Prólogo:
°° We were both young when I first saw you.°°
No puedo dormir. Son más de las tres de la madrugada y simplemente no consigo el sueño. Mi mente trata de contar las interminables estrellas que alumbran el cielo para distraerse con algo. Intento contarlas con mi dedo… Una, dos, tres; pero sé que no terminaré jamás... Me pregunto si él también las estará viendo...
Por más que quiera, no puedo dejar de pensar en ese niño, la manera en la que me miraba y la nula expresión en su rostro. Mi subconsciente divaga recordando el primer momento en que lo vi, como si simplemente no quisiera olvidarlo, aunque no sepa siquiera quién es.
Pasó hace aproximadamente seis horas, a las seis de la tarde.
Yo estaba jugando en el jardín trasero del palacio. Me gusta mucho pasar el tiempo ahí. En ése lugar nadie me molesta, ni mi padre, ni mi madre, ni los consejeros reales de mis padres. Me acuerdo que estaba sentado sobre el pasto, tenía una pequeña pelota roja en mi mano y la lanzaba hacia arriba para que cayera de nuevo en mis manos. Estaba solo, no tenía a nadie con quien jugar ya que soy hijo único y a veces la vida en el castillo es bastante aburrida.
En una de esas, la pelota se escapó de mis manos y comenzó a rodar hasta el fondo del jardín. Me levante rápidamente y corrí para alcanzarla. La pelota se detuvo a medio camino y yo la levanté. De pronto, un suave viento se alzó en vuelo y revolvió mis cabellos rubios. Yo dirigí la mirada hacia el cielo y contemplé los colores que adornaban el atardecer. Una mezcla entre el rojizo, naranja y amarillo se apoderaba del antes azul cielo. Se veía muy hermoso.
Por instinto, mi mirada fue descendiendo, y noté algo raro hasta el fondo del jardín. Ahí daba paso a los bosques del País del Fuego y se me hizo muy extraño divisar una mata de pelo rojo entre los frondosos árboles. Pero no me dio miedo, ¿Cómo podría? Profundicé mi mirada y vi a un niño pelirrojo con un pequeño osito de peluche colgando de su mano. Por alguna extraña razón, sentía como si el tiempo se hubiera parado. El viento jugaba con los mechones rojizos haciéndolos bailar con algo de gracia, el bello color del cielo hacia cierto contraste con su cabello, sus ojos color aguamarina se posaron en mí sin ninguna expresión en el rostro. Y corazón comenzó a latir con fuerza.
— ¡Gaara-san! ¿¡Dónde está!?— se escuchó a lo lejos. El pelirrojo me miró por unos segundos más y simplemente se fue corriendo perdiéndose entre los árboles. Yo me quedé un momento más ahí, por si regresaba. Pero no lo hizo.
Y ahora, pasadas seis largas horas, no puedo sacármelo de la cabeza. Apoyo mi mentón sobre la ventana de mi habitación que da hacia aquel jardín. Miro con detenimiento el pequeño espacio entre los árboles donde él estaba parado. Quizá aparezca frente a mis ojos otra vez.
Quiero volver a verlo, pero… ¿Y si sólo fue una ilusión de mi mente? ¿Y si ese pelirrojo de nombre “Gaara” no existe? Entonces tendré la certeza de que he perdido la cabeza, pero no importa, seguiré esperando por si las dudas.
Hasta entonces, buenas noches.