II. Negación
-¿Eh? ¿Hyunnie? –Su madre le llamó apenas lo vio pasar por el umbral de la cocina. -¿Qué haces aquí tan temprano?
-Creo que vivo aquí...-Dijo Jonghyun con un rastro de ironía, aunque su madre tenía su punto, él nunca llegaba antes de las 5 o 6 de la tarde. Botó su mochila al suelo, en un punto aleatorio, y se echó desganado en una de las sillas del comedor. –Cerraron “Cups”. Lo cerraron. ¿Puedes creerlo?
-¿”Cups”? ¿Es ese el lugar...?
-Si, es ése. Ya no está.
-Oh, cariño... –Su madre nunca había ido a ese lugar, pero de alguna manera comprendía lo mucho que le gustaba pasar tiempo ahí. -¿Quieres que te prepare un té?
-No, así está bien- Acomodó su cabeza sobre sus brazos, y cerró los ojos. La casa estaba inundada de luz a esa hora del día. De ese tipo de luz blanquecina que rodea al invierno, suave y fría. –La semana pasada todavía estaba ahí, ¿sabes? Como siempre, medio vacío, medio lleno. Y hoy es una cafetería más.
-¿Has pasado al nuevo lugar, entonces? –Su madre hablaba suave, mientras cortaba un par de verduras.
-No sé si cuenta como pasar. Me quedé en la entrada, pero no había nadie atendiendo, así que me fui.
-De seguro el nuevo lugar también será agradable, sólo tienes que darle una oportunidad- Se giró y miró a Jonghyun con condescendencia.
Él se limitó a gruñir como respuesta, la verdad que no estaba muy convencido. Miró su mochila, le habían dejado deberes, y quería evitarlos a toda costa. ¿Qué podía hacer? Debería llamar a alguien, y quedar para pasar el rato. Tomó su móvil, y buscó en la agenda el número de Minho, un chico que vivía unas cuadras abajo, y con quien a veces se reunía para jugar basketball o sólo para burlarse de sus ojos de rana. Le escribió un mensaje con la agilidad de una araña tejedora, y el móvil vibró a los pocos minutos.
“Eh, ¿qué haces? Me aburro. Salgamos.”
“No puedo, me caes mal. No es cierto. ¿Videojuegos?”
“Gracioso. Nos vemos en 10.”
Él y Minho iban a la misma escuela y, aunque al principio no se llevaban exactamente bien –tenían alguna clase de rivalidad en los deportes, donde Minho llevaba ventaja por ser más alto- terminaron siendo buenos amigos. Jonghyun subió rápido a su cuarto a cambiarse el uniforme –era una cosa ridícula eso de usar uniforme en vacaciones- y en menos de cinco minutos ya estaba saliendo de su casa de nuevo. Se despidió de su madre, y echó a andar calle abajo, con dirección a la casa de Minho. El invierno le entumecía los dedos, y se maldijo por no haber cargado unos guantes o al menos algo más que una sudadera. Al llegar tocó el timbre, y se recargó en la pared esperando a que le abrieran. Le atendió la hermana mayor de Minho, que usaba un suéter grande y holgado color café.
-Jonghyun, ¡hola! –Saludó efusivamente la chica. –Mi hermano está en su cuarto, pasa. –La chica era igual a Minho, sólo que en versión bonita, o algo así. Su cabello era azabache y largo casi hasta la cintura, su cuerpo era pequeño y agraciado, y su cara tierna, con esa mirada cálida que distinguía tanto a los hermanos.
-Gracias- Jonghyun se apresuró a pasar, se estaba helando. –El café... te queda bien –Dijo con una sonrisa sincera y abierta. Se sintió calcinado al instante. Minho lo observaba desde la escalera.
-No empieces de galán, por favor- Dijo con una media sonrisa. La hermana de Minho rió, y volvió a su cuarto luego de despedirse.
-No sé porque te altera tanto. Me conoces, y sabes que no soy un patán, así que no sé porque no...
-No, sería grotesco tenerte en mi familia. –Minho lo miró burlón. Jonghyun lo tacleó ligeramente, y ambos se dirigieron al cuarto del más alto. -¿Entonces? ¿Vamos al centro?
-Si, supongo... ¿Sabes? Cerraron “Cups”.
-¿Tu santuario?
-Si, ése.
-Oh, es cierto. Será una chocolatería.
-¿Cómo sabes eso?- Jonghyun lo miró con los ojos como platos. ¿Cómo era que Minho sabía y él no?
-Conozco a las personas que lo compraron. –Dijo el más alto con voz casual, mientras se alistaba para salir. –Es una señora elegante, que tiene un hijo más o menos de nuestra edad, creo, él iba conmigo en la secundaria, y el otro día lo encontré en la calle, y me contó lo del nuevo negocio.
-Pero debes estar equivocado. Las chocolaterías no tienen mesas, y ese negocio si las tiene. Así que no puede ser.
-Pues es una clase diferente de chocolatería. Venderán todo tipo de cosas con chocolate. Pasteles, y bebidas, y eso.
-Pero a los coreanos no les gusta el chocolate -Afirmó Jonghyun sin sustento alguno- De seguro quiebra rápido.
-Comienzas a hablar como si tuvieras locura senil. A todos les gusta el chocolate, incluso a ti. Tu mamá te hace pastel de chocolate en tu cumpleaños.
-El de ella es especial, definitivamente. No me gusta el chocolate, no más que la música.
-Ahí también habrá música. –Minho arregló su cabello, y se colocó un abrigo azul marino. –Es más, ¿Quieres ir?
-Ya fui, no hay nadie atendiendo.
-¿Es mi imaginación o tienes un desagrado irracional por un espacio que antes disfrutabas mucho? Deja de ser tan necio. Vamos, y así conoces a Kibum.
-Se supone que iríamos a los videojuegos. Ya iré otro día.
Minho suspiró, a sabiendas de que nada lo haría cambiar de opinión. Ambos salieron de la casa y caminaron lentamente hacia el centro, mientras charlaban sobre cosas banales como las clases de inglés, o los programas de televisión, o ese tipo de cosas de las que hablan los amigos (?). Jonghyun maldijo en su interior, lo cierto era que si le gustaba el chocolate.