No pienses…
No sufras…
No mires…
No respires…
No sueñes…
No…
Levanto la mirada alejándose de la lectura que mantenía, unas cuantas personas cabeceaban contra las ventanas, otras pocas suspiraban y algunas simplemente permanecían de pie esperando su bajada.
Volteo su cabeza y observo el entorno en el que se encontraba, en tan solo dos paradas más debía bajarse.
Suspiro cansadamente, cerro el libro y lo guardo al interior de su bolso, acto seguido se levantó y se aferró al pasamano de metal a un lado de la puerta de bajada.
Introdujo su mano al bolsillo izquierdo de su pantalón y subió el volumen de la música.
El tren de detuvo y algunas personas subieron al transporte, entre estas, un chico alto con hermosas facciones y un rostro inexpresivo se ubicó al lado derecho del más bajo.
Su parada llegó, arreglo su bolso tras su espalda y camino con lentitud hacia la salida de aquel atestado subterráneo.
Entre golpes y empujones logro salir sano y salvo de aquel lugar, metió su mano al bolsillo del saco que llevaba puesto, en busca de las llaves de su casa.
-Oh, esto… - su bolsillo vacío le alarmo, registro el contrario y todos los posibles “escondites” en busca de sus imprescindibles herramientas para entrar a su hogar – Maldición – carraspeo por lo bajo al terminar de buscar en su mochila sin pista alguna del paradero de sus llaves.
Suspiro y desordeno sus cabellos en un acto de frustración, camino entre la gente hasta llegar a una pared y se apoyó en esta.
“Estoy jodido” pensó quitando los auriculares de su oído, su suerte iba de mal en peor, ese mismo día se arriesgó a salir más tarde por los deberes del aula y el sermón del profesor sobre el futuro que más conveniente le seria.
Entre sus opciones de salvación escogió la más cómoda y menos vergonzosa, sacó su celular del bolsillo y comenzó a marcar los números ya aprendidos de memoria, se llevó el objeto a su oreja y espero a escuchar los pitidos de espera.
Dos molestos pitidos consecutivos le hicieron agrandar sus ojos y abrir su boca, ¡No podía tener tan mala suerte!... o, eso era lo que pensaba.
Con terror alejo el celular, presiono la pantalla y, el mundo nuevamente cayó en sus hombros.
“Maldito objeto sin suficiente batería” maldijo con furia apretando el teléfono.
-Ahh – suspiro al pensar la segunda y única opción disponible, se levantó del lugar dispuesto a vender su alma al diablo para evitar aquella horrorosa escena que sabía que debía suceder.
Sacudió sus ropas y acomodo el bolso en su espalda, comenzó a caminar con lentitud, tratando de retrasar su llegada, pero una mano le detuvo completamente.
-Disculpa…- se giró confundido, seguramente una nueva desgracia se aproximaba…
-¿S-si? – su grado patético le vulneraba, un joven alto, sin expresión en su rostro, voz sin animo y completamente fuera de lugar le miraba seriamente.
“Oh, Oh, ¿Qué habré hecho?, ¿Es el Karma?, Si… seguramente es eso” pensó observando las acciones nulas de su interlocutor sorpresa.
-Eh… Esto… Y-yo…- una mano larga y estilizada salió de su bolsillo, ¿Era eso nerviosismo?, Su cara permanecía igual, pero esos ojos moviéndose a gran velocidad y sus palabras le jugaron en contra – Toma – abrió sus falanges y unas llaves con la vergonzosa imagen de pororo colgaron de esta.
-¿Eh? – La rápida acción ejercida por el alto le aturdió por segundos, luego poso su mirada en la mano del contrario y sus ojos se agrandaron exageradamente – Mi llavero – chilló avergonzado arrebatando las llaves de las manos ajenas.
¡Oh!, quería morir de vergüenza en aquel mismo momento, de reojo diviso al chico que sonreía descaradamente ante la ternura emitida por el bajito de ojos gigantes.
-Soy SeHun – extendió la mano que anteriormente sostenía la llave, aun con una sonrisa burlona en el rostro.
-K-kyungSoo…- susurro el otro aceptando el saludo occidental sin mayor problema.
-Oh… ¿Me llevas a tu casa? –
Indudablemente… su suerte era una Mierda.
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-Mmmh, ¿Qué se siente ser tan pequeño? – pregunto Sehun descaradamente mientras sacudía con cariño los cabellos castaños de Kyung.
-¿Qué se siente ser un inexpresivo poste? – contraataco el bajito mientras alejaba con furia el largo brazo del menor de su cabeza.
-Pues…- analizo la pregunta divertido al ver la mirada de su Hyung – se siente… Genial – sonrió con sorna al ver a Soo completamente enojado.
“Este mocoso…” frunció el ceño expresando su molestia, las puertas de abrieron y salió a gran velocidad del vagón, siendo perseguido a corta distancia por el menor que sonreía en forma de victoria.
Su vida cambio rotundamente esa noche…
Si… definitivamente cambio, de un día a otro se vio prácticamente perseguido por ese chico alto e inexpresivo, al mes ya compartían conversaciones, a los dos meses el menor –sí, ese chico resulto ser menor e inmaduro- lo recogía camino a sus hogares, que justamente quedaban jodidamente cerca.
Todo aquello se convirtió en amistad y lo peor de todo era que Kyung no sabía si lamentarse o alegrarse de aquel día que perdió sus llaves.
Si bien su suerte de un día a otro se vio aumentada en demasía, también persistía la incomodidad e inseguridad con respecto al chico.
Oh Se Hun, un joven menor de edad completamente popular y atractivo, el misterio de sus ojos y el aura que emite enamora a las chicas, estudiante de una escuela de ricos ubicada en el centro de Seúl, además de eso, perteneciente a un círculo vicioso de chicos lindos.
Do Kyung Soo, un ordinario estudiante de preparatoria, bastante inteligente y lindo, usualmente querido por la ternura inconsciente que emite constantemente, hijo de una familia de clase media alta, estudiante de una escuela de renombre en la comunidad escolar normal del centro de Seúl, pertenece al círculo de… estudiantes honorables amados por los profesores.
Chicos totalmente diferentes… Si, absolutamente diferentes.
-Oh, espera – pasó nuevamente la tarjeta por el validador, “Saldo insuficiente”
Se golpeó mentalmente por aquello, se alejó de la multitud de gente y comenzó a registrar su mochila, abrió un bolsillo dentro de esta y encontró dinero.
Si, su suerte mejor completamente.
Anteriormente había notado aquellos golpes de fortuna, ya sea en ser el afortunado de obtener el último jugo o encontrarse dinero despilfarrado por la calle.
-Vamos – ambos pasaron sus tarjetas y subieron al tren, en 30 minutos se vieron caminando hacia la comodidad de sus hogares.
-Bien, nos vemos mañana – se despidió Kyung esperando que el menor desapareciera rápidamente del perímetro de su hogar.
Una sonrisa cómplice por parte del más alto, un acercamiento peligroso, la oscuridad de la tarde.
Sus labios unidos en un simple e inexperto beso, SeHun envolvió la angosta cintura del más bajo y lo atrajo a su cuerpo.
Los latidos de ambos se palpaban en la atmosfera de aquella avenida, unos segundos más de contacto y las manos del mayor empujando el pecho de Hun les separaron con pesar.
-Nos vemos – se despidió HunHun sonriendo complacido caminando con lentitud calle abajo.
KyungSoo acaricio sus gruesos labios y el sonrojo ocupó sus mejillas.
Su vida… Definitivamente… Había cambiado…