminar en busca de la casa de Kuroko. Casi ni veía, pero se esforzaba por leer los letreros de las casas, hasta que por fin dio con ella.

—¡Tetsu! ¿Qué creías? ¿Que te ibas a poder esconder de mí? ¡Pues no! —decía mientras trataba de saltar la pequeña puerta metálica que daba acceso a la entrada principal de la casa. 

Como era normal, la escasez de reflejos de Aomine hizo que hiciera mucho ruido y Momoi se despertó. 

—¡Tetsu-kun, Tetsu-kun! ¡Despierta! —por parte de su esposo, sólo recibió una pequeña y somnolienta queja—. ¡Tetsu-kun!

—¿Qué pasa? Son más de las seis...

—Creo que hay alguien fuera. Anda, ve a mirar.

—Seguro que no es nada, venga duérmete —entonces, se oyó caer algo pesado en el suelo del jardín de la entrada. 

—¿Qué me dices ahora? Por favor, ve —insistió la peli rosa.  

—Está bien, voy a ver qué es lo que pasa. 

Aomine había conseguido entrar, se puso de pie y dio un último trago a su botella.  

—¡Tetsu! ¿Qué pasa, que no sales a saludar a los viejos amigos? ¡Sal de una vez, Tetsu! —gritó, mientras lanzaba la botella hacia la puerta de la casa.  

—Pero... ¡si es Aomine-kun! Satsuki-san, no salgas. Yo me encargo —el peli celeste abrió la puerta. Nunca habría creído que pudiera ver así a su viejo amigo.

—Aomine-kun, ¿qué haces aquí? ¿Te parece normal venir a mi casa a estas horas y en este estado?

—Sólo quería ver a mi viejo amigo... ¿Sabes? Quería darte las gracias. Gracias por ser un auténtico mal amigo. Sabías que estuve buscando a Kise, que estuve tratando de recuperarlo y no sólo no me ayudaste, sino que además sabías que él iba a tener un hijo mío y te callaste...  

—¿Quién te dijo qué...?  

—No me puedo creer que, siendo mi amigo, cuándo te pedí ayuda no me dijiste absolutamente nada sobre Kise, y también me ocultaste todo eso. ¿Qué clase de amigo eres? 

—Será mejor que te vayas Aomine-kun, no es momento para discutir todo eso. 

—¡No me digas que me vaya! Vine a hablar contigo, sólo a hablar...

—¿Qué pasa Tetsu-kun? —cuestionó Momoi, que no pudo esperar más y salió a ver qué diablos estaba ocurriendo.

—¡La que faltaba! Otra de mis amigas... ¡La que creía como mi hermana! Otra que me ocultó todo. ¡Claro! Cómo eres la mujer de Tetsu… ¿Para qué contarme a mí cosas que me incumben? —el moreno estaba poniéndose demasiado alterado—. ¡Los dos sois unos auténticos traidores! Y tú el que más, debería darte una buena.

Señaló a Kuroko, dispuesto a abalanzarse contra él, pero la ex sombra, lo terminó por golpear. No era característico de él, pero Aomine se estaba poniendo demasiado violento, que cayó al suelo. Entre el alcohol que llevaba en su cuerpo y el golpe, acabó inconsciente.

—¡Ay, no!

—No te preocupes Satsuki-san, no creo que sea nada grave. Ayúdame, vamos a meterle en casa. Le acostaremos en el sofá.  

—Pero...

—Le conozco, sé que este no es Aomine-kun y sé que sería incapaz de hacer daño a nadie. Mañana cuando esté recuperado hablaré con él. A pesar de todo, no podría dejarle tirado en la calle como a un perro.

—Tienes razón —dijo Satsuki con tristeza y, ayudándolo, y llevaron a Daiki dentro y le acostaron en el sofá de la sala. Mañana sería otro día. La peli rosa, antes de seguir los pasos de su esposo hacia su habitación y volver a dormir, acarició con melancolía y tristeza los cabellos azulados—. Por favor, te echo de menos, Dai-chan, vuelve a ser cómo eras antes…

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).