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Zombiestuck por PokeStand

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Jake English sintió el viento denso en su rostro y se estremeció.
Tardó un rato largo en darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Se tomó su tiempo para reparar en los hombres ya no eran hombres, en aquellos cuerpos que solo tenían sed de daño. Porque eso, más allá de si tenían conciencia o no, era lo único que hacían. Daño, destruían la ciudad, mataban gente, los volvían como ellos.
English entró en pánico, apartándose del balcón de su casa.
Había estado allí durante horas. Envió mensajes a sus amigos pero nadie le contestaba. Por un segundo creyó que iba a pasar por un momento de histeria, mas al final pudo pensar un poco. Armó una mochila con materiales y ropa que claramente necesitaría.
Pero no se animó a salir. Esto era estúpido.
Se tranquilizó un rato. Se tiró en el sillón y recordó algo.
La caja de sus abuelos.
Corrió al closet donde guardaba y dejaba que las cosas del pasado acumularan polvo. Había recuerdos de toda su familia. De sus padres, de sus abuelos; todo en cajitas que a su abuela le gustaba guardar y sacar muy de vez en cuando para ponerse nostálgica y acordarse de los buenos tiempos. Cada objeto tenía una historia. Jake las había escuchado todas.
Tomó una caja de madera, bien conservada. Sopló la tapa sucia y la retiró. Allí se encontraban: dos pistolas relucientes que su abuelo y su abuela habían usado en sus días como aventureros en una isla cuyo nombre su abuela había olvidado de contarle.
Las tomó con cuidado. Sabía disparar, mas no estaba seguro si las armas eran iguales a las que había utilizado al aprender en un curso al que insistió ir de más chico.
“Quiero aprender. Cuando sea grande, le voy a salvar la vida a alguien.”
“¿No vas a hacer aventurero como tus abuelos?”
“También.”
Jake quería ese futuro y sin embargo, sentía en la brisa caliente que se filtraba a través de la ventana mal cerrada del balcón, que jamás pasaría.
Se encontraba en el auge de una nueva era apocalíptica.
Sintió más seguridad al tener las manos ocupadas con las armas, pero no pudo evitar asustarse al oír el soundtrack de la última película de terror que había visto. Oh, cierto, su celular. Estaba nervioso y se sentía torpe.
Abrió el whatsapp up , la versión hackeada por Dirk (era tan hábil con esas cosas que casi le daba un poquito de envidia), la cual le permitía usar colores, enviar muchos archivos y otras particularidades. Entre sus amigos, le llamaban Pesterchum. Una broma interna con larga historia.
golgothasTerror [GT] ha empezado a molestar a timaeusTestified [TT] a las 01.38 pm.
GT: Dirk.
GT: Dirk, están ocurriendo cosas raras
GT: Has visto por la ventana?
GT: Diiiiiiiiiiirk
GT: Nunca estás
[GT] ha dejado de molestar a [TT]
timaeusTestified [TT] ha empezado a molestar a golgothasTerror [GT] hace un minuto.
TT: ¿Qué?
GT: Te has enterado de las últimas noticias?
TT: Sí
TT: Salió ese nuevo juego
TT: Sburb
TT: Todavía no me lo pude comprar, pero dicen que es muy bueno
TT: Ah, sí, también
TT: Estamos en un maldito apocalipsis zombie
GT: como paso esto?
GT: todavía no me lo creo
TT: No lo sé
TT: Ahora tengo que irme
TT: Solo espero que cumplas con lo acordado
timaeusTestified [TT] ha dejado de molestar a golgothasTerror [GT]
GT: ¿acordado?
GT: espera
GT: mierda
GT: ay
GT: ya me acordé
Jake frunció el ceño.
No podía ser en serio... es decir, ellos alguna vez habían acordado un plan perfecto en caso de un apocalipsis zombie. Pero era en broma. Nunca pensó que fuera de verdad. ¿Dirk quiso decir que sí iba en serio?
Cumplir con lo acordado.
De repente, Jake cayó en la cuenta que era su mejor opción. Encontrarse con sus tres amigos que solo conocía de internet, con los cuales chateaba hace años pero nunca se habían podido arreglar para verse. Una lástima.
Pero la primera parte del plan, y la más importante, era encontrarse en un dúplex del centro de la ciudad. No iría si no fuera porque Dirk se lo recordó, lo que significaba que se tomaría la molestia de ir allí para reunirse con Jake y las dos chicas. La curiosidad de conocerlo y de tener un amigo con el cual pasar los momentos difíciles era una muy buena idea que lo esperanzaba con respecto al futuro.
Observó meticulosamente las pistolas antes de tomar una decisión. Fue hacia el armario y sacó dos cajitas que contenían la munición de las armas. Las metió dentro de una mochila y tuvo que elegir más cosas para meter allí. No le haría falta abrigo, ya que estaban en verano. Comida, mucha comida.
Luego de llenar su equipaje de alimento enlatado, se dio cuenta que no podría llevar todo ese peso. Tuvo que dejar la mitad, llenando el espacio vacío con una muda de ropa. Temía olvidarse algo, pero tenía más miedo de tardar demás.
Salió de su casa todavía dudoso. Recordó a su abuela quejarse de cómo los noticieros de la televisión estaban plagados de casos sobre un virus. Jake no les hizo caso porque no le gustaba la televisión, solo la usaba para ver películas. Ahora lamentaba no haber oído más de ello, ya que su abuela fue internada por ese extraño virus.
Hace unos días le informaron por teléfono que murió. No le dieron detalles, fue sospechoso, pero Jake no tenía por qué cuestionar nada.
Y después, esto.
El virus resultó ser algo más que una simple enfermedad. Miles de personas morían contagiadas, y aun así continuaban caminando. Se volvían violentas ante la presencia de cualquier humano y atinaban a atacar como si se trataran de animales salvajes sin razón.
Jake dejó de pensar en eso. No quería saber que había ocurrido, solo necesitaba saber cómo detenerlo. La solución no podía ser matarlos a todos y evitar morir, mas por ahora no parecía haber otra opción.
La prioridad era sobrevivir.
No estaba listo para morir. Aun no había visto la última película de tipos azules, no había besado a ninguna chica, no había conducido un auto, no había probado un mango, no había chapoteado con amigos bajo la lluvia ni había usado un sombrero negro de caballero. Había muchas cosas que quería hacer, fueran estúpidas o no, Jake quería hacerlo todo.
Esa idea lo angustió un poco, pero se puso firme y comenzó a caminar por la calle en silencio, con los ojos grandes y atentos. Consideraba que solo tendría las dos cajitas con veinte cartuchos de bala en cada una, un total de cuarenta tiros. No podía desperdiciar ni un solo disparo, mucho menos errar.
Aun así, pensaba dispararle a lo primero que se le acercara.
Sus pasos eran lentos y silenciosos. Avanzaba por la vereda y cada vez que veía un muerto dirigirse hacia donde estaba él, se escondía, lo esquivaba, corría o huía.
A pesar de haber pasado toda su vida amando la aventura, nunca había pensado que vivir una de verdad sería tan desagradable. Jake era fanático de todos los films que incluyeran zombies, y siempre había fantaseado con partirle el cráneo a unos cuantos.
Sin embargo, ahora era diferente.
Podía fácilmente dejarse llevar por su imaginación y meterse dentro de un mundo apocalíptico. Y entonces partirle el cráneo a unos cuantos. Pero no, porque esto incluía gente. Personas que él conocía, que apreciaba. Personas como su abuela, ya muerta, o como Dirk, Jane y Roxy. Temía mucho por ellos, incluso si nunca los había visto realmente.
Jake era el que más cerca de los cuatro se ubicaba el dúplex. Era un terreno donde Dirk había tenido unos amigos que después se mudaron y él no supo nunca más de ellos. Dijo que era el lugar perfecto, a pesar de haber pasado solo una noche allí.
English seguía dudoso al respecto, pero si de algo estaba más que seguro es que no quería pasar sus días solo. Tenía gran afinidad con la soledad y a veces era su mejor compañera, siempre y cuando no lo consumiera y terminara como un solitario. Él no quería ser un solitario.
No obstante, a pesar de ser el que más cerca se disponía del lugar de encuentro, llegó horas y horas más tarde por su lento y precavido caminar. Muchas veces tuvo ganas de echar todo por la borda y correr hasta el lugar, pero las criaturas que tenía alrededor le daban pánico y...
La prioridad era sobrevivir.
Se repetía eso constantemente para no cometer ninguna estupidez.
Finalmente el encontró el dichoso lugar. Se llenó de emoción y sintió la esperanza de estar salvado, las ansias y la curiosidad de conocer a sus amigos.
Sin embargo, no llegó muy lejos.
Oyó una respiración muerta y un quejido detrás de él, mientras lo agarraban del brazo y un aliento desconocido chocaba contra su piel.
Era su fin.
 

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