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Mano Izquierda por EijiTonks

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Notas del capitulo:

Viva la Strongest Pair!!!!!

            La profesora Ryuuzaki revisaba las fichas de dos jugadores en particular dentro de la sala de maestros que se encontraba totalmente desocupada por ser horario de clases.

 

            Pensaba en ambos jugadores sumado a la petición de Yamato, quien se graduó hace un año de la escuela secundaria dejando como propuesta los nombres de Shinomiya Harumi y Tezuka Kunimitsu como capitán y sub-capitán respectivamente. Sumire sabía, por completo, las intenciones de Yamato al nominar a Harumi como líder principal: Shinomiya no es de las personas que quieren el puesto para algo más como Yuudai, si no por la subida de ego y estatus que este puesto da con respecto a los demás alumnos y, aquello, haría al castaño de lentes aprender más rápido las obligaciones que tendrá el próximo año.

 

            Fue complicado para la mujer aceptar esa propuesta, pero Ryuuzaki también debía asumir que si daba la plaza a ese muchacho, lo estimularía para mejorar su juego. Era lo único que podría sacar en limpio y convencerse de aquella nominación. Además, ella era la que daba la sentencia final a todas las decisiones que se tomaban en el Club de Tenis y mantuvo a raya los movimientos de ese muchacho, por que lo más importante era que Kunimitsu aprendiera, de cerca, lo que es ser capitán.

 

            Ahora que Shinomiya sale graduado al término de este trimestre, Tezuka sube a capitán y es aquí donde Sumire recuerda la propuesta más importante para Yamato, la cual consistía en que Fuji sea el que acompañe a Tezuka en el liderato del Club. No obstante, Oishi bailaba en la mente de la mujer para el puesto de fuku-buchou – mientras miraba la foto del chico de ojos verde esmeralda –.

 

            En ese mismo momento, se escuchó un golpe suave en la puerta como señal de que alguien se anunciaba. Aquello, fue lo que detuvo – de sopetón – sus pensamientos, aunque ella sabía quien podría ser.

 

– Pase –, ordenó con voz serena sin levantarse de su escritorio personal.

 

            La puerta se abrió y entró un muchacho de apariencia tranquila y de carismática sonrisa.

 

La profesora esperó que el castaño tomara asiento frente a su escritorio mientras lo observaba. Sumire analiza en sus pensamientos la madurez transversal desarrollada por Fuji en tan poco tiempo, ya que no sólo se aplicaba en su juego – por la elegancia y sagacidad evidente de sus movimientos que fueron perfeccionados mediante las prácticas y torneos jugados – si no que también en el carácter, el cual se hizo más fuerte y directo aun cuando Syuusuke expresara su opinión mediante trampas semánticas y no en impulsos como fue hace un año atrás como vio Yamato.

 

Las objeciones que, en un principio, sostuvo en contra el castaño parecían disiparse ante la actual serenidad que Syuusuke mostraba en todo momento y que seria esencial para el futuro del equipo. Todo aquello, sin mencionar que Ryuuzaki sabía muy bien que, debajo de aquella sonrisa encantadora, Fuji escondía ese férreo carácter que haría doblegar cualquier persona ante él.

 

Sin duda – concluyó – tenía un equipo lleno de cabezas duras.


– ¿Ryuuzaki-sensei? –, la llamó el castaño con voz suave.

– Lo lamento, Fuji – sonrió – divagaba en mis pensamientos –, mientras guardaba las fichas en una carpeta azul.

– ¿La edad? –, bromeó. Sabía que con ella podría hacerlo sin mayores vueltas.

– ¡Fuji! –, reprendiéndolo. Realmente, evaluaría mejor la propuesta – No hagas que me arrepienta –, “que un error es caro en este puesto”, completó en sus pensamientos.

– Disculpe, no pude evitarlo –, sin borrar la sonrisa de su rostro.

 

Sin embargo, la mujer sabia, perfectamente, que el castaño no lo lamentaba ni un poco, era su manera de ser: Fuji no temía hacerle frente a los demás aun si se tratara de un profesor. Ciertamente,  Sumire no quería pensar en lo que pasaría con el chico de lentes cuando tuviera alguna diferencia de opinión con Syuusuke, ya que Tezuka era muy directo y severo cuando lo enfrentaban a pesar que la mujer sabía que ambos chicos no se darían golpes; no fue en ese partido ni lo será ahora cuando han laborado juntos en trabajos escolares y en el equipo. Una vez más, se preguntó si era correcto, pero ese era el carácter que Yamato Yuudai había buscado con tanto esmero y que terminó por convencerla después de varias intervenciones: Era Fuji Syuusuke el compañero de Tezuka.


– Como bien sabes, Shinomiya se gradúa. Por ende, Tezuka asumirá como capitán –, dijo retomando el motivo por el cual había citado al castaño de ojos azules.

– Pues, sería un nombramiento oficial, porque él siempre lo ha sido –, opinaba.

– Eso nos deja con la interrogante del nuevo sub-capitán – dejando de lado el comentario de Fuji – el cual será la mano derecha de Tezuka cuando se haga la nominación oficial –, continuó.

– Tezuka es zurdo, Ryuuzaki-sensei –, riendo bajito. Adoraba molestar a Ryuuzaki.

– ¿Aceptas ser el sub-capitán del equipo, Fuji? –, preguntó.

 

Un sentimiento de sorpresa absoluta se apoderó de la mente del castaño.


– ¿Disculpe? –, preguntó con el fin de tener segundos valiosos para pensar en lo dicho por la señora.

 

            Sumire observó a su alumno. Conocía lo suficiente a Syuusuke para comprender que él quería una explicación al respecto más que una repetición de lo que había dicho.

 

– Ustedes dos ostentan los primeros puestos en el ranking interno del Club – expone – no sería extraño que seas el sub-capitán, al contrario, es un movimiento natural bajo el concepto de meritocracia, Fuji –, sonriendo a modo de señalar lo obvio.

 

            Sin embargo, el castaño mantuvo su silencio haciendo una pausa en la conversación. Su afilada mirada apareció como reflejo de aquella sonrisa en la mujer, quien mostró parcial sorpresa por la aparición repentina de esos ojos azules profundos sin dejar la sonrisa anterior. Syuusuke gozaba el efecto que causaba aquel gesto con su mirada.

 

Con respectó a esa “razón natural”, no lo convencía ni un poco, ya que Sumire no era de las personas que se iban por lo “obvio”. “Algo más hay ahí y lo averiguaré ahora mismo”, pensó.

 

– ¿Por qué? –, cuestionó a modo de indagar.

– Ya te lo he explicado – cruzando los brazos a la altura de su pecho – son los mejores del equipo – descansando su espalda por completo en la silla – Capitán y sub-capitán son los que usualmente tienen las primeros dos puestos en el ranking interno del Club –, siguiendo su postura de explicar bajo el concepto de lo “obvio” ayudada por su sonrisa casi jactanciosa.

– Es cierto – reconoció sin quedar completamente satisfecho con la respuesta – es tan fácil como saber que uno más uno es igual a dos, pero aquí la ecuación tiene más variables, Ryuuzaki-san – retomando su intensión de saber más – usted no se deja guiar simplemente por ideas tan lineales. El que Shinomiya-senpai fuera capitán el año pasado no fue más que una oportunidad para preparar a Tezuka en ese puesto – imitando el gesto relajado de Sumire al sentarse cómodamente en la silla – Por eso le preguntó, ¿Por qué? ¿Qué soy en esta ecuación? –, manteniendo sus ojos fijos en ella.

 

            La profesora observó, con relativa sorpresa a su alumno, la agudeza del muchacho no tenía límites – pensando mientras encontraba la forma de explicar sin dar mayores detalles del asunto – Con ello, entendía que Fuji no aceptaría simples o banales respuestas, ya que el castaño tenía el enorme talento de poner en jaque a las personas y, sin duda, lo habría logrado con ella. “Yamato estaba en lo correcto”, concluyó para sí misma.

 

– Recuerda el por qué del castigo que les impuse a Tezuka y a ti hace un año y tendrás tu por qué –, respondió Sumire finamente.

– ¿Puedo pensarlo un poco? –, preguntó Fuji muy pensativo y lejos de bromear mientras indagaba en las palabras de la mujer dentro de sus recuerdos.

– Claro – asentía con la cabeza junto con una sonrisa categórica – espero que hagas lo correcto –.

– Con su permiso –, a modo de despedida.

– Propio –, correspondiendo a su alumno.


            Fuji se levantó de la silla e hizo la misma reverencia inicial antes de salir del gran salón de maestros.

 

            Caminó por lo corredores mientras comprendía las palabras de la entrenadora, pero se cuestionaba al mismo tiempo: ¿Soy la persona correcta?

 

            El periodo de clases posterior al almuerzo, había terminado. Kunimitsu optó por guardar los apuntes obtenidos de la clase de inglés técnico que compartiría con Syuusuke al término de las prácticas, ya que eran compañeros de salón y el castaño de ojos azules se encontraba en la Sala de Maestros junto a Ryuuzaki-san, quien envió a unos alumnos en busca de Fuji.

 

            Era inevitable no sentir curiosidad con respecto a esa citación, porque – en primer lugar – la profesora no acostumbra a sacar a sus alumnos de clases, prefiere conversar con ellos después de la práctica o en algún recreo antes del periodo siguiente, ya que no le gusta que sus alumnos pierdan horas provechosas y que después salgan perjudicados en los exámenes, aunque con Fuji se puede dar el lujo de citarlo en cualquier minuto y el muchacho rendiría brillante como de costumbre; y, en segundo lugar, Syuusuke era una persona que a pesar de sus bromas y juegos de los cuales Tezuka disfruta en secreto, pues no es un chico con falta de disciplina o que incumpla una regla como para ser citado por algún maestro, así que descartaba de plano esa situación.

 

No obstante, no demorará mucho en enterarse. Fuji siempre conversa sus cosas con él, por lo que guardaría esa curiosidad para sí mismo mientras aguarda tranquilo la confesión de Syuusuke.

 

            Tomó su maletín de estudiante junto al de su compañero y dio unos pasos. Cuando quiso salir del salón una compañera lo interceptó.

 

– Tezuka-kun – lo llamó. Kunimitsu se detuvo y volteó para escucharla desde los corredores – Quisiera formar parte de tu comando por lo del Consejo Estudiantil – sonrió mirándolo a los ojos, acercándose al más alto – tengo algunas ideas que pueden ser de utilidad. ¿Tienes tiempo? –, se mostraba segura a pesar que en sus mejillas se asomaba un leve color carmín por el atractivo que el muchacho tenía para ella.

– ¿Puedes llegar más temprano mañana? –, preguntó en medio del pelotón de personas que salían y transitaban dentro de los corredores. Se acercó un poco para cerciorarse que la chica escuchara.

– ¿Te parece media hora antes? –, propuso la muchacha buscando la agenda para anotar los datos un poco nerviosa por la cercanía del castaño. Kunimitsu vio con buenos ojos que la muchacha anotara sus reuniones, ya que mostraba seriedad y organización.

– Bien –, colgando su maletín al hombro derecho en señal de retirarse, pero la chica nuevamente lo detuvo tomándolo delicadamente del brazo izquierdo.

– Disculpa, Tezuka-kun – sonrió nerviosa al encontrarse con los ojos fríos del muchacho, soltando inmediatamente el brazo del más alto – ¿Fuji-kun es parte del grupo también? –.

– No –, neutral sin mostrar su curiosidad frente a esa pregunta, aunque la chica no demoro en hablar.

– Ah, es que como siempre están juntos, pensé que él era tu mano derecha – sonrió algo torcida, avergonzada por haber malentendido las cosas – Si no podía hablarte ahora, pues buscaría la forma de hablar con él, pero afortunadamente no fue así, ya que habría sido un mal entendido –, se sonrojaba un poco más sin dejar de mirar los ojos de Tezuka.

– Supongo –, mirando las escaleras que estaban casi vacías algo apurado y la chica lo notó.

– No te detengo más, Tezuka-kun – hizo una reverencia a modo de despedida – Nos vemos mañana –.

– Hasta mañana –, inclinó la cabeza hacia adelante imitando el gesto de la chica antes de caminar rápido y bajar las escaleras que lo conectan con la primara planta.

 

            Fuji… – susurró en su mente mientras llegaba al primer piso – ¿De cuando comenzó a ser tan necesario en su vida? ¿En qué minuto pasó todo eso? ¿Cuando fue que el tenis y los pupitres confabularon para unirlos tanto? – se preguntaba abriendo el casillero para cambiarse aquellos zapatos que tenía por los deportivos para entrenar – Realmente, no tenía muy claro aquel momento en que eso pasó, pero Kunimitsu reconoce que, en el último tiempo, sus convicciones y opiniones en su mayoría, eran doblegadas por el castaño de ojos azules – chasqueaba su lengua, contrariado mientras dejaba su bolso de estudiante en el cubículo donde estaban antes sus zapatillas – y a veces lo exasperaba, se sentía algo disminuido en ciertos aspectos en los cuales acostumbraba a dominar en el lado personal y que tendían a esfumarse por las bromas de Syuusuke que terminaban convenciéndolo. No sabía si era la broma en sí o esa sonrisa tan real, tan distinta a las demás junto con esos ojos azules tan profundos e intensos que combinan con esa curvatura de labios, quienes en conjunto lo desarmaban por completo.

 

            Ciertamente, tenía que asumirlo – se quedó quieto, absorto en sus pensamientos mirando el bolso de su compañero – debía aceptar que estaba aplicando aquel proverbio que dice: “Si no puedes con el enemigo, únetele”. Kunimitsu no quería dar su brazo a torcer, pero va siendo la hora de enfrentar la realidad y entender que si se dejaba convencer, era por una sola razón que nació con las experiencias que han compartido en este tiempo, con el entendimiento tácito entre ellos y ese motivo se llamaba amor. No encontraba otra respuesta coherente, y si analizaba las cosas – sonrió diminuto – le encantaba; Syuusuke era un amigo y un compañero ideal que lo respetaba mucho y se divertía a su lado. Esas torcidas no eran tan graves realmente – concluía sin desmarcar esa sonrisa de sus labios –.

 

– ¿Qué tal la clase, Tezuka? –, lo saludaba Kawamura, quien apareció de repente para el castaño. Se encontraba guardando sus apuntes.

– Igual que siempre –, carraspeó mientras acomodaba el maletín de Syuusuke. Afortunadamente, la puerta del casillero tapó su sonrisa. Dejó sus zapatos de interior para colocarse los deportivos.

– ¿Y Fuji? –, preguntó sorprendido por no verlo juntos. Se sentó para cambiarse los zapatos.

– Con Ryuuzaki-san –, respondió cortante mientras ataba sus cordones.

– ¿Vamos juntos o tienes que hacer? –, propuso levantándose listo para salir.

– Vamos –, respondió colocándose de pie antes de seguir a Kawamura.

 

            Fuji… – susurró nuevamente en sus pensamientos – ¿Qué haría sin él? ¿Qué sería sin aquel vínculo que han construido hace pocas semanas? – se preguntaba mientras caminaba en compañía de Takashi – Lo más seguro es que seria el mismo de siempre, dedicado a sus deberes y pasiones, a sus objetivos más inmediatos, pero se perdería ese cosquilleo tan necesario que Syuusuke provoca en él, esa sensación de “vértigo gostoso” que lo mantenía entre la tierra y el cielo. La vida era más divertida a su lado, daba un color diferente y del cual se hizo un adepto empedernido.

 

– Te noto pensativo – comentó el más alto – si quieres te espero en los vestidores, creo que necesitas estar solo, Tezuka –, sonrió gentil.

– Gracias, Kawamura –, agradeció mirándolo a los ojos mientras Takashi se adelantaba unos pasos.

– Nos vemos en el entrenamiento… –, se despidió antes de correr a los vestidores.

 

            Miró la cancha de futbol que estaba antes de llegar a los camarines. Por un momento, Tezuka pensó que lo mejor hubiera sido ser futbolista y así su vida se tornaría más pacifica – su carácter racional estaba intentando apagar el interruptor llamado “sentimientos” que estaba encendido hace demasiado rato para el gusto de su lado más objetivo – ya que no vería esos ojos azules y esa sonrisa que arrasaba con todo lo que era él, ni tampoco esos besos y abrazos cálidos que se daban a solas, a puertas cerradas en la habitación del otro o en la soledad cuando todos sus compañeros se fueran y antes que Ryuuzaki-san se diera la última ronda por los vestidores, ya que Shinomiya era el primero en irse.

 

            Decidió caminar hacia los vestidores para cambiarse – mientras aflojaba los botones de su chaqueta negra y los de la camisa blanca mientras se acercaba a los camarines – quería dejarse de jugar con su mente y encontrarse con él.

 

– ¿Te pasó algo? –, preguntó Fuji preocupado al ver que Tezuka entraba con la ropa desabrochada.

– No, ¿Cómo te fue? –, mirándolo fugaz antes de quitarse la ropa mientras abría el casillero.

– Prefiero que lo conversemos después del entrenamiento. ¿Qué tal los apuntes? –, consultó, ya que necesitaba saber cuánto avanzaron en clases.

– Bien –, respondió cálido mientras se colocaba la remera del club antes de bajarse los pantalones y cambiarlos.

– ¿Vienes a mi casa después del entrenamiento? –, invitó mirando el cuerpo del otro tan concentradamente que su sonrisa disminuyo un poco. Cada vez lo encontraba más deseable.

– Avisare que llegare tarde a casa entonces – colgó su uniforme escolar y cerró aquel casillero que hace más de un año ha sido suyo – Vamos –, indicó grave al ver que un tercero entraba a los vestidores

 

            Ambos castaños llegaron a las canchas siendo los últimos junto a otro grupo que llegó unos minutos más tarde. Tezuka se formó a la izquierda de la entrenadora Ryuuzaki y Fuji frente a él, ya que era un regular al igual que su pareja junto a Oishi, Kikumaru e Inui, quienes lo seguían en la misma fila hacia la derecha.

 

            Sumire explicó la rutina de trote y calentamiento físico en parejas para regulares, quienes correrán por el borde externo de las canchas en forma normal hasta la décima vuelta donde cambiarán a modalidad cooper, naveta o suicida. Mientras que los juniors y novatos, correrán treinta laps sin ningún cambio y siguiendo el ritmo de los regulares hasta las séptima vuelta, pero si alguien se despegaba del grupo se adicionaba una vuelta más desde el décimo lap.

 

            Tezuka y Fuji se eligieron con solo dar un paso frente al otro. Ryuuzaki los colocó liderando el grupo de titulares a modo de ensayo de lo que sería un futuro muy cercano. La mujer ajustó el reloj cronométrico y dio el “vamos” con el sonido de un pito que alertó a ambos escuadrones quienes movieron las piernas como por estímulo a ese ruido tan común dentro del Club de Tenis.

 

            Ambos castaños comenzaron a correr. Preferían el silencio, las miradas de soslayo al otro junto escuchar el ritmo de la respiración que era más acelerado con el correr de las vueltas. Estaban lejos de ser como Oishi y Kikumaru, quienes estaban conversando y riendo detrás de ellos; tomando esta oportunidad para seguir hablando y fortaleciendo un lazo de forma directa, sin importar que eso los agotara más, sobretodo al de cabello negro, quien no tenía la misma resistencia del pelirrojo que era mayor.

 

            Al contrario de ellos, Kunimitsu y Syuusuke mantenían silencio, porque gustaban – implícitamente – llegar juntos a todos los puntos marcados con conos naranjos puestos por Ryuuzaki cuando se colocaba en práctica la modalidad de cooper. Ambos muchachos sincronizaban hasta colocar la misma pierna en la línea en igual tiempo, de romper la marca anterior, ya sea por una decisión de competencia o placer, pero siempre juntos.

 

Estar juntos parecía irreal, ¿no? – pensaba Fuji durante la corrida hacia la siguiente marca – al menos esa era la idea que rondaba por su cabeza hasta que se vio obligado, por él mismo, a correr el riesgo. Ya había pasado un tiempo desde que lo conoció, desde que lo cautivo.

 

El sonido de murmullos a su alrededor era natural. Andar entre los pasillos observando cada una de las piezas de aquella colección, en su compañía, le parecía invaluable al igual que aquellos mármoles que miraban; el poder distinguir aquel destello de asombro en su rostro siempre serio, lo mantenía más interesado que la exposición misma. Syuusuke se tomaba su tiempo estudiando cada una de las expresiones presentes y futuras de Tezuka, sin importar que se quedasen atrás. A juicio de Fuji, era lo mejor, así no habría nadie que los molestara, ni ruidos bulliciosos a su alrededor.

 

– ¿Qué es eso? –, preguntó Tezuka mientras observaba con curiosidad un objeto en particular.

 

Fuji tuvo que volver a la realidad y ver a qué se refería su compañero. Ambos se acercaron a una especie de mascara de mármol enorme; aquello era eso era lo que había llamado la atención a Tezuka. Ese antiguo objeto representaba un rostro masculino con barba. El castaño de lentes no podía distinguir si era una especie de demonio o un retrato humano; los ojos y boca estaban perforados y huecos, como si en algún momento de su vida útil salía agua de aquellos surcos.

 

– La Bocca della Veritá –, respondió dando un paso delante del chico de lentes y tocando el mármol.

– No puedes tocar las piezas del museo, Fuji –, regañó Tezuka, quien estaba un tanto asombrado de la hazaña de su compañero de clases.

– Vamos, Tezuka – sonriendo relajado – sería pecado que no dejen tocarla. Le quita su encanto – acariciando la fría boca de la piedra – ¿No conoces la leyenda? – mirando a Kunimitsu, quien se mantuvo en silencio esperando la respuesta – Es un detector de mentiras. Pones tu mano en la boca y dices una frase – explicaba sin dejar de mirar la máscara – si aquello es falso, te la morderá –.

 – ¿Qué? – cuestionó – Esos son cuentos… –, mirando a Fuji totalmente escéptico de la versión de su compañero.

– ¿En serio? – sonriendo juguetón – Probemos entonces – propuso Syuusuke antes de poner su extremidad superior en el hueco que era la boca de la máscara – Mi mano será cercenada y el final de mi tenis será un hecho si lo que digo es mentira –, sentenció sin dejar de sonreír.

– Esto no tiene sentido –, expresó sinceramente, aunque el castaño lo pasó por alto.

– Tengo un excelente gusto –, habló a la máscara luego de poner su mano en el hueco que funcionaba como boca.

 

            El castaño más bajo esperó jugueteando con sus dedos en el frio mármol por escasos segundos. Fuji observó, de soslayo y con atención, las reacciones del de lentes, quien estaba expectante – sin querer reconocerlo – mientras mantiene su semblante neutral y mirando, atentamente, la mano de Syuusuke.

 

– Creo que eso no cuenta –, bromeaba Fuji sacando su mano totalmente ilesa de aquel rostro inerte.

– O, tal vez, defectuosa –, comentó Tezuka sabiendo, muy bien, los peculiares gustos del castaño – El sushi de wasabi no es, precisamente, una delicia –, agregó a pesar que podría herir los sentimientos de Syuusuke.

– O algo subjetivo – ignorando nuevamente el último comentario – Yo nunca dije qué clase de gusto, algo más específico entonces – concluyó mientras colocaba, nuevamente, la mano en la boca – Tezuka es el alma de la fiestas –, habló.

 

            De pronto, el rostro de Fuji se vio transformado en una mueca de dolor, encorvándose hacia adelante y recargando su otra mano en el mármol para intentar sacar la derecha que parecía estar atorada.

 

– Tezuka… –, pidiendo auxilio a su compañero, quien no se movía de su sitio.

– Estás bromeando – girando su cabeza a la derecha en modo reprobatorio mientras sube sus lentes sobre el puente de su nariz – No soy idiota… –.

– ¡Por favor! – suplicó con un hilillo de voz.

 

            Sumire miraba atentamente los pasos de ambos muchachos en particular, quienes mantenían el liderato de la fila como si se tratara de algo natural. No obstante, cuando terminaron el último ciclo de modalidad cooper, la mujer observó a un Fuji completamente desconcentrado y lo comprobó en el instante en que el chico de ojos azules adicionó más pasos que Tezuka, quien se detuvo apenas puso un pie en la línea de meta.

 

            Ryuuzaki no se movió de para ver la reacción de Syuusuke durante unos minutos y enterarse de la razón de descuido. Deseaba conocer los movimientos de su compañero, quien no dudó en ir a su lado. La señora comenzó a preocuparse al presenciar que Fuji se arrodillaba tomándose el pecho, buscando una bocanada de aire.

 

– Vamos a la enfermería – dijo asustado sin importarle la opinión de sus compañeros – Te llevo –.

– No te preocupes. Sólo necesito aire –, habló manteniendo la cabeza gacha, haciendo máximo esfuerzo para no preocuparlo. Cerraba los ojos para pronunciar cada palabra con la menor dificultad posible, pero la falta de aire se mantenía firme.

– Llévalo, Tezuka –, indicó la profesora sin dejar que el castaño más bajo replicara.

 

            Kunimitsu asintió. Caminó para ponerse delante de Fuji, quien – con ayuda de la Golden Pair – llegó a la espalda de Tezuka y se encaminaron hacia el lugar donde la entrenadora ordenó.

 

            Cuando se encontraban lejos de sus compañeros y Syuusuke recobró parcialmente el aliento, habló.

 

– No puedo evitar recordar que no es primera vez que me propones ir a la enfermería –, sonrió débil.

– Hn –, con voz tímida. Deseando que Syuusuke no viera el carmín de sus mejillas por los recuerdos que aquella frase desencadenó.

           

            Tezuka estaba incrédulo sabiendo que aquello era imposible, pero su instinto creyó lo contrario y, de una zancada, tomó a Fuji por la espalda y lo alejó de aquella mascara. Por un segundo, vio como el castaño se agarraba el puño derecho de su abrigo, en el que no había una mano. Los ojos de Kunimitsu se abrieron por completo, expresando una enorme sorpresa.


– Vamos a la enfermería –, dijo asustado.

 

Era en lo único que el muchacho de lentes podía pensar mientras tenia al castaño abrazado contra su pecho, tenía que ayudarle – pensaba dentro de su nerviosismo –. El pequeño cuerpo del tensai, realmente, estaba temblando de risa y ello… ¿Risa? – se preguntaba Kunimitsu mientras corregía sus pensamientos –.

 

 Tezuka se vio paralizado, por un momento, analizando la situación. Syuusuke estaba temblando contra su cuerpo sí – respondiéndose dentro de sus pensamientos – pero de la risa contenida.

 

Kunimitsu resolvió tomarlo de los hombros y lo separó de su cuerpo. Mayor fue su molestia al encontrarse con el Fuji sonriente de siempre y sacando su mano de la manga del abrigo que llevaba a modo de mostrarle que todo era una cruel broma.

 

– ¡Fuji! –, murmuró entre dientes. Mirando con fiereza aquellos ojos azules.

 

            Tezuka estaba furioso. No sabía si era porque el castaño le había visto la cara o por la preocupación y pánico que sintió al verlo lastimado. No entendía bien cómo era que había caído en aquella absurda broma aun sabiendo que era imposible, pero su juicio se nublaba cuando Fuji y su seguridad estaban involucradas en la misma ecuación. Siempre era el castaño el que lo incitaba hacer cosas que eran impensables en una persona como él últimamente y esta situación – en particular – no era la excepción.

 

– El fin justifica los medios, Kunimitsu –, murmuró cerciorándose que nadie escuchara llamar a su compañero por el nombre de pila.

– Me diste el susto de mi vida, Fuji Syuusuke… –, comentó grave mientras se acercaban a la enfermería.

 

Fuji vio todas aquellas emociones contenidas en la mirada del más alto y estas debían salir, ya que era la oportunidad de saber si sus sentimientos eran correspondidos – decidió finalmente –. Tomó del brazo al castaño más alto y volvieron a la máscara. Syuusuke metió, en la boca del rostro inerte, la mano izquierda del muchacho de lentes, quien – una vez más – se dejó llevar por el criterio dominante del tensai.

 

– Tezuka está furioso conmigo –, afirmó mirando a la máscara cuando, realmente, quería que Kunimitsu fuera el que respondiese.

– Sí –, confesó entendiendo el juego que armó su compañero, ya que la boca jamás se cerraría y menos respondería de otra forma a Fuji.

– Tezuka estaba preocupado por mi –, volvió a hablar contento por ser comprendido, aunque no cambió el matiz de su sonrisa.

– Sí –, respondió nuevamente.

– ¿Soy alguien importante para Tezuka? –, preguntó aventurándose, deseando que el otro respondiera tal como venía haciendo. Sentía temor, pero era tarde para dar marcha atrás. No obstante, su rostro no lo demostró del todo.

– Sí –, respondió con una seguridad que erizó la piel del más bajo y aquello no lo pudo anular. Su sonrisa fue borrada parcialmente ante el nerviosismo que esa respuesta significaba junto con querer encontrarse con los ojos de Tezuka y saber si aquello era verdad y no parte de un sueño cruel.

 

El contacto de ambas miradas se dio naturalmente. Tezuka aprovechó la pausa de Syuusuke para preguntar algo que necesitaba saber a pesar de sentirse preso en esas pupilas azules que lo cautivaron desde el primer momento.

 

– ¿Soy importante para Fuji? –.

 

            Aquella interrogante fue una rotunda prueba para sentir, que la esperanza de ser correspondido, envolvía su corazón. Syuusuke extendió la amplitud de su sonrisa y sus ojos se abrieron por completo, permitiendo expresar la misma alegría de sus labios, quienes – en su conjunto – demostraron un sincero sentimiento al más alto.

 

            Tezuka leyó correctamente aquel gesto y, por ello, se aventuró a tomar la mano del castaño de ojos azules para dejarla debajo de la suya. Deseaba que aquel gesto ayudara a Fuji para responder sin miedo.

 

– ¿Soy importante para Fuji? –, preguntó con más firmeza que la primera vez.

– Sí –, suave y seguro sin dejar de sonreírle espontaneo, contento.

 

            Syuusuke notó un sonrojo por parte de Kunimitsu, quien se mantuvo en silencio.

 

            Su corazón latía con rapidez al ver que tenía “luz verde” para hacer aquella pregunta al de lentes.

 

            No obstante, colocó, cuidadosamente, su mano por sobre la de Tezuka y acarició – delicadamente – los nudillos, recorriendo lentamente sus dedos izquierdos. Era un roce casi invisible que contrastaba con el intenso carmín de sus mejillas mientras que sus ojos miraban a ratos los de Kunimitsu, quien no dejaba de observar a su compañero.

 

 Fuji deseaba que su mensaje, que su pregunta fuera entendida por Tezuka y no fue decepcionado.

 

– Sí, quiero –, respondió solvente.

 

            Sonrieron completamente sonrojados, sin dejar de mirar las pupilas del otro.

 

– Hay veces en que tenemos que correr riesgos más allá de los normales –, susurra dulce y bajito al oído.

– Me conformaría con un “lo siento” por haberme asustado de esa forma –, murmuró tratando de sonar neutral por el sonrojo que provocó aquella voz en sus mejillas.

– ¿Sólo con eso? Qué pena… –, comentó con ligera seducción sin apartarse de la oreja del  más alto.

– ¿De qué hablas tú? –, preguntó bajándolo de su espalda para encontrarse fijamente con sus ojos y rostro sin perder la cercanía entre ellos.

– Algo como esto… –, respondió acortando las distancias con un beso.

 

            Tezuka se dejó llevar por aquel contacto en el mismo momento en que Fuji lo abrazaba del cuello para tenerlo cerca y acariciar sus cabellos. Kunimitsu lo tomó posesivo por la cintura para disfrutar gustosamente aquel beso que comenzaba a necesitar de Syuusuke con mayor frecuencia que antes.

 

            Se separaron luego de algunos segundos y se miraron a los ojos con una ternura que sólo ellos conocen del otro.

 

– Eres imposible –, murmuró cambiando la mirada hacia otro lado, azorado. Fuji podía apreciar que sonreía de medio lado y diminuto.

– Gracias por el cumplido –, dijo muy sonriendo besando su mejilla, sin quitar los brazos del cuello.

 

            Nuevamente, sus miradas se encontraron, pero Tezuka recordó en qué minuto del día estaban y era imperioso regresar al entrenamiento. Después seguirían con esto que adoraba por completo.

 

– Debemos volver al entrenamiento –, comentó neutral a pesar que se sentía perder en esos ojos azules que lo miraban con dulzura.

– ¿Tengo opción? –, preguntó sabiendo la respuesta, pero siempre quería ver la reacción de su pareja.

– Vamos –, respondió y abrazó del cuello a su compañero para caminar juntos.

 

Notas finales:

 La Boca de la Verdad (Bocca della Veritá) es una enorme máscara de mármol de fama mundial, de la que se cuenta que mordía la mano de aquél que mentía.

 De hecho, existe una curiosa historia sobre la mujer de un hombre romano muy rico al respecto.

 El hombre romano acusaba a su mujer de cometer adulterio y la mujer obviamente negaba las acusaciones, por lo que su esposo decidió someterla a una prueba con la Boca de la Verdad. La mujer sabía que mentía y que perdería su mano por lo que planeó una estrategía muy inteligente: un día, en un lugar muy concurrido, el hombre que era su amante se acercó a ella y la besó profundamente, ella fingió que no lo conocía y armó toda una escena donde se mostraba sumamente molesta por lo sucedido. Su estrategia dió resultado pues el día en que pusó su mano en la Boca de la Verdad, ella afirmó que jamás había besado a otro hombre que no fuera su esposo y el sujeto que la besó unos días atrás. Ciertamente no estaba mintiendo y su mano se salvó.

 Para fines practicos hemos utilizado esta pieza la cual originalmente se encuentra en Italia para juntar a Tezuka y Fuji, solo la tomamos prestada.

 Ojala les haya gustado y nos vemos en la siguiente actualizacion, agradeceremos si nos dejan un review, ciao.


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