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Another Love Story por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¡Hola! >3<

Bien, vengo a sacudir las telarañas de las secciones GaaNaru que tengo, sintiéndome en verdad muy, pero muy mal por el maldito secado de cerebro que he tenido con esta pareja. Para sintetizar las cosas, digamos que la falta de buenos fics GaaNaru (que si alguien se sabe uno bueno por ahí, no dude en decirme ñ.ñ), mi reciente obseción por el SasuGaa (no puedo controlarlo u.u) y recientemente también el ItaSaso, me han alejado de escribir de ellos TnT Pero, aunque no lo crean, aún le tengo un enorme amor a la pareja, ya que con ella (y el SasoDei) empecé a adentrarme a todo este hermoso mundo Yaoístico >w< Así que, como la pura expresión de ese amor conservado (justo como lo hice con el SasoDei) vengo a traer la continuación de  ésta historia que lleva un año empolvándose ;n; Intenté hacerla lo mejor que pude porque, además, hoy es el cumpleaños de Naruto y... ¿Quién no quiere un hermoso Gaara en su cumpleaños? xD

Entonces, aunque no sea mucho... ¡Disfruten! ñ.ñ

*ღ ANOTHER LOVE STORY *

. . .

 

LOS CORAZONES DE FUEGO Y SOL 



GaaNaru

. . .

El fuego y el sol hallaron refugio bajo la luz de la luna, donde el destello brilló en la noche profunda. A través del silencio la llama encendió entre los dos y todo lo demás se desvaneció como la muerte de una vela.  

. . .

 


Tardó mucho tiempo tratando de encontrar un término perfecto para englobar todo lo que significaba esa chica. Palabras llegaban a montones —gentil, simpática, tímida, reservada y hermosa—, pero no encontraba la manera de mezclarlas todas para obtener el adjetivo correcto.

Sus azules ojos viajaron por ella de pies a cabeza, nuevamente.

Piel blanca, como la más fina porcelana. Largo cabello sedoso de un inusual color negro azulado, que le caía como cascada oscura por la espalda. Cuerpo esculpido esculturalmente como la más bella de las divinidades griegas. Y ojos grandes, bellamente perlados.

Ella tenía la cabeza ligeramente inclinada, tratando de ocultar —sin ningún éxito— el fuerte rubor que le surcaba las mejillas. Sus ojos en lo bajo, no se atrevían a encontrarse con la mirada del rubio.

Naruto se mordió el labio inferior, tomó la mano de la chica y sintió como ésta se estremeció súbitamente ante el contacto. Mientras le ponía el anillo simbólico en el dedo anular, seguía con su intento de englobar a la chica en una sola palabra...

"Bonita, agradable, educada..."

Los aplausos causaron un gran estruendo dentro del castillo, tomando por sorpresa a Naruto y apartándolo un momento de sus pensamientos.

Le echó una mirada a su alrededor: Sus padres le sonreían abiertamente, en el aire se podía palpar la satisfacción del Rey de Konoha. Los consejeros, líderes de clanes y nobles no dejaban de aplaudir con euforia el compromiso del joven príncipe.

Hizo una pequeña mueca que pasó desapercibida, la verdad es que se sentía un poco incómodo, observado como un pequeño ciervo acorralado por una jauría de lobos gruñones. Y le empezaba a doler la cabeza por tanto ruido.

Ya en la fiesta tuvo tiempo para relajarse un poco. Hinata estaba a su lado sentada, sonrojada y con ese blanco vestido que encajaba tan bien con su figura. Él le echaba miradas de soslayo, aun tratando de resolver su enigma. Recordaba que de pequeño su madre le decía que la compañera de su vida era una fémina de perfección indiscutible y casi imposible. Perfecta como una manifestación divina o un ángel caído del cielo.

Y no fue hasta que la conoció en persona, esa misma noche, que decidió tomarse el tiempo para pensar en ello. Si la heredera del clan Hyuuga era lo que su madre decía, entonces la palabra correcta sería perfecta, ¿no?

La mujer, no... La persona perfecta para él.

¿Por qué aquello le sonaba tan seco?

Todas las palabras con las que la había descrito antes apuntaban a que Hinata Hyuuga era la mujer perfecta, en todo el sentido y significado de la palabra. Pero había algo que simplemente impedía que Naruto creyera eso y terminara por considerar a la chica como una más de montón.

Suspiró y jugó con la copa de vino frente a su mesa. Ella era hermosa, de eso no le iba a discutir a nadie. Pero al final se rindió en encontrar el adjetivo adecuado.

Su prometida no era perfecta, sólo una mujer bien hecha.



~*~


Sus ojos zafiro a duras penas se mantenían abiertos, cubiertos por una fina capa cristalina de la cual nacían pequeñas lágrimas que se asomaban por una esquina de sus párpados. Veía la luna con la vista nublada, mientras aferraba sus brazos a la espalda del otro con desesperación, enterrando sus uñas en aquella ardiente piel nívea.

Los sonidos que se comía la noche lo hacían sentirse completamente avergonzado, cosa que dio lugar al fugaz rubor en sus mejillas. Y para atrás y para delante, él volvía a invadirlo sin ninguna delicadeza, como una bestia devorando su presa cuando ha pasado días sin comer. La sensación le recorre a Naruto todo el cuerpo. Siente como su amante lo toma por las piernas para alzarlo y poder penetrarlo mejor, el cuerpo del rubio presiona contra el tronco de aquél árbol y también recarga la cabeza ahí mientras sigue disfrutando de cada estocada.

Cuando el miembro del pelirrojo tocó la próstata de Naruto, este no pudo evitar soltar un gemido gutural, luego sintió los labios del muchacho sobre su cuello, succionando la piel y besándolo con pasión mientras dejaba escapar suspiros con su nombre.

Entonces, el taheño pegó todo su cuerpo al rubio. Se quedó quieto por un momento, completamente dentro de Naruto. Él lo abrazó con fuerza por el cuello y lo besó fugazmente, introduciendo su lengua con deseo para jugar con la ajena.

Y así por segundos, hasta que el rubio, sumido en el éxtasis, se separó un poco.

—Mu... Muévete, por favor—pidió ansioso, casi rogando. Sus ojos cristalinos se robaron una sonrisa de los labios del pelirrojo.

El muchacho entonces volvió a penetrarlo, ambos gimieron expresando todo su placer. Las embestidas volvieron, esta vez más rápidas y fuertes, sólo así podían satisfacer sus deseos carnales.

Cuando ambos llegaron al orgasmo, soltaron un alarido como nunca en sus vidas. Naruto sintió el cálido semen de su pareja recorrer su interior como un río de corriente feroz, y el nombre de él se le escapó de los labios.

Se volvieron a besar mientras se deslizaban por el árbol hasta caer rendidos sobre el pasto.

Durante los suspiros exhalados de cansancio, ellos se abrazaron y sus cuerpos se pegaron a tal grado que parecían encajar perfectamente uno con el otro. Como un rompecabezas, pensó el rubio con una sonrisa de oreja a oreja en sus labios, mientras se acomodaba en el pecho del otro.
 
Se alegraba tanto de que él estuviera ahí a su lado, cuando desde el principio pensó que no vendría. Pero nada más salir al jardín y verlo a través de la multitud de gente que disfrutaba la fiesta, medio escondido entre los árboles como la primera vez que lo vio, hizo que abandonara todo lo relacionado con Hinata y sus padres para correr a los brazos de él y perderse entre el bosque con el único deseo de demostrarse su amor bajo la luz de la luna.

Después de un rato, sintió como el pelirrojo deshacía el abrazo que compartían y él se hizo el dormido. Abrió los ojos discretamente, vio a su pareja sentada sobre el pasto, dándole una maravillosa vista de su espalda.

Lo escuchó suspirar y apretó los labios en una fina línea.

— ¿Gaara?— el nombre se le escapó de los labios, no tenía planeado hablar.

El pelirrojo alzó la cabeza, dando a entender que lo había escuchado.

—Tengo que irme—dijo con voz tranquila, sin voltear a ver al rubio.

Naruto hizo un puchero mientras se levantaba y se acomodaba a un lado del de cabellos rojos.

—Quédate hasta mañana—pidió mirando el hermoso perfil del otro. Gaara embozó una sonrisa.

—No puedo— de golpe, pausó—. Fue una estupidez haber venido—soltó juntando sus cejas invisibles,  provocando que el más pequeño arrugara la nariz.

— ¿Una estupidez?— alzó el tono de su voz, ofendido, y se ganó la atención del pelirrojo—. ¿¡Cómo puedes decir eso!? ¡Gaara, tenemos que aprovechar al máximo el tiempo que tenemos para...

—Cierra la boca—interrumpió—. Es justo por eso. Tú no deberías estar conmigo ahora, sino con esa mujer— soltó las últimas palabras como si fueran venenosas.

Naruto se quedó en silencio, quieto como una estatua. Bajó la mirada y apretó los labios.

Gaara apretó los puños, pero aquello pasó desapercibido por el príncipe.

—Te vas a casar—dijo seriamente, pero con lo tanto que conocía Naruto a Gaara, pudo identificar esa pizca de dolor escondida—. Y esta es tu maldita fiesta de compromiso, ¿no crees que es el momento para que vayas a conocerla mejor? Digo, vas a pasar con ella el resto de tu vida.

Ambos se quedaron en silencio, mirándose hasta de que Gaara decidió desviar la mirada, chasqueando la lengua.

—Ya me ha dado la primera impresión—dijo el rubio en voz baja—. Es hermosa, educada y amable.

Aquellas palabras tan sinceras hicieron que un asqueroso sabor a bilis empezara a nacer desde el fondo de la garganta de Gaara. Su entrecejo se frunció en exceso y fue imposible no soltar un gruñido.

— ¿Y qué sigues haciendo aquí?— atajó de manera déspota. Las uñas de sus dedos se enterraron en sus palmas.

Naruto no se preocupó aunque aquellas palabras fueran del filo de una espada. Ya se había acostumbrado a la actitud del Príncipe del Viento hace mucho. A veces, cuando las memorias le golpean la cabeza, sonríe de medio lado recordando al niño pelirrojo malhumorado y berrinchudo que venía de visita desde Sunagakure, alegrándole la vida y haciendo que los ojos brillantes y la enorme sonrisa de alegría no se borrara hasta que él tuviera que regresar.

Se encogió de hombros.

—Siempre prefiero quedarme contigo— le dijo sonriéndole de manera sincera. Entonces Gaara se tensó y un sutil rubor subió por sus mejillas mientras fruncía el ceño.

—Idiota—atajó volteando el rostro hacia el lado contrario de Naruto. Odiaba tener esa clase de debilidad hacia el rubio, cuando todos lo conocían como el príncipe más gélido, calculador y escalofriante de las Cinco Grandes Naciones.

— ¡No soy un idiota!

Chasqueó la lengua y se levantó haciendo una mueca, con la intención de tomar su ropa y largarse de una vez. El de ojos azules lo siguió con la mirada.

— ¿Qué haces?—preguntó encarando una ceja y volteándose para quedar de frente con el de Suna.

La vista se le perdió un momento sobre el pelirrojo que estaba vistiéndose, dándole la espalda y brindándole a Naruto la ardiente vista de las piernas de Gaara, largas de piel nívea, que iban escondiéndose poco a poco entre la ropa. Subió la mirada un poco más, evitando morderse los labios en el proceso. Miró el trasero del chico y sintió una corriente eléctrica recorrerle todo el cuerpo. Era perfecto.

Si por él fuera, lo hubiera seguido contemplando embelesado por el resto de sus días, pero la voz del pelirrojo lo interrumpió.

—Estás ciego, ¿o qué?— y ahí estaba de nuevo esa actitud hostil—. Estoy vistiéndome, y tú deberías hacer lo mismo, no querrás que tu linda prometida se dé un paseo por aquí y nos encuentre.

Una pequeña risa escapó por los labios del rubio. Se imaginó la cara de Hinata si los encontrara follando apasionadamente entre los árboles del bosque. Luego borró todo rastro de diversión. Si todos terminaban por enterarse, ambos terminarían con el cuello colgado de una soga gruesa en la plaza del reino.

—Podríamos correr el riesgo.

Para cuando el pelirrojo se dio cuenta, los labios de Naruto ya se habían hecho con su cuello. Los dos brazos color canela le rodearon el torso en una caricia delicada para luego atraerlo a su cuerpo de un tirón, abrazándolo posesivamente.

Se relamió los labios y sintió unas terribles ganas de tomar al rubio y volver a follarlo hasta que los rayos del sol chocaran contra sus cuerpos. Pero luego recordó, que mientras más lo tocara, más adicto se haría a él.

—No seas estúpido—gruñó moviendo su cuerpo de manera brusca para librarse del agarre del rubio—. ¡Te he dicho que tengo que irme!

Le sorprendió el hecho de que aún no estuviera libre de Naruto, pues generalmente bastaba con un gruñido de Gaara para que el rubio lo obedeciera de inmediato. Sin embargo, Naruto había ejercido presión en el abrazo, como si quisiera dejar al pelirrojo sin oxígeno. El rubio iba de un lado a otro conforme las zarandeadas de Gaara; sus ojos cerrados fuertemente, dispuesto a no soltar a su pelirrojo por nada del mundo.

— ¡Naruto!— se quejó el de los ojos aguamarina—. ¡Naruto, suéltame!

Pero el menor no respondió. Y es que justo cuando Gaara había terminado de hablar, sus pies se enredaron con los del rubio y ambos cayeron de bruces contra el pasto.

— ¡Idiota, quítate de encima!— volvió a decir Gaara, quien tenía a un koala amarillo aferrado a su cuerpo con suma determinación.

— ¡No quiero!— chilló Naruto, removiendo su cabeza en el pecho del otro.

Gaara soltó un suspiro derrotado y se quedó quieto.

—Naruto...

—Te amo.

Y como cada vez que Naruto le decía aquellas palabras, su corazón empezó a latir con fuerza, convirtiendo su rostro en una mueca avergonzada.

—Tengo que irme—mustió.

—Podemos hacerlo una vez más y...— el rubio dibujó una sonrisa lujuriosa mientras se alzaba para alcanzar los labios del taheño.

—Ya lo hicimos tres veces, y estoy cansado.

— ¡Ajá! No puedes irte si estás cansado!— prorrumpió el rubio en lo alto, levantándose bruscamente para señalarlo acusatoriamente. Gaara soltó una maldición para sus adentros y desvió la mirada—. Quédate a descansar conmigo, estamos bien aquí— añadió para volver sobre el pelirrojo.

Gaara suspiró y lo rodeó con sus brazos.

—Deberías pedirle esto a tu prometida— comentó seriamente; su tono derramaba cierto enojo.

El rubio sonrió de oreja a oreja, removiéndose entre los brazos del mayor.

— ¿Estás celoso?— se atrevió a preguntar. Lo cierto era que había querido hacerlo desde que le dio la noticia a Gaara, hace seis meses.

El de Suna hizo un mohín y pareció querer volver a gruñir. ¿Por qué demonios se lo preguntaba si era más que obvio?

—Ya quisieras.

— ¡Sí lo estás!

—Tsk, Naruto, ¿por qué estaría yo celoso de una mocosa que ni siquiera conozco?

—Porque ella va a ser mi esposa— dijo en una risita que luego dio paso al silencio.

No hubo ningún sonido más a parte del constante crujir de las hojas de los árboles contra el viento. El rubio borró su sonrisa. Ah, vaya, tenía una boca enorme, ¿cómo demonios pudo decir eso?

Se dio un golpe mental en la cabeza mientras fruncía los labios hasta convertirlos en una fina línea. La única razón por la que reía era porque adoraba pasar tiempo con Gaara —aunque fueran muy cortas, amaba sus conversaciones—, no porque le entusiasmara la idea de pasar el resto de su vida con Hinata pegada a su lado. De hecho, ni siquiera consideró la idea cuando su madre se la planteó a los seis años, un día después de haber conocido a Gaara. Estaba muy ocupado pensando en aquel niño pelirrojo que apenas y escuchó a la reina.

Con el paso de los años hasta ahora, Naruto se ha dado cuenta de muchas cosas. El ejemplo más caro era que, aunque su madre se esforzara por repetirle lo contrario, él sabía que su padre había arreglado su matrimonio con el clan Hyuuga solamente para reforzar el poderío de Konoha. Un matrimonio sin amor no puede funcionar, había leído alguna vez en las novelas románticas. Esperaba que algún día su padre se diera cuenta de ello y se arrepintiera, pero ese día nunca llegó. Según Minato, la boda había sido planeada antes de que ambos vinieran al mundo y era su obligación cumplir con su destino.

Y, pese a que detestara que los demás tomaran decisiones por él —lo que ocurría muy a menudo—, quizá pudo llegar a aceptar la boda con devoción y totalmente a voluntad; forjar una vida feliz con Hinata hasta que la muerte se hiciera cargo. Pero algo rojo e imprevisto se había cruzado en el destino, roto todo el orden y hecho que el compromiso de Naruto fuera más bien una condena.

—No quiero casarme con ella—dijo terminando con aquel silencio incómodo. Alzó la mirada, pero no pudo ver más allá del cuello y la barbilla del pelirrojo.

—Tienes qué— contestó el taheño, con un tono dolido que trató de ocultar sin éxito.

El de ojos azules frunció el ceño y se quedó en silencio. Sabía que tenía que hacerlo porque era un príncipe, así como Gaara tenía que regresar a Suna porque también era su deber. A veces hubiera deseado ser campesino, aldeano o artesano para no tener ninguna preocupación. Así podrían tener ambos la vida que deseaban: juntos, viviendo el uno para el otro y liberando toda su pasión dentro de las modestas paredes de una cabaña.

Negó con la cabeza más de una vez, en parte para contestarle a Gaara, en parte para sí mismo. Porque si él hubiera tenido una vida diferente, quizá no hubiera conocido a Gaara; quizá sus destinos nunca se hubieran cruzado y no soportaba imaginárselo. Pero más que nada, no soportaba aceptar una vida en la que no estuviera el pelirrojo como centro.

En menos de medio segundo, Naruto se había posicionado arriba del taheño, con sus manos apoyadas en el pasto a los costados Gaara, quien lo miraba con sus ojos aguamarina ligeramente expandidos. La mirada de Naruto tenía un brillo peculiar, sonreía con determinación.

—No me gusta que nadie, ni siquiera tú, me diga lo que tengo que hacer todo el tiempo— le informó, acercando su rostro al mayor—. Yo quería ir contigo a que me hicieras el amor hasta el cansancio sin decir nada, quería aprovechar el tiempo que nos queda, ¡pero al diablo!— señaló en dirección al castillo—. Allá está la mujer que se supone deberé amar y simplemente no soporto estar a su lado, ¿sabes por qué?— esperó a que Gaara dijera algo, pero él solo tenía los ojos abiertos como platos—. ¡Porque yo te amo a ti! Te amo todo desde que te conocí, y lo que más me ha hecho feliz en el mundo es que hayas correspondido a mis sentimientos. No quiero que me separen de ti sólo porque mi padre lo quiere. Quiero quedarme contigo.

Terminó de hablar y exhaló por el cansancio. Vio la sonrisa torcida del pelirrojo y su mirada llena de malicia. Carajo, se veía tan hermoso.

— ¿Y qué propones que hagamos?

Naruto bajó la mirada, sonrojado, con el ceño fruncido y pensando.

—Escapemos.

Gaara se le quedó mirando por algunos momentos y luego soltó una risa burlona mientras lo tomaba por la nuca.

—Eres tan tonto que me dan ganas de hacerte el amor otra vez.

Y tiró de sus cabellos para besarlo en la boca. El rubio cerró los ojos con fuerza mientras un calor abrazador le recorría cada centímetro de su piel. El casto beso de Gaara se combinó con caricias expertas que robaban gemidos de ambos chicos, y el rubio sintió como de pronto Gaara invertía las posiciones y ahora se encontraba encima de él, devorando sus labios salvajemente.

Él lo abrazó por el cuello, arqueando su espalda para elevar el cuerpo y comenzar a simular embestidas contra el pelirrojo. Gaara mordió con fuerza el labio inferior de su amante cuando su erección chocó contra la de Naruto. Una sensación de placer extremo lo había sacudido y obligado a gemir profundamente mientras soltaba el labio del rubio y —nuevamente— se deshacía de su ropa con desesperación.

Ah, y ahí estaban de nuevo. Como innumerables veces lo volvió a penetrar. Quería probar ese delicioso interior que ya había marcado como suyo, hace tiempo. Lo volvía loco de una manera que no podía describir. Y no solo el mero acto carnal, sino Naruto en toda su extensión. No lograba entender qué era lo que tenía ese chico para llegar a significar todo para él, porqué era el único que lograba tranquilizarlo cuando estaba cabreado, que lo hacía sonreír cuando lo necesitaba, y que ocupaba la mayor parte de sus pensamientos todo el tiempo.

Sintió el cuerpo del menor temblar contra el suyo y aquellas manos sujetar sus brazos con fuerza mientras la extasiada voz del rubio le pedía que aumentara la velocidad de las estocadas.

Sonrió. Y durante aquella exquisita pasión, empezó a preguntarse cómo es que había llegado a esto, a enamorarse completamente del Príncipe del Fuego...; de un hombre.

Imprevisto, eso había sido. Aquél día que fue de visita a los dominios de la Hoja, él no esperaba nada de tal magnitud para cambiar el curso de su vida. Recuerda que su padre y sus hermanos iban a su lado, siendo escoltados por los guardias. Pero el "temari" que le había dado su madre antes de morir se le resbaló de las manos y rodó, cayendo por una inclinación que daba a un frondoso bosque.

El pequeño se escabulló ágilmente entre los guardias y corrió tras la pelota roja, sujetando muy bien, además, su osito de peluche —regalo también de su madre—, y advirtiendo a los guardias cuando estos ya no podían alcanzarlo.

Consiguió el temari cuando éste terminó de rodar y llegó a un extremo del bosque. Lo guardó en su bolsillo para no perderlo de nuevo y suspiró aliviado. Iba a dar media vuelta, cuando a lo lejos, vio un puntito rojo que se acercaba hacia él. Y por pura curiosidad, caminó hacia delante, dándose cuenta, pasos después, que aquello que se acercaba a él era una pelota roja.

El crepúsculo había caído sobre el día; Gaara pudo ver bajo los tonos anaranjados la figura del impotente castillo de la Hoja y, bajo este, una cabeza amarilla que corría en dirección a la pelota.

Se quedó quieto, mirando como un niño rubio alcanzaba la pelota y la levantaba. Entonces su miradas de cruzaron; el rubio observándolo con una expresión intrigada, curiosa y con los ojos azules bien abiertos. Gaara, en cambio, tan impasible como siempre, sin expresión en el rostro.

Escuchó que lo llamaban por su nombre, rápido dio media vuelta para echarse a correr y dejar al rubio ahí parado. Su padre seguramente estaría molesto y no quería escuchar sus reclamos.

Sin embargo, no pudo quitarse la imagen de aquel rubio por el resto del día, cuando él y sus hermanos fueron a visitar el reino mientras su padre atendía asuntos con el rey de la Hoja. Y no fue hasta la mañana siguiente, cuando por fin entraron al castillo, que lo conoció formalmente como el Príncipe del Fuego.

Resulta difícil recordar exactamente cómo es que inició su relación. Ninguno de los dos podría explicarlo a detalle, pero no importa. Basta con saber que Naruto era un niño terco y obstinado que prácticamente obligaba a Gaara a jugar con él cada que se veían. También era relativamente obvio que fue el de Konoha el primero en darse cuenta de sus sentimientos, y se lo confesó a Gaara un millón de veces sin la menor pizca de vergüenza: "Me gustas, te amo. Ojalá, si pudiéramos, quisiera casarme contigo..."

Al principio Gaara creía que Naruto era un loco de remate, pero a los doce años de dio cuenta de que el noventa por ciento de sus pensamientos giraban en torno al rubio. Y ya no pudo hacer nada al respecto.

"Creo que... Quizá también me gustas" fue la confesión que llenó al rubio de vida y lo hizo saltar a los brazos del pelirrojo para besarlo en los labios. Cosa que ahora hacen cada segundo que pueden. Como ahora.

— ¡Gaarahh!— gimió el nombre del taheño a los cuatro vientos, arqueando la espalda en un ángulo imposible gracias a la salvaje sensación de placer que le dio el pelirrojo al derramarse en él.

Gaara lo calló con un casto beso, pegando sus cuerpos mientras dejaban terminar el orgasmo.

—Escapemos, Gaara— susurró el rubio dentro del beso.

El de Suna hizo como que no lo escuchó y deslizó su miembro fuera del rubio. Le mordió los labios mientras lo tomaba de las caderas y rodaba junto con él hasta quedar recostados de costado.

El rubio cayó en un sueño profundo y Gaara se quedó contemplándolo por un largo tiempo. Lo abrazó, cerró los ojos y dejó que una necesitada paz lo invadiera. Mandó todo lo que no fuera él y Naruto al carajo: Su reino, sus hermanos, la guerra... En fin, todo... Por ahora.

Dos horas más tarde, las ojeras oscuras se separaron dejando ver esos hermosos ojos aguamarina adormilados. Gaara se encontró con el apacible rostro de Naruto y posó una mano en su mejilla, viéndolo dormir embelesado. Depositó un intenso beso en su mejilla y luego se levantó a vestir.

Le echó una última mirada a su rubio mientras daba media vuelta. Suspiró con pesadez y empezó a caminar, perdiéndose en el horizonte que enmarcaba la luna.

"Estaré ahí tan pronto como pueda, pero estoy ocupado reparando las piezas rotas de un rompecabezas pendiente"

Y se marchó. Porque la guerra contra los de la Niebla no iba a desaparecer simplemente porque lo deseara. Era su deber como príncipe luchar por su reino y defenderlo a costa de todo, le había dicho su padre agonizando, momentos antes de morir en el campo de batalla. Y lo iba a cumplir; pelearía defendiendo Sunagakure y su honor, costara lo que costara.


~*~


El tiempo había llegado y no había vuelta atrás. Ahí estaba la muchacha, envuelta en un hermoso vestido blanco, con la mirada baja y sonrojada hasta las orejas.

Naruto pasaba por alto las palabras que decía el padre, sus vacíos ojos azules miraban alrededor: Los reyes sonriendo con el orgullo brotándoles de los labios, todo el reino contemplando fijamente como él entrelazaba su vida con alguien que no amaba...

Sintió un pesado dolor en el pecho cuando miró nuevamente hacia la puerta que daba al jardín y no había rastro de Gaara. El dolor del abandono le había caído como daga en el corazón; tenía meses sin verlo y había escuchado por ahí la guerra que se libraba por esos rumbos. Por lo menos, si no lo iba a corresponder, quería saber que estaba bien.

El padre dijo algo de que si prometía cuidar a Hinata por el resto de sus días y él contestó que sí al instante, para acabar todo eso de una buena vez.

Sus ojos se posaron sobre ella.

La chica de los adjetivos sueltos, la que tiene tantas cualidades que es imposible definirla en una sola palabra. Ella sería, de ahora en adelante, su compañera de vida y la futura madre de sus hijos, pero nunca la dueña de su corazón.

Suspiró mientras tomaba la mano de Hinata, listo para colocarle el anillo. Maldijo mentalmente a Gaara por haberle mentido y no quedarse a su lado, por condenarlo a vivir una vida apartado de él y ni siquiera haberse despedido.

Intentó sonreír para besar a Hinata. Y mientras se inclinaba para hacerlo, fue que la miró fijamente. Hermosa, claro. Como la más bella de las flores. Pero era poco comparada con Gaara.

Ese pelirrojo tenía los ojos más hermosos del mundo, profundos e hinoptizantes que era imposible no perderse en ellos. La piel más suave y ardiente que haya tocado, color nívea que bajo la luna adquiría tonos mucho más hermosos. Ese rostro de Adonis con las singulares ojeras negras remarcadas como si usara maquillaje y el cuerpo esculpido a una proporción equilibrada y exacta...

¡Y qué decir de su actitud bipolar, sarcástica y a veces cruel! Era como la gota que derramaba el vaso, y Naruto lo amaba en toda su extensión.

Paro en seco a centímetros de besarla. Hinata nunca podría ser tan buena como Gaara.

Abrió y cerró la boca repetidas veces, confundido y ganándose las miradas extrañadas de todos.

— ¿Naruto-kun?— preguntó Hinata con su voz dulce justo en el momento que un viento de otoño sacudió el lugar y más específicamente, el rostro de Naruto, quien nuevamente giró la cabeza hacia la puerta y vio, a lo lejos, la mata de cabellos rojos que se asomaba delante de la columna de árboles.

El corazón del rubio dio un vuelco.

¡Al diablo todo! Naruto soltó la mano de Hinata y corrió a través de la alfombra carmesí para salir del castillo, con aquella enorme sonrisa infantil en el rostro, siendo seguido por las miradas curiosas del reino.

— ¡Gaara!— gritó el nombre de él cuando estaba a solo metros de distancia. El pelirrojo lo miró con una sonrisa torcida y extendió los brazos.

Se lanzó a sus brazos y ambos cayeron al suelo mientras sus labios volvían a encontrarse después de tanto. Sintió las manos de Gaara tomar su cintura para profundizar el beso. Y escuchó explanaciones y murmullos a los lejos, pero le importó una mierda.

— ¡Naruto!— exclamó asustada su madre y escuchó a su padre gritar cosas a las que poco les prestó atención.

Que Gaara llegara en medio de su boda fue imprevisto. Pero bueno, ¿que no todo lo relacionado con Gaara era así?

Imprevisto. Porque sin sentido ni razón, él se volvió el centro de su vida desde el primer momento que lo vio. Y ahora que estaban juntos, poco les importaba lo que pasaría después. Si es que llegaban a escapar, o terminaran con el cuello colgando de una soga.

Con que ambos estuvieran juntos, el mundo podía irse al carajo.

 

Notas finales:

¿Qué tal? jeje ¿quieren continuación lo lo dejo en One-shot? >u< ¡Espero que les haya gustado! Y... como lo dije allá arriba, no duden en recomendarme fanfics GaaNaru que en verdad valga la pena leer nwn

¡Sayo! nwn

¡Y felíz cumpleaños, Naruto! nwn

PD: Créanme, que me resultó dificl hablas más o menos decente de Hinata ¬¬


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