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El tesoro del azul profundo por Bangmir

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Notas del capitulo:

Uhm, resubí el capi porque amor yaoi no me dejaba editarlo y habían faltas que no me perdonaba ò_ó Espero ahora esté mejor xD....

Preludio

Se oía el suave murmullo de las olas al romper de manera casi imperceptible contra la orilla. El viento recorría toda la extensión de aquella playa, de aquel mar que parecía estar relajado pese a la presencia de quien lograba avivarlo en variadas ocasiones.

 

Ese día parecía especial, aún si el cielo estrellado, si ese manto oscuro cubría toda esa extensión de tierra, había algo, una enorme llama que iluminaba esa noche, una llama que se reflejaba en el mar y que parecía el sol nocturno en la fecha equivocada del mes.

 

En el silencio sepulcral que se creaba en medio de cada ola que se perdía en la arena, poco a poco un pequeño ser de cabellos rojizos comenzaba a recobrar la consciencia ¿Quién era? Una muy buena pregunta, pues no tenía siquiera idea de su razón de estar ahí, y apenas reconocía su propia existencia en esa inmensidad que se extendía en todas direcciones, pero en especial de aquella realidad que enfriaba sus pies, y en general le entumecía todo el cuerpo.

 

Movió una mano, después otra. Le era difícil aún si se trataba de un dedo, parecía que esa jaula llamada cuerpo no le pertenecía, o al menos no a esa alma que ignoraba de a dónde había venido y, lo peor, hacia donde iba.

 

Se habría mantenido de esa forma por largas horas y si era necesario días, hasta que unos pasos que parecían apresurados rompieron su calma, y para preocuparle un tanto más, no se trataba de los de una sola persona, sino que de un grupo entero que parecía correr tras los de unos más veloces que se apresuraban hasta encontrarse en el campo visual del chico. ¿Y ahora qué? ¿Quiénes eran ellos? Gracias a unas antorchas que llevaba podía distinguir esos feos rostros, llenos de cicatrices de viejas batallas, enrojecidos quizás por cuánto tiempo estar bajo el sol o inclusive de tanto ron ingerido en horas anteriores. También podía ver la suciedad en todos sus cuerpos, como también la falta de extremidades en algunos. Sin duda, gente muy curiosa a sus ojos, gente que llamaba su atención en demasía, por lo que no se tomaba siquiera la molestia en demostrar lo que se supone debiera infundir según su apariencia ante un simple mortal, el miedo.

 

Se mantuvo expectante, al igual que todos esos rostros, por ambas partes no había respuesta hasta que un viento completamente inesperado azotó la costa, logrando inclusive apagar cada una de las antorchas que esos hombres portaban, sumiéndolos en una oscuridad falsa iluminada, a la lejanía, por el fuego que se extendía en el pueblo más cercano.

 

Nunca esperó nada de aquellos tipos, y es más, en lo posible deseaba que le dejaran solo después de haberlos observado con tanta admiración minutos atrás. No tenían ninguna misión que cumplir ahí con él, no los conocía y dudaba que en su memoria existiera gente así, sin embargo, no dejó paso a su imaginación como para entender que serían ellos quienes le darían todo, inclusive ese futuro por el cual sentía una enorme expectación.

 

“A partir de hoy, serás Christopher Blackwave, hijo del reconocido capitán John Blackwave..."

 

"Mi hijo…”

 

Esas fueron las palabras que darían inicio a un nuevo futuro, uno en el cual el peligro asechaba en cada esquina, donde la maldad y la locura se unían en un solo punto, por el dinero, poder, pero por sobre todo, el mar, esa enorme dama azul indomable, impredecible y tan basta como para satisfacer todo deseo de lo que él era, un pirata.

Se oía el suave murmullo de las olas al romper de manera casi imperceptible contra la orilla. El viento recorría toda la extensión de aquella playa, de aquel mar que parecía estar relajado pese a la presencia de quien lograba avivarlo en variadas ocasiones.


 


Ese día parecía especial, aún si el cielo estrellado, si ese manto oscuro cubría toda esa extensión de tierra, había algo, una enorme llama que iluminaba esa noche, una llama que se reflejaba en el mar y que parecía el sol nocturno en la fecha equivocada del mes.


 


En el silencio sepulcral que se creaba en medio de cada ola que se perdía en la arena, poco a poco un pequeño ser de cabellos rojizos comenzaba a recobrar la consciencia ¿Quién era? Una muy buena pregunta, pues no tenía siquiera idea de su razón de estar ahí, y apenas reconocía su propia existencia en esa inmensidad que se extendía en todas direcciones, pero en especial de aquella realidad que enfriaba sus pies, y en general le entumecía todo el cuerpo.


 


Movió una mano, después otra. Le era difícil aún si se trataba de un dedo, parecía que esa jaula llamada cuerpo no le pertenecía, o al menos no a esa alma que ignoraba de a dónde había venido y, lo peor, hacia donde iba.


 


Se habría mantenido de esa forma por largas horas y si era necesario días, hasta que unos pasos que parecían apresurados rompieron su calma, y para preocuparle un tanto más, no se trataba de los de una sola persona, sino que de un grupo entero que parecía correr tras los de unos más veloces que se apresuraban hasta encontrarse en el campo visual del chico. ¿Y ahora qué? ¿Quiénes eran ellos? Gracias a unas antorchas que llevaba podía distinguir esos feos rostros, llenos de cicatrices de viejas batallas, enrojecidos quizás por cuánto tiempo estar bajo el sol o inclusive de tanto ron ingerido en horas anteriores. También podía ver la suciedad en todos sus cuerpos, como también la falta de extremidades en algunos. Sin duda, gente muy curiosa a sus ojos, gente que llamaba su atención en demasía, por lo que no se tomaba siquiera la molestia en demostrar lo que se supone debiera infundir según su apariencia ante un simple mortal, el miedo.


 


Se mantuvo expectante, al igual que todos esos rostros, por ambas partes no había respuesta hasta que un viento completamente inesperado azotó la costa, logrando inclusive apagar cada una de las antorchas que esos hombres portaban, sumiéndolos en una oscuridad falsa iluminada, a la lejanía, por el fuego que se extendía en el pueblo más cercano.


 


Nunca esperó nada de aquellos tipos, y es más, en lo posible deseaba que le dejaran solo después de haberlos observado con tanta admiración minutos atrás. No tenían ninguna misión que cumplir ahí con él, no los conocía y dudaba que en su memoria existiera gente así, sin embargo, no dejó paso a su imaginación como para entender que serían ellos quienes le darían todo, inclusive ese futuro por el cual sentía una enorme expectación.


 


“A partir de hoy, serás Christopher Blackwave, hijo del reconocido capitán John Blackwave..."


 


"Mi hijo…”


 


Esas fueron las palabras que darían inicio a un nuevo futuro, uno en el cual el peligro asechaba en cada esquina, donde la maldad y la locura se unían en un solo punto, por el dinero, poder, pero por sobre todo, el mar, esa enorme dama azul indomable, impredecible y tan basta como para satisfacer todo deseo de lo que él era, un pirata.


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