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Marioneta por darkmoon

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen...

 

Notas del capitulo:

Un one shot del juez y el caballero dorado, me gusta esta dupla, y mucho, espero que lo disfruten.

Gracias por leer ^_^.

Marioneta

 

 Descargo mi cabeza sobre su pecho, no hay mucho que decir, salvo talvez una pregunta… ¿Qué estamos haciendo?

 Corro un mechón de mi cabello hacia delante, intentando cubrir mi amargura ante aquella pregunta; siento el latido de su corazón… corazón que perforé sin descaro y sin reparar en lo que vendría, una rosa blanca llegó donde nadie jamás pudo entrar… ni yo.

 Pasan los años y nuestros cuerpos permanecen igual, incluso puedo decir que permanecen en esta misma posición, recostados sobre un lecho frío y duro de mármol oscuro, nos sirve de cama y de lápida, pues aquí mueren nuestros gemidos, nuestras pasiones, nuestros sueños, si es que alguna vez los tuvimos… al mismo tiempo, cual burdel barato, nos entregamos el cuerpo… un trozo de carne que sólo sirve para placer carnal, vano y sin sentido.

 Deduzco que piensas, no sé en que, pues pese a todos los largos años que hemos estado en este mismo lugar, nunca pude saberte, ni siquiera una pizca, sólo me queda claro tu manera única de luchar, tan cínica, despiadada… y pasional.

 Aún recuerdo el tronar de mis huesos, cuando me hiciste tu marioneta por primera vez, aún escucho como se desquebrajan en un ruido ensordecedor que aturde mis pensamientos, por eso no puedo amarte, sólo debo odiarte. Pero es entonces que una nueva pregunta nace de mis movimientos, si los hilos ya los corté ¿Por qué sigo moviéndome a contra mi voluntad? ¿Por qué sigo cayendo en esta desesperación por tomar algo de ti esperando que me digas más? ¿Por qué sigo pensándote?... demasiadas preguntas.

 Sencillamente no puedo dejar de moverme, debo buscarte, saber que estás bien, bueno… en la mejor de las metáforas podría llegar a disfrazarlo pero eso es lo que quiero… saber como estás o simplemente si estas.

 Me deslizo de tu cuerpo para mirarte a los ojos… esos ojos que me hechizaron en el momento mismo en que me viste por primera vez ¿te habrá sucedido lo mismo? no puedo evitar quedarme petrificado al ver un paisaje que jamás podría concebir… una lágrima corre por tu mejilla mientras me miras con esos diamantes cristalinos, notas mi asombro y haces una mueca rara que podría traducirse como una sonrisa. Levantas tu mano suavemente y rozas mi cuello, tu pulgar se acerca a mis labios, los delinea con ternura, eres increíble… es la primera vez en tantos años que dejas asomar algo de tu verdadero ser, ¿será que te he conquistado?

 Nunca dejaste de hablar de mi bello rostro, ni de jactarte de mi derrota a manos tuyas… siempre ocultando tu descuido del cual fue producto tu muerte… pero lo he escuchado, a muchos les has dicho que caer ante mi lejos estuvo de ser una vergüenza, pues nunca antes tuviste contendiente como yo.

 Debo decirte que tampoco yo he tenido una batalla de tal magnitud como la tuve contigo, esas hebras plateadas revoloteando rebeldes  en mi nebulosa fue tu más perfecto golpe, es allí donde caí del todo… justo antes de reparar en tu sonrisa siniestra y en tus ojos vacíos. Ojos de amatista, ojos furiosos… ojos que, aún cuando no querías que nadie más los viera, querían, y quieren aún, sentir algo más.

 ¿Por qué derramas esa lágrima solitaria? ¿Me duele? ¿Realmente me duele verlo así? Tal vez sólo sea el alcohol o he ingerido demasiado veneno de sus labios. Te contemplo más aún y por primera vez reparo en tu cuerpo níveo, recordando encuentros anteriores… nunca llevaste tu Sapuri conmigo, cuando me buscaste en más de una ocasión, aquí en nuestro lugar de confinamiento, nunca lo hiciste con tu armadura, sino con tu túnica negra, ¿es acaso una señal que intentas darme? Si tan sólo pudiera hablarte un poco más, si tan sólo pudiera tener la confianza de decirte “háblame”, pero sé que sólo contestarás con un silencio mortuorio.

 Te levantas corriendo mi cuerpo con delicadeza, algo que nunca antes había notado en ti, comienzas a vestirte lentamente, acomodas tu cabello y volteas a verme.

–           Esta es la última vez que nos veremos… – sentencias bajando tu mirada intentando esconder algo más, me he dado cuenta por tu silencio abrupto que irrumpió en la frase que intentas decirme.

–           ¿Cómo? – pregunto sin darle demasiada importancia, pero verdaderamente quiero saber que es lo que ocurre, ¿Por qué me dices tal cosa?

–           Soy un Juez del Averno y por tanto debo tener compostura en mis decisiones… algo que no he tenido desde el primer momento en que te elegí para pasar mis largas noches – todo me lo dices ocultándome tu rostro, casi como si hubieras pensado ese sermón con antelación. ¿Qué pasa Minos?

–           De modo que ahora soy una vergüenza también aquí, en tu lecho, es un nuevo grado de humillación – te digo vistiéndome con furia, sé que hay algo más, pero no me lo dirás.

–           Seré castigado por haberme enamorado de un Santo Dorado de Athena… de modo que no tiene que ver con la humillación… esto es algo que jamás creí que fuera a suceder, enamorarme de mi enemigo a tal punto de rebelarme contra todo el Averno, ¿Cuántos llevamos ya? ¿100, 200? Y jamás dejé que se viera lo que pasa en mi interior – te acercas a mi con sutileza y me sientas en tu regazo, me siento extraño pues no esperaría nunca tal grado de ternura en ti, algo casi paternal, siento que tu cosmos no es como el de antes, no está más lleno de furia  y dolor, sino más bien… melancolía. Volteas mi rostro y me besas degustando mis labios. – sólo una vez más… déjame sentirte una vez más  – me dices besando mi cuello.

–           Hablas como si esta fuera la última vez sobre este mundo –

–           Lo es –

 

 Juraría que todo el universo se detuvo cuando aquello salió con tanta naturalidad de sus labios.

 Me paralizo en seco y busco sus ojos, los cuales tienen una nueva lágrima pero esta vez no es solitaria, está acompañada de un sin fin de lágrimas más que caen sin cesar. Escondes tu rostro en mi pecho, siempre quise ver lo que sentías cuando sentías, pero esto me supera, el gran Kyoto de Hades llorando sobre mi pecho, es demasiado, no lo resisto… también he comenzado a llorar.

 

–                Golpeé a Radamanthys  y quebré muchos de sus huesos cuando me dijo algo que no podría dejar pasar – me hablas aún con el rostro oculto mientras me abrazas con fuerza. – Dijo que… no viene al caso que te cuente lo ocurrido… pues sólo me importa… tenerte una vez más –

 

 No puedo más que ver tu hermoso rostro y rozarlo con ternura, no se me ocurre nada más para intentar, me angustia pensar que algo te han dicho y que has sido sentenciado por tan acción, pero lo que más me preocupa es el castigo… ¿Qué harán contigo?

 Levanto tu rostro en busca de algo que me anime, algo que me diga que todo estará bien, pero tu esquiva mirada me dice todo lo que necesito saber, no hace falta más… nada más.

 Dejo caer mi cuerpo nuevamente sobre nuestro lecho, no hay mucho más que decir, que nuestros cuerpos se encarguen de hablar por el resto de nuestra existencia.

 Acaricias mi pecho con la humedad de tu lengua, te paseas por todo mi torso mientras tus hábiles y suaves manos recorren mi dorso bajando lentamente, abres mis piernas clavando tus amatistas sobre mí, casi como si pidieras permiso, yo sólo te observo tranquilo, tranquilo… apenas ahora doy fe de que cada vez que estuve contigo estuve así, tranquilo.

 Me acaricias corriendo mis cabellos, me besas no sin antes decirme algo que jamás podré olvidar, aunque mi alma se haga cenizas eso permanecerá en mí por siempre, “Te amo”, me lo repites por lo bajo, murmurando… devastas mis oídos elevándome a donde nunca he llegado, al máximo placer sin tocar mi piel… sólo con unas palabras salidas de tu más profundo ser.

 

 

–     ¡Mi señor Radamanthys! – escucho a uno de los soldados que perseguía hablarle al Juez del Tártaro. – Muchos espectros han sido asesinados a la vera del río Flegetonte, cerca de la Planicie del Juicio, yo aguardo… no importa como… así debe ser.

–     ¡Busquen a Minos y a Aiacos! Seguramente deben ser almas rebeldes que osan imponerse… ¡andando! – fue la sentencia del Juez.  

–     ¡Sí! – gritan los espectros a la orden.

 

 En pocos segundos todo el averno daba caza al extraño que había osado asesinar a algunos de sus compañeros, sé que no se trata de camaradería sino de dominio.

 El más abnegado quería deshacer en pequeños trozos al extraño que cubría todo su cuerpo con un manto para que no vieran su persona, sin embargo… ese extraño cubre su cosmos, nadie puede saber de quién se trata… yo no se los diré.

 Minos pronto atrapa al invasor, con sus hilos delgados hace de él una marioneta… otra vez, el extraño a duras penas consigue tapar su rostro, pero conoce su cuerpo… un cuerpo flagelado que yace en el suelo, herido, sangrando… dejando caer lágrimas de amor.

–     ¡Albafika! – gritas con desesperación, no te esperabas eso de mi, pero ahora serás libre… ¿lo serás? Este es mi sacrificio.

–     Radamanthys verá que me asesinaste por completo, verá mi cuerpo convertirse en polvo y serás nuevamente dueño de hacer lo que te plazca… sé que en tu puesto eres el más importante, el Comandante de los tres Jueces del Averno, por esto es que yo –

–     Hazlo – es lo único que dices mientras acaricias mi rostro.

–     ¿Qué? – pregunto confuso.

–     Clávame una rosa blanca en mi pecho… yo no puedo morir, Hades me traerá de regreso pues mi lugar no lo puede ocupar nadie, pero al menos a donde sea que vaya tu alma después sabrás que fallecí junto a ti, que no te dejé ni te dejaré de amar… te llevarás contigo la promesa de volvernos a amar en una nueva vida fuera de este lugar –

–     Minos –

–     Libérame con el poder de una rosa blanca… libérame con el poder de tu amor –

 Nada más quedó por decir… una vez más fui marioneta… y una vez más el titiritero murió en mi poder… pero ambos nos llevamos una promesa… volvernos a encontrar en otra vida… en otros cuerpos… en otras situaciones.

 

 

 El sol brilla de manera exuberante esta mañana… sus rayos me impiden ver con claridad, lavo mi rostro y me preparo para un nuevo día.

Seguramente sería aburrido, ir al trabajo… monótonamente fastidioso pero algo cambió… alguien nuevo entró en mi vida, alguien que siento que me pertenece desde hace siglos… esas amatistas me vuelven loco… como sé que mis turquesas hacen lo mismo con él.

No sé que será… pero Minos hace de mi aburrida vida cotidiana un juego de marionetas y titiriteros sumamente divertido.

 

 

FIN

 

  

 


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