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Un sonido distante por Akiko_y_Shizuka

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Parte nueve: "Distante"

Una joven permanecía quieta recargada contra la sucia pared en una de las calles más solitarias de París. No había gente en las banquetas y el frío de la madrugada comenzaba a intensificarse.

Unos lentos pasos comenzaron a acercarse, un joven se detuvo al ver a la muchacha en esas circunstancias. …l miró el lugar para buscar a alguien que le auxiliara pero terminó haciendo una mueca sin encontrar nada útil.

Se inclinó y tocó un poco a la joven intentando despertarla, pero al instante rechazó la idea, ella estaba ebria.

¿Por qué a los jóvenes les daba por embrutecerse?

-Pensé eso como si no fuera joven -se dijo con ironía y levantó a la muchacha para llevarla con él.

Se trataba de una pequeña jovencita, no medía más de 1.60 centímetros. Su cabeza estaba recargada contra su pecho y tenía todo el cabello negro húmedo por el sudor. Por su vestuario podría adivinar que había estado en una Disco o un bar, aunque no se imaginaba la razón por la que tenía que estar sola cuando estaba seguro de que una joven tan hermosa tendría bastante compañía.

Cuando llegó al modesto hotel donde se estaba hospedando tuvo que confundir al recepcionista con su mejor encanto al hablar y das más dinero para que ella fuera considerada con un huésped más. La acostó con cuidado sobre la cama y le quitó los zapatos y algo de ropa. Probablemente al día siguiente ella se sentiría con más ánimos y podrían conversar mejor.

Accidentalmente tiró lo que tenía en la bolsa y gruñó al levantarlo... Para ser tan joven cargaba bastantes condones... ¿sería sexoservidora?

-De ser así acabo de pagar la noche más inútil en un hotel -murmuró viéndola de reojo.

También había tirado todas sus... ¿tarjetas de crédito?

Entonces comprendió que lo que tenía en la cama era una niña rica que no se medía con el dinero de su padre. Eso lo irritó un poco ya que le recordaba mucho a su hermano mayor.

Sin embargo había algo que no encajaba del todo, la expresión de la muchacha era tan amarga que sintió compasión por ella y deseó protegerla.

…l agradeció toparse con su identificación y su permiso de conductor. Su nombre completo era Jeannet Le Rossignol, según los datos de la identificación acababa de cumplir 18 años y era dueña de una de esas asombrosas motocicletas que solo los ricos podían permitirse. Además vivía en una exclusiva zona residencial a la que él había evitado acceder para demostrarle a su padre que podía sobrevivir con su generosa beca de estudios.

Benjamín suspiró y guardó todo de nuevo colocándolo en la silla que estaba frente al tocador. Pensó que lo más conveniente era dormir en el sillón ya que no quería
que la joven se sintiera agredida al despertar. Así que se quitó la ropa dejando solo el boxer y se acostó emitiendo un suspiro.

Sintió que solo había pasado un instante cuando comenzó a escuchar indicios de que ella había despertado. Miró la hora de reojo y descubrió que aun era temprano. Quiso levantarse para explicarle lo que había pecho, pero al verla la descubrió registrando las cosas.

¿Esa mocosa lo estaba robando?.

Ben ahogó una risilla y decidió participar. Se quedó quieto escuchando todos los sonidos que hacían los cajones al ser abiertos con la mayor suavidad posible y de los menudos pies descalzos. Finalmente ella salió de la habitación.

Descubrir todo lo que ella se había llevado le dibujó una sonrisa, en especial por que deseaba ver su cara en cuanto se la volviera a encontrar. Claro que primero necesitaba conseguir dinero para el taxi.

Pasar la caseta de seguridad fue toda una aventura. Como la muchacha solo le había dejado las identificaciones le costó bastante trabajo convencer al guardia de que lo dejara entrar. La idea de sobornarlo pasó por su mente, pero no tenía dinero, así que solo le quedó usar su habilidad al hablar hasta que tuvo la impresión de que había mareado al pobre hombre y caminó hacia el interior del área.

Llegó hasta una mansión digna de una postal. La verdad es que no se imaginaba a la chica viviendo ahí cuando acababa de robarle.

Un hombre de edad avanzada vestido de manera bastante rígida le abrió la puerta. Estuvo a punto de reírse, pero mantuvo una expresión seria después de apretar un poco los labios.

-¿Se encuentra la señorita Le Rossignol?

-¿Quién le busca?

-Benjamín Devine.

Para sorpresa del muchacho eso bastó para que lo dejaran entrar y hasta le ofrecieron café con galletas. Un muchacho demás edad bajó a recibirlo.

No parecía muy feliz al verlo, sin embargo Benjamín no hallaba una razón para que lo estuviera. Si no fuera por la agria expresión que le tensaba los rasgos habría podido asegurar que era atractivo. Sin embargo una fría mirada bastó para convencerlo de no tener ningún trato amistoso.

-¿Es amigo de mi hermana?

Benjamín pareció comprender la razón de los celos del joven, sin embargo no alcanzó a sentir un mínimo de simpatía como para procurar una respuesta amistosa.

Justo cuando iba a contestar alguien entró a la sala de manera poco amable. Era ella, había entrado con un casco bajo el brazo y parecía que había estado a punto de decir algo cuando lo miró y frunció el ceño.

-Visita tuya -dijo el hombre.

Ella miró con desagrado a su hermano y atravesó la sala para tomar la mano de
Benjamín y guiarlo a la salida.

-No me esperen temprano -dijo ella con voz ácida.

Afuera subió a una motocicleta y se puso su casco. Le dio el de reserva y esperó a que él subiera. Hubiera preferido preguntarle algo, pero prefirió hacerlo en el lugar donde ella decidiera.

Llegaron hasta un café. Ella avanzó hacia una mesa sin esperarlo y se sentó mirándolo con cierto cinismo.

-¿Cómo me encontraste?

Ben se acomodó y le sonrió logrando ruborizarla. Eso era bueno ya que demostraba que tenía una pequeña ventaja en la situación.

-Se me ocurrió buscar una identificación para saber a quién estaba levantando de la calle.

-Oh -ella desvió la mirada.

-Por lo que pude ver tu no te interesaste en ninguna identificación.

-Te regresaré todo tu dinero -se apresuró a decir ella.

Ben rió. Detuvo a le mesera y le pidió un par de cafés y trozos de pastel. Cuando volvió a ver a la muchacha notó que ella le miraba bastante confundida.

-Solo te pido que pagues lo que estoy intentando invitarte -murmuró con una sonrisa -Afortunadamente me robaste en un tiempo donde podía recuperarme.

Ella sonrió. Pareciera que no podía creer que él fuera así y de alguna manera le causó curiosidad. Esa curiosidad fue lo que le impulsó a pedirle su número telefónico para verlo en distintas ocasiones.

Ben conoció a la muchacha activa que conocía todos los bares y discos de la cuidad. A ella le gustaba estar la mayor parte del tiempo en la calle.

Pero también conoció a la joven herida y a quien el dolor podía golpearla en momentos inesperados.

Jeannet Le Rossignol estaba totalmente derrumbada y jamás se levantaría a menos que algo la alejara de aquello que tanto daño le estaba haciendo.

-Déjame rescatarte -pidió Benjamín casi un mes después de conocerse. Había invitado a Jeannet a comer y cuando pasó por ella a su casa se la encontró llorando en la entrada de su casa.

Ella lo miró sin comprender y parpadeó mientras jugueteaba con la cucharilla de su café.

-¿Qué puedes rescatar de mí? -preguntó con un murmullo.

-Todo lo que me permitas -Ben la miró con cariño -Vámonos de este lugar... Piérdete de tu familia.

-¿Vivir contigo? -ella lo miró con sorpresa.

-Si así lo quieres -dijo él ruborizado.

-¿En qué sentido?

-Aun somos amigos... Siempre lo seremos...

Jeannet pareció dudar. Durante dos días no dijo nada. Al tercer día llegó con una mochila al hombro y un moretón en la mejilla.

-Si -dijo simplemente -Quiero desaparecer para mi familia.



* * *



Antonio recibió la noticia con cierto pesar. Jamás justificó el hecho de que alguno de sus hijos pasara la noche detenido y mucho menos por atacar a alguien. Siempre pensó que si eso llegara a pasar sería por golpear el auto contra alguna
otra cosa que estuviera a su alcance o por mero accidente. Sin embargo Benjamín se había escapado de todo molde y justo ahora tenía la desagradable noticia.

Aunque había algo que le agradecía al muchacho. Y era que se hubiese molestado en hablarle a él a pesar de que tendría a muchas personas con las que preferiría hablar. Se dio el lujo de platicarle hasta el más mínimo detalle de la pelea, pero no le dijo la razón. De cualquier manera Antonio sabía que su hijo había tenido una muy buena.

Entonces le preguntó si quería que lo sacara. Benjamín se rió y lo imaginó haciendo un gracioso ademán negativo.

-Habría salido ya si así lo quisiera -respondió convencido -El licenciado Laurence acordó que estaba aquí por mi propia seguridad... Ninguno de los dos sabemos lo que haré si vuelvo a ver a ese imbécil.

Cierto.

-Me parece raro que me hallas hablado.

-No era para que me sacaras -dijo Ben -Sara esta en la Universidad y quería que alguien pasara a vigilarla para sentirme más cómodo... Sé que hay personas que la cuidarán, pero me preocupa.

Así que Antonio tranquilizó a su hijo y en cuanto la comunicación se cortó se comunicó con Leonardo.

La versión de Leonardo respecto al pleito sonaba aun más interesante. De repente había escuchado al conductor pronunciar el nombre de su hermano y cuando se asomó ya había sido controlado por dos profesores. El tipo le había partido el labio inferior, pero no dejaba de hablar en francés completamente molesto mientras el otro tipo se cubría la nariz y entre sus dedos escurría sangre.

También había visto a Sara apoyando a su hermano. Esperó a que ella no estuviera tan ocupada y le recomendó que volviera al Colegio... Claro que ella no aceptó y tuvo que llevarla personalmente.

Leonardo se había enterado de la denuncia por accidente y lo primero que hizo fue hablar con la otra persona.

-Ese Mark le tiene odio a mi hermano -había dicho Leonardo con un tono de voz molesto -... Así que tuve que convencerlo de retirar la denuncia...

Antonio no quiso saber lo que había hecho para convencerlo.

Leonardo le dijo también que había llamado para que liberaran a Benjamín... Pero por alguna razón él no quiso salir esa noche.

¿Por qué tenía que tener tantas presiones de sus dos hijos?

Antonio suspiró y recargó la cabeza en el respaldo del sofá. Quizá lo mejor sería hablar con Benjamín y Leonardo juntos. Así dejaría de verlos separados por una tontería que jamás debió dejar que pasara.



* * *



-Benjamín es lo suficientemente inteligente para defenderse solo.

-Mientras cuente con su hermano mayor jamás estará solo.

Zain se mordió el labio inferior al recordar esas palabras de Leonardo. Se lo había encontrado en la estación cuando estaba dispuesto a hablar sobre el caso. Había
tenido la oportunidad de conversar con Benjamín para llevarle los analgésicos que le recetaron, pero se encontró con la sorpresa de que la Damita se le había adelantado y hasta tuvo tiempo de colocar unas banditas superando el trabajo que él había hecho.

En ese momento odió ver la experiencia médica de la chica. Aunque se odió aun más cuando vio que Benjamín no quería salir de ese lugar.

¿No se suponía que él era el gran abogado capaz de convencer a cualquiera?

Benjamín usó sus elegantes palabras junto con esa cuidadosa sonrisa hasta que logró convencerlo de salir... Y al salir tuvo que encontrarse a Leonardo encargarse de limpiar el expediente de su hermano menor.

No quiso imaginar lo que Leonardo había hecho para que el hombre agredido retirara la acusación, pero con el tiempo que llevaba de conocerlo buena cuenta
se daba de los detalles.

Justo cuando Leonardo se percató de su presencia lo miró con desprecio mientras sonreía. Y después de una digna batalla de palabras lo dejó callado con una sola frase que le había mostrado su error.

¿En verdad había confiado tanto en Benjamín y su capacidad como para preferir abandonarlo?

Si. La verdad es que jamás había pensado en protegerlo ya que le resultaba tan independiente que imaginarlo esperando un favor, incluso de él, le resultaba horroroso.

Había abandonado a Benjamín.

Zain salió del edificio y entró a su auto azotando la puerta para arrancar y alejarse. Ya no quería pensar en Benjamín a pesar de que sabía que al llegar a casa no podría hacer otra cosa.



* * *

Jeannet se atrevió a levantar la mirada y un rubor invadió sus mejillas. Jamás había sentido tanta vergüenza, sin embargo no era lo que le preocupaba. Todo lo que había relatado la había dejado nerviosa y triste. Y habría deseado no tener que repetir la historia.

Uriel permanecía indescifrable. Desde que comenzó a contarle lo ocurrido había clavado los ojos en el café sin siquiera atreverse a beber. De vez en cuando hacía una ligera expresión que mostraba desagrado, pero no interrumpió ninguna palabra de ella, ni en los momentos en que hubo prolongadas pausas.

Finalmente suspiró. Jeannet se sobresaltó y entrelazó los dedos esperando.

-Ahora comprendo la reacción de Benjamín -murmuró con seriedad -Creo que habría intentado hacer lo mismo...

Jeannet prefirió no comentar nada a eso. No imaginaba a Uriel intentando dar un golpe a Mark ya que ella sabía lo atlético que su hermano era. Y conociendo a Uriel...

-Eres muy dulce -susurró ella.

-No es lo que otros opinan.

-¿Importa?
Uriel sonrió. Hizo una seña a la camarera pidiendo la cuenta y cuando pagó la miró con suavidad suspirando.

-Benjamín saldrá en unos momentos.

-Podemos ir en mi moto -ofreció ella intentando hacer memoria del lugar en el que estaban las llaves. Cuando vio a Uriel descubrió que le mostraba un juego de llaves -... o en el convertible de tu amigo...

Era extraño ver a Benjamín salir de un edificio semejante. Más raro había resultado ver su sonrisa burlona al despedirse de los policías a la vista. En cuanto vio a Jeannet corrió para alzarla por los aires y besarle ambas mejillas. Le dirigió una sugerente mirada a Uriel y se le acercó.

-Ni lo pienses -gruñó él con mirada asesina.

-Frustras mi alegría -refunfuñó Benjamín y se tocó un poco las banditas de los labios -¿Tan feo luzco?

-A mis ojos si -aseguró Uriel y se dio la vuelta para subir al auto.

-Yo creo que te vez muy sexy con el labio partido -Jeannet le guiñó un ojo -... Tan varonil...

-Soy varonil -Ben enarcó una ceja y subió al auto. -Hey, ahí esta Zain.

Benjamín estuvo a punto de gritarte, pero se detuvo al verlo discutiendo acaloradamente con otro hombre.

-¿Quién es el pelirrojo con quien conversa? -preguntó Jeannet mirando también.

Ben apretó los labios tan fuerte que comenzaron a sangrar de nuevo y se hundió en al asiento sin pedirle a Uriel que detuviera el auto como, seguramente, estaba esperando. No lo habían visto, y de todas maneras dudaba que entre esa discusión tuvieras interés en voltear hacia el auto. Cuando miró a Jeannet notó su gesto preocupado, ella se acercó y le limpió la sangre con un pañuelo de papel. Supo que su intento por sonreír había sido un total fracaso y frunció el ceño evitando mirarla.

-Es mi hermano -dijo finalmente.

Probablemente Jeannet habría querido hacer alguna pregunta al respecto, pero Ben se lo impidió con un simple comentario que le hizo olvidar el tema por completo. Cuando Luisa fue a visitarlo le comentó lo sucedido con la pequeña Jill, y la verdad es que había sentido ganas de hablarle por teléfono en vez de haberlo hecho a su padre, sin embargo Sara se lo impidió. Así que durante todo el camino se la pasaron hablando de la pequeña hija de Jeannet en donde Ben se aseguraba de sonrojar a la chica lo más que le era posible.

Claro que Uriel no se había tragado el cuento y miraba un tanto molesto a Ben mientras hacía lo posible por seguir la conversación sin meter al hermano de Ben en el asunto ya que le había quedado claro que no quería hablar de él.



* * *



Había demasiadas cosas por considerar. Todas importantes aunque parecieran insignificantes. La mayoría dolorosas y desgastantes hasta para una mente que todos consideraban brillante.

Ben no quería ser brillante. No quería destacar por eso. Había cambiado su envidiable inteligencia por esos momentos que hacían valer la vida desde que se descubrió solo a corta edad. Antes de ese momento contó con la compañía de su hermano Leonardo, pero desde el accidente en motocicleta no lo había vuelto a ver. Y cuando preguntó por él recibió respuestas vagas que en verdad no le decían nada.

Leonardo no estaba muerto, pero sus padres lo habían matado para él. Todo el tiempo que se convenció que bastaba ser paciente para volver a verlo había sido un total desperdicio ya que las circunstancias no eran de lo más complacientes.

De alguna manera le alegraba volver a verlo después de tanto tiempo, pero odiaba que fuera intentando salvarlo de Zain. Y eso le ponía en claro varias cosas. Todo era absurdo.

Doloroso y absurdo.

Pero para su desgracia no era lo único que pedía a gritos su atención. En la Universidad se había corrido un rumor bastante molesto que lo involucraba en su actual relación. Y le había resultado curioso notarlo hasta ahora que prestaba atención a lo que se murmuraba a sus espaldas, ya que dicho rumor tenía bastante tiempo por lo que pudo entender.

Era un favor que no había pedido y que no le afectaba si lo miraba desde un punto de vista académico. Pero ante los alumnos estaba quedando como un sumiso muchachito que dependía de los demás y se dejaba deslumbrar por unos cuantos años menos en su acosador.

Y no era que me importara realmente.

Sin embargo la acción le estaba afectando en algo que se suponía tenía que cuidar. Justo lo que él se encargó de arruinar con sus admirables movimientos y lograr que su antiguo profesor renunciara y le convenciera de que era necesario repetir ese curso.

¿Le agradecería Zain que salvara su reputación?

Que molesto era pensar en Zain en esos momentos.

Le había costado trabajo averiguar el origen del rumor, pero no tanto como aceptar a la persona que era causante. Ya había comprendido que confiar demasiado lo ponía en problemas, pero no esperaba que eso fuera a repetirse durante el transcurso de su vida. Le resultaba tan irónico que llegó a preguntarse si todo eso era real.

Al parecer nadie le había comentado nada por que querían protegerlo. Eso lo irritó aun más.

¿Es que no lo creían capaz de manejar algo así?

¿Desde cuando lo comenzaban a ver como el superdotado al que la inteligencia no le servía de nada y por lo tanto tenían que proteger?

Los odiaba por eso.

Leonardo, Zain, Mike, Daniel... ¡Todos tenían su parte de culpa en ese asunto!
¿Y qué podía hacer para evitarlo?

No mucho en realidad.

Debería alegrarse al ver a su amiga Jeannet jugando con su hija mientras Luisa miraba desde lejos ignorando los comentarios de Uriel; pero la verdad es que todo lo que se iba descubriendo le estaba dañando de una manera que ni él había pensado.
Le dolía todo.

Y a pesar de que la cariñosa mirada de Luisa lograba arrancar una sonrisa superficial haciendo saltar su corazón no podía dejar de pensar en todo lo que estaba pensando. Sentía que no era suficiente.

¿Por eso estaba en las escaleras que llevaban a los dormitorios de primer grado?

Ben sacudió la cabeza y su cabello se agitó cubriéndole los ojos. Tenía tantas cosas que arreglar y que no estaba seguro que le servirían que pensó que podía desplomarse a la inconsciencia para descansar su mente de tanto analizar la situación.

Ya no quería pensar.

Ya no quería sentir.

Un ruido lo puso alerta. Se asomó por la orilla de la barda y vio a su tímido protegido con unos libros en los brazos. Ver su expresión ingenua le hacía dudar de nuevo respecto a la información que tanto trabajo le costó obtener, pero se reprendió a sí mismo por volver a darle vueltas al asunto y salió al paso del rubio.

-Benjamín, me asustaste -Mike sonrió.

-Si dejaras de hacer cosas peligrosas no te asustarías -el pelirrojo sonrió -¿No es muy temprano para volver a los dormitorios?

-Tengo cosas que hacer.

Preparar una demanda, por ejemplo; pensó Ben enarcando una ceja y leyendo los títulos de los libros que tenía en los brazos.

-¿Para que quieres el reglamento escolar? -Preguntó con tono jocoso -Es una basura.

-Tiene sus cosas interesantes -aseguró Mike.

Claro que las tenía. El propio Benjamín lo sabía ya que fue lo primero que leyó antes de pensar en poner una demanda formal a su profesor. Se sabía todo el reglamento, así como aquella regla que le serviría a Mike para lo que pretendía hacer.

¿Intentaría convencer a todos de que Zain había logrado que se callara con alguna tontería de su imagen estudiantil?

Si lo hacía tendría pruebas excelentes: El hecho de que Zain no mostrara públicamente sus tendencias sexuales... Que aun con él no se atreviera a permitir que los vieran juntos... Que él tampoco hablara al respecto...

Que ridículo.

Ben suspiró y se tocó la frente desviando la vista del reglamento.

-¿Has oído los rumores? -preguntó directamente.

-¿Rumores? -Mike lo miró sin comprender.

-Unos que me hacen ver como víctima -Ben rió sin humor -Bastante interesantes una vez que decides ponerles atención.

Por la expresión de Mike puso, Ben pudo darse cuenta de que no pensaba que fuera a tener en cuenta ese detalle alguna vez.

-Me imagino la razón perfectamente -continuó Ben -, pero debo admitir que no me cabe en la cabeza la idea de que pensaras que no me importaría que te hicieras famoso a costa mía.

-Ben...
-No -interrumpió el pelirrojo -No tienes nada que explicarme... Admito que estoy... bastante molesto con todo esto, pero estoy seguro de que esa inteligente cabecita tuya ya habrá imaginado lo que quiero que ocurra y lo que no quiero que ocurra. Mike palideció.

-Y no me importa si todo esto te ha costado bastante trabajo -advirtió Ben-, sé que imaginar todo este drama no es sencillo, mucho menos estar al pendiente para
sacar fotos... Pero lo superarás por tu propio bien, Mike.

-¿Mi bien?

-No quiero pasar por la pena de tener que amenazarte -susurró Ben acariciándole la mejilla -, ambos sabemos que no soy muy agradable cuando me enfado.

-Pero el licenciado Hammonds...

-Zain es asunto mío -volvió a interrumpir Benjamín con un tono brusco de voz que logró hacer palidecer al rubio -Y no te preocupes por nada... ya lo arreglaré a su debido tiempo.

Mike frunció el ceño y lo rodeó para ir a su habitación.

-Una cosa más, Mike -le detuvo Ben -No quiero volver a verte cerca de mí...

Quizá Mike no comprendería jamás lo que le dolió desengañarse de esa manera. Bastó ver su agria expresión y escucharlo maldecir como si jamas hubieran sido amigos para darse cuenta de lo estúpido que resultaba a la hora de confiar.

¿Y qué pasaría a partir de ese momento?

Ben no pudo evitar el dolor que le produjo esa pregunta y apretó los labios ignorando el ligero dolor que eso le causó.

Le resultaba doloroso tener que admitir que de nuevo se había equivocado y no tenía nada. De nuevo se quedaba con las manos vacías a pesar de haber luchado tanto.

El muchacho ladeó la cabeza y tragó en seco para evitar comenzar a decir tonterías como lo hacía cada que se sentía tan lastimado. Se dio la vuelta con la esperanza de que un poco de ejercicio desvaneciera ese vacío que amenazaba con consumirlo y al que se había resistido por tanto tiempo.

Justo camino a la cancha se encontró con su otro gran problema sin importancia.

Si Mark supiera lo que le causaba en esos momentos estaría encantado de reaparecer en su vida en los momentos menos esperados.

Viendo a Uriel tan molesto e irracional como lo estaba en esos momentos le hacía pensar que Jeannet ya le había tenido la confianza suficiente para platicarle la triste historia en la que su hermano intervenía. Sin embargo ni el propio Benjamín esperaría que reaccionara fuera de sus propias posibilidades.

Por lo que pudo ver Uriel tenía bastante tiempo peleando con Mark... bueno, si es que eso podría llamarse pelea... Había logrado darle un golpe, probablemente fue tan sorpresivo que ni el propio Mark se lo había creído cuando sucedió. Bueno, Uriel ya no había podido dar un golpe más. Tenía un ojo hinchado y varios golpes más en la cara, se cubría la nariz con insistencia, pero eso no parecía poder parar la sangre que emanaba de ella.

Ben suspiró y caminó hasta ellos. Mark alcanzó a verlo y le dedicó una mirada cargada de despreció.

-Devine -murmuró el francés -, a donde volteo me encuentro contigo.

-Mala suerte -replicó Ben frotándose los puños mientras Uriel se levantaba.

-¿No podemos arreglar esta molesta enemistad de manera inteligente?
-No juegues conmigo -pidió Ben fastidiado.

Estaba listo para ganarse más problemas en cuanto otro trío de maestros tuvieran que intervenir para separarlos. Tenía la impresión de que esta vez no solo saldría con el labio partido, pero en verdad pensó que necesitaba de todo eso para descargar toda su furia.

Uriel pareció notar lo pareja que estaba la pelea y pasó de apoyarla a intentar detenerla. Pero ya no podría convencerlo de dejar a Mark cuando por fin había logrado tumbarlo y colocarse sobre él para golpearlo hasta que se cansara.
Pero eso no pasó.

Alguien logró agarrarlo por los hombros y neutralizarlo en el suelo. Tenía la respiración agitada y tras esfuerzos inútiles dejó de intentar liberarse para continuar.

Escuchó a Jeannet y se preguntó cuanto llevaba ahí... Volteó todo lo que le permitió quien lo estaba sujetando en el suelo y la vio llorando mientras intentaba disculparlo. También vio a licenciado Laurence luchando por permanecer sereno.

¿Qué era todo eso?

-Ya puedes soltarme -murmuró Ben con tranquilidad y la presión de su espalda cedió. Se levantó sacudiéndose y pudo identificar el dolor en distintas partes de su cuerpo... entre ellas la muñeca con la que estaba aseándose en esos momentos. También sintió un repentino mareo y quizá estuvo a punto de caerse, pero quien lo había calmado en el suelo alcanzó a sostenerlo. Giró la cabeza para dedicarle un gesto de agradecimiento, pero sólo pudo palidecer al ver de quien se trataba.

-Leonardo...




* * *

Luisa fue la última en llegar.

Antes de entrar miró con algo de melancolía el sitio hasta que emitió un suspiro y atravesó la puerta de la enfermería.

Su sonrisa era triste y reservada.

Caminó hasta la cama y se sentó en la orilla. Para sorpresa de Ben todos salieron y se quedó con ella solamente.

-Es el último lugar donde esperaría encontrarte -dijo ella tras un pesado silencio.
-Insistencias del licenciado Laurence -Ben le restó importancia y le dedicó una sonrisa para tranquilizarla.

Ella hizo un ademán no muy convencida. Su expresión intentaba ser tranquila pero estaba muy lejos de serlo por el brillo en las lágrimas de sus ojos verdes.
-Te fracturaste la muñeca -ella miró el sitio cuidadosamente vendado e hizo un ademán negativo -, pudiste perder el ojo -le tocó con cuidado la herida en cuestión y tragó en seco -... y te has hecho más grande la herida del labio.

Ben hizo una mueca. La muñeca se la había lastimado al lanzarle un puñetazo a su hermano, pero ya sabía en ese momento que la tenía resentida por el golpe que se dio cuando Mark logró tumbarlo en una de tantas ocasiones. Todo lo demás se lo debía a Mark y a su excelente condición física.

-Estaré bien -prometió a Luisa.
Ella apretó un poco los labios. Parecía querer gritar y llorar por la frustración, pero se controló tras esa mirada reservada.

-Te pareces mucho a Luis -susurró Ben con cariño.

Ella se sobresaltó y lo miró sin saber cómo reaccionar a eso.

-Es normal -dijo ella entonces.

-No es a lo que me refiero -Ben cerró el único ojo visible -... Igual que él pareces estar dispuesto a acabarme a insultos por mi estúpida manera de actuar. Pero pareces pensártelo y haces ese gesto que tanto me gustaba de él por que me hacía pensar que se resignaba por que no cambiaría por más regaños que se le pudieran ocurrir.

Luisa suspiró.

-¿Aun lo quieres?

-Luis fue muy importante para mí.

-Parece serlo aún -ella lo miró con cuidado.

-Lo es...

-¿Irremplazable?

Ben no respondió a eso.

¿Le parecía absurdo que la propia hermana gemela de Luis hiciera esa pregunta? Luisa volvió a suspirar y se levantó con cuidado.

-Vendré a visitarte más tarde -ella se inclinó para besarle la frente y le alborotó el cabello rojo.

-Luisa... -él la detuvo en la puerta -... eres una de las razones por las que pienso que él continúa aquí...

Ella sonrió y cerró la puerta tras de sí.

-Idiota -murmuró recargándose en la puerta. Levantó la mirada y descubrió que Uriel tenía una expresión preocupada -No todos tenemos lo que queremos -le dijo encogiéndose de hombros y caminó en dirección de la salida.

“Yo lo quiero a él y él a mi hermano”

Justo fuera del edificio se encontró con Zain. Luisa pensó que no estaba de humor para pelearse con la pareja de Ben, pero para su sorpresa el licenciado parecía estar dispuesto a tratarla amablemente.

-¿Un café? -invitó Zain.

-¿Tiene que tardar tanto para decírmelo? -preguntó ella con seriedad.

-No en realidad -él frunció el ceño -...Pienso dejártelo...

Luisa se rió con amargura.

-No se trata de un perro, licenciado; si Ben hubiera querido estar conmigo ya hubiera hecho algo al respecto.

Zain la miró desconcertado.

-Ben quiere a mi hermano -continuó Luisa herida pasándose una mano entre el largo cabello -Arriesgaré lo último que me queda para que vea que a pesar de que somos gemelos no somos la misma persona.

Zain habría querido decir algo más, pero ella lo rodeó y se fue muy molesta.



* * *
-Tengo la impresión de que Benjamín pudo matarlo si no lo calmaba... Estaba fuera de sí, padre.

Antonio hizo un ademán afirmativo y levantó la mirada hasta Jeremi, se habían encontrado por accidente camino a la enfermería, donde Benjamín estaba. La hija de Jeremi hizo un gesto y continuó sola. …l aprovechó para invitarlos a cenar y ahora estaban escuchando a Leonardo con bastante atención.

-Tu hijo tiene mal carácter -murmuró Jeremi -... es eso o debe odiar al hijo de
Frank.

-Debe odiarlo -dijo Antonio -Conozco lo desesperante que puede ser el tranquilo carácter de Benjamin a la hora de pelearse.

-Ahora habrá que librarlo de Frank -Jeremi bebió café -Ambos sabemos lo que ese francés hará si se enfada con el muchacho.

-¿No crees que Benjamín lo merezca? -preguntó Antonio -Su hijo esta inconsciente ahora.

-He tratado a Mark Le Rossignol más que tú y estoy seguro de que merece todo lo que le pasa.

-Cuéntame -pidió Antonio con seriedad.

Jeremi le dedicó una sonrisa amable, por un momento le pareció que los rasgos se suavizaban hasta hacerlo ver como a ese jovencito que tanto apreciaba... el que le había robado el amor de Akiko. Antonio se regañó por ese pensamiento y levantó la taza de café para no decir alguna tontería. Ya no tenía que sentirse mal por eso, había sido decisión de ella y la había aceptado.

Leonardo miró a su padre recibiendo un gesto de aprobación y se levantó para retirarse.

Jeremi se acomodó en la silla.

-Mark me intrigó desde el momento que lo conocí... pero fue hasta unos años después que me decidí a conocer lo que tenía que enfrentar -explicó Jeremi -En fin, personas como tu y yo tenemos la patética costumbre de contratar investigadores privados cuando no somos capaces de saber algo por nuestra propia cuenta, así que hice eso.

-Espiar al hijo de Frank -Antonio sonrió con burla. -¿Y que encontraste, Jan?

Jeremi rió encantado por volver a escuchar el diminutivo de su nombre. En ese momento se acordó de Benjamín y se sintió con más ganas de reír.

Antonio suspiró esperando a que se le pasara el ataque de risa.

-Lo siento -murmuró Jeremi volviendo a su seriedad. -El hijo de Frank es todo un caso... podríamos ponerlo a la sombra bastante tiempo si quieres.

-¿Qué razón tenemos para eso?

-Mike me dijo una que lo vale -Jeremi se puso de mal humor. -En cuanto la sepas no lo dudarás, Antonio.



* * *



Leonardo se sentó en una banca del parque al que había ido a parar y suspiró. Todo eso le había recordado a la situación que había tenido con Zain. Claro que
no creía que el matado fuera tan imbécil, hasta él llegó a creer que en verdad quería a Carl.

Leonardo sació el móvil y marcó un número esperando.

-Hola, Carl -saludó Leonardo con calidez -¿Esta el tarado contigo?

-De muy mal humor -le dijo Carl.

-Pásale el celular.

Leonardo escuchó que su amigo le decía a Zain que se trataba de él. Imaginar su expresión le hizo sonreír.

-¿Qué quieres?

-Vas a dejarlo, Zain -murmuró Leonardo -Hablaré con él en cuanto deje la enfermería.

-No voy a hacerlo por ti -Zain se oía bastante molesto -Benjamín y yo somos pareja y ya es tiempo de que nos portemos como tal.

Zain cortó la comunicación.

Leonardo maldijo y volvió a marcar.

-Se fue -le respondió Carl con tristeza -Creo que va a hacer una estupidez.

-Te juro que si toca a mi hermano voy a matarlo, Carl.

-Tonto... Tu mismo provocaste todo esto.



* * *



Estaba bastante claro que Zain y su hermano habían tenido dificultades. Ambos lo habían visitado para verlo y ambos lo hicieron con una expresión agria ante la sutil insinuación que Ben hizo respecto al otro. Pero ninguno habló abiertamente del otro. Ben comprendió que su relación estaba bastante tensa e imaginó que empeoraría en cuanto Leonardo se enterara que ahora estaba en la entrada de la casa de Zain.

Pero no se trataba de su hermano. Si había algo ahí que pudiera salvar lo salvaría. Por lo menos le daría ese beneficio a Zain.

Al atravesar la puerta de roble Ben tuvo la impresión de que había entrado a la boca del lobo por voluntad propia. Algo molesto por este pensamiento miró el interior de la casa que tanto le había gustado y sintió un escalofrío recorrerle la espina al notar la tenue luz y escuchar la agradable música de fondo.

Le gustaba el lugar, desde que entró por primera vez se identificó con los muebles viejos y el ligero olor a humedad. Se sentía tranquilo cuando la chimenea tenía fuego mientras escuchaba a Mozart, adormecido.

¿Qué iba a pasar?

Ben levantó sus ojos grises hacia la mirada azul que había estado al pendiente de él mientras se había dedicado a reconocer (una vez más) el lugar en donde estaba. Notó varias cosas en el brillo de esos ojos, pero ninguna se acercaba un poco al cariño que habría esperado ver.

-Cuando desaparezca el moretón de tu ojo te verás mejor -comentó Zain como si no se le hubiera ocurrido algo mejor.

Eso lo molestó aun más y desvió la mirada. Se había quitado las gasas de la cara por que le molestaban, pero aun le dolía.
Caminó hasta el sofá que estaba cerca de la chimenea procurando disfrutar de la sensación de sus pies al hundirse en la alfombra y se dejó caer. Vio que su anfitrión se acercaba a la cantina y tomaba dos copas y una botella de vino tinto para acercarse también. Se sentó frente a él y destapó la botella para servir en ambas copas. Le extendió una y le dedicó una reservada sonrisa.

Ben estiró la mano para recibir la copa y apuró el contenido rápidamente. Una sensación caliente le invadió el estomago y frunció el ceño recordando que no había tenido ganas de comer ese día, pero no le dio importancia.

-Creí que no eras bueno bebiendo -Zain enarcó una ceja cuando estiró la mano y recibió la copa para volverla a llenar.

-No lo soy -Ben recibió la segunda copa y volvió a vaciar su contenido con la misma rapidez -Hoy tengo ganas de perder mi admirable capacidad de razonamiento... Quiero dejar de pensar...

Zain no pareció comprender eso. Ben tomó la botella y se sirvió una vez más, esta vez acomodó la copa en la mesa de centro y recargó la espalda en el respaldo del sofá entrelazando las manos.

-¿Qué celebramos? -preguntó Ben con media sonrisa.

-Nada... solo quiero tenerte aquí.

-¿Qué tiene de especial el día de hoy? -insistió el pelirrojo.

-Tú...

Ben rió y tomó un sorbo de vino.

-Mentiroso -lo miró de manera juguetona y se levantó con especial cuidado ya que comenzaba a sentirse un poco mareado -Luz tenue, música, vino... Hoy ocurrirá algo...

Habría querido reírse de la expresión de Zain, pero se controló y caminó para sentarse a un lado suyo y mirarlo con intensidad.

-¿Qué pasará hoy, Zain?

…l no contestó.

Ben se molestó por eso. Bebió lo que quedaba de su copa y la acomodó en la mesa. Acercó su rostro al de Zain apretó sus labios contra los de él. Sintió indecisión en él y por un momento pensó que se separaría, sin embargo pronto sintió algo húmedo que le acariciaba los labios cerrados de manera descarada.

Ben cerró los ojos y sonrió negándole la entrada a la lengua de Zain, sintió las manos de su pareja atrayéndolo de manera un poco brusca y gimió en señal de protesta. Al momento en que sus labios se separaron un momento la lengua se abrió paso para explorar la boca del pelirrojo. Las banditas le molestaron un poco, pero se decidió a ignorarlas también.

Sabía a vino, pensó Zain recostándolo en el sofá. En un momento había logrado hacerlo participe del beso y ahora sus lenguas se entrelazaban en una erótica lucha.

Zain acarició desde el costado hasta la parte inferior de la rodilla por sobre la tela de la ropa y de nuevo escuchó un gemido de su joven acompañante. Rompió el beso y lo miró por un momento. Benjamín permanecía con los ojos cerrados respirando agitadamente, se veía tan hermoso.

Zain le desabrochó la camisa para descubrir el pecho y comenzó a besar el cuello con avidez. Una de sus manos acariciaba a la endurecida tetilla mientras la otra se tomaba su tiempo para bajar la cremallera de los pantalones.
Ben murmuró algo, pero no lo entendió. Además estaba bastante ocupado mordiendo cuidadosamente la otra tetilla y deleitándose con el novedoso ritmo respiratorio acompañado de esos sonidos que emanaban de su pecho.

Con la lengua trazó una senda hasta su ombligo y la internó en la fosa retirando un poco los pantalones. Algo desesperado bajó los pantalones y acarició la extensión de las piernas masculinas.

-Mentiroso -susurró Benjamín ahogando un suspiro.

Zain sonrió y acarició la excitación de su pelirrojo volviendo a reclamar un apasionado beso. Sus labios se deslizaron impartiendo besos por toda la cara hasta detenerse en la oreja izquierda y lamerla delicadamente.

Entonces ocurrió.

Ben lo separó con algo de brusquedad luchando por recuperar el aliento. Zain sabía que estaba excitado, le bastaba ver el discreto bulto que disimulaban los boxers. Y justo cuando pensó que se detendría sintió que comenzaba a desnudarlo con impaciencia.

Ben besaba cada lugar que desnudaba. Le costaba trabajo moverse bajo la prisión de las rodillas de Zain, pero eso no le impedía probar la mayor parte de la piel de su pecho mientras sus manos se aventuraban más abajo, estimulando cada parte del cuerpo del hombre que estaba sobre él.

Zain terminó de desnudarlo. Ben dio un respingo ante eso y frunció el ceño.
¿Qué tenía ese día de especial?

Ben se mordió el labio inferior para evitar gritar al sentir que los labios de Zain se cerraban entre sus piernas. Olvidando su inquietud enterró los dedos en el cabello castaño y acompañó el movimiento de sus labios con sus caderas.

Sus ojos se llenaron de lágrimas por el dolor y la tristeza al sentir los delicados preparativos en su interior sin abandonar su arduo trabajo con la boca.

“No”, rogó Benjamín consciente de que algo se le había roto en el alma “¡Detente!” Un grito ensordecedor al mismo momento que alcanzaba el clímax. Los labios de Zain volvieron a reclamarle un beso y sintió que comenzaban a estimularlo de nuevo.

Benjamín no pudo evitarlo. Las lágrimas escaparon de sus ojos acompañados de sollozos.

-¿En verdad... lo odias tanto? -preguntó adolorido.

Zain se puso rígido y se detuvo.

Miró a Ben y por primera vez vio sus lágrimas. Ya no se veía tan excitado como hace un momento, parecía triste... infeliz...

¿Por qué?

-¿Ben?

-No tienes que usarme de esta manera, Zain... No tienes que llegar tan lejos...

Zain palideció.

-¿Creíste que no me daría cuenta? -Ben desvió la mirada.

Zain no dijo nada, se levantó y comenzó a vestirse, cuando terminó se dirigió a la puerta a veloces zancadas y salió de la casa con un sonoro portazo.

Ben se llevó una mano a la frente luchando por retirar el cabello. Las lágrimas no dejaban de fluir.

¡Ya no quería llorar!
Molesto se levantó y se vistió con movimientos bruscos, miró con detenimiento la botella y las copas sobre la mesa de centro y frunció el ceño agarrando la copa de Zain para beber el resto del vino. Después tomó la botella y bebió directamente de ella.

No quería pensar.

No quería sentir.

No supo cuanto tiempo pasó cuando fue consciente de la lluvia que comenzó a golpear la ventana, el ruido que el agua provocaba fue todo lo que lo acompañó cuando la música acabó y de manera burlona llegó a la conclusión de que no podía ser un día más adecuado para tener herido el corazón.

Aunque no estaba seguro si era más dolor o furia; de repente había dejado de pensar con claridad. Unos golpes se escucharon en la puerta, por la fuerza que tenían parecía que quien estaba en el exterior tenía bastante tiempo esperando.

Ben se encaminó con torpeza hasta el sitio y abrió. Un rayo iluminó el cielo al mismo tiempo que falló la luz en toda la calle. Sin embargo eso no le impidió ver de quien se trataba.

Tuvo la impresión de que el corazón se le detenía para comenzar a latir apresuradamente en cuanto reaccionó. Levantó la mano hacia el rostro pálido y pudo sentir la tersura de la piel a pesar de que estaba húmeda. Deslizó su mano hacia el cabello mojado para retirar el flequillo y mirar esos ojos verdes que tanto le gustaban.

-Luis -murmuró Benjamín con voz ronca.

Con un solo movimiento le atrajo contra su cuerpo en un posesivo abrazo deseando retenerlo, cuando lo separó fue para robarle un beso de manera dulce. El beso le fue correspondido.

-Te amo...
Parte diez: "Dulce amor imposible"



El sol le despertó. Un poco molesta se cubrió la cara con una sabana intentando volver a dormir, pero la idea fue desechada en cuanto tocó la tibia piel de alguien más. Al levantar la mirada se encontró al ser más maravilloso del mundo, extendió una mano y apartó los mechones rojizos para ver el tranquilo rostro que tanto amaba. Sonrió al ver que Ben hacía un suave gesto entre sueños hasta volver a serenarse tras acomodarse de tal manera que el sol no le iluminada la cara y volver a permitir que el cabello le cubriera la frente.

Luisa sonrió encantada con la nueva visión. Las largas pestañas se habían aclarado con la luz al igual que las cejas y la piel del rostro de Ben mostraba millares de diminutas pecas distribuidas de manera uniforme; hasta la piel amoratada de su ojo le parecía sexy. El labio inferior estaba cubierto con banditas, pero ella estaba segura de que no tardaría en curar. La muchacha se ruborizó recordando el sabor combinado entre sal y vino que estuvo probando toda la noche. Se apoyó sobre el codo y depositó un beso sobre la herida.

-Te amo -susurró.

Ben se movió. Aun estaba adormilado.
-Yo... también te amo -respondió entre sueños haciendo que el corazón de la chica diera un brinco -... mi pequeño...

Que cruel era todo a veces. Luisa suspiró y se levantó con cuidado de no despertar a su acompañante para sentarse en la orilla de la cama y localizar toda su ropa.

Había que considerar muchas cosas. Lo ocurrido resultaba tan agridulce que revisar el estado de la balanza arruinaba su reciente felicidad.

En realidad siempre supo a lo que se estaba arriesgando desde que se paró frente a la puerta sin tomar en cuenta la lluvia que le calaba hasta los huesos. Sin embargo el dolor que le oprimía ahora el pecho la convencía de que jamás estaría lista para algo así.

Ben amaba a Luis... A pesar de que ella había querido cambiar eso no había
podido.

Luisa se tocó la frente como si eso pudiera evitar que esa solitaria lágrima resbalara hasta su barbilla. Se pasó la palma de la mano por la mejilla para secársela y se levantó para caminar. Conforme recogía su ropa se la iba poniendo. Por costumbre metió los dedos en su cabello, pero recordó que ya no era largo como hasta el día de ayer.

-Crecerá -murmuró decidida volteando para mirar a Benjamín dormido y frunció el ceño. -Me repondré...

De nuevo se acercó a la cama y se inclinó para depositar un beso sobre sus labios.

-Cuanto te amo... Pero... -caminó hasta la salida de la habitación y suspiró -... como te odio...



* * *



¿Qué no había alguien que contestara el teléfono?

Ben hundió la cara en la almohada con la esperanza de quien estuviera marcando, dejara de hacerlo. De manera milagrosa sus ruegos parecieron ser escuchados Lo extraño era que no parecía ser su habitación y no escuchaba a Uriel por ningún lado.

Claro... Era la habitación de Zain.

-No volveré a beber -murmuró antes de quedarse dormido de nuevo.

De nuevo el teléfono. Ben maldijo y se levantó murmurando que le regalaría un contestador a Zain lo más pronto posible.

-Diga...

-No podía irme sin que lo supieras.

-¿Luisa? -Ben miró el auricular incrédulo. Cómo le dolía la cabeza -¿Cómo me encontraste?

-Zain me dijo donde encontrarte -su voz se escuchaba extraña -... solo hablo para despedirme de ti.

-¿Qué?

-Lo intenté todo, Ben -ella ahogó un sollozo -, pero no pude lograr nada... Lo mejor es que regrese a Inglaterra a pensar.
-¿De que demonios hablas?

-Tonto... Ahora me vas a decir que no te diste cuenta... No importa, me voy tranquila...

-Espera, ¿dónde estas?

-En el aeropuerto.

-No te muevas, llegaré en un momento.

Luisa pareció querer negarse, pero terminó aceptando y cortó la comunicación.

Despertar con esa clase de noticias alteraría a cualquiera. Ben ignoró su dolor de cabeza y se puso toda la ropa arrugada que pudo encontrar. No tuvo tiempo para analizar la razón por la que había amanecido desnudo y sobre esa cama, pensó que tenía que atender antes esa angustia que sintió en cuanto escuchó a Luisa decir que se iba.

¿Por qué rayos no se había buscado un novio con auto?

Be suspiró fastidiado al ver la bicicleta y miró de manera critica su muñeca vendada. Un taxi sería una opción más inteligente, pero por más que miraba hacia todos lados no podía localizar uno.

Molesto agarró la bicicleta y trepó apoyando la mayor parte de su peso en su muñeca sana. Justo cuando comenzaba a adoptar un ritmo aceptable un auto le salió de paso y lo obligó a virar la bicicleta contra un jardín cercano.

-¿Qué más puede salir mal?

Siempre había algo que podía empeorar cualquier cosa.

Del auto salió su madre bastante asustada mientras el chofer intentaba tranquilizarla.

-¿Zain le dijo a todo mundo donde encontrarme? -Ben miró a su madre y se levantó como pudo -Necesito el auto... y al chofer -agregó al sentir un dolor en su muñeca.

-Necesito decirte algo -Brenda enarcó una ceja.

-Después podrás regañarme, madre. Ahora debo detener a alguien muy importante para mí -Ben se subió al auto y vio que su madre se asomaba por la ventanilla.

-Esto es muy serio -insistió.

-Dejará de serlo si decido suicidarme justo ahora, madre.

En otras circunstancias se habría reído de la expresión de su madre, pero simplemente no le salieron las ganas y se limitó a indicar el lugar al que iba. Cuando llegó al aeropuerto corrió hasta el interior. Miraba hacia todos lados buscando a su amiga y cuando no encontró nada se encaminó hacia la entrada de abordaje.

No fue a Luisa a quien vio.

Por las escaleras automáticas se veía a un joven conversando con una chica. Ella sonreía y le tocaba el cabello negro. El chico le dijo algo al respecto y ambos rieron.

-Luis... -murmuró Ben -¡¡Luis!!

La felicidad que sintió cuando volteó era indescriptible. La expresión de su rostro parecía ser de desconcierto, pero le dedicó esa suave sonrisa que tanto le gustaba.

-¡¡Luis!!... ¡¡No te vayas!!
Luis le miró con ternura. De sus ojos brotaron lágrimas y levantó la mano haciendo una señal de despedida.

- o O o -



-Quizá el señor Devine quiera decirnos algo de lo que acabo de explicar si es que ha puesto atención en algún momento.

Un murmullo se dejó oír tras esa frase y algunos voltearon hacia el ultimo de los escritorios acomodados en el aula. Ahí podía verse una cabeza pelirroja apoyada sobre los brazos mientras una mano insistía en golpear una pluma contra la madera.

-Señor Devine -insistió el licenciado con claro tono de enfado. Quizá algún alumno estuvo a punto de defenderlo, el propio Mike había pedido la palabra, pero en ese momento la voz se dejó oír.

-Nada de lo que dijo es importante...

-¿Perdón?

Ben se enderezó y se pasó una mano por el cabello intentando acomodarlo un poco y miró al anciano con arrogancia.

-Le recomiendo leer el libro más actualizado sobre Derecho ya que ha estado haciendo mención de artículos en donde la mayoría de las fracciones están cambiadas... Nos serviría mucho estudiar cosas así.

-Creo que puedo decidir cómo dar mi clase -el anciano lo fulminó con la mirada.

-Desiciones equivocadas -aseguró Ben y bajó la cabeza molesto como si lo hubiera dicho para sí mismo. Volvió a levantar la mirada y tomó sus libros -Tengo cosas más importantes que hacer, no puedo escuchar leyes caducadas.

-Si sale por esa puerta se arrepentirá, señor Devine...

-¡Al diablo!

Ben salió del lugar y caminó hasta la cancha de fútbol. Pudo ver a las animadoras haciendo ejercicios de calentamiento mientras más de la mitad de ellas buscaba la primera oportunidad para hacerle preguntas a Jeannet respecto a su hija.
En cuanto Jeannet lo vio le saludó agitando su mano y corrió hasta él.

-¿Quieres algún verso en particular para el torneo de fútbol?

-Algo que diga que el otro equipo es basura -Ben sonrió sin ánimo.

-Oh -Jeannet suspiró -, sigues de mal humor...

-Se me pasará -prometió Ben.

-Llevas tres mese diciendo eso.

-El mes que viene será mejor.

La muchacha se sentó en el pasto alisándose la diminuta falda y esperó a que él se sentara a su lado para recargar la cabeza en su hombro.

Ben agradeció ese gesto y suspiró mirando la cancha de fútbol. Había cosas buenas después de todo. Escuchó hace poco que vieron a Jeannet con Uriel bastante cariñosos en un lugar, y aunque ella le había dicho que no eran novios, él comprendió que ya no tenía que preocuparse por la francesa. Si podía confiársela a alguien, sería a Uriel.
También platicó con su hermano todo un día completo. Las cosas se había arreglado de una manera bastante extraña, pero la verdad es que Benjamín pocas ganas tenía de discutir y presentar resistencia a una reconciliación. Y la verdad es que se sentía mejor con respecto a Leonardo, a pesar de que no dejaba de sentir que le dolía que dejara pasar tanto tiempo.

Leonardo le platicó respecto a lo que su padre y el padre de Luisa habían hecho para Mark Le Rossignol. Por lo visto habían encontrado suficientes pruebas para acusarlo directamente en su país y asegurarse de que no estuviera dando problemas durante bastante tiempo.

Ojalá pudiera decir que eso le alegró, pero en cuanto escuchó el nombre de Luisa una nube de tristeza le nubló la mirada y no puso mucha atención a las siguientes palabras de su hermano mayor.
No había podido hablarle.
Jeremi se mostró comprensivo cuando de acercó para pedirle que le ayudara a comunicarse con la inglesa. Y hasta vio un poco de reserva al respecto por parte de Uriel. Pero ambos coincidieron en lo mismo. Ella no quería ser encontrada ahora... no quería hablar con él.

¿Pero por que?

Uriel lo había resumido en pocas palabras: “El orgullo de un McAllister es más peligroso que su odio”.

-¿Le hice algo que la ofendiera? -había preguntado Benjamín en ese momento.
-Es ella quien debe decirte eso -dijo Uriel sombrío.

Pero no pudo localizarla para preguntarle directamente.

Se sentía mal por eso.


Le dolía.

Y ni siquiera había podido consolarse con alguien o decir lo que le dolía. Cuando acudió a Zain se encontró con otro duro golpe que terminó de derrumbarlo completamente.

Al parecer Zain había comprendido todas sus fallas... y en vez de darle oportunidad de conversar lo limitó a ser oyente. Le dijo lo que lo sentía y lo que le había dolido querer usarlo... le dijo tantas cosas para terminar con una simple frase que lo habría conmovido de no estar tan abrumado.

“Amo a Carl... Y me ayudaste mucho para comprenderlo... Gracias”

En ese momento Ben prefirió no decirle nada. ¿Para que agobiarlo con su dolor?... Además debería estar contento por que lo había comprendido.

Una semana después se había cambiado a otra Universidad y el nuevo profesor llegó para sustituirlo. Habría sido buena idea luchar por terminar el curso, pero no tenia ánimos para eso.

-Quizá necesites un cambio -dijo Jeannet. Había estado viéndolo con cuidado mientras reflexionaba, de nuevo, y parecía que decir eso le había costado un poco.

-Bastantes cambios he tenido -Ben suspiró.

-Déjame salvarte.

Ben miró a Jean sorprendido y frunció el ceño al no comprender.

-Jean...

-Salvaré lo que me permitas -insistió ella -... Desaparece para aquello que te lastima.
“Huye” pensó Ben con ironía. Se imaginó lejos y dirigió a Jeannet una sonrisa
precavida que le fue correspondida.

-Gracias, Jean.

-Cuando quieras, cher.

* * *

-Que coincidencia encontrarte aquí... Mark.

Mark volteó para encontrarse con una mirada azul que le miraba divertida. Reconoció al instante al muchacho y maldijo mentalmente que lo hubieran transferido a ese lugar.

El juicio había sido agotador en verdad. Antonio Devine resultó ser más que ese brillante empresario al mover todos los hilos necesarios para que el abogado de Mark no tuviera muchas elecciones de sacarlo airoso de ese problema.
Sin embargo no fue lo peor del caso. Su padre había estado totalmente de acuerdo con todas las pruebas presentadas y desde que la sentencia fue dictada en su completa contra le dio la espalda.

-Solo tendrás de mí lo necesario -había dicho su padre con voz neutral.

Jeremi McAllister se mostró tan neutro como su padre y como el señor Devine. Cuando le tocó decirle alguna palabra fue asegurándose de que decidiera no volver a meterse con esas personas.

-Tengo pruebas de que abusaste de ella -Jeremi permaneció tranquilo -No creo que salgas de esto tan pronto, Mark, pero si es que encuentras la manera podré volverte a meter a una celda si es que me entero de que te metes con alguien a quien conozca.

Ahora estaba ahí, recién trasladado, y lo primero que se encontraba era a Thomas
Flich, el primer novio de su hermana.

Thomas no era hijo de ningún millonario y desde que Mark lo conoció supo que estaba en malos pasos. Investigó todo de él y supo que no solo era un drogadicto patético, también estaba relacionado con distribuidores... Solo bastó mover un poco para poder encerrarlo durante todo ese tiempo.

-Es una pena -murmuró Thomas con una cínica sonrisa -Tanto esperar para salir y volver a verte para que seas tu quien llega a mi justo cuando casi me voy... Pero no te preocupes, Mark... Hice bastantes amigos que te atenderán como mereces cuando no esté... Y ten por seguro que este mes no se te olvidará jamás... amigo mío.

* * * Japón * * *



Ben suspiró colocando la última maleta en el suelo de la habitación. Era un sitio más grande del que provenía y en la mayoría de los muebles se veían libros y espacio suficiente para que él cargara con toda la biblioteca. Claro que no la necesitaba de todas formas y no imaginaba la cara de su padre pidiéndole libros cuando se suponía que se quería alejar, incluso de él. Así que sacó su único libro en japonés y lo coloco en el escritorio con un suspiro.
Tendría que acostumbrarse, no pensaba dejarse derrumbar una vez mas. Además el licenciado Laurence había confiado en él y no pensaba decepcionarlo. Después de todo había hecho todos esos tramites para que ahora estuviera en esa Universidad sin problema alguno.

-Por mi antes que nada -murmuró cerrando los ojos para caminar a la cama y dejarse caer... Tenía la impresión de que no valía la pena que se esforzaran tanto, pero no estaba seguro de querer analizarlo de nuevo ya que la primera vez no llegó a una respuesta satisfactoria.

Un muchacho de cabellos oscuros entró en la habitación dejando la mochila en un rincón, y se quedó mirando extrañado al chico que descansaba en la cama libre. Esbozó una sonrisa y decidió mantener al menos una presentación.

-¡¡Hola!!... ¿Eres el nuevo? - sonrió el chico llamado Kenshiro mientras se sentaba
en la otra cama

Ben lo miró algo sorprendido y sonrió.

-Hello!...

Kenshiro se dejó caer en la cama dándose un golpe contra la pared. ¿Que demonios hacia ese chico en Japón hablando ingles?. Lo malo era que él y los idiomas extranjeros no se llevaban nada bien...

-This is your room? -preguntó Benjamín con amabilidad.

- Yes, you're new in the university... -Kenshiro dudó unos segundos odiándose al olvidar las clases de ingles -Right?

-Yeah, I just arrived. I'm going to study here...

- Which profession?

- Lawyer... And you?

-Journalist -Kenshiro sonrió satisfecho -I like that profession...

Kenshiro se mostró bastante nervioso al tener que estar hablando tanto en inglés y suspiró observando al nuevo, en especial por que aun no averiguaba datos personales.

- What is your name?

-Devine Benjamin... -Ben se acomodo mirándolo con una agradable sonrisa -Are you speack English?

- No... I'm a... err.. failure... in languages... -se pasó una mano nervioso por el pelo -And you japanese? -estaba bastante extrañado ante eso.

-Por ahí hubieras empezado -dijo Ben cerrando los ojos. -Sé un poco del idioma, lo necesario...

Kenshiro frunció el ceño y se alcanzó su almohada, para después arrojarsela con
fuerza a la cara de aquel pecoso.

-Baka, yo... -se cruzó de brazos -Quien te manda hablar inglés en Japón ¿eh? Ben se asomó sujetando la almohada.

-No lo pude resistir... ¿Sabias que sudas cuando estas nervioso? -pregunto amablemente -Eso te hace ver sexy.

- ¿Y eso significa que me vas a poner a sudar muchas veces? -Kenshiro arqueó una ceja observando al muchacho.

-¿Se puede?... -lo miró con una extraña sonrisa -Aunque querria que fuera en otras circunstancias, En fin... Como te dije me llamo Benjamin Devine... Ben para los amigos... y si te portas bien tal vez seamos mas que amigos.
Kenshiro volvió a mirarle extrañado. Se sentó en la cama con las piernas cruzadas sobre el colchón y se rascó la cabeza con la mano.

- Takato Kenshiro -se presentó -Y si te portas bien te dejaré llamarme "Ken" -rió para sí mismo.

Ben rió sentándose en la cama.

- ¡¡¡Suena bien!!! ¡¡¡Y no dudes que seré bueno!!!... ¡Muy bueno!

- Mientras que no te de por meterte en el cuarto de baño, estando yo dentro, sin avisar... todo estará bien -se dejó caer hacia un lado de la cama, extrañando la almohada que le había tirado a aquel chico.

Ben se levantó y le acercó la almohada.

- Trato hecho... Lo que menos quiero son problemas... Se supone que estudiare y sere un gran abogado... ¡El mejor!

- ¿En serio? -Ken parpadeó -No tienes mucho aspecto de ser muy estudioso... - rió levemente tomando la almohada y poniéndosela debajo de la cabeza.

- Esa es la idea -le sonrió -Parecer inteligente te mete en mas problemas que no parecerlo. Al menos pude evitar que me recibieran con banda honorífica -masculló irónico -¿Qué dirían? ¿"Un chico gay con cerebro asombroso"?... Jo... ¡Mejor me doy un tiro por tanta presión!

- Estoy seguro que se tomarían más a diversión que fueses listo a gay - se levantó de golpe y lazó un puño apretándolo - ¡Además!... Si te molestan me lo dices!!... Tengo fama de temerario en este lugar -suspiró y se dejó caer en la cama por el esfuerzo hecho al alzar el brazo - Aunque los hay peores...

- Gracias... -Ben le pegó con los dedos en la nariz -Aunque este gay estuvo en el equipo de fútbol tumbando a unos cuantos... Pero... -apretó un puño -¡¡Si alguien intenta burlarse de mí al hablar japonés te llamare!!... Así podrás traducirme.

Kenshiro se frotó la nariz por el golpe. Se levantó y le pasó un brazo por encima del hombro al pelirrojo.

-¿Entrarás en el equipo de la escuela? -preguntó sonriendo -Si quieres tengo enchufe con el entrenador...

-¡¡Claro!!... Entrare a derribar chicos, ¡¡es mi hobby!!

Olvidarse de todo, eso era lo que Ben necesitaba. Miró con cariño a su nuevo amigo y rogó en silencio por que todo resultara bien en ese lugar.

- o siete años después o -



Benjamín agradeció que las puertas del elevador se abrieran y apresuró al licenciado Ridders a salir con unas palmaditas en su hombro. Andy Ridders era el integrante más joven y reciente de la empresa y, a pesar de que ya tenia un mes completo trabajando con ellos, parecía no acostumbrarse a pertenecer al mejor lugar (y mucho menos trabajar con Ben).

En lo personal a Benjamín le gustaba su entusiasmo. Era raro no ver los ojos cafés con una mirada picara o esa sonrisa casi infantil. No le gustaban las corbatas más que a él, pero parecía importarle que le tuvieran en buen concepto así que cada que Ben los sorprendía se acomodaba todo el traje a pesar de que lucía perfecto.
Andy salió caminando del elevador de espaldas sin dejar de hablar de un caso que tenía. Ben suspiró fastidiado cuando casi atropella a una de las secretarias y se rascó la mejilla de manera discreta.

-Llámame y lo analizaremos con más tiempo -dijo Ben al fin.

El semblante de Andy se iluminó de alegría y balbuceó un agradecimiento. Cuando las puertas se volvieron a cerrar Ben suspiró de nuevo.

-Difícil negarle algo, ¿no? -preguntó la secretaria con cordialidad; era la misma que esquivó a Andy y tenía muchas carpetas en los brazos.

-Es una de las razones por las que trabaja aquí -Ben le retiró lo que cargaba y sonrió -; también he oído que en ocasiones da señales de inteligencia.

-Algunas veces -ella se sonrojó -¿Viene a ver a alguien en especial?

-Un caso -murmuró Ben sin darle importancia.

-Tal vez conozca al jefe -ella habló con burla -Yo acabo de llegar a trabajar y cuando veo a la secretaria del señor Devine, resulta que se encuentra de viaje.

-Que molesto -Ben rió.

Las puertas volvieron a abrirse. Ambos salieron y caminaron hacia la oficina principal.

-¿Hablaras con Mary? -preguntó la joven secretaria haciendo a un lado el formalismo.

-Entre otras cosas -respondió él.

Mary era la secretaria principal. Había comenzado a trabajar para el nuevo Bufete desde que inició mostrando envidiable eficiencia y encanto. Se trataba de una mujer muy elegante y joven a la que le gustaba lucir su cabello negro suelto y caminar de manera que todos se dieran cuenta de que era ella quien lo estaba haciendo. Aunque jamás se había esforzado mucho... la mayoría de los hombres pensaban que era preciosa.

Benjamín notó que la joven secretaria lo miraba un poco curiosa, eso lo incomodó un poco, pero Mary apareció cargada de una caja intentando revisar su contenido y caminar a la vez hasta que los vio.

-Necesito encontrar un documento, Susan -dijo Mary a la joven secretaria y puso la caja en el escritorio más cercano ante la mirada embelesada de un hombre que detuvo su trabajo -Archivos que el señor Devine ocupara muy pronto.

El pelirrojo suspiró resignado.

-Claro -Susan hizo una mueca mirando los documentos que Ben le había ayudado a cargar -¿Esta el señor Devine en su oficina?

-Lo estará en unos instantes -Mary enarcó una ceja y se acomodó los enormes lentes que usaba para trabajar textos y miró a Benjamín -Andy ha estado llamando como loco a la oficina... Te recomiendo que vean ese caso en breve, antes de que todo el piso quiera ahorcarlo con su propia corbata por llamar a cada línea y preguntar si te han visto.

-Lo citaré a la hora del desayuno -Ben colocó los papeles que estaba cargando en el mismo escritorio donde estaba la caja.

-Le avisaré -Mary hizo una mueca y escribió unos datos rápidamente en un papel para dárselo a Susan -En cuanto tengas los documentos comunícate conmigo... Yo me encargaré de lo que has traído -agarró todos los papeles de Susan y caminó hasta donde estaba su oficina -¡¡Nos vemos más tarde!!
Ben sonrió con algo de resignación y miró a Susan quien hacía una mueca de burla.

-Solo si el jefe es igual de exigente puedo concebir que se lleven bien -dijo agarrando la caja y regresando al elevador.

Benjamín enarcó una ceja y caminó hasta su oficina procurando buscar una hora que le permitiera conocer al personal más reciente.

* * *

-Andy no tiene un caso complicado. Su problema es que el cliente no lo quiere. Benjamín torció los labios impaciente sin dejar de golpear la mesa con la pluma. Miró a Mary y suspiró.

-Tomaré el caso si es que Andy no tiene problemas.

-Estará encantado -dijo ella con burla e hizo anotaciones en su libreta para después levantarse -Le informaré y traeré los documentos... Me sustituirá Susan en ese tiempo, así que si necesitas algo...

-Entiendo -interrumpió Benjamín haciendo una señal con la mano para que saliera de una buena vez. Cuando ella cerró la puerta se levantó para acercarse al balcón y salió estirando los brazos. El viento le revolvió el cabello rojo mientras se apoyaba para mirar a la gente apresurada caminando por la calle y los autos de varios colores y modelos añadiendo más ruido a la cuidad de la capital del país.

Se obligó a apartar la vista cuando alguien lo llamó por su nombre de manera reservada e insegura. Al voltear se encontró con Susan, estaba colocando unos documentos y le miraba con un toque de incredulidad.

-Muchas gracias, Susan -dijo él dedicándole una amable sonrisa -¿Puedes preparar un café?

-Si, señor Devine...

-Benjamín esta bien -él se acercó y ojeó los documentos -, así no me siento tan viejo y gruñón.

Susan rió de manera nerviosa y salió de la oficina.

Un caso de divorcio. Benjamín resoplo aburrido por eso: La señora de Magallanes había encontrado una buena razón para dejar de serlo, por supuesto que su marido no pensaba igual.

Había oído algo de los Magallanes... David, el menor de los cinco hijos había sido novio de Sara. Su accidentada relación era la causa de que un Devine no pudiera ver a un Magallanes sin un insulto de por medio.

La esposa no demandaba nada económico. Solo quería conservar a su hijo.

Benjamín estuvo a punto de preguntarse la razón de que lo pidieran precisamente a él cuando de topó con una carpeta etiquetada con una frase que lo inquietó. “Violencia intrafamiliar”.

Revisó el contenido encontrando fechas y declaraciones de testigos: la mayoría eran trabajadores domésticos.

En otra carpeta venía una copia de las declaraciones del esposo acompañado del nombre de su abogado: Uriel McLogan.

-Ahora veo el problema -murmuró Benjamín y levantó el auricular del teléfono - Necesito una cita con la señora Magallanes... Y también un espacio con Uriel McLogan.
-Claro -se escuchó la voz de Mary y el sonido de las teclas de la computadora en la que, seguramente, había estado trabajando -Tienes libre hasta el lunes de la próxima semana.

-Cancela algún compromiso de mañana -pidió Ben.

-Mañana hay reunión...

-Pásala para el lunes... necesito ver a esas personas pronto.

Se escuchó que Mary bufaba.

-Esta bien... Pero Uriel McLogan podría tener el día ocupado -dijo ella con ironía.

-Solo llámalo y dile la hora y el lugar de la cita... En cuanto sepa que se trata de mí cancelara todo lo que tenga que hacer.

* * *

Llegó tarde al día siguiente. Fue detenido en la entrada, pero gracias al milagroso sonido de su apellido había captado la atención del capitán de meseros quien lo trataba con suficiente cuidado como para convencerlo de no volver en mucho tiempo.

En la mesa estaba un bolso, pero no había señales de la señora. Benjamín se sentó algo fastidiado fingiendo revisar el menú hasta que se topó con algo que le pareció aceptable para desayunar.

Algo le mojó la cara. Volteó a un lado de la mesa encontrando a un niño de unos siete años con una pistola de agua en las manos. El capitán de meseros se acercó horrorizado e intentó secarle el agua.

-No es necesario -insistió Benjamín algo molesto y miró al niño después de que el mesero se retiró -¿Pensabas hacerme algo con eso?

El pequeño no contestó. Se pasó la mano por el cabello negro con un gesto de impaciencia y puso su juguete en la mesa para apoyarse y mirarlo.

-Tienes el pelo rojo -dijo el niño con desconfianza.

-Lamento que no te guste, pero no pienso pintarlo -Benjamín fingió inocencia.

-Tus ojos son grises -el pequeño lo ignoró.

-Como los tuyos.

-Si -eso pareció molestarlo más y se rascó una rodilla -Esta es mi mesa.

Benjamín enarcó una ceja.

-Entonces tengo una cita con tu mama.
-Es lo que no me gusta -dijo él torciendo la boca.

-¿Qué edad tienes?

-¿Qué edad tienes tu? -replicó el niño.

-Yo pregunte primero -Benjamín frunció el ceño.

-Seis.

-Treinta -respondió satisfecho -¿Dónde esta tu mama?

-Buscándome... No tardará en venir para regañarme por mojar el vestido de una señora gorda.

-Si te consuela no le diré que me mojaste la cara -dijo Ben en tono conciliador.

El pequeño no pareció agradecer eso. Lo estudió con sumo interés y revolvió la soda que estaba a su alcance al mismo tiempo.

-¿Cómo te llamas?

-Benjamín Devine.
El niño torció de nuevo la boca.

-Yo soy Richard, ¿sabías?

¿Richard? Benjamín quiso preguntarle algo, pero en ese momento vio que una mano femenina se apoyaba en el hombro del niño. El pequeño levantó la cabeza y sonrió a su madre al mismo tiempo que Ben palidecía por la sorpresa.

-Luisa -susurró.

No tenía duda alguna que se trataba de ella. Su cabello estaba cuidadosamente peinado y lucía suave y brillante. Había maquillado su cara de manera ligera y un par de bellos pendientes le adornaban las orejas. Vestía con un elegante traje color beige que se veía fresco y combinaba perfectamente con el bolso que había encontrado en la mesa. Y le sonreía de una manera que le cautivó profundamente hasta que pudo reaccionar y ver al niño de nuevo.

-¿Luisa de Magallanes?

Ella rió. Se acomodó en la silla e hizo un ademán negativo.

-Soy soltera -Ben posó sus ojos en Richard -Madre soltera -agregó Luisa con suavidad al notar ese gesto. -¿Te ha simpatizado Benjamín, hijo? -preguntó acomodándole el pelo negro.

-¿Es él, mamá?

-Si, cariño. -Luisa le besó la frente.

Richard agarró su juguete y corrió por entre las mesas, un mesero tuvo que esquivarlo para no caerse.

-Parece que esperas periodos de tiempo para verme -murmuró él.

-Solo si lo creo necesario.

Luisa guardó silencio como si estuviera pensando en la frase que acababa de pronunciar. Se le veía algo confundida como si no pudiera explicarse lo dicho y terminó por dejarlo para volver a concentrarse en él.

-Te vez bastante bien... ¿Estas con alguien actualmente?

Como si le hubieran quedado ganas. Ben hizo una mueca acompañado de un ademán negativo. En rostro de ella adquirió una expresión que la hizo ver más dulce. Le gustó incluso el momento en que frunció el ceño acentuando las líneas de expresión en su frente.

-¿Quieres que sea cuidadosa con lo que voy a decirte?

-¿Esperas que sospeche algo? -preguntó él a su vez al comprender que todo ese asunto comenzaba a asustarlo de forma ridícula.

-Quizá -admitió ella.

-¿Vas a disculparte por no esperarme en el aeropuerto?... Quería verte.

-Me viste -ella sonrió con tristeza -, me llamaste y me pediste que me quedara... pero también me confundiste con Luis...

…l la miró con un gesto interrogativo.

-Me había cortado el cabello.

Eso explicaba muchas cosas. Recordarlas era lo suficientemente doloroso para perder la compostura, Benjamín miró el gesto triste en Luisa mezclado con una extraña vergüenza y enfado. Comprender lo que eso significaba le hacía enfadar y entristecer también y levantó la mirada hasta donde Richard estaba atacando sin piedad a otro par de niños con su pistola de agua.

-No podemos hablar de él ahora -susurró Luisa al notar que miraba al niño.

-Tu siempre fuiste orgullosa -recordó Ben -, era lo único a lo que tu hermano temía.

-No metas a mi hermano ahora -pidió ella frunciendo el ceño -Mi orgullo no ha disminuido y te aseguro que aun estoy enfadada a pesar de saber el daño que te he hecho.

-Viniste a perdonarme y a que te perdone -Benjamín bajó la mirada -Me negaste a mi hijo todo este tiempo... ¿Qué quieres que sienta por eso, Luisa?

-Eso depende de ti -ella tomó su bolso y extrajo de él una tarjeta que colocó en la mesa -Te veré con más tiempo.

-Podría odiarte por esto -murmuró él al verla levantarse.

Ella frunció el ceño y volteó para mirarlo con neutralidad hasta que apretó los labios y se pasó una mano por el cabello en un gesto impaciente.

-Tómate tu tiempo para pensar, Ben -dijo ella finalmente -Yo tuve que analizarlo por siete años hasta que el dolor pareció suavizarse.

-¿Richard?

-Por él no te preocupes... Tu hijo te adora.

Luisa caminó hasta Richard para tomarlo por la mano y acomodarle el pelo de nuevo. Se disculpó con la madre de los otros dos niños y tras sonreír caminó hacia la salida y atravesó la puerta sin voltear a verlo de nuevo.

Cuando el mesero se acercó a tomar su orden descubrió que había perdido el apetito. Pidió un jugo y permaneció ausente a cualquier otro sonido que pudiera sacarlo de sus reflexiones. Estuvo más consciente que nunca del dolor que lo había convencido de viajar hasta Japón y estudiar ahí la carrera; había huido de él y justo ahora llegaba el momento de enfrentarlo.

Su cabeza estaba llena de tantas cosas que creía imposible llegar a pensar con claridad. En especial estaba ese peligroso resentimiento hacia Luisa por no darle la oportunidad de no conocer a Richard.

Los ojos de Benjamín se llenaron de lágrimas por eso... no había compartido los primeros años con su hijo por la tontería de dos jóvenes.

“Tu tontería” le dijo una vocecilla interior “... el orgullo de ella”.

Luisa estaba consciente de todo eso... Había tenido bastante tiempo para imaginar las posibles reacciones de esa revelación, pero la verdad era que lo había dejado en un punto donde simplemente no sabía cómo reaccionar.
Quería gritarle, reclamarle... odiarla.

Pero no podía.

Había comprendido el dolor al que la había expuesto años atrás a pesar de que estaba convencido que la amaba.

¿Amarla?

Benjamín frunció el ceño con ese pensamiento y entrelazó los dedos de las manos donde apoyó su barbilla. Acudieron a su mente esas imágenes borrosas y entrecortadas donde acariciaba su piel convencido de que se trataba de Luis. Había visto una y otra vez esas imágenes en sueños, pero también había visto cómo Luis desaparecía y ella tomaba su lugar. Entonces la abrazó. Sentía hacia ella una ansiedad sorprendente mientras arrullaba su cuerpo y le decía que la amaba.
Lo absurdo de todo eso era despertar y meterse a la regadera murmurando que era imposible, mientras mentalmente rogaba que el agua fría le arrastrara el último recuerdo de esas imágenes.

Benjamín tomó la tarjeta que ella había dejado y leyó con atención el nombre de un Hotel. En el reverso estaba escrito un numero de teléfono y el nombre completo de ella.

Ya había hecho que Luisa jugara a su ritmo. Quizá era hora de probar con el de ella.

* * *



-En mi muy humilde opinión (que espero que tú si tomes en cuenta), ambos son unos necios infantiles.

Benjamín rió encantado de escuchar las palabras de Uriel. Se habían encontrado esa misma tarde y se dio el gusto de avergonzarlo en el lugar tras estrecharlo y decirle un montón de bobadas románticas hasta que Uriel comenzó a gritarle exasperado olvidándose de que estaban en un sitió publico. Después de eso caminaron hasta un café más modesto y pudieron conversar con más tranquilidad.
-Luisa tuvo razón... hasta cierto punto.

-Si... y cuando se decide a hablarte estas perdido en Japón -Uriel lo miró con ironía -¿No pudiste dejar aunque sea un numero telefónico?

-Quería desaparecer -admitió Benjamín.

-Lo lograste... Después de eso Luisa volvió a encapricharse y dejó de buscarte... Hasta que un día entró a mi oficina y me pidió que la ayudara de la manera más rara que jamás he visto.

-El caso de la señora Magallanes esta resuelto, ¿cierto?

-Tiene casi un mes -Uriel le restó importancia -, a mi secretaria le costó trabajo entender por qué le pedí que cambiara mi nombre para que creyeras que defendía al señor Magallanes, pero no importa.

-Luisa es extraña.

-Necia -corrigió Uriel como si de nuevo fuera a perder la paciencia. -Creo que le habría sido más fácil llamarte por teléfono, pero en cuanto se lo ofrecí me sacó esta idea descabellada... Creo que quería sorprenderte.

-Lo habría logrado igual.

Uriel le miró con comprensión.

-No te sientas mal por esto... Ella estaba indescifrable cuando decidió volver a hablar contigo y creo que no soportaría saber que aun ahora te causa pesar... Aunque claro que no sé lo que me causaría si me hubiera hecho esta necedad a mí.

Benjamín tampoco estaba seguro. Y la verdad es que había algo que le inquietaba con solo pensar en lo que le diría en cuanto la tuviera enfrente.

* * *

Richard no estaba por ningún lado. Benjamín había pensado que su presencia le incomodaría, pero la verdad es que le incomodaba más ese silencio que se había
extendido en la habitación desde que entró y se dejó caer en el cómodo sofá de la habitación.

Luisa estaba frente a él. Se había sentado poco después cuando tuvo en frente dos tazas de café. Probablemente al ver que había tanto silencio decidió entretenerse con la suya, y desde entonces no había comentado absolutamente nada. Y cuando pareció querer hablar prefirió no hacerlo como si lo hubiese pensado mejor y considerara que no era adecuado.

Cuando Benjamín levantó la mirada para verla quedó maravillado. Ella había volteado su cabeza contra la luz del atardecer y el sol le aclaraba los cabellos ligeramente matizando su imagen en un hermoso juego de sombras. Al igual que la ultima vez que la vio vestía de manera elegante, pero esta vez había permitido tener desabrochados dos de los botones de su camisa blanca y se alcanzaba a
ver la sombra entre sus senos. Tenía la barbilla recargada en una de sus manos y con esa suave expresión daba la impresión de que estaba pensando muy detalladamente lo que quería decir a continuación, pero que no se atrevía.

Entonces volteó para verlo. Al descubrirse observada un rubor acudió a sus mejillas haciendo de la imagen la más maravillosa que Ben no había visto desde hace bastante tiempo. Incómodo se aclaró la garganta y desvió la vista deseando que el rubor se desvaneciera de su propia cara caliente.

-¿Tenemos futuro? -preguntó ella de repente.

No parecía ser una pregunta para él. Y la verdad es que de repente Benjamín se sintió incapaz de responderla. Sin embargo el pensamiento de otra temporada alejado de ella le dolió y suspiró.

-¿Quieres tenerlo? -preguntó entonces.

Luisa lo miró con sorpresa. Estaba claro que no se esperaba eso. Su gesto se ensombreció como si creyera imposible que ellos dos pudiesen estar juntos y por un momento Benjamín pensó que se echaría a llorar desconsoladamente.

-¿Por qué te acostaste conmigo? -preguntó Benjamín.

-Quería hacerlo -dijo ella simplemente.

Benjamín frunció el ceño. No era la respuesta que esperaba.

-Pensé que era lo que te hacía falta para comprender que jamás volverías a tener la oportunidad de tener a Luis, aun a través de mí... Pero, me equivoqué.

-He tenido imágenes borrosas al respecto -confesó Benjamín -Durante mi estancia en Japón te soñé a ti pensando que había estado con él... Pero no me cabe en la cabeza que decidas tener sexo conmigo solo por que se te dio la oportunidad... Solo por que Zain te dijo donde encontrarme.

-¿Sexo? -murmuró Luisa pensativa y se levantó hacia las cortinas. La luz le pegó de lleno y se vio más maravillosa que nunca. -... ¿Sexo?...

Un gesto de disgusto acudió a su rostro entonces y volvió a mirarlo.

-Cuando lo dices así me da la impresión de que me aproveché de ti.

La verdad es que así lo había pensado por un momento. Benjamín se sintió un poco avergonzado y bajó la cabeza intentando tomarle un poco de interés a ese café que ella había servido.

-Lo hice -dijo ella finalmente sorprendiéndolo. -Zain me dijo donde estabas y las condiciones en las que te encontraría... La decisión de ir a tu encuentro fue mía, pero debo admitir que no esperaba más que una platica contigo... quizá hasta dormir juntos... Pero...
-Te arrastré a la cama y te hice el amor -resumió Benjamín. -Estaba tan borracho que no vi la diferencia entre tu cuerpo y el de Luis.

-Si -ella sonrió con suavidad -, eso pudo ser lo que pasó.

De nuevo silencio. Esta vez ella se permitió estudiarlo con delicadeza mientras jugueteaba con la cucharilla del café y hacía gestos ligeros. Finalmente hizo un ademán negativo y una milagrosa sonrisa se dibujó en sus labios.

-Y la verdad es que no me estoy quejando de eso... Es solo que despertar fue un poco duro... Cuando me llamaste en el aeropuerto sentí que teníamos esperanzas, pero... No fue a mí a quien le rogaste que se quedara.

-¿Te quedarías si te lo pido ahora? -preguntó él.

Luisa dejó caer la cucharilla de la sorpresa. Lo miró incrédula y con la boca abierta como si no fuese capaz de formular una frase adecuada a la situación hasta que frunció el ceño y apretó los labios suspirando.

-¿Lo haces por Richard?

-No le digas, pero hasta ahora me acordé de Richard -Benjamín se sonrojó.
La expresión de Luisa se suavizó hasta que el rubor le inundó las mejillas y las lágrimas se le acumularon en los ojos.

-¿Quedarme? -preguntó entonces con un tono de voz melancólico.

-Para siempre... Richard y tu... Los tres...

Y ella se puso a llorar.

Benjamín se levantó para sentarse a su lado y la abrazó susurrando palabras cariñosas.

-¿Por qué, Benjamín?

-¿Por qué? -repitió él y se rió de sí mismo -Por que te amo...

F I N

Notas de la autora:

Takato Kenshiro es propiedad de mi amiga Shizuka... ya sabrán de él más adelante, es un chico muy simpático n_n. Y fue ella también quien me ayudó a hacer el fragmento en donde Benjamín llega a Japón.
¡¡¡Gracias!!

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