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Aullando bajo la misma luna por sombra_larga

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Notas del capitulo:

Esta es la primera parte del pasado de Lucian, conoceremos como se inicio todo entre lobos y vampiros.

Espero que lo disfruten.

Era una tarde nevada y en una de las tantas cabañas de un pueblo, un pequeño niño de cuando mucho cinco años, pelinegro y de ojos rojos perseguía  a sus hermanos, dos gemelos donceles tan solo unos años mayores  que el niño.

-¡Lucian!- grito la madre, una hermosa mujer de melena pelinegra igual a la de todos sus cachorros- ¡no seas tan rudo con tus hermanos!- regaño caminando hasta ellos.

-¡pero madre, si ellos son los que no me dejan en paz!- reclamo el pequeño haciendo un puchero.

-nosotros solo queremos jugar con el- explico unos de los donceles- ¡queremos jugar a la casita, pero él no quiere!- ambos doncelitos fruncieron el ceño viendo con reproche a su hermano pequeño.

-¡esos son juegos de donceles!- Lucian les aventó una bola de nieve, para luego arrancar a  correr-¡yo soy un hombre!- declaro ya a lo lejos mientras huía de los gritos de su madre.

-LUCIAN- la mujer resoplo con cansancio, a veces su cachorro era demasiado travieso. Preocupada miro al cielo, su esposo debería estar por llegar junto con  su hijo mayor, solo esperaba que Lucian no cometiera alguna travesura- será mejor que entremos, empieza a hacer frio-

-ese mocoso me las pagara- refunfuño uno de los gemelos quitándose el resto de nieve del cabello.

-¿no deberíamos ir a buscarlo madre?- el otro doncel más preocupado por su hermanito vio ansiosamente el camino por donde se había ido el menor- ya está por anochecer-

-no te preocupes-tranquilizo la madre revolviendo la cabellera negra-lo más seguro es que se fuera a esconder al bosque, y con esta nevada no creo que algún humano siga ahí-

Contuvo la respiración, vio fijamente a su presa, entrecerró los ojos acomodando las patas, el conejo alzo las orejas.

Dio un pasito, asegurándose de usar solo las almohadillas de sus patas, agacho el cuerpo con las orejas bien en alto.

Volvió  alzar la pata, de reojo vio algo en el suelo, pero fue demasiado tarde, el crujir de la rama aviso al conejo que arranco a correr  y el fue tras él.

Salto ramas y se escabulló entre ellas, esquivo arboles, tenía la vista fija tras el conejo. Concentro todos sus sentidos en su presa.

Solo podía imaginar la sonrisa orgullosa que pondría su padre, el alfa de la manada, al ver que había logrado atrapar su primera presa.

Estaba tan concentrado que no se dio cuenta en qué momento  cayó en la trampa, solo pudo sentir el latigazo de dolor recorriéndole la pata derecha.

El dolor le hizo contraerse, metiendo el rabo entre las patas, gimoteos salieron de su hocico y en un acto de reflejo intento mover la pata pero eso solo hizo que la trampa se le enterara más en la carne. El pánico le empezó a invadir, pensó en tomar su forma humana, pero recordó a su padre.

“una trampa en el bosque significa un humano cerca, nunca tomes forma humana frente a alguien que no sea de tu manada”

Un ruido le hizo alzar las orejas.

Trotes de caballos se aceraban cada vez más, el miedo le gano a su cuerpo y sus manos reemplazaron sus patas,  el pelaje desapareció la piel pálida cubrió su cuerpo. Lo único que podía oír era el rápido palpitar de de su corazón, todo su ser temblaba, lo único que sabía era que quería a sus padres.

Ladridos desesperados de perros lo trajeron de vuelta, se encogió en sí mismo con el frio corriéndole como cuchillos  por el cuerpo.

De entre los arbustos salieron cuatro hombres, dos a caballo y los otros a  pie, unos de ellos con tres perros de caza gruñendo al niño desnudo.

-¡es solo un mocoso!- gruño uno de los hombres, corpulento y con la barba grasosa llena de copos de nieve, tenía las correas amarradas al brazo.

-un niño desnudo- observo uno de los que estaban montados a caballo, a diferencia de a los que iban a pie, él y su compañero llevaban armadura además de tener una apariencia más refinada.

-debe ser un huérfano vagabundo- replico el hombre.

El de armadura no dijo nada, Lucian sintió la penetrante mirada, los perros no le dejaban de ladrar por más que el hombre los callara.

-tráemelo-ordeno el de armadura sin despegar la vista de ese cuerpo desnudo. El que tenía las manos libre camino hasta el con paso seguro.

-será mejor que no te muevas- advirtió el hombre antes de sacar una llave de su chaleco y con maestría abrir la trampa, una vez abierta y sin pensarlo Lucían salió corriendo a pesar del dolor que corría por su pierna-¡carajo, que te dije!-

Mas rápido de lo que creyó Lucian el hombre le atrapo el tobillo y lo arrastro por el suelo hasta agarrarlo de los cabellos negros.

-acércalo- Lucian fue arrastrado hasta el caballo donde el de armadura se inclino hasta él, el escozor del cuero cabelludo lo mantuvo quieto, una mano le agarro firmemente el brazo, el de armadura saco una pequeña navaja, muy pequeña, con lentitud la acerco y le dio un pequeño toquecito, de él salió un poco de humo y una quemadura se formo en su brazo.

Lucian estaba tan asustado que no prestaba atención a nada, aun cuando sintió dolor en brazo  solo siguió luchando por liberarse.

-suéltalo- ordeno una vez más el de armadura.

-pero señor…-

-suéltalo-

-si señor- apenas las manos se abrieron, Lucian salió corriendo hasta ya no sentir el olor de los hombres.

Cuando estuvo totalmente seguro de estar lejos de aquellos extraños hombres se detuvo para recobrar el aliento, en su pie solo quedaba una pequeña herida y su brazo ya estaba libre de dolor.

Una vez más tranquilo se trago las repentinas ganas de llorar, un hombre no lloraba,  tomo su forma de lobo para regresar lo más rápido posible a su casa.

Cuando llegue a mi casa la luna ya ocupaba su lugar en el cielo. De la chimenea salía humo, esa noche era una de las más frías hasta ahora. Con algo de temor me acerque por lo puerta trasera, sabia la regañada que me esperaba, pero el apetitoso olor a conejo asado me animaba a entrar.

Nuestra cabaña no era muy grande ni muy pequeña, teníamos lo justo, tenía cuatro hermanos, un hermano mayor, seguida de un hermana, luego los gemelos y de ultimo estaba yo. Todos heredamos el cabello negro de mi madre, pero los peculiares ojos rojos de mi padre.

El decía que eso demostraba que éramos de su sangre, toda su familia los poseía, el decía que su familia descendía  de los hombres del bosque, que antes vivíamos en cuevas, tomábamos de los ríos, comíamos la carne cruda y vestíamos solo nuestro pelaje. Pero eso fue hace muchos años.

Armándose de valor entro por la puerta trasera aun en cuatro patas,  suspiro al notar que no hay nadie. En la mesa quedan los restos de la cena, con mi cola moviéndose de un lado a otro doy un brinco para subir a la mesa y empezar devorar la deliciosa comida.

-¿Dónde estabas jovencito?- la gruesa voz de mi padre me hace caer de la mesa-¿crees que estas son horas de llegar?- la suma tranquilidad de esas palabras me hacen temblar.

-me distraje en el bosque- susurro con la orejas gachas.

-mañana te quedaras todo el día en la casa para ayudar a tu madre y hermana con todas las tareas de la casa- ordena con tranquilidad, se levanta pesadamente de la silla y camina hasta mi para tomarme del pellejo y alzarme en vilo.

-¿por cuantos días?- con mi padre es mejor resignarse, eso lo había aprendido por las malas.

-hasta que tu madre diga- veo mis patas colgar mientras subimos las escaleras, entramos al cuarto que compartía con mi hermano y me deja es un nido de sabanas dispuesto en el suelo para cuando llegáramos demasiados sucios en nuestra forma de lobo.

-lo siento padre- susurro metiendo el hocico entre las patas. Sigo sin mirarlo a la cara, odio decepcionarlo, oigo un suspiro de su parte antes de sentir su tosca y grande mano acariciarme la cabeza, detrás de las orejas.

-tu madre estuvo muy preocupada- reprocho suavemente- recuerda que un lobo caza con su manada no solo- una suave sonrisa apareció, sabiendo los fallidos intentos de cazar de su cachorro.

-me gusta cazar solo-

-un lobo puede morir de soledad Lucian, por eso tenemos a nuestra manada- le dio una última caricia a su hijo antes de desaparecer tras por la oscuridad de la casa.

Lucian dio algunas vueltas entre las sabanas acomodándolas un poco, se enrosco en si mismo dispuesto a dormir.

-hoy si que te metiste en problemas enano- la burlona voz de su hermano resonó por el oscuro cuarto- mañana madre  va a dar unas buenas nalgadas en tu peludo culo-

-¡cállate!- gruño a su hermano, solo causándole carcajadas.

-¡cálmate perro rabioso!- oyó el crujir de la madera seguido de unos conocidos sonidos- ¿y bien lograste atrapar algo?- el enorme cuerpo lobuno de su hermano se recargo cerca de él.

Por un  momento pensó en decirle acerca de los hombre que los atraparon, pero se sentía avergonzado por lo fácil que lo atraparon.

-¡casi agarre un conejo!-conto emocionado-solo un poco mas y hubieran cenado otro conejo, pero no creo que lo pudieran comer todo de lo grande que era-

El mayor se rio y le dio unas cuantas lamidas en la oreja de su hermanito.

-¡me lo imagino!- se acomodo un poco más para tapar con su peluda cola el cuerpecito de su hermanito-cuando te releven de tu castigo te llevare conmigo para que cacemos entre los dos un jabalí-

-¿lo prometes?- interrogo la adormilada voz.

-lo prometo Lucian-

 

Unas violentas sacudidas lo extrajeron del mundo de los sueños.

-¡Lucian! ¡Lucian!- entre la brumosa del sueño identifico la voz de su madre-¡levántate, rápido!- su madre lo tomo entre sus brazos acunándolo contra su pecho.

Lucian no sabía que pasaba, podía oír gritos y el olor del humo inundaba su nariz. Ya más despierto vio como se dirigían al cuarto de sus padres. Confundido alzo la cabeza para encontrarse con el angustiado rostro de su madre.

-¿Qué está pasando?- su madre no le hizo caso, entraron al cuarto. Los gritos se volvían cada vez más fuertes.

-toma tu forma humana- no replico y acato la orden, su madre no dejaba de mirar ansiosamente hacia la puerta, le hizo caminar hasta una de las cuatro paredes donde ella hábilmente busco una abertura para abrir una puertita oculta.

-¿Qué es eso?- sentía su corazón latir contra su pecho, los gritos parecieron acercarse. Su madre le agarro la cabeza para darle un beso en la frente.

-te amo Lucian al igual que tu padre y tus hermanos- lagrimas salieron de los azules ojos de su madre, tenía miedo, su madre nunca lloraba, nunca.

-tengo miedo mami- susurro Lucian aferrándose a la cintura de su madre, el ruido de la madera rompiéndose le hizo dar un brinco. Su madre se deshizo de su abrazo y le empujo hacia la puertita.

-entra Lucian, allá deben haber una escaleras, sigue el pasillo y te llevaran fuera de la casa-

-no quiero, por favor no te vayas mami- rogo aferrándose a sus piernas. Su madre dio una rápida mirada a la puerta y se agacho a su altura.

-lo siento mi niño tienes que entrar- le dio un beso en el moflete y le empujo nuevamente- solo será un rato, promete que no harás ruido y sin importar que oigas o veas no salgas-

-lo prometo, si me prometes que mañana iremos a cazar todos juntos-su madre asintió sonriendo aun con lagrimas saliendo de sus ojos, no le dejo de ver a los ojos hasta que desaparecí entre la oscuridad de las escaleras, todo se volvió oscuro cuando ella volvió a cerrar la puerta. Cuando pise el suelo pude oír el grito de mi madre resonar.

Trague saliva sintiendo el miedo revolver mi estomago. Con paso presuroso camine entre la oscuridad agarrándome de una pared, era un pasillo pequeño y estrecho. Entre la oscuridad una rendija de luz ilumino un poco el pasillo, presuroso me acerque a la luz.

Era apenas era una pequeña rendija entre la madera, miedoso acerco su vista hasta la rendija.

Tardo un poco en acostumbrar su vista, cuando lo hizo su corazón dio un salto contra su pecho.

Lagrimas de verdadero miedo corrieron por sus mejillas.

La rendija daba la vista de la amplia sala, donde toda su familia estaba esposada con cadenas de plata, eso pensó al ver la manera en que el humo salía de la piel. Los gemelos estaban detrás de su hermana, aferrados a su falda temblando, intentando contener los sollozos.

 Su hermano se encontraba tirado en el suelo intento respirar, desde ahí podía  ver las partículas de plata volando frente a su hermano, la sangre salía de su boca cada que tosía. Su padre estaba rodeado de soldados y su madre estaba  agarrada del cabello por un soldado, ambos frente a un hombre rubio que le daba la espalda.

En eso llego otro hombre con armadura.

-mi señor- hizo una reverencia, una vez cerca pudo notar la sangre que manchaba su yelmo y la mayor parte de su vestimenta-  hemos acabado con todos, la mayoría de la aldea eran lobos, dejamos a los niños vivos como usted ordeno, quemamos los cadáveres en la hoguera, en el centro del pueblo-

-solo varones-

-así es mi señor-

Lucian quería saber que esto era una pesadilla, no podía ser, era mentira. Quiso apartar la mirada, pero se armo de valor al ver como su hermano se levantaba con dificultad.

-al fin te levantas querido- el rubio se acerco divertido-¡pero qué hermosa familia!- se acerco hasta su hermana que tembló ante la caricia del rubio en su mejilla- será una pena- se lamento caminando hasta su padre- escuche que tú eras el alfa-

-SOY el alfa- recalco furioso su padre.

-lo siento querido, pero sin manada no hay alfa- el rubio se rio un poco antes de tomar a siento en un sillón detrás de su hermana, fue cuando le pudo ver el rostro, increíblemente pálido y con fríos ojos plateados delirantes de locura- esos ojos rojos en verdad son interesantes- jalo a uno de los gemelos a sus piernas- dime cariño ¿siempre han estado en tu familia?- el doncel tembló de miedo entre sus brazos.

-ss-si- asustados tartamudeos salieron de su boca. El rubio acerco su boca al cuello de su hermano y para su terror hilillos de sangre bajaren de este, su hermano dejo escapar un chillido pero no se movió un centímetro.

-¡ALEJATE DE EL!- un furioso gruñido emergió de su padre, su cuerpo tomo la forma de un enorme lobo negro. Los soldados se movieron rápido y lo rodearon, su madre chillo. El rubio se aparto y escupió la sangre en el suelo.

-tranquilo, no me gusta la sangre de chucho- observo con atención a mi hermano antes de negar con la cabeza- una verdadera pena- con violencia aventó el doncel al suelo que enseguida corrió con su gemelo- entren mis preciados soldados- grito con una sonrisa, enseguida la sala se lleno de hombres con armaduras salpicadas de sangre- ¡denme un buen espectáculo, quiero dos cabezas de lobo en mi mesa esta noche!- aplaudió tal cual niño en un festival.

Lucian sintió que las lagrimas empapaban su cuerpo, tuvo que taparse con ambas manos la boca para no gritar, recordando la promesa a su madre. Todo fue demasiado rápido.

Su hermano se transformo con un poco de trabajo, su padre derribo a cinco soldados y mordió la garganta de cuatro, su hermano despanzurro a seis, pero por la puerta entraron mas, estos diferentes, rápidos y agiles, tan rápidos que apenas podía verlos.

En un abrir y cerrar de ojos rodearon su familia uno de ellos lanzo al aire polvo plateado que cayó en la cara de su padre y hermano, un soldado gordo y sudado agarro a uno de los gemelos por el brazo tirándolo al suelo de un solo tirón arranco sus ropas, escupió en su trasero y lo penetro de una sola estocada, los demás soldados lo imitaron y entre risas desvistieron a su hermana y hermano, su madre se intento defender pero uno de los solados le clavo un cuchillo en las costillas.

Por la puerta entro un hombre gigante, el más grande que hubiera visto en su vida, en su mano derecha traía una hacha manchada de rojo. Se metió entre los hombres que picaban a su padre y hermano con sus lanzas de plata, mientras estos se retorcían ciegos por el polvo.

El hombre gigante alzo su mano derecha dos veces, las cabezas de su padre y hermano cayeron al suelo pesadamente.

Su madre chillo  y lloro mientras era montada, los gemelos estaban rodeados de tantos soldados que solo alcanzaba a oír sus suplicas y gritos de dolor, el cuerpo de su hermana yacía inerte con una espada clavada en el pecho desnudo.

Lucian no podía cerrar los ojos, le era imposible.

Y entre toda la sangre de su familia, estaba el hombre rubio riendo y aplaudiendo. Lo último que vio antes de caer en la inconsciencia fueron los llorosos ojos azules de su madre, nunca los volvió a ver.

Cuando volvió a abrir los ojos ya no estaba en el pasillo, estaba en un carromato rodeado de niños llorosos, reconoció a algunos como amigos de la aldea, y algunos de la manada, todos los recuerdos de la noche anterior llenaron su mente, gruesas lagrimas amenazaron con salir pero él lo impidió.

Se levando con pesadez entrecerrando los ojos por los rayos del sol, el viento azotaba su desnudo cuerpo. Los ojos le ardían y su estomagó era un revoltijo. Afuera del carromato algunos de los soldados desayunaban entre risas.

Su aldea se había convertido en el campamento de un ejército en una sola noche. A su alrededor los niños no dejaban de llorar y un olor agrio invadía su nariz.

Cansado de la realidad volvió a tomar asiento y se dejo  llevar por el sueño.

Fue cuando el sol se estaba escondiendo que  sus ojos se volvieron a abrir, los llantos habían cesado, solo algún que otro sollozo interrumpía el silencio. La mayoría de los niños yacían en algún rincón del carromato intentando conciliar el sueño. Todos tenían la cara sucia de tantas lágrimas y la mayoría estaba a medio vestir o con pijama.

Al parecer él era el único despierto. Se sorprendió al ver habían instalado una mesa con un montón de jarras con liquido rojo, tal vez algún vino pensó, además de algún que otro palto repleto con comida. Una fogata estaba encendida y solo uno que otro hombre caminaba acomodando cosas.

De hecho el campamento estaba casi desierto.

Fue cuando el sol termino de esconderse que el campamento pareció cobrar vida.

Hombres tras hombres salieron de la tiendas, la mayoría se acerco a beber de las jarras, otros se dispersaron y uno que otro doncel fue sentado en las piernas de algún varón.

El ruido comenzó de manera bulliciosa, muchos de los niños despertaron pero enseguida cerraron fuertemente los ojos y se taparon los oídos. Yo fui el único que se acerco a los barrotes del carromato.

De un momento a otro todos guardaron silencio, de la tienda mas grade salió un rubio, sintió sus colmillos punzar contra sus labios, todos le abrieron el paso para que fuera tomar asiento a un trono que estaba instalado en uno de los extremos de la mesa. Un gruñido salió de su garganta.

El rubio pareció oírlo porque enseguida alzo la cabeza. Los ojos plateados lo vieron con burla e interés, no aparto la mirada un segundo.

El rubio llamo a un sirviente y le susurro algo al oído. Este lo voltio a ver y salió presuroso a otra dirección.  Ambos no quitaron la mirada hasta que el mismo sirviente llego hasta el.

Sin decirle nada abrió el carromato, uno que otro niño chillo, lo jalo del brazo, ante esto él le dio manotazo abriéndole la carne del brazo debido a las garras negras que salían de sus dedos. Otro sirviente corrió a auxiliar al primero, intento correr pero entre los dos le agarraron y un tercero se acerco con algo entre las manos, a pesar de su patadas y manotazos lograron ponerle un collar hecho de hierro.

Enseguida sintió la presión en el cuello, por dentro el collar tenia miles de púas afiladas, este se conectaba a una cadena de metal. A pesar de su corta edad sintió su orgullo caer por los suelos.

-intenta transformarte y esas púas se te clavaran en el pescuezo- le advirtió uno de ellos, el le escupió en el rostro- maldito mocoso- el hombre le dio una bofetada que le envió al suelo.

Con dignidad se levanto suelo, sentía la sangre caliente caerle por el labio.

Entre empujones lo llevaron hasta el rubio. Tubo que contarse para no saltarle encima.

-quédate junto a mi- ordeno mientras se llevaba una copa a los labios, la nauseas lo invadieron al comprender que era ese liquido carmesí.  El hombre tomo lugar junto al rubio y el fue obligado a hacer lo mismo.

Paso horas solo viendo como caía la nieve sobre todos esos hombres que se regodeaban por todo lo que habían hecho la noche anterior, el frio le hacia estremecer pero él no diría nada, no les daría ese privilegio.

-¡mi señor!- llamo uno de los soldados, tan borracho que tropezaba con sus propios pies- mire lo que le hemos preparado-

De una de las tiendas salieron más hombres borrachos, armando revuelo y gritando cosas incomprensibles. Lucian sintió su sangre helarse al  ver lo que traían con orgullo.

En una lanza se incrustaba la cabeza de un lobo con ojos sin vida, ¡viva el alfa!, coreaban algunos. La cabeza de su padre lo miraba sin verlo.

-le hicimos una excelente capucha con la piel de este alfa-

Ya no pudo mas, agarro un cuchillo que descansaba en la mesa, sin importarle que le quemara la mano, y lo clavo fuerza en el pecho del rubio. En un segundo tenía muchas espadas rodeándole la cabeza.

Pero para su sorpresa el rubio solo se echo a reír.  Con un ademan retiro todas las espadas.

Con simpleza se extrajo el cuchillo del pecho y lo empujo a suelo helado. Un temblor de frio corrió por su espalda.

-eres un cachorro muy valiente- dijo mientras se paraba y le alzaba por la cadena- pero no muy inteligente- una corriente de aire le hizo temblar- ¿tienes frio cachorro?- una torcida sonrisa apareció en la boca del rubio-tráiganme una capa de piel, la más nueva que tengamos-

Un coro de carcajadas resonó mientras la capa se acercaba de mano en mano, el se mantenía concentrado en no dejar salir ningún sonido por las púas que le clavaban en la nuca al estar levantado solo por la cadena.

Solo sintió cuando lo cubrieron con la piel caliente y suave. Confundido por las risas bajo la mirada. El terror se le subió como un nudo agrio por la garganta cuando reconoció ese pelaje.

Como no reconocer ese pelaje completamente negro.

-es…es-

-¡oh, veo que si tienes lengua y no te preocupes este no es el pelaje de tu padre!- un pequeño alivio lo invadió- ¡es el de tu hermano!-

No pudo más y vomito sobre los pies del rubio. Una vez en suelo aventó con violencia la capa, con las uñas negras aun en los dedos intento desgarrar la garganta del rubio, pero este fue  muy rápido y se quito a tiempo.

Lo alzo una vez más del suelo por la cadena con una mano mientras que la otra le sostenía la barbilla mirándole los ojos.

-como dije antes nada inteligente-

Lo aventó al suelo mientras volvía timar asiento.

-me llamo Vladimir Tepes ¿y tú?-

Dudo en responder.

-Lucian-

 

 

Notas finales:

Gracias por leer.

Yo se que perdonaran a Lucian.


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