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Midnight Gallery por HaePark

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Notas del capitulo:

¡Buenas tardes!

Actualizo puntual el domingo como les dije. ¡Espero que les guste este capítulo! 

Gracias a LaNeko y a DarknessOreSama por sus reviews, me hacen feliz.<3

 

Los siguientes días fui descubriendo más cosas sobre el Major Correccional y me fui...integrando un poco en él. Aunque no sé si esa sería la palabra correcta. 


Los dormitorios eran de dos chicos por cada uno, y a mí me tocó compartir uno con uno de unos dieciocho años llamado Kerbeen Davies, el cual me ignoró deliberadamente desde el momento en el que pisé el dormitorio. Evitaba cruzarse conmigo, cada vez que yo entraba al dormitorio, a él le entraba una..."urgencia" y se iba corriendo sin intercambiar conmigo ni una sola palabra. Sólo coincidíamos por las noches, y en cuanto llegaba, se acostaba sin decirme nada, ni siquiera "Buenas noches". Sin embargo, yo estuve demasiado ocupado durante la semana para preocuparme de la hostilidad de mi compañero de cuarto. 


Las clases eran de unos veinte alumnos, y había dos por grado. La mía era la de 3ºB, que según me explicó amablemente la directora el primer día, a ella asisten los chicos con un nivel más bajo que los que asisten a 3ºA. 
En cuanto entré a la clase, supuse que aquello iba a ser muy divertido, más o menos veinte chavales de mi edad, y todos tan piezas como yo...el paraíso. 


Sin embargo, me equivoqué totalmente. Allí no encontré ni una salida de tono, ni un chiste, ni siquiera charlaban o tiraban bolitas de papel durante las clases.
En ninguno de los institutos a los que yo había asistido anteriormente había encontrado un comportamiento tan ejemplar. Pero el ambiente de las clases, tampoco era cómodo. Era como una...tensión permanente. Como el típico ambiente que necesita un chiste para que todos se relajen. Pero nadie hacía el chiste.
Muchos parecían esperar ser atacados en cualquier momento. Estuve tentado de preguntarle a mi compañero de pupitre, Lynne Elweis, si era siempre así. 


Este chico, Lynne Elweis, se sentaba a mi lado en clase, y era bastante agradable, pero...parecía tímido e inocente, y se me hacía imposible imaginármelo como un matón, como lo que tendría que haber sido para haber acabado en un sitio como un correccional. Las pocas veces que habíamos hablado, se había comportado completamente educado, y como si temiese decir algo que me molestase. En la semana, intenté iniciar una conversación con él, varias veces, y finalmente se fue abriendo un poco. Me reía los chistes, pero no hablaba nunca de sí mismo. Pese a su reservado comportamiento, le fui cogiendo algo de…aprecio a este chico.
También me hubiese gustado sentarme con él en las comidas, pero él tenía un grupo de amigos y se iba con ellos. Este grupo de amigos también llamó mi atención varias veces.


Eran todos, o casi todos, mayores que yo, y parecía que por su forma de vestir y de comportarse, se creían los dueños del correccional, pero nunca les vi comportarse mal, o iniciar una pelea, ni siquiera responder a un profesor. Aunque los profesores los evitaban, como si los tuviesen miedo. 
Este grupo estaba formado por dieciocho chicos, de edades diversas, y siempre que podían iban juntos. Eran tan diferentes unos de otros, que parecía hasta curioso que gente tan variopinta se hubiese hecho amiga. Mi compañero de cuarto, Kerbeen, era uno de ellos.

 Le pregunté varias veces a Lynne por sus amigos, pero él solía esquivar el tema y mis preguntas tan elegantemente como podía. Sólo pude sacarle que el líder de aquella pandilla era Krystian Wilde, de diecinueve años, pero que antes había otro así que él sólo la continuaba. Me pareció muy raro aquello de que Krystian “continuaba” la pandilla, y le pregunté a qué se refería, pero no me quiso decir nada más.


Estuve con los ojos puestos en aquel curioso grupo siempre que podía, y me percaté de que en la escuela parecía haber dos grandes conjuntos. Nosotros...y ellos. Estaban ellos, un grupo muy curioso, formado por alguna razón secreta, diferentes entre sí, pero cohesionados como si fuesen una familia, y nosotros, que ignorábamos lo que pasaba, y sólo queríamos vivir tranquilos sin tener problemas con "ellos". No era muy difícil darse cuenta de que todos en aquella escuela tenían miedo de aquel grupo y la tensión entre "nosotros" y "ellos", era lo que causaba aquella atmósfera tan desagradable sobre la escuela. 


Por lo demás, era un correccional normal, aunque muy anticuado. Las comidas eran servidas en un comedor enorme, con dos filas de bancos, y con un mostrador de autoservicio. El edificio tenía cinco plantas, y los dormitorios y las salas de estudio, estaban repartidas entre la cuarta y la quinta. El comedor estaba en la planta baja, entre una sala común a la que no había entrado nunca y la clase de 5ºB. El método de enseñanza era único; y bastante jodido, si me perdonan la malsonante expresión: para poder salir del reformatorio, pasar las vacaciones con tu familia u obtener otro tipo de privilegios, tenías que alcanzar un determinado número de puntos, que conseguías haciendo “méritos”. Al sacar un cinco en un examen, obtenías un punto, si sacabas un seis, dos, y así hasta llegar al diez, con el que conseguías cinco puntos. Los clubes y demás asociaciones también aportaban bastante puntuación. En una tabla en la entrada estaba indicado que para poder salir del reformatorio en Navidades, los alumnos debíamos alcanzar 50 puntos. Yo dudaba que fuese a conseguir siquiera uno.


Las paredes de toda la escuela eran de piedra, y las salas estaban llenas de columnas. Era un edificio muy oscuro, y por las noches, no daba ganas para nada de merodear por la escuela, ni siquiera para ir al baño. Sin embargo, la noche a la semana de haber llegado, me desperté a la una de la madrugada con una necesidad imperiosa de hacer una visita al sanitario. Encendí una pequeña linterna debajo de las sábanas, me levanté sin hacer ruido para no despertar a Kerbeen, y salí del dormitorio en silencio.


El corredor del cuarto piso estaba sumido en la más oscura de las tinieblas, y pese a que nunca le había tenido miedo a la oscuridad, no pude evitar sentir bastante desasosiego. Alumbrando con la linternita de bolsillo, me dediqué a buscar el baño. Aún no me había habituado del todo al emplazamiento de las diferentes salas del correccional, así que tardé mis buenos cinco minutos en encontrarlo, y una vez dentro, suspirando de alivio, pude encender la luz eléctrica. Tras hacer mis necesidades, recorrí en silencio el camino de vuelta a mi dormitorio. Un par de veces me pareció oír cómo crujía el suelo del piso detrás de mí, como si hubiese alguien siguiéndome. Me paraba, sintiendo el latido de mi corazón en las sienes, hasta que, al no oír otro ruido que indicase la presencia de algo o alguien que no debiese estar allí, decidía creer que era producto del miedo y de mi imaginación.


Volví sigilosamente a mi cuarto, cerré la puerta sin hacer ruido detrás de mí y me fui a la cama. Sin embargo, quiso el destino que me equivocase de camino y me tropezase con mi mesita de noche, que cayó con gran escándalo al suelo, junto con el inconfundible <<Crac>> que indicaba que acababa de romperse la lamparita.
Pegué un grito por el susto y me apresuré a dar la luz eléctrica. 


-Kerbeen, lo siento, yo...


Miré a su cama, que tenía las sábanas revueltas. No me respondió.


-¿Estás despierto?-murmuré.


No obtuve respuesta, así que me acerqué a su cama y aparté las sábanas con delicadeza, bajo las que supuse que estaría.

-Kerbeen…¿Me ayudas a…?


No estaba.


La cama estaba vacía.


Fruncí el entrecejo. ¿Dónde estaría? ¿Habría ido al baño también?

Guiado por un instinto, levanté la almohada. Allí estaba el pijama, pulcramente doblado. Ni siquiera se lo había puesto. Pero yo era consciente de que después de cenar, había venido al dormitorio.


Aquello era muy sospechoso.


Después de recoger todo el desastre, me acosté de nuevo y me dormí, no sin darle muchas vueltas antes al asunto. Pero no llegué a ninguna conclusión.

 

 

 


A la mañana siguiente, nada más despertarme, miré la cama de al lado.

Allí estaba la inconfundible mata de cabellera negra de Kerbeen. O sea, que había vuelto de donde se hubiese ido...

Mientras nos vestíamos con el uniforme del Major Correccional en silencio, abordé el tema.

-Eh, ¿Dónde estuviste anoche? Fui al baño, y cuando volví, no estabas.

Súbitamente dejó de vestirse y me miró fijamente y con los ojos ligeramente entrecerrados.

-¿Valoras tu vida, niño?

Enarqué una ceja, sorprendido por la pregunta y no respondí.

-Si la valoras-apretó los dientes- no hagas preguntas. Y no me espíes.

-No te estaba espiando...

Se puso el jersey del uniforme rápidamente y se fue dando un portazo.

Aquello era verdaderamente sospechoso, y yo era bastante cotilla por naturaleza.

Al llegar a clase, intenté hablar de ello con Lynne. Él era amigo de Kerbeen, así que puede que supiese algo. 

-Ey, Lynne, ¿Fuiste a algún sitio ayer por la noche?

Tuvo la misma reacción que Kerbeen. Dejó de sacar libros de la mochila súbitamente y me miró.

-¿A dónde iría?

-No sé, a cualquier lado...

-¿Quieres problemas, Ellan?

Negué con la cabeza.

-Entonces, no te metas en esto ni hagas preguntas.

-¿Fuiste con tus amigos a algún lado?-insistí.

-No.

-Pero Kerbeen tampoco estuvo ayer por la noche, y es uno de tus amigos...

Lynne suspiró, se sentó sobre su mesa y me miró fijamente.

-Ellan, me gusta mucho ser tu amigo, pero si me haces este tipo de preguntas...no voy a poder serlo. Tal vez algún día lo sepas...

-Pero...-se me secó la boca.

-Si te contase algo...tendríamos problemas, los dos, ¿Sabes? Créeme, estás mejor así, en la inopia.

Iba a seguir insistiendo, todo aquel asunto había despertado mi curiosidad, pero su mirada me hizo detenerme. No volvimos a hablar ni de sus amigos ni de sus ausencias por la noche, aunque durante aquella segunda semana, Kerbeen se ausentó dos días más. Y al día siguiente, Lynne parecía bastante cansado.

Yo, verdaderamente intrigado, estuve dándole vueltas a posibilidades que explicasen aquel extraño comportamiento. La que más posibilidades tenía era que Lynne y Kerbeen estuviesen liados de alguna forma y se escapasen por la noche para ir a verse. Aunque era una posibilidad muy prometedora, no tenía mucho fundamento ya que no coincidía con lo que había hablado con Lynne, "-Si te contase algo...tendríamos problemas, los dos, ¿Sabes? Créeme, estás mejor así, en la inopia." No tendría mucho sentido si se tratase de un romance secreto.
Además, aquellas ausencias parecían tener que ver con toda su pandilla, más que con ellos dos solos.

¿Qué podría ser?

 

 

Estuve dándole vueltas a aquello durante las dos semanas siguientes, sin que se me ocurriera otra posibilidad. Ya desde pequeño había sido muy curioso, pero aquello me superaba. Y a mi curiosidad se le sumaba el hecho de que estaba muuy aburrido, ya que no tenía oportunidad para vacilar o causar problemas, y cómo me comportaba bien, tenía las tardes libres de castigos, y no sabía cómo llenarlas. En uno de mis ataques de aburrimiento, decidí abrir el libro de economía y estudiar un poco. Fue...raro. Nunca antes había estudiado. Asustado, me pregunté cómo podía ser que sólo llevase tres semanas en el Major Correccional y ya hubiese pegado un cambio tan grande. Necesitaba marcha, meterme en líos... Incluso me planteé escaparme del correccional, pero por lo que tenía entendido, tendría que andar varios días entre montañas y retoños, sin encontrar comida ni bebida, había un lago al pie de la montaña más cercana, el lago Eye, pero no había ni un charco más adelante, y además que al notar mi desaparición, llamarían a la policía y cuando me pillase, las cosas se pondrían bastante mal para mí y para mis padres. Y la idea de ser un fugitivo no me apasionaba.
Así que tuve que aguantarme, y seguir dándole vueltas al secreto del Major Correccional.

 

 

 

Era sábado. Los fines de semana no teníamos clases, lo cual significaba un montón de tiempo libre más, pero aquel día uno de los equipos de fútbol de la escuela había reservado el campo para entrenar, y el correccional en peso había decidido ir a verles, ya que, cómo me explicó Lynne el viernes, el partido de inicio de temporada estaba cerca, y eso era algo que todo el mundo aguardaba con gran expectación. Me sorprendía mucho que le dieran tanta importancia a algo tan trivial como un...partido...pero en parte los comprendía, aquella escuela era tan tremendamente aburrida, que cualquier cosa que se saliese un poco de la rutina, era bien acogida entre los estudiantes. 

Yo también decidí ir a verlo. Secretamente siempre me había gustado el fútbol, pero nunca lo había reconocido porque no se me daba bien.

Así que al llegar el sábado, bajé con Lynne y un amigo suyo, Clarck (Integrante también de la pandilla extraña) al campo de fútbol y nos sentamos en las gradas. Estuvimos hablando un poco sobre los equipos, yo y Lynne apostábamos por el B y Clarck por el A. Según me contaron, Clarck tenía dieciséis años y asistía a la clase de 4ºA. Me cayó bien enseguida, aunque al igual que Lynne, parecía esconder algo. 

Con pesar comprobé que Lynne parecía sentirse mucho más a gusto respondiendo a Clarck que respondiéndome a mí, y Clarck igual, comprendía que ellos podían ser amigos desde hacía más tiempo...pero yo conocía a Lynne desde hacía un mes, y él aún seguía hablándome como si acabase de sentarme a su lado y me viese por vez primera. Y Clarck igual, pese a que Lynne nos había presentado, y él me había sonreído cálidamente.

Quería descubrir qué pasaba allí, lo deseaba con todas mis fuerzas.

Cuando por fin empezaron a practicar, dejé de hablar, y me centré en los pases, los regates, y los tiros a puerta. Verdaderamente me encantaba verlo, así que ignoré la conversación de Clarck y Lynne, que hablaban entre ellos.

Pasó cómo media hora antes de que Clarck me diese un golpe suave en el hombro.

-Realmente te gusta el fútbol, ¿Eh?

-Algo.-admití.

Sonrió.

-Soy amigo del capitán del equipo de fútbol B...¿Te gustaría hacer una prueba? Podrías estar de reserva.

-¡No!- grité antes de terminar de oír todo.- No quiero hacer ninguna prueba, no me gusta tanto…

Lynne sofocó una risita con el dorso de la mano y Clarck alzó las cejas suspicazmente.

-¿Seguro? Si es porque se te da mal, los del B son tan malos que no desentonarías…

-¡Oye!- exclamó Lynne y le dio un manotazo.

-Parecéis un matrimonio, vosotros.- murmuré, y volví a girar la mirada hacia el partido.

Los dos se miraron y se echaron a reír a un tiempo. Para mis adentros me di cuenta de que estaban muy unidos y sentí una punzada de celos.

En cuanto acabó el entrenamiento, nos quedamos hablando un poco más. Me contaron algunas anécdotas sobre los equipos de fútbol, y sobre las clases, yo reí y asentí cuando tenía que hacerlo, sin prestar mucha atención. 

De repente, un chico alto se acercó a dónde estábamos sentados. Era alto y delgado, con pelo marrón largo y aspecto amenazante. Supuse que tendría unos diecinueve.

-¿Clarck? Te estaba buscando.

Lo miré con atención. Lo reconocía. Era otro de los chicos de la pandilla extraña.

-Ah, Danhiel. Estaba aquí viendo el entrenamiento con Lynne.

Le miré ofendido, ya que no me nombró. Él ignoró mi mirada ofendida y continuó mirando a Danhiel con una gran sonrisa.

El chico, por su parte, no le correspondió aquella sonrisa, miró a Clarck fijamente, luego a Lynne, y finalmente sus ojos se posaron en mí. En su mirada me pareció distinguir interés, curiosidad y una pizca de repulsión.

Me sentí incluso algo avergonzado ante su penetrante mirada, cosa que nunca antes me había pasado.

-¿Quién es este?-escupió.

Clarck me miró de reojo, parecía evitar mi mirada.

-¡Ah...! Es Ellan. Un compañero de la clase de Lynne.

Danhiel ladeó la cabeza y me miró aún con más intensidad.

-¿Un compañero de clase de Lynne?-repitió.

Aquella situación se estaba poniendo muy extraña. 

-Sí...encantado.-Sin saber qué otra cosa hacer y sintiéndome muy ridículo, le tendí una mano. Él no me la apretó.

-Bien. ¿Vendrás luego, Clarck?

Él asintió.

-Luego te veo.

Danhiel hizo una inclinación con la cabeza y se fue. Clarck se quedó mirando cómo se alejaba con una sonrisa de idiota hasta que se perdió de vista.

-¿Quién era?-le pregunté cuando por fin volvió en sí.

-Un amigo.-respondió quizá demasiado rápido. 

-¿Un amigo?

Asintió varias veces rápidamente. Yo me encogí de hombros.

Nos quedamos un poco más hablando, y finalmente, Clarck y Lynne dijeron que se tenían que ir a estudiar y se fueron cada uno por su lado.

Volví al dormitorio dándole vueltas al curioso comportamiento de Danhiel y Clarck. Podía ser eso, que eran amigos, pero...no se miraban como amigos. En sus ojos podía ver algo más...algo raro.

Aunque quizá me estaba inventando todo y en verdad no pasaba nada en el Major Correccional.

Me tumbé en la cama y miré el techo, aunque sin prestarle atención, aún sumido en mis pensamientos.

Le di mil vueltas al asunto, pero me ganó la pereza y me acabé durmiendo.

Me desperté por la tarde, sobre las cinco o las seis y me quedé sorprendido de que hubiese dormido tanto. No había comido nada y tenía hambre, así que bajé al comedor y pillé un par de bocadillos, que me comí yo solo sentado en los escalones de entrada al correccional, mientras observaba sin mucha atención el paisaje de la montaña Eye.

-¿Eres tú Ellan Kultz?

Pegué un pequeño brinco del susto y dejé caer el bocadillo al suelo.

-¡Oh, lo siento! Te ayudaré a recoger eso.

Miré por encima de mi hombro. Era un chico de unos diecinueve años, de complexión robusta, rubio, y el flequillo, cortado escalado, le tapaba un lado de la cara. No recordaba haberle visto con el extraño grupito de Lynne.

-¿Quién eres?-murmuré, mientras recogía el pan.

Bajó las escaleras y me ayudó a recoger el bocadillo.

-Me llamo Jay Krishe, soy el capitán del equipo de fútbol B.

Entorné los ojos.

-¿Y qué quieres?

-Un compañero, Clarck, me dijo que te gustaba el fútbol...

-No me gusta el fútbol.-interrumpí. ¿Por qué demonios me metía Clarck en algo así, después de decirle que no lo hiciese?

-¿No? Bueno, él me dijo...Necesitamos reservas...

Suspiré. Al ver que no protestaba, continuó.

-¿Se te da bien el fútbol? Podríamos hacerte una prueba, y si eres bueno, incluirte en los entrenamientos, y si todo va bien, podrías estar de defensa en el partido que se celebra en Marzo. Y tal vez para Agosto en el equipo...

-Nunca he jugado al fútbol.-atajé, molesto.

Vi una clara desilusión en sus ojos.

-¿No querrías intentarlo? Clarck me dijo...
-No sé qué te dijo Clarck, pero ya te he dicho que nunca he jugado al fútbol...

-¿Por qué no lo intentas?

Suspiré de nuevo, me rasqué la nuca y mi mirada volvió a los pinos más altos de la montaña Eye.

-Puedo intentarlo, pero enseguida comprobarás que no puedo jugar.

Por su parte, él sonrió cómo si se hubiesen alargado las Navidades, me dio una palmada en el hombro y se levantó.

-Gracias, chaval. Te veo mañana en el campo, a eso de las ocho de la mañana, ¿Vale?

Asentí y observé cómo se alejaba. Cuando se hubo ido, coloqué los antebrazos sobre mis rodillas y enterré la cara en mis manos. Iba a matar a Clarck cuando lo viese...¿A qué había venido aquello?
Viendo el lado bueno, si me cogían no pasaría tantos ratos de aburrimiento, pero tenía miedo de que nada más verme, Jay me dijese que no valía para aquello y que mejor abandonase, o peor, que se riese de mí, o aún peor, que lo viese alguien más y se riese más gente.
Con estas negras expectativas pasé el resto de la día,comí y cené poco, y me fui a la cama enseguida. 

Sorprendentemente, cuando llegué a mi cuarto, a eso de las diez, Kerbeen ya estaba metido en su cama y respiraba acompasadamente, profundamente dormido.
Me vestí en silencio y sin hacer ruido y me acosté. 

Me costó muchísimo conciliar el sueño, sin duda debido al hecho de que había pasado gran parte de la mañana y de la tarde dormido, ahora no estaba para nada cansado. Estuve dando vueltas entre las sábanas durante dos horas, mirando cosas en mi móvil para entretenerme hasta que me viniese el sueño.
En cuanto la pantalla de mi móvil anunció que acababan de dar las doce, oí un ruido en la oscuridad de la habitación. Algo como una campanada, muy bajita y muy lejana. 

Y justo cuando sonó, oí cómo mi compañero se desperezaba bajo las sábanas.

En un acto reflejo, me metí bajo las sábanas y ronqué suavemente, aparentando estar dormido. Entreabrí un poco los ojos y vi cómo él se me quedaba mirando un rato, como comprobando si estaba dormido, y al creer que sí lo estaba, salía de entre las sábanas y sin un ruido, se levantaba.
Cruzó el cuarto en silencio y sin tropezar con nada, a pesar de no haber encendido ninguna luz, llegó hasta el armario, lo abrió, sacó algo y se lo puso. Cuando abrió la puerta para salir de la habitación, se filtró un rayo de luz y pude ver lo que llevaba puesto.

Era una capa negra.

 

 

 

Al día siguiente, cuando me desperté, eran las ocho y veinte y no me dio tiempo a pensar en nada. Me levanté de un salto, corrí hacia el armario y me vestí a toda prisa con lo que primero que pillé en el armario. Peinándome con los dedos, salí del dormitorio, bajé los cuatro pisos de escaleras y corrí hacia el campo de fútbol.

En las gradas estaba sentado Jay Krishe, con el rubio pelo reluciendo bajo el sol de madrugada. Llevaba puesto un chándal azul marino de aspecto cómodo.  Estaba escuchando música con un MP3, y pareció no darse cuenta de mi presencia.

Me intenté colocar un mechón castaño de pelo rebelde detrás de la oreja, y me alisé un poco la camiseta. Me había puesto una camiseta de tirantes blanca de algodón y un pantalón de gimnasia algo feo, gris y grueso.

Lamenté no haberme puesto algo mejor para el primer entrenamiento, pero no había habido tiempo, y ya llegaba media hora más tarde.

-¡Lo siento!- le grité cuando estaba a unos metros de él aún.- ¡Me quedé dormido!

Alzó la cabeza. Se sacó los auriculares, me miró, y una amplia sonrisa cubrió su rostro.

-Ya pensaba que no llegarías.

-Lo siento-repetí.

-No pasa nada.- Se levantó y se estiró- Sé que es un poco temprano para llamarte, pero de esa forma no tendrías espectadores, no te pondrías nervioso y lo harías mejor, supuse.-Cuando lo alcancé, me pasó un brazo por los hombros y me llevó hasta el centro del campo, donde había cuatro conos de plástico y dos balones de fútbol desparramados sobre la hierba.

Nunca me había agradado demasiado el contacto físico, así que me sentí bastante incómodo bajo su brazo.

Una vez en el centro del campo, me soltó y me explicó que tenía que intentar meterle un par de goles. Le ayudé a colocar los conos a una distancia de alrededor de un metro y medio de distancia, y se situó entre ellos.

Pese a que no hacía nada de calor y además iba ligerillo de ropa, estaba sudando. Evidentemente no lo admití ni para mis adentros, pero tenía miedo. ¿Y si fallaba? ¿Se reiría? ¿Se lo contaría a Clarck?

Me situé, nervioso, a buena distancia.

-¡Vamos! No te pongas nervioso, lo harás bien. -me animó.

Tragué saliva y asentí. Tomé carrerilla, y sin pensar nada en especial, le di una patada al balón lo más fuerte que pude, tanto, que me resbalé y caí sobre la húmeda hierba.

-¿Estás bien?-preguntó Jay, acercándose. Me tendió una mano y me ayudó a  incorporarme.

-Sí, sí. ¿Lo conseguí?

-Derribaste el cono derecho, lo que sería palo en un partido de fútbol de verdad.

Bajé la mirada y miré atentamente el césped. No sabía por qué me desanimaba, después de todo, ya sabía que iba a fallar...¿Y por qué me tenía que importar? A mí nunca me había gustado el fútbol ni había querido estar en un estúpido equipo, me dije.

Él debió de captar mi expresión de desilusión y me tomó de la barbilla con el pulgar, obligándome a alzar la cabeza y mirarle.

-Eh, ¿Quieres volverlo a intentar? Un mal momento lo podemos tener todos.

-No, no quiero...

-Sí quieres.-sonrió- Venga, inténtalo otra vez. Por favor.

Negué con la cabeza y aparté la mirada.

-Ya has visto que no sé...

Pero no me soltaba el mentón, y me estaba empezando a poner nervioso.

-No le des tan fuerte y piensa más en la puntería.-susurró él.-Vamos, Ellan, si vuelves a hacerlo mal te dejo ir y no te molesto más, pero vuelve a intentarlo... No me gustaría que te fueses del campo desilusionado...

Suspiré y le miré de nuevo. Por fin apartó la mano.

-De acuerdo, lo intentaré otra vez. La última.

Asintió, sonrió de nuevo cálidamente y se volvió a posicionar entre los conos. Me pasó el balón, lo cogí, lo coloqué y volví a tomar carrerilla.

Intenté poner en práctica lo que me había dicho, en cuanto estuve cerca del balón fijé los ojos en la improvisada portería y chuté en esa dirección, algo menos fuerte que la primera vez.

El balón salió despedido, y yo lo seguí con la vista, deseando intensamente que entrase entre los conos sin ningún problema.

Sin embargo, cuando iba a entrar por la portería, algo distrajo mi atención.

A unos metros del campo de fútbol, cómo si viniese del bosque, venía un chico. Al estar tan lejos no supe diferenciar quién era, ni siquiera si era del correccional, pero supuse que no. ¿Cómo podía venir del bosque a esas horas de la madrugada? Por lo que tenía entendido, no podíamos salir de la cerca de madera para nada. En la escuela había una norma que decía que si un recluso del correccional desaparecía durante como máximo cuarenta y ocho horas seguidas sin que nadie supiese de su paradero, la policía hacía una investigación y tomaba cartas en el asunto. Y cualquier recluso del correccional que se escapase al bosque recibiría un ejemplar castigo. Además, ningún estudiante sentía muchos deseos de darse un garbeo por el bosque.

 Por la escuela se contaban leyendas de que un chico llamado Ken Olsen se había intentado escapar del correccional, y estuvo sin aparecer dos semanas, semanas durante las cuales la policía estuvo cómo loca entrevistando a todos los que pudiesen tener una pista del paradero de Ken Olsen, y organizando partidas de búsqueda por el bosque, por las montañas y por los pueblos más cercanos, aunque con sinceridad nadie creía que hubiese llegado tan lejos.

Y no se equivocaban. A la segunda semana encontraron su cadáver entre unos matorrales. Al parecer, en un desesperado intento de alimentarse había comido bayas venenosas.

Yo no sabía si eso era cierto o no, pues nunca había dado mucho crédito a las viejas leyendas de estudiantes, pero después de oír la historia se me pasaron del todo las ganas de intentar escapar del correccional atravesando el bosque.

Pero ese chico parecía haber venido justo de allí. Y venía hacia nosotros.

Jay vino hacia mí, con la pelota en las manos.

-¡Bien, Ellan! ¡Lo hiciste!

Apenas lo oí.

-¿Quién es ese chico?-articulé con los labios, entre los cuales no salió ningún sonido.

El muchacho se acercó a nosotros y pude verle bien las facciones. Lo reconocí como el líder del grupo de Lynne y Clarck. Krystian. Tenía el pelo castaño claro, de un tono un poco más oscuro que el mío, y el flequillo le tapaba con elegante naturalidad un poco de los ojos. Su piel era muy pálida, de un blanco marfileño que a mí se me antojó muy bello, y caminaba con un aire desgarbado, el cual le daba la sensación de estar muy seguro de sí mismo.

A pesar de ser muy atractivo, lo que más me llamó la atención de su despampanante físico fueron sus ojos. Los tenía ligeramente rasgados, y eran de un marrón bastante parecido al de su cabello. Sin embargo el color y la forma eran lo menos destacable de ellos. 

Mirar sus ojos era como mirar un mar en una noche sin tormenta, como mirar a un pozo sin fondo, oscuro y en calma. Mirarlos fijamente era arriesgado, peligroso, y llenaba mi cuerpo de esa emoción que se siente al empezar una aventura, al estar en el punto más alto de una montaña rusa... No eran cálidos, ni alegres, ni agradables. Sólo oscuros. Esa oscuridad en su interior movió algo dentro de mí, algo que no pude identificar muy bien.

-¿Quién es?-repetí, esta vez en voz audible.

-Krystian Wilde.-respondió.

No me había equivocado, era él. Luego sí era de la escuela. ¿Cómo es que venía del bosque? Los del grupo de Lynne siempre estaban metidos en cosas raras, me dije.

Krystian pasó por delante del campo de fútbol, en dirección al edificio principal.

-¡Hola!-saludó Jay.

Se volvió hacia nosotros, mirándonos como si se acabase de dar cuenta de que estábamos allí.

-Ah...hola.-respondió sin emoción.

Tenía una voz suave, agradable, como si su boca acariciase las palabras al decirlas.

-¡Krystian, te presento a Ellan Kultz, a partir de mañana estará en nuestro equipo de fútbol!-exclamó Jay, pasándome de nuevo un brazo por los hombros.

Sentí un escalofrío cuando le oí decir mi nombre y cuando los ojos de Krystian dejaron de mirar a Jay y se dirigieron hacia mí.

Me miró con la cabeza ligeramente ladeada de abajo a arriba, para finalmente detenerse en mi rostro. Sentí una vergüenza enorme, como si en vez de estar ahí con mi camiseta blanca y mi pantalón viejo gris, estuviese frente a Krystian completamente desnudo.

Por su parte, Krystian me miró con desdén y yo me esforcé por devolverle una mirada de desafío, mirada que él me devolvió sin dudar un segundo.

El capitán del equipo, ajeno a nuestro intercambio visual, me estrechó contra él con más fuerza, y me sentí sumamente molesto.

-Ya lo conocía.-comentó Krystian con su suave y calmada voz, se dio media vuelta y se fue.

¿Ya me conocía? Sería que Lynne, Clarck, Kerbeen, o cualquiera de sus amigos le habría hablado de mí.

-Bueno, ¿Recogemos?- preguntó Jay.

Me giré rápidamente hacia él, ya casi se me había olvidado el por qué estaba allí.

-¿Estoy en el equipo?

Asintió.

-Ya te lo he dicho, pero tú te habías quedado embobado mirando a Krystian.

-Yo...no es verdad.

-Recojamos.-insistió, y yo le seguí.

 

Volví al edificio animado por haber sido admitido en el equipo B, pero con una sensación muy extraña causada por el encuentro con Krystian.

Sin embargo, hasta eso se me pasó cuando vi a Clarck venir corriendo hacia mí por las escaleras del primer piso.

-¡Ellan! ¡Tengo que pedirte un favor!

Tenía el rostro sudoroso, venía despeinado y con aspecto preocupado.

-Claro, dime.-respondí asombrado.

-Lynne ha tenido un accidente, necesito que si ves a Kerbeen se lo  digas.

Enarqué una ceja.

-No hagas preguntas.-previno antes de que pudiese decir nada.

-¿¡Es grave!?-exclamé.

-¡No, no! No es nada. ¿Lo harás? Necesito que sea lo más pronto posible...

Su tono de voz era de súplica.

-Claro, voy a ver si está en su dormitorio.

Eché a correr escaleras arriba.

-Por cierto- me acordé a la mitad del tramo de escaleras.- Jay me ha elegido para el equipo B.

-Felicidades-oí que respondía.

Llegué al cuarto piso lo más rápido que pude, y me lancé a la puerta de mi dormitorio. Estaba cerrada, pero sin pestillo, así que la abrí y entré rápidamente.

-Kerbeen...

Eché un vistazo a la estancia.

Mi compañero no estaba, pero la túnica negra con la que le había visto salir la noche anterior (La cual se me había olvidado por completo con las prisas del entrenamiento), estaba arrugada encima de la cama.

Y estaba cubierta de sangre.

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado! Si es así, ¡déjenme algún review, por favor!<3


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