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Hey, Yu por Marcianita

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Capítulo 22 – Océano

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Todas las verdades que se callan se vuelven venenosas.

 Friedrich Nietzsche

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Lunes

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—Si no te gusta solo dime, y yo pararé. 

La voz de Lavi era un susurro en ese momento. Era pequeña y casi imperceptible, además hacía juego con el rubor que cubría sus mejillas, ahora que estaba de rodillas en el suelo. Kanda por su parte, intentaba no verle demasiado, pero llegado el momento, fue inevitable el no desviar la mirada hacia el pelirrojo. Sobre todo, ahora que el botón de su pantalón fue sacado de su lugar, y la cremallera dio un rápido descenso. 

Una parte de Kanda, estaba reticente a lo que vendría, ya que una experiencia anterior, le hizo jurar nunca más volver a intentarlo. Pero… ahora era Lavi, que a diferencia de su antigua amante; no era un osado aventurero, sino un intento de uno, que daba el siguiente paso, cuando sabía que podía manejar la situación. Una cosa que se dio cuenta de él, en este tiempo que lo tenía aún más pegado a su persona, es que Lavi no era un verdadero viento refrescante, ni un rayo de sol; Lavi solo era la simulación perfecta de todas esas cosas. Un gran falsete de sonrisas, alegría e improvisación. Un remedo de genio loco; cuando al final se quedaba solo con el puesto, que nadie en su sano juicio le daría de buenas a primeras.

Extrañamente a Kanda le molestaba más el ser parte del juego retorcido  —juego que no sabía hasta qué extremo llegaba, ni menos para qué servía— del pelirrojo, que la verdadera naturaleza de ese hombre.

¿Algo estaba mal en él? A lo mejor así era; pero Kanda no estaba interesado en resolver aquella pregunta, ya que no quería pensar mucho en absolutamente nada que implicara a Lavi —aunque obviamente, esa empresa no era verdaderamente fructífera—. Estaba metido en un juego de perder o no perder del todo. Lavi se iría en algún momento, ese era un hecho, así que dejarse llevar por emociones que iban contrayéndose recién —y que caducarían dentro de nada— era estúpido, además ese mismo hecho hacía que su promesa con Alma quede intacta.

Lavi dejaría el mismo vacío que una muela —la del juicio— perdida y en menos de un mes se olvidaría de su existencia; eso quería creer, pero…

Sus manos se prensaron en el cuero cabelludo de Lavi, el mismo momento que sintió la lengua de este paseando por su erección; también un suave quejido salió de sus labios. Lavi, a respuesta, le dirigió una mirada satisfecha y una pequeña sonrisa. Al poco tiempo de hacer esos dos actos; el pelirrojo se dio el trabajo no usar solo la lengua y se metió su virilidad hasta donde su garganta le permitía.

Las piernas de Kanda se sentían débiles y tuvo que morderse los labios para no dejar salir ningún gemido.  

No pudo evitar recordar el “lo siento, es la primera vez que lo hago” increpado por Alma, la vez que intentaron lo mismo. No pudo evitar pensar en Lavi, que casi nunca improvisaba realmente —o al menos no lo hacía, cuando tenía una mirada de suficiencia en la cara— y sus peticiones descabelladas de ese día, y Mikk…

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Había una pregunta que quedó estancada en su garganta.  

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Martes

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  —No me agrada —le dijo una vez Lavi en el almuerzo, a la par que sacaba los brócolis de su plato.

Kanda, a respuesta, no hizo más que revolver los ojos, porque Lavi no se merecía una respuesta clara —él solo era una plaga andante que decidió infestar su vida— y porque —sinceramente— no tenía ni idea acerca de a quién se refería Lavi.

El pelirrojo tenía esa maldita manía de empezar temas de conversación desde una óptica que solo el mismo Lavi entendía. Era como si esperara que Kanda tuviera la habilidad de leer su mente retorcida y sepa darle cuerda a ese lenguaje propio que solo ese hombre conocía. Por su parte, el japonés no hacía ni el menor esfuerzo por entenderlo. Había convivido con un ser tan excéntrico como Alma, y siendo que ella  —quien le importaba— le hizo pensar que llegar a ello era una meta perdida; era obvio que Lavi le hiciese notar que intentar tal cosa era un sinsentido. Pero…

—Y la verdad, su hermano me parece más espeluznante que él y ni qué decir de esa niña. A veces me da pena Allen.

Pero Lavi era diferente a Alma. Él de alguna forma —seguro que intencionalmente— le tiraba pistas de hacia dónde se dirigía la cosa. Seguramente esa era una forma de hacer que la atención del japonés no se desviara de él. Desgraciadamente, ese método funcionaba.

 —Moyashi no merece compasión de nadie.

Lavi resopló una risa, una pequeña y casi nasal. Una que no encajaba con Alma, ya que ella siempre reía a carcajadas. No sabía por qué le molestaba notar aquello. No sabía por qué presentía desprecio, si todo fuera lo contrario.

 —No digas eso, estoy seguro que si un día Allen es tratado como el protagonista de «Misery» —Kanda no tenía ni idea de a qué se refería Lavi—, hasta tú sentirías piedad por él.

—No lo creo.

—Yo sí lo creo.

—Vete a la mierda, tú con tu opinión que está plagada de…

—Volviendo al tema; Tyki no me gusta nada, ¿sabes? Cada que me ve siento algo así como mala espina.

—Tsk —resopló, sintiendo la conversación estúpida y con la certeza de que si esta se alargaba, no sería responsable de sus actos— ¿Y por qué rayos me cuentas a mí semejante cosa?

—¿Porque eres un buen oyente?

Kanda enarcó una ceja a la par que Lavi formaba lentamente una sonrisa, y luego —en el punto donde su sonrisa era tan grande, que resultaba muy fácil ver casi todos sus dientes— rio con una gracia que solo él comprendía.

 —Bueno, en realidad porque… ya que tú odias al mundo entero, me pareció genial hablarte de las cosas que me desagradan. Ahora ya sabes que no me gusta el brócoli y que la familia de Mikk me hace sentir un escalofrío en la espalda. Es como si temiera que me raptaran y consecuentemente torturaran, o… algo así. Raro, ¿no?

Lavi era un maldito imbécil, eso era lo único que notaba ahí. Ah, y claro otro detalle que salía de lo normal, era que el mismo estaba aguantando semejante charla que rayaba en lo ridículo. Sabía que todo se debía a nada más que la desconfianza que le generaba ese personaje desconocido.

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La soba por alguna razón no sabía bien y Kanda a pesar de intentar comer todo lo servido en el plato, no podía hacerlo. Un dolor de cabeza lo aquejaba, y le hacía poner de malhumor. Humor que empeoraba con la constante risa de Lavi. Quien se encontraba en la mesa contigua.

Dentro de la mente de Kanda —pese a no querer hacerlono paraba de repetirse diferentes conversaciones que tuvo el pelirrojo. Y entre todas, había un énfasis especial en el: «No me agrada», dicho hace un tiempo.

Respiró intentando controlar su temperamento, intentando aminorar el dolor de cabeza que no se iba desde que comenzó el almuerzo. Echó la culpa a la soba que no le salió bien esa mañana, ya que un sabor amargo se difundía en su paladar.

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Mikk —que estaba sentado con Lavi— no paraba de mirarlo de soslayo.

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Miércoles

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—La verdad, pensé que Komui ya había dejado la idea de hacer algo a Allen, pero ayer cuando… ¿Kanda me estás escuchando?

Lenalee tenía sus manos superpuestas en las caderas, y le miraba de forma tal que aun sin palabras, Kanda ya podía intuir algo malo si aceptaba que definitivamente le valía un comino todo lo que ella estaba diciendo. Komui casi mató a Moyashi, «gran novedad».

—¡Kanda!

—¿Qué?

—No estás escuchando.

Él resopló por lo bajo, pero antes de que ella dijera algo; Allen se metió donde no le llamaban.

—Lenalee mejor déjalo así. No tengo ganas de que Bakanda, sepa cosas que a él no le incumben.

No hizo más que ver mal a Moyashi, pero ante el ceño fruncido de Lenalee y el rápido pestañeo de Allen, supo que no había hecho algo exactamente bien. Ese par era… 

—Kanda, no has insultado o peleado con Allen, ¿estás enfermo?

Se sintió ofendido ante la pregunta. Claro que estaba bien, estaba igual que cualquier otro día. No era cosa suya, si esos dos querían que él inicie guerra con el idiota de Moyashi, todos los días.

—Estoy…

—Mal —le cortó Lenalee, mientras daba una rápida mirada a la puerta de la cocina—. Mira, voy a ir a hacerte un poco de té caliente… con un poco de limón y miel, espero que eso te mejore. —Kanda quería protestar pero ella pareció no notar sus intenciones, y en su lugar dirigió una mirada dura a Allen—. Y Allen, más te vale no molestarlo, él ahora no está para meterse en tus chiquilladas.

—¿Qué? Lenalee por favor, no me digas que ahora a mí me echas al muerto. Tú sabes perfectamente que yo conviviría muy bien con este tipo, si él no se metería conmigo.

 —Ajá, sí, Allen, digamos que siempre es así. 

 —Lo es. ¿Quién fue el golpeado ni bien conocerlo? Yo, no él.

 —Mucha gente fue golpeada por Kanda el mismo día de conocerlo. Un claro ejemplo es Lavi y él no tiene ningún tipo de resentimiento.  

—Lavi es harina de otro costal, no entiendo por qué ahora…

Hubo un corto silencio en ese preciso instante, uno en donde Allen le dirigió una mirada a Kanda, que le dijo mil y un cosas que él no quería saber. Y Kanda en ese preciso momento, se sintió muy tentado de botarlos a los dos —sí, hasta a Lenalee— de su casa. No entendía por qué ambos estaban ese día ahí, para hablar de estupideces, no entendía por qué venían a hacer suposiciones de su salud, cuando claramente estaba perfecto, no entendía por qué había esperado… Eran solo dos días, y Kanda ya sentía la sensación de vacío.

Esa sensación era jodidamente mala y errónea. Quiso suponer, que no se debía a más que la costumbre que le hizo acomodarse hasta a cosas, que no deberían influenciar en su día a día. Juró borrar ese sentimiento lo más antes posible, porque si no… cuando no lo viera nunca más, se enfrentaría a la idea de la pérdida y… eso era inaceptable. Ante todo, porque el que Lavi se fuera era una de las cosas más convenientes de su ahora.

Allen carraspeó.

 —No entiendo por qué hasta ahora Lavi aguanta a este idiota.

  —¿Porque es un poco más maduro que tú?

—¡Lenalee, eso es imposible! Lavi es la persona más infantil que conocí en mi vida.

Ella rió en ese preciso momento, y dejando los comentarios de Allen suspendidos en el aire, se fue a la cocina; diciendo antes que volvería en un instante.

A partir de ahí, tanto Kanda como Allen no hablaron entre sí. Kanda estaba muy ocupado purgando males dentro de su cabeza. Esa empresa le parecía de lo más importante ese día. A final de cuentas, había sensaciones innecesarias, pensamientos estancados y problemas no existentes.

Lavi no le habló ni ayer ni hoy y… eso estaba más que bien. Es más, era un gran regalo de su parte, en fin, le daba paz, le quitaba cargas y pese a no tener contacto carnal, Kanda podía vivir fácilmente con ello. Había podido durante años, ahora las cosas no eran tan diferentes. Hasta pensándolo bien, eso era muy bueno, ya que estaba francamente cansado de su papel como el pasivo en su relación. Odiaba la idea de ser tomado por chica y si bien a la tercera —un poco en la segunda— supo reconocer lo bueno de esa posición, aun creía que variar, de vez en cuando, era lo más conveniente. Solo que el muy cobarde de Lavi no estaba dispuesto a salir de su zona de confort, o… al menos eso era con él.

No pudo evitar preguntarse de si —dado el caso que se estuviera acostando con Tyki— logró ser convencido de estar en la parte baja. No quiso pensar mucho el tema, a fin de cuentas, eso no le importaba, el muy idiota podía hacer lo que quisiera. Era su estúpido cuerpo, era su inútil vida, era…

—¿Kanda, en serio estás bien?

Frunció el ceño ante la pregunta.

—Estoy bien. Ahora cierra tu maldita boca, Moyashi.

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Jueves

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—Entonces me correspondes Yu —aseguró Alma, mientras sonreía—. Siempre supe que éramos el uno para el otro.

Kanda en ese momento bufó por lo bajo, e hizo lo posible para no tocarse el hematoma que tenía el rostro, tras… ser golpeado por un imbécil que deseaba nunca más ver en su vida; ni en la vida Alma. Ella, por su parte, aún seguía sonriendo, como si no fuera la causante del incidente.

 —Supongo que ahora nos podemos llamar novios, ¿no?

Se encogió los hombros a respuesta. Aseguró sin palabra alguna, ya que tras ser testigo de la primera confesión que ella recibió, notó que sin lugar a dudas, no dejaría que nadie, fuera de él, la tocara. Hasta ahora sentía a sus puños escocer por la simple propuesta, por el carmín que tiñó las mejillas de Alma.

Y la facilidad con la que ella tomó todo, le hacía pensar que no había nada de malo en la conclusión de las cosas. A fin de cuentas, él ya temía que sentía algo por Alma. Lo hacía desde que la visualizó bajo las luces de los fuegos artificiales, que vieron a principios de ese año, expandidos en el cielo. Lo sabía desde que creyó que su vida no sería la misma, si no la tenía cerca.

Ella tomó su mano y él… no renegó ante el acto estúpido y cursi que ella hacía.

Enamorarse no era tan malo, ¿verdad?

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Kanda miró el portarretratos, puesto en la mesita de la sala y la recordó cuando aún estaba viva y él era más joven. Sintió una opresión en la garganta e hizo lo posible para amortiguar el sentimiento de decepción y mentira.

Recordó el: «Siempre me amarás» e hizo lo posible, para no recriminarse lo acortada que estaba esa frase.

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Viernes

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Se encontró con Mikk en el baño. Kanda, por alguna razón que salía de su lógicaquiso cerrar la puerta e irse hasta que ese tipo saliera del lugar. Pero tachando esa acción como estúpida y hasta cobarde, no hizo más que entrar, dirigirse, hacia los urinales y abrir la bragueta de sus pantalones.

No le costó notar que tanto esa acción, como el mismo momento en que orinaba, fue visto con total atención por ese tipo. Y ese comportamiento lo descolocó y molestó. Rechinaron sus dientes entre sí.

—¿Qué pasa contigo?

 —Nada, amigo.

«Amigo», odió el apelativo con mucho más énfasis que lo normal. Y en ese preciso momento, se dio cuenta que el desagrado que tenía por Tyki, había aumentado en escala. No quiso pensar mucho en el «por qué» de ese hecho.

—Solo, me estaba preguntando si no extrañas al chico con parche.

No pudo evitar darle una rápida mirada, que denotaba un sentimiento que Kanda no reconocería ni en un millón de años. En un santiamén, pudo recomponerse y caminar libremente hacia el lavamanos. Cuando abrió el grifo, decidió responder:

 —¿Por qué tendría que hacerlo? Estoy mucho más tranquilo sin él.

 —Oh, bueno, supongo que así es más conveniente. A fin de cuentas, lo pienso tener por un tiempo más conmigo. Ya sabes, es un chico divertido, ¿no?

El último comentario le pareció tener doble sentido. Y fue tanta su impresión que de su garganta casi salió un: «¿Divertido, en qué sentido?». En cambio se encogió de hombros, mientras restregaba, con más fuerza de la habitual, sus manos.

  —Divertido para ti.

—Tal vez, ya sabes, hay algunos que le podemos sacar más provecho que otros.

Ahí fue inevitable el enfrentarlo. También fue imposible no arrugar más el entrecejo que lo normal.

—¿Qué me quieres decir, Mikk?

  —No sé, ¿Qué crees que te quiero decir?

«Que Lavi se acuesta contigo», por poco increpó, pero el tono que saldría de su garganta era tan furioso —y dolido— que el mismo Kanda no quiso proferir palabra. Pero en cambio, sus manos ya se habían hecho puños y sabía que con otro comentario, no tendría ningún tipo de renuncia, al darle un golpe en la cara.

Lo retó con la mirada para que prosiguiera, pero Tyki solo sonrió con condescendencia mientras hurgueteaba en sus bolsillos. Al poco tiempo sacó una cajetilla de cigarrillos —el muy maniaco fumaba donde sea— y…

 —Vete a la mierda. Has lo que quieras con él.

 —¿En serio?

«Hijo de puta», por poco dijo. Pero difuminó la rabia potente que se arremolinaba en él. A fin de cuentas, ya venía pensando en la posibilidad de que algo pasaba entre esos dos y fuera de eso; lo que hiciera o no Lavi, era irrelevante en su vida. Lavi se iría, lo dejaría y sería un mal recuerdo de su vida.

Lavi era libre y podía hacer lo que le dé la puta gana.

—Sí.

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Mikk rió

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Sábado

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Lavi lo besó ni bien le abrió la puerta. Lo besó como siempre lo hacía. Con suavidad y energía, con bocanadas de «¿y qué me cuentas?», y con una sonrisa —indescriptible— dibujada contra sus labios. Lavi lo besó como si no hubiera pasado nada.

Y la gran verdad es que no pasó nada. A fin de cuentas él no le debía explicaciones de ningún tipo. Habían pasado días sin hablarse, sí, pero nunca llegaron al acuerdo de encontrarse diariamente, y es más, Lavi le había dado espacio a Kanda, y hasta ese era un hecho apreciable.

Pero Kanda, a pesar de todo, no podía evitar pensar en Mikk —riendo como el día anterior— en el tiempo y lo que se podía hacer con él. En…

—¿Cómo has estado? —dijo Lavi tras dejar sus labios.

Kanda no pudo evitar fruncir el ceño.

—Normal.

—Qué bien —respondió, y luego guardó silencio—. Yu, por más que pasa el tiempo, sigo notando que eres una mierda a la hora de intentar formar un tema de conversación.

—Lo que pasa es que no quiero iniciar una conversación.

Lavi rió por lo bajo.

—Yo creo que eres simplemente aburrido.

Kanda no tomó con mucha gracia ese comentario. Hizo lo posible para que la molestia creciente, no lograra hacer salir de su boca cosas que no tenían verdadero sentido. Odiaba sentir que, de alguna forma, también era un farsante.

—Bien por mí, entonces.

—¿No estás de buen humor hoy?

—Tú mismo lo has dicho antes, nunca estoy de buen humor.

—Sí, cierto, lo dije. —Lavi miró a un punto fijo—. Mira, hoy tampoco estoy de un humor excelente, así que… creo que es mejor que me vaya. Tal vez… venga mañana.

«¿Dónde mierda pensaba ir Lavi». Desgraciadamente, Kanda ya había analizado las posibilidades que Lavi tenía. Y las posibilidades no le gustaban. No le agradaban, aun cuando eran convenientes. No le gustaban, pese a estar en esa maldita sala, con el portarretratos que seguía enmarcando la misma foto de años. No le placía, aun contando con que no había absolutamente nada.

Omitir cosas era algo que Kanda hacía regularmente. Pero guardárselas, cuando estaba enojado, era un hecho que rayaba en lo imposible.

Ni bien Lavi tocó el pomo de la puerta, preguntó:

—¡¿Te estás acostando con Mikk?!

 —¿Qué?

—¡Que si te acuestas con Tyki, maldito idiota!

Lavi enarcó una ceja y le vio largamente. Le preguntaba sin palabras si estaba bromeando. Si el desplante no era otra cosa que su imaginación. El ceño fruncido de Kanda, contestaba todas sus dudas.

 —¿Me estás celando? —Kanda no contestó—. Me estás celando —aseguró en medio del mutismo, y luego dejó salir una desagradable risa de su garganta.

Lavi ahí desenterró una verdad.  Era algo tan cierto que a Kanda hasta le dio jaqueca. Se sintió traicionado por sí mismo, y eso hizo que su molestia aumentara.

—¡¿Y qué si tengo celos?! Te has estado acostando conmigo, Lavi

 —Sí, lo hacía, pero creí que estábamos hablando el mismo idioma, Yu. Yo quería acostarme con alguien, tú querías acostarte conmigo. Nos dimos el gusto y lo hicimos algo habitual por simple placer. Pero solo por placer, ¿lo captas?

El tono de Lavi era fuera de lo usual, no era relajado, no tenía ni una pizca de broma en ella, no… era similar a nada que antes hubiera escuchado de él. También, Kanda supo reconocer, la rabia en su voz.

En ese momento pudo ver un poco del verdadero rostro, que se escondía tras la eterna máscara. Y quería golpearlo por ese fallo, y también…

—¿Lo captas?

—Vete a la mierda, crees que tú… —«¿Puedes desacomodar mi vida, y luego hacerte al loco?» No pudo sacar de su garganta todo lo que quería decir, y en su lugar prosiguió con un—: Vete a la mierda, Lavi.

Lavi botó un suspiro y pareció hacer lo posible, para que sus facciones se relajaran y vuelvan a la jovialidad habitual. No lo logró, y al final dejó sin enmascarar la molestia de su cara.

—Bien, creo que ya hemos llegado hasta donde podemos llegar, ¿no? —Dijo, mientras retomaba su camino a la puerta—. Este tratito nuestro se acabó. Desde mañana volvemos a ser simplemente vecinos.

Kanda quería recriminarle que esto no podía terminar solo porque Lavi así lo decía, pero sabía que, en realidad, Lavi sí podía hacer eso. Y también estaba consciente de que era el momento de dejarlo ir. Ya lo había aguantado por un tiempo. Lo había visto escalar, de una forma inusualmente rápida, lugares en su vida. Y ahora si es que no accedía… todo estaría perdido.

Kanda creía que aun podía salvar a su barco, que se hundía entre aguas rojas y tempestuosas. Pero…

 —¿Irás con Mikk?  —interrogó, punzante, antes que Lavi saliera por la puerta.

—Tal vez.

 

 

Notas finales:

   (Ya premedito por ahí antorchar cubiertas de fuego, y enojo por mi tardanza... Por favor no, D:).

Bueno, en primera instancia, lo siento, en serio que lo siento por la tardanza. La idea de este episodio estaba hace un tiempo en mi cabeza, pero… las cosas se complicaron, y hacer un cierto paralelismo con el episodio “Vaso de agua”, me fregó aún más las cosas.

Y hablando del paralelismo, es algo simple que hablé con mi hermana hace un tiempo. En estas dos partes había una diferencia circunstancial, Lavi se ahogaba en un vaso, Kanda, por su parte, a pesar de estar perdido en el océano, no da todo por perdido y sigue queriendo negar muchas cosas a pesar de ser más que consciente de todo —o al menos, lo es más que Lavi—.

En lo demás, pues… siento si les dejó un sabor amargo, pero así son las cosas, no todo puede ir bien, menos cuando estamos hablando de dos tipos que se deniegan a aceptar sus propios sentimientos. Como dicen, luego de la tormenta viene la calma, para que algo suceda verdaderamente con la pareja, debe haber cierto empujón rudo y feo —y es más, con ellos se necesita más que un simple empujón— y… aquí está. Créanme sé lo que hago, la historia ya está estructurada para lo que será el final —mi final me gusta y haré lo posible, para no cambiar de vía—. Y… ¿A alguien le gustó el episodio?

PD: Estoy insegura con el episodio, díganme sin complejos si tienen quejas. 


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