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My Soldier, my servant... my love. por InuKidGakupo

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Notas del fanfic:

Bien, lo admito, el titulo me lo robé de una imagen xP! Bueno, aquí esta otra de mis aportaciones a la página, mi cuarto para DB. Es una historia corta de mi pareja favorita, GokuxVegeta, no es muy melosa porque me gusta que conserven sus personalidades, pero igual atraviesan muchas reflexiones y situaciones… “interesantes” es una etapa en el tiempo donde ya no se hubiera creído que pasaba algo, por lo de sus hijos y sus largos matrimonios. Pero siempre creí que guardaban algo jejeje. La historia está centrada en Vegeta, porque lo amo jajaja espero les guste!

Notas del capitulo:

Dragon
Ball, sus secuelas y sus personajes son obra de Akira Toriyama y la Toei. Cuando
sean mías ahí les aviso xP!

El sol naranja del amanecer entró por las diminutas ventanas de la cámara de gravedad, iluminando el rostro del príncipe, quien descansaba recostado sobre el suelo. Sus afilados ojos negros se clavaban en el techo de aquel lugar, mirándole con recelo, mientras intentaba cansadamente recuperar el aliento después de una noche entera sin dormir. La gravedad seguía encendida en ciento cincuenta grados por sobre el nivel normal de la tierra, mezclando la luz roja con la brillante del exterior. Dejó ir un suspiro cansado de sus labios entreabiertos, mientras giraba con mucha dificultad su rostro a un lado, observando el lejano paisaje fuera de ahí.

Sentía sus huesos y sus músculos caer pesadamente sobre la superficie blanca del suelo, pensando siquiera en si podría levantarse después de una jornada tan larga y pesada. Volvió su vista al frente y tomando fuerza del orgullo, comenzó a despegarse del suelo. El sudor y la sangre seca y entremezclada se pegaban a su piel manteniendo un hilo con el piso, haciendo más difícil su separación. Trastabilló unos momentos antes de mantener el equilibrio y poder estar de pie. El sudor recorrió su frente obligándole a cerrar un ojo forzosamente, sintiendo como los pulmones se le presionaban con la fuerza, haciéndole suspirar más profundo.

Llevó su mano a su hombro derecho al percatarse de que este estaba zafado, haciendo una mueca de dolor al presionarlo más de lo que debía. Con pasos pesados avanzó hasta el monitor del centro, esquivando torpemente los restos de robots de entrenamientos hechos puré sobre el suelo. Finalmente su mano buena oprimió el botón de apagar, y con un leve siseo la gravedad y las luces rojas e intensas fueron disminuyendo. Dejó ir una especie de quejido y se aproximó a la salida, la cual, a pesar de ya no estar en condiciones extremas, era un objetivo difícil de completar.

La pesada puerta metálica se abrió dejando pasar el aire frío de la mañana, contrastante con el calor intenso que se generaba dentro de la máquina de entrenamiento. Avanzó cojeando en dirección a la entrada de su casa, fue cuando notó que su rodilla también sangraba, y que con él esfuerzo solo había conseguido abrirla otra vez. Levantó la vista y trató de ajustar su vista a la lejanía, sacudiendo la cabeza para intentar aclara la mirada, pues segundo a segundo se nublaba más y parecía moverse de un lado a otro.

Cayó con una rodilla sobre el suelo y dejó ir un jadeo, cerrando los ojos para volver a centralizarse. Era la tercera vez en la semana que pasaba un entrenamiento así de pesado, sin salir durante dos días seguidos, únicamente para recuperarse y volver a entrar. Sintió ascos a falta de alimentos, inclinándose más al pasto listo para cualquier expulsión, pero esta no llegó, no había nada que sacar. Escupió salvia a un lado, una con gran cantidad de sangre, mentalizándose para volverse a levantar.

Estaba harto, sentía una desesperación indescriptible que solo se incrementaba día con día. Ya no soportaba vivir así, tener que entrenar así, esforzarse incluso más allá de lo que podía. Pedro era necesario, él era el príncipe de todos los saiyajins, el poseedor de la sangre real y único heredero del título a rey, el más fuerte… o al menos, así debería de ser. Presionó su puño de su única mano buena, incrustando sus dedos ensangrentados y sus guantes desgarrados en el pasto y lodo de su patio, sintiendo toda la decepción y vergüenza cayendo una vez más sobre él, una difícil realidad que cargaba sobre sus hombros.

Kakarotto, ese sujeto que sin anhelarlos o pedirlos, poseía todos esos poderes místicos, unos que él siempre deseo, y los cuales le fueron arrebatados. Se sintió inútil y desesperado nuevamente, parecía que hiciera lo que hiciera jamás lograría alcanzar los poderes de ese soldado de clase baja. Bah, ese título ya no tenía sentido desde hace mucho, Kakarotto había demostrado ser fuerte, pero cometió el error de serlo más que el verdadero gobernante de su raza. Otra vez ese nudo formándose en su garganta, esa sensación de renunciar y aceptar su derrota, la idea de dejar soltar lágrimas tan humillantes como su derrota. Pero tampoco tenía la suficiente fuerza para hacerlo.

-¡papá! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué te pasó?!- sintió una mano rodeándole el brazo e intentar levantarlo. Incluso girar su cuello para encarar a su hijo mayor le resultó doloroso. Por un momento quiso dejarse llevar a rastras por el chico, pero su orgullo y su fuerza de voluntad siempre le daban fuerza repentinamente. Jamás demostraría su lado flaco ante alguien.

-¡suéltame, mocoso!- bramó zafándose el brazo y ahogando un grito al sentir su hueso roto balancearse. –hazte a un lado, solo estorbas…- dijo acumulando fuerzas de algún lugar para poder ponerse de pie nuevamente.

Su pierna sangró y se abrió más su herida al apoyarse en este para avanzar, llevándolo a caer al suelo nuevamente. Trunks acudió de inmediato para sostenerle nuevamente, con un rostro preocupado y soltando palabras que Vegeta ya no podía escuchar, pues sus tímpanos comenzaban a hacer un ruido aturdidor en su cabeza. Levantó la vista intentando nuevamente ponerse de pie, sin darse cuenta que estaba dejando ir todo su peso sobre su hijo, quien prácticamente gritaba en su oído. Sus ojos negros parecieron bailar dentro de sus cuencas, nublándole la vista logrando hacerle perder el equilibrio.

Cayó de rodillas sobre el pasto, fijando su rostro en dirección al suelo, por un momento dejó de sentir toda clase de dolor, solo una sensación abrumadora subiendo desde la boca de su estómago. Nuevamente la sensación de vomitar volvió, y cuando creyó que no volvería a salir nada, el pasto se tiñó de rojo, al igual que su barbilla y los retazos de guantes blancos que se apoyaban en el suelo. Miró unos instantes el charco de sangre debajo de él, hundiéndose en un mareo que apenas le dejaba visualizar algo, los pies de su esposa parada frente a él y gritando algo que su cerebro no podía comprender. Sus brazos temblaron, y antes de poder moverse, sus fuerzas desaparecieron hundiendo su rostro en su propio líquido carmesí.

[…]

Abrió lentamente los ojos ante el chillante sonido del monitoreo de la maquina marcando sus latidos. Sobre él vislumbró el color de techo de la enfermería de la C.C. poco a poco su cuerpo recuperó la sensación, detectando el lugar exacto de sus heridas y los vendajes que ahora le rodeaban las extremidades. El hueso de su brazo estaba ahora en su lugar, y aunque la cabeza le daba vueltas, ya podía procesar las cosas a la perfección.

-¿Por qué?- escuchó una voz a su lado y sin ganas siquiera de tener que verle, se giró lo suficiente para observar a su hijo sentado a su lado en una silla. Los ojos azules de Trunks se notaban preocupados y reclamantes. Vegeta no contestó nada regresando su mirada al vacío del techo. -¿Por qué lo haces papá?- preguntó nuevamente y el príncipe dejó ir un bufido.

-no sé a qué te refieres…- respondió Vegeta y Trunks se alteró de inmediato, saltando en su propio lugar.

-¡me refiero a esto!- exclamó señalando su situación, recorriendo con su vista su cuerpo herido y levantando sus manos para puntualizar. -¡me refiero a tus entrenamientos suicidas!- agregó y Vegeta frunció el ceño evidentemente molesto.

-¿y qué quieres? ¿Qué entrene como tú que solo juegas a los buenos amigos con ese malcriado bastardo de Kakarotto?- cuestionó Vegeta con un tono agresivo, afilando su vista y enfrentando a su hijo. Trunks se sintió ofendido, pero de inmediato apaciguó su ira y volvió a sentarse en la silla de madera.

-quiero que entrenes de una manera donde no acabes agonizando en el patio ni necesites más de una operación o recompostura…- contestó en voz baja y tranquila, mirando como Vegeta volvía sus ojos al techo con absoluta calma. –Nos has asustado bastante, mamá y Bra estaban aterradas cuando te vieron…- agregó pero parecía como si no estuviese diciendo nada.

-¿Dónde están ahora?- preguntó después de un rato. Trunks levantó la vista y endureció el rostro evitando los ojos amenazantes de su padre.

-Fue con Bra al templo del maestro Karin por semillas del ermitaño…- musitó y la frente de Vegeta se surcó en enfado e incomprensión.

-¡¿eres idiota?! ¡¿Por qué dejaste que ellas fueran?! ¡Tú puedes volar, habría sido más rápido, además puede ser…!- no terminó su frase cuando las palabras de Trunks le callaron en seguida.

-están con Goku…- dijo y la quijada de Vegeta se cerró con tal fuerza que sus dientes produjeron un chirrido audible para su hijo. –mamá y mi abuelo te atendieron lo más rápido posible, pero aún estaba muy nerviosa y preocupada, cuando le dije que iría yo se negó, dijo que si tratabas de irte de nuevo a la maquina ella no podría detenerte. Bra estaba muy nerviosa como para quedarse, por eso decidieron ir ellas, fueron con Goku pero él ya no tenía y con su técnica las llevó hasta el templo sin problemas. Están seguras…-

Vegeta dejó ir un bufido incrédulo ante esa última afirmación, mirando al techo como si este fuera su peor enemigo. Trunks dejó ir un suspiro y se concentró en la energía de su madre y hermana para asegurarse de que estuvieran bien, seguían en el templo, seguramente retenidos por los balbuceos sin sentido de Karin, quizá negándose a entregarlas como de costumbre.

-papá…- volvió a llamar pero Vegeta ni siquiera movió un pelo. –Deja de entrenar, al menos de esa manera, por favor…- pidió Trunks de manera suplicante. El rostro de Vegeta permaneció inmutable. –no creó que la Tierra se encuentre en peligro, no tienes por qué ponerte así. Además Goku está con nosotros y…-

-¡Kakarotto! ¡Kakarotto! ¡¿Es todo lo que ustedes saben decir?!- gritó Vegeta de manera reclamante, girando su rostro embravecido a su hijo. Trunks vacilo unos segundos antes de comprender su enfado. -¡no es la Tierra, muchacho tonto! Lo que pase o deje de pasar no me interesa en lo absoluto. ¡Tú y todos ustedes jamás entenderán lo que es el orgullo de guerrero!- exclamó bastante alterado.

Trunks miró sin comprender, ligeramente intrigado por sus palabras. No podía ser cierto que después de tanto tiempo su padre siguiera tan celosos de Goku, tan obsesionado con querer ser más fuerte, con querer ser el mejor, o el único. Bajó la mirada para poder pensar mejor las cosas, sabía de sobra la rivalidad que mantenían esos dos personajes, pero después de un tiempo las cosas parecían haberse calmado, al menos para el resto. Pero el coraje y la ira reflejada en los ojos de su padre le hacían poner los pies sobre la tierra nuevamente, darse cuenta de que para Vegeta, ese asunto jamás se había desvanecido de sus pensamientos. Era un duro peso para el orgullo del príncipe.

-no lo entiendo papá…- dejó ir Trunks después de unos momentos, mirando al suelo y cruzando sus manos al frente. Vegeta no mostró interés y solo se movió para parpadear. –No entiendo por qué te torturas tú mismo de esta manera, porque te empeñas en querer sobre pasar algo que no puedes…- dijo levantando la voz con cada palabra. Los ojos de Vegeta viajaron hasta situarse en los de su hijo, lo suficientemente calmados para motivarle a seguir hablando. –no comprendo por qué no puedes aceptar las cosas tal como son, ¡nadie es perfecto! ¡Siempre habrá alguien mejor que nosotros y debes aprender a vivir con eso! ¡Debes aceptar que Goku es más fuerte y resignarte!…- hizo una pausa para esperar una reacción de parte de su padre, pero permaneció quieto esperando por más. –deja de esforzarte, deja de dañarte y de dañarnos, no vale la pena, papá, al final, dime, ¿Qué ganarías con matar a Goku?- cuestionó y finalmente, los labios de Vegeta se retorcieron hasta formar algo parecido a una sonrisa.

-¿Quién dijo que quería matarlo?- cuestionó y los ojos de Trunks se ampliaron ante esas palabras. –Muerto no me sirve de nada… además ha demostrado ser un digno saiyajin, matarlo no sería divertido…- aclaró y sus sonrisa se amplió de manera siniestra. –Solo debo vencerlo, y cuando eso pase le hare jurarme lealtad por el resto de su vida…-

Los ojos de Trunks se angostaron y comenzó a negar con la cabeza para luego sonreír y soltar una risa seca y sarcástica, totalmente incrédulo y aturdido con semejante respuesta. Le parecía aún más tonta que la idea de que lo matase. Cubrió su rostro con una mano y se restregó la cara como para aclarar sus ideas y reorganizar su mente.

-¿me estás diciendo que quieres ganarle para que te jure lealtad como soldado, como un guerrero a su rey?- cuestionó en el tono más incrédulo posible. Los ojos de Vegeta afirmaron con un movimiento casi imperceptible, y Trunks dejó ir un suspiro procesando sus ideas. –eso es ridículo… ¿de verdad crees que él aceptaría? Aunque le vencieras esa idea es totalmente imposible…- dijo y Vegeta se encogió de hombros abierto a cualquier posibilidad. –es una locura papá, una vil tontería, no estamos en Vegita, a Goku no le interesa que tú seas el príncipe, que tu fueras su rey, jamás le veras jurándote lealtad, así que vete olvidando de esa idea…-

-no es si le parece o no, tiene sangre saiyajin y es su deber seguir a su rey. Por su fuerza no ha sabido seguir su linaje, pero si le derroto entonces tendrá que servirme, servir como mi guerrero…- dijo Vegeta y Trunks volvió a negar con la cabeza sin comprender la necedad y la incomprensión de su padre.

-no lo entiendes papá, eso no va a pasar, Goku es un terrestre, no caerá jamás en algo como eso, es simplemente absurdo…- aseguró Trunks y el entrecejo de Vegeta se profundizo.

-¿Tu que sabes, mucoso? Lo que pase no puedes asegurarlo, no conoces nada sobre un verdadero guerrero, así que deja de meterte en lo que no te incumbe…- cortó de mala manera el príncipe y Trunks agitó frenéticamente la cabeza.

-estás loco, papá…- susurró el chico – pelas por un poder que no tiene absoluto sentido… te arriesgas por nada…- agregó y miró al suelo sin dejar de negar.

-no lo entiendes…- musitó Vegeta, a nada de decir alguna otra clase de argumentación, pero tres energías aparecieron repentinamente fuera de la habitación.

Trunks se giró a la puerta al mismo tiempo que Vegeta se giraba a la pared para darles la espalda. Quiso levantarse y largarse para evitarse más tonterías, pero por más ganas que hubiera tenido, su cuerpo estaba demasiado herido como para poder hacerlo. Se escucharon murmuros y luego un leve golpeteo en la puerta. Trunks soltó un suspiro mirando de reojo a su papá.

-no te preocupes, mamá, esta despierto...- dio como respuesta y la puerta se abrió lentamente acompañada por un siseo.

Bulma asomó la cabeza por la rendija y lentamente se adentró en la habitación. Sus ojos azules no se separaban del cuerpo de su marido tendido en la cama, y sintió un gran alivio al observarlo respirar adecuadamente. Bra le siguió de cerca hasta posarse al lado de la cama, a un costado de la posición de Trunks. Los puños, aún adoloridos del príncipe se presionaron cuando el sonido de los terceros pasos cruzaron el umbral de la puerta, tan confiados y seguros como de costumbre, con ese sonido despreocupado que producía al tocar el suelo. Su presencia llegó hasta estar a su lado junto al resto de su familia, no podía verlo, pero sabía que le estaba mirando, reconocía la sensación de sus ojos clavandose sobre su persona.

-Vegeta...-llamó Bulma con la voz más calmada posible. El príncipe soltó un suspiro y con pesadez se volvió a mirarles.

Sus ojos oscuros se toparon con los de su eterno rival, mostrando un rostro que sólo le hizo molestar más. Goku le miraba con los ojos angostados y con el semblante totalmente serio, demostrando una expresión de nada más que verdadera preocupación. Los ojos de Vegeta se afilaron más al encontrarse, odiaba que le mirara así, con lástima, como si fuera un animal herido, él no necesitaba su compasión, no era ningún niño maltratado.

-¿que haces aquí, Kakarotto?- preguntó ignorando las presencias de su familia, quien le miraban con preocupación. -¿has venido a confirmar si había muerto? ¿O son sólo tus ganas de venir a burlarte?- preguntó sarcástico, sin dejar de mirarle ni siquiera para parpadear.

-te equivocas, Vegeta. No he venido a eso, mucho menos a burlarme. Vine para asegurarme de que estés bien...- su voz se escuchó sería y madura, como pocas veces. Vegeta soltó un gruñido, totalmente incrédulo ante su respuesta.

-¿y a ti que te importa cómo este?- espetó tratando inútilmente de retorcerse para poder incorporarse a pesar del peso de las heridas, Bulma le sostuvo del pecho para impedírselo.

-me importa por que te admiro como guerrero, Vegeta, además de que te considero mi amigo y te estimo como tal...- respondió en un tono suave, sosteniendole la mirada para confirmar la seriedad de las palabras. Vegeta soltó una risotada, callándose sólo porque el dolor en el pecho le impidió continuar con su burla.

-¡No digas estupideces Kakarotto, tú y yo no somos amigos! eres un imbécil al estar tan confiado, que nos hayamos vuelto aliados en unas batallas no significa que hemos dejado de ser enemigos...- declaró y Goku apretó el rostro y bajó la mirada unos segundos.

-¿sigues empeñado en derrotarme?- cuestionó y volvió a enfrentarlo, para que sus poderosos ojos ónix cargados de odio y rencor respondieran de inmediato.

Bulma siseó en exasperación, avanzando hasta quedar enmedio de ambos, Goku retrocedió un paso para dar lugar a su amiga a las revisiones del monitor vital de Vegeta. Después de sólo unos segundos se giró sería hacia Goku, pero ligeramente más tranquila.

-gracias Goku, puedes dármela, estaremos bien...- pidió extendiendo la mano, pero el saiyajin sólo la miró unos segundos para evitarla y colocarse él mismo al lado de su congénere.

-toma Vegeta, estarás mejor...- extendió su mano hasta el alcance del príncipe, quien después de un bufido se la arrebató de un rápido movimiento. -cuidate, hay mucha gente que se preocupa por ti, te necesitamos...- agregó aún sin moverse de su lugar. Vegeta ignoró sus palabras y de inmediato trago la semilla, girandose a la pared para no seguirle viendo.

-largate de una vez...- musitó a modo de orden. Goku presionó los labios y se dio vuelta con la mirada fija en el suelo.

-le acompaño a la salida, señor Goku...- se ofreció Trunks avanzando a la salida.

-pero yo...- comenzó a decir llevándose los dedos a la frente, insinuando que se marcharia él sólo en ese mismo instante. Pero la mirada angostada y amenazadora de Trunks le indicaron silencio. El muchacho le tomó del brazo sacándole casi a la fuerza de la habitación.

Vegeta se concentró en la energía de su hijo y rival hasta que los sintió lo suficientemente lejos. Se sentó y sin más comenzó a jalar todos los tubos y vendas sobre su piel, sin importarle que las agujas de sus brazos se desprendieran bruscamente provocándole leves hemorragias. Bulma y Bra, que hasta el momento seguían en silencio y pasivas, se agitaron al verlo ponerse de pie y tirar la máquina al suelo con sus inestables movimientos.

-Vegeta... espera...- dijo su esposa al verlo de pie frente a ella, arrancando unas ultimas alimentaciones de suero. -¿Por qué demonios tienes que actuar como un animal?- reclamó quitando las bruscas manos de su marido y comenzando a retirar ella misma las mangueras conectadas a su pecho.

-no tenía que haber venido, debiste ir con Karin tu sola desde el principio…- dijo colocándose la parte inferior de su traje. Bulma se encogió de hombros y volvió a su rostro preocupado y lleno de una especie de compasión. -Creí que eras una genio, Trunks hubiera sido eficiente para eso…- agregó sentándose en la orilla de la cama para colocarse las botas. Bulma le miraba con ojos suplicantes de explicaciones, y aunque Vegeta les vio, prefería ignorarlos.

-Bra, cariño, ve con tus abuelos por favor…- pidió la peli-azul en un susurro, demasiado tranquila como para pensar que todo iba bien.

Bra miró la espalda de su madre, para luego viajar su vista a su papá, quien por supuesto también la ignoraba, pero podía sentir sus respectivas auras agitándose con suma violencia, además de la extraña tensión que se sentía dentro del cuarto. Asintió débilmente a sabiendas de que su mamá no le veía, se giró para dejarlos solos mientras sentía miedo dentro de ella, la situación en la que encontró a su papá era desconocida, y seguía siendo increíble para ella que una semilla solucionase todas las graves heridas que el cuerpo de su padre presentaba hace menos de una hora. La madera se cerró con un siseo y Bulma soltó un suspiro casi al mismo tiempo.

Vegeta levantó la vista solo para buscar el resto de su traje desgarrado y manchado de su propia sangre a un lado. Se puso de pie y avanzó hasta el mueble de madera donde estaba el resto de las cosas, colocándose la camisa azul de su traje. La mujer sintió millones de palabras fluir por su mente, queriendo sacarlas todas y explotar con la simple idea de poder expresarlas, decirlas, vociferarlas a su marido e intentar mentalizarlo a gritos. Pero simplemente no salieron, su garganta reprimió cada grito y reproche proveniente de su tan conocido carácter. Esta vez iba muy en serio, no había lugar para pelas absurdas y sin sentido.

-creí que ya lo habías superado…- dijo aun en su tono tranquilo, pero demostrando esta vez un toque de decepción. Los ojos del príncipe se angostaron ante esas palabras, pero continuó colocándose la armadura. –Pensé que finalmente habías aceptado no ser el mejor, pensé que estabas conforme con lo que tenías, con tu vida, con tu familia, con los niños, conmigo…- agregó mirando al suelo como buscando las palabras correctas que decir. –creí que éramos suficiente…-

Una risa sarcástica y seca salió de entre los labios retorcidos en una extraña mueca de Vegeta, sosteniendo sus guantes hechos añicos y tirándolos a un lado sin interés. Se giró a su esposa encarándola, y como ella esperaba, no había ni una pizca de remordimiento o coherencia en él.

-no seas tonta, mujer, nada es suficiente, no hasta que pueda ser el hombre más poderoso del universo…- contestó y avanzó a la puerta dando la conversación por terminada, pero la voz de Bulma tras él le detuvo en seco.

-deberías dejar de pensar en eso, no ganaras nada con ser el más fuerte, nunca lograras derrotar a Goku, así que resígnate de una vez porque ya no soporto tener que verte hecho trizas…- hizo una pausa para avanzar unos pasos en dirección a su marido. –Esa loca obsesión tuya ya no tiene sentido ni razón…- agregó y Vegeta rechinó los dientes intentando evitar sus propias voces internas que le exigían un final para eso.

-no es una obsesión, es mi legitimo legado…- dijo más que nada para sí mismo, para tratar de convencerse de sus propios ideales.

-¡claro que es una obsesión! ¡Estas obsesionado con la lucha, con los golpes, pero más que nada con Goku! ¡Tienes un problema, una gran obsesión por él!- exclamó la mujer dejando ir poco a poco su frustración y furia.

Vegeta endureció el rostro y soltó una especie de rugido gutural, avanzando de brazos cruzados a la salida del lugar. Bulma se interpuso lista para soltar más gritos, tapando con su cuerpo la puerta de madera. Los ojos oscuros de Vegeta se encontraron con los de Bulma, ambos cargados con reproche y enojo.

-no tengo tiempo para tus tonterías, mujer, hazte a un lado…- pidió a regañadientes, controlándose más de lo que realmente podía, ignorando sus voces internas que no paraban de repetir eso último.

-no hasta que me prometas dejar esto de una vez…- dijo ella y Vegeta siseó desesperado ante sus estúpidos chantajes, presionando más su quijada y sus puños desnudos.

-no estoy para tus estupideces…- musitó retándola, pero Bulma extendió los brazos para cerrarle el camino. En casos normales Vegeta habría accedido a hacer lo que ella quería, pero su orgullo y su estabilidad y poco control estaban en sus límites. Mostró los dientes como un animal enrabietado, afilando la mirada a modo de advertencia. Bulma encogió su vista sin mostrar nada de miedo ante sus actos, pero inesperadamente la mano de su esposo golpeó su rostro justo en la mejilla, mandándola a volar contra una pared.

Vegeta se arrepintió al instante cuando notó la verdadera fuerza que había aplicado y la distancia que su mujer había recorrido. Pero no había tiempo para sentirse mal. Bulma cayó totalmente sobre el suelo, después de rebotar levemente contra una pared, el golpe no le dolió en realidad, pero la idea de que su marido le pegara le llenó de lágrimas los ojos, mientras sostenía su brazo del lado en el que había caído. Los ojos del príncipe a penas se posaron en ella antes de mirar al frente y largarse del lugar sin detenerse a ayudarla o decir algo. Bulma no se molestó en levantarse siquiera, usando ese lugar como su propia pieza de desahogo, dejando ir cada vez más un leve quejido afligido.

[…]

-en pocas palabras, ¿quieres que me deje vencer por Vegeta?- preguntó Goku mirando al cielo y con sus manos detrás de la nuca. Trunks apretó los labios con la cabeza agachada, asintiendo suavemente.

-sí, si lo hace entonces mi padre podrá olvidarse de todas esas tonterías de entrenar...- explicó con voz tranquila. -si usted se deja vencer entonces finalmente papá podría ser feliz...- agregó con esperanza.

Goku no apartó su mirada de las nubes, pensando detenidamente en las palabras del muchacho. Trunks le miró de reojo para luego volverse a topar al suelo, no conocía muy bien a Goku, pero sabía al menos que estaba considerando la posibilidad de hacerlo, su expresión era seria y sabía que a pesar de que no era muy listo, el líder de los guerreros Z era muy sabio. Se ilusionó por un momento al imaginar la idea, su padre finalmente podría estar tranquilo.

-no funcionará...- respondió Goku aún serio y fijo en la nada.

-¿como?- cuestionó Trunks casi por reflejo, abriendo los ojos y sintiéndose desconcertado por la inesperada respuesta.

-no funcionará...- repitió moviendo sus ojos hasta los azules del muchacho. -Vegeta es muy listo, jamás lo creería...- dijo y el ceño de Trunks se surco en inconformidad. Goku soltó un suspiro y colocó una mano sobre el hombro del muchacho, colocándose frente a él para enfrentarlo.

-¿es que le cuesta tanto dejar que mi padre le gane? ¿Es tanto su orgullo que no quiere al menos fingir no ser el mejor?- cuestionó el chico con la quijada apretada, mirando al suelo con frustración y furia. –pensé que al menos podría ser un poco menos egoísta, usted es el más fuerte del universo, no sabe lo que papá ha sufrido por eso…- susurró comprimiendo los puños hasta que sus nudillos se miraron color blanco.

-Trunks, escúchame…- pidió Goku clavando su mirada en su rostro y tomando su barbilla para obligarlo a mirarle. –tienes que pensar con claridad. Vegeta conoce mi poder, conoce el suyo, nunca me creería. Yo me dejaría ganar si eso fuera a solucionar algo, pero no lo será, no cambiara nada, sabrá que lo hice a propósito y entonces solo se enfadara más. No es buena idea tratar de mentirle, por que sabrá que no estoy usando mi máximo poder…- explicó y Trunks dejó ir un siseo intentando detener las lágrimas que inundaban poco a poco sus ojos azules.

-es que… usted no lo entiende…- musitó con la voz hecha un hilo, arrugando el rostro en una especie pe puchero incontrolable.

-claro que te entiendo, también me preocupa Vegeta…- dijo y suavemente soltó el rostro del chico, quien de inmediato bajó la mirada para soltar unas cuantas lagrimas sobre el suelo.

Goku sintió rabia, no estaba seguro contra quien sentirse enojado. Él nunca había pedido ser el hombre más poderoso del universo, tampoco imaginó que lograría ser el héroe salvador de la humanidad más de una vez, pero nunca se había sentido arrepentido por poseerlos, nunca hasta ese momento. Un extraño sentimiento inundaba su corazón, cuando conoció a Vegeta jamás imaginó que fuera a volverse su aliado, mucho menos alguien a quien consideraría su amigo, su compañero, su rival en batallas y su mejor oponente de combate. Vegeta era importante para él, y verlo de esa forma siempre le resultaba difícil de enfrentar, como intentaría ayudarlo si él era el causante de sus penas. Tomó un gran suspiro y se cruzó de brazos para mirar pedazos de cielo azul entre las nubes.

-lo haré…- dijo inesperadamente, Trunks limpió una lagrima que corría por su mejilla y levantó el rostro para mirarle. –No funcionará, pero lo haré…- afirmó y una leve esperanza brilló en las pupilas del muchacho.

[…]

Las hojas de los árboles se agitaron sobre su cabeza, dando paso a leves destellos de luz que se reflejaban en la silueta perfecta y uniforme del pasto bajo sus pies. El viento sopló y su cabello en punta revoloteó distorsionándose a un lado, mirando como las múltiples hojas volaban frente a él por todo el paisaje. Se cruzó de brazos y dejó ir un suspiro, aflojando todos los músculos de su cuerpo, para perder sus ojos en las dimensiones del lugar. Se maldijo internamente por estar en la situación en la que se encontraba en ese momento, se había vuelto demasiado blando, demasiado accesible, demasiado dependiente.

Dejó caer su cuerpo sobre la superficie húmeda del césped, extendiendo sus brazos a los lados y dejando ir otro siseo de resignación. Levantó una mano hasta tenerla frente a su rostro comenzando a retirar el guante blanco de su uniforme nuevo, liberando la superficie dorada de su piel. Observó detenidamente su palma hasta que la cerró e puño de manera violenta, llevándola a sangrar en solo unos segundos. La sangre goteó sobre su rostro manchando su mejilla, tensando su quijada hasta que las ganas de soltarse a llorar y rendirse volvieron a invadirlo. La bajó con pesadez sin dejar de clavar sus uñas en el centro, liberando inconscientemente unas lágrimas silenciosas a través de su rostro.

-Kakarotto…- musitó y su pecho se llenó de múltiples sensaciones, sintiendo como si sus pulmones colapsaran dentro de su cuerpo.

Vegeta, el príncipe de todos los saiyajins, el heredero del linaje y de la sangre guerrera más pura y poderosa, estaba ahora ahí, en un planeta llenó de indignos, con dos hijos y una responsabilidad como héroe de un planeta que ni siquiera era el suyo. Impotente ante la idea de no ser el más fuerte ni poseer el universo como debió haber sido, se encontraba desesperado y llorando como un completo cobarde.

Desde el momento en que puso un pie en la tierra, su mundo y destino cambió drásticamente, fue vencido, perdonado, salvado, revivido y vuelto a perdonar. No tenía sentido. Había veces, en las que se preguntaba si hubiera sido mejor quedarse muerto que haber terminado en el lugar donde ahora estaba. Aprisionado y sin escapatoria, aunque en realidad tampoco quería escapar.

Ahí era donde el verdadero problema recaía, aquella vez, cuando Kakarotto decidió perdonarle la vida y dejarlo marcharse, no supo por qué, pero creyó que era simple estupidez suya. Cuando estaban en Namek y le salvó de los Gynew dándole una semilla del ermitaño. Cuando lo revivió, cuando confió en él y lo envió a la tierra. Cuando le dejó vivir en ella confiando y dejándole vivir a pesar de que bien pudo matarlo muchas veces. Todos esos momentos, en los que lucharon codo a codo. No tenían sentido. Vegeta había decidido quedarse a vivir en la tierra porque sabía que ahí y solo ahí, podría mantener vigilado a su rival y confiaba en que si entrenaba duro, le vencería sin lugar a dudas.

Pero después de solo unos años, su objetivo primordial cambió, ya no quería vencerle, ya no quería ser el nuevo emperador del universo, ya no deseaba matarle y asfixiarlo con sus propias manos. Al principio de haberse encontrado con esa idea, atribuyó que al final Kakarotto y él eran los únicos saiyajins puros con vida, eso los conectaba de alguna manera, pensó que era simple gratificación, que de alguna manera estaba en deuda con Kakarotto y que por eso mismo ya no le importaba matarle. Pero ese pensamiento dejó de ser verdadero para él.

Aunque cada día se metía en esa máquina y se alistaba para entrenar, era con el único objetivo de hacerse fuerte para algún próximo enemigo. Porque sabía que si eso pasaba, entonces volvería a estar mejilla con mejilla al lado de Kakarotto. Ese pensamiento le revolvió el estómago en una especie de asco y revoloteo. No había duda, ahora entendía todas sus ideas y razones a través de todos esos años. Golpeó el suelo enrabietado con sus pensamientos y sensaciones transitando por todo su cuerpo. No tenía sentido. En verdad se había enamorado de su peor enemigo.

Una completa locura.

Dejó correr otra lágrima hasta que esta se perdió entre sus cabellos negros. Deseaba escapar, deseaba salirse de eso tan terrible que ya no le estaba dejando vivir. Durante todos los años anteriores, había estado muy ligado a él, retándose, luchando, entrenando, salvando al mundo. Estaba conforme con eso. Y aunque continuara con su apariencia frente a todos, estaba muy conforme con su amistad. Se había resignado a vivir de esta manera, siempre que él estuviera ahí. Pero después de tanto tiempo de paz, había muy largos lapsos en donde no se veían. Fue cuando comenzó a notar su ausencia y su necesidad de tenerle cerca.

Se maldijo nuevamente al admitir eso incluso en sus pensamientos. Por eso había decidido volver a su objetivo principal, no podía permitirse tener una debilidad tan grande, simplemente le costaba demasiado admitirlo y mucho más aceptarlo. Así que decidió volver a entrenar de esa manera, volver a desear ser el más fuerte para finalmente estar él arriba. No sabía si en el fondo era una manera de volver a acercarse a él, pero no le importaba, solo quería derrotarlo y demostrarse a sí mismo que podía incluso frenar y eliminar esos sentimientos. Esos increíbles deseos de tenerlo.

Azotó su cabeza en el pasto para reorganizar sus ideas. Era un demente, un completo loco pensando estupideces. ¿Por qué justamente ahora que se había vuelto más blando tenía que darse cuenta de eso? Antes, no le habría importado matarlo, o matarse en su defecto ante ideas tan descabelladas. Pero ahora solo quería volver a enfrentarlo y quizá si le vencía podría superar todo eso. Estúpido plan, desde luego. Pero quizá en el fondo logaría mentalizarse él mismo y papar esa locura. Todo era una posibilidad.

Cerró los ojos y miró la figura de Kakarotto tras sus parpados, ese sujeto que sin motivo ni razón salvo su vida y le libero de un infierno del cual jamás habría salido sin su ayuda. Ese hombre que le demostró que los milagros existían, que le permitió ser feliz, que le dejó unirse al lado de los buenos, que le abrió las puertas a una nueva oportunidad de vivir en paz. Se lo debía todo, y esa era quizá una de las principales razones por las cuales habían crecido esas emociones. Eso y su increíble dedicación y fuerza, un sentimiento de sacrificio que incluso ya había demostrado con él.

Soltó una maldición y volvió a apretar los ojos intentando eliminar de su mente la imagen de esos ojos ónix que le miraban felices y confiados como siempre. Kakarotto era un estúpido, y aun así él era el más idiota de los dos. Otra lágrima corrió y se preguntó la razón de ello, ¿Quién llora por amor? Se cuestionó pero sacudió la cabeza ante esa palabra. “-¿amor?, que tontería-” lloraba por desesperación e impotencia, por furia y rabia contra sí mismo, por incomprensión, pero más que nada, por incertidumbre y la idea de cero posibilidades. Por más que trataba de idealizar algo, todo era una completa locura sin sentido, no había forma ni manera. Simplemente no había lugar para eso. Solo le quedaba deshacerse de todo.

“Vegeta” escuchó en su cabeza la voz de Goku, sacudiéndose levemente para dejar de alucinar cosas. “Vegeta, ¿me escuchas?” volvió a percibir y se percató de que no estaba imaginando nada, Kakarotto se estaba comunicando telepáticamente. Pasó una mano rápida sobre sus ojos y se limpió el rastro de su pesar como si este pudiera notarlo. Afinó su vista y se concentró en su energía, la cual estaba muy lejos de ahí.

“¿Qué demonios quieres Kakarotto? ¡Salte de mi cabeza!” respondió de mala manera, como de costumbre, intentando negarse nuevamente a cualquier pensamiento, tratando de todas las formas no hacer evidente nada.

“quería saber cómo estabas…” dijo y Vegeta resopló negando con incredulidad.

“no me quites el tiempo con tus estupideces, eres un idiota…” dio como respuesta dando por terminada la conversación, cerrando los ojos para querer hundirse nuevamente en sus pensamientos, pero seguía unido a su mente.

“Oye Vegeta, mañana… ¿podrías venir a mi casa?” dijo y los ojos del príncipe se abrieron al tope intentando comprender y digerir lo que había escuchado.

“no entiendo para que habría yo de perder mi tiempo de esa forma…” contestó después de unos segundos, en un tono mucho más calmado.

“he querido entrenar con alguien de mi nivel desde hace tiempo. Mis hijos ya no se interesan en eso, y no hay nadie mejor que tú para un buen duelo…” explicó y Vegeta se encogió moviendo los ojos con impaciencia. Una parte de él solo escuchó las palabras no hay nadie mejor que tú, sintiéndose estúpido por albergar un gramo de felicidad ante eso. “-solo habla de un duelo-” se dijo mentalizándose y volviendo a centrarse en su plática.

“no tengo tiempo para entrenar contigo…” respondió sintiéndose arrepentido de inmediato, pues era una oportunidad para verle y estar con él de alguna manera. Pero era imposible retractarse, no conocía la manera y era demasiado testarudo como para pensar antes de hablar guiado por su orgullo.

“no hablaba de un entrenamiento…” corrigió y la mirada del príncipe se angostó curioso. “Hablaba de un duelo de verdad, uno entre tú y yo demostrando todo lo que tenemos, ¿Qué te parece? Podríamos ver quien es mejor…” agregó y Vegeta abrió la boca para contestar, como si sus pensamientos dentro de su comunicación se le fuesen a salir de los labios, pero simplemente las palabras no llegaron. “sé que has estado entrenando mucho, me gustaría probar que tan fuerte te has vuelto…”

La frente de Vegeta se surcó en incomprensión, ¿era esta su oportunidad de vencer a su eterno rival y con él a sus emociones? ¿Acaso el destino le estaba poniendo en charola la solución a sus plegarias? Apretó los labios saboreando incluso la posibilidad de lograr cumplir su meta. Por un lado deseaba ir sin importarle a que, solo quería mirarle y estar a su lado, ya fuera en su contra. Y la otra parte de él buscaba desesperadamente una salida a todas sus locuras. Fuera cual fuera su motivación, las dos cosas llegaban al mismo resultado, tenía que enfrentarlo.

“llegaré temprano, así que espero estés listo…” dio como respuesta y una leve risa sonó por parte de Goku, terminando con su enlace mental. Vegeta se clavó en el cielo, el cual maldecía por llamarse igual que ese tonto* dejando ver solo para él y ese solitario y tranquilo paisaje, una sonrisa entre feliz y emocionada.

Continuará…

Notas finales:

Bueno, la idea vino a mí en un momento de inspiración, la historia no la pensé, solo fue improvisada. Iba camino a mi casa y casualmente pensaba en Vegeta, (que novedad) y dije, que pasaría si esto, y luego esto otro y luego! Y llegué a mi casa y me puse a escribirla jajajaja

Creo que soy muy predecible con el número de capítulos que habrá y cuáles serán sus nombres, cierto? Pero reitero, no es larga, pero para mi suerte, si justificada y concisa (eso creo)

Bueno, espero y les haya gustado, si es así dejen sus comentarios (si no también), dudas, sugerencias, quejas, lo que sea.

Nos vemos el jueves siguiente! (eso creo)

El yaoi romántico lo tendremos en el siguiente capítulo. Que la pasen bien, gracias por leer hasta la próxima!

*Cielo=Goku


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