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Hey, Yu por Marcianita

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Notas del capitulo:

¿Saben? Por poco me rindo al ver que la historia no tenía muchos comentarios, pero… la verdad es que la historia me está desgastando mentalmente – no la puedo sacar de mi cabeza – así que seguiré con la historia hasta el final. Espero que les guste este episodio, por fin aparece Lavi, jajaja. 

Capítulo 1- Comienzo.

 

Comenzar bien no es poco, pero tampoco es mucho.

Sócrates 

 

 

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El párroco elevó la voz, esta se cernía por toda la parroquia y tenía a todas las personas interesadas en lo que sea que estuviese diciendo, bueno, excepto a Kanda quien no se sentía a gusto  en el altar, porque el traje que tenía encima que se le hacía demasiado incómodo, estresado por el llanto de Tiedoll quien lloraba como un bebé desde el comienzo de la ceremonia, al igual no le gustaba sentir las miradas fijas en su espalda.  Pero aún con el disgusto, la boda seguía dándose, haciendo que a veces en las pausas que tenía el hombre después de hablar un buen tiempo y como fue ensayado tenía que responder, mayormente conjunto a las demás personas.

Así que para intentar apaciguar su hastió desvió su mirada a un costado, mirando de soslayo a lo que más fácil le pareció, siendo de esa forma que la vio a ella, él miró a Alma. Ella tenía las mejillas sonrojadas, los labios entreabiertos, intentando abastecerse con el oxígeno que parecía insuficiente para sus pulmones, y ese día sus ojos  brillaban, tragaban la luz del lugar y parecían solo iluminarla a ella, como si es que la castaña fuese el blanco elegido. Eso era algo propio de ella, parecía que su ser había nacido con una gracia divina de resplandecer donde sea, sea con la luminiscencia de sus ojos, mucho más si sus labios adoptaban una sonrisa. Y Kanda por eso pensaba que ella era especial, porque odiaba las sonrisas, las odiaba, le eran los actos más despreciables que uno puede hacer con los labios, pero ella sonreía y de esa forma se tragaba todos sus perjuicios, y conjunto a otras personas no podía negar lo obvio. Lo más hermoso de ella era la luz que desprendía. Kanda se vio cautivado por su mirada brillante, por la estúpida sonrisa que se supone odiaba. Y la vida era irónica de esa forma, y tampoco es que le molestara demasiado aquello.

Antes de siquiera darse cuenta, absorto en el rostro ajeno, viendo a aquella que desposaría, sintió como todas las miradas de los invitados – gente que no sabía bien por qué rayos estaba ahí – del párroco barbudo y robusto, y hasta la mismísima Alma se posaban en él. Todos le pedían con los ojos que haga lo que debía hacer, con una urgencia en la mirada que le estaba molestando, y se preguntó por qué rayos se casaba por la iglesia, y no solo tuvo una ceremonia civil, sin necesidad de invitados de ningún tipo. Sin encontrar verdadera respuesta al hecho de haber cedido a tanto suplicio de Tiedoll, decidió dejar de lado la cuestión, al menos por ahora, tenía cosas más importantes para hacer.

Abrió los labios, intentando hacer que la voz saliera de sus cuerdas bucales, al mismo tiempo que sentía un extraño nerviosismo bullir de su interior dejándolo mudo por un momento, siendo de esa forma que tuvo que hacer un ruido ronco con la garganta para recuperar el habla, y de esa forma por fin pudo decir:


— Yo, Yu Kanda, te quiero a ti, Alma Karma, como esposa y me entrego a ti, — tomó un poco de aire, sintiendo que todo este discurso era inútil, y ridículo, ya que todas las palabras dichas sobraban cuando las intenciones ya estaban claras sin siquiera decirlas, pero al final prosiguió, —y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días de mi vida.

Cuando acabó de decir todo ese discurso ya ensayado, notó como todos parecían por fin respirar en paz, y al poco tiempo cuando Alma dijo lo mismo se dio cuenta que un peso se le había quitado, haciéndole sentir ligero. Y las miradas anhelantes se pusieron encima de ambos cuando aquel que decía ser la representación de la palabra de Dios, les dio su aprobación acabando toda la ceremonia con la típica frase de: “Con la voluntad que Dios me confiere, les declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.”

No hubo tiempo de acatar el mandato, ya que ni bien intentó hacer lo dicho, sintió los labios de ella comprimiéndose con los suyos con fuerza, siendo que él fue el besado, y no el besador. Y ella rió ante la cara de Kanda que mostraba una mueca entre descontento, sorpresa, y ese algo que no se describe en palabras. Al final no hubo razón para molestarse, así era su relación, y no es como si quisieran cambiarla.

Fue así como ambos surcaron un nuevo comienzo, entre los tantos que habían tenido. La vida parecía ser benigna ese día, el sol solo alumbrarlos a ambos, y la felicidad parecía infinitiva y no revocable. Nadie supuso que dentro de una año Kanda encontraría a su esposa tendida en la cama, con los ojos más apagados que nunca, y las sábanas teñidas de carmín, la última palabra que salió de sus labios, no fue nada más, ni nada menos que el tan común; “Yu.”

-o-

Ese celular de mierda venía sonando por un tiempo demasiado largo, sonaba de forma consecutiva y parecía no dar tregua, siendo que de esa forma gruñó ya dándose por vencido en el acto de bloquear el sonido con una almohada. Agarró el maldito aparato con las manos,  la música se oía más fuerte – empezó a odiar el asqueroso tono que ese celular que tenía – y vibraba en sus manos, haciendo que el mal humor aumentase, y recién estaba despertando, ya sabía de antemano que este no sería un buen día, ni para él, ni para nadie que estuviera en su radio. Y después de sopesar que su bolsillo no aceptaría el que rompiese aquel medio de comunicación, decidió contestar:

—     ¿Qué carajos quieres Moyashi? — dejó escapar de sus labios, siendo que su propia irritación se infundió por la línea y pareció ser adoptada también por el chico que le escuchaba.

—     Es Allen, A-llen, maldito atarantado.

—     Tsk, como si me importara como es que en realidad te llamas. Ahora deja de llamarme que ya me tienes…

—     Lenalee ayer te invitó a desayunar con nosotros. Maldito idiota nos tienes esperando una hora.

—     ¿Cuándo fue que acepte su invitación idiota? Yo nunca dije que…

—     ¿Kanda?

Desde el otro lado de la línea pudo notar que la voz terriblemente fastidiosa de Moyashi, había sido cambiada por la apacible casi arrullante de Lenalee. Los insultos murieron en la boca porque en sí, no veía como un acto que debía hacerse el estar gritando a alguien como ella, que era tranquila, además de que la joven Lee formaba parte de la corta lista – demasiado corta para ser exactos - de personas que él denominaba como “soportables.”

—     Están esperando en vano, no pienso ir a ningún lado.

Escuchó un claro suspiro de la chica, quien seguramente ya estaba pensando alguna forma de hacer cambiar de opinión al parco y antisocial Kanda, cosa que de por sí era muy difícil de hacer, mucho más si este estaba del humor del que ahora encontraba. Era prácticamente imposible.

—     Pero… ayer te dije que vengas y…

—     Yo nunca accedí a nada, — prorrumpió cortante, sabiendo de antemano que prontamente esta conversación acabaría con el albino colgando el teléfono de puro hastió al tener que tratar a esas horas de la mañana con alguien como Kanda, esta vez lo creyó mejor de esa forma — si ustedes quieren esperen el jodido tiempo que quieran, pero yo no iré.

—     Eres un cabrón Kanda, — el japonés escuchó como lo insultan, y frunció el seño porque odia que alguien lo haga, más si es un enano  de ridículo cabello blanco, pero por en esta única ocasión, decidió no replicar, no ahora, y solo llega a oír, como cuelgan el teléfono.

Es algo muy malo tener personas que se denominen tus amigos – tal vez lo sean, pero él no deseaba darles vía libre para el lugar – y estén intentando sacarte de tu casa por cualquier motivo, más si es que son como Lenalee y tienen la firme idea que morir solo no es algo bueno para nadie, y de esa forma se inmiscuía en su vida sentimental – la cual ya no existía desde hace siete años – intentando ver la forma de lograr que Yu acepte la expectativa de la famosa “segunda oportunidad”, la cual él por nada del mundo aceptaría, no la necesitaba, es más rehuía de ella.

Esa mañana tenía sueño, uno que venía de una sumatoria de desvelos, por razones que no pensaba decir a nadie, y creía tampoco importaría a la gente. Ni bien pudo dejar a un lado al celular – aparato maldito que no entendía por qué jodida razón había comprado – se recostó en nueva cuenta en la cama, intentando ocultar a sus ojos del reflejo solar, metiendo la cabeza bajo la almohada, pero el destino parecía estar en total desacuerdo con el hecho de dejarlo dormir. Ya que, sin siquiera pasar unos diez minutos, ese medio de comunicación del demonio, empezó a sonar de nuevo, con el tono asqueroso que lo tenía hasta las pelotas. Y lo peor era ver el remitente.

—     ¿Para qué me llamas?

—     Eres mi hijo, Yu-kun,  como padre que soy siempre debo estar al pendiente de mi…

—      ¡Yo no soy tu hijo!

—     Lo eres, desde el momento en que firme los papeles para ser tu tutor legal, eres algo así como un hijo mío.

Vete a la mierda. Lo pensó, frunció el seño cuando escuchó que el  interlocutor seguía hablando de cuanta pendejada le pasase por la cabeza, y sin ganas de gritar al hombre en vano – ya que el muy maldito nunca se ofendía, y solo se reía como si le acabase de contar un chiste – hizo lo más sensato que le podría ocurrir; colgar el teléfono antes de seguir con esa charla sin sentido, que solo tenía como resultado crearle una jaqueca.

 Lo peor de todo es que tras colgar, e intentar de nuevo dormirse Kanda se dio cuenta que ya no deseaba pegar ojo. Y al final tras notar que tampoco tenía nada en la nevera para comer como desayuno, tuvo que levantarse, para ir a comprar algo para hacerlo. Ese día odiaba a todo lo existente en ese mundo, empezando de ese odioso celular que seguía vibrando, –decidió dejarlo en modo vibrador – el hecho de estar cansado pero no tener sueño,  y estar hambriento mas no tener nada que comer en su apartamento.

Refunfuñando salió al pasillo, tenía el celular en mano, pensando entre contestar o apagar el aparato, mas no hubo tiempo para seguir rebatiendo acerca de eso ya que un inepto – maldito idiota – chocó contra él, siendo que de esa forma por efecto rebote acabó por caer al suelo, el celular que llevaba en mano también disperso en este. La sangre le hervía, estaba a punto de explotar, subió la mirada intentando observar al causante del alboroto, y solo pudo ver varias cajas tapando la cara del imbécil aquel, formo los puños decidido en gritarle hasta de lo que se iba a morir, y a lo mejor asestarle un golpe para desestresarse de ese día de mierda. Pero no pudo decir nada, al menos no en el justo momento, no como hubiera querido, ya que el desconocido, ese tipo que no veía por donde caminaba soltó las cajas. Estas al caer al suelo hicieron un sonido abrupto que resonó por el pasillo, los ojos de Kanda se fijaron en ellas, en lo pesadas que parecían, en el lugar donde habían caído.

Y vio ahí, su celular aplastado gracias al maldito imbécil que había aparecido para joderle la vida ni bien salir de casa.

—     ¿Qué te pasa…

Y las palabras quedaron encerradas en su garganta cuando aquel chico, de aproximadamente su edad, cabello alborotado de llamativo color rojo, y un ojo parchado pareciendo una burda imitación de un pirata, habló:

—     Lo siento, juro que te lo pagaré muñeca.

Esa frase fue la última que se necesitaba para rebalsar el vaso. 

Notas finales:

Bien, este episodio fue lento, me costó mucho escribirlo debido a que perdí el episodio, y tuve que volver a hacerlo, y de verdad – de verdad – fue un golpe muy fuerte para mi inspiración el que me pasase semejante cosa, pero el episodio ya está listo, fue lento, pero es una introducción a lo que es Kanda, el próximo tendrá a Lavi como protagonista del episodio, jajaja.

Ahora viene lo siguiente, como soy nueva en el fandom nunca he usado a ninguno de los personajes, siendo de esa forma temo caer en el aborrecido Ooc, así que si alguien ve grandes fallas en las personalidad de los personajes agradecería que me lo digan. Gracias a todos por leer, espero que también comenten. 


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