Ese día cumpliría 20 años. ¿Cómo se vería Jiho con 20 años? Nunca lo sabría porque estaba muerto. Si tan solo hubiera sido más observador, si tan solo se hubiera dado cuenta…
Miro el bajo eléctrico que descansaba apoyado sobre un amplificador. Todo culpa de ese mugroso instrumento.
Tomó el bajo morado, esa pieza única en su especie que su hermano tanto amaba, y lo levantó en el aire.
-No lo rompas, es un bajo muy bonito.
-¿Quién diablos eres?- una chica rubia, de pelo corto recogido en una coleta y labios en forma de corazón,
-Choi Minki.- Taejun abrió la boca, no era una chica, era un chico.- Si no lo quieres, no lo rompas, dámelo. No sé tocar el bajo, pero puedo venderlo.
-¡NO! No… lo romperé.- Taejun lucía como un niño regañado.
-No me has dicho tu nombre.- la chica, es decir, el chico rubio, sacó de un estuche lleno de escrituras, parches y stickers, un teclado eléctrico que puso sobre un atril y enchufó, comenzando a probarlo. Era un teclado realmente raro: con un mezclador incluido, de color rosa metálico, y lleno de stickers y tatuajes que vienen en los chicles.
-Park Taejun…- El moreno se sentó sobre uno de los amplificadores, mirando con sorpresa el desinterés del otro.
Practicar en una sala de música pública en un centro de recreación a veces era bueno e interesante.
-Creí que para esta hora la sala estaría vacía.- susurró Minki, comenzando a probar cada nota y todos los sonidos del mezclador.
-Ya me iba.- dijo Taejun, algo incómodo.
-Ya estás aquí, acompáñame aunque sea un poco. Intenta seguirme. ¿Qué haces? Enchufa el bajo, ahí hay un amplificador.
-No, este no es…
-¿No es tu bajo? ¿No es tuyo y lo estabas por romper? ¿No es algo estúpido?- el rubio enarcó una ceja.
-Es… una larga historia.
-¿Tú también tienes una larga historia?- Minki se apoyó sobre el teclado.- ¿Sabes? No hay nadie esperándome en casa y tengo tiempo.
-Este bajo pertenece a mi hermano muerto.
-No es una larga historia…
-Mi hermano se suicidó… me tenía celos. Yo… amaba a mi hermano, pero no pude hacer nada al respecto. ¡Rayos!- las lágrimas se hicieron presentes de nuevos.
-Hoy es su aniversario. Mi hermano también se suicidó, era mi hermano mayor. Maldito bastardo, ojala arda en el infierno.- Minki de repente luchaba por no derramar lágrimas.
-¿Sabes? Yo también tengo tiempo para una historia.
-Él… me violó y me echó la culpa. Mis padres le creyeron, y de repente fui la paria de la familia. Tiempo después que entré a un internado, me llegaron noticias de que se había suicidado. Siempre supo que estaba loco.
-Vaya… Entonces sabes como me siento. A mi no me… violaron, pero vi a mi hermano saltar del puente. Tan cerca…
-Pero el pasado es inalterable. ¿Qué se le puede hacer? – Minki volvió a su lugar detrás del teclado eléctrico.
Kiwook fumaba, sentado en las escalinatas de una plaza bajo la lluvia. Se había mojado tantas veces que incluso ya ni se resfriaba.
Miró el estuche donde la guitarra eléctrica negra con rosas plateadas en las orillas, descansaba. De repente se le vino a la cabeza el día en que Dongwoo se la regaló.
-Es bella y rara como tú. Espero que me dediques muchas baladas.
Se sonrió. Como era de esperarse, el cigarro se apagó ante el contacto de la lluvia, intentó encenderlo de nuevo, pero el encendedor parecía no querer funcionar.
-Sí que eres inteligente.- alzó la mirada, un castaño de mirada sarcástica estaba parado frente a él.
-Dos años de cocaína no lo dejan a uno muy cuerdo, además que no estoy acostumbrado a estar sobrio a estas horas.
-¿Y te mofas de ello? Tu guitarra se dañará si la dejas ahí.
-¿Tú qué sabes de guitarras?- el castaño le mostró el estuche que llevaba a la espalda.
-Kim Myungsoo. Si tocas la guitarra, eres mi amigo. Al menos eso me enseñaron en China.
-Yo no tengo amigos.
-Yo tampoco, pero no dejaré que tu instrumento se dañe, es tu herramienta de trabajo.
-Tengo otras herramientas de trabajo.- Kiwook alargó las bien formadas piernas, enmarcadas perfectamente por uno jeans apretados de color oscuro. Aunque difícil era saber de qué color eran entre que era de noche y que estaban empapados.
-No es un lindo trabajo.- Myungsoo se sentó al lado del castaño claro.
-Jeon Kiwook. ¿Sabes? No mucha gente disfruta de mi compañía.
-Tonterías. ¿Dónde vives?
-En la calle.
-Me refiero a que donde está tu casa.
-No muy lejos de aquí. Pero odio ir allí. Prefiero tomar algunos tragos y caer dormido donde me deje la borrachera.
-No es algo lindo. Oye, yo si que no tengo donde ir. Si tu no quieres ir a tu casa, dame las llaves porque a mí sí.
-¿Y esa actitud qué? Bien, vamos.- Kiwook se puso de pie, tomó el estuche con su guitarra y comenzó a caminar.
-¿Así sin más? ¿Dejarás que un extraño entre a tu casa?- Myungsoo se puso de pie, mirando al castaño con sorpresa.
-¿Por qué no?
Donghae caminaba por una calle oscura, con las manos en su algo sucia chaqueta. Malditos bastardos, la única batería que tenía y la rompían. ¿Cómo practicaría ahora?
-Dinero… tengo que conseguir dinero.- una mujer regordeta, con toda la pinta de tener dinero y pertenecer a la alta sociedad pasó por su lado. Donghae miró la cartera de marca que llevaba.- No Donghae, esa no es la solución. Al menos… mis baquetas están sanas. Algo menos que comprar.- Había tenido las mismas baquetas toda la vida.
Yesung caminaba hacia el departamento que recientemente había comprado. Al salir del internado había recibido una carta de su padre diciendo que le había dejado algo de dinero antes de irse a China a vivir.
-¡¿QUÉ DINERO QUIERES QUE TE DE, BASTARDO?! ¡YA VES QUE NO TRAIGO NADA!- Un moreno intentaba devolver los golpes que dos matones le daban.- ¡DÉJENME EN PAZ!
-Ohoh, Kibum, mira lo que encontré en su mochila.- el de cabello más claro de los atacantes, sacó el estuche donde estaban las dos baquetas.
-Apuesto a que ni sabes como se llaman.- dijo el moreno con sarcasmo.
-No, tienes razón. Por eso… no me importara hacer esto.- El de cabellos claros posicionó las baquetas para romperlas mejor.
-¿Qué haces?- Yesung, con una sola mano, detuvo al más bajito.- Supongo que no estás jugando.
-¿Tú quién diablos eres?- ya igualados, la batalla dos contra dos dio inicio.
Dos morenos ensangrentados pero victoriosos, se tambaleaban por las calles.
-Kim Jongwoon.
-Lee Dongahae. Oye… gracias.
-Eres músico,¿No?
-Algo así.
-¿Dónde vives?- Yesung abrió la puerta de su convertible negro.- Te llevo.
-¿Todo esto es… tuyo?- Donghae no pudo evitar su sorpresa.- Yo… esta bien, iré solo.
-No tienes a donde ir. Ven conmigo. ¿Qué tocas? ¿La batería?
-Oye niño rico, ¿Quién te crees?
-Te compraré una batería nueva.- suficiente para que Donghae subiera.
-Oye, te invito algo.- soltó Minki de repente.
-¿Algo? Seguro…- Taejun se había quedado hipnotizando, viendo la práctica del rubio.
-Conozco un bar cercano.
-No creí que conocieras esa palabra.
-Voy casi siempre. Hay un chico que toca la guitarra a veces, es muy bueno a pesar que la mayoría de las veces está borracho.
-Nunca he ido a un bar.
-Emborracharse a veces es la mejor opción.
-¿No es mucho decir para un chico de 15 años?
-¡¿15?!- el rubio rió- ¡Tengo 20! No puedo invitarte, pero sé como hacer para que el barman me de tragos gratis.- Taejun se vio obligado a guardar su bajo y seguir al rubio.
-Antes de ir a casa hagamos una parada. Ya que te haces llamar guitarrista.- dijo Kiwook, con un nuevo cigarro en la boca.
-Es un vicio horrible el tuyo. ¿Qué tipo de parada?
-Ya te dije que no estoy acostumbrado a estar tanto tiempo sobrio. – Myungsoo sonrió de lado. Unos tragos no le vendrían mal.
-Oye, niño rico.- dijo Donghae.- Para aquí.- señaló un pequeño bar que parecía el lugar más sucio y horrible del mundo.
-¿Estás loco? ¡No!
-Que pares. Ya he venido a este lugar.- Yesung de mala gana estacionó el auto.
Bajaron del vehículo, y se dirigieron a la entrada del lugar. Donghae abrió la puerta para pasar, y un castaño de piel blanca, seguido de otro de piel un poco más tostada, entraron por ella.
-Gracias.- sonrió el de cabello más claro.
-Tarado.- susurró Donghae, pasando al lugar y sentándose a une mesa vacía.- Espero que traigas dinero contigo.- le dijo a Yesung.
-¿Vas a dejarme seco?
Las puertas se abrieron y todo pareció quedar en silencio. Una chica rubia de pelo corto y labios de corazón, entró al lugar, acompañado de un guapo chico de piel muy blanca y cabello oscuro.
-No sabía que habían prostitutas.- susurró Yesung, mirando a la chica.
-Es un chico.- le dijo Donghae, ocupado en comer la pizza recién pedida.
-¡¿Un chico?!
-Te das cuenta por su forma de caminar y porque no está sacando pecho como las chicas hacen.
-¿Sabes mucho de chicas?
-Sé que no son hombres.- ambos rieron. Hubieran seguido charlando y riendo entre tragos y pizzas, sino fuera por lo que sucedería luego.-
-¡¿Te atreves a decir que la robé?! ¡Seré de todo pero no soy un ladrón!- el chico de cabello castaño claro de momentos antes, miraba desafiante a un chico alto de pelo oscuro.
-¡Maldito ladrón, devuélveme mi guitarra!- el de piel clara hubiera sido golpeado si no fuera porque el otro castaño lo detuvo, dándole un certero golpe en el rostro
-¡Oye!- uno de los acompañantes de la víctima, se puso de pie, con toda la intención de golpear al castaño.
-¡Oye, no hay que golpear!- el moreno que momentos antes había entrado con la chica, es decir, el chico rubio, fue el receptor del golpe en este caso.
De repente, en la enredada pelea en la que un rubio con cara de niña evitaba todo contacto físico con increíble maestría, Yesung se vio involucrado, y por lo tanto también Donghae.
Un Kiwook con un labio roto, un Minki extrañamente risueño, un Taejun despeinado y asustado, un Myungsoo con las manos doloridas, y un Donghae y Yesung golpeados se sentaban en la puerta del bar.
Y así fue como se conocieron…