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Hey, Yu por Marcianita

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Notas del capitulo:

Hola, espero no haber tardado mucho, pero… aquí está el tercer episodio. 

Capítulo 3 - ¿La curiosidad mato al gato?

 

Curiosidad: Impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime. Lleva a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América.

 

José María Eça de Queirós

 

Olía a pólvora.

Por las fosas nasales de Deak se metió el olor de la pólvora, de la tierra mojada, de la sangre que fue desperdigada en el campo de batalla. Él solo se dedicó a observar, ese era el trabajo que tenía que hacer, eral el oficio de un Bookman, era la labor que tenía que aprender como un aprendiz para el puesto, como la persona que decidió ser no tenía más que mirar toda la inmundicia y no mover un dedo. Ver todo como tinta que tendría verdadero significado en el papel de la historia, y él ocupar el puesto de una pluma. Pero cierta parte suya gritaba angustiada al ver morir a tantas personas que estaban sumidos en la desesperación de la guerra, ver como su vida se desperdiciaba en semejante violencia, tanto sea como partícipe, o bien solo una pobre víctima de la mala administración de los altos mandos.

El horror estaba impregnado en cada parte del lugar. Un terror impartido por todas las personas, sean combatientes, o aquellos que sufrían en la larga espera de que algo cambiara, que todo acabara. Los Bookman, que eran entes fuera de lo mundano, no tenían permitido escuchar los socorros gritados, el sentir piedad y moverse por el sentimiento,  era menos apreciable. Deak, estaba acostumbrado, un poco, nunca lo suficiente. A ello fue que el aire se comprimió en sus pulmones cuando vio como unos soldados – totalmente absorbidos por la crueldad de la guerra – sacaban a rastras a una familia entera de su casa – exceptuando al padre que seguro ya pereció en el campo de batalla, o pronto lo haría – con las armas de fuego apuntándoles, esos hombres desesperados, muy hambrientos, tanto que eran como una fiera lista para atacar a lo que sea que vieran sus ojos, tras escuchar la queja que venía entre el llanto de la matriarca de la casa, le arrebataron la vida sin vacilación alguna, parecían demasiado hartos como para tener compasión por la vida de los otros dos infantes, y tal vez por mera diversión arrebataron la vida de la hermana mayor que intentaba cubrir a su pequeño hermano en su espalda, el último que quedó en pie, era un niño, diez años a lo mucho. El infante tenía lágrimas comprimidas en sus ojos, unas que poco a poco se deslizaban por sus mejillas, así mismo de sus labios salían pequeños quejidos lastimeros, engendrados por el terror, por la pena, la desesperanza. En sus últimos momentos  desvió su mirada al pelirrojo, pidió un auxilio mudo, que pronto fue acallado por el revólver que apunto sin vacilación alguna a su cabeza. Un sonido fuerte estalló en el lugar, y el horripilante olor del hierro de la sangre se despilfarró por todo el terreno. Deak, apretó los puños sabiendo que de nuevo – otra vez – no hizo nada.

………...

…..

..

—     ¡Lavi, despierta!

El pelirrojo abrió y cerró los ojos de forma simultánea, sentía el mismo temblor de siempre – como cada mañana tras remembrar las vivencias de guerra – que se trasladaba por todo el largo y ancho de su cuerpo, tras inhalar, y exhalar varias veces todo el aire que podía, logró calmar el creciente pánico que lo estaba tomando presa.

Como cada mañana llegó a una conclusión: Si el mundo estaba podrido, él estaba en un estado de mayor putrefacción.

Una vez en sus cinco sentidos, y totalmente fuera de ese mundo impregnado del olor a pólvora, donde el color rojo era un predominante, dirigió su mirada al pequeño viejo chino, ese que tenía grandes y oscuras ojeras, bajo sus ya arrugados ojos.

—     ¿Lavi, volviste a cambiarme de nombre?

El anciano le vio con el ceño fruncido, sus pequeños ojos clavados en su distraído aprendiz, era algo así como una reprimenda y  amenaza muda, al final el anciano cruzo ambos brazos por encima de su pecho, y tras botar un suspiro, y decidir perdonarle la patada al pelirrojo elevó la voz:

—     Tú sabes que cambiamos tu nombre en toda nueva misión — el hombre argumentó, con un tono punzante, un tanto irritado — idiota.

El ahora nombrado “Lavi”, revolvió su único ojo vigente, estando un poco molesto por el acostumbrado trato del viejo Bookman, y también porque estaba cansado, tener una mala noche con pesadillas sumadas, más un regaño de bienvenida no era muy grato.

—     Está bien, ya lo entendí Panda.

El pequeño hombre lo vio con disgusto al ser escuchado ese ridículo apodo que no se esfumaba con el pasar de los años, estuvo a punto de increpar su disgusto a su estudiante, pero este mismo tomó la palabra primero.

—     Hablando de eso… no entiendo por qué vamos a Inglaterra, bien sepa ahí no hay una guerra, siquiera indicios del posible estallido de una.

—     Ya estoy viejo — Lavi estuvo a punto de decir si aquello era una explicación del aumento de su chochera de estos tiempos — y creo que ya es hora de hacerte la última prueba para que tomes el nombre, por el cual estuviste trabajando todos estos años, y…

—     Sigo sin entender el motivo — cortó el irreverente Bookman Jr.

—     ¡Déjame terminar idiota! — sermoneó el anciano — en esta prueba no estaré a tu lado, tú verás qué escribirás durante unos seis meses en los registros, observando un lugar donde los acontecimientos no son muy obvios, pero la prueba predominante es que deseo, te juntes con diferentes personas, que les saques cuanta información te sea posible, siendo ese uno de los requisitos principales de un Bookman, y que aún así…

—     No llegue a estimarles, y su existencia siga siendo para mí, un simple relato impreso en papel.

—     Espero no fracases.

Lavi pensaba que las posibilidades de fracaso eran cercanas a cero, eso pensaba.

-o-

— ¿Qué?

El parchado exclamó, con su voz saliendo aún más estridente que de costumbre, mientras veía al viejo hombre con total incredulidad.

—     Ya te dije, las cosas grandes ya fueron llevadas por otras personas, pero las cajas que contienen todos tus libros, y nuestros registros debes llevarlos tú.

—     Pero son muchos — volvió a quejarse — acéptalo me pides esto porque eres tacaño y no quieres pagar más, Panda.

—     Estas fuera de forma, un Bookman no solo debe tener cualidades intelectuales, como vivimos de la guerra es necesidad ser fuertes físicamente.

—     Como si alguien podría golpearme fácilmente.

………..

…..

..

Lavi nunca pensó que sus propias palabras fueran rebatidas de forma tan rápida, y… violenta. No se le pasó por la mente que al llevar su última caja se toparía con la persona que lo podría tirar al suelo sin problema alguno, y hacerle temblar de miedo.

Lo primero que se dio cuenta, ni bien se vio agredido por el desconocido de rasgos orientales, mientras que de la boca de este salía un buen repertorio de insultos gritados en su lengua materna, es que la chica bonita que vio, no era una chica, muy por el contrario.

—     ¡Fue solo una equivocación, te pagaré ese celular, y... no volveré a equivocarme de género! — los ojos de su agresor eran de un azul marino, oscuro y absorbente como el mismo mar en plena tormenta, y estas mismas orbes de fascinante belleza en ese preciso momento le miraban con el más profundo desprecio, aunque, al parecer, los actos violentos se estaban por acabar, ya que el puño que apuntaba a su cara estaba poco a poco deshaciéndose. Lavi dejó salir un suspiro aliviado — además no es mi culpa el que me haya confundido, si uno no te ve bien, pareces chica — bien, puede que esas palabras sobraran, ya que la ira volvió a tomar presa al extraño que formó con su mano derecha otra vez un puño, y ahora este le apuntaba a la cara con clara intensión de golpearlo.

El aprendiz de Bookman no podía defenderse, el chico estaba encima de él inmovilizándole las piernas, y temía que si intentaba agarrar sus brazos la cosa acabaría peor – como que le hicieran una llave, y acabar en una posición aun más incómoda – así que cerró los ojos preparado para lo que vendría.

Con el certero puñetazo que le dieron en el rostro, – uno que casi le hizo ver estrellas – Lavi no pudo evitar pensar que Panda lo golpearía por haberse dejado golpear – sí, el anciano tenía una extraña forma de reaccionar. Tras acabar de sentir el golpe, abrió su ojo y vio que aquel hombre que tenía la extraña combinación de la pura masculinidad, y la belleza propia de una mujer, seguía con el puño formado a pocos centímetros de su cara, la verdad es que tras sentir el primer impacto se dio cuenta que no podría soportar otro, quedaría inconsciente a ese ritmo, y de verdad – de verdad – no quería acabar tirado en el pasillo desmayado.

Sopesando con el temor que reino en él desde que el otro se le abalanzó encima, y esa partecita suya que le susurraba que todo podría acabar peor si se defendía, agarró las manos del japonés.

—     Entendí, no lo vuelvo a hacer, solo…

—     ¡No cabrón, ahora estás muerto!

El agarre se deshizo de una forma tan rápida que el pelirrojo se quedo pasmado. Tal vez si estaba fuera de forma. Y mientras tomaba aliento, e intentaba usar sus manos para proteger su rostro – sabiendo de antemano que el intento era vano – escuchó:

—     ¡No, Kanda, detente!

Y ahí conoció a Lenalee Lee, la chica china más bonita que, su ojo verde esmeralda, haya visto en su vida.

-o-

— Lo siento, él… no es malo, solo que…

—     Es la persona más violenta que te vas a encontrar en tu vida.

—     Allen no digas eso, llevará una mala impresión.

—     No creo que peor que la que ya tuvo.

Lavi sonrió ante la conversación entre los dos chicos que le auxiliaron en el pasillo, era gente un tanto diferente a las que solía conocer, pero era un cambio agradable, sí, agradable.

—     Chicos, no se preocupen, en ciertos sentidos fue mi culpa, — habló mientras volvía a cerrar su ojo, y ponía encima de este una bolsa de agua fría que le habían dado. Sin lugar a dudas Panda lo mataría — dije que era una chica — confesó mientras reía entre dientes. — no me retracto, parece una y linda, si no lo ves bien.  

Tanto el chico de cabellos blanquecinos, y aquella de largo cabello azabache rieron entre dientes, pensando en cómo reaccionaría  Kanda ante lo dicho, no sería algo bueno, eso es seguro.

—     Por el bien de tu salud personal, te aconsejo que no vuelvas a acercarte, él es…

—     Ya Allen, no seas así. – la china reprochó mientras se ponía las manos en las caderas – Verás, mi amigo es una persona difícil de tratar.

—     Demasiado.

—      Pero… no es malo, solo debes saber cómo hablarle, y… es complicado.

Lavi sintió como su cuerpo se estremecía ante una fluyente risa que quería salir de sus labios, no hubo problema alguno, dejó que esta saliese y se esparciera por el ambiente, el reír iba bien con su nuevo personaje. Se quitó la bolsa de su ojo magullado, y tras pestañear tres veces consecutivas – y comprobar que le seguía doliendo el hematoma- miró a ambos. Su bella salvadora, y Allen Walker, un chico pequeño de estatura  y de varios rasgos curiosos – el cabello asombrosamente blanco, la cicatriz bajo uno de sus ojos.

—     Su amigo parece una persona interesante — y aunque parezca raro, no había sarcasmo goteando de su voz, Lavi en ciertos sentidos decía la verdad, algo interesante sí que hay en alguien que te deja fuera de combate de forma tan rápida, cuando ya fuiste entrenado para que eso no ocurriese.

—     Ni loco seria amigo de ese bastardo.

—     Sí, lo conozco desde pequeños, es así con todos no te dejes llevar por las primeras impresiones. — Lenalee tenía una voz dulce, era un susurro placentero, una canción de cuna, una caricia suave que se incrusta en los odios del que escucha. Ella era ese tipo de cordialidad casi maternal que Lavi no solía escuchar y la cual nunca disfrutó.

Tras en-rectar la espalda que estaba descansando en el sofá, el pelirrojo se sentó y luego se levantó de este mismo, no veía razones para seguir ahí como si le hubieran herido de verdad, si bien fue un duro golpe – puño que parecía pesar como el acero – ya había recibido heridas peores.

—     Bien, intentaré portarme mejor de ahora en adelante, para no correr el riesgo de que me mate, y eso — y sonrió, la sonrisa del aprendiz de Bookman era tan amplia y brillante, que parecía que el mismo cuarto resplandecía conjunto él — gracias por salvarme y ayudarme con el ojo, de verdad… me tengo que ir, supongo que nos vemos luego.

Mas, antes de salir escuchó:

—     ¿Estás aquí de visita?

—     No, me acabo de mudar en el cuarto número 35.

Él no vio la cara de preocupación que ocupó el semblante de ambos chicos.

-o-

Ni bien salió del departamento de la chica – o el chico, no tenía la más mínima idea – se dio cuenta que no le apetecía ser retado por Bookman, partiendo de eso, decidió que… no iría a su departamento por un tiempo.

No conocía la ciudad, salió y paseo por diferentes calles que no conocía, quedando asombrado de ver un lugar donde el horror de la guerra no estaba en cada esquina, era una aparente paz, muy cómoda. Las horas pasaron sin siquiera se dé cuenta, cuando lo hizo ya era hora de almorzar y recordando las rutas por las que había pasado, acabó por dirigirse a un local que por la simple infraestructura pequeña, pero acogedora, le llamó atención. Supo que tomó una buena decisión ya que al entrar en el lugar, un agradable aroma golpeó su nariz, y por azares del destino, se encontró con el desconocido, ya no tan desconocía, exacto, ese que le atacó hace no muchas horas.

Ese día fue extraño, fue golpeado, insultado, salvado, y lo más posible es que sería golpeado de nuevo – cortesía del viejo Panda – y… a pesar de todo no veía que nada estuviera mal, cierta emoción se amontonaba en él, y sabía que tendría que intentar disimularla en presencia de su mentor, tal vez por eso mismo, por esa efusividad naciente, fue que sus pasos no fueron hacia esa pequeña mesa individual, en la parte derecha, al centro de todas las demás, más bien estos se dirigieron a aquella que tenía una vista a la ventana, acomodada de tal forma que parecía aislada de las otras. En esta misma esta aquel al cual confundió con una mujer, y casi le hizo lamentarse del fallo – casi – y estaba haciendo su pedido, pagando de adelantado al parecer, lo más seguro es que era cliente recurrente, y el impulso no aminoro por más que notó el ceño fruncido marcado en los entrecejos del contrario, es más le pareció interesante.

Y ni bien se sentó, con una suave sonrisa despreocupada dibujada en sus labios, dijo:

—     Hola, mi nombre es Lavi — puntualizó su nombre, haciendo nota mental que era este el que usaría en los próximos seis meses. Los ojos de aquel le vieron cual fiera lista y dispuesta a despedazar a su presa, muy dolorosa y lentamente, y justo en ese acto encontró algo lo suficientemente bueno como para despertar a su curiosidad, y no cualquiera, esta era la que provenía de un Bookman, — Esta mañana cuando me golpeabas, — sonrió de forma descarada, notando claramente que el japonés fruncía el ceño al mismo tiempo — no nos presentamos, ya lo hice, te toca.

—     ¿Crees que te diré mi nombre idiota?

—     No, suponía que te negarías, pero algo me dice que si insisto mucho, pero mucho, mucho, mucho, te cansarás y me dirás.

—     ¿Acaso no tienes aprecio por tu vida?, ya habrás notado que no estoy para tus pendejadas, idiota.

—     Yo pienso vivir de los 100 para adelante — acotó el pelirrojo sonriente, el japonés gruñó irritado, y Lavi acentuó la sonrisa todavía más, -con ánimos de molestarlo, ya que pudo notar le desagradaba esa mueca de sus labios - y cualquiera que lo viera podría apostar que las propagandas de pasta dental quedaban en ridículo frente a él — … pero aún así quiero saber tu nombre.

—     No estoy para tus jodidos juegos, sal de esta mesa y déjame en paz estúpido.

Y el otro rió, rió sin más, ni una pizca del miedo que hubo la primera vez que se cruzaron, es más parecía encontrar algo hilarante en sus amenazas.

—     Ya te dije, quiero saber tu nombre, sé que no te irás, ya que diste tu pedido y lo pagaste, tampoco me golpearás, estamos en un lugar lleno de gente, hay dos policías aquí al igual.

—     ¿Crees que me importa?

—     Sí, yo creo que lo hace, ya ves, noté que lo de esta mañana no es un acontecimiento atípico, supongo ya habrás tenido que pagar malas consecuencias, y otra de estas fallas en tu historial no creo sea bienvenido.

Sabía que tenía razón, las manos del contrario se volvieron puños, pero no existieron golpes, la violencia no vendría ahora, tal vez después, cuando no le viese resguardado con dos ignorantes policías, tendría que preocuparse.

—     Kanda — prorrumpió, su voz denotaba lo molesto que estaba por no haber evitado al pelirrojo, cara de idiota que parecía haber estado el día rondándole solo para joderle más la paciencia. Lo peor, es que Lavi no estaba conforme con el resultado.

—     ¿Y?, ¿Qué más, es imposible que seas solo Kanda?

—     Tú solo me has dicho un nombre, no encuentro razón para hacer lo contrario.

—     Pero yo soy un Bookman, y si no tengo un nombre, mucho menos un apellido — Kanda le vio sin comprender nada, con el ceño aún más fruncido, tratando de ser amenazante, Lavi parecía no caer en cuenta de eso, en realidad decidió ignorar aquello y preocuparse por su vida una vez su curiosidad fuera saciada — en fin, yo te pregunte tú nombre, no el apellido.

—     No sacarás de mí más de lo que te di.

El aprendiz de Bookman hizo un mohín con los labios, pero después estos mismos volvieron a adoptar esa sonrisa que molesta a Kanda.

—     Igual, me enteraré que te llamas tarde o temprano.

En esta ocasión quien sonrió fue Kanda, no como el contrario, que tenía esas sonrisas que mezclaban la picardía, con una irracional alegría, – y una pizca de mentira que nadie podía notar a simple vista, - la de aquel que tenía mechas azabaches, era de simple orgullo, seguridad que se destilaba en cada poro.

—     Eso es imposible.

—     Para nada, yo tengo mis métodos.

-o-

Tal vez se le hizo muy –demasiado – tarde, ya que cuando entró lo primero que sintió fue la patada del viejo Bookman – alias Panda – demostrando que aquello que presintió era cierto: Fue golpeado, de nuevo.

—     ¿Eres idiota o qué? Dejaste la caja que contenía tus libros, tirado en el pasillo.

Lavi abrió su ojo verde esmeralda hasta términos insospechables. Diablos se le había olvidado.

—     ¿Dónde está?, tengo que…

—     Ya lo traje, estaba prácticamente en la puerta, — tranquilizó el mayor — pero no quiero que vuelva a ocurrir yo no soy tu niñera, mucho menos…

—     Ya, ya, lo siento, no volverá a ocurrir.

—     Más te vale… ¿Qué te pasó en la cara?

—      Fui… digamos que el nuevo vecino tiene una muy original forma de darme la bienvenida.

—     Te he dicho que no te metas en problemas… Este chico — se quejó.

—     Ya lo sé, y no es como si hubiera querido que pasase – pero si podría haberlo evitado si cuidara lo que dijera, mas no tocaría ese punto con su tutor — … pero, saliendo de ese incidente ,me gusta este lugar, lo suficiente – intentó no ser demasiado efusivo, su tutor le vería con mala cara si notaba que de verdad le estaba gustando la idea de quedarse en ese lugar por una buena temporada — además conocí a otros dos chicos, muy buenos tipos por cierto, la chica es preciosa, y Kanda parece divertido una vez te olvidas que es violento.

—     Espero te acoples lo suficiente, y sabes a lo que me refiero, entrar en su medio, pero no creerte parte de él.

—     Sí, sí, me lo has dicho un montón de veces.

—     Y lo seguiré diciendo hasta que me muera.

Revolvió los ojos, esa charla no llegaría ningún lado, y callar al hombre era demasiado difícil, y la verdad es que el habla de Lavi no era lo suficientemente bueno como para dejar callado a alguien como su mentor. Pero se le prendió el foco una vez estuvo a punto de hastiarse.

—     Hey, ¿con tus contactos no podrías intentar mandarme cuanta información sea posible de mis nuevos vecinos? — el pequeño anciano le vio con sus ojerosos ojos — para poder saber cómo tratar con ellos, y a partir de eso ver cómo hago mi labor.

—     Ya pensé en eso, los papeles están en tu dormitorio, léelos y aprovecha la información.

—     Aja.

Y con eso la charla terminó, Lavi tenía una tarea dada por su mentor, y tenía que hacerla, tampoco le molestaba, era fisgón, y le daba curiosidad la gente por la cual ahora estaría rodeado, recordó que quería averiguar el nombre del japonés. Ni bien tuvo los archivos entre sus manos, buscó el del chico de larga melena azabache, y vio impreso “Kanda Yu”, y volvió a estar curioso, una vez escuchó un dicho que decía que la curiosidad mató al gato, Lavi pensó en este ni bien empezó con la lectura – eligió primero leer los datos de Lenalee — y si bien puede que sea cierto, el pelirrojo tenía una certeza, él no era ningún tipo de felino. 

Notas finales:

Bien, tercer episodio puesto en escena, todo desde el punto de vista de Lavi, y como ven él tiene su propia problemática que será difícil de tratar, y para colmo es heterosexual, jajaja, sí esto será lioso.

Bien, como dije en el anterior episodio estoy insegura del manejo de mis personajes, espero me corrijan si ven algún fallo muy grande de personalidad, otro punto yo veo a Lavi como un personaje fresco, mas no uno despreocupado, es muy perceptivo, y así mismo vio muchas cosas malas como para que sea alguien inocente, o muy buen tipo, él es una máscara alegre, pero con algo muy gris dentro, y eso, jajaja. 


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