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Where The Wind Shines por HaePark

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Notas del fanfic:

¡Buenas!

Llevaba ya unos cuantos meses deseando empezar con este fic, y finalmente he podido, así que paso a traérselo. 

Pero antes de dejarles leer, debo aclarar un par de cosas:

1.-Es un fic de Naruto, claramente, pero uno un poco fuera de lo normal. La causa de esto es que jamás en mi tierna infancia vi Naruto, ni siquiera el primer capítulo. Nada. Me he leído toda la wikipedia, pero no cuento con que sea suficiente. Así que si ven algo que no les cuadra mucho con la trama verdadera de Naruto, ya saben la razón.

2.-Sobre los capítulos, me estoy planteando subirlos de dos en dos a partir de este. En total son dieciocho capítulos que narran dos historias diferentes (la de Itachi y la de Sasuke) que se acaban cruzando al final. En los capítulos pares se narra la de Itachi, y en los impares la de Sasuke, por eso me estoy planteando en cada subida subir uno de cada una de las dos. No sé.

3.-Como siempre, aviso de las actualizaciones, hago mini spoilers y observo sugerencias por mi tuitá-> @HaenyPark

4.-Hiyoku significa fertilidad, por eso los demonios fértiles o donceles son llamados así en este fic.

5.-Les advierto que si hay algo que me guste a la hora de escribir, es la intensidad en las tramas y relatos. Espérense de todo.

Notas del capitulo:

La idea de este fic y este en general está dedicada a Sofía o Gonchi, una chica con una sonrisa preciosa, unas ideas muy claras, una mente muy inteligente y una sinceridad realmente envidiable.

Te quiero.

Los truenos resuenan en el horizonte. Su estridente sonido es equiparable al de los cascos de cientos de caballos, que recorren el poblado arrasando todo a su paso. El viento, lejos de brillar, silba impetuosamente entre las ventanas de la aldea Igawakure, avivando el fuego que arde por toda la ciudad, incrementando con ello el miedo y el nivel de bajas y  de destrucción.

En medio de todo ese desasosiego, un hombre escapa por la puerta trasera de su casa, la cual ya está en llamas. Lleva un bulto en cada brazo, tapado por sábanas raídas. El hombre chapotea sobre el barro, la lluvia arrecia y se cala la ropa. Ignora todas las molestias, en su persistente decisión por alcanzar el establo y escapar del asedio al que están sometiendo su aldea.

Entra por fin en las cuadras y, rápidamente, se apresura a sacar un caballo de su cubículo y a montar de un salto sobre él. Acomoda ambos bultos sobre su regazo, bien sujetos para que no se caigan. Se endereza sobre el caballo, lo pone al galope y sale del establo a toda velocidad.

-Estamos a salvo.-suspira.

Eso cree.

El caballo atraviesa la calle de la aldea, la gente chilla asustada ante el nuevo peligro, pero el hombre ignora los gritos deliberadamente. Tiene prisa por salir de la aldea, por poner su carga a salvo.

Pero justo cuando parecía que iba a alcanzar con éxito su propósito, un trueno resuena en el horizonte y el caballo se encabrita. Se coloca a dos patas, las delanteras ondeando en el aire.

-¡Soo!-exclama el hombre, asustado, mientras tira con fuerza de las riendas para frenar en seco al caballo. Rápidamente, agarra la sábana con la que tapa su carga, pero demasiado tarde, puesto que uno de los bultos resbala por el lomo del caballo y cae al suelo, sobre un charco de barro, salpicando todo con el mismo.

 La sábana se desliza por la caída, dejando a la vista el cuerpo de un niño, de pelo moreno intenso y con el rostro completamente blanco.

-¡Itachi!-el hombre hace ademán de descender del caballo para recoger a su hijo, cuando una voz lo detiene:

-Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?

Tres hombres encapuchados se acercan a la escena. Todos empuñan enormes espadas y visten capas iguales, completamente negras y caladas por la incesante lluvia. Por la parte delantera, está estampada en la tela negra una serpiente roja y enorme, como símbolo de su clan.

Instintivamente, el hombre se agarra más al otro bulto, a su otro hijo. Lo esconde entre las telas de su capa, protegiéndolo con su propio cuerpo para que los invasores no lo encuentren.

Los tres intrusos se acercan al niño tirado en el suelo, a Itachi.

-¡Dejadlo!-grita su padre, al verlos agacharse a su alrededor.

Uno de los encapuchados levanta su empapado rostro para mirar a su interlocutor y sonríe malvada y sardónicamente.

-¿Cuántos años tiene?-pregunta, cogiendo al niño por el brazo para levantarlo.

El padre frunce el ceño, no se esperaba la pregunta. Pero finalmente frunce los labios, negándose a dar ninguna información sobre su hijo.

 Otro de los encapuchados se incorpora, se acerca a él, espada en mano, y la coloca junto a su cuello, prácticamente rozando la piel del mismo con la hoja.

-Responde.-insta el primero.

Ante la vívida amenaza de la espada, el hombre decide responder.

-T-tiene cuatro años…

Los tres hombres se miran.

-Cuatro, ¿Eh?-el de la espada aparta el arma del cuello del hombre y retrocede. Se agacha junto a Itachi y lo recoge.-Nos lo llevamos.

-¡No! ¡Dejadlo! ¡No dejaré que se lo lleven!

En un acto desesperado, el padre espolea al caballo con fuerza y carga contra el hombre que estaba cogiendo a Itachi en brazos. Pero éste es más rápido, prevé el movimiento del hombre, y con un solo y simple giro de empuñadura de espada, decapita al padre de Itachi, que aún está montado sobre el lomo del caballo.

Su último grito resuena por toda la aldea y con un golpe sordo, su cuerpo inerte cae al suelo, por otro lado su cabeza. El caballo vuelve a encabritarse y escapa.

 La presión con la que el hombre sujetaba a su  otro hijo contra sí mismo se afloja al quedar la mano flácida, pero quiso la providencia que al caer del caballo, cae sobre su hijo, y esconde al mismo bajo su cuerpo.

Los invasores recogen a Itachi y se lo llevan, dejando al cadáver de su padre olvidado, tirado sobre el pasto.

Jamás pensaron que Itachi tuviese un hermano.

Jamás se dieron cuenta de que en esa escena hubo tres personas.

Jamás supieron que se habían equivocado.

 

 

 

 

 

-Hemos llegado tarde.

Ryou Yune suspira.

-No me digas.

Le da unas palmaditas a su caballo para calmarlo, mientras que contempla la hermosa aldea Igawakure completamente derruida, destrozada, polvorienta, apestando a desgracia.  Esa escena le parte el alma. Las imágenes del sitio como era antes, esplendoroso, brillante, lleno de vida, y como está ahora, derribado, asqueroso, como un infierno en tierra, se superponen en su mente, llenándolo de tristeza y melancolía.

-Juramos protegerlos.-le recuerda Ryou a su líder, el cual observa el terrible espectáculo a su lado.- ¿Qué van a pensar ahora de nosotros?

-Si es que aún pueden pensar algo.-interviene un tercer guerrero.-¿Creéis que quedará alguien vivo?

-Deberíamos hacer una batida para comprobarlo. Me gustaría saber también quiénes eran los invasores, y, sobre todo, sus razones para atacar al pueblo Hiyoku. Aunque creo que esto último suele ser muy evidente; igual me gustaría verificarlo. Ryou, Kaito, encargaos con algunos hombres de esto. Uzumaki, vamos tú y yo a ver si hay supervivientes.

Los hombres asienten a las órdenes de su líder y se ponen en marcha.

-Uzumaki, separémonos.-propone el líder una vez están dentro de la aldea.-Sigue por la calle derecha, yo iré por la izquierda.

Ambos parten en las direcciones acordadas. Uzumaki va mirando a izquierda y derecha, entrando en cada casa, llamando a gritos a la gente, registrando las cabañas de arriba abajo. Las mismas, están llenas de cadáveres. Hombres abrazando a sus hijos. Niños con su última mueca de susto plasmada en la cara. La desesperación, la tragedia, y un ardiente sentimiento de culpa se entremezclan en el corazón del guerrero ninja, formándole una pesada piedra en el fondo de su alma. ¿Por qué no llegamos antes? Se pregunta el hombre. La respuesta la conoce, el aviso no llegó a tiempo. Pero es difícil no pensar que si hubiese llegado bien…¿Cuántas vidas se hubiesen podido salvar?

Su aldea de ninjas y la de los demonios Hiyoku se conocían desde hacía cientos de generaciones, desde que uno de sus líderes ninjas tuvo un hijo con otro de los líderes Hiyokus. El niño había crecido fuerte, sano, valiente, perfecto, casi como un semidiós. Prácticamente invencible, poderoso como ninguno y bello como el que más.

Fue con este hecho cuando ambos pueblos se dieron cuenta de que la guerra no llevaba a ningún lado, mientras que a los dos pueblos les beneficiaba estar en buenas relaciones con el contrario. Desde que se había realizado la alianza, muchos varones ninjas habían mantenido relaciones con los demonios Hiyokus, muchos habían tenido hijos, otros muchos se habían casado. Los ninjas protegían a su pueblo, y todos vivían felices y en paz.

Pero luego había empezado la época de guerras. El secreto de los hijos semidioses, la información sobre su hercúlea fuerza y valor se filtró, y dado que los Hiyokus son los demonios de la sensualidad y del deseo, muchos varones de todos lugares llegaron a las aldeas de los demonios con la única finalidad de utilizarlos para concebir.

Estos se negaron a ser usados como putas, y por eso comenzó la guerra. Empezaron a secuestrar donceles Hiyokus de diez a treinta años, que es la edad propicia para concebir, y a obligarlos a llevar a sus hijos en su interior. La situación era un desmadre, prácticamente había saqueos y secuestros todas las semanas. Parecía que iban a terminar con todos los Hiyokus jóvenes, cuando fue la guerra la que terminó, súbitamente.

Algo pasó, la gente dejó de sentir atracción hacia los demonios de la lujuria. Por supuesto, seguía habiendo violaciones aisladas, nada comparado con las masacres de antes. Nadie sabía el por qué se habían detenido.

Por eso, a los ninjas de la aldea de Konoha les había pillado este ataque a sus protegidos tan de sorpresa.

Uzumaki piensa en todo esto mientras termina de registrar otra casa más. Ya casi ha terminado de buscar supervivientes por toda la calle, sólo le queda registrar un monasterio que se encuentra al final de la misma. Uzumaki no cree que vaya a haber nadie escondido en el interior de un viejo monasterio, pero en su meticulosidad, se dice que es mejor asegurarse.

La puerta chirría al ser abierta. El monasterio es viejo, muy viejo. Es conocido como El monasterio de Senritsu por los vecinos de la aldea, aunque la belleza de su construcción y pinturas llegan aún más lejos que el nombre. Y parece ser que es el único sitio de Igawakure que los invasores han respetado.

El altísimo edificio está sumido en completa penumbra, sólo iluminado por un tragaluz en el techo. El haz de luz se halla justo encima de una especie de altar, que es lo único que se ve de la estancia. Todo lo demás que se encuentra en su interior es un completo misterio para Uzumaki, que, contemplando la hermosa visión del altar azul agua bañada por la luz de la luna, siente tristeza por pensar que posiblemente sea la última persona que vaya a ver ese paisaje de trágica perfección.

-¿A qué has venido, ninja?-suena de repente de entre las sombras, sacando súbitamente al guerrero de sus tristes cavilaciones.

Uzumaki, asustado, se gira a toda velocidad hacia el sitio de dónde ha salido la voz.

-¿Q-qué? ¿Quién habla?

-Pregunto que a qué has venido. ¿A contemplar lo que has hecho, quizá? ¿A regodearte de nuestra desgracia?

Una figura se abre paso entre las sombras. Es un hombre mayor, cargado de espaldas, calvo y con varios dientes de oro. Su expresión es medio desquiciada, atemorizante. Lleva en los brazos a un niño pequeño, un bebé de dos o tres años.

-¿Quién sois?-pregunta Uzamaki, tentando uno de los shuriken que lleva escondidos entre las ropas, por si lo tuviese que utilizar.

-No eres digno de saber mi nombre.-responde el hombre en tono decidido y grave.- Ni tú ni ninguno de esos traidores que te acompañan.

Uzumaki enarca una ceja.

-¿Traidores?

-Sí, traidores.-repite el viejo.- Mira a tu alrededor…mira en lo que se ha convertido nuestra hermosa aldea. ¡Vosotros jurasteis protegerla! ¿Has visto las hileras e hileras de cadáveres? ¡También jurasteis proteger nuestro pueblo!  Cuando esos hijos de puta nos atacaron, nuestro único y último pensamiento fue para vosotros, nuestra única y última esperanza fue que vosotros nos salvaríais…-entorna los párpados.- Pero no lo hicisteis, preferisteis abandonarnos a nuestro destino.

Uzumaki vuelve a sentir el sentimiento de culpa retorcerse en su interior, pero esta vez lleva consigo el de indignación también.

-¡Fue un terrible error!-exclama.-¡No pudimos llegar a tiempo! ¿Vos de veras pensáis que si nosotros hubiésemos podido acudir antes, hubiéramos decidido abandonaros a vuestro destino? ¿Después de todos nuestros años de alianza y amistad?

El anciano traga saliva exasperadamente, como reuniendo paciencia. Con pasos largos y lentos, cruza la capilla del monasterio entre la oscuridad y abre la puerta de entrada, dejándole ver a Uzumaki el desolador paisaje que se encuentra en el exterior.

-Mira bien, guerrero ninja.-comienza el anciano.-Observa a lo que han llegado todos nuestros años de alianza y amistad.

-Vos no podéis culparnos…-Uzumaki siente como la boca se le reseca.-Fue un error.

-¿Fue un error?-Enarca una ceja con claro escepticismo.- ¿De veras fue un error? Bien, reparadlo.

Alza una mano y dobla el índice y el anular dos veces, llamándole, invitándole a acercarse a él.

Uzumaki se acerca al anciano, guiándose por la luz del exterior para caminar en la oscuridad. El viejo le tiende al bebé que tenía en los brazos y Uzumaki, sorprendido, lo recibe.

Mientras lo acuna entre sus brazos, siente una especie de calor, tierno, agradable, hogareño, al sentir el suspiro de la criatura dormida sobre su brazo. Con tan sólo mirar el pálido rostro, enmarcado por una rebelde mata de pelo color azabache intenso, ya siente que le quiere.

-Se llama Sasuke Uchicha.-se oye decir al anciano.-Es el único doncel que ha sobrevivido al ataque de esos bestias.

Uzumaki acaricia el pelo del bebé con ternura, mientras atiende al anciano.

-Llévatelo a tu aldea, edúcalo como si fuese uno de vosotros, trátalo como si fuera tu hijo.-continúa a media voz el viejo.

Entonces el guerrero ninja alza la vista, sorprendido por la gravedad de la proposición. Pero esta está a la altura del intensísimo momento, de la emoción  y urgencia que revelan los ojos y el tono de voz de su interlocutor. El hecho de que justo el niño haya sido encomendado a él en el monasterio de Senritsu, en ese paisaje de profunda y serena calma, hace reflexionar a Uzumaki sobre la existencia del destino. Y sólo asiente, plenamente consciente de a lo que aceptaba.

 -Prométeme que lo cuidarás.-susurra.

Uzumaki vuelve a asentir.

-Lo haré.

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado! Si es así, déjenme algún review haciéndomelo saber, dándome sugerencias, ect.

Les aviso también que los próximos dos capítulos de este fic los tengo ya escritos, sólo me falta editarlos y ultimar el tercero, lo cual lo puedo hacer en un día perfectamente. Por eso les prometo que si este fic recibe una buena acogida, mañana tienen los dos siguientes capítulos aquí. Corran. (?)

En el próximo capítulo se habla de la infancia y adolescencia del mayor de estos hermanos,  de su vida como esclavo, de su venta para un nuevo amo y de lo que será...El destino de Itachi.

 


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