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Un sonido distante por Akiko_y_Shizuka

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Parte tres: "La dama que hace sonreír su corazón"



Luisa sonrió y se acercó con lenta gracia hacia él. Se las arregló para hacer a un lado su pesado libro y lo abrazó dándole un beso en la mejilla.

-Que gusto volver a verte.

Su voz no había cambiado como su apariencia. Seguía siendo tranquila y engañosa con ese delicioso acento ingles que sólo Ben había escuchado en ella y en su hermano. Lo presionaba con los finos brazos haciendo aun más notable su alegría y de alguna manera Ben podía escuchar los latidos de su corazón.

Cuando atinó a corresponder el abrazo se sintió contento también. Aumentó la presión acunando la cara contra el cabello negro mientras una sonrisa se delineaba en sus labios y aspiro el perfume. Sus manos grandes se amoldaron perfectamente en la espalda femenina y por un momento deseó permanecer así por siempre. Pero por supuesto eso no era posible; así que reunió fuerzas y la separó para inclinarse y besarle la mejilla.

-Luisa -murmuró con una bella sonrisa. -Que sorpresa verte aquí.

Y no se refería precisamente a que estuviera en la entrada de la biblioteca ya que sabía que el libro que tenía en sus manos había salido de ahí. Era más bien al hecho de que la muchacha debería estar a la puerta de una universidad en el país ingles y no ahí.

-Intercambio estudiantil -dijo ella comprendiendo -Estaré caminando cerca de aquí bastante tiempo.

-¿Qué estas estudiando?

-Historia del arte. Asisto al taller de pintura por las tardes así que solo a estas horas puedo venir a la biblioteca sin necesidad.

Ben asintió.

-Yo entraré en la parte oscura de los juzgados.

-¿Cometerás algún crimen? -preguntó ella con una sonrisa traviesa.
-¿Cómo supiste? -él fingió sorpresa.

-Aun tienes esa cara de maleante.

Ben le paso un brazo por el cuello despeinándole el cabello.

-¡Aun no he cometido muchos crímenes para pagar una cirugía estética!

-Puedo prestarte dinero. -dijo ella entre risas.

-No -Ben se separó y la miró con interés -Mejor te secuestrare y cobrare una suma asquerosamente alta por tu libertad.

-¿Aplicaras tortura?

-No lo dudes.

-Esta bien, pero hazme un favor... Pon una bolsa de papel en tu cabeza para hacer el cautiverio soportable.

-Es parte de la tortura -dijo Ben con mirada asesina.

-Si me matas no te pagaran nada -amenazó Luisa.

Iba a decir algo más, pero no pudo aguantar la risa. Luisa lo miró con un poco de sorpresa para después reír con él. Ben comenzó a caminar con ella.

-Después planearé tu secuestro, ahora te invito a tomar un café.

-Si le agregas al café un pastel de chocolate, acepto.

-Lo que quieras, Luisa. Sabes que puedes obtener cualquier cosa de mí.

Ella sonrió y recargó la cabeza en su hombro.

* * *
Jeannet parpadeó al ver a Benjamín justo a esa hora en la cafetería. Se suponía que debería estar en practicas. Ella misma iba corriendo a la sesión pensando en el castigo que las animadoras le darían por ser capitana y llegar tarde. Pero al verlo pensó que tenía cosas más importantes que hacer por ahora.

Con discreción se sentó en una de las mesas más apartadas para verle y prácticamente puso la cartilla del menú tapándole toda la cara si es que se le ocurría voltear.

Cuando se convenció de que no lo haría pidió una soda y una orden de papas para simplemente mirarlo.

Se veía diferente. Irreconocible en realidad. Estaba acompañado por una chica a la que jamás había visto y parecía que le divertía bastante. Aunque no hablaba de simple diversión, más bien parecía que con esa chica se sentía muy feliz.

Jean frunció el ceño y se propuso conocer a la chica. Así que se levantó dejando dinero en la mesa y comprendiendo que ese no era el momento. Además... tenía un castigo severo por faltar ese día a la practica.



* * *

Jamás la había visto.

Era una chica de hermosa piel clara y vivaces ojos verdes con un cabello negro acomodado en una trenza. Su vestuario lucía sencillo y no tenia ninguna joya aparte del reloj de plástico negro. Los jeans estaban desgastados al igual que los tenis negros y justo en ese momento había manchado la camisa blanca al derramar un poco de café.

Nada espectacular realmente. No al menos en su apariencia.

Pero si le mirabas con más cuidado notabas los refinados modales y la educación exquisita. Sus movimientos al agitar la cuchara, la manera en que tomaba el tenedor y llevaba ese trozo de pastel a su boca. Sus movimientos de cabeza al aceptar o negar algún comentario de su interlocutor e incluso el lento balanceo de su pie cruzado.

Todo mostraba a la dama aun cuando sus ropas amortiguaban el impacto.

Pero había algo más. Era esa risa perfectamente modulada que llamaba la atención de los otros jóvenes hacia esa mesa y su contagiosa alegría que inundaba incluso a su acompañante. No parecía tener problemas para bromear ni cubría su reciente mancha y conforme la platica avanzaba mostraba gestos diversos que cualquiera podría mirar por horas.

Esa chica irradiaba algo, pero Zain no podía identificar de qué se trataba. Todo lo que podía decir es que no le agradaba que Ben fuera su acompañante ya que esa joven opacaba cualquier cosa que estuviera a su lado.

Zain acercó la taza con café para dar un sorbo, pero no llegó a probar el líquido. De repente la muchacha se levantó y alargó la mano para revolver el cabello rojo de Benjamín. Desde ese lugar se escuchaban las risas en perfecta armonía. Los jóvenes que estaban a su alrededor sólo los miraron dedicando una sonrisa llena de complicidad que sólo sirvió para molestarlo aun más.

Suspiró desviando la mirada al lado opuesto y dio un sorbo al café sólo para descubrir que se había enfriado otra vez. Colocó la taza sobre la mesa y recogió su libro para levantarse y marcharse de manera silenciosa no sin antes escuchar el nombre de la chica de propios labios de Benjamín. Luisa.

Luisa. Que nombre tan peculiar. Pocos pensarían en llamar a una niña así. Zain frunció el ceño. ¿Por qué estaba pensando en ella?

Probablemente era una de esas niñas de nuevo ingreso que no había escuchado el rumor acerca de él y estaba rondándolo con la esperanza de conquistarlo. Claro que no lo lograría.

El hombre rió hasta llegar a ese punto. No tenía por que preocuparse por la delicada damita ya que estaba seguro de Benjamín y la relación que tenían hasta
ahora.

Sin embargo en el poco tiempo que se frecuentaban jamás había visto al pelirrojo tan risueño.

Zain se detuvo a la mitad del pasillo con el ceño fruncido.

No. Tenía que tomar a la damita con más seriedad e investigar lo que pudiera de ella. Sólo así sabría si valdría la pena enfrentarla.



* * *

-Ven a visitarme un día en el taller de pintura. -Luisa colocó el tenedor sobre el plato con cuidado -Hasta podrías modelar para nosotros.

-¿Tan pronto quieres verme desnudo? -se rió ante el rubor que apareció en las claras mejillas.

-Bueno -dijo ella meditabunda -, probablemente mejore mi salud mental si compruebo que hay un buen cuerpo ahí.

-No tienes remedio -replicó Ben -Pero no creo que ver mi cuerpo de Dios Griego te permita pintar algo.

-Sólo que pinte sobre tu cuerpo -ironizó ella.

-Para eso tendrías que seducirme.

-¿Otra vez? -Luisa se echo a reír -La primera vez no me dio resultados agradables.

Ben rió y recargó la barbilla en sus manos. Miró la taza de café intacta adivinando que estaría frío.

Que fácil era estar con ella y platicar sin sentir el tiempo. Aunque había notado algo diferente y sutil. Entonces recordó a la chica difícil al lado de su flamante novio que había visto bailar casi toda la noche hasta que todo fue confusión y el olor del humo comenzó a ser percibido.

Ben suspiró.

-¿Qué me cuentas de James?

Luisa acentuó su sonrisa e hizo un gesto con su mano.

-Debe estar estudiando en algún lugar de España... Creo que por fin se reconcilió con su padre.

-¿No esta muy lejos de Inglaterra?

-Si.

-¿Ya no son novios?

Luisa rió.

-¿A quien conoces que tenga un noviazgo más duradero de tres años?

-Puedo citar algunas excepciones -ironizó él.

-Me di cuenta de que no quería estar con James... Que quería a alguien más.

¿Por qué le dolió esa respuesta?

-¿Y quien es el afortunado? -preguntó procurando sonar tranquilo.

-Un chico bastante especial -dijo ella con un tono de voz enigmático. -Alguien que tal vez no me ame, pero no me rendiré hasta estar segura.

Ojalá el imbécil no llegue a lastimarla, por que entonces se las vería con él.

-Debo ir al taller ahora... Procuraré venir a visitarte para que no se te escape algún detalle de ese secuestro que tienes en mente.

-Lo tendré en cuenta -él sonrió y se levantó para besarle la mejilla -Que bueno que estas aquí.

Ella sonrió y se dio la vuelta para marcharse.

* * *

Uriel salió de la biblioteca con jaqueca.

Generalmente podía esperar un tiempo considerable cuando quedaba con alguien para verse. Pero no si esa persona era buena, gentil, amable....

¡Al diablo! Mike era un estúpido.

Un lindo estúpido y el causante de que ahora saliera con una jaqueca cuando no tenía ni 20 minutos adentro intentando hacer una investigación para estudiar.

La razón... Lo de siempre: Mike hablando de Benjamín; Mike mostrando su preocupación por un tipo mas alto, mas robusto y sin lugar a dudas más inteligente. ¿Es que Mike era idiota? Benjamín podría correr a media comunidad estudiantil si se proponía investigar cada uno de sus casos.

El muchacho se llevó una mano a la frente intentando bajar un poco el dolor. Callar a esa pareja de novios serviría. ¿Por qué rayos alguien querría de novia a una animadora?

-Sólo se la pasan gritando -murmuró malhumorado.

¿No habría forma de que se desapareciera su dolor de cabeza y pudiera disfrutar el resto de la tarde?

Uriel suspiró con resignación e intentó caminar a la habitación, por lo menos tenía la seguridad de que Ben no estaría ahí para hacerle mas difíciles las cosas.

Entonces la vio.

Sería ridículo decir que esa imagen le cortó el dolor de cabeza, pero al menos logró convencerlo de que no tenía tanta importancia.

Se trataba de una muchacha de hermosos cabellos negros caminando con elegante calma mientras cargaba un enrome libro. Tenía puesta una ropa desgastada y un poco manchada de pintura y había olvidado quitarse los lápices de dibujo atorados en sus orejas.

Cuando ella lo miró una hermosa sonrisa se dibujó en sus labios y se acercó a su lado levantando la cara en lo que para Uriel resultó ser la expresión más bella que jamás hubiese visto.

-Luisa -murmuró suavemente.

-Te dije que vendría -dijo ella con notable orgullo.

-Así que la princesa es quien pelea ahora con la malvada bruja, ¿no?. -Uriel rió con cinismo y le quitó el pesado libro dándose la vuelta para caminar al interior de la biblioteca -¿Ya lo viste?

-Si -dijo ella. Estaba caminando a su lado.

-¿Aun quieres hacerlo?

-Ahora más que nunca -respondió con envidiable tranquilidad.

Que tontería. Uriel apretó los labios hasta llegar con la bibliotecaria y entregar el libro de Luisa. Al momento en que la anciana dirigió sus pasos para llevarlo a su lugar volvió a mirar a su acompañante.

-¿Por qué?

Luisa lo miró con calma mientras guardaba silencio. A Uriel le pareció notar algo de duda en sus ojos verdes pero prefirió guardarse sus comentarios al respecto y simplemente esperó.

-Tu no crees en mis razones -dijo ella finalmente.

-Sólo sé que son tan absurdas como el echo de atravesar un océano por esto - Uriel frunció el ceño.

-Pero si tu lo has hecho -retó Luisa.

Ah... como adoraba escuchar ese tono de voz en ella. En cualquier momento disfrutaría reñirle en cualquier discusión si podía arrancar ese reto acompañado de esa furia controlada por sus hermosos ojos verdes. Una sonrisa se dibujó en los labios de Uriel y alargó la mano para acariciar la suave piel clara; finalmente dejó caer el brazo y miró pensativo el exquisito interior de la biblioteca.

-Yo vine a aprender del mejor -respondió simplemente.

-En Inglaterra hay mejores colegios que aquí.

-Pero en Inglaterra no esta él.

Luisa rió. La suavidad de su sonido lo llenó de goce mientras veía de reojo a todos los curiosos que sin duda admiraban su belleza.

-Vine por lo mismo aunque tenga menos elementos para justificarme -ella le miró
-Así que seamos buenos uno con el otro y no nos estorbemos.

-No seas ridícula -replicó Uriel -, no vengo en plan de conquista.

-Mejor para mí; un estudiante menos de qué preocuparme.

-Exageras.

-Quisiera seguir hablando de mis planes, pero mañana tengo un examen.

Luisa se paró de puntillas y le besó la mejilla. Con un gesto de su mano se despidió mientras salía de la biblioteca y pudo ver cómo su sonrisa se iba neutralizando conforme giraba la cabeza hacia el jardín.

-Puro orgullo McAllister -dijo él finalmente encaminándose hacia la misma dirección.

* * *

Jamas imaginó volver a entrar a ese lugar.

Se veía bastante diferente sin todas esas mantas blancas y polvorientas cubriendo cuanto mueble había; y con las luces encendidas alumbrando todos los decorados de manera detallada. En la chimenea ardía un bello fuego y sobre ella se veían las figurillas de porcelana cuidadosamente arregladas junto a ese retrato de personas que él no conocía.

Cualquier otro se había vuelto loco con tanto cuidado.

Benjamín sonrió ante ese pensamiento. Giró la cabeza hacía la lámpara de caprichoso diseño que había visto la primera vez y se deleitó con la luz de colores que los exquisitos vitrales dejaban escapar. Recorrió la pared con sus ojos grises devorando las figuras de todos los cuadros que antes habían estado cubiertos hasta dar con la pesada puerta de madera que llevaba a esa enorme biblioteca. Seguramente el escritorio también estaría descubierto, pero se aguantó las ganas de levantarse y comprobarlo.

-Me gusta mucho tu casa -dijo Ben cuando vio a Zain entrar con una charola a la sala. -¿Cuánto tardaste en dejarla así?

-No lo hice yo -él colocó la charola en la mesa de centro y se sentó en el sillón de enfrente -Contraté para que lo hicieran... Tardaron casi dos días.

-Eso no es divertido -declaró Ben tomando uno de los vasos para beber con cuidado -Yo me habría pasado horas admirando cada mueble y un lugar para ponerlo.

-Un abogado no tiene tiempo para ser hogareño.

Ben tragó un poco de soda y miró el liquido pensativo. Que contradictoria resultaba esa frase cuando él podría mandar muchas cosas al demonio sólo por la dicha de estar en casa moviendo cosas o buscar en la biblioteca libros interesantes.

"No tengo tiempo para ser hogareño... No tengo tiempo para ser como quieres que sea"

El muchacho sacudió la cabeza alejando ese pensamiento y alargó la mano para colocar su vaso en la mesa de centro. Se levantó fingiendo mirar todo con cuidadoso interés y cuando volteó a ver a Zain notó el delicado gesto que había realizado para colocar el vaso en la charola.

"Tan correcto" pensó tragando saliva, "Tan serio y cuidadoso".

Ben se mordió el labio inferior y se decidió a imitar esa seriedad. Ahogó sus ganas por ver cómo había quedado la casa y se encaminó de nuevo al sillón para sentarse.

-¿Puedo ayudarte en la próxima clase? -preguntó cuidadoso.

-Me sería muy útil... Tendré que faltar de nuevo.

-¿En que estas trabajando?

-Demanda de divorcio.

-Oh.
Silencio.

-¿Y cómo vas?

-Creo que ganaré.

¿"Creo"?. Benjamín alcanzó a cerrar la boca antes de que esa pregunta se escapara de sus labios. Dedicó una bella sonrisa a su acompañante y se levantó para besarlo en los labios de manera fugaz.

-Que bueno -murmuró enderezándose -Debo irme ya... No he hecho un trabajo que es para mañana.

Zain se levantó y le acarició la mejilla.

-Te hablaré después... gracias por venir, Benjamín.

-Ahora eres mío -declaró el pelirrojo con una traviesa sonrisa. -,tengo que cuidar mis intereses.
-Como quieras.

Ben le dio otro beso y salió de la casa sin voltear. Justo en la esquina de la calle se detuvo dirigiendo una suave mirada y frunció el ceño.

* * *

Leonardo tenía 20 años ese día. Caminaba con paso firme hacia la casa grande con una maleta acompañándolo. Al llegar a la puerta principal suspiró, buscó en la bolsa de su pantalón la llave y al tocarlas la puerta se abrió.

Una mujer de cabellos rojizos. Lo miró detenidamente examinando cada detalle. Vestía de manera elegante con un bello conjunto azul claro conminando esa mascada en su fino cuello. Como siempre lucía varias cadenas de oro así como los caros anillos en sus finas manos. Había maquillado su cara de manera discreta y su cabello se acomodaba en un peinado que le hacía ver muy bella.

Leonardo se sintió un poco incómodo por su apariencia. Tenía un pantalón de mezclilla muy desgastado y a la altura de la rodilla comenzaba a deshilarse uno de los agujeros. Sólo había alcanzado a ponerse una playera blanca y la camisa vaquera desgastada. Había colocado un reloj corriente en su muñeca que parpadeaba por la falla que tenía y apenas había alcanzado a pasarse una mano por su rojo cabello.

Pero ella no comentó nada al respecto. Se limitó a moverse para permitirle la entrada a la casa. Por supuesto que Leonardo captó su gesto de desagrado así como los movimientos tensos, pero tampoco quiso decir nada. Agarró la maleta y caminó con precaución.

El interior no había cambiado mucho; una lámpara nueva, ese costoso cuadro en la pared donde antes estaba el retrato de su hermano, otra alfombra, una nueva sala y esa bicicleta justo a la mitad de la sala.

Leonardo sonrió al comprender que el niño ya estaba en casa. En ese momento se olvidó de su apariencia y de la desaprobación de su madre; apretó la maleta y corrió por la escalera hacia la planta alta hasta abrir la puerta de su habitación y arrojar la maleta descuidadamente para después correr a la habitación contigua y detenerse respirando dificultosamente. Después abrió la puerta y sonrió al ver a su pequeño hermano a mitad de la habitación con una libreta blanca y colores.

La habitación parecía recobrar vida con el niño en su interior, los cajones estaban entreabiertos dejando ver alguna manga o calcetín que no había alcanzado a ser metidos. La radio estaba encendida con música clásica y a un lado el grueso libro de mitología adornado con una imagen infantil. En la cama se veía el saco colocado de manera descuidada y encima la mochila de la que salían los libros y pincelines.

El niño levantó la mirada hacia él y su carita se iluminó con una sonrisa. Se levantó tirando algunos colores y corrió hasta él abrazándolo con cariño.

-Feliz cumpleaños, campeón... -Leonardo revolvió el cabello rojo. -Te traje un regalo... Está en algún lugar de mi maleta.

-¿Qué es?

-Una sorpresa... pero te daré una pista... mi regalo es para que sigas leyendo a la hora de la comida.

-A papa no le gusta que lea en el comedor -murmuró el pequeño mirando a su hermano mayor.

Leonardo lo sabía. Y, aunque en ocasiones se sentía mal por utilizar a su hermano menor, no podía evitarlo. Había sido el primero en notar su avanzada inteligencia y la había desarrollado solo para tener el placer de ver a su hermano acercarse a sus padres intentando saber más. Claro que sólo obtenía respuestas esquivas, pero aun así insistía en hablar de los cuentos que él le platicaba mientras sus padres hablaban de la bolsa o alguna circunstancia de la empresa.

-Papa se acostumbrara -dijo Leonardo con una cálida sonrisa -Deben entender que no cabremos en el molde que tiene para nosotros.

Los ojos grises del pequeño lo miraron confundido. Su cara tapizada de pecas tenía una expresión de incomprensión que lo hacía ver en verdad adorable. Su
cabello rojo estaba perfectamente cortado al estilo "hongo" y le cubría la frente casi en su totalidad. Le habían vestido con ese traje formal; su camisa blanca con mangas largas, al pantaloncillo gris a las rodillas, sus calcetas blancas y los zapatos negros...

En resumen era el perfecto caballero de sus padres.

Leonardo le besó la frente apartando el cabello rojo y caminó hacia la salida.

-Hoy es tu día, Ben... Así que te secuestraré para celebrar esos siete años que acabas de cumplir.

Leonardo Devine. La verdad es que Benjamín no había alcanzado a comprender la necesidad de que sus padres le alejaran del muchacho rebelde y apariencia reprobable. Lo único que le importaba era jugar con él y escucharlo atentamente mientras le contaba algún relato sobre Dioses del bello Monte Olimpo así como sus heroicas acciones. Jamás había tomado atención a la ropa desgastada o al cabello revuelto, no había mirado su falta de modales ni escuchó los mordaces comentarios de su madre.

Lo único que había alcanzado a ver era al muchacho que corría para levantarlo y reír junto a él. Quien prefería unos jeans y una camisa al elegante traje o la corbata que combinara; y aprovecharía cualquier momento para hacerlo reír, aun si estaba en pleno comedor con sus padres presentes.

Era una pena que el hijo de una dama tan hermosa como Brenda se dedicara a llamar la atención de esa manera. Leonardo se proclamaba libre, pero viajaba en una moto comprada con el dinero de su padre y vivía en uno de sus departamentos. Los visitaba sólo cuando ella lo llamaba y se iba a los dos días.
Y cuando él no estaba, Benjamín se deslizaba a escondidas a su habitación para imaginar que aun estaba ahí. Pero hacia donde dirigía la mirada podía comprobar que no era así. La cama arreglada por la mucama, la ropa arreglada en el closet... Todo guardado. Lo único que había ahí para comprobar que ese era el cuarto de su hermano era ese retrato en un marco donde se le veía abrazando a su hermanito.

Una habitación vacía.

Como aquella que había usurpado en la casa de Zain hace tiempo.

Ben suspiró... no había vuelto a ver a su hermano desde ese día. Levantó la mirada del libro que estaba leyendo y la fijó al exterior recargando la barbilla en una de sus manos. Le resultaba doloroso recordarlo ya que parte de eso esa la explicación por la que ahora él estaba lejos de casa sin aceptar ayuda alguna de sus padres... Los visitaba de manera esporádica y había escandalizado sus leyes de manera absurda.

Claro que había tenido más consideraciones de las que Leonardo tuvo, para empezar no involucró a su hermana menor ni la usó para enfurecer a sus padres... Y cuando estaba con ella le contaba historias y jugaba en el jardín respetando los tiempos que su madre ponía.

Probablemente Leonardo habría adorado a la pequeña Sara. Llegaría de improvisto y caminaría hasta su habitación para abrazarla y revolverle el cabello rubio. La levantaría por el aire y probablemente se burlaría un poco de su peso como él lo hacía ahora. Y la incitaría a rebelarse sin que ella lo notara, como no lo había notado él.

Y Sara lo amaría tanto como a él, quizá más... Esperaría en su habitación
revolviendo las revistas y los vestidos para matar un poco el tiempo. Pondría la música POP a un volumen moderado y bailaría frente al espejo cuidadosa de sus movimientos. Y cuando lo escuchara llegar se lanzaría a sus brazos poniéndolo al corriente de todo lo que había hecho en el colegio, entre lo que destacaría la admiración que tenían sus amigas por que ella tenía un hermano muy guapo, probablemente le pedirían una nueva foto y la presumiría hasta la próxima ocasión que se vieran.

Ben sonrió al llegar a ese punto. Había prometido ir a ver a Sara al colegio para el día en su cumpleaños. …l había pensado en comprarle un disco, pero ella le hizo prometer que le compraría un estuche de maquillaje.

* * *

Uriel estaba leyendo cuando una mano le arrebató el libro. Molesto volteó para iniciar una batalla cuando descubrió la amigable sonrisa de Ben, que, por cierto, no le gustó en lo absoluto.

-No. -dijo antes de que el pelirrojo pudiera decir algo.

-Deja de ser un odioso amargado... Sólo vamos a estar juntos una noche.

-No compartiría una noche contigo aun si fueras el último humano sobre la faz de la tierra -replicó Uriel aun más molesto.

-Eres el homofóbico más ridículo que he conocido hasta ahora... Cuando digo "juntos" no me refiero sólo a ti y a mí... habrá una pequeña multitud con nosotros - Ben suspiró enfadado -Además ya tengo pareja.

-¿Ya?

Uriel frunció el ceño al notar lo sorprendido que había sonado al hacer esa pregunta; como pudo le arrebató el libro para volver a abrirlo sin dar indicios de interés.

-¿Irá tu pareja con nosotros?

-No tengo necesidad de modelar a mi hombre -replicó Ben por primera vez molesto.

-¿Dónde esta el muchacho liberal? -preguntó Uriel con cinismo.

-Escondido -Ben se dio la vuelta dejando a Uriel con la palabra en la boca.

Escondido. Cada vez que Ben pensaba en la accidentada relación que estaba llevando con Zain la describía con esa palabra. Y no tanto por que tuviera miedo de que alguien lo supiera, sin embargo la diferencia de roles aun le marcaba.

Ben no se escondía de nadie, pero tampoco estaba listo para que un montón de estudiantes supieran que había aceptado una relación con el licenciado que sustituía precisamente al que acababa de "convencer" de renunciar hace un año. Claro que no era lo mismo.

Zain había logrado acercarse de manera casi invisible hasta que simplemente tuvo la respuesta que quería. Ben quería creer que hacía lo correcto al hacer caso a lo que sentía, pero cada vez que Zain pasaba por un lado suyo son saludarlo como quería por el ridículo hecho de que había más estudiantes en el pasillo, se molestaba consigo mismo.

Ben se sentó en el barandal de las escaleras mirando pensativo a los estudiantes que paseaban por el jardín, algunos de ellos conversaban en parejas dándose un ocasional beso mientras otros se veían fugazmente y sonreían.

-¿Adónde iremos?

Ben volteó para ver a Uriel atento a los mismos estudiantes que él había estado viendo.

-A un bar quizá.

-¿Un bar? ¿Es correcto que dos futuros abogados vayan a sitios como esos?

-¿Qué no piensas aceptar esta noche? -preguntó Ben con tono jocoso.

-Sabes de lo que hablo.

-Un bar no tiene nada de malo, además no fue idea mía.

-¿En serio?

-Daniel tiene extrañas ideas para divertirse con las situaciones de los demás, supongo que piensa que emborrachándonos lograra que olvidemos parte de eso.

-¿Emborrachándonos? Yo no soy el que va detrás de Daniel cada que se lo encuentra "accidentalmente" por los pasillos.

-Daniel ya no tiene que preocuparse por eso.

Uriel lo miró con curiosidad. Parecía cosa seria. Y en realidad quería saber más del asunto, así que fingió pensarlo hasta dedicar a Ben una de sus gélidas miradas.

-¿A que hora?

-A las ocho.

Benjamín perdió el interés en seguir conversando y se enderezó para retirarse con un movimiento de mano.

Uriel sonrió cuando estuvo demasiado lejos para que Ben lo notara y volteó para recargar los codos en la barda donde el pelirrojo había logrado sentarse momentos antes.

-No quiero imaginar lo que harás en cuanto te enteres. -murmuró divertido.

-Un loco hablando solo.

Jeannet recargó la espalda en la barda mirando a Uriel.

-Siempre que veo a Benjamín a tu lado noto un interés casi ridículo.

-Si, los que no observan con cuidado pueden confundir -replicó Uriel con mal humor. -No te atrevas a insinuar que me gusta, Jean.

La pequeña chica rió.

-Pero quien lo ha insinuado eres tu, cher.

-En serio no estoy de humor.

-Jamás estas de humor -señaló ella con una traviesa sonrisa. -Por cierto, ayer te vi con una muchacha realmente bonita.

-No sabía que aprovechabas tu tiempo libre para jugar al espía.

-¡No estaba espiando! -exclamó ella con el ceño fruncido -De vez en cuando se me obliga a asistir a la biblioteca aunque muchos no lo crean.

-Esta bien -murmuró Uriel -¿Por qué tanto interés en verme con una chica?

Vaya, eso no se lo esperaba. Jeannet jugueteó con una de sus plumas buscando una buena excusa mientras fingía burla.

-No vayas a decir que le intereso a alguien -escuchó decir a Uriel -, ambos sabemos que eso es más ridículo y menos probable.

-Podría decir que quien me interesa es ella -soltó Jeannet bastante molesta.

Uriel comenzó a reír.

-Esta bien -dijo entre risas -, su nombre es Luisa McAllister. Estudia Historia del
Arte y no tiene novio.

-¿Ah? ¿Pero no eras tu su novio?

-Dudo que Luisa me lo permita; le tiene recelo a la familia. Es mi prima.

-¿Tu prima?


-Si... una de esas cosas que todas las personas suelen tener -Uriel la miró molesto.

-Claro -Jeannet le sonrió dándole unas palmaditas en el hombro -, pero no te enojes... Cualquiera pensaría que eres producto de la generación espontanea o algo parecido, pero veo que hasta los genios nos equivocamos.

-La única que puede surgir de un caldo echado a perder eres tu.

-¿Pero conoces la teoría? -ella fingió estar muy impresionada -Oye no eres tan tonto.

-Por eso no me hice animador.

Jeannet rió al momento que le daba un fraternal (y no tan suave) golpecito en la barbilla.

-Es divertido estar a tu lado, cher, pero tengo cosas más interesantes que hacer. Nos vemos en la noche.

Uriel se frotó la barbilla y suspiró.

* * *

Zain sonrió a su acompañante mientras agitaba la cuchara con calma.
En realidad no tenía humor para estar en ese lugar precisamente, pero no quería tener problemas más adelante. Preferiría platicar con Benjamín de esa nueva amiga suya... eso sí que sería interesante.

Entonces comprendió que por eso estaba tan molesto. Esa damita estaba grabada en su mente de una manera insoportable. Ella y esa risa de Benjamín. Lo más exasperante es que aun estando solos por pocas ocasiones no había encontrado la manera de hablar de ella. Siempre que intentaba iniciar una conversación notaba a su pelirrojo distante y serio.

-Tienes cara de querer estar en otro lado.

Zain levantó la mirada hacia su acompañante e hizo un gesto por ser descubierto. En realidad Carl siempre había sido bastante perceptivo, pero en esta ocasión estaba de humor oscuro en verdad no quería iniciar una discusión inútil.

-La última vez que me ignoraste de manera tan descarada fue cuando pensaste que te engañaba con alguien.

-¿Qué querías que pensara al verte besando con otra persona? -preguntó Zain con ironía. -No volvamos con eso Carl, me fastidia más de lo que ya estoy.
Carl agitó la mano para tranquilizarlo.

-¿Viste al pecoso besando a alguien?

-No.

-Entonces cuál es el problema. -Carl mostró una de sus mejores sonrisas mientras se llevaba una galleta a la boca -El mocoso te adora.

-No lo llames así.

-Seguro.

-Benjamín es más que el joven al que vez; se trata de alguien muy responsable e inteligente.

-No hace falta que me lo digas de nuevo. Conozco a ese mocoso más de lo que podrá conocerse a sí mismo y todo por tu culpa.

-Si te preocuparas por tu novio más de lo que te preocupas por el mío no estarías agitando el café como lo haces cuando estas molesto.

-No estoy molesto -replicó Carl soltando la cuchara disgustado -Y no me preocupo por tu flamante novio... me preocupo por ti.

-Ya no te corresponde -murmuró Zain logrando arrancar una mueca de notable burla.

-Perfecto -exclamó con cinismo -¿Por lo menos puedo saber por que estas así?

Zain suspiró. Nunca sabía cómo era que terminaba hablando de Benjamín con el explosivo Carl. Aunque en ocasiones no le importaba tanto, ya que si no lo sacaba comenzaría a comportarse de manera insoportable. Así que se relajó y comenzó a platicar respecto a lo que había visto procurando no darle demasiada importancia.

Cuando terminó el relato miró la expresión tranquila de Carl y esa fraternal sonrisa suya que tanto le había gustado.

-¿Y cual es el problema? -preguntó Carl -El mocoso tiene una amiga, se ríe con ella y hasta deja que lo toque; pero no me parece suficiente para que te pongas de ese humor.

-Ella tiene algo que no vez en cualquier otra chica.

-Claro... para empezar no la veo -rió Carl.

-No me refiero a eso -Zain lo miró con disgusto.

-Sé de lo que hablas -Carl metió un trozo de pastel a su boca -Pero no veo el problema, el chico es tu novio.

No. No había entendido.

Zain aun tenía grabada la risa de Benjamín. Esa risa tranquila y despreocupada que habría resultado escandalosa a los demás y que jamás le había dedicado a él. En esa risa había aun más familiaridad y alegría que las que él tenía. Ella había logrado descubrir a un Benjamín que él no sabía que existía. Ella era especial.

-¿Por qué te preocupa tanto? -preguntó Carl después de un prolongado silencio -
¿Por qué te construyes una batalla innecesaria?

Esa última pregunta le impresionó. Miró a Carl notando que permanecía tranquilo con esa sonrisa que sólo aparecía cuando quería emitir ese cariño que, según él, aun le tenía. Pero tenía razón. Se estaba preocupando por nada, tal vez lo mejor era platicar con Benjamín viendo la opinión que tenía sobre esa situación.

-Soy un tonto.
-Eres celoso -corrigió Carl -Habla con el mocoso, coman por ahí, llévalo a bailar y procura despedirte con uno de esos besos que hacen perder la cabeza.

Zain lo miró disgustado.

-¡Deberías alegrarte! -exclamó Carl levantando las manos -Te estoy halagando, Zain.

-No traes dinero, ¿verdad?

-¡Claro que traigo! -el hombre comenzó a buscar su cartera y le miró con una amplia sonrisa -Te pago la próxima vez.

-Aun estoy esperando la próxima vez de la vez anterior.

-Si se acumula una cantidad muy grande te pagare con mi cuerpo.

-¡Al diablo contigo!

* * *

-¿Dónde esta Ben?

-Su novio lo llamó por teléfono y prefirió quedar mal con nosotros -dijo Uriel con ironía.

Daniel suspiró un poco aburrido imaginándose junto a su hermana como la vez anterior.

-Podemos cancelar si te hace sentir mejor -sugirió Uriel.

-Jeannet está allá. -dijo el chico con resignación.

-Pues entonces pasaremos una noche inolvidable.

A Daniel no le gustó el tono de voz de Uriel, sin embargo había que admitir que tenía razón.

* * *

Benjamín miró la copa con recelo.

El lugar estaba tranquilo a pesar de que se escuchaba el murmullo de la gente y el servicio era bastante bueno.

Había ido a caer a un bar. El diseño del interior era conservador y hasta cierto punto romántico. Las luces de las lámparas lucía tenue, acompañados por las velas aromáticas minuciosamente repartidas por las pequeñas mesas de madera. Las paredes estaban cuidadosamente pintadas con paisajes nocturnos y cerca de la barra se veían las pocas plantas adornando encantadoramente el espacio dedicado a los bancos. Pero sin duda lo más bello era la música suave y el aroma del lugar.

Zain fue quien ordenó el vino. Se veía encantador aclarando al mesero la manera exacta de lo que quería así como su curiosidad por el contenido de uno de los postres. Cuando se acomodaba los lentes podía verse un poco de impaciencia en sus ojos y volvía a dar instrucciones con mucho más cuidado.

-¿Cómo te fue en la clase?

Ben lo miró sobresaltado y sonrió un poco nervioso. Mientras le narraba la manera como se fue desarrollando el tema paseaba un dedo por la orilla de la copa hasta que decidía hacer un gesto apoyando alguna parte de su narración.

-Aunque no es lo mismo. -comentó Ben con una traviesa sonrisa. -, si yo doy la clase no tengo a quien llevar la contraria.

-Ya no tendré necesidad de fallar -dijo Zain bebiendo de su copa.
Demasiado reservado.

Ben forzó un trago para evitar un comentario sarcástico a pesar de que supo que él lo notaría. Sintió cómo el liquido le quemaba la garganta y no pudo evitar un gesto de desagrado. Cuando dirigió la vista a su acompañante se descubrió observado y por alguna razón se irritó más.

-No soy muy bueno bebiendo. -justificó apenado.

Zain hizo un ademán afirmativo.

-Tal vez prefieras otra cosa.

De nuevo una frase con doble sentido. Ben le miró con cuidado y sonrió con peligrosa tranquilidad.

-No es necesario... El ambiente compensa mi torpeza con el vino.

* * *

Jeannet estaba completamente borracha.

El abrigo comenzaba a resbalársele por los hombros dejando ver su piel aceitunada y sudorosa. Sin duda la blusa azul que le ceñía los senos estaba ligeramente húmeda, eso hacía más visibles sus movimientos al ritmo de la música.

Uriel la había estado mirando con algo de fastidio. Uno de los tantos chicos que se había acercado a bailar con ella tuvo el tino de caerle justo encima derramando la cerveza sobre Alma ganándose un ojo morado. También había visto a los chicos de seguridad separándola del pobre tonto mientras Daniel intentaba aclarar lo sucedido. Y finalmente Alma había tenido que abandonar el lugar acompañada de su hermano; él había querido ir con ellos, pero Jean lo atrapó de la mano pidiéndole que la acompañara.

¿Cómo había logrado convencerlo?

Sólo había visto a Jeannet diciéndole algo a Daniel y esa sonrisa cómplice que ambos se habían dedicado.

Y ahora estaba sentado con los codos recargados en la mesa mientras Jeannet se quitaba el abrigo para dejarlo caer justo sobre su cabeza. Molesto se quitó la prenda y levantó la mirada para decirle unas cuantas cosas; pero la verdad es que no pudo.

La minifalda de piel lucía perfecta desde las caderas de la chica. Seguía moviendo sus brazos y se agitaban todas las pulseras de colores en sus muñecas. Tenía el cabello revuelto y algo húmedo, pero nada que una buena sacudida no pudiera resolver.

De repente Jeannet saltó desde la mesa sin dejar de bailar. A Uriel le dio la impresión de que bailaba para él y se sintió irritado cuando intentó levantarlo para que bailara también. Seguramente se aburrió de ver que no lograba nada ya que se dio la vuelta.

La vio pasear por todo el lugar y hasta evadir a varios de los chicos que quisieron abordarla. Y cuando estuvo de regreso dio un trago a su cerveza para después tomar su abrigo y dirigirse a la salida. Uriel refunfuñó y se levantó hasta alcanzarla.

Justo en la salida la vio entregar un comprobante a un muchacho y mientras esperaba sacó un cigarrillo que colocó cuidadosamente en sus labios perfectamente pintados. Cuando Uriel vio que no encontraba el encendedor sacó el suyo acercándolo a ella.

-Eres irreconocible ebria -dijo Uriel mientras ella aspiraba para encender su cigarro.

-Sólo me divierto -Jeannet dejó escapar el humo. -No voy a amargarme por que
Benjamín prefirió estar con su hombre a bailar conmigo.

-¿O sea que te emborrachaste por gusto?

Jean lo miró con desagrado.

-Siempre hago las cosas por gusto... Y no estoy borracha.

El muchacho apareció sobre una magnifica motocicleta negra. La detuvo y entregó las llaves a Jeannet.

-Espero que no pienses manejar en ese estado -Uriel prácticamente se puso blanco.

Jeannet arremedó su frase con gestos ridículos y dejó caer las llaves en su mano.
-Claro que no, idiota -Jean se puso el abrigo y dio otra fumada a su cigarro para dejarlo caer y pisarlo con su bota -¿Para que imaginas que te retuve?

-Creí que era para fastidiarme.

Ella se rió. Agarró el casco negro y se lo colocó.

Uriel suspiró mientras agarraba el otro casco poniéndoselo. Subió a la moto sintiendo el peso de la chica y sus pequeños brazos aferrándose a su cintura.

-Cuando este menos ebria te lo agradeceré como es debido -dijo ella por el comunicador.

-Lo tendré en cuenta.

* * *

Había algo raro en esa situación que relacionaba a los dos. Para empezar Ben tenía una reservada actitud hacia él cada que estaban juntos. Ya lo había notado desde un principio, pero esta vez no parecía ser a causa de aceptar cuidar la reputación de ambos; más bien se reservaba a él... aparentaba ante él.

Eso lo tenía preocupado por que no solo lo notaba cuando estaban juntos; también lo veía reservado en clase cada que tenía oportunidad de hacerlo. Se había transformado en el alumno promedio sin que él pudiera evitarlo, y el sólo echo de sospechar la razón lo ponía de nervios.

En eso estaba pensando cuando vio a la chica. La habría reconocido en cualquier lugar ya que no podía el efecto que tuvo en su Benjamín.

Permaneció quieto mirándola con cuidado. Ella estaba sentada en una de las bancas justo fuera de la biblioteca haciendo anotaciones de manera ágil. Seguramente entraría en cuanto terminara a hacer una investigación y, aunque le gustaba observarla, en ese momento se acercó hasta estar parado frente a ella.

Luisa parpadeó al ver una sombra sobre las hojas de su libreta. Levantó la cabeza encontrando a un hombre vestido con un traje gris (seguramente un maestro) que le miraba con neutralidad. Su cabello café estaba perfectamente peinado y tras los lentes se veían unos ojos azules realmente interesados. Sin embargo no parecía un interés del que ella pudiera preocuparse. …l no parecía querer
abordarla o conquistarla; más bien le daba la impresión de que lo molestaba por algo y le había costado acercarse en ese momento.

-Pérmitame presentarme -dijo él ajustándose los lentes con elegancia -Mi nombre es Zain Hammonds.

-Quisiera decir que es un placer -murmuró ella sin perder la serenidad -Debe disculpar mi desconfianza, señor Hammonds.

-Su cautela me cautiva, señorita -dijo él con una sonrisa.

-No quiero cautivarlo -aseguró ella -, quiero tenerlo alejado de mí.

Era directa. Dolorosamente directa.

Zain apreció el parecido que tenía con Benjamín comprendiendo la razón del efecto que ella tenía en él. Sabía que a Ben le gustaba conversar con gente así por que podía utilizar un nivel exquisito de su lenguaje y no limitarse a frases sin sentido y horrorosamente coloquial para él. Pero comenzaba a molestarse ver sólo una parte de ella y pensó que estaba listo para odiar a la dama.
-Yo también quiero mantenerla alejada de mi... y de mi pareja. -replicó él con venenosa tranquilidad.

Luisa enarcó una ceja sin mostrar molestia alguna por esa frase. Cerró su cuaderno y cruzó una pierna.

-Acabo de conocerlo, señor Hammonds. No tengo idea ni interés en sus preferencias sexuales o su... pareja.

-Señorita Luisa -Zain le dedicó una calculadora sonrisa. -,si usted no pretende llamar la atención de Benjamín con su patética apariencia de muchacha inocente tengo que disculparme por ser tan grosero...

-Discúlpese también por ser tan arrogante y estúpido, señor -ella le dedicó una
peligrosa sonrisa -Pero si lo que quiere es una mujer con apariencia peligrosa de la cual pueda preocuparse estoy dispuesta a brindársela.

-No es la idea.

-No es su idea -corrigió ella con seguridad -Usted quería que saliera huyendo en cuanto me dijera que no podía acercarme a Benjamín, pero como puede apreciarlo no soy la frágil y patética dama que imaginó encontrar. Y ahora que sé su razón no pienso decepcionar su preocupación.

Zain apretó los labios.

-Si me disculpa tengo algo importante que hacer -ella se levantó con elegancia sin despegar la vista de él -Me disgusta conocerlo, señor Hammonds y me disgusta más no poder alejarlo de mí... pero ya que vamos a ser "compañeros de interés", me presentaré como es debido ya que no lo imagino llamándome por mi nombre de pila.

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