Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

MIS MEJORES CUATRO AÑOS [ONE SHOT HirokixNowaki] por Naty Yokozawa

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Espero les guste, de todas maneras, acepto todo tipo de comentarios, buenos y malos. Críticas, tomatazos,a avionazos (?), lo que ustedes quieren.

Recuerden que un escritor se alimenta del apoyo de sus lectores.

Sin ustedes nada somos.

Notas del capitulo:

¡Hola! yo acá molestando con nuevo fic, espero les guste! gracias por todo

ANTES DE EMPEZAR A LEER, Y ACLARO:

1) Este fic es sin fines de lucro, exclusivamente hecho por hobbie, los personajes son de Shungiku Nakamura, excepto por Sora, y los padres de Hiroki que son personajes de mi invención

2) Aparte de basarla es una simple canción, baso este one shot EN UN RELATO DE LA VIDA REAL *SOLO CON MOTIVOS DE INSPIRACIÓN, NO ESTOY HACIENDO USO DE LA HISTORIA EN PARTICULAR* POR FAVOR, PASEN A LEERLA, PARA ENTENDER MEJOR DE QUE SE TRATA *SE LOS RECOMIENDO NO LEER LA HISTORIA ANTES DE LEER EL FIC, PORQUE SERÁ TREMENDO SPOILER*


LES DEJO EL LINK: http://rockstarronan.com/about/



ESTE ONE SHOT CONTIENE: mpreg, drama, angustia, tragedia, romance.

Es mi primer one shot, y mi primer fic de la egoísta! SEAN PIADOSOS! e,e




Aclaraciones: el presente es narrado normalmente sin cursiva

el pasado es narrado en cursiva

* Todo es narrado por Hiroki, sólo el final es narrado por Nowaki *no es spoiler, lo juro xD*

 

MIS MEJORES CUATRO AÑOS

 


 

LINK DEL VIDEO MUSICAL:

 

www.youtube.com/watch?v=c3fgPss-_d4
*Taylor Swift - Ronan*

 

 









¿Los milagros realmente existen?

No.

Esa era mi respuesta antes de conocerte.

Pero... La vida me tenía preparado el mejor de los regalos, y ¿Sabes? No lo creí... Te juro no lo creí hasta el primer momento que te sostuve en mis brazos, mi pequeño pedazo de cielo, mi berrinchudo, increíble, maravilloso y hermoso Sora.

Eres mi milagro personal.

El mayor amor de mi vida.

El regalo más grande.

Eres mi todo.

 


~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

 

¡Nowakiiiiiiiiiii! ¡Por el amor a Dios, ven a ayudarme por piedad! Estábamos bastante retrasados, y ya era ley escuchar los regaños de mi madre, pero me ponía a temblar a causa de los escalofríos que me producía el sólo pensar la manera en la que me retaría mi padre, que hacía apenas un mes había aceptado nuestra relación. Ay, no, mejor no pensar en eso, “Piensa cosas bonitas Hiroki, piensa en cosas bonitas”.  —¡No encuentro el otro lado de mi zapato! —Todo estaba hecho un verdadero caos en nuestra habitación.


—Aquí estoy Hiro-san, tranquilo... —Se acercó a mí y empezó a ayudarme por abotonar los botones de mi camisa, una vez que claro, me la sacó y volvió a poner, debido a que me la había puesto del revés, claro, no sin antes él se muriera de la risa y yo lo pellizcara con fuerza por esa razón .

—¡Eres un completo idiota!

—¡Ouch! Jajajaja... Pero... Hiro-san... Jajaja —Y el muy desvergonzado continuó impune con su ataque imparable de risas, mientras una venita amenazante saltaba de mi sien intentado explotar en cualquier momento, completamente enfurruñado y molesto por su inmadurez e infantilismo hasta que unas hermosas risas resonaron fuerte en la habitación.




Ambos miramos embelesados a nuestro pequeño milagrito de vida, allí, a mi lado, recostado en nuestra cama, observándonos de lo más campante y divertido nuestra escena “Cómica”, riendo a más no poder alzando sus manitas en el aire, con unos bellísimos y enormes ojos azules zafiro, exactamente como los de Nowaki. Perfectamente bien peinado por mí claro, y con su traje de marinerito azul, haciendo juego con sus ojos tan perfectos, todo es perfecto en él... Excepto su humor, exactamente igual al de su padre. No se los diría, bueno quizá a mi pequeño sí, pero a solas y en secreto, que ésa era una de las cualidades que más amo de ambos.



Nos fue inevitable sonreír al verlo.



—Ven acá pequeño travieso. —Tenía entonces unos cuatro meses, el tiempo se pasaba volando en verdad. Nowaki lo tomó entre sus brazos y lo llenó de dulces besos. —Con que te gusta que tu papi me golpee ¿No es así? Eres un poco cruel sabes...



—Es porque sabe que tengo la razón.



—Toma... —Le pasé unos pequeños zapatitos. —Colócaselos a Sora por favor, en lo que me termino de vestir... Y a ver si encuentro ese zapato del demonio.



—Literalmente... —escuché como mi niño volvía a reír.



—¿Dijiste algo, Nowaki?


—¿Eh? ¿Yo? Nada... —Qué raro juraría que lo escuché.





~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~






Cada pequeño momento es inolvidable, ¿Sabes por qué? Porque contigo las memorias importan muy poco, mi corazón se encargó de fotografiar cada pequeño momento que me regalaste.


Todavía recuerdo el día que me dijeron que estabas creciendo dentro de mi vientre. Debo decírtelo, no me lo tomé a bien. Estallé... Pero de nervios, miedos, preocupaciones, mil temores que me acechaban como nubes negras antes de una tormenta, ¿Podríamos mantenerte? ¡¿Qué les diría a mis padres?! ¿Qué te haría falta? ¿Estarías bien? ¿Merecía tenerte? ¿Qué te daría? ¿Podría cuidarte? ¿Cómo demonios pagaríamos una Universidad? Se requería bastante dinero para ello en estos tiempos y había que pagar desde ahora, santo cielo... Pero por sobre todo... ¿Qué diría Nowaki? ¿Le gustaría la idea de ser papá? ¿Te amaría él igual o tanto como; desde ese mismo instante aun sin saberlo mi cabeza abrumada, mi corazón ya te quería?


Mis dudas se disiparon rápidamente cuando esa noche se lo conté y lloró toda la madrugada, de alegría. Nos abrazamos y amamos con más pasión que nunca, con un amor eterno e inigualable como el que había experimentado ese día nuestros corazones engrandeciéndose infinitamente por albergar ese nuevo pero extremadamente cálido e ilimitado sentimiento que nos causaba ese milagro que fuiste tú en nuestras vidas comunes: Un pequeño ser creado por nuestro amor.

 


~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 





Uff, justo a tiempo .

—Te dije que lo lograríamos Hiro-san.

—¡Hiro-san! ¡Nowaki! ¡Hasta que al fin llegan!

—Mamá... Llegamos justo a tiempo para la cena.

—¡¿Cómo te atreves a llegar a estas horas?!

—Señora Ritsuko...

—¡Nowaki! ¡Ya te dije que sólo me digas mamá! ¿Somos familia no? ¡Waaaa! Pásame a mi hermoso nieto... —Extendió los brazos hacia él, tomando a Sora y cargándolo. —¿Quién es hermoso? ¿Quién se parece a su abuela? ¿Quién es el nieto más lindo de todo el mundo? ¿Quién lo es? —Le hablaba de una forma rara a mi niño, nunca cambiará, tan estricta conmigo, pero bien que adora y consiente a su nieto más que a nadie en el mundo, suspiré. —Bueno ¿Qué esperan?, andando, ya pasen antes que...

—Por fin están acá... —“Oh no”, fue lo primero que pensé.

—Señor Kamijou, muy buenas noches. —Hizo una reverencia Nowaki ante mi padre.

—Buenas noches padre. —Hice lo mismo, imitando a Nowaki. A continuación uno de los momentos más incómodos de mi vida. Un silencio sepulcral, excepto por los pequeños balbuceos de mi bebé. Y tediosos e infinitos tres minutos después...

—Hiroki... Kusama... Kusama... —volvió a decir. —No seas tedioso, tsssk... —chistó, molesto. —Como dice Ritsuko, ya somos familia. No te fíes. Tengo los ojos puestos en ti eh, pero... Puedes llamarme simplemente Hikaru.

—Muchas gracias Kami... Digo Hikaru-san. —dijo un Nowaki completamente sonreído de oreja a oreja, en mi interior estaba que saltaba de felicidad y plenitud inmensa. Mi padre abrazó a Nowaki, aunque ya habían hecho las paces, esto definitivamente era un enorme paso, y al decir verdad, todo había sido posible gracias a Sora. Así como mi madre, y mucho peor en ocasiones, mi padre, lo consentían como nunca. El temible hombre dueño de grandes empresas en Japón: Kamijou Hikaru, un hombre serio, estricto, apegado a las buenas costumbres, muy familiar, pero muy cerrado en sí mismo era el mismo que ahora cargaba a mi pequeño castaño y le sonreía sinceramente cuando Sora con sus manitas estiraba la cara de su abuelo. Definitivamente si eso no lo era, ¿Qué era amor?

La noche pasó de lo más tranquila y bella. También habíamos invitado al profesor Miyagui y a su pareja, el joven Takatsuki con su familia, e infaltable; ya que de ser posible mi madre me hubiese cambiado por él como hijo: Akihiko junto con Misaki acudieron a la fiesta de fin de año que se realizaba esta vez en la mansión de mis padres ubicado en Kamakura a pocos kilómetros de Kyoto, un lugar paradisiaco y exclusivo que había conseguido él y sólo él, en las mediaciones inmediatas de los increíbles bosques de bambú que se hallaban allí en los alrededores. (1)

Nadie olvidaría esa noche, ¿Cómo olvidarla? Era el mejor año de nuestras vidas, Miyagui, Akihiko, yo y nuestras respectivas parejas habíamos pasado por una infinidad de situaciones problemáticas, muchos pesares y muchísimas alegrías que sobrepasaban todos los males de antaño, nuestras familias y amigos se habían unido aún más, y nos hallábamos esa noche celebrando por un nuevo comienzo. Una vida llena de prosperidades, muchos sueños cumplidos y por cumplir: Yo estaba viviendo el mío, ya nada más podía pedirle la vida.


Un pasado pisado, un presente maravilloso y un futuro prometedor, esperanzador lleno de hermosas luces por ver como los fuegos artificiales que adornaron esa noche los cielos al anunciar las campanas las doce en punto.


Amar y ser amado. Tener a tu familia contigo, estar sanos, felices, y lo más importante... Juntos,  ¿Qué más podríamos pedir? Nada.


—Felicidades, Hiro-san.


—Felicidades, mi amor. —Con los brazos entrecruzados para tomar champagne de nuestras copas, y recibiendo luego de eso los labios del otro en un profundo, añorado, exquisito y delirante beso que hacía bailar a nuestros cuerpos y almas al mismo tiempo en un hermoso baile sin fin, sosteniendo la calidez que era la existencia del otro, recibimos al nuevo año, olvidándolo completamente todo, y dedicándonos a vivir la vida como se debía, sin estar atados a nada más que a esa abrazadora, palpitante y exuberante fiebre de dicha que colmaba y nos abrazaba los corazones con tanta fuerte demencia y locura inacabables.

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~






Reíamos y reíamos, y nos besábamos una y otra vez.

Presos de una felicidad tan o más inmensa que el océano.

Era para no creerlo. Una felicidad que estábamos palpando en las palmas de nuestras manos, la acariciábamos y la abrazábamos con clemencia bendita.

Nuestra pequeña vida perfecta.

Mi Sora... No, nuestro Sora, Nowaki y yo.


La vida me lo había dado todo.

Todo.

Y como todo el egoísta que era, debía disfrutarlo y gozarlo, nada más.


Cuanta belleza puede encerrar un milagro.

Cuanto exuberante placer puede albergar nuestras tan limitadas almas humanas.



Pero todo tiene un fin.



Jamás imaginé que algún día tendría que llorar toda esa felicidad perdida.


Pero es así, todo llega a su fin.



No te imaginas, pequeño amor mío, cuanto te necesito, cuantas falta me haces ahora.




Y porque la frase “Estaré bien” se ha vuelto la mentira más cruel e irreversible en mi vida, y menos creída y existente que la ilusión de un espejismo efímero de un oasis en el desierto.




Los pedazos de mi corazón te extrañan.




Te extraño.

 

 


~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

 


Mi pequeño revoltoso, si hubiera sabido que serían contadas las veces que pudiera hacerlo, te abrazaría mil veces más a cambio de cada regaño, pero claro, si cada padre hiciera eso en el mundo, viviríamos en un paraíso utópico, perdóname por ser tan humano, y por sobre todo por ser... Tan padre.




¡Papito! ¡Papito! ¡Papiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!—“A ver Hiroki, respira, ¿Recuerdas cómo hacerlo? A ver practica.”, me repetía por enésima vez esa mañana... —Inhala... —Una fuerte inhalación. —Exhala... —Más bien parecía el último suspiro de mi vida antes de mandar todo al mismísimo infierno. Nowaki hacía cincuenta y dos horas que estaba en el hospital, y debía cumplir setenta y dos horas en total. Claramente nunca faltaba a las ceremonias de clausura de la escuela de nuestro Sora, ni a su primer día de clases, pero bueno, siempre había una primera vez.

Sí, Sora iba a la escuela desde muy pequeño, los tiempos habían cambiado y ahora los metían cada vez más tempranos a educarlos, desde los primeros meses. Ahora apenas si tenía tres años y estaba “graduándose” del pre-jardín, había asistido desde su primer año de edad al maternal y lo habían adelantado por sus “habilidades” en maternal “1” pasando al “2” casi de inmediato. Ni yo mismo podía creer que le enseñaran ya el abecedario y los números a esa edad, cuando a mí me prohibían hasta jugar con plastilina por ser peligroso. Me parecía un poco extremista y abusivo, pero no teníamos otra opción, estábamos tan ocupados con nuestros trabajos, y los abuelos de Sora viven ya lejos para nuestro gusto. Preferíamos siempre tenerlo lo más cerca posible, en un lugar seguro, y en esa guardería eran por demás excesivamente buenos con su trabajo. Tan maniático soy, claro, que pedía ver los videos (y luego quedármelos para mí) de todo lo que habían hecho durante el día en la escuela, para tener la completa seguridad y certeza de que hacíamos lo correcto, y de que Sora estaba bien.


Lo observé llegar; bajando por las escaleras de la nueva casa a las que nos habíamos mudado cuando Sora nació, de las habitaciones de arriba, ya calmado. Debía esforzarme, ya que nunca he sido un hombre de paciencia, y los niños... Los niños son una inagotable fuente de intranquilidad e impaciencia inhumanas. Pero bueno, “Si no fuera mi hijo.” Incluso me lo repetía en ocasiones.


—¿Qué pasa, Sora? ¡Hey, señorito! ¡No corra por las escaleras!

—Papi, No encuento mis zapatos. —dijo con su vocecita, para luego yo suspirar profundo pensando en la larga vida que había llevado hasta entonces, y lo mucho que me faltaba.

 

 

Me acuerdo de tus pies descalzos
Bajando por el pasillo

 





—¿Cuántas veces tengo que decirte que los coloques en el zapatero al llegar de la escuela, Sora? ¡No me gusta que andes descalzo!



—No te enojes papi, lo olvidé, pedoname. —Aun le costaba pronunciar bien ciertas consonantes (principalmente la “r”), aunque en lo demás era bastante inteligente y desquiciadamente bueno para todo. —No lo vuelvo a hace, ¿Sí? Te lo pometo. —Era la frase de todas las mañanas.

Corrió hasta mí, me jaló del brazo para que me agachara y una vez así, se colgó de mi cuello abrazándome y dándome un beso manipulador en la frente. —¡Eles el mejol papi del mundo! —¿Cómo rayos se supone podría enojarme mucho tiempo con esa sonrisa perfecta y esos tremendos ojos azules? “¡Aaaarrrggg!, este niño es mi mayor debilidad en serio.


—Vamos a buscar esos zapatos, si los encuentras tú solito, te compraré helado a la salida de la escuela ¿De acuerdo? Pero Shhhh ¡No se lo vayas a decir a tu papá! Es nuestro pequeño secreto ¿Qué te parece? —dije por fin resignado, al final creo que yo lo estaba malcriando mucho más que Nowaki, cuando por cosas menores le regañaba a éste por consentirlo todos los días, tal vez me sentía un poco... Culpable.


—¡Siiiiii! ¡Geniaaaaal! Hagamos la pomesa del dedito meñique. —Naaah, por ver esta carita la verdad, valía la pena esas mentiras piadosas que le ocultábamos a Nowaki, y así, una vez más, cruzando nuestros dedos, sellamos la “Promesa del helado” por trigésima tercera vez, ese año. Este pequeño cómplice me tiene en sus manos, y siempre me tendrá.



Las risueñas, encantadoras y sonoras risas no se hicieron esperar.


Sonreí, al mismo tiempo, feliz.



Segundos después me enteraría que ciertos juguetes no habían sido debidamente recogidos del suelo de la cocina, la noche anterior.

Era lo mismo, cada noche.

Y cuánto desea mi alma recuperarlas, cada noche y cada mañana, a su lado.



 

 

Recuerdo tu pequeña risa
Autos de carrera en el suelo de la cocina
Dinosaurios de plástico



~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

 

 

¡Soraaa!

—¿Sí, papi? —Esa vocecilla genuinamente inocente aunque ignorante de las reglas. Daría todo por volver a escucharla.

—¡Los juguetes! ¡Ahora! ¿No te he dicho que no debes dejarlos tirados? —En un rato los ordenó todos, por orden y especie, aunque debía hacerlo por la noche, cuando se lo decías en el momento era bien entendido y obediente.



[minutos después]



—Ya está papi. —No le respondí, estaba tan concentrado corrigiendo exámenes de zombies descerebrados, entonces de pronto...


—¡¿Ya no me quieles?!

—¡Waaaaaa! ¡SANTA SHUNGIKU NAKAMURA! ¡No me asustes así! Tu padre tiene el corazón frágil, estoy vejo, ¡Recuérdalo! Se había escabullido por debajo de mi escritorio, no sé cuándo ni cómo, pero se había asomado como si nada frente a mis piernas, haciendo que casi me cayera del sillón giratorio, y en el proceso haciendo volar todos los exámenes.


—¿Estás enojado conmigo? —En ese segundo no le tomé la atención debida.


—No, Sora, pero estoy ocupado... Nowakiiii... Anda ve con tu padre a ver tele, ¿Sí? Debo terminar de corregir estos exámenes.

—Pero vel la tele es abulido papá.

—¿Llamaste, Hiro-san?

—Sí, lleva a Sora por favor, casi me mata del susto... De nuevo. Y sabes que debo terminar estos exámenes para mañana a primera hora.

—Claro, no te preocupes, Sora, hijo, ven.

—Papi, ¿Ya no me quieles? —volvió a repetir ahorcándome con esos ojos inocentes, profundamente azules y tristes.

 

 

“Aaaah... Niño terco y chantajista. Ya sé a quién saliste.”


—Ven aquí. —Lo alcé en mi regazo, mientras que Nowaki se acercaba y le alborotaba los cabellos, sonriéndole en señal de complicidad y de un “Todo estará bien.”

—Claro que te quiero, ¿Cómo se te ocurre que no voy a quererte?

¿En selio?

—Jaja, claro que sí, pequeño travieso. —Le aseguró Nowaki con una sonrisa de aquellas que tanto calmaban mi tormentoso espíritu. —Tu papi y yo te adoramos, eres lo más lindo que tenemos, pero pese a que te queremos mucho, mucho, muchísimo, tenemos que trabajar, ya te lo había dicho ¿No?



—Sip. —Por un pequeño rato, bajó la cabeza, pero en seguida volvió a vernos directo a los ojos y; de nuevo, colgándose de mi cuello, me abrazaba.

—¿Me quieles papi?

—Te queremos mucho.

—¿Cuánto?

—Pues... Déjame pensarlo. —Cerré mis ojos con fuerza en señal de mi “Exhaustiva reflexión” —Hmmmmm...De aquí hasta la luna... Ida y vuelta... Mil veces.



—¡Yo más, como un millón! —Levantó sus manitas al aire como intentando abarcar un poquito más que el mundo entero en sus brazos.


—Jajaja. Nos ganaste, tramposo. —Lo acusó Nowaki, tomándolo de entre mis brazos, y haciéndole cosquillas, sus lindas risas en ese instante hicieron que me olvidara de absolutamente todo, y lo único que podía hacer, al final de ese día tan agotado, era sonreírles a esos dos revoltosos a quienes más amo y amé en mi vida.

 

 

Te amo hasta la luna, ida y vuelta
Recuerdo tus ojos azules
Mirando los míos
Como si tuviéramos nuestro propio club secreto






 

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 





Sora Kusama Kamijou, lo diré una sola vez. —dije fuerte y claro aunque sin gritar. “Respira Hiroki, respira, no te olvides de cómo hacerlo.” Me volvía a repetir para serenarme y hacerme una auto-terapia internamente. —Bájate de la cama en este mismo instante. Tu cama ni la de nadie, cuantas veces debo repetírtelo, no es un escenario para un concierto ni mucho menos una pista de baile. —Le reprendía “duramente” al compás de los tonos de “Welcome to the Junlgle” de Guns Roses, que, en ese momento sonaba en su estéreo.

Hasta los tres años se había quedado con nosotros en nuestra habitación, por eso el desastre siempre. Es que desde que era pequeño, no quería perderle de vista y de más chico tenía miedo que algo le pudiese pasar, desde que había oído cuentos verídicos como los de “muerte de cuna” de recién nacidos. No, ni pensarlo. Y ahora que ya era todo un “Hombrecito” habíamos redecorado mi ahora ex oficina en un cuarto pintado con sus dibujos de anime favorito (solo una hora por día de televisión, ya de adolescente podría encontrar tiempo para burlarse de mí y encontrar alguna manera de perderse a él mismo solito, mientras lo pudiera controlar, todo bien, y todo a mi manera) como Dragon Ball o Naruto, los libros que (Sí, ya leía) más le gustaban en una pequeña biblioteca que ya estaba abarrotada y un estante de sus cd’s favoritos. Por lo menos le gustaba mucho más ponerse a estudiar, escuchar música o leer antes que la televisión, y en cuanto a la internet, por fortuna de los dioses, ni la conocía a esa monstruo devora almas y no la conocería hasta haber alcanzado los ocho años, como mínimo, y claro, lo controlaría con un horario a cumplir, la mayoría para deberes o cosas útiles y tal vez media hora de entretenimiento, al fin y al cabo los animes aun pasan por la televisión, o Nowaki, o yo se los conseguimos, pero mi hijo no sería un friki más poseído por esa caja diabólica disfrazada de tecnología, ah no, eso sí que no.


—Uno, dos...—advertí, y automáticamente se recostó como todo un buen angelito en la cama, ya cepillado y con el pijama puesto. Le sonreí sincero, mientras lo arropaba.

—Así me gusta, sin necesidad de amenazas. —Lo apremié para luego acariciar sus suaves cabellos castaños.

—Te quielo papi.

—Y yo a ti, recuérdalo: Te amo hasta la luna, ida y vuelta.

—Yo más. —Le besé la frente, y me despedí de él, dejando la puerta entre abierta para que le llegara la luz del pasillo.



 

Te recuerdo bailando, antes de ir a la cama
Después saltándome y despertándome
Todavía puedo sentir que tomas mi mano
Hombrecito…






—¡Despieta papiii! ¡Despietaaaaa! ¡Papá, papi, despieten! ¡Ya es navidad! Ya es navidad! ¡Despieten! ¡Vamos, despieten!


—¡Soraaaaaa! —gritaba a la nada; porque nadie me hacía caso, mientras me tapaba con una almohada la cabeza y trataba de evitar pensar el que mi hijo de tres años saltaba en ese preciso momento, un domingo a las cinco de la mañana, sobre mis piernas y que un esposo mucho más atolondrado lo estuviese apoyando, para mi maldición.

—Jajajaja, buen día Sora ¿Cómo amaneciste?

—Bien papá, neee ¿Sabes? ¡Ya es navidad! ¡Vamos levántense! ¡Hay que ablil los legalos de Santa!!! —Por dios...Yo era una persona que ni siquiera celebraba el once de febrero, (2) ni mi cumpleaños y ahora... ¡Celebrábamos una fiesta navideña cuando ni siquiera éramos cristianos! ¡Me he perdido! “Aaaahhhh ,que alguien salve mi pecadora alma de momentos tan tan... ¿“Espirituales y carismáticos”? por Kami-sama, ¡¿En qué me he convertido?!”


—Vamos Hiro-san será divertido ver que nos trajo Santa. —Y esa es la historia de cómo fui arrastrado; por parte de un complot maligno navideño fuera de la cama, un domingo de pleno invierno; con los copos de nieve cayendo fuera, hasta el salón de abajo con todo y frazadas (no me las despegaría por nada en el mundo)... Por mi cruel, sádica, y egoísta familia el veinticinco de diciembre más frío de toda mi existencia.

 

 

 

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 





¿Me lo hubieses creído si te lo hubiera dicho? Lo más probable es que no.

Mi pequeño cielo, esa fue la mejor navidad de toda mi vida.

No, fue la mejor navidad, de la historia de todas las navidades en la historia.


El olor a flor de coco, algo extravagante y utilizado en pocos países de Sudamérica, siendo el principal Paraguay, me recordó la época en que apenas tenías dos años y habíamos viajado por toda Sudamérica en las vacaciones, nuestro primer y único viaje como familia, solos los tres. Un lugar tan lejano, decidiendo pasar las navidades en Foz de Iguazú. Qué lugar más hermoso, bello, y de ensueño por sus cataratas, nunca lo olvidaré.


El árbol de navidad, el primero que armaste conmigo... Y el último.

La estrella que habías hecho para la punta del árbol, tú sólo con tus manos, es el tesoro más preciado y fielmente guardado que poseo en el cajón del buró alado de mi cama. Nada vale más en el mundo, ni siquiera el objeto de arte de más valor en el Louvre podría llegarle a los talones.

Y la gélida nieve que te atreviste a tirarme por consejo de tu padre. Todavía recuerdo la sensación, de querer matarlos a ambos a nevazos. Esa batalla de nieve fue épica y digna de ser rememorada por los siglos de los siglos por las generaciones futuras donde Kamijou Hiroki ha sido vilmente vencido, mancillado y humillado más que nunca en toda su vida, (“¿Eso aún era posible? ¿Más?”) bueno, al menos tu padre y yo lo recordaremos, pues ha quedado todo grabado para la memoria en una excelente fotografía y encuadrada para el recuerdo, ya verás, me vengaré tarde o temprano. Ésta era solo una batalla, aún quedaban muchas navidades más, y la guerra, definitivamente no la perdería.

El sabor del chocolate caliente y el dulce olor en el aire de las galletas de coco horneadas por tu padre... “Mmmm” Recuerdo como se me hizo agua la boca. Era de mis recuerdos favoritos.

Resfriado debido a la batalla de nieve, derrotado y adolorido en mi orgullo y físico, debería darle el premio al mejor cuarto día de mi vida, las posiciones hasta ahora eran:


3) Cuando conocí a tu padre
2) Cuando me casé con tu padre
1) Cuando tú llegaste a nuestras vidas

Y ahora se le sumaba éste:


4) La tercera navidad de Sora, el día que lo vi más feliz que nunca.

 

Te habíamos regalado una bicicleta, aunque debías de esperar dos años como mínimo, para aprender a andar, por lo pequeño que eras para el móvil, a ti no te importó. Aunque ese no fue tu pedido a Santa, tu deseo fue:

 

“Querido Santa Claus, lo que te pido de regalo es...
Que estemos los tres juntos siempre, papi, papá y yo”

 


Entonces, cuando pensé, no podía ser más feliz, tomaste de mis manos y me dijiste la típica frase que me repetías siempre, y que a cualquier padre haría inmensamente dichoso.


—Te amo papi. —Sólo que para mí no era simple felicidad... Era la fortuna más grande del mundo.


Me reí con ganas. Si hace unos años me hubieran dicho que esto sucedería y que yo, Kamijou Hiroki, derramaría por ello pequeñas gotas saladas de felicidad de mis ojos, hubiera dicho: “Qué locura.”

Si yo no era de los que lloraban por ser felices.

Gracias a Dios, me volví loco.





~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 

 


Te amo papi. —Me murmuraste, acariciando mis mejillas, con tierna dulzura mientras afuera los relámpagos danzaban con los truenos en los cielos, en una de las noches más lluviosas en tantos años, quien sabe cuántos. Con la vocecita agitada, y la piel más pálida que nunca.

Me acerqué y te susurré... —Sora, ¿Quieres volar? —Me asentiste con la cabeza, y me sonreíste débilmente con esa esperanza férrea en tus ojos azul zafiro, que tanto he admirado y amado.

—¿Como los ángeles papi?




Y en ese momento supe
Que peleaste demasiado,
Como un soldado
Me acuerdo que me incliné y te susurré...
Vamos cariño, vamos a volar lejos...
...de aquí
Fuiste mis mejores cuatro años.







—Sí, mi amor, como los ángeles. —Fue entonces cuando hice el mayor esfuerzo de toda mi vida: Tragarme las lágrimas que el dolor traicionero me clavaba por... Perderte... Quería ganarme... Pero no se lo permití, yo no lloraría.

Yo te sonreiría hasta el final, porque cada segundo de tu vida, me regalaste sonrisas y pura felicidad. Este era mi momento de luchar por ti, así como a ti te tocó pelear cuando no debías hacerlo. —Te lo prometo. —y acomodándote la pañueleta en tu cabeza ya sin ninguno de tus suaves mechones castaños por culpa de las estúpidas medicinas, una vez acostado a tu lado, te recosté en mis brazos, y te abracé. Tantas veces incansables había tratado de hacer que Nowaki se quedara por más tiempo con nosotros, pero él, estaba luchando por tu vida haciendo todo lo médicamente posible y más... Se negaba rotundamente a perderte y aceptarlo... Porque él no sabía amor mío, que sólo fuiste un pedacito de cielo que se nos ha prestado por un rato.



—¿Estás bien, papi?


—¿Hmm? Claro... — Mi voz a punto de ser quebrada, no sonaba muy convincente


—Es que tu coazón late muy fuete... dum dum dum... —Lo abracé más fuerte, sosteniéndolo contra mi pecho, claro con cuidado de no hacerle daño, solo que con mayor firmeza y ahínco. Para que nadie me lo arrebatara en el momento menos pensando.


—Sí, cariño. Sólo descansa. Tu papá estará aquí cuando despiertes. —“Ven Nowaki por favor”, rogaba en una súplica silenciosa, cansado, mientras mi corazón y mi garganta se quemaban por los nudos formados. “Ven a despedirte de este angelito.”

 

Te necesita.

Te necesitamos.



—Extaño a papá.


—Shhh, duérmete mi niño, él vendrá, solo... Duérmete, sé que vendrá. —Poco a poco sus pequeños ojos azules se fueron cerrando. Poco a poco una estrella se iba apagando.




Y mientras lo esperaba a Nowaki, recordaba sintiendo como cuchillos atravesándome el alma esos momentos donde nuestro pequeño mundo de ensueño se destruyó.


 


—Tranquilo, Hiro-san, todo estará bien. —Me rascaba la cabeza una y otra vez, no podía evitarlo.


—¡Deja de decir que me tranquilice! ¡Sabes que eso sólo me pone más nervioso! —Él sólo me acarició la mejilla y me besó la frente, para luego acomodarme en sus brazos. Mi mirada perdida, mi corazón pendiendo en un hilo, nuestro futuro. El futuro de mi hijo dependía de lo que el médico nos diría dentro de un rato. Sentados en un frío, vacío y gris pasillo de hospital nos encontrábamos esperando los resultados de los exámenes de Sora. Había estado un poco enfermo.


—Él nunca se enfermaba, pero últimamente, ¿No es nada malo, verdad, Nowaki?  —Con cuanto afán y desesperación buscaba seguridad y no podía hallarla, ni siquiera en él, en el amor de mi vida, y eso me aterrorizaba.


—Shhh... Hiro-san, todo estará bien. —“Todo estará bien” “Todo estará bien”...Esa frase... No... Yo... Y este presentimiento... ¿Por qué? ¿Por qué pesa tanto ahora este corazón mío en el pecho? Y de pronto no sé por qué se me vino eso a la cabeza...

 

 



La razón por la que tanto tiempo rehuí de la felicidad: Es porque esta no existe
Y si existe y la encuentras, la abrazas y la pierdes, Se te va la vida con ella.


Nunca fui de los que pensaban que la felicidad existe.

“Sólo existen los momentos felices”, ésa era mi frase.

Hasta que conocí y acuné a Sora por vez primera en mis brazos.

Entonces supe que la felicidad tenía un nombre distinto.

Y se llamaba amor.

Ese amor puro, infinito, ilimitado, entregado, ese amor único en su clase y en su tipo.

Un amor incomparable, un amor que no se acaba, un amor eterno.

Una especie de milagro.

Mi milagro personal.

Eso es un hijo

Eso es mi Sora para mí

Mi pequeño milagrito excepcional.





Pueden pasar. — El pediatra nos hizo pasar, cerró la puerta tras de sí, nos pidió que nos sentáramos y de ahí en adelante pequeños e infinitésimos actos que recuerdo detalle a detalle... Porque me concentraba en ellos, como queriendo prolongar por siempre un momento indeseado. Todo lo que ocurría era como la ante sala de una trage... NO... No iba a decirlo, aunque había visto suficientes películas y novelas como para leer a la perfección la expresión del médico pediatra, era mil veces mejor hacerme del tonto, sí, ser el estúpido que nada lo entiende, porque no entiendo nada de lo que pasa, ni quiero entenderlo.



Había ese algo, que me pedía a gritos que lo hiciera.


No supe qué era, no lo sabía. Y hubiera sido mejor no saberlo.


Así, él, no hubiera pasado por tanto infierno.


Perdido en mis pensamientos sin fin, creí haberlo escuchado, claramente, pero seguía sin tener significado para mí




¿Qué? —Yo no entendía nada de nada, entonces volteé a ver a Nowaki para averiguar el por qué me había soltado inmediatamente las manos hasta entonces sostenidas por las suyas, y mi mundo se paralizó y congeló en tiempo récord... Y un segundo después, hizo que el alma me abandonara el cuerpo de manera instantánea.


—¡Nowaki! ¿Qué significa eso? —Pero no respondía...

 Él...

Yo...

Hubiese querido, más que ninguna otra cosa no verlo derrumbarse de aquella manera, pues era el único pilar firme que me quedaba y ahora ese pilar caía en picada... Y las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Decir que ¿Eso me asustó?

No, me aterró, nunca en mi vida lo había visto llorar más que por felicidad, y en sus ojos ahora... Ahora había sólo... El más profundo dolor que haya sentido jamás... Y un irrebatible presagio de que mi vida estaba llegando a su final.




“Tiene Neuroblastoma. (3)” había dicho.

 

¡¿CÓMO CARAJOS SE SUPONE QUE IBA ENTENDER O SABER A QUÉ DEMONIOS SE REFERÍAN?!



—¡NOWAKI! ¡Estúpido! ¡REACCIONA! ¡Dímelo!


—Señor Kamijou, intente tranquilizar... —Miré iracundo al doctor, y éste no prosiguió, pero fue Nowaki el que me contestó. Tomándome de las manos nuevamente, lo miré expectante esperando una respuesta... Quizá ya conocida... Pero, sencillamente increíble... Y... No encontraba palabras concretas para definir el sentimiento que me provocó, porque no existían palabras de describir lo que en ese momento la vida me estaba arrebatando.



—Hiro-san... Sora... Nuestro Sora...



—¡DÍMELO! —exigí desesperado y exasperado, estaba ya a punto de desfallecer sólo por permanecer en la maldita pero acogedora ignorancia.




Pero sólo porque no sabía cuan feliz era siendo ignorante.




Tiene cáncer. —Mi vida entera pasó por un segundo frente a mis ojos como  si de una película vieja que estaba llegando a su fin se tratara. La misma vida que se me empezaba a escapar como arena entre los dedos en ese instante, vida que se resumía a mi pequeño cielo, vida que no era vida sin mi Sora... Sin mi cielo... Sólo él...

Sólo él...

Yo...

Había aprendido a vivir de verdad sólo cuando él llegó a mí.

Y ahora era la cosa más absurda y patética, el que por un capricho la vida decidiera quitármelo.

 

¡¿POR QUÉ?!” —Quise gritar pero no se me salía la voz.




No quise... No... No pude escuchar nada más... Pero y este pero era irrefutable y dolorosamente inevitable como el correr de las agujas del reloj, aún no sé cómo saqué entereza para preguntarlo. Ni sé siquiera por qué hice esa pregunta en vez de otras tantas que pude haber hecho, ésa no estaba en mis planes, ni en mi cabeza, ni mucho menos en mi corazón.



—¿Cuánto?


—Seis meses. —dijo sin ninguna vacilación, ¿Por qué habría que tenerla? Si ya lo peor estaba dicho, o quizá no.




Y eso fue todo.


Kamijou Hiroki, estaba muerto.


O eso fue lo que deseé.





Todo se había vuelto repentinamente oscuro, y sentí esa paz momentánea de cuando todo desaparece, y ya no debes preocuparte por nada, cuando los brazos de las tinieblas te envuelven y te abrazan, y estás ingenuamente bien. Porque ya no puedes sentir nada. Y ése era, es y será siempre el punto débil del ser humano: Sentir.


Soñé, sin lograr distinguirla a una persona muy triste, tan triste que hacía que mi corazón se retorciera en mi interior y sintiera quemaduras en mis entrañas, esa persona extraña pero tan cercana a mi sentir, era dueña de los llantos y los gritos que emanaban fuera de su ser, suplicando por un razón. Una maldita razón para que le arrebaten su tesoro más preciado. No era justo. Simplemente no lo era.




NO LO ES….



Un recuerdo vago entre las brumas de mis sueños, los recuerdos de alguien más, alguien que no era yo, no lo era, porque yo no podía ser esa persona, porque yo no sobreviviría a ese sentimiento, no podría, no querría.

 

Recuerdo el viaje a casa
Cuando la esperanza ciega
Se convirtió en llantos y gritos de “¿POR QUÉ ?“






Hiro-san por fin despertaste, me tenías preocupado, tuvimos que sedarte. “¿Nowaki?” Tenía un moretón en su rostro, ¿Lo golpeé yo? No lo recuerdo... O no quiero recordarlo.

Me duele. Me duele todo el cuerpo, a pesar de que mi mal no era físico, el dolor se extendía con extrema y absurda facilidad por cada molécula de mi ser. Estaba recostado en, ¿Mi cama? ¿Cuándo habíamos llegado?

—Te dio una crisis nerviosa muy fuerte.

—¿Sora? ¿Dónde está?

—Tu madre se lo llevó para que duerma esta noche en su casa, llamé a tus padres, se quedarán por un tiempo en Tokio.

—¿Qué horas son?

—3 y 30 am. —“¿Tan tarde?” Quiero saber que pasó... Tengo esta pecaminosa curiosidad, pero no... Algo más fuerte que yo me dice que es mejor no saber. Es mejor permanecer a oscuras. Sí, es lo mejor.



Entonces lo abracé con las pocas fuerzas que me quedaban, lo abracé y me desahogué libremente en los brazos de quien amaba, Nowaki, mi Nowaki, y lloré, lloré como no recordaba cuándo lo había hecho. Lloré como nunca en mi vida, como si fuera la primera y última vez que lo haría. El dolor palpitaba viviente en mis venas.



—Fue tan real, lo sentí tan real Nowaki.

—¿Hiro-san?

—Nowaki... —Entre espasmos por culpa del llanto, logré decírselo. —Tuve una pesadilla horrible. —Él, con suma delicadeza me apartó con cuidado de su pecho pero sin alejarme, tomó mis manos guardándolas entre las suyas. Esperó como un minuto, y entonces, pronunció un suspiro mudo, y levantó mi barbilla para mirarlo de frente, a los ojos. Recuerdo bien qué fue lo que pensé, o al menos, creí que se quedaron grabados al calor vivo sobre mi carne, y sobre mi espíritu.



¿Por qué el mundo tenía que ser tan cruel conmigo?


¿Qué fue la cosa tan mortal que hice como para que me castigue de esta manera tan cruel?


Porque si me lo merezco, lo acepto, lo acepto con gusto. Pero,  ¿Por qué la vida se tenía que ensañar con mi pequeño Sora?


Apenas había cumplido los cuatro años. No puede ser que si exista un Dios sea “Su voluntad divina”, entonces me cuestioné, ¿Acaso su estúpida voluntad divina incluía, que ese pequeño y maravilloso ser sufra el dolor en carne viva? Una muerte lenta y dolorosa, ¿Era para eso que me lo había regalado? ¿Era para eso que lo había traído a este mundo? ¿Para sufrir? Porque de vivir, no vivió nada. De vivir no sabe nada,  apenas... Y este apenas no lo pude acabar... El dolor fue demasiado grande e insoportable como para poderlo cargar por un segundo más.



La mayor felicidad del mundo te conduce al dolor más inagotable del mundo, es lo que con golpes, la vida me lo estaba enseñando. Nada es gratis ¿No?


—No. Dime que es mentira. —Silencio, silencio que dispara, silencio que castiga, silencio que aniquila sin matar. —Nowaki dime que es mentira. —susurré con pesar.


Pero nada. Sólo la inconfundible veracidad de sus ojos azules pintados ahora en una aflicción sin nombre, e interminable.


Lo juro, hasta ese entonces, no conocía el significado de la palabra dolor.


—¡DIME QUE ES UNA PUTA MENTIRA MALDITA SEA! —estallé. —¡DIME ALGO! ¡PERO DÍMELO DE UNA PUTA VEZ!





Esa noche, entendí que todo principio tiene un final.

Entendí que no me merecía tanta bendición, que ninguna vida puede ser perfecta.

Entendí que así como viene el amor se va.

Y entendí por sobre todas las cosas, que el amor duele.

Y que cuando pierdes el amor más dulce y hermoso que pudiste tener jamás.

Tú quedas vivo, pero el alma, junto a él se te va.





~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 





No pude salvarte. ¿Qué clase de padre soy?

Mi pequeño travieso. El tiempo ha pasado ya.

Tu despedida, mi ángel fue la más sencilla que pudimos hacer.


Tu papi te adora, lo sabes mejor que nadie, pero hoy no pudo venir. Está algo delicado de salud, tranquilo, yo lo cuidaré y lo querré siempre, sabes que lo amo tanto como a ti.


Perdóname, debí haber pasado más tiempo a tu lado, pero no he querido rendirme. Sé que Hiro-san jamás lo hizo, es sólo que él ya sabía que tenías que partir, y por eso no se alejó de ti ni un solo momento. Quisiera haber tenido la cuarta parte de la fuerza que Hiro-san tenía, fuerza que la encontró en el amor que siente por ti, pequeño.



Amigos, familiares, todos han venido a despedirte.
¿No te hace feliz?

 

 

Flores amontonadas de la peor manera
Nadie sabe qué decir...
Acerca del hermoso niño que murió




Pero el tiempo pasa y los vivos de los muertos muy pocos recuerdan ya, la única seguridad que me queda es que en nuestros corazones, el mío y el de tu papi vives y respiras cada día un poquito más.

Las lágrimas se me han acabado, quisiera decir, pero cada noche, te lloro por extrañarte demás. Lo sé, no quieres que esté triste, lo sé mi pequeño travieso, pero es que te hemos amado tanto, que dejaste un hueco muy grande, un vacío que al tocar duele más y más.

En un día como hoy partiste ya hace un año, treinta y uno de octubre. Halloween es tu día favorito del año, ¿Recuerdas? Después de navidad, claro está.

 

 

Y ya es Halloween,
Tú podrías ser lo que quieras
Lo tendrías si aún estuvieras aquí




A tu primer año te disfrazaste de un tierno vampiro, a los dos de un ninja, lo sé extraño cambio extremista, pero eres lindo es lo que cuenta y va, a los tres fuiste de un pequeño diablito, y a los cuatro creo que de ángel vas.

 

 

Recuerdo el último día
Cuando besé tu cara,
Y te susurré en tu oído
Vamos cariño, vamos a volar lejos...
…de aquí

 



Ese día, quiera o no, en mí grabado está. Fue como sucedió. Y cada escena es al recordarla, como volverla a vivir, mientras lo recuerdo poco a poco vuelvo en ese “Hace un tiempo atrás” Bueno, lo que realmente pasó fue...

 

Te amo papi. El corazón se me rompió en dos, ¿Por qué? Mis pies estaban…. Inmóviles. No tuve el valor suficiente para entrar en ese momento, ¿Lo hubiera hecho si sabía que sería mi última oportunidad? Si lo haría, pero el hubiera jamás existió ni existirá jamás.



—Sora... ¿Quieres volar? —Hiro-san... ¿Qué piensas hacer?

—¿Como los ángeles papi?

—Sí, mi amor, como los ángeles...Te lo prometo.


—¿Estás bien, papi?

—¿Hmm? Claro... —¿Cómo lo haces Hiro-san? Tu voz... A punto de quebrarte estás... No, tú ya estás roto por dentro. Sólo sonríes para él, por favor dale toda la felicidad que yo, en este instante no le puedo dar.


—Es que tu coazón late muy fuete... Dum dum dum...

Sí, cariño. Solo descansa. Tu papá estará aquí cuando despiertes. —Hiro-san, ¿De verdad tú crees...? Hiro-san... Yo los amo.

 

¡LOS ADORO EN VERDAD! ¡PERO NO SÉ PORQUE EL DOLOR HA PODIDO MÁS!



—Extaño a papá. —Mi pequeño Sora.


—Shhh, duérmete mi niño, él vendrá, solo... Duérmete, sé que vendrá.

¿Qué es esto? Ah, lágrimas. Yo debo... Debo ir a encontrar lo que pueda salvarte mi niño. Hiro-san, Sora, espérenme, regresaré. Se los prometo.




¿Y de que me servían las promesas en esos momentos?


Si de promesas no vive el hombre, ni los muertos resucitan.


Ni la razón vuelve para quienes la pierden para siempre ya.



¿De qué me sirvió esa promesa, más que para recordar que en vez de una búsqueda inútil debería haberme quedado cinco minutos más? Increíble, sólo cinco minutos más.


Quizá un poco menos o un poco más, ninguna diferencia hacen ya, porque lamentarme ya está por demás.



Una hora, me fui y volví, para ya no encontrarlos más. Decidí tranquilizarme, y empezarlos a buscar.  

Todo era un caos en el hospital y no tenía tiempo para crear otro más. No los pude por ninguna parte encontrar, “Tranquilízate Nowaki, ellos están bien, claro que lo están.” Debía recitarme una y otra vez para intentar creérmelo.




Entonces lo supe.


Hiro san... Lo último que te escuché decir, aunque en un leve susurro fue:

 

—Lejos de esta habitación de cortinas, Y de este hospital gris. Vamos a desaparecer. Vamos cariño, ven conmigo, vamos a volar lejos de aquí. Fuiste mis mejores cuatro años.


Mi imbecilidad no tiene límites, fue lo que pude corroborar.

Ya, tranquilo. Todo lo que podía hacer en ese instante era ir a buscarlos donde creía que pudieran estar.

Y claro que los encontré.

Y claro que los abracé y besé.


Mi vida entera, mi presente, pasado y futuro, todo soy capaz de tirarlo ahora, en este mismo instante ¡YA!

Mi Hiro-san, y mi pequeño travieso, porque sin ellos nada tengo, nada soy.

Son mi todo, son mi adoración, aunque intenté permanecer, aunque intenté salvarlos, por mucho que los amé, por mucho que los colmé de besos, caricias, disculpas, lágrimas, y todo el pesar de mi abatido corazón, nada fue suficiente.

Soy yo el que se quedó, soy yo el que está aquí viviendo esta realidad.


Del pequeño ángel que el cielo me otorgó, no llegué a tiempo para decirle un “Hasta pronto” , y darle mi beso antes de exhalar su último aliento, aun así lo abracé mientras en los brazos de mi amado esposo dormía tranquilo y lo llené de besos, como si sólo se tratara de una siesta más, en aquella banca frente a una de las ventanas del aeropuerto, por donde un avión despegaba en ese mismo instante.



Completamente adolorido, busco su mirada, su atención.


Trato de tranquilizarme.


Suspiro.



—Hiro-san. —Pero él no responde.

—Hiro-san. Vuelvo a llamarle, pero nada pasa.

—Hiro-san, vamos a casa. —cargo y acuno al pequeño ángel en mis brazos, pero... Y el corazón se me fue en este pero, ¿Por qué no se me fue la vida en lugar de...?




Él no me habla, no se mueve.

Pero respira, “vive” aún.


Escuché un ruido, un libro de ha caído de su regazo, parecía que lo sostenía hace unos segundos. Lo recojí con cuidado.



Era un diario de vida. En la tapa rezaba la leyenda:

“Kamijou Hiroki.

Mis mejores cuatro años.”


Y al abrirla, una foto, de los tres con los rostros sonrientes (el de Hiro-san terriblemente cansado pero feliz)  el día en que el angelito llegó a nuestras vidas, en un hospital.

Ese día irradiábamos felicidad, y vida.

 

 




~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

 







Han pasado los años.


He renunciado a trabajar, parecería ilógico, pero de los ahorros que habíamos hecho para la Universidad de Sora, nos alcanza para vivir cómodamente el resto de nuestras vidas.

Y mi Hiro-san.
¿Cuántas veces lo han querido alejar de mi lado?
Muchas.



Akihiko y Misaki, al igual que Shinobu y Miyagui nos han visitado el otro día, han pasado por nuestra casa, esta tarde, como cada tarde de cada viernes. Pero es inútil, no volveré a separarme del amor de mi vida, una vez más.

Jamás permitiría que lo encierren en un hospital psiquiátrico o en algún otro lugar. Me importaba mierda que lo describieran como una “utopía”, ni si lo era.  Su lugar era a mi lado, así de simple era y siempre será.



Así que me despido “Sutilmente de ellos”.


Y regreso a cenar con mi Hiro-san.

Hoy es un día especial, es treinta y uno de octubre.

Es su día.



Así que compramos una torta de chocolate de cumpleaños y le pusimos las diez velitas que corresponden al año.


Compré rosas para mi esposo, serví un poco de vino en nuestras copas e hice yo mismo la pasta. Todo está calculado para una celebración modesta pero bonita, es solo familiar.


Suspiro, nuevamente, quien sabe cuántas veces en esa hora. Termino de prender las velitas.


—¡Hiro-san, ven amor! ¿Dónde estás? —Lo busco por toda la casa. Lo encuentro donde siempre cuando se me pierde suele estar.


Entro a la habitación decorada con animes de Dragon Ball y Naruto, escuchando la melodía, con bajo volumen, de fondo de “Welcome to the Jungle”, mientras mi lindo Hiro-san, una vez más, se ha perdido en sus dulces pensamientos, y se encuentra esperando frente al armario, con el ceño fruncido, está enojado, no puedo evitar reírme. Es tan triste, pero se ve tan dulce, perdido en el pasado, detenido en el tiempo. Un tiempo en el que fuimos inmensamente felices.


—Mi amor. Déjalo, ya vendrá. —Se lo digo con “seguridad.”


—Nowaki, no lo defiendas, siempre hace lo mismo. ¡Jovencito salte de una vez! Hoy cenas porque cenas, además, ¡¿Qué te crees que no nos salió caro decorar toda tu habitación como regalo de cumpleaños?! Hoy por fin, eres todo un Hombrecito. Cumples cuatro años. Ya podrás cambiarte de habitación, así que salte y celebra con nosotros, ya no hagas berrinches. —Sonrío son dulce nostalgia, mientras lo abrazo y estrecho entre mis brazos desde atrás.

 

 

¿Y qué si estoy parado en tu ropero...

...tratando de hablar contigo?
¿Y qué si dejo las manos abajo?
No vas a crecer...
¿Y qué si realmente pensé en que algún milagro pasaría?
¿Y qué si el milagro era tener un momento contigo?






—Vamos Hiro-san, ya verás cómo nos alcanza.


—No lo malcríes.


—Jajaja, no soy yo quien le da helado todos los días. —Tan lindo mi Hiro-san al escribirlo en su diario aquella vez.


—Tú... ¡TÚ! ¡¿Cómo demonios te enteraste?! ¡Hicimos la promesa con el dedo!


—Jajajaja, tan tiernos mis castaños... Hmmmm... Digamos que “Un pajarito” me lo contó.


—Soraaa, ¡Salte del armario, ya!


—¡No lo regañes! ¡No fue él!


—¿Entonces? —Me miró extrañado y con su adorable cejo fruncido.


—Sólo cierra los ojos y te lo diré. ¡Ah, ah! ¡Pero no hagas trampa!


—Yo... Yo... —Su hermoso sonrojo sólo me cautiva más y más, cada día, es él quien me vuelve a enamorar.


—¡Hazlo!


—Arrrrg... No hagas nada pervertido... ¡BAKKA!


—No lo haré, confía en mí, aunque ganas no me faltan... “Eso será en la noche” —Le susurré lujuriosamente al oído, logrando que se encendiera aún más el tono carmesí de sus mejillas; quería hacerlo mío ahí mismo, pero me debía aguantar, sólo lo besé fugazmente en la comisura de sus labios entreabiertos y deliciosos, buscándolo provocarlo y deleitarme con ello.

—¡Idiota! ¡Te va a escuchar! ¡¿Y si nos ve?! ¡Tarado!

—Jajaja, tranquilo, falta poco para decirle cómo se quieren “papá y mamá” —luego de una serie de golpes e improperios, vino algo menos dulce.

Con los ojos cerrados, y con una felicidad falsa pero genuina, la cuenta regresiva empezaba una vez más. Conté mentalmente.

 

Tres.

 

Besé sus hermosos labios con ternura apacible como si fuese la primera vez. Aunque para ser sinceros, nuestra primera vez fue “Menos suave”.

 

Dos.


—Mmmmm… —Instintivamente, dejó penetrar a mi lengua en su interior para saborearlo de a poco y fundirse con la suya en un hermoso y deleitable vaivén.

Como para que no lo olvidara jamás.

 

Uno.

 

 

—Abre los ojos.

—Tú... ¿Quién eres? (4) —De todo cuanto habíamos vivido, se había ido ya.


—Me presento. Soy Kusama Nowaki, y estoy enamorado de ti. —Pero yo lo tenía a mi lado, y entre los dos, formábamos nuevos recuerdos.

Y éramos felices, a nuestra manera.

 

Vamos cariño, ven conmigo, vamos a volar lejos...
...de aquí
Vamos cariño, ven conmigo, vamos a volar lejos...

...de aquí

Fuiste mis mejores 4 años
Me acuerdo de tus pies descalzos
Bajando por el pasillo
Te amo hasta la luna, ida y vuelta

 

~FIN~

 

Notas finales:

Notas:

(1) Si quieren conocer donde "se celebró el fin de Año Nuevo" al principio del one shot vean estas hermosas imágenes:

www.emudigital.net/foro/imagenes-cu...u-en-japon.html


(2) El 11 de Febrero se recuerda Día de la fundación de Japón”(kenkoku kinenbi) (Día festivo) : Según la historia ese fue el día que se coronó el primer emperador

(3) Un neuroblastoma es una forma de cáncer infantil que se forma en el tejido nervioso y que por lo general suele comenzar con mayor frecuencia en las glándulas suprarrenales que se ubican en la parte superior de los riñones. También puede comenzar en el cuello, el pecho o la médula espinal. Aunque puede aparecer antes del nacimiento, es más frecuente que se diagnostique en el primer año de vida hasta los 3 años de edad. Son tumores agresivos con una alta mortalidad y gran afectación del estado general del lactante. En casi todos los casos, para cuando se detecta un neuroblastoma, ya se ha diseminado a otras partes del cuerpo.2 Estos tumores casi siempre se diagnostican de manera incidental durante la evaluación de un traumatismo, una infección o por síntomas respiratorios.



(4) Hiroki sufre de:

Amnesia retrógrada es un tipo de amnesia caracterizada por la incapacidad de recordar los eventos ocurridos antes de la lesión cerebral (o deterioro cerebral) que causó la amnesia. Esta es una amnesia del tipo declarativa ya que no se pueden recuperar recuerdos de eventos o hechos de la vida propia. Se ha logrado recuperar la memoria satisfactoriamente recordando lugares y personas o siguiendo una rutina que antes se llevaba.

El origen más común de la amnesia anterógrada, que limita la capacidad del paciente para fijar en la memoria de largo plazo nuevas experiencias, es una lesión en el hipocampo, una parte del cerebro ubicada profundamente en los lóbulos temporales y que desempeña una función vital en la memoria. Los amnésicos anterógrados recuerdan bastante bien el pasado y pueden resolver con facilidad una prueba de inteligencia, pero les es imposible llevar una vida normal porque cada mañana despiertan sin poder recordar lo que ocurrió el día anterior y pierden toda noción de los acontecimientos más triviales de la vida diaria. Si se mudan de casa después de la lesión, ya no saben dónde viven; pueden leer una y otra vez el mismo libro o la misma revista sin recordar que ya lo habían leído.

Una de las causas puede ser una fuerte depresión, así como una lesión física, etc.


 

Gracias por leer.

Quiero decirles que yo lloré la mayor parte del fic escribiéndolo xD, y nunca me ha pasado con nada de lo que escribo, me ha tocado personalmente u____________u esta historia es mi tesoro


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).