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Aléjate de mí pero no me dejes solo... por emo_soul

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Notas del capitulo:

espero que les guste n_n

EN EDICIÓN.

- Adiós mamá. –Murmuré y me fui antes de esperar una respuesta-

Salí de  casa cerrando la puerta tras de mí.

Caminaba hacia la escuela con mis auriculares puestos escuchando “Where Did The Angels Go” de Papa Roach, una de mis bandas favoritas.

Llevaba un pantalón negro, una remera gris claro y una chaqueta negra larga que me llegaba un poco más arriba de las rodillas y zapatillas negras. Llevaba mis ojos delineados y un piercing en el labio.

Primer día de escuela, aquí comienza mi infierno.

La escuela no era uno de mis lugares favoritos dónde estar. Las clases eran aburridas, no tenía amigos y me daban una golpiza cada vez que me descuidaba.

Aunque si lo pienso así, mi casa tampoco era uno de mis lugares favoritos dónde estar.

¿Realmente quería estar en algún lugar?

Cuando llegué los pasillos estaban desiertos, atravesados momentáneamente por profesores apurados. Revisé mi reloj y todavía faltaba media hora para que comenzara a llegar gente; calculaba que poco menos de una hora en total para que comenzara el acto de inicio de clases. Suspiré frustrado y fui al patio, me senté en el suelo contra una de las paredes del edificio y me puse a escribir.

Hacía varios meses que había comenzado una historia, no era la gran cosa, dudaba que tuviese algo verdaderamente interesante, pero era una manera de poder expresarme. Escribir era una de las pocas cosas que me mantenía ligeramente cuerdo. No es como que realmente pudiese aplicar esa palabra a mi persona.

“… Amy se encontraba en una cueva, se había escondido de Morret, el hechicero que la perseguía…”

Iba a seguir escribiendo cuando algo o alguien me tapó la luz de la cual requería. Subí mi mirada a ver quién fastidiaba. Un chico no muy alto, estaba frente a mí. Tenía unos jeans comunes, zapatillas deportivas blancas y un buzo con capucha y bolsillo canguro gris. Llevaba el cabello pelirrojo atado en una cola de caballo.

- ¿Qué quieres?

- ¿Qué escribes? -Preguntó ignorando mi pregunta con una sonrisa-

- No es de tu interés, piérdete. –Suspiré y comenté para mis adentros - No creía que desde el primer día comenzaran a molestarme... y desde tan temprano...

- No vengo a molestarte, me pregunté qué hacías solo y vine a hacerte compañía.

¿Cómo podía sonreír tanto?

- No será que tú te sientes solo y por eso vienes buscando compañía?

- Puede ser. –Rio-  Vaya, eres bueno leyendo a las personas.

- Lamento decirte que no soy una gran compañía, vete.

- No lo haré. –Sentenció sentándose a mi lado-

- ¿Por qué no te vas y me dejas solo!? ¡Invades mi espacio!

Me paré de golpe y abandoné el patio, dejándolo sentado bajo el árbol con una gran interrogante plasmada en la cara.

Genial, ya ni siquiera podía estar tranquilo en el árbol en el que siempre lo estuve ¿Por qué se me tenía que pegar tanto? ¡Demasiado molesto!

Me adentré en el pasillo que me llevaba al salón principal, pero para mi desgracia me encontré con el idiota de Kent y su pandilla de lameculos. Conocía a Kent desde la primaria; él siempre se encargó de hacer de la escuela una tortura diaria. Lo odiaba con fuerza desde lo más profundo de mi alma.

- Vaya, vaya. Parece que no has decidido suicidarte estas vacaciones. –El séquito de aduladores baratos rio con la “broma” de su estúpido rey- Bueno, chicos, tendremos a quien molestar este nuevo año.

- Empezaron media hora tarde chicos. –Me burlé con indiferencia-

Aunque se les adelantó un pelirrojo quien abusó de mi espacio personal.

Kent exhaló con fuerza por la nariz y apretó los puños. Mala señal.

- ¿Qué quieres, Kent? –Ese tipo quien se creía muy popular por ser el típico prototipo del adolescente popular e insensible; de esos que lo único importante en su vida era una estúpida pelota y la admiración de los demás-

- ¿Acaso no puede alguien de buen corazón venir a hacerle algo de compañía a un chico tan solitario como tú? –Nuevamente risas acompañaron sus palabras-

- No lo sé ¿Ves a alguien de buen corazón por aquí?

- No me provoques.

Me había tomado por el cuello de mi chaqueta y levantado unos centímetros del suelo, lo que no le había representado ningún problema ya que yo era muy delgado. Preferí quedarme callado ante esa situación.

La cercanía me hizo temblar. Un fuerte malestar creció en mi estómago y se me nubló la cabeza dejándome distinguir con claridad una única frase que se repetía “¡No me toques! ¡No me toques! ¡No me toques!”

- ¿No tienes nada que decir?

- No… -Desvié la mirada mientras trataba de detener los temblores de mi cuerpo-

- Cuida tus palabras, imbécil.

Luego de eso me empujó fuerte con la pared, tiró mi bolso al suelo y se fue riendo junto a sus amigos.

Era muy frustrante tener que soportarlo en silencio, pero no podía hacer nada; yo no tenía la fuerza necesaria para poder hacer algo contra alguien como él.

Estaba agachado recogiendo lo que se había salido de mi bolso al caer cuando entraron en mi campo de visión un par de zapatillas blancas.

- ¿Por qué dejas que haga eso?

- No te importa.

- No tienes porqué ser así de mezquino conmigo, yo no quiero lastimarte.

- No me interesa ¿Puedes dejar de meterte en mis asuntos?

No hizo ningún intento de irse. Me paré frente a él tratando de intimidarlo. Ese pelirrojo me estaba sacando de quicio.

- Soy Rub Anderson. –Se presentó extendiendo la mano. Mi intento de intimidación había fallado- ¿Tú cómo te llamas?

- Kiot Gray. –Respondí por inercia mientras retomaba mi camino, frustrado-

- ¿En qué clase estás? –¿Por qué tenía que sonreír todo el tiempo? Me molestaba, es como si me presumiera que él podía y tenía razones para hacerlo y claramente yo no-

- 3A. – Le era lo más cortante y frío posible para que así dejara de acosarme con su falsa amabilidad-

- ¡Igual que yo! –Dijo con felicidad- Ahora estoy esperando a mi amiga. Soy nuevo aquí y me gustaría tener amigos, si quieres podemos sentarnos juntos en clase.

- Gracias pero no gracias.

- ¿Por qué eres tan frio? No te he hecho nada.

Me detuve en seco. Estaba molesto ¿Qué demonios le importaba? ¿Por qué de repente vino a atacarme con sus preguntas y sonreírme  falsamente?

- ¿Por qué tienes una sonrisa tan plástica en tu cara? La falsedad en tu expresión me enferma. –Lo acusé con repulsión y molestia-

Él se quedó paralizado, se tensó y por primera vez desde que lo vi su sonrisa no estaba.

- Me voy al salón. –Anuncié restándole importancia-

No me detuve en mirar hacia atrás porque sabía que él seguía ahí mirándome; podía sentir sus ojos enterrándose en mi espalda.

El discurso de bienvenida fue tan aburrido como en años anteriores. Unas palabras inspiradoras que lo único que me inspiraron fue más depresión y una bienvenida realmente desalentadora.

Al salir de éste alguien me tomó por la muñeca izquierda tirándome para que me diera la vuelta. No pude hacer más que contraerme del dolor y soltar mi brazo rápidamente para no gritar. La muñeca me ardía y sentía que las mismas heridas de esta mañana se habían abierto. Miré con enfado al estúpido que me había agarrado.

Realmente no podía esperar que fuera otra persona.

-¡CARAJO, NO ME TOQUES!

- Lo siento ¿Estás bien? ¿Te apreté muy fuerte? En serio lo siento. –Se disculpó el pelirrojo-

- ¿Qué demonios quieres? –Exclamé sobando mi muñeca ligeramente. Revisé y no había sangre-

- ¿Puedo hablar contigo?

- ¿De qué, exactamente?

- ¿Cómo… cómo supiste  que mi sonrisa no era… sincera?

- Era obvio. –Afirmé con indiferencia-

- ¡Pero ni siquiera Hinata se dio cuenta! ¿Cómo es que tú sí?

Me estremecí ante la mención de ese nombre.

¿Se estaba desesperando? Qué patético, ni siquiera su amiga lo conocía. Aunque era de esperarse de alguien como Hinata, maldita víbora. Era demasiado obvio que él sonreía así de falsamente porque algo lo angustiaba; probablemente ser nuevo en la escuela y el no conocer a nadie más que a esa hipócrita.

- Llevo mucho tiempo observando a la gente como para darme cuenta de cual es real y cual no.

Luego de eso, lo rodeé y me dirigí al salón de clases.

- ¡Buenos días! Soy su profesor de Literatura, Patrick Robinson. Haré cambios en los asientos, nadie se sentará donde se le plazca en esta clase.

Se pudo escuchar un “ohh” de disgusto a coro.

Comenzó a señalar gente al azar y ubicarlas en el lugar que le parecía “más apropiado”.

Ya había cambiado a 10 personas cuando me señaló al mismo tiempo que a Kent. Ah sí, Kent era mi compañero de clase desde inicios de la primaria. Por suerte no tendría que sentarme junto a ese maldito idiota.

Cuando me senté, una voz chillona resonó en mi oído. Me salvaba de Kent pero me condenaba con Hinata.

- ¿Tú eres con quien Rub estuvo hablando? –Preguntó con cierta incredulidad y repulsión en la voz-

- No. –Respondí cortante-

- Estoy bastante segura que Rub me dijo que fuiste tú el que habló con él.

- Si te refieres a que él me habló y la conversación fue casi unilateral, entonces sí ¿Te importa?

- Él me dijo que eras agradable a pesar de ser testarudo. Claramente no te conoce.

- Él dijo que eras una buena persona o algo así. Claramente no te conoce.

- ¡Cállate! ¡No sabes nada de mí!

- Descuida, tampoco me interesa saber sobre ti.

Levante mi mano

- ¿Sí? ¿Qué es lo que quiere señor…?

- Kiot Gray

- ¿Qué necesita, señor Gray?

- ¿Podría cambiarme de lugar? No estoy muy cómodo en este asiento, no veo bien la pizarra desde tan lejos. –Mentí-

- Está bien, te cambiaré con él. –Y señaló a un chico que de casualidad estaba sentado junto a Rub. Otra prueba de que el destino me odiaba ¿Acaso no podía sentarme junto a alguien que no detestase?-

Tomé mis cosas y me cambié de lugar lleno de resignación. Este primer día de clases iba de mal en peor.

- ¡Hola! –Me saludó alegremente, esta vez su sonrisa no se veía falsa-

Sin responderle abrí mi libreta para seguir escribiendo; al fin y al cabo Amy estaba en medio de una persecución y me sentía inspirado para sacarla de ahí.

- ¿Vas a ignorarme así como si nada?

- Parece ser el plan, sí. –Me burlé con cierto tono divertido en mi voz del cual no me había percatado-

- Entonces sí tienes sentido del humor. –Dijo riendo-

El profesor estaba hablando de su familia y sus vacaciones, la cual realmente no me importaba, y por no tanto no nos prestaba atención.

- ¿A qué te refieres? –Me esforcé por mantener una expresión totalmente indiferente-

- Es que recién hablaste como si hubieras recordado un chiste.

- ¿Se supone que no debería tener sentido del humor?

- No es eso. Es lo más cercano que te he visto de una sonrisa.

- No soy como tú ¿Sabes?

- Lo siento si te molestó lo de antes, pero te veías tan solo que pensé que alguien angustiado no serviría para hacerte sentir mejor.

- No lo haría, pero tu presencia en general tampoco sirvió.

Él sonrió sinceramente  y se disculpó.

¿Qué le sucedía a este tipo?

No le volví a responder en toda la mañana, me tenía fastidiado.

 

Al finalizar las clases me fui a casa con mus auriculares puestos. Bueno, al menos eso intenté cuando fui interceptado por la peste que me había estado siguiendo toda la mañana.

- ¡Hey Kiot! ¡Espera!

Hice como si no lo hubiere escuchado y seguí caminando, pero él corrió hasta alcanzarme.

- ¿Sigues por esta calle?

- Sí.

- ¿Cuánto más?

- ¿Te importa?

- Sí, sí me importa.

Suspiré derrotado.

- 7 cuadras más.

- ¿7? ¡Entonces vivimos en la misma cuadra!

Me detuve en seco y él me miró sonriente.

- ¿Qué has dicho? –Retiré un auricular para asegurarme de lo que había escuchado-

- Vivimos en la misma cuadra.

- Carajo, tienes que estar bromeando.

El resto del camino fue él hablando solo. Yo seguía con mis auriculares y sólo asentía cuando dejaba de escuchar sus murmullos.

- ¿Entonces está bien?

- Sí, lo que sea. –Respondí sin interés. No tenía ni una puta idea de lo que acaba de decir-

- ¡Gracias! Me pregunto cómo será tu casa por dentro ¿Es muy grande?

- ¿Por qué preguntas por mi casa? Definitivamente es algo que no te importa.

- Dijiste que podía ir.

- Por si no te diste cuenta, estaba ignorándote.

- De todas maneras dijiste que podía.

- ¿No tienes una casa propia?

- Mi madre trabaja mucho por lo tanto no almuerza conmigo. Mi hermana mayor se encierra en su habitación a almorzar y mi padre ahora está con el extranjero, así que comería solo si no fuese porque aceptaste que fuera a tu casa.

- No te estaba escuchando, pensé que era obvio. Vete a tu casa y come solo, no me interesa.

- ¡No lo haré! Ya me diste tu palabra.

Notas finales:

Actualizado 26/6/2017


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