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Hey, Yu por Marcianita

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Notas del capitulo:

Nuevo episodio, espero lo disfruten. 

Invasión al Espacio Personal


Hay tres clases de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.

François de La Rochefoucauld


— Hay que jugar a tomar el té.

El pequeño Kanda, no sabía por qué estaba ahí, sentado conjunto a la niña que no le agradaba, mucho menos, la razón que le hacía estar pensando en acceder, o no a la propuesta. Al final tras pasar un minuto que lo pensaba, llegó a la respuesta que debió haber formulado desde un principio.

— No.

Alma infló los mofletes, en un berrinche infantil, pero después tomó un poco de aire, y se compuso de nuevo, - según había escuchado, la niña leía libros de autoayuda, para poder mejorar sus relaciones sociales, creo que dio un poco de resultados, - así que solo formuló una sonrisa, ella sonreía mucho, era inverosímil, si uno se acordaba dónde estaban, que habían perdido hace no mucho a sus familias, que ese lugar era una mierda, pero ella sonreía, y el sol brillaba para ella.

— Entonces… ¿A qué quieres jugar Yu?

El japonés desvió los ojos, pensando en las bastas posibilidades, unas que a él no le agradaban, frunció el seño, haciendo parecer que no era un niño, mas bien la replica pequeña, y sin arrugas de un gruñón anciano.

— Tsk — quiso alejarla con ese gruñido, no sirvió de nada, ella le seguía mirándolo interesada — no deseo jugar a nada.

La niña torció la boca, como pensando la fórmula mágica de hacerlo más partícipe de su edad, para que Kanda parezca el niño que era.

— Oh, eres aburrido — se quejó, un poco malhumorada, un poco contenta, él seguía sin entenderla — hey, me acabo de dar cuenta de un dato curioso… además de común gruñido, el "no," es tu palabra favorita.

El de mechas negro-azuladas, se quedó sin saber qué hacer, era, o negarse, u optar por gruñir, e igual salía perdiendo. Antes de hacer cualquier sonido, ella rió a vivo pulmón, haciendo que el japonés revuelva los ojos hastiado, ella aumentó el tono de la carcajada. Era demasiado odiosa cuando se comportaba así, y aún así no podía odiarla.

— Ya sé, jugaremos a las escondidas.

Cuando asintió sin siquiera darse cuenta, sabía que a lo mejor la apreciaba, la apreciaba más de lo que quería.

…..

..

Despertó por el sonido consecuente de la puerta. La voz de Alma seguía revoloteando en su cabeza, las memorias más vivas que nunca, las nostalgia de lo perdido tomándolo presa, y no quería aceptarlo… tampoco negarlo. Todo se diluyó, cuando al otro lado de la puerta, no se encontró con nada más, ni nada menos, que el indeseable tipo, de cabello chillón color rojo incendiario.

— ¿Tienes azúcar?

¿Cómo alguien podía sonreír así?

Si bien, Kanda ya había denotado que en ese sujeto, no había tanta inocencia como aparentaba, - los ojos del idiota, brillaban mal-mente divertidos, cada vez que estiraba sus labios hacia arriba – le seguía pareciendo realmente increíble, el hecho de que alguien pueda adoptar sonrisas tan grandes en el rostro, de forma tan consecuente. En su vida solo había visto a una persona que hacía eso, no quería perturbarse con el hecho de que Lavi, iba a ser la segunda la persona que tenía esa peculiaridad. Pero… la verdad es que pensar en lo anómalo de ese chico por sonreír, no era su empresa, así que frunció los labios en una mueca de hastió, y prontamente respondió:

— No, ahora vete.

Lavi hizo un mohín tras esas palabras, como si tuviera la intención de verse tierno, desgraciadamente ese intento fue fructífero, eso sí, Kanda al ver eso sintió puro asco, al punto de querer cerrar la puerta en las narices del chico, lo hubiera hecho, si el pelirrojo idiota no hubiera hablado.

— Todos tienen azúcar en donde viven Yu, es imposible que no tengas ni un poco.

— Tsk, — lo primero que salió de sus fosas bucales fue un gruñido de disgusto, y después, al ver que el otro no se irritaba e iba, prosiguió: — ve en otro lugar, yo no te daré nada, y… deja de llamarme por mi nombre de pila imbécil. — esto último lo habló con la voz más intimidante existente.

— Uhh, veo que sigues de mal humor. — la voz "mata-muertos" de Kanda, parecía no surtir ningún efecto en el contrario más allá de un temblor, y unos pasos en retroceso, mas no había señal alguna de una retirada. Lavi era un loco, y no lo entendía, odiaba no poder entender.

— Sí, y tú haces que este aumente, fuera.

— Te dejaré solo, encerrado en tu cuarto, hasta que te dé la gana una vez me des lo que pido.

— Puta, ve a otro lugar carajo.

— Decir malas palabras no hará que me vaya.

— Vete.

— Solo te pido azúcar.

— Vete, o te juro que te golpearé tan fuerte que tus mismos hijos lo sentirán.

— Yo no pienso tener hijos, así que no hay problema. Yu, no pido más que una taza de azúcar, no es la gran cosa.

— ¿Por qué vienes conmigo? Creo que conoces a otras personas de aquí, largo.

— Lo haría, pero nadie me abre en ese cuarto al que fui ese día que nos conocimos.

Querrás decir, cuando te golpeé en el pasillo. Quiso atribuir Kanda, pero no lo hizo, con ese comentario podría dar pie a una charla con el inepto, y ya tenía suficiente con querer botarlo.

— Me vale mierda, toca otra puerta y déjame en paz.

— Pero como te conozco, creo que sería mejor tocar aquí. — sonrió con fingida inocencia, ignorando que por milésima vez lo botaban, y que el japonés mal hablado estaba apretando los puños, al extremo de volver sus nudillos más pálidos de lo que eran. Lavi era el tipo más suicida que había conocido, no, era el tercer individuo que actuaba de esa manera, aun así era un indeseable.

— Vete. — lo intentó de nuevo.

— Yu, seamos francos, no vamos a ningún lado de esta forma. Solo dame lo que pido, yo me voy feliz, tú… — hizo una mueca, como pensando lo que iba a decir — te encierras feliz, o al menos tranquilo.

Kanda, por un segundo, uno que pasó de una forma demasiado rápida, se arrepintió de haber hecho asustar a la señorita Lotto, chica que vivía en el cuarto contiguo, hace unos tres meses – aunque tanto su culpa no era, hay que recordar que mucha la culpa la tenía Tiedoll, por… ser él, y existir. Pero no se puede llorar sobre agua derramada, así mismo el saber que estuvo a punto de lamentarse lo puso de peor humor. Ese pelirrojo, de boba sonrisa, era una plaga.

— Fuera de aquí imbécil, no tengo ni una pizca de azúcar. Agradece que hoy soy condescendiente, — que había soñado con Alma, en realidad, y eso lo aturdía un poco — porque sino fuera así ya te habría arrancado los dientes de un solo puñete.

Lavi rió, porque era un pelotudo, por eso lo hacía. Y con toda la confianza del mundo, una que no debería de existir, no, para nada, puso una de sus manos en su hombro.

— Vamos, Yu, solo entra, trae una tasita de azúcar, me voy, y se acabó. O sino… yo puedo entrar, y buscar lo que pido. — parecía saborear las palabras, cuando levanto la ceja, y volvió a hablar — ¿Qué dices?

Kanda tenía movimientos rápidos y dominantes, así que sin chistar, ni pensarlo dos veces, botó con brusquedad esa mano que rosaba su hombro. Qué se creía ese imbécil. Así mismo, decidiendo que era mejor por ahora – por ahora – ceder, entró rápidamente en su casa, y busco el jodido – y nunca usado - azucarero, bien, le haría el maldito favor de darle ese polvo dulce a ese cojudo. Claro… lo haría a su manera, eso fue lo que pasó cuando salió de nueva cuenta a la puerta, y con todas las fuerzas que pudo acumular en un segundo botó aquel recipiente, directo a la cara del parchado, casi se ríe, casi, cuando el idiota entrometido, se agarró el rostro, quejándose con un sonido lastimero, infantil, acerca del dolor augurado por lo que tanto había pedido.

El próximo movimiento, fue lo que debería haber hecho desde un principio, cerró la puerta. Diciendo antes: "Aquí tienes lo que pedías, maldito idiota."

-o-

— El clima es una mierda, llueve todo el tiempo, y ya me estoy quejando a pesar de no llevar mucho tiempo aquí — dijo Lavi, con voz cansada, — así mismo la gente que hasta ahora encontré, o es rara, o muy inocente, tonta, entrometida, curiosa, también hay la violenta, … en fin, creo que al final de cuenta con esas personalidades, no hacen mis días tan aburridos. Pero sigo sin entender qué hago aquí, Panda.

Del otro lado de la línea se escucho un sonido de disgusto, casi un gruñido, a lo mejor se debía a que el anciano, ya estaba un tanto cansado de que ese apodo maldito siga vigente por más que el chico ya no era un niño, así mismo, no estaba para las quejas disfrazadas de preguntas del pelirrojo. Él sabía lo que hacía, y si decía que esta era la prueba decisiva, se debía a que lo era, y ese imbécil tendría que aguantarse.

— Creo que ya te dije el concepto de todo esto, imbécil.

— Sí, lo has dicho, y me creas, o no, no entiendo.

— Eso se debe a tu poca capacidad de tomarme atención.

— Ohh, viejo, tanto tú como yo sabemos que no hay verdadero sentido en esto. Yo registro guerras, ahora solo estoy en la urbe, intento vivir una vida normal, hasta me conseguiste un trabajo, no te imaginas lo ridículo que se siente esto.

— El objetivo es que no te entrometas, no sentimentalmente al menos, los humanos tienden a crear vínculos en un lugar, cuando están el tiempo suficiente, necesito saber que te deshiciste de esa naturaleza.

Lavi sonrió un poco, Bookman no lo vio pero también lo intuía, el pelirrojo estaba prácticamente seguro de ser inmune a ello, o si bien, no mucho, era lo suficiente, tanto como para dejar y proseguir, él se había criado solo para eso, no había manera de fallar. Para él no había cosas como amigos, camaradas, o bien un interés dentro de lo sentimental y romántico, solo personas con las que podía hablar para calmar el tedio, y… gente linda con la que desear acostarse. No había nada más que ese título, nada.

— Además, tienes que parecer un amigo de aquellas personas a las que decidas investigar, mientras más difícil sea sacarles información, y ganar confianza, esa es mejor, y todo tiene el mismo objetivo que ya te mencione.

— Ajá, pero… Panda, que pasa si mi bien físico esta en riesgo por esa persona. Sinceramente, creo ya haber encontrado un sujeto de estudio, y la verdad, estoy pensando seriamente en retirarme con este, hoy me volvió a golpear, y duele, y tengo un poco de miedo, que estoy intentando simular, no existe.

— No seas cobarde, un verdadero Bookman podría con eso.

— Pero da un poco de miedo, y a pesar de que intento olvidar ese detalle, cuando lo analizo bien, temo por mi integridad física.

Bookman, no quería escuchar quejas, así que prácticamente lo dejó hablando solo, darle una cucharada de su propia medicina no iba mal. Para nada.

— Pasando a otro tema, ¿Hay otras personas más, que te parezcan útiles?

— Mmm, podrías decir que sí. — habló, para después morderse la mejilla — esos otros dos que te mencioné, Allen Walker, y Lenalee Lee, parecen estar encantados conmigo, lo cual hace la cosa más fácil, pero… siguen sin soltar sopa acerca de si mismos… además con lo que me trajiste se podría decir que son tipos interesantes — y la chica muy linda, por cierto, lo pensó, pero no lo dijo, no necesitaba ser regañado por teléfono. No necesitaba levantar sospechas que no debían existir.

— Dejo eso a tu parecer. Y en lo que respecta al más peligroso, intenta buscar alguna forma de que te admita.

— Intento hablarle bien, siempre funcionaba, con este… parece que cada vez me odia más. — no rió, porque no quería admitir con nadie más, que francamente estaba encontrando algo divertido en la cara de hastio del japonés. ¿Había algo malo en que él le divirtiese? Esperaba que no,— pero tendré que encontrar algún método, para que deje de parecerle tan insufrible… parece una tarea difícil.

— Lo que pasa, es que nadie puede aguantarte ni bien verte.

— Gracias, por la ayuda viejo con cara de Panda. Pero todos me aman, aunque no me creas, adoran a Lavi, pero piensa lo que quieras, creo que ya me tengo que ir. Hablamos luego, viejo.

La llamada fue colgada, Lavi, sabía que tenía que hacerlo en ese momento, porque sino, aparecería una parte suya de hijo preocupado, donde empezaría a preguntar acerca de la salud del mayor, si no quiere mandar esta prueba al demonio, y que el pelirrojo vaya a cuidarlo. Maldición, Bookman, ya era un hombre con un siglo de vida y más que cargaba encima, no era difícil, pensar malos escenarios donde perecería, mucho más con una forma de vida, tan difícil y peligrosa como la de los Bookman, y no había cómo admitir que temía perder a su única figura familiar, aquel al que veía como su abuelo, o padre. Botando un suspiro, se despeino, el cabello rojo que venía resguardando tras una bandana, las hebras rojizas se deslizaron por la piel de su rostro, y hacía cosquillas. Tercer día, y estaba ansioso, se daba cuenta que no entendía nada, Lenalee tenía una mirada demasiado dulce, y tenía ese gesto con él, con Allen, cuando hablaba de su hermano, de los amigos de este, cuando mencionaba a Kanda Yu, no veía gestos así nunca, en la guerra solo alcanzó a ver muertes, y la expresión más amable que haya visto fue su reflejo en el agua, y eso era también una mentira. Y después estaba Allen, el chico era una paradoja, tenía una paciencia amplia, pero tampoco era una persona pasiva, era alguien amable, de suave voz, criado por dos figuras paternas totalmente contrarias, y aún así no parecía ser un chico echado a perder, por más que el último tutor que tuvo era prácticamente un abusador infantil. Allen era alguien raro, una luz blanca apenas notable, pero vigente. Todos ahí eran raros. Se sentía mal al estar con ellos, por saberse un mentiroso, por saber que su careta no era su verdadera esencia, estos sentimientos no eran benignos, no lo eran, no podían serlo. Tal vez era por eso, que estaba tan empecinado en estar con alguien como Kanda, ya que el hombre no era luz, muy por el contrario, y no le hacía sentir tan mal. Lo podrido, no olía totalmente su respectiva fragancia.

Se quedó sentado en un costado de la cama, hasta que le dolía la espalda, y quiso echarse, y dormir, a él le gustaba dormir, pero escuchó en nueva cuenta el tono de su celular. ¿Bookman lo estaría llamando? Imposible, se dijo, y lo comprobó cuando vio el nombre de Lenalee brillando en la pantalla.

— Hey Lavi, ¿Quieres salir a algún lugar con nosotros?

Una sonrisa se dibujo en los labios de Lavi, nadie sabe cuán falsa era, siquiera él.

— Claro, Lena-chan.

-o-

No, por favor no.

El rojo del cabello de Lavi era inconfundible. Parecía brillar entre la multitud, a pesar de que se encontraba varios metros lejos de ellos. Parecía que el sol lo quería, y lo alumbraba a él. Era raro, también despreciable.

— No me dijiste, que ese idiota vendría.

Lenalee, formó un gesto de disculpa con el rostro, ya sea por su mirada, o esa sonrisa flaqueante que tenía, lo peor es que Kanda no quería gritarla, era como una hermana pequeña para él, una que al final de cuentas, sin que nadie se entere cuidaba. Así que no, no le gritaría, pero poner mala cara era inevitable.

— Si tanto te jode, deberías irte, Bakanda, tu malhumor hace que todos tengan el mismo.

¿Qué? El japonés enarcó una ceja, altivo.

— Tu deberías irte, cierto Moyashi es quien friega mi humor.

— Es Allen. Allen, Bakanda.

— Tsk, ya te dije, me vale como te llames, Moyashi.

El albino parecía querer arrancarse los cabellos de pura rabia. Ese infeliz, no entendía qué había hecho para recibir ese trato, no es como si la primera vez que se conocieron tenga la culpa de que lo hayan confundido con un ladrón por su simple apariencia, y de ahí en adelante – cuando Kanda vino con cuchillo en mano, listo para degollarlo, y por cierto le hizo una herida en su mano al querer defenderse – su relación fue a pique. Si él fue la víctima, debería ser el ofendido, pero el más agresivo era Kanda. Que se vaya a la mierda, el muy cabrón, ya estaba harto del maltrato, suficiente tenía con Cross.

— Oh, vete a la mierda. Cómo quiero que un mono aprenda mi nombre, es imposible el esfuerzo, ya que no soy un domador, ni nada por el estilo.

— Has cavado tu tumba solo, estúpido.

Allen infló el pecho, qué importa, le daría unos golpes a Kanda, y demostraría que no se deben meter con él, y también acordarse su nombre, era corto, siquiera era difícil. Y Kanda, bueno, él venía de mal humor desde la mañana, así que estaba dispuesta, y hasta contento de golpearlo. O ese era el plan, hasta que escucharon la voz de un tercero, y no era Lenalee, ella ya les hubiera golpeado, y después recién regañado.

— Uh, veo que aquí tenemos una relación de lo más entretenida, ¿eh? — Lavi sonrió, no, después de eso rió, y era obvio que se burlaba, — y yo que pensaba ser el único que tenía el trato preferencial de Yu.

Kanda frunció el seño, queriendo tirársele encima por su audacia. ¿Cómo podía llamarlo por su nombre?; no, la verdadera pregunta era: ¿Por qué estaba vivo?

Con esas preguntas en su mente, no se dio cuenta de las expresiones perplejas que adornaban los rostros de Lenalee, y Allen. Lavi al parecer tenía tan poco respeto con su vida, o tan pocas ganas de vivir, que decidió molestar a alguien tan irascible, y peligroso como Kanda. Y lo hacía solo porque sí, para colmo.

Y para poner otro color al panorama, Lavi seguía sonriendo. Y parecía un idiota, una lástima que no lo fuera, y más bien estuviera jugando, y evaluando. Él era los ojos analíticos, que ellos no sabían que existía.

— Lavi, al fin llegaste, pensamos que ya no vendrías.

Él se rascó la cabeza, en un gesto despreocupado de lo más molesto para el japonés. Y sin borrar ni un ápice de su sonrisa, respondió:

— Es que hoy tuve un día difícil, y me dio un sueño esta tarde como no tienes idea. Antes de que me diese cuenta, ya dormía a pierna suelta en mi cama, pero ven, llegué, tarde, pero no lo suficiente, ¿verdad?

A Lavi lo adoraban, la mayoría de la gente quedaba ahogada ante su encanto sencillo, y fresco. Allen, y Lenalee, ya fueron presas de este, Kanda en cambio seguía reacio, a aceptarlo. Él no quería siquiera verlo, ese tipo no debería existir, no debía. No debía.

— Aunque en realidad, la razón de mi tardanza se debe a esto — buscó algo en una mochila grande, y fea, que traía consigo — sí, esto. — dijo, cuando la parecer palpó, aquello que buscaba. — Hey, Yu, supongo que las cosas entre nosotros podrían mejorar si pago por mi error del primer día, ¿no?

Los ojos del azul marino, que poseía Kanda se fijaron en lo que traía Lavi en mano. Era un celular, el mismo modelo de aquel que acabó roto, ahora en una caja, totalmente nuevo. La sorpresa apareció sin quererlo, el japonés no lo demostró, pero lo estaba, no podía creer ese acto, se supone que era solo un tonto indeseable, sin respeto con su vida, no creía que eso de ser "amigos," iba en serio. Tal vez, el pelirrojo encontró una verdadera grieta en la impenetrable armadura de Kanda ese día, o…

— Muy tarde, ya tengo otro, y ahora tengo deudas, y otro celular inservible. Todo por tu culpa malnacido.

Puede que no, puede que la armadura siga igual de dura que siempre.

— La intención es lo que cuenta Yu.

— Intención y una mierda, esa cosa no me sirve.

— Vamos, Kanda, ¿Qué te cuesta dar las gracias? — interceptó Lenalee.

— No pienso agradecer las pavadas de este imbécil.

— No te preocupes Lavi, Bakanda no sabe ser educado.

Lavi rió a carcajadas.

— Curioso apodo, ¿eh?

— Cállense ustedes dos.

Lenalee también quería reír, pero puso las manos en las caderas, intentando ser autoritaria.

— Ya chicos, dejen de pelear.

— Pero yo no peleo, solo hablo — Lavi se hizo al inocente en un segundo, mientras enrectaba el cuerpo.

Allen había asentido fuertemente, haciendo caso a la china, Kanda en cambio gruñó, pero también acató las órdenes de la chica. Ella sabía que era bueno tener la batuta de tipos como ellos, y estaba vez sin poder evitarlo solo dejó que la risa fluyera fuera de su garganta.

-o-

— ¿Por qué estas aquí Lavi?

Bookman Jr., levantó la mirada de su plato, y tragó un bocado, tenía un poco de salsa roja pintando sus labios. Kanda pensaba que ese tipo era repugnante, pero cuando vio a Moyashi comiendo a más no poder, y se asqueó más en un segundo, - no quería nunca más ver a ese par junto, - al punto de perder el apetito – en ese lugar, siquiera había soba, lo cual le hizo empeorar su humor de por sí malo. Revolvió los ojos, y aún con todo su odio para con el mundo, ellos seguían conversando. 

— Pues… supongo que para empezar un nuevo estilo de vida. Creo que me gusta, me gustan todos ustedes.

Era halagador, y vio la mirada dulce que Lenalee dirigía a Lavi, si seguía así la cosa, puede que ese pelirrojo ganase una partida que muchos dieron por perdida, o no se atrevieron a jugar, y esto va sobretodo para cierto imbécil que ahora tragaba todo lo que comía, casi ahogándose en el proceso.

— ¿De dónde eres?

— ¿Yo?, — se señaló, — pues nací en Irlanda, y me crié ahí, así que vengo de ese bello país, mi querida Lena.

Kanda a pesar de no querer escuchar bien esa charla sin sentido, no pudo evitar desviar la mirada al pelirrojo, que ahora lo miraba de soslayo, sonriendo con cierta picardía peligrosa, varios secretos ocultos bajo la alfombra. Ese tipo era un mentiroso.

Notas finales:

Bien, episodio terminado… creo ya haber avanzado algo, o no sé, es un sentimiento solo mío, jajaja.

Ahora vamos al punto, como ven, mi desarrollo es jodidamente lento, lo siento, de verdad, pero… esa es mi intención, necesito varias fases para poder dar algo entre estos dos, porque dar las cosas de la nada, no es mi estilo, mucho más cuando mi intención es construir algo medianamente coherente, o no sé. Pero bien, la primera fase es la aceptación de Kanda, a que Lavi entre en su vida, cosa que ya se está desarrollando, el próximo avance, no debe ser más que la simpatía, de eso no sé cuanto falta, y de ahí, ya veremos.

Nos leemos en otra, gracias por leer.

 

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