Sus dedos jugaban con mi cabello… “Es tan suave y ¡rebotan!” Había dicho más de una vez mientras jalaba suavemente un rizo para que regresara a su forma como un resorte… mientras mi mano trazaba círculos en su pecho mientras intentábamos detener el tiempo tumbados en mi cama.
Pero el tiempo no espera ni se detiene, y supe que había llegado el momento.
-Tienes que amarla, ella es inocente – le dije mientras ponía mi cabeza en la almohada para mirarlo a los ojos. “Yo no puedo ser el otro ,no puedo hacerle eso a ella, ni a ti” pensé, y eso ambos lo sabíamos, tu nunca ni siquiera pensarías en eso.
Una sonrisa triste cruzó su rostro
-Tú también eres inocente- me dijo, correspondiendo su sonrisa y negué.
-Nop, yo sabía en qué me estaba metiendo, desde el inicio-
Sus ojos se entristecieron por que ambos sabíamos que así era y en ese instante la idea que le había jurado nunca pasaría de nuevo por mi cabeza apareció:
¿Habría sido diferente si yo hubiera nacido niña?
Como sí hubiera leído mi mente preguntó:
-Estás seguro de quedarte aquí, ¿No quieres regresar a casa? - dijo, mientras inconscientemente me acercaba más con sus brazos hasta que quedé sobre él.
-Esta es mi casa, mi hogar- luego de considerar si decirlo o no agregué – Aquí está todo lo que amo-
Era cierto, así era y así sería para siempre aún cuando intentara cambiarlo, aún cuando fuera incorrecto, aún cuando fuera prohibido.
Ahora tenía que irse, me sujetó suavemente y me puso de nuevo sobre el colchón. Enterrando sus manos en mí cabello y mirándome intensamente se inclinó para besarme, besarme con todo su amor y yo dándole todo el mío, intentando poner en un solo beso todos los que nos harán falta, un beso suave y dulce pero demasiado corto.
Nos separamos, acaricié su mejilla y tras vacilar un instante se levantó, lo escuché entrar al baño y luego al armario: estaba recogiendo sus cosas.
Al rato apareció en el umbral, sonrió de nuevo al ver mi postura, acurrucado en su lado de la cama con mi rostro hundido en la almohada para aspirar su aroma, así me había encontrado tantas noches que ahora parecían tan lejanas.
Extendí mi mano para que se acercara y así lo hizo, arrodillándose junto a la cama.
Deposité el collar que me había dado hace más de un año, cuando soñábamos en estar juntos para siempre.
Mirándolo, negó con la cabeza y lo puso de nuevo en mi mano, un “siempre te amaré” escrito en su acción,
-Adiós amor – me dijo acariciando mi mejilla
-Adiós- le contesté
Y así se fue Bang Yongguk , sin mirar atrás tal y como le pedí que hiciera y así derramé el único par de lágrimas, no por lo que tuvimos, si no por lo que jamás tendríamos.
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Fue fácil seguir adelante, aún cuando perdimos tanto nos dimos mucho cuando estuvimos juntos y eso me hacía sentir tranquilo.
El trabajo me absorbió desde que Dae y Himchan se fue para recibir a su baby y esta tarde cuando salí porque “alguien quiere felicitar al chef” ahí estaba Channie, junto a una niña con la réplica exacta de los ojos de su padre en sus brazos y una sonrisa en sus labios.
Lo abracé, con todos los abrazos que había acumulado y él me miró, estudiándome, y sonrió al comprobar que de verdad estaba bien, tal y como le había dicho. Con su bebé en mis brazos me percaté de que el babo de Dae estaba en una mesa hablando con alguien que no alcanzaba a ver, ya me extrañaba que los hubiera dejado solos.
Y esa tarde el café regresó a ser el mismo, los dos en la cocina y Dae en el mostrador preparando los cafés, pero esta vez con una adorable bebé como compañía mientras los ayudantes iban y venían.
Al cerrar, éramos cuatro de nuevo, no comprendí cómo pero estábamos los cuatro de nuevo, junto a una bebé dormida. Él estaba ahí también, mirándome y sonriendo de lado al ver el collar en mi cuello. Alzando su mano, sacó el suyo de entre la camisa y de paso lo noté: no tenía anillo.
Subiendo las escaleras todo fue como antes también, los cuatro junto a una bebé.
Sentado en mi cama lo escuché:
“Nunca nos amamos, los dos simplemente éramos peones en el juego de nuestros padres. Sin ponernos de acuerdo llegamos a un arreglo, jamás la toque ella jamás me tocó. Cuando la farsa de matrimonio trajo el beneficio para ambas partes nos divorciamos, ella regresó junto a quien ama y yo … … yo también”
Y así todo regresó a su orden, los cuatro, junto a una bebé.