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Gökkota por hexotic

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          Eran las tres de la madrugada, el viaje había sido largo y sin contratiempos; solo un par de niños llorando y películas de acción que mareaban con tantos efectos. 

         El avión aterrizaba, las aeromozas se despedían de los pasajeros con sus sonrisas entrenadas, daban las últimas recomendaciones mientras repartían panfletos con destinos atractivos para visitar en la ciudad y alrededores.

         El joven bajaba de las escaleras del avión un poco aturdido. Había viajado antes, pero no tal distancia. La entrada al aeropuerto era hermosa, bastante limpia y brillante, un par de personas dormían en las sillas de espera a la derecha, las maletas se recogían cinco metros más adelante, a la izquierda habían pequeños puestos con revistas y bocadillos, fotografías de la ciudad y llaveritos de dudosa calidad. Por los cristales del aeropuerto se podía ver el cielo, estaba cubierto de nubes amenazantes, listas para dejar caer la lluvia. Las estrellas se ocultaban pero la luna brillaba con intensidad desde un ángulo más bajo.

         No le quedaba al joven más que esperar a que llegaran por él. No sabía moverse en aquella ciudad. El idioma no lo tenía dominado pero al menos tenía idea de cómo presentarse si así lo requería. Caminó hasta la barra por donde las maletas hacían su desfile, miró unos instantes hasta reconocer su maleta verde pistache que tomó y puso a su lado; sus amigos en Corea se la habían regalado en su cumpleaños 17, cuando hizo su primer viaje a Japón, además, había comprado un conejo blanco de felpa que colgaba del cierre de la bolsa delantera, tenía los brazos juntos mientras sostenía un corazón, regalo de su mejor amigo Jongin. A pesar de que su equipaje se veía bastante llamativo para ser de hombre, no le importaba mucho. En aquel nuevo continente solo le conocía una persona y era lo único que importaba.

         Miró el reloj de su muñeca, las 3:17 am, no tenía señal en el celular y el emparedado que comió su compañero de asiento en el avión lo había mareado al punto de no querer comer hasta el desayuno. No había mucho que hacer en el aeropuerto. Se palpó los bolsillos hasta dar con un papelito con una dirección apuntada. La tinta estaba corrida en el número de la casa y los dobleces hacían difícil el descifrar que decía (más por los garabatos del propio Sehun). Soltó un suspiro, un poco cansado y con un leve dolor en el hombro izquierdo, regresó a la sala de espera, donde se sentó y recargó la cabeza en el asiento, subió el cierre de su abrigo hasta el cuello y cerró los ojos por unos minutos, una de sus manos en el bolsillo izquierdo y la otra sosteniendo con fuerza el papel con la dirección, parecía un vago acabado de llegar de lejos. Las empleadas de la comida rápida asomaban la cabeza para verlo descansar; su cabello cenizo y alborotado resaltaba con la tenue luz de la terminal, su piel pálida tomaba más presencia bajo el resplandor, sus zapatos Berluti le hacían ver como un junior en los negocios, como el hijo de algún dueño de revista sobre moda o parecido.  Las empleadas seguían cuchicheando acerca de la apariencia de aquel niño bonito  hasta que fueron interrumpidas por una presencia más fuerte, perteneciente de un hombre bastante alto y bien parecido.

         Los rasgos de aquel hombre eran una mezcla deliciosa. Una fina barbilla con unos labios pequeños, una nariz siguiendo el esquema de finura hasta un par de ojos rasgados pero acentuados en una forma maravillosa, sus cejas eran pobladas y le daban más personalidad, llevaba el cabello en un rubio un poco apagado, pero eso no importaba, su altura le daba mucho realce a sus movimientos y apariencia, un poco lento al caminar, sus ojos se notaban algo dormidos, pero buscaban en todas partes a alguien.

         Caminó derecho, pasando por el local de comida rápida hasta seguir con la mirada a donde las empleadas previamente miraban sin vergüenza a ser descubiertas, y así, el joven que recién llegaba encontró a quien buscaba: a su pequeño Oh Sehun, que volaba desde Seúl hasta Vancouver, con el propósito de vivir una nueva vida con él, con Wu Fan.

         El recién llegado se sentó al lado del pequeño, le miró de pies a cabeza mientras estiraba un brazo hasta alcanzar a revolverle el cabello, le dio un par de sacudidas hasta que el joven empezó a mover poco a poca la cabeza, recuperándose del sueño profundo en el que llegó a caer en tan poco tiempo. Abrió los ojos de poco en poco, primero el derecho, que se ajustaba un poco a la luz, el izquierdo se abrió segundos después, adaptándose a la luminosidad y moviéndose hasta encontrar al culpable de ‘despeinarlo’ más.

         Sus ojos brillaron instantáneamente al reconocer la figura de aquel hombre que tanto quería. Se abalanzó en sus brazos, dándole un fuerte apretujón y sonriendo de oreja a oreja, reacción que desde hace mucho no mostraba. El mayor se sorprendió por la repentina demostración de afecto, pero sonrió al instante. Habían pasado semanas desde la última vez que se vieron, los mensajes eran comunes entre los dos, las llamadas hasta horas inhumanas por el cambio de horario eran también frecuentes, pero la sensación de tenerse tan cerca era incomparable. No había siquiera palabra para tanta felicidad.

         —Mucho tiempo sin verte — Dijo primero Wu Fan, bajando el cierre que subía hasta el cuello de su amado, después tomó la mano de Sehun y le dio un pequeño apretón. — Has crecido en este tiempo y el color de cabello te queda bien, casi no te reconocía.

         —Tú sigues igual… tal vez un par de ojeras, pero igual ¿Me extrañaste?

         —Como no tienes idea. Vamos al auto antes de que empiece a llover. —Dijo el mayor, dándole un beso en la frente mientras tomaba su maleta y balanceaba al pequeño conejo que colgaba. —No traes mucho ¿verdad? Pensé que vendrías con todo tu cuarto de la Universidad, incluso hice espacio en la camioneta.

         —No, solo me traje lo esencial. Mandé las demás cajas hace una semana, tuve que pagar de más pero este viernes estarán en tu casa… si es que no di mal la dirección.

         —Espero que no, pero hubieras traído todo de una vez, me sobra espacio en el auto y en la casa— Dijo Wu Fan mientras hacia una reverencia al policía en turno del aeropuerto, con la mano libre tomó a Sehun y lo condujo por el estacionamiento, hasta señalar la camioneta.

         Abrió el carro y Sehun abordó primero, sentándose y acomodando el asiento que quedaba bastante arriba. Él ya era suficientemente grande como para caber ahí. El más alto guardaba la maleta en la parte trasera mientras el pequeño ajustaba el cinturón de seguridad y se miraba en el espejo retrovisor, acomodando su cabello. Instantes después, su novio prendió la camioneta y dejó que calentara el motor un poco y después entro en marcha.

         Iba a una velocidad lenta, con las luces de precaución encendidas y la radio a volumen bajo. Pequeñas gotas de lluvia aparecían y hacían carreras hasta llegar al final del vidrio y se juntaban. El clima era agradable incluso con la lluvia. No era caluroso en extremo ni se sentía frio.

         Unos minutos pasaron, el residente de Canadá manejaba lento, esquivando con agilidad y tarareando algunas canciones que se le hacían conocidas. Después todo se hundió en un silencio un tanto incómodo. La cabeza del más joven se llenaba de preguntas e inquietudes hasta que se decidió a hablar.

         —Fan…  ¿Estás seguro de lo que hacemos?

         —¿Del qué? —Le contestó el otro, sabiendo de que iba el tema

         —De que me mude contigo y vivamos juntos. El aeropuerto queda cerca, puedo regresar a Seúl y tú puedes vivir feliz–

         —No es necesario. Tu casa ya no es Seúl ¿no hablamos de esto ya? No pienses más en eso, ya estás aquí, ya viajaste demasiado, no puedes regresar solo por tus miedos. Prometimos seguir juntos ¿no es así?

         —Lo hicimos… lo sé, pero… sigo teniendo miedo. Incluso cuando ya pienso en que mi vida será nueva aquí y todo, siento que… no lo sé. —Dijo en voz baja la última parte. Todo se tornaba diferente después de dar ese gran paso y aunque hubiese ya viajado bastante para empezar de nuevo, no podía quitarse ese miedo a que todo resultara mal.

         —Te entiendo y lo siento, creo que apresuré todo.         

         —No, no digas eso Fan… estoy feliz de estar contigo, solo debo acostumbrarme a todo aquí… incluso debo mejorar mi inglés. Cuando iba en el avión me preguntaron un par de cosas pero no comprendí mucho. —Trató de aligerar la conversación. No quería empezar una discusión con su amado a pocos minutos de haber llegado a Canadá.

         —No te preocupes, ya vas a mejorar. Cuando yo fui por primera vez a Corea me sentí perdido. Después conocí a Luhan ¿Lo recuerdas? bueno, él me llevó por la ciudad y me hizo preguntar cosas a extraños, yo le creí y después de un tiempo me di cuenta que había dicho cosas como “¿Le gustan los puercos?” “¿Cuántas vacas caben en el ascensor?” — Sehun interrumpió con  una pequeña risita. Le encantaba que Wu Fan le cambiara el tema y le pusiera de buen humor. De vez en cuando preguntaba por el pasado de este y terminaban siendo risas sobre las ocurrencias de sus antiguos amigos. Hasta donde recordaba, Wu Fan iba de intercambio solo un semestre a Seúl. Conocía el mandarín a la perfección e hizo amigos que iban por un tiempo también, entre ellos Luhan y Yixing; el primero lo conoció a la par que a su novio y fue el principal impulsor de su relación a escondidas, y el otro, originario de Changsha, le daba clases de literatura china en el tercer año de universidad. Retomando la vida de su pareja, a este le agradó tanto la ciudad que se quedó toda la Preparatoria y Universidad. 

         —¡Hey! No te rías. Tuve momentos muy vergonzosos por culpa de LuHan. A veces hablo con él y dice que no soporta que lo traten como niño. Ya va a cumplir 36 y se ve casi de tu edad.

         —Ja. Pobre hyung. Me quería despedir de él antes de venir pero no lo localice ¿Todavía vive en Busan?

         —Sí, pero esta semana está en Inglaterra. Se ganó una cortesía para un partido y dejó el trabajo atrás. Me dijo que si le quedaba tiempo daba una vuelta por acá, creo que es hasta más fácil que recorrer toda Europa y después Asia. Sehun… ¿Te gustaría ir por el mundo conmigo?

         —Hasta donde acabe.

 

 

         El viaje no fue tan largo. El tiempo calculado era uno, pero después de una pequeña tormenta tuvieron que hacer una parada en medio de la carretera. La temperatura bajaba poco a poco y la pareja no tuvo de otra que juntarse un poco, para tener algo de calor. Sehun extrañaba los besos de su novio, sus grandes manos, gastadas un poco por la edad, su mirada tierna cuando la necesita, sus abrazos llenos de amor y su calmante voz.

         Permanecieron abrazados un tiempo más, dejando que la tormenta disminuyera hasta apartarse con un suave beso. El motor fue encendido de nuevo y no tardaron mucho en llegar a la casa de Kris.

         Las calles de Canadá eran amplias y hermosas. La mayoría contaba con jardines espaciosos y arreglados por el frente  con cercas que dividían las casas y se sentía hogareño y muy cálido.

         La casa de Fan se ubicaba en la esquina de la West 49th Avenue con Blenheim y quedaba paralela a un Club de Golf. El más joven sabía cómo era la casa por fuera después de consultar su aplicación de mapas en el iPad antes de realizar el viaje; vio todos los lugares cercanos para comer y entretenerse por si algún dia los necesitaba. Aquella casa fue la herencia que los padres de Wu Fan tenían reglamentada a ceder cuando murieran. Fallecieron cuando él empezaba la Universidad. No sufrió por falta de dinero, pero fue un cambio que le causo daños internos en una etapa muy importante. De vez en cuando regresaba a Canadá y arreglaba la casa. Le había contado esto a su joven novio y era muy notorio. La cerca de fuera brillaba por lo blanco que era, detrás de ella se podrían apreciar arbustos recortados en forma de rectángulos. Se extendían por cinco metros hasta la entrada que era un arco de metal pintado igual en blanco y volvía a continuar hasta doblar en la esquina. Por el arco subían enredaderas y algunas rosas blancas que tenían la osadía de crecer tan alto; más rosas blancas podían ser apreciadas a los costados, rodeaban el camino de pequeñas piedras blancas hasta la puerta principal. La fachada de la casa, igual que casi todo en el exterior, era de un blanco puro, resaltaba por los marcos de las ventanas en negro que le daban una elegancia sorprendente. Los carros se estacionaban por la entrada de la calle de al lado. A pesar de ser una casa con seguridad privada, el portón para la entrada de autos era de madera, pareciendo así vulnerable. La puerta no rechinaba a pesar de su aspecto viejo, se abría hacía la derecha y dejaba a la camioneta entrar.

         El mayor estacionó la camioneta y quitó los seguros, fue atrás por la maleta y esperó a que su joven novio bajase del auto. El muchacho veía a su alrededor impresionado por lo bien cuidado de la casa; no podía darle el crédito a Wu Fan ya que sabía que una prima de él limpiaba de vez en cuando y era una adicta a la jardinería.

         — Entramos cuando tú quieras — Le susurró Fan en el oído, Sehun no se había percatado de su presencia y  dio un paso hacia un lado — Claro, no hay problema si quieres dormir aquí afuera.

         —No, adentro está bien, mi espalda duele ¿No me quieres dar un masaje?

         —¿Solo un masaje? Llevo meses sin tenerte cerca… ¿seguro que solo el masaje? —Le dijo el mayor en lo que se acercaba a la puerta principal y la abría, dejó entrar primero al joven, le tomó por la cintura y comenzó a dejarle pequeños besos en la mejilla, bajando hasta el cuello.

         —Entonces hazme algo más que un masaje. —Le contestó Sehun con una voz más seductora; por la oscuridad de la casa no se podían notar sus mejillas coloradas. Llevaba meses sin tener un contacto intimo con su novio y la cámara web no era lo mismo que tenerlo de cerca. La idea de tener relaciones con él le daba vergüenza y al mismo momento le excitaba. Sin pensárselo más le rodeó por el cuello y empezó a besarlo como no lo había hecho por mucho tiempo.

         Wu Fan le guió a través de las escaleras y los pasillos, las manos de ambos no dejaban de tocar por todos lados el cuerpo del otro. Sus bocas se unían, se sentían, se saboreaban y se amaban con pasión. La habitación del canadiense estaba hasta el fondo, la puerta estaba entreabierta y el más grande prendió la luz, giró a su amado hasta que quedase a la altura de la cama y pensaba en lanzarlo, acorralarlo en la cama y hacerlo suyo hasta el amanecer.

         Solo había un pequeño problema. Un pequeño problema que se había escabullido desde su habitación y se había adueñado de la cama king size de su padre.

         Sí. El pequeño hijo de Wu Fan dormía plácidamente; su cuerpo estaba envuelto en una cobijita de aviones, no se notaba más que de su nariz para arriba; debajo de su cabeza estaban sus manos, con los brazos formando triángulos y durmiendo cómodamente, como si estuviese tomando una siesta en el jardín.

         El padre del niño solo lo vio con ojos de amor, le dio un beso en la frente a su amado y tomó entre sus brazos a su niño para llevarlo a su respectiva habitación.

         El joven coreano no sabía qué hacer. Sabía que la relación no iba a ser buena del todo ni se podría acoplar al cambio enseguida.

         Sabía que había una diferencia de edad de más de doce años. Sabía que Wu Fan era divorciado y tenía un hijo de cinco. Sabía que dejaba atrás la Universidad en Seúl para comenzar una nueva en Vancouver. Claro, todo suena mejor y más fácil de lo que parecía.

         El cambio era más grande que solo mudarse a una nueva ciudad.

         El cambio era incluso más grande que el entender otro idioma y otras costumbres. El cambio era que empezaría a ser un padre para el pequeño Elliot, que tendría que ser responsable de alguien que solo conocía por fotos y vídeos de su novio. Todo lo había aceptado desde el momento en que dejó su vida atrás en el continente asiático y abordó el avión hacia América.

         Pero era muy diferente imaginárselo a vivirlo.

 

         Al poco tiempo el canadiense regresó a su cuarto, estaba un poco preocupado por su hijo. Sabía que no se acostumbraría rápido, pero no podía hacer más. Estaba decidido a hacer que las cosas funcionaran para los tres. 

         Miró hacia la cama y se encontró con Sehun durmiendo del lado izquierdo, solo se quitó los zapatos pero no se había cambiado la ropa (puesto que el equipaje fue olvidado tiempo antes en el recibidor, mientras se ocupaban de otros asuntos). Le tapó hasta el cuello y le dio un beso en la mejilla, entró al baño y minutos después solo se acostó en la cama, sin preocuparse en cambiarse la ropa y rodeó con sus brazos a su pequeño amor. Le susurró buenas noches y un “lo siento” antes de dormir junto a él.

 

 

         A la mañana siguiente el joven coreano fue despertado por el brillante sol que resplandecía del otro lado de la ventana. Debido a que la zona estaba llena de árboles, los pajarillos se oían entonar melodías con bastante fervor y sin piedad a los residentes de las casa aledañas. Total, ellos habitaban la zona desde antes.

         El sueño del joven había sido ligero, se levantó un par de veces cuando no sentía los brazos de Kris a su alrededor; no quería que le dejara. Se dio cuenta que un suave aroma entraba hasta hacerle despertar de poco en poco. Miró a los lados y se percató de que se encontraba solo en la cama, llevaba la misma ropa de a su llegada pero el equipaje ya estaba cerca del armario. Se levantó y ordenó unas camisas en el closet. Puso los pantalones y shorts en los estantes de abajo que estaban desocupados y sus tennis y zapatos del otro lado. Aún quedaba espacio en aquel closet pero sabía que iba a necesitar más lugar en cuanto sus cosas llegasen a la ciudad.

         Tomó una playera de cuello v en beige y unos pantalones cortos en verde kaki, unos zapatos que hacían juego y se lavó la cara y acomodó el pelo. Dio un suspiro grande antes de salir del cuarto e inspeccionó rápidamente algunos pasillos de la casa y una que otra habitación. Llegase el momento, bajó por las escaleras y dio un par de vueltas por otros pasillos hasta llegar a la cocina y encontrar a un hacendoso Fan que batía huevos y se concentraba en no tirar nada.

         Ver aquella dedicación que le ponía a un simple desayuno hizo que el joven soltara una pequeña risita y avanzó hacia él, le quitó la pequeña pala y se puso a cocinar como si nada; le dio un beso rápido al canadiense y le pidió que le pasase la sal.

         Cocinó por unos minutos más, preparó un par de huevos pimiento, otro par de pan tostados con algo de mermelada y café para ambos. No se molestó el preguntar dónde estaba el pequeño Elliot porque ya lo había visto muy pegado al televisor de la sala, sentado sobre el piso de foami en forma de rompecabezas y tarareando una canción de los dibujos animados que veía mientras abrazaba un peluche en forma de gorila.

         Le indicó a Wu Fan que tomase asiento y fue por el niño. No supo de dónde sacó la idea de acercarse sin ser previamente presentados, pero si quería ser aceptado rápidamente, tenía que actuar por si solo (además que su novio no era muy rápido para tomar la iniciativa).

         —Elliot…Ven a comer. —Dijo el joven. Su voz se notaba un poco asustada y lo había dicho como un susurro, no como una orden. El niño solo volteó a verlo con interrogación en sus ojos pero no dijo nada y le siguió hasta la pequeña mesa. Se sentaron y un incómodo silencio les invadió.

         —Papá — Dijo el niño —¿Él qué hace aquí?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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