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Demoníaca obsesión por Lady York

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Notas del fanfic:

Es un privilegio para mí volver a contar esta historia que publiqué hace algunos años, completamente remasterizada. 

 

Capitulo 1: Inspiración 

 

Sentado frente a la chimenea Daniel observaba la continua danza de las flamas, su vaivén le hipnotizaba, la luz hacía jugar las sombras sobre los trofeos de caza que adornaban la estancia, parecía que con cada movimiento de las flamas, las cabezas disecadas de los animales cobraban vida,  escuchaba el crujir de la leña, y disfrutaba de su calor, posó el vaso de licor nuevamente sobre sus labios, el suave trago de whisky calentaba su garganta, con esa sensación de adormecimiento que le parecía tan placentera. En sus piernas descansaba una libreta abierta con anotaciones desordenadas, algunos tachones y gotas de tinta adornaban los renglones.

¿Duendes?… no, ¿brujas?… no, tal vez... demonios, sí demonios, pensaba dubitativo, ahora lo sabía, su nueva novela tendría como tema principal  esos seres impuros y grotescos. Sonrió para sí mismo, mientras terminaba su copa, Daniel Miller  un joven escritor que la fortuna parecía comenzar a sonreírle se relamió los labios, ahora debía enfocarse a estudiar todo lo que pudiera del tema,  su último trabajo había sido aceptado con moderada popularidad llenándolo de sueños y aspiraciones, a sus veintitrés años  podía esperar cualquier cosa de la vida, era bien parecido, talentoso y todo un caballero, a la muerte prematura de sus padres fue criado por su tío, un hombre de fuertes convicciones, con gran sentido de la moral y costumbres dignas de un verdadero lord inglés, quien le educó de manera muy estricta.

Durante el invierno, Daniel acompañaba a su tío a París, sin embargo en esta ocasión por cuestiones de trabajo se vio obligado a quedarse en Londres, su nueva novela debía ser entregada para su publicación antes de terminar el año teniendo la necesidad de hospedarse en un lujoso hotel de la ciudad cosmopolita.

Absorto en su nuevo trabajo salió con rapidez de la sala de estar justo cuando el reloj marcó las tres de la mañana e hiso resonar tres campanadas,  se dirigió hacia el pequeño elevador que conducía a las habitaciones tropezando en el camino con un joven cerca de la recepción medianamente iluminada.

—¿Acaso estas ciego? Sebas... — replicó el muchacho sin terminar su frase al mirarlo directamente.

—Lo siento mucho, ¿te encuentras bien?— preguntó Daniel tomándolo por los hombros, acción que le provocó un terrible escalofrío.

—Sí, pero agradecería que me soltara—

—Disculpa, es un poco tarde para que un niño este vagando por el hotel, ¿están tus padres cerca?, ¿necesitas que te lleve a tu habitación?—

—Hace demasiadas preguntas que no pretendo contestar— le dijo el niño con marcado aire de indiferencia dirigiendo la mirada hacia la recepción donde un hombre de abrigo negro se registraba, Daniel entendió que era un nuevo huésped y que seguramente esperaba a su padre, de cualquier forma no hubiera prestado demasiada atención de no ser por su  comportamiento poco infantil agregando su elegante vestimenta y pose sumamente refinada, se quedó callado  observándole de reojo, ese chico tenía un aura extraña, era pequeño aun con el sombrero de copa que llevaba, la estura de Daniel le permitía mirar con atención su exquisito perfil y las largas pestañas de sus ojos azules pues como buen observador notó en primer instancia la presencia de un parche en el marmóreo rostro.

—Es descortés de su parte mirarme de ese modo— aquel niño de no más de catorce años, le miró recriminatoriamente aquella mirada profunda y austera dejó al escritor aturdido.

—Perdona no era mi intención, soy Daniel Miller— estiró la mano para saludarlo correctamente, el muchacho suspiró y tras un rodar de ojos aceptó el gesto.

—Ciel Phantomhive.

—Un placer— Daniel se estremeció, la fría mano del niño fue como un choque eléctrico para sus sentidos.

—Le pasa algo señor Miller?

—Creo que han dejado una ventana abierta la temperatura a disminuido un poco.

—Es normal considerando que estamos en octubre.

—Es cierto— le sonrió

—Joven Amo la habitación es A-13 — se escuchó la voz de un hombre desde la recepción haciendo voltear a ambos. Daniel le miró sorprendido era como mirarse en un espejo, aquel hombre de facciones finas, cabello oscuro y elegante traje negro podría ser él mismo, con la única diferencia en el color de sus ojos marrón carmesí a los suyos grises herencia de su madre.

—Bien subamos entonces— le indicó el muchacho del parche. Caminado hacia el elevador de jaula dorada seguido del hombre mayor.

—Que tengas buenas noches — dijo el escritor al verlo entrar al elevador.

—Igualmente Sr. Miller— fue lo último que dijo al accionar el artefacto. Daniel siguió mirando por un momento el elevador dorado, era claro que no le simpatizaba por completo, o tal vez era muy tímido pensó el escritor  pues aunque logró darse cuenta del parecido entre él y su acompañante, no hiso ningún comentario, Daniel había quedado encantado, muchas ideas pasaron por su mente de alguna manera sentía que la musa de la inspiración le visitaba, sin saber lo que ese encuentro realmente significaba, ya que una fuerza más grande que la inspiración invadía los alrededores.  

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—¿La habitación es de su agrado?— preguntó Sebastian mientras acomodaba las pertenencias de su amo.

—Lo es.

—Espero no le moleste compartir la recamara.

—Que importa, tú no duermes— sonrió.

—No, los demonios no lo hacemos— respondió, Ciel, su amo, aun pretendía ser un humano, más de diez años habían pasado desde que aquellos dos, un ingenuo contratista y su demonio sirviente  le habían arrebatado la oportunidad de devorar la codiciada alma de ese niño, el tiempo se detuvo en su infantil rostro y cuerpo, al igual que el suyo, estaba destinado a ser sus sirviente por la eternidad, durante esos años le enseñó el mundo con ojos infernales, a cazar almas pero alimentándolo de las que él mismo conseguía, como una fiera entrena a su propio cachorro, después de viajar por el mundo regresaban a Londres como prueba final para el pequeño demonio, conseguir un alma propia, Sebastian podía darse cuenta que su amo tenía cierta habilidad, sabia mentir demasiado bien y actuar en cualquier situación un pequeño endemonio calculador y frio,  todo ello aunado a su indiscutible belleza ponía en peligro a cualquier alma.

—Prepárame un baño— le dijo el antiguo conde mientras se sentaba en la cama y le veía entrar al cuarto de ducha. Ciel aprendió del mejor muchos trucos para devorar un alma sin embargo esa pequeña parte humana tan escondida en ocasiones le hacía dudar, nunca se sintió amenazado por Sebastian al contrarió creía tener la completa autoridad sobre su sirviente pero poco antes de regresar a Inglaterra mientras se encontraban en Venecia presenció con horror y desagrado la forma en que aquel demonio tomaba el alma de un muchacho de la edad que él todavía aparentaba, aquella noche le siguió fuera del lugar donde se hospedaban hasta una casona palaciega, lo vio trepar por una ventana tan fugaz como un relámpago para luego acercarse a la figura del chiquillo en la cama y como si de un vampiro se tratase hipnotizó a su víctima que parecía gustosa de recibirlo, Ciel miraba desde el balcón con ojos de demonio y ante él no solo tomaría el alma de ese desafortunado pequeño, también se entregaría a las bajas pasiones poseyendo el infantil cuerpecito asiéndolo gemir silenciosa y dolorosamente. Desde entonces las cosas entre ellos había cambiado, Ciel tenía en cuenta que Sebastian sabia de su secreto acerca de lo que vio esa noche, aquello que no logró dejar de mirar hasta el final, no quería aceptarlo pero por su mente pasó la idea de ser aquel niño entre los brazos de su mayordomo, pues los años habían pasado y como humano que fue, deseaba, por supuesto que deseaba, su cuerpo se agitaba al solo recordar las caricias que presenció pero no quería sentirse débil como el ser que ahora era, pues tenía la concepción de que los demonios no podían sentir, si tan solo le hubiese preguntado en aquellos momentos a Sebastian él lo sabía, fue su plan desde el principio orillar a su amo a caer en su mismo deseo, si no tenia su alma tendría su cuerpo solo bastaba esperar ya que el contrato lo obligaba a actuar como un mayordomo tan perfecto que solo las palabras de su amo lo harían moverse en aquel interminable juego monocromático.

Notas finales:

Espero sus comentarios. 


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