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Fairy Tale por MinnieLeeKimPark

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Notas del capitulo:

Holaa~ :'D

Ajá, yo de nuevo molestando c:

Esta vez el shot es para  Alejitah  ~ Espero que lo lea (? :3

DIOS, nunca superaré el típico miedo cuando subo un fic... >< ~

Estemmm... >< No se dejen llevar por el título, porque irónicamente este cuento no tiene hadas xD

Ah, puse Jjong en vez de Jong porque de repente se me hace bonito así n___n no sé por qué

:D

 

Fhdkslfdsklf xd

-huye-

 

 

Fairy Tale

  Cuento de Hadas

 

Había una vez un príncipe, pero este príncipe no era alto ni rubio como lo esperarían leer en un cuento. Sí tenía un cuerpo imponente y un rostro que reflejaba paz y confianza, y sus súbditos no hacían más que alabarlo por esa bondad. Su nombre era Kim Jonghyun y, a pesar de no ser como se supone sería un príncipe, sí era noble y obediente a las reglas impuestas en su reino. Era fácil vivir bajo esos reglamentos, pues así lo educaron sus padres, los reyes. Y ellos, sabiendo esto, ya planeaban dejar el trono y cedérselo a su único hijo.

 

Jonghyun jamás había desobedecido aquellas reglas, no hasta que la tentación se le puso enfrente. Esa tentación llevaba por nombre Kibum. Cuando su adorada madre le presentó a su prometida, Jessica, ésta llevó consigo a su pequeño hermano, unos dos años menor que ella, rubio como ella e incluso con una belleza más excepcional que la que ella poseía, y el jovencito hizo gala de su encanto ante los ojos oscuros y profundos de Jonghyun, el príncipe de esta historia dudó de todos sus principios, porque ese chico movió su mundo entero y lo puso de cabeza.

 

El día en que conocería más a fondo a su futura esposa, Jonghyun no supo a quién prestarle más atención: a la preciosa princesita mimada que chillaba una y otra vez, que lo miraba inquisitivamente, con esas pestañas largas y coloreadas en negro apuntándole, o al niñito que lo miraba tímidamente, que le dedicaba una sonrisa traviesa y que se sonrojaba porque él posaba sus ojos en él más de lo que se consideraría normal. Y aunque las parejas de prometidos deberían estar solos, dar paseos solos, pasar tiempo solos, a Jessica se le hacía muy desagradable dejar al pequeño Key solo, porque ella era la persona con quien tenía más confianza, era como su mamá. Kibum, a los ocho años, quedó huérfano. Sus padres murieron en un accidente en medio de una noche de tormenta. Fue acogido en el lujoso techo de la familia de Jessica, su prima en segundo grado, y ahora su hermana. Jessica había sido bastante amable con él, y lo agradecía.

 

Jessica usaba sus vestidos más hermosos cada que debía ir a visitar al príncipe Jonghyun, llevaba sombrillas con detalles sencillamente lujosos y se prendía joyas hasta decir ya no. Pero la atención del muchacho ya había sido robada por alguien que no usaba vestidos ni collares.

 

—Sí, sí. —Jonghyun asintió con la cabeza, sin mostrar fastidio aunque lo sintiera, oyendo de fondo un molesto «¿Me estás oyendo?» por parte de la chica que no paraba ni un segundo de parlotear. Más bien parecía un monólogo aburrido sobre lo que había hecho todo el día. Que si compró zapatos nuevos, que si su padre le prometió más joyas, que si Kibum le dijo cuál vestido debía elegir, que si soñó con unicornios. ¡Todo se lo contaba! Jonghyun quedaba en la luna cuando el par de hermanos empezaba a hablar de ropa, de joyas, lo abrumaban y él solo sonreía y les daba la razón, aunque no supiera de lo que hablaban.

 

Jessica y Kibum venían de un reino vecino, su castillo estaba a una media hora cuando mucho. Y sus padres eran amigos de los de Jonghyun. Aún así, no recordaban haberse visto antes, salvo en una reunión de aquellas en las que sólo sonreían apretándose las manos en señal de acuerdo, toman vino y se daban un festín, digno de ellos, mientras en su pueblo la gente no soñaría con semejante deleite.

 

Le dio un sorbo a su té, y Jessica le preguntó si estaba bien, completamente emocionada como una niña pequeña, puesto que ella se lo endulzó con miel. Jonghyun la hizo sonreír al responder con una afirmación, agradecerle y elogiarla como era costumbre, tenía tan calados esos halagos que hasta parecía que los ensayaba. Jonghyun se perdió en la curva bonita que unos labios en forma de corazón le dedicaban, y no eran los de su prometida.

 

Dentro de poco, el anillo de compromiso ya se pavoneaba entre los dedos finos de Jessica, y ella no hacía más que hablar de eso, colgarse del cuello de su novio, dejarle marcado su labial en el rostro y profesar su amor por él. Nótese que el diamante de quién sabe cuántos quilates que decoraba más aquel anillo de oro puro, no tenía nada que ver en eso.

 

Kibum no sabía cuánto más podía soportar esa tortura. Sería grosero siquiera pensar que Jessica le estorbaba en su objetivo: el amor del príncipe. Pero él sabía que, por algún motivo que no alcanzaba entender, aquel chico que veía con regularidad por las tardes, le ponía más atención a él que a su hermana. Llevaba las de ganar, pues su hermana con frecuencia hablaba de más y la mayoría de las palabras que salían de su boca carecían de clase y sobriedad, no parecía una buena reina. En alguna ocasión, Jonghyun le había dirigido la palabra a Kibum, para preguntarle cómo estaba, o si quería más té, o si estaba cómodo, ya no lo recordaba porque sus respuestas, hechas un fino susurro, perdían sentido cuando esos ojos grandes lo enfocan sólo a él. Jonghyun le robaba el aliento. Esa amabilidad y suavidad con la que hablaba y se comportaba Kibum debía tener la reina.

 

Kibum, a sus quince años, se sentía desorientado por las noches al encontrar en sus sueños al prometido de su hermana. ¡Por todos los cielos! Sería algo muy deshonroso enamorarse de alguien que ya tiene dueño, alguien que está camino al altar. Sin embargo, dejó de luchar contra ese sentimiento cuando tuvo miedo siquiera de pegar los ojos, ya que llegaba a su mente la dulce voz del otro murmurando su nombre. El asunto se le escapaba de las manos.

 

Porque al principio se dejó guiar por sus instintos y dejó que su cuerpo se comportase como se le diera la gana: sonreírle sugestivamente, rozarlo «sin querer», llamarlo suavemente como «Jonghyun-hyung», cualquier cosa que le diera un indicio al otro chico de que algo pasaba entre ellos. Y ahora, todo tomó un rumbo inesperado para Kibum, el pequeño principito del castillo Jung estaba acorralado, confundido y lleno de dudas.

 

¿Estaba mal? ¿Estaba mal querer... amar? ¿Cuánto sería el nivel de su delito si decide atreverse a amar? ¿Quedará tiempo de hacer que Jonghyun se fije más en él antes de la boda?

 

«¡Por Dios, Kibum, ¿qué demonios estás pensando?!», se regañó solo y gritó de desesperación en medio de su ancha cama, con sus dedos enterrados en la funda de la almohada. Y ésta no había llegado al momento de poder callar su grito.

 

Por suerte, su madre seguramente no estaba en el castillo, así que no tendría que darle explicaciones. Pero su hermana sí estaba, se paseaba por el pasillo cuando escuchó un claro chillido provenir de la puerta que tenía, en letras doradas, grabado «Key». Como acto bueno del día, tocó la puerta y pidió pasar para resolver la liada cabecita de su hermano adolescente, pasando por alto que ella no era muy mayor que él, ella no era una adulta aún y, sin embargo, tomaría dominio de un reino en poco tiempo.

 

Kibum secó lágrimas de cólera de sus mejillas sonrojadas y le dio permiso de entrar.

 

—Kibummie ~ —dijo ella, arrastrando su largo vestido por la hermosa habitación—, ¿qué sucede? ¿Te duele algo?

 

Se acomodó sobre la cama del pequeño, y le acarició los cabellos, mirándolo con cariño. Creyó ver huellas de lagrimillas en su fino rostro.

 

—Noona... ¿es malo enamorarse? —Kibum no la miró, la vergüenza lo mataría.

 

—¡Claro que no! —Chilló contenta, sus ojos brillaban tanto como las estrellas. En sus ojos se reflejaba la ilusión que el príncipe le ocasionaba—. ¡Es maravilloso! ¡Como lo estamos Jonghyun-oppa y yo!

 

Y el corazón de Kibum se achicó.

 

—Claro, noona. —elevó la mirada, triste—. Tienes razón.

 

—Obvio que la tengo~ —presumió echándose un mechón de pelo suelto tras el hombro, lo demás se entrenzaba en un complicado peinado; sin saber que algo dentro de su hermano se quebraba—. ¿Y...? ¿Quién ha robado tu corazoncito? ~ —Le dio un golpecito a la nariz de Kibum con el dedo, en un momento de fraternidad épico.

 

—Na... Nadie.

 

—¡Dime! —Kibum negó con la cabeza, con los brazos cruzados—. Hm... —Jessica simuló que pensaba—. Como sea, ¿sabes qué hacer para estar seguro de que es la persona correcta?

 

Kibum gateó hasta donde ella y la miró con un tinte de esperanza.

 

—¡Noona, dime! —Ella sonrió ampliamente.

 

—Escucha: Para asegurarse de estar en la dirección indicada, debes besar a esa persona. Si dentro de ti explotan chispas, él es el indicado. —Jessica hablaba como si contase un cuento, un cuento de hadas.

 

—Pero... ¿Y si...? —Kibum dudaba, y mucho. ¿Cómo iba a besarlo si apenas musitaba una respuesta corta cada que le hablaba? ¿Cómo si Jessica vivía pegado a él?

 

—Arriésgate, Key —lo alentó, sin saber quién era el chico en cuestión.

 

—¿Esto quiere decir que ya besaste a Jonghyun-hyung... y sentiste eso de lo que hablas? —Temía oír la respuesta, pero necesitaba saberlo. Una ola de alivio arrolló su cuerpo entero cuando Jessica le dijo:

 

—Quiero darle mi primer beso a Jjong cuando nos demos el Sí en el altar. Aún no.

 

 

* * *

 

En esta historia no habrán hadas madrinas, sólo las pistas que sin querer su hermana le daba y con ellas la oportunidad de estar más cerca de Jonghyun sin que él lo supiera. Esos detalles pequeños, como cuál era su color favorito, cuál estación era su favorita, su momento favorito del día. Sin notarlo, Kibum era una enciclopedia andante sobre Jonghyun. Y éste último no era diferente: también le preguntaba sobre Kibum a Jessica.

 

El príncipe Key estaba nervioso, esa tarde, se había preocupado más que de costumbre en su apariencia, y funcionaron bien sus esfuerzos: Jonghyun no apartaba la mirada de sus pucheros o sus muecas de fastidio al oír hablar a la princesa hablando, porque había veces en las que nadie la soportaba.

 

Mientras el sol se escondía tenuemente, vació con delicadeza la tacita de té que le fue servida y tomó una de las muchas galletas que descansaban sobre un platito de cerámica en medio de la mesa, Jessica se negaba a tragarlas pues deseaba poder entrar en aquel vestido de novia, cuya cintura era demasiado incluso para ella.

 

Entonces Kibum llevó a cabo su plan.

 

—Hyung... —Algo dentro de Jonghyun se removió cuando escuchó ese dulce susurro. Sintió ganas de más, de ver qué más podía escuchar de esos bonitos labios que le hablaban—. ¿Puedes, por favor, acompañarme al baño?

 

—Por Dios, Kibum, ya estás grande para pedirle a oppa que te lleve al baño —bufó Jessica, claramente celosa. Su joven hermano había interrumpido su discurso sobre sus botas nuevas, y al parecer, se robaría a Jonghyun y lo apartaría de su lado minutos eternos. ¡Eternos! Suspiró ante su propio pensamiento, sintió crecer odio temporal contra Kibum y éste le devolvió una mirada inocente y casta.

 

—No te preocupes, amor —dijo meloso y se puso de pie para acompañar al niño. Pasó a acariciarle la mejilla con sumo cuidado, y reparó en los labios de su prometida. Estaban maquillados en rojo, se veían suaves y él sólo deseaba probarlos, pero Jessica se negaba, ella quería dar su primer beso después de casarse, y eso lo frustraba de una forma que ella no se imaginaba.

 

Deliberadamente, Kibum arrebató a Jonghyun de su hermana, jalándole de la manga de su chaqueta azul y lo arrastró consigo hasta que Jessica no alcanzara a verlo, a través de aquel jardín exquisitamente adornado: arbustos con flores de diferentes colores combinados en ellas, camino empedrado hacia la entrada al castillo, árboles bordeando encantadoramente.

 

A pasos enormes, para lo pequeño que era Kibum, llegaron al castillo. Kibum conocía un pasillo secreto, uno que se perdía en dirección a las escaleras, así que decidió ir por ese lado. Sin embargo, Jonghyun se dio cuenta de que iban en el camino erróneo, y trató de detenerlo. Key sólo lo jaló más.

 

—Shh. Sólo sígueme. —Y Jonghyun juró en ese instante que cualquier cosa que esa boquita le pidiera, él haría hasta lo imposible por conseguírselo.

 

Sus respiraciones aceleradas eran lo único que se escuchaba en ese pasadizo, y sus rostros, iluminados sólo por una llama aferrada del muro, era lo único que veían. Kibum se mordió el labio inferior, estando una grada arriba de Jonghyun y pegado a los ladrillos desgastados, se quería sentir acorralado por ese cuerpo, quería que Jonghyun lo aprisionara más, que lo tomara entre sus brazos y confirmara que eran el uno para el otro sellando esa realidad con un beso.

 

«Sólo un beso, uno pequeño, tan solo un segundo...»

 

Jonghyun pareció leerle el pensamiento, pues en fracción de segundos se acercó a él, sus labios toparon y casi se unieron. Le tomó más tiempo aún decidirse a hacerlo, pero no fue muy difícil caer en la tentación teniendo el miedo y la curiosidad instalados en los ojitos inocentes que lo miraban.

 

Las manos de Key caminaron temerosas sobre sus hombros y se aferraron con fuerza, los labios de Jonghyun se estamparon contra los suyos por más de un segundo, más rápido de lo que pudiera creer, más hermoso de lo que pudo imaginar, más sublime que cualquier cosa que le haya pasado jamás.

 

La sonrisa traviesa que contradecía el miedo en sus ojitos, se volvió a presentar cuando se separaron. Y Jonghyun no se contuvo más, robó los labios preciosos del hermanito de su prometida una vez más.

 

Kibum lo supo entonces: Jonghyun era suyo, y él le pertenecía a Jonghyun de igual manera.

 

* * *

 

El dulce Kibum se convirtió en un coqueto Key al pasar los años. Todo fue culpa de Jonghyun y esa extraña manía de acariciarlo, porque eso lo inundaba de un placer alarmante, por esa mirada colmada de deseo que se comía su cuerpo puro, por cada beso que Jjong le daba a Jessica y lo hacía arder en celos.

 

El día de la boda de Jessica, Key, aún de quince años, le dio una visita a su cuñado al momento de arreglarse. Estaba vestido de azul, para ser un príncipe, un príncipe azul que se convertiría en rey. Sus dedos bonitos se pasearon a través del pecho de Jonghyun, llegaron al moño chueco que su cuello vestía y lo arregló. Mientras tanto, Jonghyun tenía el espejo tras Kibum y ese pantalón ajustado le sentaba demasiado bien para no darse cuenta. Y lo peor no fue eso, sino que, al continuar arreglando su presentación, Kibum hacía muecas tiernas e infantiles con los labios, y sus ojos lo veían con ternura, todo lo que se le antojaba era besarlo y acariciarlo hasta morir. Todos sus impuros deseos, antes dirigidos a Jessica, ahora eran destinados a Key.

 

Sin decir ni una palabra, Key dejó un suave besito sobre los labios de Jonghyun. Todo se lo había dicho con la mirada y con una sonrisa.

 

Y allí estaba él, mirándolo desde las primeras bancas de la iglesia, sugiriendo ideas psicópatas a la mente de Jonghyun al meterse el dedo índice a la boca y morderlo. La mirada inocente, el corazón desbocado, el deseo de ser suyo.

 

Kibum no supo en qué momento se había vuelto tan sinvergüenza. Todo era obra de Jonghyun, por él dejaba de actuar racionalmente, por él sus actitudes cambiaban y sus mejillas se sonrojaban aún cuando no había motivo aparente.

 

El pequeño príncipe rozaba la mayoría de edad cuando los encuentros con el ahora rey, se volvieron intensos. Su cuerpo entero tembló al por fin estar cubierto por esos brazos, aprisionado por esa firme constitución, Jonghyun le arrebató un beso a la fuerza. La manera en que suspiraba agitado, sosteniéndolo de los brazos, le dictó a Jonghyun que no parara, que siguiera tomando algo que le pertenecía.

 

—Jjong... —Soltó un suspiro entre sus labios rosados, las manos cayendo a ambos lados de su cuerpo al entregarse al dueño de ese nombre que gemía su garganta.

 

—¡Jjong! ¿Dónde diablos estás?

 

Pues estaban justamente en el cuarto que compartían los reyes. Kibum ocupaba una habitación en el mismo castillo, su hermana le tomó cariño luego de la boda y decidió llevarlo y cuidarlo como la buena hermana que era, y de paso, anotarse puntos con el pueblo, porque la gente hablaba de ellos y sabían todo lo que pasaba en la realeza. Aunque dicho sea de paso que pocos tragaban a la reina Jessica.

 

Los labios húmedos que Jonghyun había besado, comenzaron a temblar. Se veía descubierto, y aunque no lo veía Jessica, la vergüenza consumió sus mejillas. Estuvo a punto de rodar bajo el mando de su cuñado, de escapar de esas caricias que no debían ser para él, y correr. Sin embargo, Jonghyun lo sostenía con más energía y no parecía tener planeado dejarlo irse.

 

—Tranquilo, no hagas ruido —le mandó, hablándole pausadamente sobre el oído—. Sica, estoy aquí.

 

Los taconazos giraron en dirección al cuarto, pero cuando intentó girar la perilla de la puerta, esta estaba atascada y Key, su tierno hermano, estaba siendo atrapado contra ella.

 

—Oh, cariño, abre la puerta. ¡Debo decirte algo importante! —Exclamó del otro lado.

 

Jonghyun gruñó, nunca Jessica había sido tan inoportuna. Calló los labios de Key poniendo un dedo sobre ellos y susurrando «Shh».

 

—Estoy desnudo, no quiero que me mires.

 

Jessica soltó una carcajada.

 

—Como si no te hubiera visto millones de veces~ —A Jonghyun no se le ocurría algo mejor que inventar—. Anda, el bebé se movió~

 

Sí, estaba embarazada, y del segundo hijo. La primera había sido una linda nenita y, apenas pudo, quedó nuevamente encinta.

 

Key sintió celos, celos de que esa mujer se quedara con la familia que debía pertenecerle, de llevar un pedacito de Jonghyun en su vientre, de dormir con él a diario, de estar con él todas las noches, porque su destino estaba con Jonghyun, él le pertenecía y no a Jessica. Muerto de envidia, cerró los brazos alrededor del cuello del rey y se aproximó hasta sus labios, hasta poder retarlo a besarlo, hasta que Jonghyun perdiera la cabeza.

 

—¿Qué ha... sido eso? —Murmuró entre los labios de Key, y éste le devolvió la mirada, teñida de lujuria, y sonrió. «No, no de nuevo esa sonrisa».

 

Y lo volvió a hacer. Su lengua recorría la boca de Kibum, sus manos le tomaban la cintura, sus caderas inmovilizaban las ajenas con ímpetu. Key no se podía mover por voluntad propia entre esos brazos. Y eso le encantaba.

 

—Cariño... —Chilló Jessica—. Ya abre.

 

—N... No... —Jonghyun rió, Kibum lo secundó, cómplice—. Estoy ocupado...

 

En ese instante, se hundió más en el pecado. No había vuelta atrás.

 

 

* * *

 

Sin embargo, no pasaron a más de toqueteos atrevidos y besos apasionados hasta que Kibum cumplió diecinueve años. Jonghyun se mordía la lengua para no gemir «Kibum» en lugar de «Jessica» cuando intimaba con su mujer. Y Kibum a lo que mordía era a su almohada, sus cobijas, y las dejaba empapadas y no solo de saliva. No dejaría jamás que manos que no fueran las de Jonghyun lo tocasen, que lo acariciasen, porque de haber candidatos, los había. Hasta los vigilantes del reino se paraban a observar a Kibum caminar, a verlo sonreír para el pueblo cuando acompañaba a sus mayores a algún evento de importancia. Todos esos no eran más que una bola de lujuriosos idiotas que creían que tendrían oportunidad alguna con él, porque sus miraditas coquetas y toda esa sensualidad opacaban a cualquier mujer fuera o no fuera de la realeza y los dejaban acalorados. Pero Key seguía besando solo a una boca, sólo se perdía entre los brazos de una persona, sólo se escabullía a los pasadizos secretos con Jonghyun.

 

Ya corrían desenfrenados cuatro chiquillos por los corredores y el patio del castillo. Tres niñas, un niño. Y Jonghyun adoraba a sus pequeños hijos, eran lo más preciado para él: su familia; lograban hacer que su consciencia lo torturara un poco. Sin embargo, no renunciaría a Key por nada, ni por ellos.

 

Y la descendencia de Jonghyun hubiera continuado hasta llegar a límites insospechados, si no fuera porque, desde la tarde en a que hizo a Key suyo en cuerpo y alma, ya no volvió a estar con su legítima esposa. Pasaba las noches en la cama de Key, dándole a él lo que siempre había envidiado de Jessica, y excusándose con su esposa con el pretexto de estar ocupado en asuntos del reino. La verdad es que pasaba la mitad del día haciendo eso, y la otra mitad se abastecía de lo que Key le daba: Amor.

 

La primera vez de Kibum fue durante un suave atardecer. Las nubes estaban teñidas de rosa, el color favorito de Key, y éste las podía ver desde aquella altura. Estaban en el respectivo cuarto de Key, el castillo estaba vacío, ni su madre, ni su padre, ni Jessica estaban, andaban en una fiesta, la princesa del reino vecino —una que Kibum rechazó como novia—, había contraído nupcias con un pobre desafortunado que no pudo negarse como Kibum.

 

—Miau~ —dejó salir divertido, huía de las manos indecentes que buscaban arrebatarle la camisa de lino blanco que, apenas, cubría ya su torso. Esa prenda no estaba cumpliendo su trabajo, se había deslizado y se podía notar uno de sus pezones, un botoncito rosado erguido por la lengua de Jonghyun, quien depositó un beso y una lamida en él. Sus piernas estaban descubiertas, se juntaban y rehusaban a dejarse tocar por Jonghyun, simplemente para provocarlo y que el rey se esforzara más por alcanzarlo.

 

La sonrisa traviesa de Kibum no se borró ni un segundo mientras los juegos de caricias lo hacían adquirir calor, sonrojo, desesperación. Amaba a Jonghyun, amaba tenerlo muriendo de deseo por él. Las manos inocentes de Key acariciaban los marcados músculos de su abdomen, y sus uñas dejaban pequeñas marcas rojas en su piel morena.

 

Jonghyun siseó, sus cuerpos se juntaban, se fundían, la piel de Kibum no tenía comparación, era mil veces más suave que la misma seda, más dulce que cualquier cosa que el poder y la riqueza hayan puesto en su boca, más apetecible, más deliciosa. Ese lecho parecía estar cubierto de flores. Sentía la fragancia de la mismísima primavera en la piel de Key. Margaritas, azahares, lilas, rosas, todas explotando su suave aroma entre suspiros que llamaban por Jonghyun.

 

Entonces, luego de rodar sobre la cama muchas veces, luego de retorcerse y pedir más en mudos jadeos, se dejó caer sobre las cobijas sedosas, Jonghyun sobre él, con esas manos masculinas tomando sus rodillas y separándolas, su sonrisa soberbia se esfumó y la reemplazó un grito, lágrimas y maldiciones. La voz se le hizo un hilo débil que pronto se quebraría.

 

—No... —una de sus manos se aferró a la sábana, porque no logró alzarla hasta el pecho de Jonghyun para arañarle ahí, se volvió débil de repente. El dolor estaba acabando con él, lo desgarraba—. Jonghyun, para —murmuró, y una lágrima rodó sobre su mejilla, luego otra, y otra más—. Detente... Por favor... Detente...

 

Pero ni loco obedecería esa suplica, sentía una deliciosa prisión envolviéndolo, ese cuerpo casto lo hacía gruñir del más grande placer. No podía aplazar la espera por más que se lo rogara, así que comenzó delicadamente aquel vaivén que Key jamás había experimentado.

 

—¡Jonghyun! —gritó Key, y Jonghyun no lo escuchó hasta que las lágrimas borraron todo rastro de altivez, ahora sólo quedaba Key sollozando, con el entrecejo frunciéndosele a medida su boca se abría para gritar. Aunque la sensación de estar siendo tomado por el dueño de su corazón, era sublime, el dolor no hacía más que hacerlo tropezar en su intento por disfrutar de toda la lujuria en su máxima expresión. Jonghyun sólo pudo abrazarlo más contra sí y besar su boca acorazonada con suavidad.

 

Su virginidad quedó en manos de Jonghyun, sentía su cuerpo obedecer al ritmo incesante de las caderas de su hyung, se sentía someter por ese que no paraba de gemir su dulce nombre.

 

Respiró profundamente, y sólo así su interior recibió a Jjong completo, entero, y sintió placer. Un gemido dulce y agudo salió de su boca, mientras que su espalda se arqueaba, sus manos se aferraban al cuello de Jonghyun como si la vida dependiera de ello. Quiso entonces que se repitiera una y otra vez, y Jonghyun lo complació. Se dio cuenta después que las manos de su cuñado continuaban adueñándose de cada rincón. Sus labios besaban sus lágrimas y éstas también desaparecieron. Curveó sus labios rojos en una tierna sonrisa, mirando a Jonghyun, rodeándole cálidamente el cuello, y volvió a besarlo. La suavidad preciosa de las palmas de las manos de Key cubrió los brazos de Jonghyun y sus hombros. Unió sus labios a los ajenos e hizo todo lo posible por regalarle su corazón en una caricia, en una mirada, como siempre lo hacía y esa vez no había podido durante un período de tiempo, se había mostrado indefenso y débil a causa de la invasión despiadada de Jonghyun a su cuerpo.

 

Se estremeció, con una ligera sonrisa, sobre las desordenadas sábanas. Sus puños se abrieron después de haber estado apretados durante mucho tiempo, con los dedos de Jonghyun enlazados a los suyos. Estaba satisfecho en todo el sentido de la palabra, había descubierto algo nuevo. Ahora había perdido algo muy importante, pero no tan importante como demostrarle verdadero amor y entrega a Jonghyun. Aún escuchaba su nombre pronunciado en aquella gruesa voz abarrotada de satisfacción.

 

Jjong suspiró pesadamente a su lado, mirándolo de soslayo. La noche ya había caído, seguramente no tardarían en llegar las ausentes reinas.

 

«¿Qué acabo de hacer?», se reprendió en su mente, mientras se jalaba el cabello desesperado. Acababa de tomar algo precioso de Key, acababa de hacerlo suyo, acababa de hacerle el amor.

 

Su consciencia le dictaba que olvidara todo, que hiciera como si nada, porque lo que acababa de hacer estaba mal, fue una falta grave, más grave que robarle besos a Kibum casualmente o pensar en él con frecuencia. Pero su corazón le mandó aferrar el cuerpo desnudo de Key al suyo, besar sus labios y hacerle saber que, pasara lo que pasara, él lo amaba, ya no le importaba si estaba bien o mal.

 

Miró la figura que apenada se cubría con las manos, a su lado. Le pasó las manos bajo la cintura, y se lanzó a sus labios para besarlos suavemente, para jugar con su tímida lengua, rodando sobre él. Las piernas de Key envolvieron otra vez la cintura de Jonghyun, con delicadeza lo miró, tiernamente le acarició las mejillas y, pegando sus frentes y perdiéndose en los ojos marrones que le devolvían el reflejo de los propios, susurró: «Soy tuyo, hyung».

 

 

* * *

 

Cuando el deseo, la pasión, la lujuria o como la quisiesen llamar, le dio paso a algo más, algo que se parecía a la ternura, algo que invocaba cariño y afecto, Jonghyun supo a cabalidad que estaba irremediablemente envuelto en lazos amorosos y adúlteros con el ya no tan pequeño hermanito de su esposa. Las risas de Kibum lo hacían feliz, se reía con él, le sonreía sin motivos ocultos, lo miraba con admiración y profundo cariño, no sólo con deseo, no sólo era deseo carnal, era... amor. El niño que los miraba a su esposa y a él platicar durante las tardes, sentados en la mesita fuera, en el jardín del castillo, ese niño robó su corazón y no lo devolvió nunca más. Algunas veces, acompañaba a Key al campo con sus hijos, a cortar margaritas y rosas silvestres. Curiosamente llamaban a Key «Umma», y fue a él a quien dedicaron esa palabra primero, antes que a Jessica.  Se enamoró de la faceta maternal de Key, más que de la de su propia esposa.

 

Por las noches, Jonghyun le cantaba al oído a Key para que se durmiera, para que no temiera a nada, porque él estaba allí protegiéndolo de todo. Y él solo se dejaba cubrir por ese brazo que le brindaba comodidad. Con la oreja pegada a la piel bronceada de su pecho, podía escuchar el palpitar de un corazón bondadoso, un corazón corrompido por él, por la pasión. Fuera como fuera, esos latidos lo hacían dormir apenas cerraba sus rasgados ojos, lo anestesiaban de cualquier preocupación y lo hacían olvidar el exterior, entonces sólo quedaban ellos dos, juntos. Con Jonghyun sabía que tenía un hogar, sabía que no estaba solo.

 

 Y en las noches de tormenta, como aquella que le arrebató a sus padres, Jonghyun lo apretujaba más entre sus brazos, a veces preocupado, porque a Key se le salían lágrimas de profunda tristeza, a veces feliz de que Kibum confiara en él y se durmiera diciéndole que lo amaba.

 

Kibum fue obligado a casarse cuando sobrepasó la edad que Jonghyun tenía al casarse con Jessica. Era necesario crear una familia, una extensa como la de su hermana. Jessica. Jessica seguía llena de joyas, recogida entre telas hermosas, caras y elegantes, teniendo la fortuna en sus manos y saboreándola todos los días. Pero ya no poseía el corazón de Jonghyun, y quizás nunca lo hizo, aunque ella llegó a seguir creyendo que Jonghyun era su alma gemela hasta envejecer. Se negó ciegamente a creer que el amor podría provenir de aquel chico que fue amable con ella y le recogió un pañuelo cuando ella lo dejó caer sin darse cuenta. Fue cuando ella tenía a lo mucho siete años, y al principio creyó que su destino era al lado de él. Hasta que supo lo que él era: un simple vasallo, y ni siquiera se molestó en saber su nombre. Los ojos de ese chico brillaban aún en su memoria, como aquel día en que se encontraron, recordándole la existencia de ese ser bondadoso, pero ella lo desechó como basura. Y le cerró la puerta al amor, lo reemplazó con poder, riquezas y jamás supo que era amor de verdad, pues estaba el amor artificial de su esposo.

 

Si había algo en lo que se parecían Kibum y Jessica era en comprar, comprar y comprar. Gastaban muchísimo dinero, derrochaban la dichosa fortuna. Pero Jonghyun administraba exitosamente cada pequeño detalle, así no llevaba a su gente a la ruina, y tampoco quedaba mal con su esposa ni con Key. Kibum era obstinado y caprichoso, igual que Jessica. Sin embargo, poseía un encanto natural, uno que ni Jessica tenía, que hechizaba a Jonghyun al ver sus berrinches, corría hacia él y le abrazaba la cintura, besaba su frente o la punta de su nariz en señal de afecto, para seguir manteniendo oculto el secreto, sin dejar de demostrarle cariño. Mientras tanto, Jessica se conformaba con los besitos de piquito que Jonghyun le regalaba por obligación, y le importaba muy poco que Key ocupara su rol de madre en la vida de sus hijos. Jonghyun y Key sí consiguieron formar una familia y amarse hasta que la vida se los permitiera.

 

Kibum no tuvo hijos, crió como propios a los de su hermana, su esposa lo engañó porque obviamente no estaría con una mujer, ni con nadie que no fuera Jonghyun por mucho que lo obligaran y hablaran de él en el reino. Jjong también le fue fiel al principito, no estuvo con nadie más que Key.

 

Y, al final, esta historia no tuvo hadas, no hubo trucos de magia, zapatillas de cristal, manzanas envenenadas, duendes traviesos, malvadas madrastras, animales parlantes, pero sigue siendo un cuento de hadas. Aunque no hubiera una princesa, que al principio fuera pobre y maltratada por sus hermanas, ni un príncipe apuesto que la salvase de peligros, tiene dos personas que se aman y sobrepasaron cualquier obstáculo por amor. No importaba estar enlazados ante la sociedad con otras personas. Aún cuando este amor fue un secreto y no una verdad a los cuatro vientos, era verdadero. Porque amor es amor.

 

Y vivieron felices para siempre.

 

 

FIN

Notas finales:

Vivieron felices por siempre~ 

._.

Esas cuatro flores que menciono son mis flores favoritas, sé que a nadie le importa, pero quería decirlo <3

 Alejitah si no te gusto, perdóname :D ya sabes, si quieres lo borro c: dependerá de ti :3

Gracias a los que leyeron, los amo c: si son bonitas dejen review y si son feas váyanse como si nada :D

Ok ._. soy bien agresiva (?)

hkjfdsfdafjks Bye :3


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