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Obsesiones por Andromeda Capricornio

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Notas del fanfic:

Ultimamente me ha dado por interesarme en esta pareja, creo que se complementan bastante, espero que les agrade y espero que me den su opinion sobre él. n.n  

 

Se encontraba recorriendo los pasillos del castillo sin nada mejor que hacer que llegar a sus propios aposentos, el inicio de la Guerra Santa los había tenido muy ajetreados en los últimos días, estaba nervioso por la orden que Pandora le había dado a Minos “Escoge a tus hombres y diríjanse hacia el Santuario” ante ello y el saber que cualquier orden dada por Pandora debía ser obedecida no hizo más que solo apretar los puños y rechinar los dientes, ahora todo estaba a favor de los deseos de Grifo, durante mucho tiempo el Noruego albino había contemplado desde lejos a un hombre en especial del santuario, un hombre que según se decía era de belleza y poder inigualables, el caballero de Piscis Albafica robaba siempre la atención de Minos quien después de haber terminado la reunión se quedó a solas con Hades para extenderle una petición, si él lograba vencer a aquel caballero al llegar al inframundo podría reclamarlo como suyo y Hades no viendo inconveniente acepto tal petición.

Él se había quedado a escuchar esa conversación ya que involucraba a Grifo y todo lo que tuviera que ver con él le importaba de una loca y obsesiva manera, hacia bastante tiempo que le había confesado sus sentimientos al mayor de los Jueces y este mirándolo con incredulidad y burla solo lo parto diciéndole estúpido. Justamente era así como se sentía, como un estúpido por saber que a Minos siempre le había llamado la atención aquel hombre y él aún con eso albergo la esperanza que en cuanto él supiera sobre sus sentimientos Minos lo tomaría en cuenta.

Caso error, y maldito fuera mil veces aquel que le había robado la atención de la persona que lo hacía vibrar al solo escuchar su nombre.

Sin soportar mas él encierro entre los muros del castillo, salió hacia donde quedaban las ruinas de la previa ciudad destruida encontrándose a lo lejos de los escombros a aquel que lo hacía perderse incluso a si mismo e intentando aparentar seguridad y se dirigió hacía él, parecía tan imponente con su sapuri puesta que se sintió diminuto e intimidado al no tener el puesta la suya.

-¿Observando la obra de arte? – le preguntó familiarmente como siempre lo hacían entre los jueces, llamando con esto la atención del mayor logrando que sus ambarinas irises se fijaran en el haciéndolo sentir un shock por dentro que afortunadamente logro disimular.

-El maestro Hades hace excelentes destrucciones, nada es más sublime que morir en las manos de él – dijo el peliblanco mirando nuevamente hacia el horizonte – mañana atacare el santuario… - murmuro casi como si suspirara y Aiacos podía jurar haber visto una mueca parecida a una sonrisa formarse en sus labios, su corazón se contrajo y trato de pasar el trago amargo que eso le causaba al notar los ánimos de su compañero de batalla.

-¿Nervioso? –preguntó sin embargo no supo si la pregunta la formulo para Minos o para él mismo

-Ansioso… casi puedo jurar que él estará allí para atacar en cuanto lleguemos – afirmo el mayor con una actitud que le recordó a un niño deseando que llegue el día de su cumpleaños

-Albafica de Piscis… - susurro logrando con ello sacar una sonrisa algo siniestra por parte de su compañero

-Sí, ese hombre, debo verlo en persona, combatir contra él, quiero ver toda su fiereza en sus ojos, dicen que es muy fuerte, necesito comprobarlo por mí mismo

Aiacos sintió una vez más como su corazón se contraía mientras intentaba por todos los medios que su sonrisa ladeada no dejara de estar presente en su rostro.

-Siempre lo ves desde lejos…

-Es que él es único…

-Podrías tener algo más digno de ti Minos, no solo uno de los cachorros Atenienses- su reproche salió de viva voz por su garganta sin siquiera meditarlo pacientemente

- ¿Qué puede haber mejor que él? – preguntó incrédulo mirando hacia el menor que mantenía su cara oculta tras su flequillo.

Aiacos desde hacía tiempo se comportaba extraño cuando estaban juntos, le decía cosas que lo sacaban a veces de sus casillas ya que no dejaba de insistir que lo quería, muchas veces como ahora se le acercaba sin motivo aparente a platicar con él en vez de meterse en sus propios asuntos, su presencia lo envolvía y lo sofocaba.

-Yo soy mejor que él – dijo firmemente aún sin mirar al peliblanco que solo rio ante su ocurrencia

-Estás loco- afirmo Grifo dándose la vuelta comenzando a avanzar hacia el castillo

-¿Por qué? ¿Qué tiene ese estúpido niño bonito que no tenga yo? ¿Es acaso porque te atrae su luz? ¿Su belleza física? ¿Su espíritu de combate? ¡Yo puedo mejorar todas esas cosas, aunque yo no sea hermoso como él tengo mis propias cualidades! – gritoneo yendo tras él.

-Aiacos…

-¡No todo es físico Minos!

-Aiacos…

-¡Tampoco estoy tan feo!

-¡AIACOS! – grito finalmente el Juez bastante irritado haciendo que al momento el espectro de Garuda se callara y lo viera un poco apenado con su conducta, al final ninguno de los dos hablaba haciendo espacio a un silencio muy incómodo llevando casi a la desesperación al peliblanco

-¿Por qué me haces una escena así? – pregunto finalmente Minos masajeándose el puente de la nariz con tal de liberar su tensión

-Es que… puedo notar como lo miras… como deseas que te pertenezca pero Minos…- dijo el pelinegro acercándose lentamente al hombre frente a él recargando su cabeza en su pecho con sus manos juntas sobre el suyo propio – yo puedo pertenecerte de esa forma, solo es cuestión de que me tomes, de que quieras hacerme tuyo, te amo, te amo tanto que solo pensar en ti con alguien más me enferma y quisiera desaparecerlo con mis propias manos, solo quiero que me mires a mí – se confesó tétricamente haciendo que el albino se estremeciera con semejantes palabras mientras Aiacos tomaba el rostro del mayor para que se mirasen a los ojos – desfiguraría yo mismo a ese patético caballerucho hasta que no quedara de él, más que una horrible masa de sangre, carne y huesos irreconocible –declaro lúgubremente el menor mirando como psicópata a Minos quien se mantuvo imperturbable sosteniéndole la mirada

-Estas enfermo Aiacos, aléjate de mí-dijo empujándolo molesto avanzando para irse de ese lugar, el que amenazara de tal manera la vida de Albafica le molestaba demasiado ¿Quién se creía para creer que podía mandarle? La estrella Celeste de la Valentía estaba tornándose extraña

-Bien… si así lo quieres está bien, te amo pero no voy a permitir que pisotees mi orgullo, ese estúpido caballero jamás te dará lo que quieres ni lo que yo te ofrecí…- grito enojado Garuda mientras se alejaba de allí con el corazón destrozado y unas ganas terribles de matar el mismo a Albafica, ese maldito Piscis que tan obsesionado tenía a su amado Juez.

Acabó con sus puños todo lo que le quedaba a su alcance hasta que pudo contener su ira, arrodillado en el suelo exhalando sonoramente sintiendo aun un inmenso coraje e impotencia al reconocer que Minos jamás lo miraría como él quería que lo hiciera.

Al día siguiente Minos y sus seguidores salieron al ataque del santuario, Violet fue quien le dio la noticia a Aiacos reaccionando neutralmente mientras sentía como todo en su interior se derrumbaba, después de retirar a Behemonth el mismo decidió salir a despejarse por sí mismo. Ya cualquier esperanza que tuviera de ser correspondido había quedado zanjada, si Minos lograba matar al caballero de Piscis no habría poder en el mundo que pudiese evitar que él lo reclamara como suyo.

Se golpeó mentalmente por sentirse tan abatido y patético, sin embargo ese sentimiento que había albergado durante años era tan intenso, tan mortal y enfermizamente intenso que le era imposible olvidarlo como si no pasara nada.

Pasaron días en los que Aiacos se auto-recluyo en un acto de penitencia por dejarse llevar por un sentimiento tan efímero y humano como lo era el amor, solo Violet tenía permitido verlo sin embargo solo podía quedarse con él por momentos limitados en lo que seguía purgando su lamentable y vergonzoso delito. Casi enloquecía al saber que Minos había logrado su cometido, no quiso saber los pormenores de ello, por eso ahora quería sacar de si mismo aquella enfermedad tan terrible de haber amado, no solo eso, sino que amo de la forma más cruel que las personas pueden amar, unilateralmente, albergando esperanzas insustentables.

Al terminar su ciclo de penitencia decidió purificarse en una de las termas del palacio; aquel lugar era blanco en su totalidad, el mármol brillaba ante la blanca luz de los ventanales mientras un vapor de fino aroma envolvía el lugar dejando al instante una sensación de humedad por todo el cuerpo, se sumió en el agua tratando de despejar su mente sin embargo el subconsciente lo llevaba una y otra vez a pensar en Minos e inevitablemente sus lágrimas caían de sus ojos con dolor interno y coraje latente, no quería saberse tan débil, haberle entregado sus sentimientos,  incluso ofrecerse en bandeja de plata para ser echado a un lado como cualquier cosa había sido el golpe más grande a su ego y amor propio. Sin embargo a pesar de haber querido menguar el sentimiento este seguía allí como hierro al rojo vivo quemándole el interior.

Sus divagaciones lo llevaron a pensar en sus ojos llenos de sadismo y crueldad, su sonrisa irónica, su rostro completo derrochando cinismo, su largo cabello blanco y etéreo como hilos de nubes, su blanca piel igual al mármol que ahora lo rodeaba. Se imaginó entre sus brazos siendo acariciado con deseo desesperado, sus dientes mordiendo su cuello con fuerza marcado cada milímetro de su piel al antojo del mayor. Su mano viajo hasta su excitada entrepierna comenzando a masajearla desenfrenadamente dejando escapar gemidos parecidos al llanto mientras en su mente Minos seguía tomándolo y haciéndolo suyo sin reparo, comenzó a murmurar el nombre de su imaginario amante mientras su clímax estaba cerca

-Mi-Minos…- gemía mas audiblemente con los ojos cerrados con fuerza mientras comenzaba a sentir escalofríos en la espalda al imaginarse al peliblanco clavando sus uñas en su espalda al tiempo que mordía sus labios

-Minos… - el agarre en su miembro fue más fuerte mientras desesperadamente buscaba llegar al final

-¡MINOS!- grito con fuerza dejándose venir en el agua recargándose sin fuerzas en el borde de la pileta donde estaba sumergido jadeando con fuerza después de haber sucumbido una vez más ante los delirios de su mente, logrando recuperar un poco su aliento entre todo ese sofocante vapor entreabrió los ojos distinguiendo una figura fuera de la terma, se incorporó de inmediato abriendo desmesuradamente los ojos cayéndosele la cara de vergüenza al ver que era el propio Minos el que estaba viéndolo como si le estuviese reprochando.

-¡Minos! ¿Qué-                qué estás haciendo aquí?... ¡Oh por Hades!- pregunto apresuradamente casi suspirando lo último al tiempo que veía asustado como el albino se metía en la pileta viendo con curiosidad el semen de Aiacos flotando en el agua.

-Eres un cerdo Garuda, usar un lugar así para hacer tus depravaciones, eres una maldita puta guarra- dijo el mayor tomando en su mano aquel semen mientras dejaba que volviera a escurrírsele con el agua mezclada

-No me hables en femenino, además yo te hice una pregunta ¿qué haces aquí? Te hacía con tu amado justo ahora

-Venía a relajarme un rato, pero me encontré con un espectáculo demasiado digno de verse, gritas tan sensualmente como lo hace Albafica

En ese momento su ego se sintió brutamente apuñalado y sacudido, que lo comparara con ese sujeto era más de lo que podía soportar

-¡Óyeme no te permito que me compares con esa basura dorada! – le dijo el pelinegro enojado amenazándolo con el puño sin embargo Minos lo hizo resbalar cayendo de sentón en el agua con el mayor aprisionándolo en la pared de la terma.

-Me éxito cuando se ponen rebeldes –dijo lascivamente el peliblanco al tiempo que rasguñaba el pecho del menor acariciándolo en el proceso –tus gemidos son tan sensuales y tu cuerpo tan deseable que quiero empalarme en ti para hacerte gritar hasta que se te destroce la garganta

-Mi-Minos…-jadeo el juez tomando al mayor por los hombros clavando sus uñas en ellos al tiempo que sentía una fuerte succión en la base de su cuello

- Eso es, di mi nombre golfa, grítame que te tome tan suciamente como lo hiciste la última vez- ordeno Grifo al tiempo que jalaba del cabello a Aiacos quien gruñía de placer, haciendo que su cuello quedara más expuesto ante él lamiendo su pecho mordiendo y succionando con fuerza sus pezones a tiempo que buscaba su entrada con los dedos para comenzar a dilatarlo

-Ah… Minos… oh.... Minos…- gimió lastimeramente el pelinegro abrazándose mas al albino.

Sin poderlo contener más el peliblanco se introdujo en el sin haberlo preparado del todo viendo como del agua comenzaban a surgir unos hilos rojos provenientes del trasero de Aiacos quien había mordido con fuerza su hombro mientras encajaba más las uñas a su espalda

-Por Hades, Aiacos me aprietas deliciosamente, estás tan estrecho – gruño el ojiambar estrujando el tracero del pelinegro al tiempo que lamia su cuello.

-Vas a partirme – se quejó el pelinegro abriéndose más para Minos.  

-Esa es la idea – respondió el mayor comenzando a penetrarlo con fuerza sacando de la boca de Garuda los gritos más intensos y sensuales que hubiese escuchado en su vida, salió de él bruscamente al tiempo que hacía que se sostuviera con sus manos por el borde de la pileta mientras volvía a penetrarlo con fuerza por detrás y en el proceso tomo el miembro de su amante masturbándolo al ritmo de sus estocadas.

Aiacos solo apretaba los ojos con fuerza, esto era aún mejor que sus fantasías, no importaba el dolor que sentía, al fin Minos lo estaba deseando y por este instante se sentía en la gloría, su mente estaba tan nublada que solo disfrutaba de las atenciones dadas por el mayor sin dejar de sentir intensos choques de placer al tiempo que gemía aún más, logrando que el peliblanco se moviera con más fuerza, pasaron unos minutos antes de que ambos terminaran con un fuerte gruñido que resonó en las paredes del cuarto, Aiacos manchando otra vez el agua de la terma dejándose caer en ella arrodillado tratando de recuperar el aliento así como Minos que lo tenía abrazado de la cintura mientras jadeaba en su oído tratando de recuperar el aire.

Sin dar tiempo a nada e ignorando el dolor en lo bajo de su espalda salió de la terma envolviéndose en una mullida y suave bata de algodón

-¿Qué? ¿Tan rápido te vas?  

-Espero que haya sido una buena despedida de soltero para ti, no creo que a tu “florecita” le guste que tengas sexo son otros, por ahora esto no saldrá de aquí, te veo luego- dijo Aiacos terminando con la conversación dirigiéndose hasta la salida sin embargo los fuertes brazos del mayor lo apresaron por la cintura mordiendo el lóbulo de su oreja

-Vamos Aiacos  ¿sigues enojado conmigo por lo de Piscis? Solo es una diversión

-Una diversión que te tiene totalmente enceguecido idiota, suéltame ya

-Vamos quiero repetir, la aprietas tan rico que no quiero salir de ti nunca

-¡Que me sueltes! – el pelinegro uso su fuerza para zafarse de los brazos del ser a quien amaba, intento que el dolor de saberse solo un juguete sexual ante sus ojos no se notara, sin embargo Minos volvió a apresarlo entre sus brazos mientras intentaba liberarse de ellos nuevamente

-¿Por qué te pones tan celoso de Albafica?

-Porque él ahora te pertenece, porque por fin tienes en tu poder a esa persona que te tenía tan obsesionado… y yo… yo soy un idiota aún más grande que tú por el solo hecho de haber dejado que hicieras esto conmigo… sabiendo que no sientes por mí lo mismo que yo por ti…- confeso sintiéndose patético ante los ojos del peliblanco evitando su mirada

- Tienes razón- dijo secamente el mayor haciendo que Aiacos se tensara ante la firmeza de su voz –la belleza y la fuerza de Albafica de Piscis siempre me cautivaron y me enloquecieron… pero ese maldito hombre jamás me pertenecerá ni siquiera muerto, Athena lo protegió durante y después de la batalla enviándolo inmediatamente a su jardín más allá de los Elíseos, yo por el poder de Hades estoy aquí, además ese idiota ya estaba enamorado del caballero de Cáncer y este a su vez de él, ni forzándolo me hubiese pertenecido –aquellas palabras reconfortaban y a la vez enfurecieron a Garuda quien asesto un puñetazo en el rostro del albino tirándolo al suelo

-Osea que… soy tu premio de consolación… ah… muérete Minos- grito frustrado dándole la espalda nuevamente intentando salir de nuevo sin embargo el mayor logro jalarlo del tobillo tirándolo al suelo sometiéndolo debajo de su cuerpo

- Deberías estar contento porque regrese a ti, pero me das de golpes, ¿te va la onda sado o algo así?

-Bájate… ya no quiero seguir en esto… sé que yo tuve la culpa por ofrecerme así pero no quiero… no así… mátame Minos, arráncame el corazón y acaba con esto de una buena vez… no eres mío… nunca serás mío amor

-Eres un maldito cursi sentimental, debería darte vergüenza siendo tú un Meikai Kyoto

-¡Estuve dos semanas en penitencia pero parece que me hizo falta estar encerrado allí todo el mes!

-Con razón no daba contigo, te fuiste a encerrar a tu nido maldita ave de rapiña y tu estúpida aliada nunca quiso decirme dónde estabas

Confundido y emocionado por saber que Minos lo busco por su cuenta dejo de forcejear y lo miro con curiosidad

-¿Me buscaste?

-Se me hacía raro que al regresar no estuvieras tu como siempre acechándome como el ave de mal agüero que eres pero no logre dar contigo, Aiacos… estando allá afuera fuiste en lo único que pensé, ese caballero de piscis ni con toda su belleza podría comprarse contigo… tienes un espíritu fuerte y una determinación excepcional, no sé cómo lo hiciste pero no es unilateral lo que sientes… también estoy enamorado de ti pequeño idiota

-Minos…

-Cállate pajarraco, voy a tomarte tantas veces sea necesario para hacerte entender que soy tu dueño absoluto así que aprovecha este momento para hacerme tuyo también de esa forma ya no buscare en nadie más lo que puedo tener contigo

- Minos… te amo – suspiro el pelinegro estremeciéndose al sentir las manos de mayor desabrochar su bata restregando su cálido cuerpo contra el suyo

-También te amo Aiacos… te amo con todo y los psicótico que eres –declaro el mayor a su oído con tanta sensualidad que hizo estremecer al menor debajo de él.

-Pero te éxito mi psicosis

-Tu psicosis y algo más, amor mío y solo mío

-¿Ahora quién es el cursi? – reto Aiacos burlón ganándose un fuerte mordisco en el hombro al tiempo que su trasero era estrechado y masajeado por su amado.

-Cállate eres tú el que me pone así, no voy a soltarte en toda la noche – amenazo el espectro de Grifo acariciando entre delicado y rudo el cuerpo de Aiacos que solo se retorcía de placer ante su tacto.

-Promesas…- susurro irónico ante las palabras del peliblanco lamiendo sensualmente sus labios.  

-Ya verás… - respondió uniendo sus labios en un beso fiero y demandante que les robo el aliento a ambos entre succiones y sensuales mordiscos.

A partir de ese momento ambos proclamaron al otro como propiedad suya, y ese sería un título que nadie conocería pero que sería trascendente a través del tiempo, de las guerras y sus reencarnaciones. Se pertenecía el uno al otro. 

Notas finales:

Espero les haya gustado, no olviden dejar su coment y muchas gracias por leer. :) 


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