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Un sonido distante por Akiko_y_Shizuka

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Parte ocho: "Razones para reír y llorar"



Benjamín levantó la mirada del grueso libro que tenía sobre las piernas a punto de reñirle al intruso que se había atrevido a robarle el poco calor que emitía el sol esa mañana, pero se detuvo viendo los ojos azules tras los lentes que le miraban con una extraña seriedad.

-¿Mitología? -preguntó Zain.

-Me deleito de los Dioses Griegos -bromeó Ben cerrando el libro. -Siéntate, Zain.
El licenciado suspiró al escuchar los rumores justo a sus espaldas de dos de los estudiantes que habían tenido la “suerte” de sorprender a Benjamín llamándole de manera tan confiada. Se aflojó el nudo de la corbata y se sentó a un lado del pelirrojo intentando calmar su vergüenza.

Ben había notado ese gesto. Esperó a que ambos jóvenes desaparecieran del pasillo y posó sus ojos grises en Zain un tanto confundido.

-Creí que ya no te importaba si lo sabían -dijo con tranquilidad.

-Depende de quien lo sepa -repuso Zain molesto.

-Ah.

Benjamín frunció el ceño. ¿Habría escuchado bien lo que dijeron los jóvenes?

“Entonces si lo esta acosando”

¿Acoso?

* * *

Luisa levantó la mirada hacia el edificio y suspiró mientras se acomodaba el cabello negro ante el viento que insistía en revolvérselo.

Desde ese lugar podía ver con detalle el camino principal por donde varios jóvenes iban hacia alguna clase o a la biblioteca. También escuchaba las alegres risas de varios grupos de amigos que descansaban reunidos cerca de alguna banca o acostados sobre el pasto verde.
Luisa pensó que ella debería estar en alguno de esos grupos. Hernán se mostraría muy contento si ella aceptara ir a alguna de las fiestas que organizaban casi cada mes y podría seguir hablando de arte moderno o sobre la lista que candidatas que él tenía para intentar hacerlas novia suya (en la que ella aparecía), pero que no se atrevía aun al componer mas de 10 poemas y no decidirse por ninguno para entregárselo. Sin embargo siempre lograba convencerlo de desistir ya que ella tenía otra cosa en mente.

Tenía a Benjamín Devine en mente.

Un gesto cínico apareció en el rostro de la joven. Se levantó y comenzó a caminar hacia el gimnasio con la excusa de que debía practicar su rutina. Claro que ella misma sabía que no solo haría eso. Lo más seguro es que tuviera que permanecer esos 15 minutos recostada en los colchones analizando sus avances con el pelirrojo... Y al notar que no había avance alguno se levantaría furiosa para iniciar con el calentamiento y convencerse de olvidarlo todo.

¿Por qué tenía que ser tan difícil conquistar a ese muchacho cuando había otros que prácticamente se peleaban por ella?

“Por que Benjamín no es como otros” se respondió mentalmente.

Cómo explicarle a Ben que desde esa noche en San Rafael lo había querido. Le gustó la sencillez del muchacho pelirrojo y mientras más avanzaba la noche mas deseaba perderse en sus ojos grises.

Cómo decirle que ocultó lo que sentía aceptando a James con la excusa de que él no podría fijarse en una mujer a pesar de que gracias a ella aceptaba su bisexualidad. Eso le había resultado absurdo, incluso a ella, quien aun no podía reconocer haberse fijado en el muchacho gay de Santo Domingo... Aquel que se mostraba más interesado en su hermano que en ella.

Por que Luis se lo dijo. Le platicó sobre las charlas que tenía con el amigo de su Peter y sobre el interés que mostraba. Le confesó ver esa ternura en los ojos grises que lograba inquietarlo y de los besos “accidentales” que tenían. Todo con la misma preocupación. Luis no podía corresponderle; no lo quería de esa manera.

“¡Yo si lo quiero!” pensó Luisa mordiéndose el labio inferior.

-Me gustaría que te amara a ti -había dicho Luis en una tarde -Tu lo harías feliz.

-Yo ya tengo a James...

-A mi no me engañas, hermana. Tu quieres a Ben.

Pero Ben no la quería a ella. El recuerdo de su hermano le hacía difícil el intento a pesar de que aun no se daba por vencida. Y a pesar de que Ben parecía notar su error al confundirla con Luis no daba indicios de sospechar la razón.

Y la verdad es que podía imaginar la razón. No imaginaba a Ben intentando engañar a su actual pareja.

Luisa frunció el ceño cuando llegó a ese punto. Abrió la puerta del gimnasio y con una liga se agarró el cabello mientras caminaba a los vestidores.

Cuando salió se dio cuenta de que no estaba sola. Terminó de atarse el listón en su cabello trenzado y se acercó a la puerta en donde estaba parada la joven. La muchacha se veía muy enfadada y a pesar de que no parecía estar de humor para platicar permanecía en el mismo lugar con los ojos fijos en ella. Eso incomodó a Luisa.

-¿Qué intenciones tienes con Benjamín?
No era una pregunta que debiera ofenderla, sin embargo el tono golpeado de voz que la muchacha utilizó le dio a conocer un poco las razones que tenía. Luisa miró a la joven evaluando la expresión de su rostro ¿Cómo se llamaba la muchacha?
Al ver su constitución física y estatura Luisa pensó que estaría en dificultades si la situación se le escapaba de las manos. Así que permaneció con una expresión tranquila mientras colocaba sus manos en su espalda en donde consideraba que estaban más seguras.

-Es mi amigo -dijo para calcular la situación.

Los ojos de la muchacha relampaguearon con esta respuesta. Volteó la cara en gesto de impaciencia murmurando algo que Luisa no comprendió.

-No te creo - dijo finalmente.

Luisa recordó su nombre y por primera vez frunció el ceño.

-¿Por qué debe importarme si me crees o no, Alma?

De nuevo un gesto agrio, esta vez acompañado de un puño apretado a un lado del muslo y del temblor de los labios carnosos.

-Yo he querido a Ben desde que lo conocí.

Otra tonta enamorada. Luisa sonrió con cinismo sin mostrar burla alguna y comenzó a hacer un ademán negativo.

-Sé que te lo tomarás a mal -comentó Luisa -, pero debes olvidarte de él.

Alma la miró con incredulidad. Cuando se repuso su rostro enrojeció de furia.

-Que petición tan conveniente -ironizó Alma -¿Puedes decirme por que debo dejar a Ben?

-Sé por lo que estás pasando -aseguró Luisa -, pero tu no quieres ver la realidad...

Benjamín no es algo que yo pueda obtener, pero no por eso quiero dejar de estar con él. Sin embargo puedo renunciar a lo que jamás tendré.

Eso pareció desconcertar a Alma... Luisa sonrió de manera triste y caminó para sentarse en uno de los aparatos de ejercicio.

-¿No lo habías notado, Alma? -preguntó suavemente. -No tengo la necesidad de hacerte enfadar para lograr que me golpees si no obtendré nada... Puede que Ben se muestre más interesado en las chicas, pero mira bien quienes son esas chicas.
-Sus amigas -susurró débilmente.

-Hasta ahora ninguna ha logrado nada especial por más cerca que esté de él.
-Pero yo los vi besándose -protestó Alma.

Luisa rió con amargura.

-Y lo que gané fue que me llamara Luis... Vamos a poner las cosas en claro, Alma... Si piensas gastar energía de manera inútil puedes empezar ahora... pero sin mi intervención. Sin embargo no esperes que me aleje de él... Te repito que somos amigos.

* * *

-Jan.

Un muchacho rubio volteó para mirar a la joven que lo había llamado. Antes de acercarse se aseguró de que nadie estuviera viendo en los pasillos y la saludó con una sonrisa.

-¿Desde cuando la señorita Akiko escapa para verse con un muchacho? - preguntó con confianza.
-Puedo irme si le molesta, señor McAllister -dijo ella enarcando una ceja.

-Oh, no -él le sonrió -Podría quedarme aquí si me lo pidieras.

-Pero no te lo pediré -declaró ella algo molesta -Sólo quiero que me devuelvas mi libreta.

-Te la traeré a las siete -dijo con tono de burla -¿Quieres algo más, Akiko?

-Si... No me llames Akiko.

La joven se dio la vuelta seguida por la mirada verde de su acompañante.

-¿Akiko escapó de nuevo? -preguntó un joven que acababa de llegar y había visto a la chica.

-No me llames Akiko -Jan imitó la voz femenina.

-Pues si así se llama -protestó el muchacho.

-Para eso tengo mi apellido -insistió el muchacho de ojos verdes.

-Horrible, por cierto -declaró el amigo haciendo una mueca -Por cierto... ¿saldrías conmigo?

Jan volteó a ver a su amigo con ironía. Antonio era rubio también, pero su tono de cabello lucía más oscuro, tenía facciones más toscas y por la línea de su nariz podría asegurar que alguien más (aparte de él) se la había roto. Sus ojos eran de color azul, aunque con esos enormes lentes no lucían bastante y no le gustaba el deporte mas que la contabilidad a pesar de que ahí no tenía ningún amigo.

-Quizá ella salga contigo -declaró finalmente Jan.

-Solo bromeaba -murmuró el muchacho -Akiko esta enamorada de un tal Jeremi
Anthony McAllister.

-Dijiste mi nombre completo -el rubio frunció la frente -¿Debo preocuparme?

-No creo que te preocupes por eso -Antonio sonrió -Hasta ahora no te ha preocupado que reduzcan tu nombre a un diminutivo, obviamente, de mujer.

-Quedamos que no dirían eso -protestó Jeremi.

-Quizá Frank pueda apoyarte respecto al dudoso genero que el diminutivo que
Jan tiene, pero creo que preferiría ahorrar saliva.

-El señor Devine y el señor Le Rossignol unidos para cambiarme el nombre... ¿no creen que se aprovechan de mí?

-En realidad no, ¿lo crees tu?

-Empiezo a pensar que sí.

-Nosotros no tenemos la culpa de que tengas un nombre tan largo -dijo otro muchacho que caminaba hasta ellos. Su cabello lucía corto y completamente negro. Rara vez sonreía a una broma y conservaba esa rígida expresión en sus ojos avellanas. Era mayor de edad que sus dos amigos, pero había repetido año por problemas familiares que tuvo.

-Podrían usar solo un nombre -Jeremi se sentó sobre una piedra y cerró los ojos cuando el viento le golpeó la cara.

Era el más pequeño de los tres amigos. A pesar de estar en el segundo grado de preparatoria había tenido que soportar distintos comentarios respecto a su apariencia y edad.

Sus dos amigos solían bromear también sobre sus preferencias sexuales ya que aseguraban que alguien tan bonito no podría conseguir una novia y que le convenía más un novio.

Claro que Jeremi tuvo la fortuna de captar la atención de la persona que quería. La menuda Akiko Yudawaky.
Jeremi sonrió cuando llegó a ese punto, bajó la mirada al asiento que tenía a un lado y acarició la cabellera negra de la pequeña Jill.

Hace tiempo había roto su amistar con Frank... No le habría gustado que fuera de esa lamentable forma, pero la verdad es que la propia acción le había resultado difícil.

Siempre había considerado al francés con carácter duro, pero jamás imaginó que esa estricta manera de llevar su vida tuviera que alcanzar incluso a su hija menor.

* * *

-Tu hermana esta loca.

Daniel miró a Uriel un tanto confundido sin entender la razón de su comentario. De nuevo había ido a la cancha de fútbol para asegurarse de que Ben no se quedara atorado por el camino hacía el salón. Claro que no había prestado la menor atención al partido de entrenamiento. Se encargó de leer un libro de algo de derecho penal mientras hacía notas.

-¿Golpeó a alguien? -preguntó preocupado.

-No.

-.¿Insultó a algún profesor?

-Solo Benjamín hace eso.

-¿Yo que? -Ben llegó corriendo y se quitó el casco.

-No hablaba de ti -replicó Daniel.

-La hermana de Daniel se esta portando decentemente -dijo Uriel cerrando el libro
-La vi pensativa en el jardín de la biblioteca.

-Quizá esté pensando una mejor manera de expresar enfado -propuso Ben.
-No Alma -Daniel fulminó al pelirrojo con la mirada.

-En todo caso no tengo tiempo para eso -Uriel se levantó y miró al pelirrojo -Ve a bañarte.

-Me lastime la muñeca -Ben se quejó -¿Me ayudas?

-¡Báñate solo! -exclamó molesto.

-Me lastime las muñecas -se escuchó la triste voz de Jeannet quien venía caminando agitando los bastones -¿Me ayudas, cher?

Uriel se ruborizó.

-Yo la veo perfectamente -opinó Ben.

-¿No estabamos hablando de mi hermana?

-¿Quieres meter a tu hermana en la platica cuando estos dos están por bañarse juntos?

-¡Jamás dije que si! -Uriel frunció el ceño.

-Oh, que pena -Jean sonrió -Alma se pondría mejor si salimos de paseo -propuso cambiando el tema -Vallamos a la playa.

-¿Cómo hacen para hablar de tantas cosas al mismo tiempo? -Daniel frunció el ceño.

-No importa -Ben sonrió con burla -¿Salimos el fin de semana? Conozco un lugar precioso.

-¿Te refieres a mañana? -ironizó Uriel. Entonces miró a Jean notando esa adorable mirada que tanto le gustaba y suspiró resignado.

* * *

Jeannet salió corriendo por la puerta principal con una mochila en la espalda. Llegó hasta el auto rojo y arrojó la mochila en el interior para después subir y dedicar una adorable sonrisa al resto de los pasajeros.

-¿Tenías que arrojarme tu mochila en la cara? -gruñó Uriel.

-Eres muy bueno recibiendo, cher -ella se acomodó cerca de él al ver que Daniel y su hermana se acercaban -¿Has pensado jugar fútbol?

-No imagino a Uriel dentro de la cancha para algo que no sea regañarme por no querer ir a clase -murmuró Ben al volante.

-Hace bien -declaró Jean.

-No pensarás eso cuando te moleste a ti -rió el pelirrojo.

-Me conmueven cuando se unen para fastidiarme -ironizó Uriel.

-Yo creí que te molestarías.

Alma se acomodó en la parte trasera y suspiró abrazando su bolsa.

-Hoy no podrás meter a Alma en el agua -Daniel se acomodó en el asiento del copiloto.

-¡Cállate! -la chica apretó más su bolsa.

-Me quedaré con ella entonces -prometió Ben poniendo en marcha el auto.
-¿Luisa? -preguntó Daniel de pronto. Alma bufó molesta.

-Llegará mas tarde -contestó Uriel -Dijo que tenía cosas pendientes por resolver. Durante el trayecto Jeannet convenció a Benjamín de cantar. Probablemente Daniel habría querido unirse, pero no sabía hablar francés. Uriel se acomodó la gorra sobre la cara y se hundió en el asiento para dormirse; continuamente gruñía en un intento inútil por callarlos, pero sólo ganaba un apretado abrazo de Jeannet. Alma no se movía; a comparación de Uriel había logrado quedarse dormida y gracias a que Jeannet prácticamente estaba encima de Ben y su hermano, ella pudo acomodarse en gran parte del asiento trasero.

Jeannet le dijo algo en francés a Ben con una suave sonrisa. Daniel vio que el pelirrojo miraba por el espejo retrovisor a Uriel y hacía una mueca resignada.

Llegaron hasta un balneario en donde no se veía mucha gente. Daniel miró a Ben con expresión interrogativa mientras Jeannet se arriesgaba para salir por encima de Alma.

-Es un lugar algo solitario -admitió Ben -¿Prefieren algo más elegante?

-Lo elegante no es divertido -aseguró Jeannet arreglándose los jeans -Uriel... Hemos llegado.

Uriel se descubrió la cara y suspiró al ver el lugar en el que estaban.

-Creí que íbamos a la playa -gruñó al ver las estatuas que representaban caricaturas en el chapoteadero y las resbaladillas infantiles en forma de espiral.

-Iremos otro día. -Ben bajó del convertible estirando su cuerpo -Espero que no pienses dejar a Alma dormida -dijo al ver a Daniel platicando con la chica que vendía los boletos de entrada.

Daniel regresó pasándose la mano por el cabello y se inclinó para despertar a su hermana ganando una mirada asesina.

-No podía dejarte ahí dormida -justificó Daniel -Si roban el auto de Benjamín podrían dejarte tirada en la grava.

-Muy gracioso.
-¿Crees que querrán robarse el auto hoy? -preguntó Ben con una sonrisa.

-Cuando regresemos a la Universidad puedes ponerle un letrero en el parabrisas para ver si hay algún interesado -murmuró Uriel con ironía -Ahora debes tenerlo en buen estado.

-Tal vez ese golpe en el cofre le reste valor -comentó Ben.

-Yo creo que se le ve bien -Jeannet se colgó de su cuello -Me trae lindos recuerdos.

-¿Dos imbéciles peleándose son lindos recuerdos? -Uriel la miró de manera asesina. Ella lo miró de una extraña manera que logró ruborizarlo.

-¿Te esta quemando el sol tan pronto, Uriel? -Alma pasó por un lado de él mirando con burla.

Gracias a la intervención de Daniel no tuvieron que pagar la cuota completa en la entrada. Jeannet le quitó la mochila a Uriel y lo empujó al agua repitiendo toda clase de disculpas mientras Ben y Daniel reían de manera discreta. Así que Uriel fue el primero en salir con su traje de baño mientras acomodaba su ropa al sol.

-¿No tenías un traje de baño decente? -preguntó Ben mirando a Uriel.

-No tengo traje de baño -contestó el muchacho malhumorado -, este es tuyo.
-¡Eso no puede ser mío!

-¿No es el que te regale el año pasado? -preguntó Jean observando el traje de baño logrando molestar más a Uriel.

-En realidad no se parece a la tanga brasileña que le compraste -comentó Daniel desde una silla.

-¿Por qué no te la pusiste? -Jeannet se sentó a la orilla de la alberca arreglándose los tirantes del sostén.

-No hay suficientes hombres que merezcan verme.

De hecho no había ninguno, reconoció Jeannet viendo hacia todos lados. Todo lo que había en el lugar era un grupo de estudiantes de secundaria aun con su uniforme y una familia en donde los niños comenzaban a impacientarse. Justo cuando quiso decirle a Ben que era ridículo que los hubiera llevado a ese lugar sintió un empujón y fue a parar al fondo de la alberca tragando un poco de agua. Al salir se encontró con la sonrisa de Uriel.

Quiso decirle algo, pero esa sonrisa le golpeó de lleno y solo pudo mirarlo boquiabierta. Cerró la boca y se acomodó el cabello negro para después fingir que no le había importado y nadar a la orilla de la piscina.

-Bonito trasero -comentó Ben con una mueca -¿No piensas seguirla?

-¿Para que? -Uriel frunció el ceño -Se ve que nada perfectamente.

-La tiraste en la alberca de metro y medio... Claro que puede nadar ahí. -Ben suspiró al ver que atravesaba el límite al lugar de tres metros de profundidad. -Ve a salvarla.

-¡NO!

Ben ignoró la respuesta y empujó a Uriel también. Cuando el muchacho salió a superficie lo fulminó con la mirada y comenzó a nadar tras Jean.

-¿Qué pretendes con esos dos, Ben? -preguntó Daniel divertido.

-Yo, nada -protesto con inocencia -Son ellos los que me darán la sorpresa.

Cuando Uriel llegó hasta donde Jean estaba, la encontró sentada en una de las bayas que limitaban a la parte profunda. La miró con un poco de enfado y recargó los brazos en la orilla mientras ella reía.
-¿No tienes traje de baño? -preguntó Jeannet con voz juguetona.

-No ocupo uno.

-Te regalare uno.

-Solo te pido que sea decente.

-Lo será... No dejaré que nadie tenga la oportunidad de ver a Uriel McLogan con ropa diminuta antes que yo.

Uriel agradeció que en esos momentos ella no pudiera ver su rostro. Estuvo seguro que se había puesto rojo.

-No te molestes -pidió.

-¿Tu prima te ha visto con poca ropa?

Uriel estuvo a punto de ahogarse con su propia saliva.

-¡Claro que no!

-Sólo se me ocurrió -dijo ella con inocencia -¿Te gusta mi bikini?

-Es precioso.

Como ella.

Uriel volteó de nuevo y descubrió esa hermosa mirada. Estuvo seguro que de nuevo se había ruborizado, pero eso dejó de importar cuando la pequeña mano se posó en su mejilla y sintió los labios de ella sobre los suyos.

La quería.

Uriel desvió la cara ante ese pensamiento y salió del agua sin voltear a verla. Se tumbó en el pasto suspirando rogando por quedarse dormido.

Casi al otro extremo Ben se encargaba de comprar todo el alimento chatarra que cupiera en los brazos de Daniel ante la mirada atónita del despachador.

-Creo que no debiste traer a Alma -comentó Daniel viendo a su hermana bajo una sombrilla leyendo un libro.

-Se le pasará -Ben colocó un chocolate más cuidando que no se cayera.

-Esta en sus días -insistió Daniel.

-El mundo no se detiene por eso -Ben pagó y sonrió a su amigo -Alma tiene que alejarse un poco de la escuela, este es el mejor lugar para hacerlo.

-Seguro...

Alma bajó el libro que había estado leyendo y miró a Ben y a su hermano con cuidado. Notarlo así de tranquilo le hacía recordar las palabras de Luisa y pensar de nuevo en lo lejos que estaba de él.

Con un suspiro volvió a levantar el libro justo cuando el pelirrojo comenzó a acomodar lo que acababa de comprar sobre la mesa.

-¿Se te antoja algo? -preguntó Ben.

-Me las arreglare con lo que has comprado... ve a bañarte.

Ben le sonrió con amabilidad y después de agarrar unas galletas caminó hasta la orilla de la alberca sentándose.

Cuando Luisa llegó comenzó a reírse viendo a Daniel y a Ben cargando a su primo (entre numerosos gritos de protestas) hasta arrojarlo al agua. Ambos amigos adoptaron poses de héroes mientras la cabeza de Uriel emergía.

-¿No tienen vida propia? -preguntó molesto.

-Seguro piensan que la tuya es más interesante -Luisa se arrodilló tocando el agua con su mano y sonrió -No es un lugar muy elegante, Ben.

-De vez en cuando hay que mezclarse con el proletariado.
Jeannet llegó por detrás y empujó a Ben al agua fingiendo que había sido un accidente.

-¿Podemos subir al tobogán? -pidió la francesa.

-¿No estas muy grandecita para un tobogán? -preguntó Daniel.

-Por la estatura no te preocupes -murmuró Ben malhumorado -Luisa, ¿piensas bañarte en jeans?

-Pensaba ir al vestidor justo ahora.

Cuando Luisa vio a Alma le sonrió amablemente y se acercó.

-¿No traes traje de baño?

-No quiero meterme al agua así -murmuró Alma con un gesto bastante significativo que estuvo segura que la inglesa entendió.

-Aun así no puedes perderte de lo que Ben hará... Mi hermano me dijo que se comporta como un niño.

Y Luisa no se había equivocado. Ben no sólo subió al tobogán enorme varias veces, también insistió en probar toda el área infantil con la excusa de que Jeannet también tenía derecho a un poco de diversión.

Casi por la furiosa mirada violeta, Ben probó una de las pequeñas resbaladillas en forma de espiral y cayó de espaldas ante las carcajadas de todos. La verdad es que a Alma no le extrañó, él tenía un cuerpo muy grande para ese juego infantil y no pudo controlar el rápido movimiento.

-Ahora veo por qué te gusta salir con Ben.

Jeannet miró a Uriel y le sonrió.

-…l me hace ver que la inteligencia y el recato no siempre combinan.
-Con Ben jamás combinan -replicó Uriel molesto.

Jeannet recargó la barbilla en los brazos y suspiró.

-¿Luisa es buena en la gimnasia?

-La mejor del país -dijo Uriel distraído -Las competencias le van bien.

-¿A quien apoyarías entre ella y yo?

-No tengo preferencia.

Jeannet frunció el ceño.
-¿Cómo puedo lograr que la tengas?

La mirada de Uriel se tornó confusa hasta que hizo una mueca bastante graciosa. Jeannet se rió de su expresión hasta que él la fulminó con la mirada.
-Eres difícil -dijo ella.

-Realista -corrigió Uriel. -¿Para que quieres ganar mi preferencia?

-Me gustas...

Uriel sintió que la cara le ardía de la pena y desvió la mirada de los ojos violetas de la chica.

-Ya tienes mi preferencia -dijo con un susurro.

* * *

Ángela Stoomer estudiaba en la facultad de contabilidad. Se trataba de una preciosa rubia y era bien sabido que odiaba a Jeannet por que la mayoría de los chicos que salían con ella habían salido antes con la francesa. Sin embargo también era sabido que a Jeannet Le Rossignol la trataban aun con más
caballerosidad y seriedad ya que al parecer todos habían querido algo serio con ella.

Por lo tanto Ángela era sólo una distracción. Y no se habían molestado en ocultárselo al día siguiente de alguna cita, cosa que le molestaba aun más que los propios rumores.

Para Ángela Jeannet era una fácil, pero para los chicos era diferente ya que a pesar de saber lo que hablaban de ella, Ángela terminaba aceptando cualquier cita; cosa que con Jeannet no ocurría.

Y era una pena que una muchacha de tantas habilidades tuviera tan detestable fama. Para empezar Ángela era la campeona actual de gimnasia de la Universidad y tenía los mejores promedios de su facultad (esto último de dudosa procedencia). Antes había sido la mejor de toda la Universidad, sin embargo
desde que Benjamín Devine llegó acompañado de Uriel McLogan ella se había visto desplazada.

Se supo que intentó conquistar a Uriel, pero el chico la rechazó a plena hora del almuerzo con cientos de estudiantes al pendiente para correr la voz.

Cuando lo intentó con Benjamín ocurrió algo diferente. El muchacho la escuchó con atención y cuando terminó le dedicó una adorable sonrisa.

-Tu no escuchas mucho lo que pasa en leyes, ¿verdad? -preguntó él con amabilidad.

Benjamín se levantó y se marchó tras despedirse educadamente. Ángela supo que él no era de primer grado y que la razón por la que estaba repitiendo curso era por su molesto incidente de acoso sexual... por un licenciado.

Así que Ángela quedó en completo ridículo. Y a pesar de que buscó desquitarse
de ambos chicos había resultado difícil lastimar a un chico tan alejado y amargado como Uriel y a alguien tan inteligente y simpático como Benjamín.

Ahora pareció encontrar una buena oportunidad. Justo hace una semana su entrenador le informó que Jeannet Le Rossignol participaría en la competencia de gimnasia y eso le dio un sabor bastante interesante al asunto.

Le había resultado aburrido al saber que la Universidad sólo presentaría a dos competidoras: Luisa McAllister y ella. Ya que las competidoras de las otras Universidades eran caso fácil y la tal Luisa solo la respaldaba la fama. Pero el hecho de tener la oportunidad de humillar a Jeannet le mejoraba la situación. Así que Ángela disfrutaba estar caminando en los territorios de la facultad de Leyes con descarada coquetería.

Finalmente la francesita estuvo a la vista. Estaba en la cafetería acompañada de la leyenda McAllister y del amargado McLogan.

-¡Querida! -exclamó Ángela con tono chillón -Que gusto verte.

-Espero que no quieras una respuesta igual, Stoomer -Jeannet la miró con ironía agitando su café con la cucharilla -Mis dotes de actriz no son tan envidiables como las tuyas.

-Hay muchas cosas de ti que no son tan envidiables, cariño - Ángela se sentó en el lugar que estaba vacío. -Uriel... que bien te vez.

-No hace falta que mientas conmigo -él gruñó de mal humor -Ni que te sientes con nosotros.

-Escuché por ahí que participarás en la competencia de gimnasia -Ángela ignoró a
Uriel.
-Si... Algo he oído también -murmuró Jeannet con desprecio.

-¡¡No me digas que es mentira!! -La rubia la miró con sorpresa -No soportaría participar solamente con la inglesa.

Luisa frunció el ceño.

-Creo que ella basta para eliminarte -aseguró la francesa recibiendo una hipócrita sonrisa.

-¡Querida! Veo que hoy vienes de muy buen humor -Ángela bebió del café de Uriel ignorando su mirada asesina. -La facultad de Contabilidad esta tan emocionada que han organizado una fiesta en mi honor.

-¿No es muy pronto para hacer una orgía? -Jeannet la miró con una venenosa
sonrisa.

-¿Quieres una invitación? -Ángela la fulminó con la mirada.

-No estoy de humor para que tus admiradores me estén enfadando con sus intenciones amorosas -replicó la francesa -Supongo que eso te tiene harta, Stoomer... Ser comparada por alguien más...

Ángela se levantó furiosa.

-¡Asquerosa perra!

Uriel se levantó tan rápido que Jean y Luisa no tuvieron tiempo para reaccionar, de repente notaron que cubría la boca de la rubia con engañosa delicadeza.

-No me importa que lenguaje uses con tus conocidos... Cuando estés en la facultad de Leyes debes intentar parecer educada, ¿queda claro?

Ángela palideció al momento que Uriel retiró su mano.

-Hasta el amargado esta interesado en ti -dijo la rubia con desprecio mientras retrocedía -El que hallas decidido hacer piruetitas no te hace competente, señorita Le Rossignol.... Yo soy campeona de las últimas competencias Universitarias.

-Una competencia escolar no es relevante -intercedió Luisa con un dulce tono de voz.

-No me vencerán.

-Guardate tus palabras -pidió Luisa -Ya nos demostrarás de lo que eres capaz con
hechos.

-Esa me parece excelente idea -apuntó Jeannet.

Ángela se retiró furiosa diciendo varias palabras contra ambas chicas y en el trayecto empujó a Benjamín.

-El tono escarlata de la cara de Ángela le hace ver... graciosa -señaló Ben sentándose y robando el café de Uriel -¿Qué fue lo que le dijeron para que destilara tanto veneno?

-La verdad -dijo Jeannet simplemente.

-Benjamín -gruñó Uriel -, eres millonario, no tienes que robarme el café.

-Katy -Ben detuvo a la mesera -¿Puedes traer un café para Lord McLogan? La mesera le dedicó una sonrisa.

-¿No te sabe raro el café? -preguntó Jeannet.

-¿Debería?

-Ángela lo probó -murmuró Uriel enojado -¿Por qué todo mundo roba mi café?

-¡Katy! -gritó Ben fingiendo estar alarmado -¿Tienes antídoto contra veneno?

-Ridículo -masculló Jeannet con una sonrisa.

* * *

Resultaba curioso lo que una competencia interna de gimnasia. Para empezar había reunido a Leyes con Contabilidad e Historia del Arte en el auditorio desde un día anterior para llenarlo de toda clase de adornos mientras los encargados colocaban los instrumentos de ejercicio.

El propio Ben tuvo que sufrir el ayudar a las animadoras quienes aun no tenían movimientos y comenzaban, para su gusto, a ponerse histéricas. Habían tenido una idea, pero la verdad es que los jugadores no accederían a hacer una pirámide y a Ben ponía mala cara imaginándose en la base intentando soportar el peso de cinco (o más) muchachos que luchaban por mantener el equilibrio. Al final las convenció de que hicieran movimientos sencillos y escapó lo más rápido que le fue posible.

Justo cuando salió del auditorio se encontró a Jeannet cargada de un montón de paquetes. En cuanto lo vio lo cargó completamente y caminó a su habitación.
-¿Qué tanto compraste? -preguntó él siguiéndola.

-Lo necesario.

-¿Vas a ponerte todo lo que viene en estas cajas?... No vas a poder moverte.
Jean rió de buena gana mientras continuaba caminando hasta que llegó a la puerta de su habitación.

-Tal vez exageré un poco -admitió haciendo un gesto con la mano para que Ben colocara los paquetes sobre la cama. -; pero quiero que esta competencia sea de las mejores.

-Si no te eligen por que eres buena en la gimnasia lo harán por que te ves linda - ironizó el muchacho.

-Soy la mejor de mi país -susurró Jean -Lo malo es que también fue lo peor que me halla pasado.

Ben bajó la mirada ante ese comentario y se preguntó si en verdad valdría la pena exponer a Jeannet a recuerdos tan dolorosos. Cuando volvió a posar sus ojos en ella descubrió que le sonreía de manera amable. Jean se acercó para sentarse junto a él y recargó la cabeza en su hombro.

-Sabes que te quiero, ¿verdad Jeannet?

-Si...

-Y sabes también que no quiero que nadie te lastime.

Ella movió la cabeza en aceptación. Pasó sus manos por la cintura masculina y acomodó su cara contra el pecho.

-Voy a ganar -dijo con un murmullo.

Ben le besó el cabello.

-¿Aun tienes que probarte algo, querida?

-Solo quiero que me respetes -dijo ella mirándolo con burla.

Ambos rieron. Ben la separó con delicadeza y tomó uno de los paquetes para mirar.

-No me conviene que te pongas esto -dijo al ver un leotardo rojo de diseño muy atrevido -¿El soporte es aceptable?

-Claro que si -ella lo miró con el ceño fruncido -Esta hecho a mi medida.

-Muchos chicos agradecerán que uses esto... Obtendrás todas mis citas.

-No me interesa -ella sonrió con malicia.

-¿Nuestro joven McLogan ya tiene asegurado su puesto?
-¿Nuestro?

Jean revisó otra caja y de ella sacó unas zapatillas especiales.

-Pues para encelarte por él no haces mucho para que sepan que no deben acercarse -ironizó el muchacho.

-¿Y quien se le va a acercar a Uriel?

Nadie. Ben frunció el ceño.

-Sabes de lo que hablo.

-¿Te refieres a tenerlo como novio?

-Uriel es algo lento en ese asunto. No me extrañaría que tu dieras el primer paso.

Jeannet rió de manera agradable. Por alguna razón parecía que no le había platicado todo. Afortunadamente esos detalles la tenían muy contenta. Así que Ben se dedicó a fastidiarla por haber elegido precisamente el rojo para su conjunto hasta que ella se enfadó y lo corrió de la habitación.

* * *

Algodones dulces y globos de gas abundaban ese día. Las risas de los visitantes se hacían acompañar por animadas platicas y de repente algún equipo provisional de animadoras coreaban los versos que habían estado ensayando arrancando risas de los demás jóvenes.

Dentro de los vestidores una muchacha se miraba al espejo con seriedad. Su cabello negro estaba cuidadosamente atado a un listón dorado y se había colocado brillantina. Su cara lucía maquillaje ligero y le habían colocado un símbolo japonés que representaba el nombre de su madre.

A través del espejo vio que la puerta del camerino de abría y un rostro idéntico al suyo se asomó.

-¿Estas nerviosa?

Luisa miró a su hermano y le dedicó una bella sonrisa.


-Participa conmigo.

-No es una competencia mixta -dijo el joven metiéndose con una rosa. Al estar cerca de ella se la acomodó entre el cabello -; eres la gimnasta más bonita que he visto en mi vida.

-Lo dices por que soy tu hermana.

-La hermana más bonita que he visto -aseguró él.

-La única.

-Es todo lo que necesito.

Luisa suspiró y bajó la mirada hacia su rosa dorada artificial que colocaría en su cabello. A su hermano le habría encantado estar en esa competencia de gimnasia, le gustaban mucho. En alguna ocasión lo convenció de participar con ella y adoró ver los cuidadosos movimientos de su cuerpo.

Como lo extrañaba.

Luisa tomó la rosa y se la acomodó, miró su apariencia en el reflejo del espejo asegurándose de que todo estuviera perfecto y decidió que ya podía salir. Tomó la bata para ponérsela y abrió la puerta para caminar hacia el interior del auditorio.

Justo al salir vio a Jeannet sentada en las escaleras, no pareció percatarse de que le miraban y la verdad es que Luisa no quiso saludarle. La muchacha tenía la cabeza recargada en las manos y balanceaba un poco su cuerpo. Había elegido
un leotardo de intenso color rojo y podía notarse que había dedicado bastante tiempo en arreglarse.

Luisa decidió que no era prudente interrumpir sus pensamientos y continuó caminando hasta asomarse en la puerta por donde saldrían de los vestidores.

Desde ahí pudo ver todos los instrumentos aeróbicos en posición al igual que letreros de colores chillantes con los nombres de las competidoras. En una de las gradas se veía una manta con su nombre acompañado de un Picasso pintado.

Luisa frunció el ceño. Hernán sabía que ella odiaba esas pinturas. Y sin embargo ahí estaba ondeando acompañada de los animados gritos de todo el taller de pintura.

Ángela Stoomer no estaba por ningún lado, seguramente su fiestecita había hecho más que alegrar a todos los de la facultad de Contabilidad.

En la banca estaba Uriel con el uniforme deportivo, permanecía con un gesto de fastidio y los brazos cruzados balanceando un pié; mientras que a su espalda se escuchaba, a su parecer, insoportables gritos. A su lado estaba el botiquín médico y varias toallas perfectamente dobladas.

Luisa sonrió y se acercó a él.

-¿Socorrista voluntario?

-No exactamente “voluntario” -gruñó él -; Ben me ofreció cuando vio que los estudiantes de Leyes son unos completos ineptos tratando una simple cortada.

-Pero Ben es excelente en primeros auxilios. -dijo ella acomodándose a un lado suyo.

-Si, pero estará ocupado dando instrucciones a las animadoras -refunfuñó.

Luisa volteó hacia las gradas buscando al pelirrojo y lo encontró vestido con el uniforme deportivo. Platicaba con un grupo de chicas quienes intentaban enderezar un llamativo letrero con el nombre de Jeannet.

La muchacha sintió un poco de envidia por eso y recorrió las gradas hasta identificar a una bella niña que agitaba una banderita en donde estaba escrito su nombre, detrás de ella un hombre adulto la saludaba con un movimiento de mano.

-Ahí esta mi padre -dijo ella.

-¿Mi tío trajo a Jill? -Uriel volteó también buscándolo.

-¡Por supuesto!... ¡No dejará a mi hermanita solo por que hay que atravesar un océano!

Uriel agitó su mano y recibió un animado grito de parte de Jill como respuesta. Luisa sonrió al ver el gesto dulcificado en Uriel.

-Todos los Le Rossignol deben lograr ese efecto en ti -comentó distraída.

-Solo saludo a tu hermana -protestó él sonrojado -Es la única que merece una buena cara de mi parte.

-Ella y su madre.

-No he tenido el gusto.

-Si lo tienes... solo que aun no te enteras.

* * *

Jeremi miró con curiosidad al dueño de la voz que intentaba hacerse escuchar para interrumpir los versos de las animadoras. Reconoció al hijo de Antonio Devine y sonrió notando el parecido que tenia con Brenda.

Si se le ocurría mencionar a Antonio que su hijo tenía esos mismos rasgos suaves lograría vengarse de las pesadas bromas que le había hecho junto con Frank, sin embargo pensó que a Luisa no le causaría tanta gracia.

¿A quien ves papá?

-Un amigo a quien tu hermana quiere mucho -Jeremi señaló a Ben con discreción.

-¿Su amigo? -Jill se levantó y estiró su cuerpo para mirarlo con claridad. -¿Se va a casar con ella?

-Aun no me han pedido permiso, cariño -Jeremi le arregló el flequillo.

-¿Por qué no nos ha ido a visitar a la casa?

-Temo que nuestra casa le queda muy lejos.

* * *

Jeannet suspiró y se levantó lentamente. Antes de caminar hacia el auditorio revisó su apariencia en un pequeño espejo y se secó los rastros del llanto. Como pudo intentó disimular las marcas y se acomodó el cabello.

Finalmente comenzó a caminar con pasos lentos y se asomó al auditorio. Escuchó los versos de los diferentes grupos de animadoras mezclados y miró varias mantas donde estaban escritos los nombres de las competidoras.

En la banca estaba Luisa platicando muy animadamente con Uriel mientras revolvía una toalla ante la mirada asombrada y molesta del muchacho. No vio a Ángela por ningún lado, seguramente aun estaba “indispuesta” por su ruidosa celebración anticipada.

En las gradas se veía Benjamín platicando y haciendo un sin fin de ademanes a las animadoras. Parecía molesto por algo... Ojalá no fuera por ese verso que le
había enseñado apenas en la mañana y que le causaba tanta pena.

Cuando Jean miró la entrada principal descubrió a dos personas que jamás esperaría ver justo en ese lugar. Sintió como si algo le apretara el corazón de manera dolorosa en cuanto esos ojos avellana la localizaron. Sintió que el labio inferior comenzaba a temblarle de manera incontrolable y por la expresión que Uriel le dedicó supo que había palidecido.

-¿Te sientes mal? -preguntó Uriel cuando estuvo cerca. Jeannet notó que Luisa también se había acercado, se veía preocupada. Por curiosidad volvió a mirar hacia la entrada y para su sorpresa ya no estaban ninguna de las dos personas.

-Nervios -mintió Jean con una bella sonrisa.

Ninguno de los jóvenes pareció convencido, pero no insistieron.

* * *

La pequeña chica rubia miró con asombro todos los arreglos que le habían hecho al auditorio. Cada pancarta le encantaba al igual que los versos que se escuchaban. Con la vista buscó a su hermano, ya sabía que él se molestaría por que de nuevo había escapado del Colegio, pero un regaño de Benjamín podía soportarlo.

Vio a Luisa haciendo ejercicios de calentamiento, Uriel no paraba de hablar intentando poner en orden las toallas. En el centro de la pista estaba Jeannet con los brazos cruzados y una expresión bastante extraña, finalmente la chica caminó
hasta la orilla de la pista y se sentó en la banca. Justo arriba, en las gradas, estaba su hermano.

Sara localizó las escaleras de las gradas y corrió hasta ellas muy contenta. En el camino volvió a ver a ese señor tan elegante con el que había entrado, pasó con cuidado por su lado y se posó detrás de su hermano viendo los movimientos que realizaba para que las chicas los repitieran.

-También recitas feo -dijo con tono de burla.

Benjamín volteó mirando con incredulidad a la preciosa niña y frunció el ceño.

-Estas en problemas, Sara.

La pequeña sonrió y se acomodó en una de las gradas para evitar que las animadoras la mimaran y dejaran de ponerle atención a su hermano.

* * *

-Señor McAllister.

Jeremi hizo un gesto para que el hombre que lo había llamado se sentara a un lado suyo sin dejar de mirar cada detalle de los últimos arreglos del evento.
-Esperaba que Frank se presentara.

-Mi padre tiene cosas importantes que atender -dijo el hombre mirando de reojo a Jill quien intentaba pintar una carita a su banderita con una fina pluma que, sin duda, acababa de conseguir de su padre.

-Cualquier cosa es más importante que su propia hija -ironizó Jeremi.

-Usted se preocupa por ella -Mark lo miró con seriedad -Siempre preguntando por su paradero, intentando hablar con ella... Supongo que estará alegre ya que la ha encontrado.

-No gracias a su ayuda -murmuró Jeremi.

-Gracias a que usted la encontró la he encontrado yo.

Jeremi miró por primera vez al hombre. Había heredado la mayoría de los rasgos de Frank, pero se veía mucho más relajado. El color de su pelo y ojos eran los mismos y curiosamente tenía ese mismo lunar en la sien que la pequeña Jill.

Ese detalle lo inquietó un poco junto con el hecho de que el tipo miraba con especial cuidado a su hermana. Jeremi recordó que el día en que Jill nació él era el único que había estado al pendiente; más que un hermano preocupado parecía un adolescente indignado por que su novia lo hubiera atrapado en la trampa más vieja que existiera: con un hijo.

El propio Mark se encargó de informarle que Jill no podía quedarse con ellos y que su padre acababa de autorizar cederla en adopción.

A Jeremi le pareció totalmente absurdo. Se quitó los guantes de latex y se retiró el cubrebocas y marcó al móvil de Frank para comprobar lo que su hijo acababa de decir.

La razón: su hija menor acababa de ofenderlos.

Jeremi le dijo palabras fuertes por el teléfono y concluyó diciendo que él mismo adoptaría a la niña.

-No lo haga -pidió Mark cuando colgó.

-La muchacha aun no ha firmado -retó Jeremi -, no voy a dejar que Frank decida por ella.

-Esto es por el bien de mi hermana.
-Me da la impresión de que te preocupas por todo menos por el bien de tu hermana, muchacho.

Jeremi vio una expresión dolida en el muchacho, pero jamás hubo arrepentimiento. En ese mismo momento arregló los papeles necesarios en el Hospital y se llevó a su hermana menor aun en las condiciones en las que estaba. Volvió al día siguiente con los papeles debidamente requisitados para la adopción.

-Quiero hablar con ella -exigió Jeremi.

-Claro que no... Limítese a estar lejos de nosotros.

Supo que Frank y sus dos hijos habían vuelto a Francia, pero no pudo comunicarse con la joven madre. Casi al año llegó a visitarlos, pero ella ya no estaba ahí... ¿se la habían escondido?

Ahora sabía que no.

La joven debió preferir desaparecer para su familia y hasta hoy volvían a saber donde estaba. Jeremi frunció el ceño... acababa de decirle a Frank donde estaba su hija cuando ella, tal vez, no querría verlo.

-Ha crecido...

Jeremi vio a Mark descubriendo que miraba de manera extraña a Jill. Reprimió el deseo de cubrir a su hija con los brazos y concentró sus ojos en el conductor del evento.

-Son una familia rica... ¿por qué deshacerse de uno de los suyos? -preguntó
Jeremi con tono ácido.

-A mí solo me interesa Jeannet y su seguridad -aseguró Mark -Esta niña jamás debió nacer.

Jeremi se levantó furioso. La pequeña Jill se levantó también lista para irse con él, aunque un poco confundida.

-Te comprare un helado, cariño. -anunció Jeremi.

-Pero ya va a empezar -protestó Jill.

-Tu hermana no empezará si no la vez -prometió Jeremi y la abrazó para alejarse.

* * *

Daniel probó el micrófono y suspiró mirando a todos los espectadores. Vio que Benjamín aun peleaba con las animadoras y que Sara estaba sonriendo encantada. Como lo había esperado, en la banca solo estaba Luisa y Jeannet, así que consideró que ya era hora de comenzar.

-Bienvenidos a esta competencia de gimnasia -comenzó Daniel recibiendo animados gritos y chiflidos de los estudiantes -Antes de empezar con el programa quiero informarles que Ángela quizá este “indispuesta” para competir.

Los muchachos de Contabilidad comenzaron a protestar a gritos.

-Yo no tengo la culpa de que la hallan emborrachado -exclamó Daniel molesto.

Alma le había comentado todo lo que habían hecho en la Mansión de Ángela así como sus reacciones con lujo de detalle. En lo personal Daniel pensó que su hermana se había divertido más viendo a sus compañeros haciendo todo eso... además jamás se había llevado bien con esa facultad a pesar de que ahí estudiaba su hermana.
Un silencio inundó el lugar de repente. Por la puerta principal se vio a Ángela con su leotardo puesto y la bata abierta. Ella se pasó una mano por el pelo y caminó hasta las bancas con algo de tambaleo.

-Deben estar bromeando -Daniel miró a los jueces, pero estos no dijeron nada. La entrenadora de Luisa se acercó.

-La señorita Stoomer no puede participar en esas condiciones -dijo con un tono de voz que no admitía replica.

Ángela se dejó caer en la banca y se secó el sudor de la frente.

-Me has ganado, cherry -se burló Jeannet -¿Qué tal tu cabeza?

-¡Vete al diablo! -exclamó Ángela.

-Ahora podemos comenzar -Daniel pareció más tranquilo -A todos aquellos que están aquí por que vieron a todo el equipo de fútbol y piensan que van a hacer alguna ridiculez en los aparatos de gimnasia ya pueden retirarse.

Algunos estudiantes murmuraron algo decepcionados.

-Los camiones de las demás Universidades ya están afuera -continuó Daniel y varios aplaudieron -Por cortesía nuestra Universidad participará al final.

Eso no pareció gustarles a los estudiantes.

Los siguientes 15 minutos fueron para acomodar a los estudiantes de las otras dos Universidades, una de ellas venía con tres competidoras. Los nuevos estudiantes se encargaron de poner mas mantas y aun más ruido.

Cuando Daniel anunció a la primera competidora se dejaron oír gritos y aplausos de apoyo. Una muchacha rubia se colocó en la pista y esperó paciente la señal. Jeannet miró de reojo a Luisa y la notó interesada en cada movimiento de la muchacha, sin duda estaría evaluándola y pensó que debería hacer lo mismo, sin embargo no tenía ánimos para eso. Volteó hacia las gradas y de nuevo encontró la tranquila mirada de su hermano clavada en ella.

De nuevo comenzó a temblarle el labio inferior y se lo mordió con la esperanza de que nadie lo notara volteando de nuevo para mirar la tarima como si fuera lo más interesante del mundo.

¿Estaría soñando?

Jeannet apretó los labios preguntándose si fuese mucho pedir que algo desapareciera a Mark.

Estaba ahí para enfrentar su pasado, pero era muy pronto que le pusieran a Mark enfrente.

Tenía miedo.

Las voces de todos los que estaban ahí no importaban, tampoco los alegres gritos de los alumnos no las competidoras a las que tendría que superar. Lo único que podía tener en cuenta era ese frío escalofrío que le recorría el cuerpo y el temblor de sus labios.

De repente sintió que una mano se posaba en su frente con delicadeza. Levantó los ojos y descubrió la mirada preocupada de Uriel.

-Estas helada- murmuró él.

Jeannet notó que Luisa le miraba con igual preocupación y un brillo de comprensión.

-Me siento en condiciones -mintió Jeannet.

Luisa detuvo la próxima frase de Uriel con un elegante gesto y tomó la mano de
Jeannet.
-Quiero mostrarte algo -susurró Luisa.

Jeannet parpadeó confundida y miró la pista con apenas la segunda participante, al volver a ver a Luisa comprendió que por el tiempo no tenían que preocuparse; así que se levantó y comenzó a caminar a su lado.

Que extraño era conocer a la verdadera Luisa en ese momento. Justo ahí comprendió por que Benjamín la adoraba y deseó que ellos terminaran juntos.

Jeannet y Luisa caminaron hasta las escaleras de las gradas. Por un momento la francesa volvió a inquietarse, pero un apretón de la mano de Luisa le dio un poco de valor y notó que se acercaban hasta donde estaba un hombre de edad avanzada acompañado de una niña que insistía en rayarle la corbata con una de sus propias plumas.

Luisa la detuvo y saludó con cariño al hombre, Jean supo que se trataba de su padre.

-Siéntase cómoda, señorita Le Rossignol -pidió el hombre recibiendo la pluma que su hija le ofrecía -Le gustara conocer a la menor de los McAllister.

Jeannet se sentó sin comprender aun y se topó con los curiosos ojos violetas de una preciosa niña. Algo en su interior comenzó a hormiguear de manera agradable y miró interrogativa a Luisa.

-¿Es amiga de mi hermana? -preguntó la niña.

-Lo es. -respondió Jeremi.

-¿Me escribes su nombre en la banderita, papa?

Los ojos de Jeannet se llenaron de lágrimas al comprenderlo, Luisa le dedicó de nuevo esa preciosa sonrisa llena de cariño y miró a su padre escribiendo el nombre a Jill.

-Es hora -anunció Luisa.

Jeannet se levantó sin dejar de mirar a la niña.

-Me gustaría hablar con usted... si no le molesta -pidió Jeremi.

-Si.

Luisa la guió de nuevo en dirección de las bancas. Ella se detuvo y la miró confundida.

-¿En verdad es ella? -preguntó Jeannet con temor.

-Lo es -Luisa sonrió con melancolía -Tu hija.

* * *

Benjamín torció los labios sin entender nada; había visto a Luisa llevar a Jeannet hasta un lugar en las gradas y vio que conversaban con el señor McAllister. …l había pensado en bajar ya que notó el estado de su amiga, sin embargo esa conversación bastó.

Volvió a mirar al hombre buscando eso tan especial que había calmado a Jeannet y sólo vio que jugaba con una niña-

-No sabía que Luisa tuviera una hermana -murmuró distraído.

Sin embargo esa niña no tenía parecido con Luisa. Y a menos que el señor
McAllister se casara de nuevo no podía tener otra hija.

¿Además porqué habría de tranquilizar a Jeannet?

Benjamín recorrió todas las gradas hasta toparse con un rostro familiar. En ese momento comprendió que había afectado a su amiga y frunció el ceño molesto.
-Chicas -dijo a las animadoras -;ella es mi hermana Sara, ¿podrían cuidarla mientras converso con alguien?

Las muchachas y Sara le miraron con confusión.

-Claro -logró decir una de ellas.

Benjamín no necesitó oír más. Caminó con pasos seguros hasta donde estaba esa persona y se detuvo a un lado evaluando la situación. El lugar estaba lleno de estudiantes y dudaba que solo lograra conversar, pero no quería que él continuara alterando a Jeannet, así que estaría bien si solo lo perjudicaba a él.

-Que sorpresa -murmuró Benjamín con desprecio.

-Devine -Mark levantó la mirada y frunció el ceño -¿Por qué tienes que estar en donde esta mi hermana?

-Eso no te incumbe, ¿cómo la encontraste?

-Hace falta más que un millonario para escondérmela -aseguró Mark con burla -, pero curiosamente fue otro millonario quien me trajo a ella... Sabes... Acabo de conocer a mi hija, es tan preciosa como su madre.

Benjamín enrojeció de furia, apretó los puños deseando borrar esa sonrisa con un golpe pero se controló.

-¿Dónde?

-¿El Magnate Devine aun no ha podido encontrar a la hija de Jeannet? -Mark hizo un gesto irónico -El dinero no lo es todo, ¿verdad Devine?

-Basta verte para saberlo -replicó el pelirrojo.

Mark frunció el ceño.

-No quiero nada contigo, Devine. Mi padre desea ver de nuevo a su hija y ahora que la tengo de nuevo no me pienso ir sin ella.

¡Hasta ahí!

Ben agarró a Mark del cuello de su elegante camisa e intentó arrastrarlo a la salida. Pero había olvidado que no se enfrentaba a un debilucho y sintió un empujón que casi lo tumba contra un estudiante que estaba a un lado.

Justo en ese momento escuchó la voz de Daniel intentando calmar un poco lo que estaba ocurriendo. Sin duda ya lo había visto y sabía que no comenzaba una pelea por nada, sin embargo también debía saber que no se calmaría tan fácilmente e ignorando las recomendaciones lanzó un puñetazo a la cara de Mark. Luisa suspiró cuando vio que Ben estaba peleando casi al centro de las gradas. Su padre había preferido colocarse en un lugar más seguro juntó con Jill y observaba con atención. Jeannet se veía más pálida que de costumbre y gritaba varias cosas en francés que Luisa no comprendió.

Los alumnos que estaban rodeando a Ben y al otro hombre se alejaron. Luisa localizó a Zain dirigiéndose al sitio acompañado de dos maestros más y forcejearon para separar a los hombres quienes se veía muy molestos aun. Escuchó que Ben le gritaba muy enfadado al otro hombre, pero por alguna razón lo había hecho en francés y dudó que alguien, aparte de Jean, le hubiera entendido.

Finalmente Zain ayudado de otro profesor lograron arrastrar al pelirrojo a la salida. Ben se liberó de los hombres y continuó caminando diciendo algo de poder solo.
El otro hombre salió por la otra puerta acompañado del otro profesor.

¿Qué había sido todo eso?
Luisa escuchó las palabras de Daniel a través del micrófono y comprendió que la competencia seguiría. Miró a Jeannet para animarla y vio que ella sonreía.

-Es demasiado impulsivo -suspiró Jeannet -; espero que le halla roto la nariz a mi hermano.

* * *

-¿Es que te has vuelto loco? No puedes iniciar una pelea en pleno evento deportivo.

-Si pude -Ben rió satisfecho. Cuando Zain intentó curar una de las heridas gimió -
¡¡Eso duele!!

-No tanto como debió doler que ese imbécil te partiera el labio.

-Tuvo suerte -Ben frunció el ceño -; para la próxima vez le partiré más que la ceja.
-Se fue con la nariz sangrando, Benjamín.

-¿Crees que se la rompí? -preguntó el pelirrojo esperanzado.

-No.

Ben torció los labios lastimándose más.

-Quiero ver a Jeannet.

-Debiste pensar en eso antes de lanzarte sobre ese hombre -ironizó Zain -Estarás detenido hasta que el licenciado Laurence venga a hablar contigo.

-¿Qué harán con Mark?

-¿Mark?...Ah, el hombre al que atacaste... Creo que se disculparán con él.

-Hagan lo que quieran -Ben cruzó los brazos furioso -Volveré a encontrarlo de todos modos.

Zain miró a Benjamín impresionado. Jamás lo había visto tan enfadado al grado de preferir pelear antes de hablar. Entonces se preguntó la razón mientras intentaba parar la sangre que seguía saliendo de su labio.

* * *

Los resultados de la competencia valieron una celebración que se extendió en todos los estudiantes de la Universidad. Los chicos de Leyes no estaban tan contentos como los de Historia del Arte pero había que admitir que las habilidades eran muy semejantes.

En la última de las pruebas Jeannet se torció un tobillo al no calcular el aterrizaje, en menos de 10 segundos tuvo a Uriel atendiéndola logrando apenarla. Y por si fuera poco el muchacho se la llevó cargando hasta la banca.

Según los jueces Luisa merecía el trofeo. La inglesa hizo un ademán negativo y por micrófono felicitó a Jean asegurando que ella mejor. Eso enloqueció a los estudiantes quienes se levantaron a aplaudir emocionados.

-Espero que no estés pensando en bailar con ese tobillo así.

Jeannet enarcó una ceja al ver a un molesto Uriel. A su lado estaba Luisa vestida con un conjunto sencillo de color crema y tenía en sus manos un peluche algo maltratado.

-No me duele -dijo Jeannet -¿Cuántas veces debo decirte que no me pasó nada?

-No dejaré que te lastimes más.

-¿Benjamín? -preguntó la francesa ignorando a Uriel.
-Castigado -Luisa se encogió de hombros -El tipo al que atacó lo denunció y ahora debe permanecer al cuidado del director hasta que decidan que hacer con él.

-Entonces no te preocupes -Jean sonrió -¿Vas a llevar a tu... hermana?

-Llevaré a ambos, tengo que cuidar de mi padre.

Jeannet se sonrojó. Uriel notó eso y frunció el ceño. Caminaron hasta la salida del edificio saludando a los que se acercaban a felicitar a las dos muchachas. Al llegar se encontraron a Jeremi jugando con Jill, la pequeña estaba parada sobre el cofre intentando adivinar cómo funcionaban los limpiadores del parabrisas.

Uriel abrazó a la niña y la acomodó sobre sus hombros. Notó que Jeannet los miraba de manera extraña, pero pensó que no tenía importancia.

Jeremi eligió un sencillo lugar para comer. Jeannet pudo notar su amable carácter y se sintió tranquila al pensar que su hija había sido cuidada por alguien así. Vio a Jill jugar con la comida, apenas pudo comer la mitad y la otra mitad ya estaba regada en el mantel de plástico que le habían colocado.

Los ojos de Jill eran violetas como los suyos. Su cabello negro estaba muy corto y si no fuera por sus aretitos de oro se le confundiría fácilmente con un niño. En ese momento vestía con un short de mezclilla y tenis blancos, su camisa azul tenía un oso estampado y de su cuello colgaba una cadenita de oro con un dije en forma de querubín.

-Creo que vi una heladería cerca -comentó Jeremi con amabilidad viendo a Uriel -
¿Puedes traernos algunos helados, Uriel?

Uriel suspiró con resignación. Jeannet esperaba que protestara, pero se levantó y recibió el dinero que le daba su tío para retirarse.


La muchacha bajó la mirada.

-Te he estado buscando desde hace cuatro años. -comentó Jeremi - Y ahora que puedo platicar tranquilamente no encuentro cómo empezar.

-Gracias por cuidar de mi hija -murmuró la francesa.

Jeremi retiró el plato que servía de juguete a Jill y le acomodó el cabello.

-¿Recuerdas que te tenía una sorpresa, cariño? -preguntó Jeremi a la pequeña.
-Si.

-Pues aquí la tienes - señaló educadamente a Jeannet -Esta mujer tan guapa es tu mama.

Jeannet se ruborizó cuando la niña la miró interesada. No esperaba que el padre de Luisa fuera tan directo y la verdad es que se sentía angustiada sin poder imaginar su reacción.

Uriel llegó y comenzó a repartir helados. Jill recibió el suyo y rió contenta.

-Muchas gracias, Uriel -dijo Jill y lamió la superficie del helado. -Hoy estoy más contenta... ¡¡Acabo de conocer a mi mami!!

Uriel parpadeó.

-Mi mama es muy guapa -dijo Jill y señaló a Jean logrando ruborizarla más.

-¿Tu mama? -preguntó Uriel.

-Jeannet Le Rossignol es la madre de Jill -confirmó Jeremi con calma.

Jeannet sintió una dolorosa presión en su corazón al ver la mirada en Uriel.

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