Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Five! por Orihime Hatake

[Reviews - 204]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí esta el segundo capitlo! 

Espero les guste. Muchas gracias a la personas que se tomaron el tiempo en comentar y decir me que les pareció el inicio. Se los agradezco mucho.

ñ.ñ

Abrió los ojos. O por lo menos hizo un esfuerzo por separar sus parpados. Su ojo izquierdo estaba completamente cerrado. No fue hasta que despabilo un poco más que se dio cuenta de dos cosas. Número uno, su pómulo estaba tan hinchado que no era de sorprenderse que su ojo no se pudiera abrir. El dolor era palpitante y seco, como si su cara estuviese por estallar. Y número dos, no estaba en la sala de juntas.

Ni siquiera creía estar remotamente cerca de ese edificio, que si bien no era su construcción preferida, era segura y familiar. Ahora que miraba con un poco más de atención a su alrededor podía darlo por hecho. Intento levantarse pero un sonido de clic lo detuvo. Su tobillo izquierdo estaba rodeado por un grillete que a su vez estaba unido a una cadena de eslabones gruesos pegada a la pared de concreto.

¿Dónde demonios estaba? Fue entonces que los recuerdos de hace unas horas lo invadieron como flashes cegadores. El como la puerta de la sala terminó volando por los aires, como ese grupo de locos entraron armando un escándalo. Como ese hombre aterrador le había disparado a Kasamatsu.

-Yukio…- Apenas y pudo articular con un hilo de voz, para después concluir el recuerdo.

Sus manos ensangrentadas sobre el pecho de su padre. Muerto.

-Papá…- No quería llorar. Tenía que ser fuerte. Tenía que serlo. Pero, le acaban de quitar al hombre que le dio la vida.

Era cierto que siempre tuvieron sus diferencias. Una pelea tras otra y casi siempre por las cosas más insignificantes o irrelevantes. Sin embargo, jamás, ni siquiera cuando lo obligó a entrar a ese espantoso internado le deseo el mal. Por Dios, era su padre. Era.

Sin poder resistir mucho más se echó a llorar. Sus lágrimas eran gruesas y a diferencia de lo que pensaba la mayoría de la gente, no le estaba haciendo ningún bien, ni le brindaba más mínimo grado de alivio. Dolor, seguro. Vergüenza, en gran medida. Pero ¿Mejoría? En absoluto. A pesar de la poca luz que había en ese momento, aun logro visualizar sus largos dedos teñidos de rojo.

Siguió llorando, abrazándose a sí mismo, calmándose por momentos pero recayendo casi al instante. A él le podían hacer lo que sea. Pero ¿Por qué a su padre? Se quedó abrazando sus rodillas por quien sabe cuánto tiempo. Incluso estaba muy entumecido para cuando él llego.

-Ya despierta niño bonito- Kise levantó a penas la mirada de entre sus rodillas para confirma al dueño de esa voz.

Era él. Parado frente a la “entrada” del cuarto. No se había dado cuenta pero se encontraba en una réplica exacta de una celda cualquiera. Puerta de barrotes gruesos y negros, un excusado a su izquierda y una sencilla, por no decir horrible, cama a su derecha. El grillete y la cadena eran algo extra al parecer.

El rubio ni siquiera le respondió. ¿Para qué diablos lo quería despierto? Desde un principio debió haberle disparado como a su padre y dejarlo morir tranquilamente, en un sitio familiar, en lugar de arrastrarlo hasta esa pocilga para prolongar su sufrimiento.

-¿Me oíste, niño?- Insistió. Si había algo que le molestara a aquel moreno era ser ignorado.

-Si te oí- Respondió secamente Ryota, para que lo dejara en paz de una buena vez.

-Tsk…- El peliazul se dio media vuelta dispuesto a irse cuando una voz apagada detuvo su marcha.

-¿Por qué?-

-¿Por qué, que?- Respondió mordaz, volviendo a su posición inicial.

-¿Por qué lo hiciste?-

-No seas estúpido, es bastante obvio ¿no crees?- Espero un momento, pero al parecer no era obvio para el rubio- Por la plata-

Kise abrió los ojos. De haberse visto en un espejo, seria irreconocible. Esa mirada tan llena de odio, de tanto rencor. ¿Había asesinado a su padre, por dinero? Se puso de pie con mucho esfuerzo porque aún estaba entumido. Se acercó unos cuantos pasos a los barrotes que los separaban hasta que la cadena lo detuvo. Sentía que la sangre le hervía. Como si el corazón le explotara. Como si las manos le temblaran y es que eso era justo lo que hacían, tiritar de tanta rabia contenida.

-Eres un maldito bastardo- El moreno rio entre dientes, pero de manera sincera. De verdad que ese rubiecillo lo divertía.

-¿Es lo mejor que tienes, niño bonito?-

-¡Cállate maldito infeliz!... Me estás diciendo que mataste a mi padre por dinero, pedazo de idiota- Kise aferró sus manos a los barrotes, deseando poder salir y matarlo. De la manera más lenta y agonizante posible.

-¿No crees que estas exagerando?- Respondió entornando los ojos.

Esa cantaleta ya se la sabía. Le habían gritado de todo, en todos los idiomas, con diferentes gestos obscenos. Llevaba ya bastante tiempo en el negocio como para que unas simples maldiciones lo hirieran. Pero qué diablos. No podía negar que le daba un morbo enfermo el ver a sus víctimas a punto de escupir espuma por la boca por tanta ira que sentían. Lo hacía sentir importante y especial el hecho de poder provocar unas reacciones tan intensas, unos sentimientos tan fuertes con tan solo jalar un gatillo. Era espectacular.

 -Que estoy… que estoy…- Estaba perplejo. Kise apretaba los dientes tan fuertemente que era un milagro que no se hayan roto aun- Eres la persona más mierda que he conocido en mi vida. Si tan solo no estuvieran estos barrotes en medio entonces…-

-¿Entonces, qué?- Lo interrumpió con una voz calma pero bastante más sombría.

Odiaba cuando los tipos ricos y debiluchos como ese comenzaban a actuar prepotentes. Como si de hecho sirvieran para algo sin sus millones. Sin sus lacayos besándoles los pies y haciendo lo que ordenara con tan solo chasquear los dedos.

Con lo impulsivo que era, no se la pensó dos veces para abrir la puerta de la celda. Kise dio varios pasos hacia atrás casi de forma inconsciente. A pesar de la ira que tenía en el cuerpo, su mente reconocía a ese hombre alto y musculado como una seria amenaza.

-Ya no están los barrotes… ¿Qué se supone que harás ahora?- Dijo levantando los brazos a modo de desafío.

El rubio no necesito más para abalanzarse contra él. Lanzó su brazo derecho tan fuerte como pudo a la mandíbula del otro. El peliazul atrapo el puño de Kise como si nada, comenzando a retorcerlo de apoco.

Kise soltó un gemido. Con la mano libre, el moreno atrapo la garganta del rubio, apretándola un poco más cada segundo. Con una fuerza devastadora lo arrojó al suelo, subiéndose en su torso para impedir que se pusiera de pie. Kise siguió luchando con su otro brazo, golpeando repetidas veces el cuerpo de su atacante, sin éxito alguno.

-Eres un debilucho, niño bonito. ¿Con esos brazos tan flacuchos pretendías hacerme algo?... él único que puede vencerme, soy yo mismo- Ryota seguía pataleando y golpeando y removiéndose debajo del imponente cuerpo del moreno.

Miró su rostro. Un lado estaba completamente hinchado debido al fortísimo puñetazo que le había propinado. No lamentaba haberlo golpeado. De hecho fue completamente merecido. Por resistirse. Siempre tienen que resistirse, maldita sea… como si tuvieran opción.

-Te dije que exagerabas… Por si no te habías dado cuenta, no era el primero en intentar asesinarlo. Y si fallaba, lo cual es imposible, mandarían a otro y a otro. Probablemente lo hubiesen torturado hasta la muerte, así que deberías estar agradecido de que solo lo atravesé con un par de balas. Rápido, piadoso-

Miró a Kise. Sus ojos estaban cerrados y su cuerpo completamente inmóvil. No se había dado cuenta de cuanta fuerza estaba utilizando en su garganta. Retiró la mano y colocó dos dedos en su muñeca. “Genial… ya lo mate” Rodó los ojos nuevamente, muy fastidiado.

Tomó su radio, presionando un botón, obteniendo respuesta casi al instante.

-¿Qué hiciste ahora, Aomine?-

-Será mejor que vengas doc… creo que lo asesiné accidentalmente-

-¿Pero qué… eres un…- Se escuchó un sonoro suspiro del otro lado del comunicador- Voy para allá-

Corto la comunicación. Aomine Daiki. No había muchas personas que conocieran su nombre. Después de todo se había encargado personalmente de reducir el número de personas que lo pudieran identificar. Luego de “eso”, no deseaba que nadie supiera su nombre, no deseaba que nadie lo recordara.

“Ese maldito niño bonito. Ahora por su maldita culpa me darán la mitad del pago. Que verdadero fastidio” Pensaba mientras subía al primer piso.

Las celdas estaban en el sótano, por obvias razones, mientras que el piso de arriba era la fachada perfecto (por lo menos para él lo era) Un Table dance.

Lleno hasta el tope los fines de semana y con clientela fiel en días laborales, era uno de los locales de baile exótico más visitados de la zona. Le daba buenas ganancias y un lugar excelente para esconder su “otro negocio”. La música con alto volumen evitaba que se filtraran los gritos de ayuda de los desafortunados que mantenía en el sótano, mientras que, siendo un lugar de esa índole, no era de extrañarse la entrada y salida frecuente de varias personas trajeadas.

Sin mencionar que estaba a más de ocho horas de camino lejos de donde se llevó acabo la última misión. Era absoluta y completamente imposible que lo vincularan con nada. Además de que su nombre era desconocido para el mundo. Era perfecto. O por lo menos lo era hasta que el maldito rubiecito lo provocó. Subió hasta el segundo piso, donde se encontraba su oficina. Desde allí controlaba todo lo que sucedía. Y, más allá de su oficina, estaba una habitación lujosa  y espaciosa. La suya por supuesto. Casi siempre rebosante de chicas y seductoras, esperando por su regreso.

Pero hoy, después de lo que acababa de hacer, no se sentía de humor. Su aura de molestia se notaba a kilómetros, por lo que las mujeres despampanantes salieron prácticamente corriendo del lugar. Ya sabían a la perfección como se ponía cuando estaba furioso.

Una vez que estuvo solo en su habitación, comenzó a romper todo lo que estaba a su alcance. “!Maldita sea!” Repetía una y otra vez. Y es que treinta millones no eran cualquier cosa. Era un muy buen pago solo por llevar vivo a ese renacuajo rubio hasta el lugar acordado. ¿Por qué jodidos el debilucho lo tenía que complicar?  

Su comunicador sonó, sacándole de sus maldiciones internas.

-¿Qué pasa Doc?-

-Eres un idiota. Casi lo matas….- Suspiro de cansancio- Pero aun esta con vida. Solo necesita reposar así que por favor no lo molestes, por lo menos hasta que este más saludable y se le baje la hinchazón de la cara-

-No prometo nada-

Cerró la comunicación antes de que le regañara más. Tenía veintidós años, ya estaba grandecito como para que lo estuvieran sermoneando. Sin querer se le vino a la mente el rostro del debilucho aquel. Era muy… bonito. Su cabello tan brillante, sus ojos tan claros, sus labios tan rosados… Y ahora con ese golpazo ya no era nada atractivo. No es que le importara tampoco… simplemente decía… ¿No es así?     

  

Notas finales:

Muchas gracias por leer!

Ya saben que cualquier critica u opinion es bien recibida. 

Por favor, necesito saber si les agrada la historia. Si no es asi haganmelo saber por amor a Dios xD

:3

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).