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Little Liars por SuperNova31

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Notas del capitulo:

:3 Bueno, esto es básicamente un experimento. Esto sería como el prólogo digamos. Espero que les guste.

 

-¡Eres un inútil! ¡Un bueno para nada!- Myungsoo subía las escaleras, mientras que su padre le gritaba toda clase de maravillosas críticas constructivas.- ¡Tu madre murió por tu culpa! ¡Ahora tu hermana está enferma y no hay como pagar sus medicamentos por que eres un bueno para nada!
-¡¿QUIÉN ES EL BUENO PARA NADA AQUÍ?!- El castaño se dio la vuelta, enfrentando por primera vez a su padre.- ¡Dejé la escuela para trabajar y poderte alimentar a ti y a mi hermana! ¡Vendí mi guitarra! ¡Tengo tres trabajos y no como para que tú estés lleno! ¡¿Quién es el padre aquí?! ¡TÚ! ¡Sin embargo, eres tan inmundo que prefieres sentarte a quejarte que a hacer algo!- un fuerte ardor en la mejilla derecha hizo que Myungsoo viera estrellas por un segundo. Hacía tiempo que su padre no lo golpeaba- ¿Me golpeas por decirte la verdad? Cuando mamá estaba enferma y tú perdiste el trabajo, preferiste alcoholizarte. Tuve que salir a las calles, con apenas 12 años. Hice lo que pude. Mamá se hubiera salvado si no hubieras sido un maldito cobarde.- El castaño hablaba con un tono de voz amenazante y tranquilo.- ¿Ahora me hechas la culpa porque Boram está enferma? ¿Por qué no sales a trabajar tú también? No puedo cobrar más de cien la hora.- El castaño se dio la vuelta, y terminó de subir las escaleras intentando cambiar su cara de dolor por una de contento al entrar a la habitación de su hermana. Su padre lo miraba atónito, desde las escaleras.
   Aquella noche, Myungsoo terminó de hacer las entregas de comida y se dirigió a su otro trabajo. No era de sus preferidos, pero era el mejor pago.
-L, tu clienta habitual ya está aquí.- el castaño suspiró y entró en la habitación donde un hombre alto y robusto lo esperaba sentado en una cama.
-L, cariño, estuve esperando ansioso por ti.- Myungsoo apartó al hombre, asqueado.
-Terminemos con esto rápido.- El castaño comenzó a sacarse la chaqueta, cuando su teléfono celular sonó. Era Boram.
-¿Qué sucede, Bo?
-¡Oppa! ¡Appa está enfermo! ¡La cabeza le sangra! ¡No se despierta! ¡Escuché BUM y appa se lastimó!
Myungsoo apenas recordaba lo que sucedió luego de escuchar a su hermana decir aquello, solo recordaba pasar las calles corriendo, las luces de los coches y los semáforos, las bocinas, y luego las luces parpadeantes de los patrulleros y ambulancias en la puerta de su casa.
Lloró amargamente. Lloró por lo bastardo y egoísta que había sido su padre al hacer aquello. Lloró porque vio devastada a su amada hermana Boram. Lloró porque aún él era menor de edad y los enviarían a orfanatos diferentes.
Boram solo tenía 9 y él 16. Ya habían pasado 7 años de aquello, y no había vuelto a ver a su hermana.
En el orfanato era un chico solitario, que se metía en problemas y nadie quería adoptar por ser mayor y tener tanta mala fama de mal comportamiento. Sin embargo aprovechaba su soledad para practicar con la vieja guitarra que había en la sala de música.
Cuando cumplió 18 y ya no pudieron mantenerlo en el orfanato, una de las hermanas a cargo del lugar, le regaló la guitarra y le dio algo de dinero. Myungsoo sobrevivió en las calles, tocando la guitarra, visitando lugares de Asia y aprendiendo nuevas técnicas con su instrumento de otros músicos de la calle. Cualquiera diría que esto sirvió para suavizar su forma de ser. Pues no, solo lo endureció más.

 

 

 

-Anda hyung, cántame otra canción.- pidió Ryeowook, recostándose en el regazo de su hermanastro.
-Yo tenía una casita que era así y así.- comenzó Jongwoon, haciendo morisquetas para su pequeño hermanito.- Y tenía una puertita que era así y así.- poco a poco y entre canciones, el pequeño castaño se quedó dormido.
-Vaya, te aprecia mucho.- Dasom, la nueva esposa de su padre y madre de Ryeowook, apareció en la puerta.
-Siempre quise querer un hermanito, pero… mi madre murió demasiado pronto.- respondió el moreno de 15 años.
El padre de Jongwoon, era un empresario de renombre y por lo tanto bastante adinerado.
-¿Sabes? Yo no puedo reemplazar a tu madre, pero por favor, considérame tu  amiga.- Dasom, con una muy bien fingida sonrisa, acarició los cabellos de Jongwoon.
Desde aquel día, Jongwoon comenzó a vivir una felicidad irreal. Tenía una nueva madre amorosa, un hermanito cariñoso y un padre feliz.
Todo comenzó cuando su padre tuvo que comenzar a salir de viajes de negocios.
Era hora del almuerzo. Jongwoon ya estaba en la mesa, jugando con Ryeowook.
-Tú vete, no comerás en la misma mesa que yo.- Jongwoon miró sorprendido a Dasom.- ¡¿Qué no oyes?! ¡Vete!
-Señorita, el joven Kim tiene tanto derecho o más como usted, a comer en esta mesa.- le dijo una de las empleadas más antiguas.
Dasom le lanzó con el plato a la anciana.
-¡¿Te atreves a hablarme así?! ¿¡Eh?!-¡Basta!- Dasom se quedó helada, pero rápidamente recuperó la compostura y miró a Jongwoon que la miraba entre aterrorizado y furioso.- ¡No la golpees! ¡Si es lo que quieres, no comeré aquí!- Si se hubiera revelado en aquella primera ocasión, los maltratos siguientes no hubieran ocurrido.

 -Yesung…- Ryewook había inventado aquél nombre para él, así su madre no sabría que hablaba de Jongwoon.- Yeye, te traje comida.- Dasom había encerrado al moreno en el sótano, porque estaba “castigado”, ya que se “había atrevido” a sacar un refresco de refrigerador.
-Wookie vete, te meterás en problemas.
-No, mamá no está, se fue. No sabrá nada.- el castaño abrió la puerta, intentando no largarse a llorar al encontrar a un moreno encogido sobre una litera, con ojeras por demás notorias.
-Vete, Ryeowook. No quiero problemas.
-Solo… come un poco por favor.- Ryeowook resbaló con un tornillo que había tirado, pero Jongwoon logró atajarlo, quedando sobre el castaño en la litera.
Un agudo chillido hizo que Jongwoon mirara a la puerta aterrorizado. Dasom lo señalaba con una expresión de terror muy bien fingida. Su padre apareció segundos después…
Su mente borró aquel horrible momento de su vida, así que poco recordaba. Solo recordaba cómo un chofer de su familia lo dejó en la puerta de aquél horrible reformatorio.
Con 15 años su familia lo había dejado solo un por mal entendido.
Cuando cumplió 22 años, un Jongwoon totalmente cambiado, salió por la puerta de aquel reformatorio con un poco de dinero en el bolsillo y con la ropa que le habían dado aquella mañana.
Sin temor alguno, comenzó a caminar. Un par de años atrás se había dado cuenta de un gran talento: su voz.

 

 

 

-Cariño, despierta.- Dongwoo besó el cuello de un rubio dormido.
Después de tantas penurias, tantas lágrimas que había visto sobre las mejillas de Kiwook, verlo de aquella forma era un alivio.
Kiwook tenía 17, y había conocido a Dongwoo, de 19 años, un día en que su madre lo había dejado afuera bajo la lluvia.
CNU conoció a I-oh (sobrenombres que ambos se habían puesto para hablar tranquilos), y poco a poco entró en su vida. Su negra y oscura vida.
No supo cuándo ni por qué, pero Dongwoo decidió hacer feliz a Kiwook. Llevárselo con él, alejarlo de aquella horrible familia suya, (que no tenía derecho alguno a poseer aquél hermoso ángel), y hacerlo inmensamente feliz.
La oportunidad no se hizo esperar.
Un día en que CNU había decidido ir a buscar al rubio para llevarlo a tomar algo, unos gritos provenientes de la casa de ese lo alarmaron.
-¡¿Qué es esto de clases de guitarra?! ¡¿Desde cuándo tienes ese mugroso instrumento aquí?! ¿¡No sabes que tú no sirves para nada?!- CNU abrió la puerta de un empujón, encontrándose con el padre de Kiwook, golpeándolo salvajemente.
Lo siguiente que I-oh recordaba, era estar en el auto del mayor con una maleta con sus cosas en el asiento trasero.
-Mis padres me compraron un departamento para mí, vivirás conmigo de ahora en más. No dejaré que te dañen, ya no…- Kiwook, aún con el miedo en el corazón, no era capaz de responder.- Déjame ver…- Dongwoo observó el moretón que tenía el rubio a uno de los costados de sus labios.
-Aish…- se quejó el rubio, al sentir el tacto del mayor.
-Te llevaré a un hospital.
-¡No!- CNU se sorprendió ante aquella súbita sorpresa.- No… empezarán a hacer preguntas y no quiero. Ya es suficiente con que me lleves contigo…
-Te amo.- Kiwook abriólos ojos como platos ante aquella confesión.
Y eso los traía a esa mañana, varios meses después de que Kiwook se fuera de su casa.
-Solo un segundo más…- ronroneó I-oh.
-Llegarás tarde al instituto, anda levántate. Iré a preparar el desayuno. Hoy te llevaré yo.- desde que habían hecho las denuncias correspondientes y sus padres no podían acercarse al rubio, este iba solo al colegio.
-¡Sí!- Kiwook sonrió, siendo besado por el moreno.
Se vistió lentamente, bajando con su mochila. Aquel era su último año y luego comenzaría la universidad. Estudiaría música con una beca en la Koryoko University, siendo su fuerte la guitarra, el violín y… cualquier instrumento de cuerdas en realidad.
-Esta noche quiero que salgamos a cenar fuera. ¿Qué te parece?
-¿Qué hay del trabajo?- I-oh se había enterado tarde de que su, ahora novio, era miembro de un grupo pop bastante famoso.
-Hoy tengo la noche libre. El único que trabajará hasta tarde será Sandeul.
-¿Tú y yo, solos?- al rubio le brillaron los ojos.
-¿Quieres estar conmigo a solas? Pervertido…- Dongwoo besó al rubio, queriendo tocar más que sólo su espalda.
-Obvio que quiero…- sonrió Kiwook, dejándose hacer por el moreno.
-Pero ahora no, no te dejaré faltar al colegio otra vez.- ambos se subieron al auto del mayor.
-Ten un buen día y trabaja mucho.- sonrió Kiwook.
-Vendré por ti a la salida.- lo saludó Dongwoo.
-Bien.- de donde se bajaba el rubio hasta la puerta del colegio había bastante trecho, así que a Dongwoo le gustaba quedarse viendo al rubio hasta que este entrara, viendo su felino caminar, o sus bien formadas piernas…
Sin embargo algo diferente sucedió aquel día.
-¡KIWOOK!- El rubio solo escuchó el fuerte estruendo, y entre las brumas en las que se habían convertido sus ojos, la delgada figura del que creyó su padre. De repente su castillo de felicidad se esfumaba y Dongwoo ya no estaba.
Habían pasado cinco años de eso.
Un chico alto, de pelo castaño claro parado en cresta y ojos rojos, se tambaleaba por las calles. Aquel día era el aniversario de su muerte, y no había tenido mejor ida que emborracharse.
Llovía a cántaros, pero no tenía ni ganas ni fuerzas para seguir.
-Dongwoo…- susurró, antes de caer desmayado.
-¿Ese no es el chico que tan bien toca la guitarra?
-Sí, es una pena que desperdicie así su vida...

 

 

 

 

Todos alababan al gran Park Taejun, al grandioso y perfecto Taejun. Park Jiho, su hermano menor, sufría las consecuencias de vivir bajo su sombra.
-¿Por qué no eres como Taejun?
-Intenta tomar de ejemplo a tu hermano.
-¡Tú no te pareces en nada a Taejun!
-¿De verdad son familia?
-¡Aprende de tu hermano!
Y muchas otras frases, eran escuchadas todo el tiempo por el menor, quién siempre era subestimado y dejado de lado.
-Hola Ji.- saludó Taejun, abrazando amorosamente al menor.- ¿Qué te pasa hoy? ¡Estás muy serio!- El mayor amaba a su hermano por sobre todas las cosas, y quedaba tan ciego cuando su hermano le devolvía el mismo amor, que no se daba cuenta de nada de lo que pasaba alrededor.
-No pasa nada Tae.- sonrió el menor. Todo estaba planeado y no había vuelto atrás.
-Tengo una gran sorpresa para ti, pero te la daré esta noche, cuando vuelva de alemán.- Jiho forzó una sonrisa. Quería mucho a su hermano, pero odiaba vivir a su sombra.
El día anterior había tenido su primer concierto como bajista, pero era tan importante en aquella casa, que nadie había ido a verlo. En cambio, si Taejun avisaba que tendría una presentación de violonchelo, hacían una enorme fiesta y hasta sus tíos en Japón venían a verlo.
Guardó el bajo eléctrico en su estuche. Era su cosa más preciada en el mundo: un hermoso bajo púrpura, con calaveras en un púrpura más claro en el mástil, y todo lo demás en un azul que quedaba perfecto con el púrpura. Se puso el estucho al hombro y salió de su casa, dejando una nota sobre la mesa que con suerte sus padres leerían.
Aquella noche, cuando Taejun llegó de sus clases de alemán y entró en la habitación de su hermano, encontró la nota.
-Jiho…- susurró, al leer el pedazo de papel. ¿Cómo podía haber sido tan idiota?
Salió de su casa sin tomar su abrigo, sólo tomó las llaves y el casco de su moto.
Un Taejun fundido en pánico corría por todo Seoul, buscando a su hermano. Ya había buscado en el parque, en aquella extraña cafetería retro que tanto adoraba su hermano, en la escuela, ¿Dónde más podía estar?
-El puente…- se susurró el castaño, acelerando la moto.
Jiho se apoyaba sobre el barandal, con su preciado bajo a un lado. Le tentación era irresistible.
Taejun se saltaba rojos, y aceleraba más la moto con el corazón en la boca y las lágrimas aglomerándose en sus ojos.
Jiho subió primero un pie, muy lentamente, y luego el otro, igual de lento.
Taejun estaba cerca, un poco más y llegaría.
Jiho se sentaba sobre el barandal, mirando el río a sus pies. ¿Cómo se sentiría descansar en aquél lecho de agua?
Allí estaba, lo veía. ¡Sólo un poco más!
Taejun se arrojó de la moto, tiró el casco y se acercó corriendo a su hermano, al mismo tiempo que este daba el salto final.
-¡JIHO!- gritó seco Taejun, mirando con horror como el fino cuerpo de su hermano desaparecía en el agua.
Habían pasado 6 años y él pronto cumpliría 23. Su vida era un desastre después del suicido de Jiho, y lo único que tenía era un bajo un poco desafinado por desuso y una torpe nota que decía: Lo siento, ni para el bajo sirvo. Pero hice muy bien de tu sombra todo este tiempo.
Jiho miró el estuche donde aquél extraño bajo aún estaba guardado. Había aprendido a tocar el bajo muy aquellos últimos años, quién sabía qué extraña fuerza lo había incitado a hacerlo. ¿Cómo se sentiría tocar el viejo bajo de su hermano.

 

 

 

 

-¡Dongahe malo! ¡Prometiste esperarme!- un castaño de sonrisa blanca, abrazó por detrás a un moreno sonriente.
-Lo siento Eunhyuk, quería llegar temprano para practicar un poco en la batería de la sala de música. Mi madre se queja por el “ruido” que hago en casa.
-Me encanta verte practicar, solo por hoy estás perdonado.
Donghae conocía a Hyukjae (Eunhyuk para todos), desde que eran niños. Poco a poco esa amistad se había ido transformando, pero aún no había nada claro o serio, y eso que los sentimientos por parte de ambos eran bastante claros.
Era común verlos a ambos juntos todo el tiempo, riendo entre ellos, jugando entre ellos, como si solo ellos existieran.
-Hae, me iré por unas semanas a Busan.
-¡¿Qué?! ¡¿Me dejaras solo?!- el pequeño de 15 años miró a su amigo con los ojos muy abiertos.
-Serán solo unas semanas, volveré pronto sano y salvo. Practica mucho por mí.- el castaño sacó un cassette de su mochila-  Mira, escucha la batería de esta cinta. Quiero que algún día logres tocar así de bien.
-¡Me esforzaré mucho! ¡Lo prometo!- sonrió el moreno.
Y tal y como prometió, Dongahe se mataba practicando, mientras tachaba uno a uno en el calendario, los días que faltaban para que Eunhyuk regresara.
-Hyukjae y su familia tuvieron un accidente.- fue lo que escuchó Donghae el gran día del regreso.- Cariño, Hyukjae está muy grave…
No le importaba y tampoco recordaba cómo había logrado que su madre lo llevara al hospital. El moreno lloró por horas al ver a su amigo en aquel estado.
Se había golpeado en la cabeza, haciendo que su cerebro golpeara contra el cráneo, haciendo que el castaño quedara como un autista: sin comprender, sin mirar  realmente, sin escuchar realmente, e incapaz de realizar cualquier acción.
-Olvídate de nuestro hijo, por favor. Ya no vuelvas más. Es preciso que rehagas tu vida.- aquellas palabras dolieron más que mil cuchillos.
Pronto cumpliría 22. No había vuelto a ver aquel amor suyo de la infancia, pero había mantenido su promesa y había practicado hasta el final.

 

 

 

 

 

 

Minki, de 16 años de edad, había salido antes del colegio.
-¡Ya estoy en casa!- gritó, desde la puerta. Al quitarse sus zapatos, algo hizo que el corazón se le parar por un segundo: los únicos otros zapatos presentes eran los de su hermano mayor, Baekho.
-Ren.- aquel sobrenombre…- ¿Cómo te fueron en tus clases de piano?
-Muy bien hyung, gracias.- sonrió el rubio, pasando a la cocina.- ¿Y mamá?
-De compras, ¿Quieres jugar videojuegos conmigo?- no podía decir que no.
Baekho guió al pequeño rubio hasta su cuarto.
-Hueles muy bien hoy, Minnie.- El mayor acarició el brazo de Minki, y al llegar a su mano, lo agarró con fuerza, tirándolo a la cama.
No podía quejarse, no podía resistirse, después de todo él era Baekho, su preciado y querido hermano, el que siempre se ponía de su lado, el que sacaba las mejores notas. No podía negarse…
Un agudo grito hizo que se incorporara de la cama. Su madre se había olvidado la cartera…
-¡Él me sedujo!- Baekho no se puso de su parte aquella vez.
Sus padres trataron a Minki como un fenómeno, como el monstruo apestado, el perro con sarna. ¿Para qué quiere uno entonces, quedarse donde no lo quieren?
Minki pronto cumpliría 20. Después de aquél terrible episodio había desarrollado una extraña fobia hacia el contacto humano, impidiéndole crear amigos y quedando en todos lados como el raro.
Sin familia, sin amigos, ya se había acostumbrado a tener como único amigo a su órgano eléctrico, lo más parecido a un piano que había logrado conseguir.

 

 

6 vidas. 6 vidas con su pasado pintado de un mismo color: negro. 6 vidas destinadas a encontrarse para salir adelante. 

Notas finales:

Dejen RW!!!


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