El tiempo pasa tan velozmente, aún puedo recordar aquellos desolados días en los cuales me encerraba en mi habitación y escribía en mi diario hasta estar con mi mano totalmente agotada. Ha pasado bastante desde aquellos días oscuros en los cuales no tenía con quien expresar mis emociones ni muchísimo menos mis sentimientos y jamás compre un perro. Tres años es bastante tiempo desde la última vez que esboce alguna palabra en mi diario empolvado guardado bajo mi cama. Mi vida tuvo un pequeño vuelco al conocer a mis únicos amigos, Jesica y Gabriel, fueron una luz que ilumino mi camino. Lograron la nube negra sobre mi cabeza fuera de un tono más gris.
En aquel día martes por la mañana, camine hacia la escuela por mi camino habitual, una calle rodeada de árboles y casas tan diferentes la una con la otra que te da la sensación de estar en aquellas revistas sobre “Casa y jardín”. Al llegar final de mi camino entro a mi escuela, un edificio muy antiguo que data desde hace unos cien años. El edificio está algo decadente por culpa de la mala mantención de este, al entrar siempre puedes notar el aroma a musgo fresco y siempre tienes el “agrado” de subir por una escalera tan angosta que parece que solo podemos pasar de uno a la vez y que en cualquier momento caerás. Deberían remodelar este viejo edificio en ruinas, si solo el director no fuera un maldito tacaño. Al llegar al final de la escalera entro a la primera sala de clases, si es que se le puede llamar así a esta pocilga, es una sala cuadrada con aproximadamente dieciocho mesas pareadas de una madera tan antigua que no puedes poner muchos libros en ella o si no se romperá, sillas tan endebles que debes procurar no subir mucho de peso o se romperán. Pero eso no es todo, en la esquina de la habitación existe un pequeño agujero que lleva a un nido de avispas, ya saben lo emocionante que debe ser mi día escolar, mi emoción al llegar a clases alcanza unas escalas bíblicas. Entro a aquella sala para encontrarme con mis compañeros.
-Hola, ¿qué pasa? – Les dije
-No mucho – Me respondió Jesica acostada en la mesa donde suele sentarse, es una chica un poco fuera de lo común por que nunca se maquilla y es bastante ruda en sus reacciones – Y tú como siempre llegando a la misma hora.
-Buena observación Sherlock –Le respondí – No deberías acostarte en la mesa, puede que con tú peso se rompa.
-Tranquilo compañero – Me dice sin mirarme - No estoy tan gorda como crees.
-¿Alguna vez te has salido de tu horario interno? – Agrego Gabriel que estaba sentado en la silla frente a Jesica – Siempre eres tan aburrido, al menos no eres como el fracaso andante con pelo largo.
-A quien le dices fracaso con pelo largo, si hablamos sobre fracaso tú te llevas el premio mayor por lo que paso hace un año, ¿Aún lo recuerdas cierto? – Tan tosca como de costumbre – Bruno, dile algo a este soperutano.
-No me metan en sus problemas, yo no tengo nada que ver con eso – Les aclare – Además, ya empezara la clase y supongo que tienen sus tareas listas, la profesora Maggie las revisara con nota al libro.
-Hoy es 15 – Se levantó de la mesa donde estaba acostada – Mierda, tendré otro 2 en este ramo.
-Como dije, un fracaso andante con pelo largo – Dijo Gabriel.
En eso, por la puerta entra la profesora con todos sus papeles y el libro de clases, entro como siempre con un aire de delicadeza y dulzura muy característico de ella. Se paró en frente de la clase, acomodo su boina que combinaba con su conjunto, saludo a la clase y empezó a pedir las tareas, donde la única angustiada como siempre era Jesica.
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Terminada la ardua jornada escolar, procedimos a caminar hasta nuestros respectivos hogares y como siempre nos íbamos juntos hablando sobre nuestro día. Soplaba un viento bastante frio que hacía muy agradable nuestro andar, ya que este día estaba especialmente caluroso.
-Aun no entiendo cómo pudiste salvarte hoy – Dijo Gabriel con su voz grave – Creo que la profesora te tiene muy consentida.
-Silencio – Replico ella – Solo se dio cuenta de mi olvido y me dio otra oportunidad para mañana.
-Creo que tirarte al piso y llorar en sus pies fue una buena estrategia – Le señale – Eso debo reconocerlo.
-No la alientes – Me contesto Gabriel – Seguirá siendo una bala perdida.
-Tu no entiendes que Bruno se dio cuenta que estoy en lo correcto – Dijo orgullosa – Soy bastante inteligente y se cómo salir de estas situaciones.
-Situaciones en las cuales no tendrías que afrontar si solo hicieras tus tareas – Dijo el pelo castaño – Si solo fueras más responsable.
-Si solo fueras un poco más caballero tal vez las chicas te tomarían en cuenta – Contesto ella.
-Lo hare cuando empieces a usar vestido y te pintes los labios – Replico él.
-A si renacuajo – Jesica se arremango su polera – Veamos quien gana.
-Calma, calma – Dije intentando calmarlos – Yo los odio a ambos por igual.
-Nosotros también te amamos – Dijeron al unísono – Mucho, mucho.
-Mejor cálmense – Les conteste – La gente podría pensar que son novios.
-Estas demente – Contesto ella – No en esta vida.
En ese momento pude notar como Gabriel agachaba un poco su cabeza y no respondió absolutamente nada. Después de eso solo seguimos caminando hablando sobre algún tema mundano que ya olvide, hasta llegar a la esquina donde los 3 nos separábamos y seguíamos nuestros respectivos caminos hacia nuestros hogares. Al llegar, note que mi madre no estaba y por ende subí a mi habitación sin más demora, me acosté en mi cama a relajarme un momento antes de empezar a realizar mis tareas escolares.
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Desperté de mi siesta esperando poder terminar mi tarea de matemáticas antes de cenar pero se me fue imposible, mi madre me había pedido ir a recoger unos pantalones que mando a cocer donde una conocida modista que ella conocía. Me puse los zapatos y salí en dirección de la modista que mi madre conoce hace algunos años y la que siempre le pide que arregle su ropa.
Al llegar me reconoció de inmediato, me dio aquellos pantalones y me dispuse a volver a mi hogar, pero hubo algo que no me permitió seguir, era un aroma a rosas recién cortadas de un bello jardín. Me propuse a encontrar de donde venía semejante maravilla olfativa, mire hacia mi lado derecho y pude notar a una bella joven con un vestido rosado, que le llegaba hasta las rodillas, una sombrilla rosa con un pequeño detalle en la punta y un gorro rosa que hacia juego con toda su ropa. Era como ver a legalmente rubia, solo que esta chica tenía el cabello castaño claro y unos rimbombantes ojos verdes. En ese momento entendí la expresión: “Ver la vida color de rosas”. Ella se acercó a mí y me saludo.
-Buenas tardes – Me dijo – He podido notar que has estado mirándome un poco sorprendido, creo que mi atuendo te llama un poco la atención.
-Algo así – Le respondí – No es tan normal ver a una chica tan llamativa.
-Creo que tú no estás acostumbrado a ver las cosas tan bellas – Replico mientras giraba su sombrilla – Cuando te veo no puedo evitar sentir una aura negra en ti, siento que deberías empezar a ver el mundo con otro filtro.
-Mi filtro está bien gracias – Le dije mirándola – Para mí funciona.
-Lo noto, lo noto –En ese momento se giró y camino hacia la esquina diciendo –Mi nombre es Janet Conroy y estoy segura que nos veremos nuevamente.
-Mi nombre es Bruno – Le grite mientras se alejaba – Un gusto haberte conocido.
Tan rápido como llego, se fue. Esa chica era algo especial, pero tenía la leve impresión que compartíamos algo en común, tal vez odiaba las matemáticas tanto como yo o compartía mi amor por caminar solitariamente. Como sea, me dispuse a llegar a mi casa para poder terminar el encargo y poder continuar con mi vida tranquilamente, aunque debo admitir que esto me saco de mi aburrimiento y ahora tengo una historia que contarles a mis amigos mañana en clases de educación física.