En las costas de Gales
Hace muchos años existió en Gales una aldea encantada, en ella se encontraba el palacio donde vivía el rey. Estaba gobernada por Brucie, un rey de buen corazón. Este se casó con la mujer más hermosa y buena del país, llamada Elvah. El rey llenaba a su reina con las mejores joyas y ropas que existían, pero su esposa las rechazaba, prefería que su esposo se las diera a la gente más humilde. Un día su esposa cae enferma debido a una intoxicación de comida. El rey llama a los mejores médicos del país, pero no encuentran cura a su enfermedad. Pasaron dos semanas extremadamente dolorosas para el rey, las personas de la aldea llevaban muchos lirios blancos los preferidos de la reina, pero cada día que pasaba se veía más débil. Llegó a los oídos del rey que cerca de la aldea vivía un hechicero muy poderoso. Fue en busca del hechicero.
-¡Por favor, ayudadme a salvar a mi querida esposa! -dijo casi sin aliento.
-¿Estás seguro? -preguntó
-¡Sí, te daré todo lo que tengo!
-En ese caso... toma esto es un collar mágico, se lo tienes que dar a tu amada y que ella misma pida un deseo -río diabólicamente.
El rey llegó a palacio. Corrió hasta la alcoba de su esposa y ordeno que los dejaran a solas. Se acercó a la cama y le dio el colgante con la forma de una gota en la mano.
-Mi amor, mírame -la reina se giró débilmente hacia el- tienes que pedir un deseo...
-T-e quie-ero... mu-cho... -dijo sin aliento.
El rey beso gentilmente la mejilla de la reina. Acerco su rostro a la boca de ella, pero se dio cuenta que algo iba mal, vio como la vida abandonaba el cuerpo de su esposa. La abrazo desesperadamente, esperando que ella le devolviera el abrazo, pero no hubo ninguna reacción. En ese momento cayó al suelo el collar que sujetaba la reina entre las manos.
-Lo siento, te fallé... -dijo recogiendo el collar entre sollozos.
Entonces apareció el hechicero. Coloco su mano en el hombro del rey.
-Te lo advertí mortal -río- nadie puede cambiar lo que va a suceder.
-¡Me engañaste, te voy a cortar la cabeza! -dijo furioso.
-Nada de eso, no te engañe, realmente el collar funciona, lo que sucede es que llegaste tarde para rescatarla -la señalo con el dedo.
-¡Mentira!¡Traidor!¡Eres el mismo diablo!
-Puede que sí o que no... -ríe- ahora yo soy dueño de tus tierras, de tu gente y del alma de tu esposa.
-¿Por qué del alma de mi esposa? -preguntó furioso.
-¿Por qué? Es muy simple. Haz sido muy egoísta, solo pensabas en salvarla a ella... no mereces nada.
-¡No, no, no! -dijo entre sollozos- ¡embustero!
El rey salio corriendo de la alcoba, fue hacia el lago donde le pidió matrimonio a su hermosa esposa. Saco un cuchillo y se hizo un corte profundo en las muñecas. Cayó al suelo, murió lentamente hasta que respiro su último aliento. En la mano llevaba el collar que fue arrastrado a lo más profundo del lago. Dicen que el collar lo encontraron las hadas, lo tienen escondido para que ningún ser vivo se pueda acerque a el, porque solo trae desgracias.
En la aldea todos quedaron cautivados, junto con el alma de su reina. En aquel lugar ya no existía el tiempo, las enfermedades, el frío, el sufrimiento o el dolor. Todo estaba muerto.