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Suffering and grief por Kitana

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Notas del capitulo: Hola a todo el mundo!!! bueno, perdón por la tardanza de no se cuanto tiempo XDD perdón CRawling!! pero bueno, ya no se repite, ya estoy agarrando la inspiración de nuevo XDD sinmás por el momento, acá les dejo el nuevo capi XD, bye bye

Suspiró cansado, si, esa era la verdad, estaba cansado, no sólo físicamente, cada fibra de su cerebro parecía no dar para más. Había decidido dejar la universidad, entre los ensayos con la compañía y todo el estrés con el que había tenido que lidiar en los últimos meses se sentía incapaz de continuar con ello. Necesitaba alguien con quien hablar. Pero, desafortunadamente, no había nadie en los alrededores para hacerlo. Miró a su alrededor, una pareja sonreía mientras él acariciaba el prominente vientre de ella.

 

Apartó la vista sólo para encontrarse a un chico tan desvalido como él, sólo, sin mayor compañía que un pesado bolso de viaje, el muchachito contaba una y otra vez los maltrechos billetes que tenía en sus manos. Se sintió peor. ¿Por qué no podían ser las cosas más fáciles?

 

Se sintió tan sólo...

 

Al fin le tocó su turno. Con pasos lentos y ansiosos, se acercó a la puerta, se sobresaltó cuando vio a la mujer que salía con lágrimas en los ojos del privado del médico. Empezó a sentir que le faltaba el aire. Supo entonces que ese no era un buen lugar para él, dio media vuelta y echó a correr hacia la salida, sabiendo en su interior lo que debía hacer.

 

No paró de correr sino hasta que estaba bien lejos de ese lugar que se le antojaba repugnante. Vagó por la ciudad un buen rato, no sabía a donde ir. El aire de la noche le despeinó el cabello. No había querido volver a casa, estaba cansado, pero, sin una razón aparente, no quería volver a casa todavía. Camus no estaba en la ciudad, había tenido que viajar a cerrar un nuevo contrato para la compañía en el interior del país. Tenía miedo. Nada parecía estar saliendo como él hubiera querido que fuera. Aioria seguía sin aceptar que estaba enamorándose de Camus, que él tenía derecho a decidir lo que era mejor para sí mismo, para su vida, para su futuro.

 

No quería volver y verlo, no para encontrarse con esa mirada dura que por primera vez viera en los ojos de su tío el día en que le dijera que no dejaría a Camus por nada del mundo. Milo había insistido, pero Aioria no quería cambiar de opinión. Estaba convencido de que Camus no era bueno para Hyoga, que su joven sobrino debía buscar a alguien más joven. Alguien que fuera mejor que Camus, alguien que no quisiera herirle como pensaba podía hacer el francés.

 

Y ahora, sucedía algo que para él era maravilloso, pero que no estaba seguro fuera a ser bien recibido por sus seres queridos. Milo tal vez le apoyaría, pero ¿Aioria' ¿qué haría su tío cuando se enterara que esperaba un hijo de ese hombre al que despreciaba? Sintió un nudo en la garganta. ¿Por qué todo era tan difícil?

 

Al final tuvo que volver, no tenía ni idea de que tan lejos estaba de casa hasta que intentó volver. Se dio por vencido luego de un rato y abordó un taxi, se dejó caer en el asiento sintiendo que las cosas no podían ir peor. De camino a casa, algunas  lágrimas corrieron por sus mejillas, no sabía si atribuirlo a su estado o a lo que acontecía a su alrededor.  Llegó a casa sin hacer ruido, al parecer nadie le esperaba. Subió en silencio a su habitación, a decir verdad, no estaba preparado para ver a nadie. Sintió ganas de llorar una vez más cuando se encontró a Milo en su habitación, esperándole, con una sonrisa en los labios

- Sabía que no querrías despertarnos, así que mande a Aioria a dormir, espero que no te moleste mi presencia. - dijo el rubio con esa dulzura tan propia de él.

- Lo siento... debí avisarles.

- No tienes que disculparte por eso, le dije una mentira blanca a tu tío, le dije que habías llamado temprano y se quedó tranquilo.

- Gracias. - dijo el más joven sentándose también en la cama.

-  Tú y yo tenemos algo de que hablar. - dijo su tío político con voz calma y suave. - Sé o creo saber lo que está pasando... no soy tan despistado. - dijo Milo frotándose las manos. Hyoga sintió un escalofrío - No se lo he dicho a Aioria, quédate tranquilo, eso es algo que sólo tú debes decirle. - acotó el mayor para tranquilizar a Hyoga.

- Yo... aún no se lo digo ni siquiera a Camus, ni siquiera estoy seguro aún...

- ¿De verdad?

- De verdad-

- Sí no te molesta, yo... podría... ir contigo, para que te sientas al menos acompañado.- ofreció Milo.

- Pero...

- No le diré nada a Aioria, no  hasta que tú quieras decirle.  No es algo que yo deba decir, ¿no es cierto? Además, por lo que me dijiste, sería mejor que Camus se enterara antes que  Aioria. - la sonrisa en los labios de Milo no tranquilizó del todo a Hyoga, no estaba seguro de lo que iba a pasar.

- Gracias...

- Será mejor que te deje dormir, por tu cara, adivino que habrás tenido un día bastante agitado. - dijo Milo  poniéndose de pie, Hyoga lo  miró alejarse, de alguna manera se sentía  mejor, pero  no estaría del todo bien hasta que hablara con Camus y con Aioria.

 

Días más tarde, decidió aceptar la propuesta de Milo, su tío político lo llevó a una clínica  bastante discreta y mucho más agradable que la que había conseguido por sí mismo. Milo estuvo a su lado en todo momento, y cuando le confirmaron su estado, sonrió y le tomó de la mano. Se sintió bien, de pronto fue como abrir los ojos en medio de la oscuridad y darte cuenta de que la luz se alza esplendorosa en el horizonte.

- Tienes que decírselo a Camus de inmediato. - dijo suavemente Milo cuando salieron de con el médico. Hyoga sonrió y asintió, no quería pensar en la reacción que tendría Aioria cuando lo supiera, sólo quería pensar en lo que diría Camus.

 

Camus...

 

Aquella mañana, Aioria no estaba en casa. Hyoga se dispuso a salir lo antes posible para encontrarse con Camus. No había visto a su amado francés en más de una semana y sentía que no podía más, en parte por el secreto que conservaba y en parte por la ansiedad que le causaba el no saber de él, a penas habían hablado por teléfono un par de veces en toda esa semana que se le había antojado eterna.

 

Contempló la larga melena de su pareja ondeando con la suave brisa matinal cuando llegó al parque. No tenía idea de porque lo había citado ahí, tal vez porque si era preciso podía correr sin que Camus pudiera alcanzarlo. Era un pensamiento absurdo, pero válido para alguien que temía lo peor, como era su caso. Contempló la lánguida sombra de un árbol dibujarse a penas sobre sus cabezas. Camus le sonrió y avanzó a grandes zancadas la distancia que le separaba del objeto de su afecto.

- Hyoga. - susurró mientras lo abrazaba con delicada pasión.

- ¿Me extrañaste? - preguntó el menor intentando parecer casual.

- ¡Por supuesto! Ansiaba volver, y tuve miedo, miedo de que al fin escucharas a Aioria y me hubieras llamado sólo para hacerme saber que desistías de lo nuestro.

- No, eso nunca. - dijo Hyoga apartando el rostro.

- ¿Qué sucede? ¿Qué es eso que te tiene así? - dijo Camus, en los últimos días había conseguido recobrar al menos a uno más de su familia, Kanon había vuelto a permitirse estar cerca de él, pese a la opinión de Saga, pesé a las órdenes que éste le había dado como nuevo cabeza de los Scouros.

- Yo... ha pasado algo...

- Sólo dilo, no me tengas así, no me agrada la forma en que estás actuando, es como sí... como sí acaso me estuvieras escondiendo algo.

- Es verdad... estoy escondiendo algo... pero no es lo que crees. - Camus le sujetó las manos.

- Entonces, ¿qué es?

- Yo... voy a... tener un hijo tuyo... - dijo el menor evitando mirarle a los ojos. Camus no encontró las palabras para responder a aquello, sin embargo, le sostuvo con fuerza entre sus brazos y besó repetidamente su rostro.

- Un bebé... - susurró el francés mientras su mano se deslizaba por el abdomen del joven con amoroso cuidado. - Un bebé... - repitió sin poder creer su buena fortuna. Hyoga no sabía que decir, no sabía que hacer... se aferró al cuerpo de su novio  y sintió que el alma se le hacía un nudo, lloró sin saber exactamente porque, Camus no dejaba de besarlo, de pronto Hyoga sintió como si todos sus temores fueran infundados, como si nada de lo que había creído que pasaría fuera a suceder. Pero aún había un punto por resolver...

- Aioria...

- Lo sé, tendremos que decírselo, si no se lo has dicho. - Hyoga negó con la cabeza.

- Quería que tú lo supieras primero, Milo prometió guardar el secreto...

- ¿Él lo sabe?

- Fue él quien me acompañó al médico...

- Comprendo... sí tú no te opones, me gustaría hablar hoy mismo con Aioria.

- Pero... sabes que él no esta de acuerdo en que...

- Hyoga, eres mayor de edad, y si tú quieres, si de verdad lo deseas, quiero que seas mi esposo muy pronto, que nuestro hijo nazca en el seno de una familia bien establecida y que estemos en paz con los tuyos y con los míos. Pero si alguien se opone, entonces me veré obligado a pasar por encima de él, sea quien sea. - dijo el francés, no estaba dispuesto a perder esta segunda oportunidad que la vida le ponía en bandeja de plata.

- No quiero que pelees con él... yo quiero hacer las cosas bien...

- Lo intentaremos. - dijo Camus y le besó la frente.

 

A pesar de los vehementes argumentos de Camus, Hyoga conservó la cabeza fría. No era precisamente la mejor de las ideas sencillamente presentarse ante Aioria y decirle, tenían que hacerlo con el mayor tacto posible. Camus estuvo de acuerdo en que se hicieran las cosas de la manera en que Hyoga lo había establecido. Se retiró a su departamento luego de dejar a Hyoga en las cercanías de la casa de los Cavafis. Hyoga se lo había pedido, no quería predisponer a Aioria, además de que quería saber si contaría con todo el apoyo de Milo.  Últimamente no estaba seguro de nada, pero quería hacer las cosas bien, quería que todo comenzara bien para ese pequeñito que crecía en su vientre.

 

Llegó a casa y se recluyó en su habitación. Milo no estaba en casa, había tenido que ir a la tienda a arreglar una entrega de última hora. Estaba nervioso, aún faltaba lo más difícil de todo, y no estaba dispuesto a una confrontación con Aioria, su tío lo había dejado prácticamente todo atrás por cuidar de él cuando sus padres murieran. No podía actuar como un malagradecido.

 

Todo era tan complicado... las cosas no parecían nada fáciles en su horizonte, y no estaba seguro de poder soportar demasiado. Se sentía morir. Se sentía demasiado cansado de soportar las vicisitudes que en los últimos días habían tenido su relación con Aioria y el resto de la vida. Sentía que no estaba listo para que las cosas se sucedieran de la manera en que estaban ocurriendo. Jamás se imaginó a sí mismo metido en una relación con tintes a lo Romeo y Julieta.

 

Cuando bajó a comer, no pudo mirar a los ojos a Aioria, de alguna manera se sentía culpable, su tío no entendía lo que él sentía hacia Camus, pero... esperaba que fuera capaz de hacerlo. Miró a Aioria con su pequeño primo en brazos y se imaginó a sí mismo sosteniendo a un pequeño, al bebé que estaba gestando. No podía evitar que las cosas pasaran como iban a pasar, era tarde como para intentar cambiar lo inevitable.

 

Durante la comida, Aioria a penas le dirigió la palabra, parecía verdaderamente disgustado. Cuando se fue sin despedirse, comenzó a creer que Milo había traicionado su confianza y había terminado confesándole todo lo que estaba pasando.

 

-  Milo, me gustaría hablar contigo. - dijo, había esperado a su tío político afuera de la habitación en que el pequeño Aioros dormía.

- Por supuesto, vamos. - dijo y le señaló la habitación de la pareja. Entraron, Milo se sentó en la cama. No pudo comenzar a hablar porque el mayor se le adelantó.  - No sé como lo sabe, pero lo sabe. - dijo. - Me preguntó pero no quise decirle nada, tú eres quien debe decírselo. - dijo bajando la cabeza apenado.

- ¿Él... lo sabe? - Milo asintió, Hyoga no podía creerlo.- ¿Cómo reaccionó?

- No muy bien, pero eso ya lo esperabas, ¿cierto?

- Sí, pero...

- No es agradable, ¿verdad? Lo ideal sería que compartiera tu felicidad, pero... compréndelo, siente que te está arrojando a la boca del lobo si te permite estar con Camus.

- No es cuestión de que me lo permita o no, soy mayor de edad.- Milo sonrió suavemente.

- Lo sé. Sé lo que es sentirse atrapado, Hyoga, no soy tu enemigo. - le dijo posando sus manos en los delgados hombros del más joven. - Intentaré convencerlo... pero no te prometo nada.

- Gracias... pero no creo que sea necesario, Camus ya esta enterado de mi embarazo y... hablaremos con Aioria hoy mismo. - Milo se puso nervioso.

- Pero...

- Es lo mejor, no puedo ni quiero seguir con la incertidumbre.

- Entiendo.

- ¿Nos apoyaras?

- Haré todo lo que pueda por ti. Comenzaré por hablar con Saga. - dijo el mayor.

- ¿Para qué?

- Para pedirle que no se meta en este asunto, ni siquiera si Aioria se lo pide, este asunto no es de los Scouros, es de los Cavafis. - dijo mientras tomaba sus llaves. Hyoga lo miró adoptar un gesto decidido que jamás le había visto. - Hazme un favor, cuida de Aioros mientras vuelvo. Sí Aioria llama, dile que he tenido que volver a la tienda.

- Te lo agradezco pero, lo último que quiero es causarte problemas con él.

- No vas a causar problemas de ningún tipo, esta es una decisión que estoy tomando por mi mismo, Aioria tiene que entender que es mi deber hacer que mi familia no se meta en asuntos que son sólo nuestros.

 

Hyoga se quedó sólo, esperando que la entrevista de Milo y Saga no le causara más problemas. Tal como Milo lo había dicho, Aioria llamó para preguntar por él. Hyoga le dijo lo que Milo le había pedido y Aioria pareció creérselo.

 

Llamó a Camus por teléfono. El francés no respondió y decidió dejarle el mensaje. Empezaba a preocuparse.

 

En esos momentos, Camus se encontraba de camino al edificio del corporativo Scouros, no entendía el motivo, pero Saga se había dignado a llamarle. Se preguntaba por qué, de entre todas las personas en el mundo, Saga le había llamado para verlo en su oficina. A diferencia de la última vez que estuviera ahí, la secretaria de su primo le trato con verdadera cortesía. Lo hicieron pasar a una pequeña sala de juntas en la que todavía se veían los colores del luto por Anaximandro. Le sorprendió encontrarse a Ángelo y a Mu sentados al fondo del lugar, Kanon, su esposo y también el esposo de Saga estaban ahí, comenzó a ponerse nervioso y se puso aún más cuando vio aparecer a Milo. El más joven de esa generación de  Scouros  le sonrió débilmente antes de tomar asiento al lado de Mu.

 

- Tranquilo, ha sido idea de Saga, pero confió en que todo salga bien. - le dijo Kanon palmeándole el hombro. - Ven, quiero presentarte. - dijo  y lo arrastró hacía el rincón en que esperaba su esposo. - Radamanthys, él es Camus, mi primo, Camus, él es mi esposo, Radamanthys Wyvern.

- Un placer. - dijo el rubio con una sonrisa algo forzada, no se encontraba bien, tenía sus propios problemas como para todavía tener que lidiar con los de los parientes de su esposo.

- Igualmente. - dijo Camus detectando que el esposo de Kanon estaba muy lejos de ahí. No tuvieron tiempo de seguir hablando, Camus hubiera querido saludar a Milo, pero Saga acababa de entrar y Aioria estaba con él. Los verdes ojos del castaño refulgieron llenos de disgusto cuando vio a Camus de pie al lado de Kanon, el propio Saga no pudo contenerse del todo. Ángelo observaba con gesto analítico mientras su esposo acariciaba su mano con delicadeza.

- Buenas tardes a todos. - dijo Saga tomando asiento en la cabecera de la mesa. Su esposo se sentó a su lado y Aioria se apresuró a llegar al asiento vacío al lado de Milo.  En vista de que estamos todos, podemos comenzar. - dijo con aire cansado.

- No estamos todos, falta uno de los interesados. - dijo Ángelo mirando fijamente a Saga. El mayor de los gemelos frunció el ceño.

- Ángelo, te recuerdo que fue decisión de Aioria que él no estuviera aquí, no nuestra.

- Pero yo insisto en que debería estar presente, después de todo, vamos a hablar de su futuro, no es un niño. - masculló con disgusto.

- Tranquilízate. - le susurró Mu al notar que estaba francamente alterado, situaciones semejantes le recordaban lo que habían tenido que pasar para poder casarse.

- ¿Alguien puede explicarme de que se trata todo esto? - dijo Camus alzando la voz. Todos lo miraron, aún Aioria.

- Se trata de que no quiero tenerte cerca de mi sobrino. - dijo el castaño apretando la mandíbula.

- Aioria. - dijo Milo intentando mantener la calma.

- ¿Y quién te ha dado autoridad para decidir por él? - dijo el francés, había perdido la paciencia al verse en medio de una situación que ni por asomo podía controlar.

- Bajen la voz, todos. - dijo Saga masajeándose las sienes.- Estamos aquí para llegar a un acuerdo, no para pelear. - alzó el rostro y sus intensamente verdes pupilas se posaron en cada uno de los presentes. - Sé que no es una situación en la que  nos sintamos cómodos. - dijo mirando a Mu y a Ángelo. - Al igual que sé que no todos están de acuerdo con la forma de proceder de la familia en casos como este. - dijo mirando fijamente a Milo. - Pero de lo que se trata aquí es de velar por la seguridad de un miembro de esta familia. Es por eso que he tenido que intervenir.

- ¿De qué hablas? Hyoga no es un Scouros. - dijo Aioria extrañado.

- Pero Camus sí lo es. - sentenció el gemelo como si admitir aquello le pesara. - Comprende, Aioria, esto no se trata sólo de ti, hay dos miembros de esta familia involucrados, te he ayudado cuanto he podido, pero en este punto, debo ver por el bienestar de mi familia y su buen nombre. - dijo Saga para sorpresa de todos. - Camus, a pesar de nuestras diferencias, este asunto no es del todo personal, ¡te estás llevando encima a todos los Scouros! - exclamó con gesto desesperado. - Sólo cumplo con mi deber. - dijo a modo de excusa.

- Sigo sin entender por qué estoy aquí, yo pude arreglar esto con Aioria. - dijo Camus sin saber que más esperarse.

- Estamos aquí porque Aioria quiere interponer una demanda en tu contra. - dijo Saga molesto. Camus se sorprendió, no entendía nada.

- Lo supimos esta mañana, por eso es que todo ha sido tan intempestivo. - intervino Kanon. Milo contempló a su marido como si no lo conociera, ¡ni siquiera él estaba enterado de aquello!

- Cómo comprenderás, no podemos permitir que la familia se mezcle en un asunto como este, por eso los trajimos aquí. - sentenció Saga.

- Insisto, debimos traer también al chico. - repitió una vez más Ángelo.

- No, ha sido mejor así. - dijo Camus en voz baja. No entendía, verdaderamente no entendía como era posible que Aioria deseara con tanto ahínco separarle del ser al que amaba.

- ¿Qué es lo que quieres, Aioria? - dijo Saga. Acostumbrado como estaba a tratar todo en términos sujetos a negociar, el gemelo estaba preparado para todo, excepto para lo que estaba a punto de escuchar.

- De ti no quiero nada, porque ¿puedes garantizarme que este va a hacerlo feliz? Ya ha sufrido demasiado. - dijo el castaño con desesperación. - Ahora todos ustedes deben verme como a un monstruo, o cuando menos como a un loco. Pero todo lo que quiero es que él deje de sufrir como lo ha hecho desde que murieron sus padres. No voy a permitir que nadie le haga daño, ni siquiera ustedes con sus malditas reglas y formas. - dijo, Milo le tomó la mano y pareció entenderlo.

- En ese caso, estamos del mismo lado, Aioria. - dijo Camus con voz serena. Los demás lo miraron como si no entendieran. - Estoy enamorado de él, no levantaría un dedo en su contra, ni en la de ninguno de los que están sentados en esta mesa, pero si intentan dañarlo, soy capaz de matar con mis propias manos a quien lo intente siquiera. - los ojos de ambos hombres se conectaron. - Estoy diciéndote la verdad, Aioria. no son pocos los errores que he cometido, sin embargo, amo a tu sobrino, quiero compartir mi vida con él, podría haber huido con él desde el momento en que comenzaste a oponer resistencia a nuestra relación, pero... no lo hice porque sé que él no va a ser feliz si tú no estás de acuerdo con lo nuestro, él te quiere como a nadie en el mundo, tú debes saberlo. - Aioria bajó la cabeza. - Si he de serte sincero, a mi no me importa que no estés de acuerdo, o que yo no te agrade, pero a él si, y por ese simple detalle estoy dispuesto a hacer lo que sea para conseguir tu aprobación.

- ¿De verdad?

- De verdad. - sentenció el francés. Milo miró fijo a su esposo, Aioria parecía estar a punto de llorar.

- Espero que me entiendas... que todos lo hagan, él es lo único que me queda de mi hermano, él Milo y mi hijo son mi mundo, y si alguno de ellos sufre, yo... no sé que haría.

- Descuida, hemos visto hasta donde eres capaz de llegar. - le dijo Ángelo con una sonrisa.

- Aparentemente no tenemos nada más que hacer aquí. - dijo Saga poniéndose de pie. El gemelo mayor salió apresuradamente. Camus lo siguió.

- Gracias. - dijo el francés sujetándole el brazo para impedir que se fuera sin escucharlo.

- Después de todo, no me necesitaste.

- Saga yo.

- No ahora, disfruta tu triunfo, tengo cosas que hacer, y, sin ánimo de ser grosero, no me interesa escucharte. - dijo y se apartó seguido por su esposo. Camus entristeció, aparentemente sería a Saga al único al que no podría recuperar.


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