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Mágicas Princesas por MirandaRai

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Todos los personajes reconocibles en las historias son propiedad de sus respectivos dueños, las acciones y los hechos pertenecen a su autor.

Notas del capitulo:

Hola, vengo aquí con un One shot que escribí hace dos noches atras, me inspiré en la canción "Mágicas princesas" de Jesús Adrían Romero (Y es por eso que en la ultima parte se hace mención de una parte de la canción)  porque fue mi padre quien la dedico a mi y a mi hermana ;---; es cortito pero narra esa parte mas sensible de Tom, sus dos niñas pequeñas.

—Míralas Bill, ellas crecen demasiado rápido.

Un suspiro salió desde el fondo de su corazón. Elaida y Cleo crecían sin detenerse, sus dos pequeñas niñas que ya estaban por cumplir los tres años de edad y eran preciosas. Él estaba muy orgulloso de tenerlas.

Y pensar que casi las perdían.

—Ellas crecerán mucho más Tomi. —El pelinegro a su lado suspiro de igual manera observando a esas dos niñas que había llevado en su vientre durante siete duros meses, llenos de miedo, angustias y sustos. — y un día se irán de casa.

—No lo digas. —Tom se levanto de la silla donde reposaba, camino hacia sus pequeñas hijas que jugaban a la pelota y las beso a cada una.

De mejillas grandes y regordetas eran aquellas dos niñas con el cabello corto y rubio oscuro. Eran de una piel tan pálida y suave que cada vez que alguien les miraba las tocaba para sentir esa agradable piel tan suave. Esas dos niñas eran el corazón entero de Tom Kaulitz.

Tom se sentó en el pasto recién cortado con las gemelas en su regazo, no podía si quiera pensar que ellas siguieran creciendo hasta irse. Pero debía aceptar que algún día pasaría.

Recordar como sufrió dos años atrás por el peligroso embarazo de Bill, le hacía amar más a ese hombre y a sus dos hijas. Nunca imagino tener una familia pero algo había hecho bien que Él de arriba decidió que merecía tener a esas tres personas.

2 años atrás.

—Tengo que decirle señor Kaulitz que va a tener que elegir entre la vida de su esposo y sus dos niñas.

Tom recibió aquella noticia como si le hubiese caído un balde de agua helada encima. ¿Cómo se suponía iba a elegir entre la vida de las personas que mas amaba en la tierra?

El medico al observar que no respondía coloco una mano en el hombro de él dándole apoyo.

—Su esposo presenta problemas con su embarazo. La única solución que otros médicos y yo hemos encontrado es sacar a las niñas e impedir que su esposo tenga un rompimiento interno que provoque alguna hemorragia y pueda lamentablemente morir en caso de que el embarazo se logre terminar.

— ¡Tiene solo cinco meses, las niñas no vivirán! —exclamo alterado, con el corazón hecho pedazos. —Klaus usted es uno de los mejores especialistas en embarazos en Europa ¡Usted tiene que encontrar otra manera de salvarles a los tres!

El doctor Klaus, se aparto del padre preocupado, había una solución pero no quería tomar riesgos aun así iba a decirla porque era el señor Kaulitz quien tenía la última palabra.

—La única manera de que Bill pueda llevar el embarazo a termino será mantenerlo internado aquí en la clínica desde ya. Sin moverse mucho, sin enojarse, sin hacer nada más que comer y descansar para que nada se vea perjudicado en el embarazo.

Él pelinegro con trenzas levanto su mirada con los ojos brillando, llenos de esperanza.

—Klaus, yo confío en usted y en su palabra, sí mis hijas se logran yo le juro que le pagaré todo lo que me pida. No me importa cuanto sea la cantidad, quiero a mis hijas y a mi esposo vivos los tres.

***

El día del nacimiento Tom estaba desesperado. En el quirófano estaba gran parte del equipo médico de la unidad prenatal de la clínica atendiendo tan delicado parto.

Bill se estaba complicando, lo que temían los médicos estaba sucediendo y la mirada acaramelada y llena de ternura del pelinegro comenzaba a apagarse.

—No Bill, por favor no nos dejes. —decía Tom mientras besaba la frente de su esposo, quien había perdido todo el color de su bello rostro.

—Cuídalas Tomi, cuida de ellas porque son nuestros tesoros. —susurro Bill, dos lagrimas cayeron de sus ojos.

—No, no las cuidaré solo, tú estarás conmigo.

Los médicos comenzaron a trabajar con rapidez hasta que la hemorragia interna del joven se había detenido. Tom respiro aliviado, y se sintió egoísta por no haber visto a sus hijas quienes habían sido llevadas a la incubadora para recibir lo que necesitaban.

Horas más tardes, Tom no había querido moverse de la habitación en donde su esposo permanecía con los ojos cerrados.  No quería ver a las niñas, no todavía, él seguía preocupado por Bill y no se movería de allí hasta que él abriera sus adorables ojos. Su actitud de no ver a las niñas no era la correcta pero debía asegurarse de que él despertara.

—Tommy…

Tom escucho la voz de Bill y rápidamente se levanto del sofá donde reposaba para dirigirse hacia él y besarlo.

—Al fin despertaste. —susurro entre los labios de su adormilado esposo.

Bill esbozo una pequeña sonrisa. — ¿Cómo están mis niñas Tom? ¿Dónde están?

El moreno le agarro las manos y las beso. Tenía que decirle que no había visto a las niñas aun.

—Están en la incubadora. —dijo en voz baja.

— ¿Las has visto? ¿Cómo son mis pequeñas niñas? —Los ojos del joven brillaban de emoción.

—No las he visto. —Respondió levantando la mirada— no podía. —se excuso. — solo quería que tu despertaras y poder ver tus ojos brillar de nuevo.

Bill no estaba contento con esa respuesta.

—Llama a las enfermeras y diles que quiero ver a mis hijas. ¡Ahora!

Tom no dudo en moverse, se hacía lo que Bill decía o sino había que enfrentarse a las consecuencias. Una enfermera hizo acto de presencia, con él permiso del médico ayudo a Bill a sentarse en una silla de ruedas para ir directo a la sala de maternidad en donde estaban sus dos niñas.

Después de dos meses de control, dolores, angustias y miedos nacieron dos niñas pequeñísimas, con la piel rosada y el cabello rubio. Bill y Tom se colocaron las batas azules y los cubre bocas para poder entrar.

 El corazón del joven padre latía tan rápido y fuerte que podía escucharlo retumbar en sus oídos, lo nervios se habían adueñado de la calma. Ya tenía a su esposo a salvo y su preocupación de ahora eran esas dos pequeñas.

—Por aquí están señores Kaulitz. —dijo la enfermera sonriendo. — son unas niñas pequeñas pero muy lindas.

Tom trago fuerte sin sonreír, tenía que verlas primero antes de respirar en paz.

En la sala de maternidad había muchos niños pequeños y de gran tamaño, algunos lloraban y otros simplemente tenían sus ojitos abiertos explorando el nuevo mundo en el que estaban. Tom sonrió viéndolos, el milagro de la vida en una cosita tan pequeña.

Sus hijas estaban en una incubadora juntas, ellas eran muy pequeñas y estaban conectadas a algunos cables, no tenían ropa sólo su pañal, una de ellas dormitaba y la otra movia sus diminutas manos. Sus lágrimas se hicieron presentes encharcándole las mejillas. Él no era del tipo que lloraba, pero ver a sus hijas era lo más increíble que le podía pasar.

—Pueden meter sus manos por aquí. —la enfermera señalo la apertura en forma de circulo por donde se podía acceder a ellas dos.

Tom asintió sin mirar a mas nadie que a esas niñas que luchaban por su vida, eran suyas, habían salido de él alojándose en el vientre de Bill, y las amaba, con todo su ser. Metió sus dos manos por los círculos, agarro la mano de la más pequeña y ella le dio un leve apretón a su dedo.

—Elaida. —susurro entre hipidos.

—Y ella es Cleo —Susurro Bill observando a la más grande con amor paterno corriéndole por las venas hasta llegar a su corazón.

Y así fue como pasaron mitad de la tarde, observando y hablando con las pequeñas que parecían estar encantadas de tenerlos ahí.

Dos semanas más tarde, Cleo fue dada de alta pero Elaida dejada en observación por tener los pulmones delicados.

Meses después del nacimiento

Era sábado por la mañana, las gemelas estaban despiertas y lloraban. Aquel sonido era desesperante para Tom pero su esposo estaba durmiendo después de una larga noche con Elaida y su llanto, él tenía que apresurarse a calmar a esas dos pequeñas de tres meses de edad. Se acerco a la cuna de las niñas y suspiro adormilado; Elaida estaba chillando con fuerza, esa chica sí que tenía pulmones fuertes a pesar de ser la más pequeña, Cleo lloraba chupando sus manos era seguro que tenía hambre.

—Cleo, ya no llores por favor. —susurro cargando a la niña en sus brazos, meciéndola. — papá ya está contigo. —Le beso la frente.

Elaida al escuchar la voz de Tom se calmo un poco, ella solo estaba calladita haciendo pucheros. Tom tarareo una nana mientras se disponía a darle el biberón a Cleo. La niña se durmió al terminar la ultima onza de su leche y el joven padre se sintió alegre, estaba muriéndose del sueño y no quería despertar a Bill quien estaba sufriendo de la depresión post parto, sus hormonas estaban enloquecidas.

Con sumo cuidado, él acostó a Cleo en su cuna. Elaida tenía sus marrones ojos abiertos observándolo y él no pudo evitar sonreír. Ella era tan preciosa, delicada como una rosa. Rosadita, gordita y pequeña. La cogió en sus brazos y se sentó en la silla mecedora colocando a la niña en su pecho.

— ¿Por qué llorabas hija mía? —susurro con los labios pegados a la cabecita de ella aspirando todo su agradable olor de bebé. — no tienes hambre, estuvieses llorando todavía.

La niña había cerrado sus ojitos colocando su diminuta manito justamente en el corazón de su papá.

Tom acaricio la espaldita de la niña con amor hasta llegar al pañal y palmeo suavemente… un minuto ¡Elaida estaba hecha popo! Abrió los ojos y arrugo la nariz. No, eso no era algo que le gustara, odiaba cambiar pañales y eso se lo dejaba a Bill. ¿Tendría que despertarlo? Jo, sí, eso iba a hacer, simplemente no podía.

En la habitación principal descansaba Bill, su rostro de porcelana se veía iluminado por la tenue luz de la lámpara de noche. Él se quedo observándolo un rato y suspiro. Bill dormía como los angelitos y sería mal plan de su parte despertarle, no era justo. Miro a Elaida, quien estaba de nuevo despierta, y suspiro.

—Bien Elaida voy a tener que cambiarte el pañal yo.

No muy de acuerdo con la idea fue hasta la habitación de las gemelas, acostó a la niña en donde les hacían los cambios de ropa y busco los pañales. Santo dios estaba vuelto un desastre pero sería mal padre si no lo hiciera así que coloco una toalla en su nariz y descubrió el grandioso regalo que había escondido en el pañal de su hija.

— ¡Dios Elaida, qué carajos comes tú! ¿Te has estado comiendo los chocolates de tu padre? Venga nena…

El moreno negaba con la cabeza limpiando las nalguitas con las toallitas. Elaida sonreía y chupaba sus manitos observando a su papá. Tom se aseguro de que no quedara nada de restos fecales en las rosadas nalguitas, coloco cremita antipañalitis, talquito y el pañal nuevamente. Después de todo no había sido tan malo a excepción de que su hija defecaba como un adulto.

—Bueno hija, para la próxima dejo a tu papá con esto, no me agrado hacerlo. —Rió cargando a la niña y besándole la mejilla— pero conociéndolo esto me tocara hacerlo unas cuantas veces más.

 

1 año después.

— ¡Elaida Elizabeth Kaulitz Trümper, no muerdas a tu papá! —Tom gritaba a su niña mientras le sonreía y la pequeña de un año hacia pucheros por el regaño. —No es cierto hija, papá no gritara de nuevo. —le beso la regordeta mejilla.

Bill estaba entrando a la habitación donde dormía con su esposo, con dos lagrimones bajando por sus pálidas mejillas. Al verlo Tom se levanto de un salto con Elaida en sus brazos, se dirigió hasta él, preocupado.

— ¿Qué te sucede? —pregunto tomando la pálida y huesuda mano de su marido.

—Cleo, ella está muy enferma Tommy —soltó con las lagrimas agolpándose en sus ojos.

— ¿Qué? ¿Qué tiene Cleo? —abrazo al pelinegro para que dejara de llorar.

—Soy un mal padre, mi pobre hija está enferma Tom, necesitamos llevarla con urgencias al médico.

Él se lamentaba. Entendía a Bill porque estaba asustado así que le dio a Elaida y corrió a la habitación de las niñas. Cleo estaba acostada en su cuna con las mejillas enrojecidas y los ojos entre abiertos, se acerco a tocarla y se asusto. La niña ardía en fiebre y apenas respiraba bien. La cargo entre sus brazos cubriéndola completa para que al salir el frio no la molestara.

—Ponle algo de ropa a Elaida y te espero en el hospital Bill, me iré primero con ella.

Bill asintió aun con los ojos húmedos por el llanto, Elaida miraba a su hermana con gesto preocupado y balbuceaba palabras sin sentido que Tom ignoro y se subió en el auto con la niña acomodándola en su sillita.

No podía siquiera pensar en que a su hija le ocurriera algo, su corazón latía desbocado y lo único que quería era llegar a tiempo. Las niñas no se enfermaban casi pero cuando eso pasaba se volvía loco pensando lo peor, ellas eran lo más sagrado y no permitiría que les sucediera nada.

Ya en el hospital Cleo fue ingresada de emergencia  y él quería asesinar a la enferma por no encontrar la vena en el pequeño bracito de ella y provocar que la niña sangrara. Estaba a punto de intervenir cuando el doctor apareció y reviso a la niña. Horas más tarde el médico había dicho que Cleo tenía una pequeña infección en los pulmones, no era grave pero debía permanecer hospitalizada.

Tom estuvo cuatro días y tres noches despierto cuidando de Cleo mientras Bill cuidaba a Elaida el tiempo que no estaba en el hospital. Haría lo que fuera por ellas.

Esa fue la última vez que Cleo se enfermo al punto de hospitalizarla.

5 años después de su nacimiento.

Elaida y Cleo estaban en el balcón de su habitación, jugaban a las muñecas. Elaida acunaba su rubia bebé y reía, Cleo usaba ropa de doctora  y hacía como si diagnosticara a la hija de su hermanita.

Tom observaba a las niñas desde la puerta, tenía los brazos cruzados y sonreía. Bill se paro detrás de él y lo abrazo por la cintura colocando su mentón en el hombro de él.

—Ya nuestras niñas tiene cinco años Tommy, no puedo creer que estén tan enormes, cuando nacieron eran demasiado pequeñitas. —el pelinegro dejo escapar un largo suspiro.

—Son un par de mágicas princesas, con  pijamas y con trenzas que juegan a ser mamá. —un nudo se hizo en su garganta. — Y un día se irán de casa y entre sus cosas llevaran un pedazo de mi alma que jamás regresara. Pero mientras tanto les daré todo el amor que pueda, voy a cuidarles el corazón.

Bill escuchaba con atención lo que su esposo le decía, sus ojos se llenaron de lágrimas que se negaba a soltar pero que terminarían afuera de alguna u otra forma.  Él sabía perfectamente cuanto amaba Tom a esas dos niñas por las que daría la vida de ser posible.

— ¡Papá! —Grito Cleo corriendo hacia los brazos de Tom, él la recibió con una enorme sonrisa llena de amor y la abrazo— llegaste de tu trabajo.

Elaida subió al regazo de Bill, ella tenía la muñeca en su pecho y la acunaba— papi mira, mi hija se llama Toma. —rió tierna mostrándole la muñeca rubia. — se llama como tú.

Tom se carcajeo ante la ocurrencia de la niña. —Que bonito nombre le pusiste. —Dijo acariciando el cabello largo de su doncella mayor— ¿Qué tal si vamos a jugar al parque y comemos helado?

— ¡Sí!

Un grito aprobatorio salió de la garganta de las gemelas provocando un quejido de Bill y luego una risa.

Sin duda alguna, los mejores momentos de la vida de Bill y Tom, los pasaban al lado de esas dos pequeñas que con una sola sonrisa conseguían que ellos dos quisieran darles el mundo entero y más.

En el parque las niñas correteaban de un lado a otro jugando con los otros niños. Bill y Tom estaban sentados en una plaza observándolas como se divertían. Tom tomo la mano de su esposo para dejarle pequeños besos en sus nudillos.

—Te amo. —dijo dirigiendo su mirada hacia los perfectos y delineados ojos marrones del gran amor de su vida.

El de ojos marrones, presiono sus labios contra los de su igual y con una sonrisa llena de amor devolvió las palabras de su esposo.

—Te amo.

Ambos se quedaron en silencio regresando su mirada a sus hijas. La mano de Bill se apretó con fuerza a la de Tom y susurro al oído de él.

—Estoy embarazado de nuevo.

Tom se quedo helado.

—Tommy ¿estás bien? —pregunto Bill al ver que Tom ni se inmutaba.

Era una gran noticia pero recordar el primer embarazo hizo que su corazón se detuviera. No quería que Bibi sufriera de nuevo, no podría pasar por eso de nuevo; sin embargo no podía demostrarlo, heriría a Bill. Sonrió con dulzura y beso los labios de Bill.

—Otro ser al que cuidar y amar. —susurro entre los labios del pelinegro. — hay que decírselo a las niñas.

Si había algo que Tom mas deseara era tener una familia enorme, llegaría un integrante nuevo y eso era maravilloso. Sus mágicas princesas estaban grandes ya y merecían tener un hermano pequeño.

—Y es un niño. —Bill acaricio su pequeño y abultado vientre.

Tom casi pega el grito al cielo al escuchar esa noticia, eso era perfecto, y sus dos niñas seguirían siendo sus mágicas princesas.

Esa misma tarde, después de la noticia de que sería padre de nuevo, se sentó frente a la chimenea a mirar en su tableta el vídeo de la graduación de él y su hermano, su madre se los había enviado para que recordaran aquel día gracioso. No pudo evitar imaginar a Elaida y Cleo de esas edad en el baile de graduación, con sus bellos vestidos y sus… novios.

— ¡Bill! —Grito de repente.

— ¿Qué pasó? —Bill entro con el delantal de la cocina puesto y asustado.

—No voy a permitir que ningún muchacho se le acerque a Elaida y Sunny así que me comprare un arma.

Bill rodo los ojos, puso cara de asesino en serie y suspiro. — Un día de estos Tom Kaulitz vas a matarme de un jodido susto.

Tom alzo la ceja y mentalmente se imagino espantando los chicos que se quisieran aprovechar de sus hijas. ¡Los mataría!

—Falta mucho para que las niñas tengan novio así que despreocúpate, yo las aconsejare y las llevaré al ginecólogo para que les coloquen pastillas y no salgan embarazadas antes de tiempo. —Bill bromeo esperando la reacción de su marido.

El rostro de Tom se puso de un color verde enfermo.

—Es broma. —Bill se carcajeo. — dentro de diez años tendremos que preocuparnos por los novios que puedan tener, por ahora disfruta que son bebés.

Tom asintió mirando a Bill con los ojos entrecerrados, estaría pendiente de eso cada día y no quería ser un padre sobreprotector pero esas niñas no iban a sufrir por ningún pendejo. Respiro aliviado porque aun faltaba mucho para tener que preocuparse por ello…

— ¡Papi, un niño dijo que soy bonita y quiere ser mi novio!

Cleo hizo acto de presencia en la sala con las mejillas coloradas e infladas. Bill miro a Tom con los ojos bien abiertos, ocultando una sonrisa.

—Creo que mejor empiezas a preocuparte desde ahorita. —él se rió volviendo a la cocina.

Tom cargo a Cleo en sus brazos y la abrazo con fuerza. No podía ser que la pesadilla comenzara desde ese momento.

 

Notas finales:

¿Ya leyeron? ¿Les gusto? entonces no se vayan sin dejar su opinión. -inserte voz de comercial-

ajaja, disculpen, dejen su opinión si les gusto. :3 De ante mano mil gracias por leer.


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