Cuando se va nuestra compañera de vida, aquella persona a la que elijes para pasar el resto de tus días a su lado, es normal que una gran depresión caiga en nosotros, aún más si eres joven como en mi caso, pero no siempre hay alguien que nos detenga de hacer cosas estúpidas, por lo que agradezco a la vida el haberme topado con él, mi pequeño niño.
Los días sin ella transcurrían lentos, oscuros peor que un día nublado debido a la lluvia de una fría tarde de invierno, vacío.
Vacíos, como el dolor profundo que mi pecho sentía ¿Acaso era normal sentir este tipo de sentimiento aun cuando ella ya no está aquí? Cada mañana al despertar recuerdo esos cálidos besos que compartíamos en cada momento, aquellos abrazos llenos de amor y ternura, todo lo que ella me causaba y ahora anhelaba de forma desesperada, quería volver a estar a su lado.
Desde su lamentable perdida ya habían transcurrido meses, pero el dolor era reciente, no podía dejar de amarla, era muy difícil olvidar.
Dicen que el tiempo sana las heridas, en mi ni siquiera las cicatrizó, aún me sentía como un pez yendo en contra de la corriente, todos ya parecían olvidar el hecho de que ella nunca más nos brindaría aquella sonrisa que lograba que olvides el mar humor, el mal momento.
Ella era encantadora, con todas las letras pero nadie la recordaba o por lo menos, eso aparentaban con sus miradas frías, tan comunes desde aquél horrible e indeseable día.
Sin darme cuenta me había distanciado de todo, mi madre después de 5 meses me llamó para preguntar como estaba y si estaba comiendo bien -Algo típico desde que comencé a vivir sin ella- Se encontraba preocupada por mi y me confesó que todos lo estaban.
Tenían razón para estarlo, mi imagen era completamente deplorable, daba pena de lo delgado que me encontraba y era consciente de eso, pero ya que, ella no está aquí para reprochármelo, nada importaba ya.
Había planeado con cautela cada una de mis acciones, estaba decidido, cansado de esperar por un deseo que nunca se cumpliría debido a su complejidad, por eso decidí rendirme. Me rendí ante el deseo codicioso de dejar de sufrir y emprender en un lugar donde no tendría sufrimiento porque no habría una causa para ello, morir, esa era mi mágica solución.
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Miré por última vez la aguja del reloj de pulsera que llevaba, estaba ansioso, el júbilo podía notarse claramente en mis ojos, el fin estaba cerca y podría quitarla de mi mente, junto a todo. Me encontraba en el gran acantilado que se había formado debido a la gran fuerza del oleaje, la zona de la costa era hermosa y aunque por donde me encontraba era un lugar el cual nadie solía ir, por lo menos en el invierno.
Tomé coraje, me preparé mentalmente para lanzarme al abismo y cerré mis ojos mientras daba un último respiro, uno muy profundo, con el cual podría limpiar mi alma si de eso de tratara, pero no, ya no podría volver a hacerlo y era una linda sensación.
Flexioné mis piernas para tomar impulso, quería que la muerte fuera rápida al caer en la zona en la cual se encontraba la sedimentación que había causado los fuentes temporales los cuales fueron de un gran alcance para la zona de la playa. Estaba dispuesto saltar, pero en el momento que estaba a punto de hacerlo, algo me detuvo, algo cruzó sus brazos alrededor de mi cintura, eso me impresionó pero no tanto como al oír un débil ''No lo hagas, todo puede ir mejor'' de aquella persona, la cual se aferraba a mi como si también su vida dependiera de ello.
Abrí mis ojos más que sorprendido, anonado por la situación voltee inmediatamente, encontrándome con la causa del intento fallido de muerte, un niño.
Lo mire con desdén, y aquél niño con cara de ¿Ratón? Sólo apretó más el agarre de sus manos en mi cintura, sólo lo observé, algo descolocado por la situación ¿Por qué alguien que ni siquiera conozco evitaría que hiciera eso? Sobre todo, ¿Por qué un niño?
No sé ni en qué momento terminamos ambos sentados en el pasto reseco de aquél peligroso lugar, el niño prácticamente me obligo a contarle el porqué de mi intento de homicidio, algo raro, ningún niño en estos tiempos se atrevería a hablar con un extraño.. Menos salvar de la muerte a uno. A pesar de lo molesta que me resultaba su voz por ser aún un niño de tan sólo catorce años, era muy puro e infantil, incluso me confesó que hace unos meses había perdido a su padre en un accidente automovilístico y pude notar con la tranquilidad que se tomaba aquélla pérdida, lo que me causo curiosidad.
—¿Cómo puedes tomártelo con tanta tranquilidad? —Cuestioné lleno de intriga—
“—Muy simple, cada vez que alguien se va de este mundo, es para dejar de sufrir, Dios se lleva a las buenas personas sin avisar, quién dice que él no tendría que irse... Si no era ese día, sería al pasar los años, todos mueren, pero en su debido tiempo—Dijo el pequeño de forma sabia y añadió—: Tendrías que sentirte bien de que ella está en un buen lugar, el destino no quiso que pasaran sus vidas juntos y por algo ocurren las cosas, nada es casualidad y el tiempo no se puede retroceder.’'
Su habla me había dejado boquiabierto, no tenía ni una sola palabra en mente para contestarle, me resultaba increíble su forma de pensar a su corta edad, algo que en mi atrajo a la sana envidia, quería ser como él, despreocupado, con una forma de pensar independiente a los demás, sobretodo quería ser fuerte como él en un momento así.
La tarde había pasado rápido y en cierto modo me causó molestia, había olvidado lo agradable que resultaba hablar con alguien nuevo, más con aquél chico con rostro de hámster, que ahora sabía que respondía al nombre de MinWoo.
Sin darnos cuenta, ya estaba oscureciendo, por lo que me ofrecí a acompañar al niño a casa, su compañía me había hecho bien y me había generado una tremenda curiosidad, todo lo relacionado con la muerte se había ido de mi mente en los momentos que estaba con él.
—¿Por dónde es que vives? —Cuestioné curioso, llevábamos caminando unos diez minutos hasta llegar al mismo barrio donde vivía junto a mis padres, eso me sorprendió y de inmediato vino a mi mente una frase que había dicho el menor con anterioridad “Nada es casualidad’’.
—En aquella esquina—Respondió a la vez que señalaba a una muy bonita casa, aquella que solía admirar cuando niño debido a lo antigua pero bien cuidada que estaba, con aquellos jardines que dejaban maravillado a cualquiera. Sin más lo acompañe hasta el pequeño portón negro que delimitaba el terreno, aunque no quería despedirme de él aún, aunque debía, era un niño y seguramente tenía obligaciones que hacer como ir a la escuela, tareas y similar.
—Adiós, Donghyun hyung—Murmuro para después agregar con una pequeña sonrisa—: Espero volver a verlo ahora que sabe dónde vivo.
No hice más que sonreír a la par de él, asintiendo a sus palabras, aquél niño había despertado aquella curiosidad que ya creía perdida, aquella que había sepultado bajo polvo desde que ella se había marchado junto a demás sentimientos.
—Por supuesto, mis padres viven cerca, cuando los visite, vendré a verte a ti también— Conteste de forma simpática, mientras veía al menor marcharse hasta la entrada de su casa, volteando antes de entrar para dedicarme una pequeña, pero llegadora, sonrisa.
Sin dudas, MinWoo era único, sólo deseaba saber más de él, sentía mucha curiosidad por él, por su interesante forma de pensar que de algún modo, fue haciendo que su corazón se abra nuevamente a la gente, en especial a él.