Un pasillo se presentaba frente a Sehun, un pasillo que no parecía tener fin, con muros de piedra a ambos lados. Probó a escalarlos para ver que había al otro lado pero pronto se dio cuenta de que se le hacía imposible, la piedra era resbaladiza y el muro demasiado alto así que decidió seguir hacia delante.
Al principio fue aburrido y monótono, se pasaba el tiempo caminando sin saber si habían pasado minutos, días o años ya que una luz blanquecina iluminaba siempre desde el cielo. Pero con el tiempo empezaron a aparecer pequeñas grietas y agüeros en el muro por los que veía a otras personas, hombres y mujeres que andaban por sus propios pasillos.
Las primeras veces solo los saludaba, vergonzoso, pero con el tiempo comenzó a hablar con aquellos a los que veía más a menudo. Lo malo es que al cabo del tiempo algunos desaparecían pero en su lugar aparecían personas nuevas.
Pero cómo podía ser, su camino parecía siempre recto ¿A caso el del resto de personas no?
Una vez por una pequeña rendija del muro vio a un hombre, la criatura más hermosa que había visto desde que empezó a caminar. Su cara era fina, su sonrisa dulce y sus ojos brillaban con luz propia. Solo fue un segundo, pero sintió que el aire se le escapaba del pecho. Cuando el hombre desapareció de su campo de visión corrió buscándolo de nuevo, ignorando al resto de personas que se encontraba en el camino. Solo se paraba para hablar con él, conociéndolo poco a poco, su nombre, sus gustos... prendándose cada vez más.
No desistió y al fin encontró una grieta lo suficientemente grande para poder pasar a su pasillo. Él le esperaba al otro lado, sonriente. Un segundo antes de meterse en la grieta miro hacia atrás, descubriendo que no había estado andando por un corredor totalmente recto sino que había pequeñas desviaciones y curvas de las que nunca se había percatado.
Al principio cuando empezó a cruzar la grieta todo parecía ir bien, el hombro derecho pasó sin problemas pero la cadera se atascó. Para intentar liberarse volvió la cara, desgarrándosela contra la roca, pero no le importó porque la persona que le robaba la respiración estaba al otro lado. Consiguió desencajar su cadera pero cuando casi estaba fuera de la grieta su pie se quedó atascado. Tiro y tiro, desgarrándose la piel y los músculos, torciendo el pie en un ángulo inhumano. Pero no importaba, solo importaba llegar al otro lado.
Cuando consiguió salir cayó al suelo, exhausto, jadeante, con la cara y la pierna sangrando, pero feliz. Al mirar hacia arriba él otro le miraba con asco, sus ojos brillaban, pero no de la misma forma y estaba claro que Sehun no le agradaba. Confuso intentó levantarse pero le fue imposible, no tenía fuerzas y tampoco era capaz de apoyarse en su pie.
Desde arriba el hombre frunció el ceño, dejando más que claro su desagrado y dijo:
“Ya no te quiero, no así”
Y sin mirar atrás se marchó, dejándolo solo.