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El tesoro del azul profundo por Bangmir

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Notas del capitulo:

Cómo el capi anterior ^^U, lo resubo por los arreglines :3

Nuevamente, oscuridad. Pareciera que un paisaje donde el cielo estrellado tomaba su lugar como cada día, era algo muy común a sus ojos, pero lo que le hacía diferente de las demás noches, era la presencia de esa enorme luna llena.


 


No podía quejarse por nada, absolutamente nada. Si bien la vida de pirata era algo dura dada las horas que pasaba en el mar, el sol que debía soportar, y esos interminables viajes en búsqueda de algo que ignoraba, no se quejaba en lo absoluto e inclusive llamaba la atención de aquellos hombres que poseían una pasión exorbitante por ese infinito azul, pues parecía que aún a tan corta edad y apenas llevando dos años a bordo, superaba, con creces, su propia pasión de navegantes en búsqueda de riquezas.  Les parecía como si aquel hubiera sido el hogar del pequeño sin recuerdos,  y en la añoranza de volver, se presentaba como un amor que llegaba a lo enfermizo.


 


-¡Hey, Chris! ¡Sube al barco en este instante!- se oyó desde la distancia, en conjunto de una sombra que se expandía en esa agua cristalina.-


-Voooy….- suspiró pesadamente, el insomnio era mayor a él, ser noctámbulo en definitiva traía sus buenas desventajas para un adulto encargado de un crío como ese.-


-Si quieres hacer algo “productivo”- se quejó su padre al verlo subir por la borda todo empapado- Toma un maldito bote y ve al pueblo a ver si consigues algo…


-¿Huh? ¿Yo solo? ¿Estás loco o qué?- el pelirrojo le miró entre asustado y sorprendido, nunca antes le había dicho eso, lo cuidaban demasiado.-


-Oh, ya veo, el pequeño está asustado ¿Verdad? Gallina….- se burló el mayor soltando unas buenas risotadas que hicieron que su abdomen saltara como hacía mucho no se veía.-


-¡No soy una gallina, viejo sucio!- 


Sin dudarlo siquiera un segundo saltó por la borda como solía hacer, estaba acostumbrado a toda la adrenalina producida e inclusive a más, debido a que en tan solo unos cuantos minutos ya estaba en el pequeño muelle intentando recobrar el aliento perdido en la carrera.Volteó para mirar a su “hogar” y al ver a su padre en la punta del barco, le hizo una mueca de molestia, mostrándole su lengua aún si no lo viera, pues planeaba volver con alguna cosa para que dejara de molestarle y sobreprotegerlo.


Comenzó a caminar sin una idea fija de qué hacer ni a dónde ir ¿Desde cuándo le dejaban estar solo? Jamás, el sólo hecho de que todavía no le fueran a buscar por lo sobreprotectores que eran todos ya le estaba preocupando como a la vez sorprendiendo; entendía de que, al parecer, querían que aprendiera algo por su propia cuenta, aún si esto pudiese salir mal y no volvieran a verle, aunque si le preguntaran a cualquiera de la tripulación, ninguno creería que fallara en algo tan pequeño como eso, reconocían sus pequeños talentos...


El sigilo formaba parte de él en forma natural, dirigía sus pasos principalmente donde las sombras pudieran cubrir su presencia. Las calles vacías por las cuales una tenue brisa, le hicieron sentir escalofríos, no acostumbraba a la soledad y sí, tenía miedo, a estas horas sabía el peligro que existía: los ebrios, ladrones, asesinos y prostitutas solían hacer su aparición como de costumbre a esas horas. Conocía a todos esos personajes, pues a sus doce años tuvo la oportunidad de verlos por diversos motivos como también la mismísima búsqueda de ellos, siendo los que más le preocupaban los asesinos, podía sentir como se le ponía la piel como una verdadera gallina ante el recuerdo de uno, en especial por esa mirada de odio que pudo dedicar a todo el que se atreviera a posar sus ojos sobre los suyos, como el pelirrojo había hecho en el pasado y por accidente.


Se detuvo en seco ante la visión de que el camino se dividía, todas parecían ser calles llenas de viviendas, donde suponía familias enteras descansaban con la seguridad que les proporcionaban esas paredes, la cercanía de cada miembro y la cotidianidad de ésta, tal y como su barco.


Se oyeron pasos


Nuevamente eran pasos los que distraían su atención, pero ahora en plena consciencia de todo lo que podría aparecer se aterró, en su inocente mente de niño las probabilidades de que fuera un asesino se le hacían altas, por lo que sin pensárselo dos veces corrió hacia un callejón que divisó antes de escoger el camino a seguir desde la separación. Trató de controlar su respiración como también de agudizar cada uno de sus sentidos, a la espera de la peor situación posible.


Realmente no esperaba aquello.


¿Esos eran gritos? Se negaba a creerlo ¿Era tanta su mala suerte? Al parecer sí, sin embargo, algo en aquellas palabras dichas a gritos le indicaban que la situación figurada en su mente era completamente diferente, por encima de que podía distinguir dos voces, reconociendo en ellas el tono de un joven muy cercano a su edad…


 Se asomó apenas logrando observar por su ojo izquierdo toda la situación, pero ya era tarde, las voces habían cesado y todo lo que pudo ver fue un cuerpo inerte en la mitad de la acera. Se mantuvo inmóvil, esperando algún movimiento, consiguiendo solo el estruendoso ruido que se producía al cerrar una puerta de golpe, como también otros sonidos hechos por botellas rotas. Todo indicaba que la escena estaba terminada.


Puso sus pensamientos en orden, la mejor opción era simplemente ignorar todo y qué mejor volver a casa haciendo cuenta de que nada había sucedido, pero ahí iba, una punzada en su corazón se hizo presente ante la idea dejándolo en un estado de parálisis; definitivamente estaba experimentando la culpa o el agobio pese a que él nada que ver tenía con todos los hechos, siendo en realidad la bondad en él la que actuaba por su cuenta y la encargada de moverle en la dirección de aquel cuerpo.


-O..oye…- murmuró apenas a pasos del chico, avanzaba lentamente, como si temiera de que todo lo que percibió se tratara de una ilusión.


No obtuvo respuesta como era de esperarse, y sin tener otra alternativa se acercó más, quedando ahora arrodillado a su lado. Su expresión cambió a una de horror de inmediato ¿Aquel chico estaba muerto? Debida de estarlo… los golpes recibidos tenían toda la intención de que muriera, así se sentían y se veían, pues habían logrado que la sangre corriera por cada herida. Un escalofrío como los que sintió al llegar a la ciudad volvió a repetirse de nuevo por toda su espalda, no tenía ni la menor idea de qué hacer con alguien en ese estado, vamos que no era médico ¡era sólo un crío! y  para su pesar, no había nadie más en los alrededores aparte de él y aquel muchacho.


Sintió como nuevamente se le oprimía el pecho, no le conocía, pero temía por la muerte de éste debido a la juventud que presentaba, o más bien se identificaba con él, no era como si no existiese una posibilidad de que pasara por el mismo destino, aunque prontamente una pequeña sonrisa apareció en su rostro al ver que el otro respiraba, sí, se sintió un tanto idiota, y es que no podía evitarlo al tener la suerte de ver cómo un alma se negaba a dejar ese mundo de esa manera, por la humillación de no poder defenderte frente al peligro. Tomó un pañuelo que traía colgando al pantalón y con éste comenzó a limpiarle como pudo, tenía en claro de que no se quedaría ahí para cuando se despertara, era imposible hacerse cargo de él sin tener un lugar cómodo al cual llevarle, como tampoco le apetecía encontrarse con quién le dejó en ese estado, daba la impresión de que cualquiera que se inmiscuyera en la vida de ese joven de cabellos castaños y claros terminaría mal. Era  sólo una creencia a primera vista y en defecto era debido a que el rostro que pudo apreciar bajo la luna era el de una persona dulce, y bien tenía sabido que el tener una personalidad así solía acarrear problemas, su viejo no se cansaba de repetirlo ha de saber por qué, sólo prefería hacer caso pese a estar en esos momentos tratando de quitar los rastros de sangre que comenzaba a secarse, como también a remover parte del cabello que tapaba su frente, pues sentía una especie de curiosidad por el otro sin darse cuenta de ello.


Pudo seguir de esa forma toda la noche, sin despegar sus ojos del muchacho: estúpidamente se sentía cómodo de cuclillas esperando alguna otra reacción que probablemente no llegaría en varios minutos, y en definitiva lo habría hecho, si no es por los extraños pasos que concentraron todos sus sentidos en solo uno: el oído.


Nuevamente, parálisis. Se preguntaba si el hombre de la escena anterior estaba volviendo, su convicción le decía que no, esa presencia era peor, por encima de no ser fácilmente de percatar y que por sobretodo lo único que podía provocar en el pelirrojo era el miedo.


Preso de sus instintos de supervivencia olvidó cualquier cosa que estuviera pensando segundos antes, al igual que la presencia del herido, se sentía como un animal huyendo de un mal presagio poniendo todas sus energías en la carrera interminable hacia el puerto…


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